20 de jul. 2020

Hasta la vista, Juan (Marsé)



¿Qué otra cosa podía esperarse de los jóvenes universitarios en aquel entonces si hasta los que decían servir a la verdadera causa cultural y democrática del país eran hombres que arrastrarían su adolescencia mítica hasta los cuarenta años?
Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, generoso y hasta premiado con futuro político, y todos como lo que eran: señoritos de mierda.
Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa 









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La lista de los señoritos de mierda en mi país es tan enorme, tan descomunal, que uno se siente pequeño y minoritario, decididamente excluído. Quizás Cataluña sea un jardín de señoritos, y yo su jardinero, junto a otros desposeídos en general. Mientras elaboraba el texto me hice una lista, cansina y fatigosa como todas las listas. Intenté limitarme a los señoritos de la cultura impresa, pero se me desbordaba hacia otros ámbitos: el político, el científico, el periodístico, el funcionarial, el artístico, el musical. No invito a nadie a escribir listas feas. Sólo a que lo piense.


8 comentaris:

  1. Sería tan grande, tan amplia, que antes se te acabaría la tinta del tintero, si hubieses de confeccionar la lista de los señoritos de mierda.
    Por cierto, ahora están entretenidos con el golfo del Juan Carlos, lo que no explican es el porqué jamás ninguno de ellos ha hablado de su padre putativo, el Pujol, y se han olvidado de sus fechorías a partir del 1982 con Banca Catalana en las que por arte de birbiriloque hizo desaparecer más de 262 mil millones de pesetas de la época. Tampoco hablan los señoritos y señoritas de mierda, no lo olvidemos, de mierda, lo de El Observador y su amigo Prenafeta; ni lo del Gran Tibidabo y su amigo De la Rosa...ni los 3.500 millones de euros que la fiscalia sabe, están por paraísos fiscales y no los pueden retornar.
    No hay que hacer listados, ya lo hizo el Millet un día hablando en el Palau: Sóm 400 families i sempre sóm els mateixos.

    Salut

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    1. Mi hipótesis es solo una teoría, y como tal tiene el valor de cualquier teoría indemostrada. Yo creo que el meollo de la corrupción española se fraguó en la amistad entre Juan Carlos y Pujol, y que de allí salió todo lo demás. Jordi, a partir de las ideas de su padre Florenci, diseñó la corrupción contemporánea. Quizás es la hora de remover el árbol, y que caigan los nidos de que deban caer. Me enterneció ver ayer al jovenzuelo Pere Aragonés clamando contra la corrupción de los borbones sin nombrar a Jordi Pujol, como si no tuviese nada que ver.

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  2. No te esfuerces en hacer listados de parásitos político-culturales-económicos, porque agotarías una resma de folios y aún se quedarían algunos fuera.

    El tiempo es inexorable, y van desapareciendo los testigos de una época, que podrían contradecir a los que se empeñan en reescribirla.

    Creo que el mejor elogio de el lo hizo Carmen Balcells, decía que Marsé y su personaje, el "Pijoaparte" se retroalimentaban mutuamente.

    Lo echaremos en falta.

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    1. La verdad es que no haré el listado de los señoritos de mierda: se me iría el resto de la vida en ello, y es demasiado corta, jodida y triste como para empeorarla todavía más.

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  3. Sería mucho más breve, me temo, hacer la lista de los que no lo son. Marsé no lo era, sin duda. Que, sin salir del oficio, si le comparamos con fantasmones como Cela, Umbral, Marías... gana por goleada.

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    1. Si fuese masoquista pondría Tv3 para ver cómo dan la noticia de la muerte y qué trato le conceden: ¿catalán? ¿castellano? ¿español? ¿botifler?.

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    2. Pues no lo vi pero según un titular (de un medio muy escorado, eso sí) "el locutor de TV3 evitó en todo momento la definición 'escritor catalán' al dar la noticia"

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    3. Me lo temía. Estoy seguro de que, por gusto, Tv3 no hubiese mencionado la muerte de Marsé ni su nombre. Vi un tuit de un guionista de la casa en la que hablaba de él como "un jetas" que vivió en Cataluña sin escribir en catalán y despreciando la lengua vernácula. Eso es lo que tenemos que aguantar aquí, con el beneplácito de la izquierda incapaz de plantarle cara al nacionalismo.

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