(Ni la ética entiende de deseo)
Después de algún tiempo trabajando en la prevención de la violencia machista, uno entiende algunas cosas. Entre las importantes está el conflicto entre el lenguaje del deseo y el lenguaje de la ética. La violencia es atractiva, la bondad no lo es. Todos los que hemos pasado por el instituto recordamos el éxito seductor de los malotes y el fracaso de los buenos, que no se comían un rosco. Hay una promoción enorme del malo atractivo sexualmente (James Bond, sin ir más lejos), y la creencia muy extendida en la falta de atractivo sexual del hombre igualitario, el que friega los platos y pasa la mopa: ese hombre es bueno, pero no despierta la líbido. Es un hombre bueno (ética), pero no deseable para irse a la cama con él (deseo).
En la prevención de la violencia de género hablamos de cosas así. Ramón Flecha, Jesús Gómez o Lidia Puigverd entre otros (tres autoridades en el asunto) hablan del probema: el lenguaje del deseo y el lenguaje de la ética. La ética no le puede responder al deseo. Cuando a una joven se le dice que el maltrato no está bien, que el maltratador no es bueno, le estamos hablando desde la ética, cuando ella solo entiende de deseo. Los autores citados han hallado la solución: se trata de hacer deseable al chico igualitario, el que trata bien a su pareja (ya sea esporádica o duradera).
Pensando en eso, un día me di cuenta de cual era el asunto en Cataluña. Eso es lo que nos pasa, eso exactamente. Los independentistas hablan desde el deseo: el deseo de tener una patria, una patria que sea un país, un país que sea independiente de España. Qué les importa a ellos si la patria es mítica, si jamás ha existido un país llamado "Cataluña". Lo que saben es que lo desean, que su padre -ya fallecido- lo deseaba, que su abuelo lo deseaba. Que sienten el deseo en sus entrañas, en sus sueños, en su duermevela. El deseo de la patria ocupa el mismo espacio que el deseo sexual y se manifiesta en los mismos instantes. El deseo de la patria excita, calienta: hay mucho léxico erótico metido en la palabrería patriótica y no es por casualidad ni es anécdota. Hace unos años, cuando Alfred Bosch era diputado en las Cortes españolas, dijo: "el independentismo es sexy". Machismo puro y atracción por el malote. Sin saberlo y sin quererlo, Alfred Bosch nos dió la definición del problema y su solución. Pero nadie lo entendió.
Los que no somos independentistas queremos debatir con ellos usando el lenguaje de la ética: esgrimimos la Constitución, el orden legal, el respeto a la ley, a la norma. Hablamos de riesgo de fractura social, del valor de la democracia, de la convivencia... Todos esos términos pertenecen al discurso de la ética y jamás podrán rebatir al lenguaje del deseo. Es algo tan sencillo como eso.
Lo que los autores citados proponen para eliminar la violencia de género es hablar del asunto des del lenguaje del deseo: hacer deseable al hombre que pertenece a lo que se denomina Nuevas Alternativas Masculinas (NAM). promover su figura como una masculinidad atractiva, evidenciar que el hombre que friega los platos y pasa la mopa es deseable y mejor que el malote que maltrata y tiene éxito sexual.
Se trataría, por lo tanto, de hablar del deseo ante el deseo de la patria catalana independiente. Es difícil hacer de España un deseo, pero no es difícil hacer deseable la convivencia en paz, el acuerdo entre vecinos, el diálogo entre diferentes. Se trata de hablar de una España de El Quijote, de una España de Machado, de una España de Pablo Alborán (reconozco que ese cantautor, al que conozco poco, no me ha atraído nunca, pero también reconozco que plantea unos valores cívicos y respetuosos poco vistos en el mundo de la música popular española).
Españas hay muchas: la hay facha, rancia y casposa, claro. Del mismo modo que hay una Cataluña ídem, cosa que debería decirse con insistencia. Es decir: que no todo lo catalán es guay por el mero hecho de ser catalán: hay caciquismo, casposidad y facherío en Cataluña. Hay que decirlo, hay que repetirlo. Lo catalán no es atractivo por ser catalán.
Hay una España progresista, divertida, interesante. Atractiva. Hay artistas, músicos, escritores, pensadores y gentes con las que mola estar a bien, estar juntos, trabajar juntos por una España guapa y seductora, de debates interesantes, de éxito. Hay una España moderna y atractiva que vibra, que lucha, que trabaja por lo apetecible. España no son sus jueces de talante franquista ni sus caciques peperos. España es El Niño de Elche, el Gran Wyoming, Max Aub, Almodóvar, Antonio Soler. España es Marina Garcés, Rozalén, Dolores Redondo, Rosa león, Carolina Marín, Sonia Hernández, Eva Vila. Y luego están los hombres y las mujeres de la latinoamérica de habla hispana. Entre las cuales Claudia Llosa, Lucrecia Martel.
Al lenguaje del deseo se le debe responder con el lenguaje del deseo. Qué mayor deseo que vivir en fraternidad y en paz con la gente que desea lo mismo. Qué mayor atractivo que eso.
Después de algunas discusiones sobre el asunto catalán/español, siempre vi que la discusión se terminaba con la oración: "me gusta ser español como Cervantes o como Juan Marsé, o como Rozalén": el uso del deseo liquidaba unas tediosas diatribas sin sentido.