25 de gen. 2017

Pornografía en las ruinas


Un escritor sueco, recientemente muerto, se pregunta en sus memorias qué rastros va a dejar nuestra civilización. ¿Bach? ¿Beethoven? ¿Algún edificio emblemático? Nada de eso, concluye con pesimismo: lo que vamos a dejar son residuos nucleares y bolsas de plástico flotando en los océanos, islas de basura por donde antaño navegaban fantásticos piratas, corsarios y siniestros balleneros atraídos por el abismo, amén de delirantes marinos temerosos del horrible Kraken. Ese será nuestro legado a la posteridad, dice el sueco: masas ingentes de basura mortal.

La lectura del autor nórdico me llevó a pensar en el asunto de las ruinas, esos trastos viejos que el pasado nos deja para que soñemos despiertos en una antigüedad que a veces asusta y otras enamora. Me gustan las ruinas. Hace unos años me descubrí una afición nueva, que consiste en penetrar en edificios abandonados provisto de una cámara fotográfica.

Hace poco conocí el término ruinporn. Se refiere a un género de reportaje gráfico que consiste en exhibir ruinas. Me pregunté si la exposición de las casas en ruinas y la pornografía son conceptos próximos. Me respondí que posiblemente sí, porque el asunto de la impudicia está presente. Las actrices y los actores de la pornografía muestran su yo más íntimo, más desprovisto, más rudo. Nada hay más profundo que la piel, dijo Oscar Wilde.

Quién practica el ruinporn cuenta un relato de la degeneración y la decadencia sobrecogedor, es una crónica del desasosiego. Se narra la desolación, el abandono y la soledad, la terrible soledad y la degradación de la casa deshabitada. Suelen escogerse mansiones burguesas, masías señoriales, falsos castillos del siglo XIX o del XX -cuando todavía permanecía el sueño de un mundo bien ordenado en clases, grupos y categorías. La caída de lo que estuvo arriba siempre es más sugerente que la más que previsible y sosa destrucción de lo que nació casi destruido: pocas veces he visto fotos de bloques obreros abandonados.

Pero... (ahí está la inevitable conjunción adversativa) en las ciudades próximas a la central nuclear de Chernóbil -como Prípiat-, hay quien ha sacado instantáneas magnificas del ruinporn, por la vertiente soviética y obrerista. A la ciudad de Prípiat, que está en Ucrania, la conocí en uno de los textos más estremecedores de nuestra contemporánea Svetlana Alexievich, "Voces de Chernóbil". La ciudad abandonada muestra esa arquitectura comunista que se produjo en Polonia, Rusia, Rumanía, Albania… Sin embargo, lo que he aprendido mirando fotos de las ruinas de Prípiat es que se parece a muchos barrios, siempre periféricos, que uno puede ver en París, Lión, Madrid, Barcelona, Terrassa, Sabadell y Bilbao. Es la misma arquitectura de los bloques de San Adrián de Besòs o de Bellvitge, o del municipio de Badia del Vallès, antaño suburbio de Sabadell. Edificados por arquitectos a sueldo de la burguesía catalanofranquista, son construcciones fabulosamente similares a las de las afueras de Kíev, Budapest y Bucarest. Para los obreros del mundo había un cánon arquitectónico, ya fuesen estos del bloque socialista o del otro. Hoy, ya casi extinta la clase obrera, aquella arquitectura prosigue, ahora dirigida a los pobres en general, tanto si trabajan como si no.

Resultat d'imatges de pripiat

Me doy cuenta de que la mayoría de las estrellas de la pornografía actual proceden de aquellas zonas, las que pertenecieron al bloque comunista de Europa. La exhibición de culos, coños y pechos de jóvenes búlgaras o ucranianas es, en realidad, una exhibición del desastre, una mirada descarnada sobre la miseria, el ocaso de la civilización de la hoz y el martillo.

Cuando mis padres hubieron fallecido, tuvimos que sacar todo lo que había en el piso en el que habían vivido. Era un piso de alquiler y el arrendador nos impuso un plazo de un mes para entregar las llaves de la vivienda, que debía devolvérsele vacía, tal como se la había entregado 40 años atrás a mis progenitores. Mi hermano y yo llevamos a cabo el encargo manual y artesanalmente, lentamente. Creo que el propietario llegó a irritarse: tardamos más de tres meses en devolverle las llaves. Durante este tiempo saqué bastantes fotos de las estancias, progresivamente desnudas. También hay algo pornográfico en ese registro de las fases del proceso de aniquilación, fue un streep-tease como el de las mujeres del Este.

Finalmente ya solo estaba la piel del piso y nada más. Las paredes lisas, de un blanco que en algunos rincones viraba hacia el amarillo y en otras hacia el gris. Son los mismos colores que asoman en la piel de los cadáveres cuando llevan unas horas en esta condición definitiva. Cuando ya casi no quedaba nada, apareció el eco. Los pasos y las voces -muy escasas porqué casi no hablábamos, no podíamos- reverberaban con tristeza, con una solemnidad triste. La última foto muestra un espacio desolado (¡qué palabra tan bonita!) e irreconocible. Podría ser el salón o cualquier otra estancia de lo que fue una casa llena de vida, sonidos y olores. Solo hay una sórdida colchoneta de espuma enfundada en una tela de un azul desleído), arrinconada. Es ahí donde dormí la última noche, una de las noches más importantes de mi vida.


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Otra versión de este texto se publicó en La Charca Literaria el 22 de noviembre de 2016. En aquella ocasión, el título era ligeramente distinto: "Pornografía y ruinas". Situar la palabra "pornografía" en el título de cualquier texto que se cuelga en la red cosecha gran número de visitas. Cualquier palabra del campo semántico del sexo lo consigue. Esa era la hipótesis que pretendía validar. Entonces se comprobó que la hipótesis era buena.

Las fotografías que abren y cierran el texto están tomadas en un pueblo catalán que creció al lado de una explotación minera en la cuenca del Llobregat. Un terrible accidente con muchos muertos provocó el cierre de las minas y hoy es pura pornografía industrial y obrera. Se puede visitar a cuenta y riesgo del visitante. El riesgo no es igual a cero, ya que se desmorona por momentos. Bueno, como toda Cataluña.

21 de gen. 2017

Ética de la desaparición

Resultat d'imatges de desaparición

Suele hablarse del "hombre de las cavernas", el que pintaba bisontes y leones en las paredes de piedra de sus cobijos, en el vientre de la roca. Sin embargo, a mi se me ocurre que quienes pintaban eran las mujeres. En eso de la ilustración siempre hubo más mujeres, y además me temo que los hombres andaban muy atareados con sus cacerías, o en sus rutas por las prototabernas.

Creo que el desarrollo de la conciencia y del arte fue algo femenino, posteriormente usurpado por los hombres. Es cierto que nutrir a las crías, educarlas y cuidarlas debía de ocupar mucho tiempo a aquellas mujeres, pero quizás lo de dibujar en los muros formaba parte de su arduo y delicado oficio. Incluso hoy, las maestras de niños pequeños suelen ser mujeres todavía, y dibujan en las pizarras y escriben palabras con tizas en el áspero campo verde colgado de la pared del aula.

Yo ahora escribo en una pantalla retroiluminada (lo llaman así, creo), y eso es un soporte mil veces más sutil, más inestable y más efímero que la roca de la caverna. A veces me resulta muy difícil decidir para qué y para quien escribo. A veces tengo en la mente a un lector ideal y desconocido, irreal, alguien conectado a mi longitud de onda, alguien que quizás no ha nacido todavía o quizás lleva siglos muerto.

Hace dos años empecé a escribir una novela y decidí hacerlo en libretas baratas, compradas en bazares chinos de barrio porqué me asqueaba la pantalla retroiluminada de las narices. Llevo ya cuatro libretas llenas de palabras dispuestas en hileras, como hormiguitas laboriosas y responsables, ordenadas, pulcras. Hileras de hormigas que avanzan hacia alguna parte del mundo que desconozco. A veces pienso en estructuras narrativas complejas e ingeniosas, pero siempre intento no olvidarme de que es lo que quiero contar. Eso no es fácil, ya que, a uno, lo que quiere contar a menudo se le desvanece.

El tema de todo eso es la desaparición. Es algo que me horroriza y me fascina: lo fácil que es desaparecer, la cantidad de personas que desaparecen de mil maneras, por mil motivos. Hay gente que desaparece y consigue hacer como si la tierra se los hubiese tragado. A otros les desaparecen. En latinoamérica hubo, en tiempos recientes, gobiernos y regímenes especializados en hacer desaparecer a mucha gente, y al servicio de esta causa pusieron medios tan portentosos e imaginativos como sádicos y macabros. No hay que menospreciar la capacidad humana para el mal, y por eso debemos esforzarnos tanto en la educación y la prevención.

La novela de las libretas chinas, con el paso de los años, me está desapareciendo. La vida ha entrado en ella y se me está llenando de verdad a medida que lo novelesco se desvanece. Han entrado en ella mis sueños, mis temores, mis esperanzas. Y sucesos sucedidos y nombres de personas que existen y andan por la calle a diario. Cuanta más vida entra en ella, más se evapora la novela. Me siento como la mujer de las cavernas, pintando en las paredes con la ilusión de que alguien lea, de que algún día futuro alguien se detenga ahí delante provisto de una linterna y mucha paciencia.

Quizás la novela que quiere desaparecer se publique algún día, y creo que en ella solo se verá una trama más o menos de intriga sobre un tipo que busca personas desaparecidas y que él mismo, a su vez, también va desapareciendo. Quien persigue demasiado tiempo al lobo termina por parecerse al lobo. Si no pasa nada malo, la novela se publicará en una colección de novela "negra" y por lo tanto el lector se verá inducido a tomárselo como una trama de asuntos negros, crímenes, investigaciones y etcétera. Estos días se está celebrando un festival de novela negra al que he decidido no asistir. En los últimos tres años he tenido algún tipo de protagonismo en este mismo festival y me apetece el descanso y la desaparición. Es más que posible que nadie me eche de menos, o incluso que nadie se de cuenta de que no he ido.

Me pregunto porqué pensamos tanto en tramas ingeniosas, argumentos y personajes y tan poco en la ética. A lo mejor es un problema catalán: los catalanes están obsesionados en tener rasgos diferenciados del resto de la humanidad cuando en realidad no tienen nada distinto ni especial, ni nada que aportar. A veces pienso que desaparecer tiene sus ventajas. Hay idiomas que desaparecen porqué es mejor así. Bueno, estoy contando todo lo que se me ocurre sobre el asunto de la desaparición. Y además mi protagonista me está desapareciendo, lo veo cada vez más perdido. Se me ha ocurrido que mi protagonista podría abandonar la investigación sobre desaparecidos de repente, enamorarse de alguien de pronto y olvidarse de su investigación. Sería una forma de concluir el relato. Plotino (un discípulo de Platón tanto o más místico que el maestro) decía que en el alma humana hay un impulso tremendo que le empuja a disolverse en el cosmos. El amor es una herramienta al servicio de ese impulso, sin duda.

Quién sabe qué querían contar las mujeres que pintaban en las cuevas. Desaparecieron los leones y los bisontes de España. De aquellas fieras ya no queda ni una sola. Y las propias mujeres de las cavernas también desaparecieron, y solo nos queda ese rastro de carboncillos en las paredes, la prueba de ese exceso de conciencia metida en un cuerpo, eso que llamamos "ser humano" y que empezó hace decenas de miles de años.

Creo que llevo rato escribiendo y he perdido el hilo de lo que quería contar. Algo sobre la desaparición y el impulso de disolverse. Creo que debería desandar lo escrito y buscar, buscarme. Eso es escribir. Lo demás es confeccionar tramas policiales y pueriles: lo bonito es escribir para poder desaparecer en el texto, como Eusebio Poncela desaparecía en la cinta de celuloide de "Arrebato".


15 de gen. 2017

Lázaro Carvalho


Resultat d'imatges de pepe carvalho

Cuando uno menos se lo espera, sucede. Dicen los judíos, hablando de Jesucristo, que la liebre salta donde menos te lo imaginas. (A ellos les saltó la liebre en un pueblecito de Palestina, hay que joderse). En esta ocasión de la que hablo, una noticia del mundo literario aparece en el noticiario de la tv. Increíble. La noticia cuenta que Pepe Carvalho, el personaje de Manolo Vázquez Montalbán, resucitará por obra y gracia del escritor Carlos Zanón, mediante la intercesión de un poderoso grupo editorial. Cuando no te lo esperabas, el mundo literario español se revuelve y genera sorpresas. Mira tu por donde, la región más analfabeta de Europa es capaz de levantar el vuelo. [Veremos como encaja el asunto el mundillo catalán soberanista-referendumista, porqué el caso les estalla en su región: se trata de literatura escrita en español en territorio catalán. Liebre al cuadrado. Se atormentan las vecinas, o se avecinan las tormentas: conociendo un poco la obra de Zanón, aventuro que a los indepes no les va a gustar el Carvalho resucitado, eso es una hipótesis malintencionada, por supuesto ].

La noticia es simple y en realidad se trata solo de una maniobra comercial, nada más. No hace falta desgarrarse las vestiduras. Eso de Carvalho y Zanón no es nada más que como cuando Coca-cola anunció la versión de su refresco llamada "Zero": una estrategia comercial para vender un poco más: cosas del capitalismo y sus ansias por exprimir el limón hasta que no quede ni una sola molécula de él.

Vender libros en España no es nada fácil, y desde luego es más fácil vender coca-colas en un mundo ansioso y dependiente de los placeres inmediatos, burbujeantes y con el azúcar elegantemente camuflado. Cualquier cosa que se haga para vender más libros debería ser aplaudida sin remilgos: somos un país profundamente ignorante, escasamente lector y casi analfabeto funcional. Con la literatura de entretenimiento no se aumenta el nivel intelectual de una comunidad, pero por lo menos se supone que se mantiene el noble hábito de la lectura, lo que ya es algo.

Todo el mundo sabe que nadie empieza leyendo literatura de entretenimiento para pasarse luego a Tolstoi, ni de J.K. Rowling se pasa a Herman Melville, ni de Mortadelo a Bolaño. Pero hay que mantener la esperanza de que a lo mejor, quizás, en un futuro hipotético...

La noticia solo cuenta que una poderosa editorial ha fichado a un escritor para resucitar al personaje debido a un autor muerto años atrás. Vázquez Montalbán murió en Bangkok y en un ya lejano 2003. Pero no hay nada nuevo bajo el sol: eso ha sucedido varias veces en la literatura popular, e infinitas en el cine. Piense usted en Ian Fleming y su agente 007. Hammett se convirtió en personaje literario de la mano de Joe Gores. Osvaldo Soriano recuperó a Marlowe. El agente de a CIA Jason Bourne saltó de autor en autor. El último caso que conozco es el de David Lagercrantz, autor que sustituye a Stieg Larson para continuar con las aventuras de Lisbeth Salander al frente de la franquicia "Millenium". Al fin y al cabo, eso de la novela negra solo es literatura popular, para qué nos vamos a engañar.

Luego están los puristas y los ortodoxos de siempre, que se quejan: ¿puede un autor resucitar y dar nueva vida al personaje de otro autor (muerto)? Hablando en plata: ¿Carvalho puede revivir de la mano de Carlos Zanón? ¿Qué interés literario podría tener ese invento? Una cosa es que un autor decida usar personajes de otros en sus novelas, y otra cosa muy distinta es que el ejecutivo de una editorial se líe a resucitar personajes con el argumento de que tiene les derechos legales que le permiten hacerlo. Pero enfin, eso son cosas comerciales, nada que ver con la literatura, no hay que mezclar conceptos.

En el Nuevo Testamento se cuenta la historia de un pobre diablo, un tal Lázaro. Jesucristo, para demostrar el tremendo poder que le ha sido transferido por el Dios, le encuentra muerto y le resucita en un plis-plas. Es un episodio oscuro del libro sagrado, ya que de Lázaro no se sabe casi nada y ni tan siquiera se le vuelve a nombrar nunca más. ¿Qué vida llevó el pobre zombi en Palestina? ¿Fue feliz en su segunda vida? ¿Cómo le trataron sus amigos y familiares, viéndole vivo de nuevo cuando le habían visto muerto? ¿Consiguió los favores de alguna mujer, sabiéndole vuelto de entre los muertos?

El vínculo entre autor y personaje es algo delicado. ¿Tintin sin Hergé? Carvalho y Vázquez Montalbán forman una pareja metafísica, ya que el vínculo entre autor y personaje parece demasiado estrecho, sutil y mágico como para poder sustituir al autor y poner a un interino en su lugar. Carvalho aficionado a la comida: eso lo puede recuperar Zanón. Puede hacer un estudio psicológico y de hábitos del personaje, de su forma de hablar, el tipo de frases y de opiniones que formula para imitarlo e insuflarle una cierta apariencia de vida nueva manteniendo sus tics, sus manías, su casa, sus amigos y amigas. Pero ¿será el mismo? Y sobretodo: ¿es ético resucitar a Lázaro? ¿Se dio cuenta Jesucristo de que con su arrebato de soberbia divina condenó a Lázaro a llevar una segunda vida de mierda y -lo que es peor- a morir dos veces?


7 de gen. 2017

Vivir sin ti

Resultat d'imatges de la conciencia de zeno

Unos días atrás, justo a principios, estaba yo cabizbajo y concentrado en mi libreta cuando, de repente, intuí como se esbozaba una amplia sonrisa en el aire, a escasos palmos de mi cabeza. Levanté la mirada tan raudo como pude, pero solo me bastó para sospechar la disolución, el desvanecimiento. Quienes conozcan el gato de Cheshire, el de Carroll (por su obra o por la versión de Disney o por la versión de Disney que hizo Burton) pensarán en el gato inglés. Quienes no deseen (o no puedan) ir tan allá, pensarán en las decenas de miles de anuncios de personas sonrientes que nos asaltan por todas partes.

Pero yo me quedé preocupado. Aquella sonrisa que se me había soslayado a medio metro del rostro no era la del gato ni la de ninguna clínica dental que se precia. Empecé a recordar otra sonrisa, una que, antaño, me llenó de imaginación desbordada, de ilusión, de imágenes fabulosas. La sonrisa de la bandera pirata. Esa cabezota blanca y sonriente que asoma por encima de las dos tibias cruzadas. ¿Cuántas veces soñé en los mares del Sur, la Isla de las Tortugas, las tabernas, las huídas de los calabozos, los botines, las escaramuzas, grumetes, cañonazos, palos de mesana y trinquetes, tesoros ocultos guardados por esqueletos celosos...? ¡Qué poco valoramos a Emilio Salgari, que hizo más por la lectura de los jóvenes que mil directores generales de educación juntos!

Unos días más tarde, la doctora de guardia en urgencias atizó el aire delante de mi con la radiografía en la mano: -Esto es una insuficiencia respiratoria aguda en toda regla. No llega, el oxígeno no llega. Puede ser la consecuencia de una insuficiencia crónica o de alguna otra cosa, todas feas. Vamos a investigar. Por lo pronto, vaya pensando usted en eso del fumar.

La radiografía es todo un tema. Esa fotografía del futuro en que tu cuerpo se ensaya de cadáver, con un solo clic, una vez regresado de una Hiroshima en miniatura o de chiste pero con un diagnóstico atroz bajo el brazo. ¿Qué diablos es el progreso de la medicina?

Mi padre dejó de fumar en cuanto le dieron un susto parecido a este, no si con radiografía o sin ella, pero algo me dice que si. Le vio las orejas al lobo y enseguida tiró el paquete por la ventana. A mi me metieron una dosis de antibiótico para caballos, broncodilatadores, cortisona cada seis horas.

Lo más difícil de todo es cuando me pongo a escribir. Escribir sin el cigarrillo es como haber perdido el libro de los adjetivos. Ya me dirás como los encontraré, sin el farolillo del humo. Ayer me lié uno sin intención ni tan siquiera de chuparlo, solo por dejarlo ahí en el cenicero mientras tecleo. Miré el anillo incandescente que abraza al cigarrillo como una culebrilla ígnea, enroscándose y trepando. Pero sobrevino la tos igualmente y otra vez creí morir. Lo aplasté con furia mientras pensaba en la capacidad que tiene el mundo para crear escenas sin sentido aparente.

Como mi padre no escribía, lo tuvo más fácil. Yo ahora me siento como que tengo que aprender de nuevo. Comprarme un mapa nuevo, incluso a veces me detengo a pensar si de verdad deseo seguir viviendo en un mundo sin mis cigarrillos. Si voy a escribir igual que antes o me afectará al estilo. Des de que mi padre tiró el tabaco por la ventana hasta que falleció (en gran parte por los agravios que le había producido el humo) pasaron unos veinte años. Supongo que aprendió a vivir sin él. Hablaba de la superación de su adicción con tanto énfasis y tanta épica que nadie en sus cabales podía creerle, todo el mundo se daba cuenta del tremendo dolor que fué aquella pérdida, de lo terrible e irreparable que fue, de lo devastadora.

Durante la crisis de la insuficiencia respiratoria hubo algún instante en que lo vi bastante jodido. No me vi muerto sin remedio pero si me imaginé muy pálido y enjuto de rostro, intubado, con mascarilla, envuelto en tela de algodón hospitalario y los ojos disminuidos, amarillentos y acuosos. En ningún instante le eché las culpas al tabaco, aunque sabía perfectamente qué sustancia era la que me había llevado hasta allí: no le delaté.

En su fabulosa "La consciencia de Zeno" (1923), el genial Italo Svevo usa el asunto del tabaco y de dejar su adicción de una forma magistral. Es un texto sublime que deberé releer enseguida porqué ahora voy a comprenderlo de veras. El tono psicoanalítico creo que era demasiado elevado para un lector de 25 que empezaba a fumar. Es posible que deba sustituir el tabaco por el recuerdo del tabaco, la literatura del tabaco o el cine del tabaco. Con todas las cosas de la vida va pasando un poco lo mismo a partir de los 50 y no es malo que sea así. Y además hay que andarse con cuidado: nostalgia solo la justa. Hay que mantener energías y mala leche, porqué la cosa no está nada fácil y además no, no estoy contento de haber dejado de fumar ni siento repercusión alguna en mi autoestima (caso de que exista algo así).

Era un buen amigo. Quizás el mejor que he tenido nunca jamás. Cuando empecé a fumar eso me hacía sentir mayor, aunque a la primera bronquitis le pedí a mi madre que me llevara al médico, me comprase la medicación y viniese a dármela, puntualmente, a la cama.