Eso que se llama Cataluña sigue sumido en la espiral del silencio. Lo denunciaron algunos, pero el asunto cayó en el olvido. El silencio de los unos durante el ruido de los otros. Sin saberse cuando van a disminuir los unos su ruido para que los otros podamos hablar, también. De nada sirve votar si después de votar prosigue el silencio. No se puede convivir callando.¿Como se puede abordar el asunto de la convivencia entre diferentes, cuando una parte está deliberadamente silenciada? Algo que aprendí en la docencia es que, para empezar a hablar, hay que esperar a que el auditorio esté escuchando. Mientras todos hablan (o gritan, o vociferan), es mejor callarse. Y esperar.
El partido político "Ciudadanos" ganó las elecciones catalanas del 21 de diciembre de 2017. Eso es una realidad objetiva. No es posible contar el resultado de las elecciones empezando con otra frase. El dato es muy importante, y es un dato histórico, porqué jamás, en Cataluña, un partido de corte explícito no-nacionalista había ganado unas elecciones. Ha pasado algo que es muy importante. Es un cambio. Es una realidad nueva a la que hay que prestarle atención. Cuando un elefante entra un tu casa puedes simular que no ha entrado nadie, claro está, y puedes mirar hacia otro lado y hablar de bloques de la república y de bloques del 155, pero el elefante está ahí. El elefante está andando en medio de tu comedor, y es muy probable que te rompa los muebles aunque los creías eternos porqué eran de Muebles Pujol e Hijos y Sucesores.
Cuando un elefante entra un tu salón puedes reaccionar de muchos modos. Lo más manido es hacerte el loco, o el ciego, o el miope: simular que no ves al elefante, o contar que el elefante es, en realidad, un ratoncito. Algo así es la opción de nuestro hombre en Bruselas, el presidente que se marchó al frío y pretende volver en efigie. Pero hay más opciones.
Otra alternativa es, aprovechando el advenimiento de las "redes sociales", insultar al elefante. Los niños, cuando perciben que un espectro monstruoso anda por su habitación, se cubren la cabeza con la sábana. Y hay niños, más osados que, además de cubrirse la cabeza, lanzan improperios al intruso espectral: "¡vete, espantajo, no te temo!". Esa suerte de conjuros tienen mucha predicación en los tratados new age.
Pero tienes más opciones todavía. Puedes adoptar un soslayo etnicista y proclamar que el elefante es ilegítimo porqué viene de fuera, y que ese elefante no solo es un elefante charnego si no que también es de clase baja, que fue un quinqui, de joven, y que debemos unirnos para echarle. Algo así escribe Pau Vidal en Vilaweb, uno de los inspiradores del Manifiesto Koiné (manifiesto del cual se olvidaron incluso sus promotores), quien insinua que unos quinquis pobres, marginales y muy cutres han entrado en nuestro Parlament, tal como hizo Marta Ferrusola, la del dinerito en Andorra, cuando proclamó, en 2003, que "nos han echado de casa" porqué el tripartito desplazó a Convergència del poder autonómico.
Pau Vidal, más allá de su clasismo, parece que no comprende el sentido de la democracia y recurre al odio de clase y de etnia para explicar una realidad que no le gusta. Bienvenido al dolor, Pau: yo llevo décadas dolido por la realidad catalana pero no se me había ocurrido refugiarme en el odio para apaciguar mi dolor. La realidad es lo que es: odiarla no la cambia y, desde luego, el odio no la mejora. Te lo aseguro. Y no lo afirmo porqué sea muy listo ni más listo que tu, ni porqué disponga de más diplomas ni más méritos que tu, porque eso es falso: lo digo solo porqué llevo algo más de 50 años dando vueltas al Sol en el mismo planeta que tu y sigo vivo, y sigo vivo porqué trato de comprender, que no es fácil, y porqué trato de negociar con todo el mundo. Creo que el mundo es de todos y para todos, y solo por eso tiene sentido.
Me preocupa y me entristece la opción de Vidal (un traductor excelente), un hombre al que conocí hace unos años y entonces me pareció simpático, dicharachero, muy bromista. Pensé que alguien así debe ser buena persona y no solo eso: pensé que una persona como él debe acordarse del asunto de las clases sociales, de la pobreza y de sus consecuencias en la sociología, del conflicto entre clases y de las expresiones, muy complejas, de ese conflicto. ¿Conocerá las ciencias sociales, Pau Vidal? Me apena que analice así los resultados electorales y que pretenda reducir los "otros" a una categoría de quinquis o de ex-quinquis, porqué creo que va bastante extraviado en su análisis.
Cuando el independentismo tiene un arrebato de lucidez, suele decir que el proyecto es inviable mientras no consiga unas cuotas mucho más amplias de aceptación social, de apoyos. Hablan de ampliar "la base social" del independentismo, lo cual es una referencia velada a la aceptación de lo anterior, del conflicto de clases. Entonces: ¿se puede ampliar esa base social tratando a los que no son independentistas de "quinquis", marginados y seres despreciables?
¿Quieren ampliar la base social o pretenden una confrontación sin fin? ¿Su lucha es contra "España" o contra la mitad (algo más de la mitad) de los catalanes que no les bailamos el agua? Creo que ese es uno de los debates que deberían afrontar. Lo malo de todo eso es que no hay ninguna propuesta más allá del encastillamiento, del empecinamiento.
Hace un par de meses escribí un artículo sobre las Cup en este blog, pero tuve que retirarlo porqué no me gusta recibir tantos insultos, algunos de los cuales olían a amenaza ("dentro de poco te vas a enterar", me dijo alguien bajo pseudónimo). Opté por el silencio y retiré el artículo: no me gusta la violencia y no me quiero dejar seducir por el insulto, que no es ningún arte.
Sea como sea, el silencio impera en Cataluña. El silencio de quienes no aceptan la realidad de las elecciones. El silencio de quienes no solo nos callamos si no que retiramos nuestras publicaciones por miedo. El silencio de quienes no contamos qué votamos el 21D. El silencio de los medios que silencian el ganador de las elecciones. El silencio. El silencio ante las algaradas supremacistas de los pseudointelectuales mediáticos.
Trabajo en un medio en el que el silencio es algo respetable, pero no algo deseable. En un medio de diálogo constructivo y de democracia deliberativa, el silencio no es lo mejor. Y es por eso que me apena la situación de eso que algunos llaman un "país" pero parece un cortijo, en el que los señoritos hablan y los demás nos callamos, en el que los señoritos se disfrazan de minoría oprimida para acallar la discrepancia.
Hace unas semanas pensé que la espiral de silencio llegaba a su fin, por fin. Pero estaba equivocado. Una vez más.