Uno tiende a reproducir lo que ha vivido. Aunque luego haya leído mucho, estudiado mucho, intentado deconstruirse mucho: uno termina por repetir los viejos esquemas anclados en el pasado. Lo he visto infinidad de veces en docentes con amplia formación en psicopedagogía, psicología del aprendizaje, métodos avanzados e innovadores de pedagogía... un día entras en el aula y descubres que señala con el dedo acusador al alumno que trabaja poco o se mueve mucho. Un día entras en el aula del profesor avanzado y descubres que impone castigos como de tiempos de la postguerra y, en ese instante, crees que el chico era más de Vox que de izquierdas, aunque suela anunciar a los cuatro vientos y sin que nadie se lo haya preguntado: soy de izquierdas, innovador y muy moderno.
Ese fenómeno debe explicar que muchos de los líderes del procés catalán repitan, en cuanto se despistan, mecanismos autoritarios, cerriles, abusones y predemocráticos: ahí tienen a la señora Borràs, atrapada en el instante de blindarse para evadir la acción de la justicia. Blindada como un Panzer alemán, Borràs pretende usar mecanismos de una ética democrática igual a cero. Para mantenerse en el poder a toda costa, caiga quien caiga. Ahí tienen al señor Puigdemont, perdido y solo en la niebla de Waterloo, maquinando un Consell de la República que él elige a su antojo entre los más fieles, al margen de cualquier democracia homologable. Con el propósito explícito de crearse una ensoñación de poder (quizás una ensoñación de su existencia) y el menos explícito de asegurarse una fuente de ingresos más que dudosa, ya que su pseudodemocracia es de pago, y antes de votar se debe pasar por caja.
Que la inmensa mayoría de esos líderes vivieran su infancia en el franquismo no debe ser una coincidencia, un simple azar: como el maestro supuestamente deconstruído que vuelve a los métodos de cuando era niño e iba al cole, el líder nacionalista recupera el pensamiento del dictador: usar la democracia para cargársela, abandonar la razón para tirar de emociones primarias (una, grande y libre = països catalans lliures i independents) y colonizar todo el cuerpo social.
Ahí está ese sindicato con todo el aspecto del Sindicato vertical: la Intersindical-Confederació Sindical Catalana (Intersindical-CSC), que ha conseguido grandiosos éxitos en las elecciones sindicales del sector público y en concreto en la educación. Ese extraño sindicato, liderado por un hombre de pasado turbio y que se presenta tal como así, se lo juro:
Per a la Intersindical-CSC és bàsic que els Països Catalans siguin reconeguts no només de fet, sinó també de dret, com a estat plenament sobirà i com a marc de relacions laborals. Cal que aquestes relacions (convenis, lleis, pactes laborals, formació, seguretat social…) es decideixin i negociïn a partir de les característiques i necessitats reals del poble treballador català.Ahí lo tienen: quien tuvo, retuvo, y el eco del sindicato franquista resuena en cada palabra de un párrafo tan corto, tan lleno de tópicos sin contenido alguno. Si el franquismo era un intento de regresar a las esencias patrias de los siglos tenebrosos, la Intersindical catalana es, sencillamente, un proyecto de emular al sindicato falangista: dirigido des del poder y pensado para diluir las reivindicaciones laborales en el marasmo tenebroso de la cosa nacional. Llevar al trabajador hacia la tiniebla medieval, licuarlo en ella, disolverlo en el sueño del señorito feudal con las cuatro barras de sangre.