28 de juny 2018

El abuelo daltónico que murió en el exilio de verdad


Nací daltónico, aunque lo descubrí a los catorce años. Tuve una profesora de ciencias naturales, en el instituto de la periferia en donde estudiaba, que era curiosa y aficionada a los tests. Un día propuso a los alumnos pasar el del daltonismo. Lo tuyo es daltonismo en grado alto, me dijo. Eres un caso bastante espectacular. Quizás dijo paradigmático, o especial. Imposible recordarlo: mi memoria tampoco anda muy sobrada. Durante algún tiempo me avergoncé de ello y no se lo contaba a nadie. Poco más tarde me dio por la pintura, y asistí a clases de esa disciplina del arte. A veces los maestros me recriminaban mi uso demasiado chillón del color, o la tendencia a los contrastes exagerados. Uno me espetó: tu paleta es muy rica… quizás demasiado. Usas mucho rojo y poco verde. Yo admitía la crítica e incluso intentaba corregir el defecto, pero no les confesaba que todo se debía a mi percepción anómala del color.

Con el paso de los años cambió mi idea sobre el daltonismo y perdí la vergüenza. Descubrí que las mayorías son poco fiables, que incluso pueden ser una amenaza, y que no es obligatorio pertenecer a ninguna. Creo que eso se llama autoestima. O, a veces, resiliencia. Me dije: no es nada malo ver el mundo con unos colores distintos a los de la mayoría de los videntes. Incluso sospeché que quizás los daltónicos veíamos el mundo tal como es, y que era la mayoría quien iba equivocada. Ese pensamiento es muy bueno, ya que ayuda a soportar determinados asuntos: la mayoría solo es mayoría y nada más, y la mayoría no contiene la verdad por ningún imperativo. Ese pensamiento contribuye a hacer algo más llevadera la vida en la Cataluña de hoy.

Mi daltonismo, ahora ya felizmente asumido, hizo que el apellido Dalton me llamara la atención con un predisposición favorable, empática. Los hermanos Dalton, por ejemplo, esos bandoleros del lejano oeste, me gustaban mucho más que el petimetre insoportable de Lucky Luke. Más tarde descubrí a un poeta salvadoreño y fenomenal, Roque Dalton. Lo encontré gracias a un cuento de Cortázar y luego en una gran novela, "Pura vida", escrita por un tipo llamado Patrick Deville, nacido en Saint-Nazaire.

Aunque parezca mentira, tardé muchos años en interesarme por la etiología del daltonismo. Ni yo mismo me explico esa demora. Sabía del daltonismo que es hereditario, pero nada más. Por fin, un día, leí un artículo sobre el asunto y conocí algo que me pareció fascinante: el daltonismo se hereda por vía materna, aunque la madre solo lo transmite y solo lo hace con los hijos varones, pero jamás lo sufre. No existen mujeres daltónicas. De modo que el daltónico que me dispuso esa característica fue su padre, el abuelo Miguel. Jamás conocí al abuelo materno, porque murió en 1941, en Francia, exiliado español recluido en un campo de concentración para republicanos.

Un día llegué a Argelès-sur-mer, que fue la primera parada en el periplo del exilio de mi abuelo. Luego lo llevaron a una playa cerca de Montpélier, que es donde murió. En aquellos tiempos, el concepto de exilio era otro, muy distinto del que se usa en estos días, por lo que oigo. Una vez en este bello pueblo costero, tranquilo y decadente en invierno, y rodeado de viñedos cuyo vino excelente se acoge a la denominación de “Vino de Banyuls”, me di cuenta de que lo estaba viendo con la misma mirada trastornada del abuelo.

Y entonces sentí vergüenza. Pero no del daltonismo de mis ojos defectuosos, si no por haber llegado a Argelès-sur-mer tan tranquilo, tan ocioso, en un fin de semana largo, con dinero de bolsillo de sobras y sin nada que hacer salvo dar tumbos por las calles y tomar cafés o vinos en las terracitas de las tabernas, encarado a la playa y al sol blanco de diciembre y entornando los ojos con placidez, y hojeando a ratos el librito recién adquirido en una librería de segunda mano, "La Princesse de Clèves", escrito por Madame de La Fayette, escritora del siglo XVII, muerta doscientos años antes que John Dalton, el descubridor de la acromatopsia, quien falleció en 1844, cien años antes de la muerte del abuelo cerca de aquí, miserable y enfermo y piojoso, el abuelo que me mandó el daltonismo como quien manda un mensaje en una botella. Aunque yo recogí esa botella, creo que todavía no he descifrado el mensaje.

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El texto se publicó por primera vez en "La Charca Literaria" el 8 de junio de 2018 con el título "Dalton en Argelès-sur-mer".

26 de juny 2018

¡Ese hombre es un intelectual brutal, zoquetes!

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Así es como el periodista definió a Don Quim Torra, presidente de la autonomía catalana: "un intelectual brutal". El periodista se llama Jordi Robirosa y, según me cuentan, es un periodista de la cosa deportiva. A Robirosa le cayó el marrón de transmitir (por Tv3) la inauguración de los Juegos Mediterráneos de Tarragona, ocasión en la que soltó su verso.

La frase del periodista es más extensa, y valorada en su extensión gana mucho, como cuando te aproximas a un palmo de una pintura de Rembrandt.
Dijo: "...el deporte le gusta, evidentemente, pero Quim Torra es un intelectual brutal, y quien diga lo contrario no sabe lo que se dice". Se puede escuchar aquí.
Hay mucha materia para analizar en tan pocas palabras. En primer lugar, ese adverbio terminado en "mente". ¿Qué razonamiento llevó a Robirosa a afirmar que a Torra le gusta el deporte "evidentemente"? ¿Le gusta el deporte porqué es conocido que el deporte les gusta a todos los seres humanos y por eso es evidente que le gusta al president? ¿Hay algún imperativo moral -humano o catalán- en esa atracción por el deporte? A mi me falta el argumento, que Robirosa se guardó vete a saber por qué.

Luego está lo del "intelectual brutal", que es lo más lindo (aunque todavía hay algo más). El adjetivo "brutal" permite varias interpretaciones, aunque "brutal" se refiere sobretodo (evidentemente) a la cualidad de lo bruto, como la fuerza bruta, la brutalidad de las fieras depredadoras, la agresividad de los vikingos o de las huestes espartanas.

¿Como debe ser un intelectual brutal? Me imagino a alguien muy sesudo y muy leído que, en las discusiones sobre Hegel o sobre Kant no solo rebate a los contertulios con argumentaciones fulgurantes si no que, una vez rebatidos, les muerde en la yugular, les arranca la cabeza y se la lanza al público (o a las cámaras de Tv3). Me devano los sesos buscando a un intelectual brutal en la historia y se me ocurre Nietzsche, aunque no me consta que el prusiano practicase las agresiones físicas. Quizás merecería el epíteto alguno de los ideólogos nazis, pero creo que, en su mayoría, solo fueron brutales de boquilla: los crímenes que cometieron los cometieron en diferido, como diría la señora Cospedal, y fueron sus esbirros -o sus obedientes funcionarios- quienes se mancharon las manos de sangre. Quizás debería repasar "Creer y destruir", el libro de Christian Ingrao en donde identifica a los intelectuales que cimentaron la ideología nazi des de posiciones tan aparentemente inocentes como la filología. Espero que nadie se tome esa ocurrencia al pie de la letra: líbreme Dios de comparar a Torra con un intelectual nazi, ya que no creo que ni tan siquiera sea un intelectual. A mi humilde entender, el último intelectual metido en política fue Manuel Azaña, pero eso es solo mi opinión.

¿Qué oscuro rincón de la mente de Robirosa le permite poner a Torra el epíteto de "intelectual brutal"? No lo se, de veras. Tal vez no deberíamos llamarle Molt Honorable President Torra si no Molt Brutal Intelectual Torra" (MBI Torra). MBI no sería un mal anagrama, ya que Pilar Rahola podría convertirlo en Molt Bon Independentista, por ejemplo.

Es más: si en Cataluña había un "intelectual brutal"... ¿como se explica que haya pasado desapercibido hasta hoy? ¿Como nos hemos permitido desaprovechar una mente tan brillante durante tantos años, con lo mal que estamos? Dios mío: ¡qué misterios tan hondos oculta la desdichada patria de Salvador Espriu!

Y por fin, ahí está la perla final de Jordi Robirosa, que en su capacidad por decir tanto con tan pocas palabras creo poder afirmar que es un periodista desaprovechado y con alma de poeta. De poeta de los grandes. Ahí está ese "quien diga lo contrario no sabe lo que se dice". (Cabe destacar algo: en catalán es un endecasílabo brillante):
Qui digui el contrari no sap el que es diu
La frase contiene una amenaza indisimulada. "Quien diga lo contrario es tonto" sería algo equivalente, como también lo sería "quien diga lo contrario se va a enterar de lo que vale un peine". A ese tono nos tiene habituados Tv3, el canal de tv autonómico que pagamos los catalanes, seamos o no independentistas, y sin rechistar. A mi eso es lo que más me ha dolido: que Robirosa no argumente la brutalidad intelectual de Torra pero que se permita amenazar a quien no esté de acuerdo con él.

Quizás no sea Torra el intelectual brutal: quizás lo sea Jordi Robirosa, un intelectual brutal disfrazado de periodista deportivo en un discreto canal regional, agazapado en un triste rincón del planeta.

24 de juny 2018

Gracias Souad, Assía y Loubna


Gracias Souad, Assía y Loubna. Y a todas las demás mamás que habeis participado, a lo largo del curso, en esta comunidad que es la escuela. Mi agradecimiento no encuentra las palabras buenas, las palabras justas, así que solo se me ocurre deciros "gracias". Gracias por venir cada día, cada semana, cada cuando habeis podido venir. Gracias. Mil veces gracias.

Vosotras sabeis, como yo, que este es un país difícil, que no es acogedor, que la acogida -si es posible- se construye con la corresponsabilidad, codo a codo. Vosotras sabéis mejor que yo que la "Cataluña terra d'acollida" solo era un eslógan, sin contenido ni presupuesto ni verdad. Pero vosotras habeis estado aquí cada día, haciendo posible el sueño de un mundo mejor, de todos y para todos. Vosotras y nadie más que vosotras habéis hecho de este pedazo de tierra una tierra un poco más humana. Con vosotras aquí Cataluña es mejor que sin vosotras aquí.

Assía, Souad y Loubna y las demás mamás de esta escuela: os quiero decir que estoy orgulloso de trabajar en esta escuela. Y estoy orgulloso de ello por vuestra presencia aquí.

Ya sabéis que este es mi primer curso en esta escuela (y espero que sea el primero de muchos), y os debo contar algo: tras muchos años trabajando en la educación primaria, este es el curso en que me he sentido mejor. Mejor como persona. Eso lo han conseguido vuestros hijos, vuestras hijas y vosotras, sobretodo vosotras, con vuestra voluntad casi siempre callada y humilde, con vuestra tenacidad, con vuestra persistencia. Con vuestro velo, con vuestro silencio que desearía romper aunque lo respeto, con vuestra tenacidad, con vuestra fe en darles, a vuestros hijos, un futuro mejor.

Un filósofo español que tal vez conoceis dijo que "en España, quien persiste gana". Este filósofo se llamaba José Ortega y Gasset. Este filósofo hablaba de vosotras, Assía, Souad y Loubna y las demás mamás de la escuela. Vosotras habeis ganado con vuestra insistencia, con vuestra perseverancia, con vuestra fe. Os habeis ganado un montón de cosas entre las cuales está una cosa muy pequeña, que es mi respeto infinito. Os agradezco vuestra presencia y vuestro compromiso. Sois pobres, incluso muy pobres. Se muchas de las penurias que pasais. Porqué vuestros hijos son niños y cuentan sus vidas, sus vidas pobres, su precariedad más o menos consciente. Por eso vuestra colaboración me parece tan valiosa, tan rica. ¡Cuanta riqueza hay en vosotras! ¡Qué suerte tienen vuestros hijos e hijas! Habéis hecho inmensamente ricos a vuestros hijos y a los maestros y las maestras de esta escuela, lo habéis hecho vosotras. Vosotras esáis creando una riqueza enorme.

Gracias Loubna, Assía y Souad y las demás mamás. Se me atraganta mi agradecimiento por la emoción. Sois heroínas de verdad en un mundo de mentiras, sois heroínas de veras. Sois el futuro.

Gracias por eso, Loubna, Assía y Souad y las demás mamás: gracias por construir futuro desde vuestra precariedad que es la mía, la nuestra. Gracias por ayudarnos a comprender.

La autoridad literaria en Cataluña

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El estado de la literatura catalana en Cataluña (3).
La autora, el autor, la traductora
y el mito del entretenimiento

Una vez me enfrasqué en una discusión pública sobre la calidad de la producción literaria catalana actual, y se me ocurrió juzgarla. Fue una mala ocurrencia: el auditorio era catalán y (huelga añadirlo) muy nacionalista. Debo aprender a no juzgar a los demás, incluso si son nacionalistas. Dije que la producción literaria en catalán me parecía de muy poco nivel. Lo dije generalizando, por supuesto. Antes de proseguir por este camino debo decir dos cosas: hay buenos autoras/es y buenas obras (cito, casi al azar: Marina Garcés y J.L. Badal). Y algo muy importante: hay grandes traductoras (también cito a dos: Maria Antònia Escandell y Anna Cortils). No me canso de proclamarlo: si el lector de obras en lengua catalana le debe algo a alguien, se lo debe a las traductoras.

Alguien me pidió que concretara la hipótesis de la mala calidad y que pusiera ejemplos, deseoso de sentirse agraviado para poder argumentar que yo, en virtud de mi antinacionalismo, desprecio todo lo que sea catalán. No caí en la trampa. Pero si dije que, a mi parecer, la producción literaria catalana es mayormente nada ambiciosa y que, des del punto de vista artístico, es irrelevante des de hace varias décadas. Dije que se busca el entretenimiento pero no el arte, ni la calidad, ni la universalidad. Eso lo mantendría ante cualquier auditorio. Creo que el último escritor catalán ambicioso fue Josep Maria de Segarra con su "Vida privada". 

[La búsqueda del entretenimiento vendible ha provocado el "auge" de la mal llamada novela negra catalana, que solo es costumbrismo con policía -o costumbrismo a secas, costumbrismo moralizante al que se le añade un crimen (Núria Cadenas o Rafael Melero)- y que permite augurar que la literatura catalana ha entrado en una nueva "decadencia", peor y más aguda que la del XVIII -y quizás definitiva-, con la que tiene muchas similitudes.]

También me han dicho que la literatura de entretenimiento es necesaria porqué cumple una función social y que, como la literatura "popular", debe existir. 

Por supuesto que debe existir el entretenimiento. Soy un usuario entusiasta del entretenimiento. No me apetece cada día leer a Séneca o a Schopenhauer, ni siempre deseo revisar a Dostoievsky mientras repaso el análisis que hizo del ruso otro ruso tan memorable como Mikhaíl Bajtín. Ni pretendo entretenerme leyendo a diario los estudios de neurociencia de Eric Kandel. Cuando quiero entretenerme (evadirme) me pongo una peli serie B de las de Roger Corman, o sintonizo la Cuatro para ver a Iker Jiménez. Es más: prefiero entretenerme con "Cazatesoros" en un canal de tv cuyo nombre no recuerdo que leer una novelita negra catalana de Ana María Villalonga o de Jordi de Manuel (autores que, con su digna pretensión de entretener, desprecian la inteligencia del lector y lo tratan de discapacitado intelectual, a los cuales es imposible leer sin sentir el rubor de la vergüenza ajena). Lo dijo mucho mejor que yo el admirado Thomas Ligotti: cuando quiero evadirme miro telebasura. Ligotti habla con entendimiento cuando habla de entretenimiento.

El entretenimiento puede ser bueno, aunque se debe saber que del entretenimiento solo surge más entretenimiento, pero no el aprendizaje ni la cultura. Todo el mundo sabe que de Harry Potter no se pasa a Virgilio: de Harry Potter solo se pasa a Dan Brown. Leer (crear lectores) está bien, pero... no de cualquier lectura se saca aprendizaje. ¿No sería mejor darles a los niños buenas adaptaciones de clásicos universales como El Lazarillo, Dickens, Kipling o Cervantes? ¿Y ejemplificarles, así, que el entretenimiento y la cultura no están reñidos? 

La dicotomía entre aprendizaje y entretenimiento es falsa: uno puede entretenerse viendo una cinta de Fellini o de Buñuel, de Weir, de Leigh, de Zulawsky o de Sorrentino. Tanto o más que viendo "Torrente 3" o una serie de Tv3. Y se puede aprender a la vez que se distrae uno leyendo a Álvaro Mutis, a Eduardo Mendoza, a Patrick Deville, a Houellebecq, un cuento breve de Cortázar. Diría más: ningún autor contemporáneo me evade tanto como Mircea Cartarescu, porqué me traslada a otras dimensiones del mundo, de la vida. Su lectura me exige un esfuerzo, y ese esfuerzo que me pide es lo que le aplaudo, eso es lo que le agradezco. Quizás todo depende del modelo cultural que elegimos transmitir a la sociedad del futuro.

He ahí el problema: que la ambición de más del 80% de la producción catalana es entretener pero, como es natural cuando uno se propone eso, lo únco que consigue es aburrir. Aburrir soberanamente. Y eso tiene una consecuencia trágica para la pseudoindustria editorial del "país": el lector huye de la producción catalana tras no más de una o dos experiencias, que siempre son una o dos decepciones. Luego viene el drama pequeño, el íntimo: la pseudoindustria editorial catalana no funciona, no vende. Por consiguiente recorta en gastos y no le paga al autor. El autor, en correspondencia, escribe sus novelitas durante los fines de semana (una "novela" en no más de tres o cuatro findes): ¿alguien puede pensar que Miguel Delibes escribió "El hereje" en cuatro fines de semana? ¿Rafael Chirbes redactó el manuscrito de "En la orilla" durante unas vacaciones en verano de 2012?. ¿Antonio Soler pudo escribir un relato sobre Cataluña tan importante como "Apóstoles y asesinos" en los ratos libres de quince días? (Dice Stevenson que escribió "El doctor Jekyll y Mister Hyde" en una sola noche, pero no existe un equivalente catalán a Stevenson, creo que eso no me lo van a discutir).

Por supuesto que no.

En consecuencia, el autor se desentiende, se desprofesionaliza, se amateuriza y por lo tanto se vende barato o gratis (el pago es publicar, le dice el editor, con eso debes darte por pagado, ya sabes que el mercado está mú malito). Y el lector huye escamado, sintiéndose estafado por el autor, por la editorial y por el bloguero que ha loado la bazofia publicada como "novela", por la que le han cobrado 17 euros en la librería. ¿Cuántas cosas buenas se pueden obtener por menos de 17 euros? En mi barrio, un shawarma con ensalada y chips y un refresco gaseoso vale 5 euros. El canal DMax es gratis. Filmin ofrece más de mil pelis por 8 euros al mes. Por 13 euros me compré, seis años atrás, un par de zapatos de trekking en el Decathlon del pueblo, con los que llevo cientos de horas andando por senderos del Parc Natural de la Serra de l'Obac. Por cierto: el libro de Kandel (premio Nobel) está en la biblioteca pública, a 5 minutos de la casa.

Pasear por el parque es gratis (o casi, o por lo menos es una acción que no está sometida al copago). Y si uno sabe escoger el parque y la hora para hacerlo ¿para qué malgastarse los euros en el librito de un autor catalán que escribe pseudonovelitas negras (o gris perla o gris asfalto) para distraerse haciendo patria?

21 de juny 2018

Tertulia dialógica o club de lectura

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Por consecuencia de mi labor como escritor publicado, he tenido la ocasión de participar en algún que otro club de lectura. Acuden algunos lectores, algunos plantean preguntas y otros no. Pero debo contar algo: en general, mi experiencia está más próxima a la decepción. Más allá de lo agradable que es el contacto con otros (otros que se han leído lo que has escrito), la conclusión, en términos evaluativos, es un suspenso. No suspendo a las personas si no a la actividad, que apenas aporta conocimiento y creo que no tiene ningún impacto social relevante ni verificable.

En algunas ocasiones me he sentido como un comercial de la editorial, que acude a la caza de clientes: la sensación me resulta pavorosa, y supongo que transmito mi pavor. Odio que el autor deba salir a vender libros, porqué esa es la labor del editor o la del librero. El operario de la Seat no vende coches en sus ratos libres.

Sin embargo (¡y gracias a Dios!) por mi labor como docente he asistido y he participado en varias tertulias literarias dialógicas. La experiencia, esa si, es tremendamente gratificante, enriquecedora y uno se da cuenta enseguida del impacto social que produce. Las tertulias literarias dialógicas (TLD) se están extendiendo por ámbitos muy diversos: el académico y el de primaria (si, estoy hablando de niños y niñas de menos de 13 años), y en las escuelas de adultos. Quizás no cabe recordar quienes son los usuarios de las escuelas de adultos: gente adulta con un nivel formativo escaso (a veces casi nulo).

Pero los datos están ahí: el nivel de la tertulia alcanza cotas de interés, de razonamiento y de intercambio de ideas que no he visto en ningún club de lectura. Jamás. Para empezar, las personas que participan en una TLD acuden a ella habiéndose preparado el texto previamente. Piden la palabra, argumentan, se escuchan, se rebaten, y poco a poco van construyendo esa maravilla que es el conocimiento compartido. El traductor de "La Ilíada" al catalán fue invitado a una TLD en el barrio de la Verneda. Ante él había un grupo de unos veinte tertulianos. La mayoría sin estudios. Al terminar la tertulia, en la que se le podían poner cuestiones al traductor, este les confesó:
-He dado charlas en institutos y Universidades, pero nunca encontré lectores que hubiesen hecho una lectura tan rica y tan atenta como la vuestra.
El hombre no salía de su asombro.

No salía de su asombro quizás por la presencia de prejuicios (muy previsibles) dentro de su mentalidad de académico. Pero también porqué desconocía esa metodología, aunque esta metodología está tratada en la literatura científica sobre educación. Los beneficios de la TLD están contrastados y avalados por universidades europeas, y es por ese motivo que se practican en ámbitos educativos muy distintos. Igual como la solidaridad es algo que se practica pero no se habla, la construcción del conocimiento compartido es algo que se debe hacer en vez de cacarearlo sin ton ni son.

Me pregunto porqué las bibliotecas siguen prestándose a los clubes de lectura, cuando todo el mundo sabe el escaso interés y el nulo impacto que tienen.

Voy a contar algo: algunos de los clubes de lectura que me fueron encargados estaban remunerados. Si quien lo remunera es la Institució de les Lletres Catalanes (el órgano que dirigía, ayer, la hoy Consellera de Cultura Laura Borràs, y que Terenci Moix nombraba "Institució de les Dèries* Catalanes") se le paga al autor invitado con unos 250 euros, procedentes del erario público. En otras ocasiones, la biblioteca saca un dinerillo de algún concepto borroso de su contabilidad y le pagan al autor 40, 60 u 80 eurillos. A veces en negro, a veces en blanco. Por lo que se, si la biblioteca pertenece a una población tirando a pobre, se le paga en blanco y con factura. Si la biblioteca pertenece a una población rica, el pago es en negro. Que cada uno saque sus conclusiones.

Ya van dos veces en las que renuncio al cobro. En parte porqué no vivo de eso y mi trabajo no está mal pagado. En parte, porqué se me cae la cara de vergüenza por cobrar a cambio de una actividad tan irrelevante, que no ha aportado ningún beneficio a nadie.

Espero que las bibliotecas, las librerías y las editoriales se preocupen por conocer que cosa con las TLD y se lo apliquen. Les puedo facilitar información, enlaces y bibliografía. Sin interés crematístico alguno por mi parte.

Deben tener algo muy importante en cuenta: las obras que se seleccionan para las TLD deben cumplir con un par de requisitos mínimos. Deben ser textos considerados universales y transferibles. Dos requisitos que incumplen el 99% de las publicaciones de hoy, en Cataluña. Pero hay una parte, por pequeña que sea, que si los cumple.

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* Dèries, en catalán: manías, en castellano.

Algunas lectoras y lectores del blog me han escrito para obtener más información sobre las TLD. Me enorgullece recibir estas peticiones, por supuesto. Dejo algunos enlaces:

-Video muy elemental, orientado a educación primaria. Puede chocar el tono de maestro de primaria, pero los conceptos y la metodología están muy bien explicados.
-Material más elaborado, en donde se explica muy bien que es una TLD, aportando datos, fundamentos teóricos y científicos. Toda la web te podría interesar.
https://comunidadesdeaprendizaje.net/actuaciones-de-exito/tertulias-literarias-dialogicas/tertulias-literarias-dialogicas-tld/

-Orientado a escuelas de adultos. Aquí se habla también de las tertulias musicales, las artísticas y las científicas. He asistido a algunas de ellas en la escuela de adultos de la Verneda y salí muy impresionado de la científica (leen a Newton, a Darwin, a Hawkings, Rita Levi-Montalcini, Kandel, Descartes, etc...
http://confapea.org/tertulias/td/tertulias-literarias-dialogicas/

-Y por último un video emotivo, en el que una alumna de primaria que vivió las TLD cuenta, en el Parlamento europeo, sus aportaciones:
https://youtu.be/F-2zOJ6-ni8





Zona de los archivos adjuntos

Vista previa del vídeo Ania Ballesteros [Comunitat d'aprenentage Montserrat de Terrassa] de YouTube




Ania Ballesteros [Comunitat d'aprenentage Montserrat de Terrassa]

18 de juny 2018

El Golem, o el bloguero reseñador de libros

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El estado de la literatura catalana en Cataluña (2).
La crítica y el bloguero reseñador de libros


La crítica literaria, junto al ensayo, son los dos grandes desaparecidos del panorama cultural catalán. Quedan algunas muestras de cada género, pero son escasas e inadvertidas. Destaco a Salvador Oliva, Jordi Llovet, Ponç Puigdevall y Valentí Puig. Y, en otro orden de cosas, al filósofo Josep Maria Esquirol. Casi todos los nombrados tienen algo en común: no son personas afines al independentismo y, por ese motivo, son ninguneados por la prensa.

Jordi Llovet escribió un libro muy interesante algunos años atrás, cuando todavía no se olisqueaba el auge del independentismo. "Adéu a la universitat" fue un texto leído y comentado, y diría que causó un impacto notable en la sociedad. El ensayo trata la decadencia de las humanidades en la universidad catalana, y era un aviso de la decadencia que, a día de hoy, afecta a todas las facultades pero sigue mostrando una cara más trágica en filología, historia, humanidades en general. Luego, Llovet expresó su posición frente al independentismo y los independentistas decidieron que Llovet, en tanto que "botifler", ya no debía ser leído ni mencionado: así fue como la cultura catalanista descendió un peldaño (uno más).

Lo de la crítica literaria es algo que lleva décadas en declive. Poca crítica en los suplementos literarios y, lo que es peor, una crítica invisible. Casi nadie podrá citarme una crítica de las novedades en catalán de los últimos años. Advierto de algo importante: una reseña no es una crítica. Reseñas haylas, por supuesto, aunque me temo que son más leídas (quizás solo vistas) las escritas por el prolijo gremio de blogueros que se extienden por el universo virtual.

Está muy bien que un lector decida abrir un blog para reseñar sus lecturas. Yo lo hago y no me avergüenzo de ello. Me lo tomo como un diario personal: voy registrando las lecturas que me han impresionado por algún motivo. A menudo, cuando reseño una lectura, busco qué se ha publicado en la prensa, para no meter la pata en exceso y para ilustrarme un poco. Si se trata de novela catalana de hoy, es casi imposible encontrar nada que supere las 10 líneas, pura nota de prensa.

Hace pocos meses hice dos aproximaciones a la reseña de "Solenoide", una novela cósmica del autor rumano Mircea Cartarescu. Una de ellas fue vista por un conocido, asiduo lector de una página colectiva de reseñadores cuyo nombre es más que sospechoso: "Ressenyaires en català". Hay que contar algo: el sufijo "-aire" expresa, en catalán, una actividad amateur o aficionada, o quizás relacionada con el folklore. Se habla de "puntaires" (las personas que hacen encaje de bolillos), de "cantaires" (los cantantes aficionados que cantan en corales populares), "patumaire" (el que acude a las fiestas tradicionales de Berga), o de "trabucaire" (el que sale a disparar el trabuco con salvas de pega en la fiesta mayor).

Mi conocido me invitó a participar en "Ressenyaires en català", cosa que hice sin meditarla previamente. Al cabo de tres reseñas publicadas, descubrí que el administrador del grupo había sustituído la imagen de la página por una fotografía manipulada en la que aparece el señor Puigdemont haciendo una peineta. Le escribí (públicamente) para lamentar esa imagen y para expresarle mi desolación por su cambio, ya que no me sentía capaz de publicar mis textos bajo tan insólito icono. El administrador me respondió de muy malas maneras: "hago lo que me da la gana con mi página", vino a decirme. Aquí se terminó nuestra relación. Al conocido que me había invitado a participar le conté lo sucedido por deferencia, y me respondió que, aunque quizás pudiese tener razón, no debía haberlo hecho público. Es decir: si no eres de los nuestros, no lo digas en voz alta. Un dato pequeño, pero otro dato que cuenta la "espiral de silencio". Huelga decir que ningún "ressenyaire" se solidarizó con mi opción.

Aunque me parece bien lo de reseñar libros con talante amateur, es necesario decir que el amateurismo reseñador no es capaz de sustituir a la crítica. El número de reseñadores amateurs es importante, pero ese número solo le convierte en un trasunto del Gólem. El Gólem es aquel gigantón de barro animado por una palabra mágica que debía salvar al pueblo judío de sus enemigos (aprovecho para recomendar la magnífica novela "El Gólem" de Isaac Bashevis Singer). El reseñador amateur de blog voluntarioso suele pretender un objetivo casi único: caerle en gracia al autor reseñado y aumentar su grupo de "amigos" virtuales, motivo por el cual la reseña se parece más a una adulación a menudo bochornosa por acrítica y por facilona, desprovista de todo intento de análisis y cuya redacción delata la escasa formación literaria del reseñador, incapaz de establecer relaciones o de citar a nadie, a nada.

Mientras escribía este texto he tenido la tentación de copiar y pegar ejemplos de esos reseñadores pero no me parece bien la burla, por poco elegante.

En el próximo capítulo voy a comentar los "clubes de lectura", que son otro capítulo interesante en este memorial de desastres que es la producción literaria catalana actual. Luego vendrán los autores. 

13 de juny 2018

Cuando la miseria entra por la ventana de la editorial


El estado de la literatura catalana en Cataluña (1).
Las editoriales y los autores


a Laura Borràs, consellera de cultura

Media mañana, en un barrio de Barcelona algo más arriba de la avenida Diagonal. Luce el sol. Clima agradable. Un autor se persona en la sede de una editorial. Le han hablado muy bien de ella. Es decir: le han dicho que son buena gente. Y, cuando les conoce, le parecen simpáticos. Porque lo son. Campechanos, afables. El autor les confía su original. Lleva meses (acaso años) trabajando en él y lo siente como un hijo. Les confía el original a los editores simpáticos. Poco después, recibe la llamada tan esperada: su libro nos ha gustado mucho. Lo queremos publicar. Es más: deseamos publicarlo. Tiene una reunión con el consejo editorial, con risas y felicitaciones. Al terminar, le invitan a una caña en el bar de abajo. Dentro de poco te mandamos el contrato, le dicen. Un mes o dos más tarde, cuando el libro ya está en la sala de máquinas, el autor recibe un correo electrónico con el texto del contrato. Es entonces cuando, por primera vez, algo chirría en su estómago: le ofrecen 300 euros como anticipo, a cargo de los beneficios por los derechos de autor (alrededor del 8 o 10% de las ventas). El autor comprende que, con tantas risas y las cañas, se le olvidó preguntar por el asunto de los euros. O quizás no se olvidó, pero pensó que hablar de dinero, en aquel momento, iba a romper la magia del instante y que, tal vez, estropearía el buen rollito imperante.

En la reunión también le hablaron de como iban a promocionar el texto: artículos en la prensa amiga, ferias, presentaciones en varias librerías de renombre. En cuanto el libro aparece a la venta, el plan de promoción va ensombreciéndose: una presentación colectiva, la prensa amiga ya no lo es tanto, etc etc.

Un día, el autor descubre que, pasados dos o tres años, la editorial solo distribuyó alrededor de 300 ejemplares del libro. Se pone a echar cuentas y descubre que, si el dato es cierto (el autor jamás podrá comprobar la veracidad de ningún dato), es imposible que gane ni un solo euro por los derechos de autor generados. Las cuentas son muy simples. No hay que haber estudiado en Esade ni saber mucho de ingeniería financiera para darse cuenta.

Luego, el autor descubre como funciona el engranaje perverso que une al editor con el distribuidor (eso será un capítulo aparte, que resumo en una sola frase: cuánto menos se vende, más se debe publicar).

Sin embargo, en Cataluña son legión los autores (de oficio o de fin de semana) que desean publicar su libro. Contribuyen a ello las miríadas de escuelas de escritura y, sobretodo, la cosa patriótica. En Cataluña no se escriben novelas para engrandecer el arte de la novela ni la literatura en general, si no para engrandecer la patria. Es puro voluntarismo patrio, o el triunfo de la voluntad por la vía de la escritura. Es fundamental comprender eso para poder calibrar el fenómeno de un modo objetivo.

Nada nuevo cuento: el negocio del libro periclita año tras año. Para salvar los restos del naufragio hay editores que se echan al campo a la caza de posibles best-sellers, e invierten en obras de ínfimo valor literario pero que permiten pensar en buenas ventas, para salvar la temporada. No siempre funciona el truco, ni al burro siempre le suena la flauta.

Si eso se puede afirmar del libro en general, ¿qué decir del libro en catalán? Los números son dramáticos, y llevamos años en la pendiente hacia la nada. Hace unos pocos años, una de las "Vías catalanas" que reunían a miles de catalanes uniformados y enlazados para reivindicar su patria imaginaria transcurría por enmedio de una feria del libro en catalán. Era un 11 de septiembre, claro está. El "animador" de este sector, megáfono en mano, informó a los manifestantes jubilosos de que, en pocos minutos, un helicóptero de Tv3 iba a sobrevolar la zona y les propuso que saludaran con un libro en catalán en la mano. Solo unos pocos de los manifestantes acudieron a comprar... un periódico. En catalán, claro, pero un periódico en vez de un libro. Ojo al dato. Porqué un periódico sale más baratito que un libro, digo yo, y lo de la patria está muy bien mientras no nos cueste demasiada pasta. Hay que comprenderlo: esas buenas gentes llevaban casi 15 euros invertidos, porque 15 euros les habían soplado por el kit nacionalista de la ANC: camiseta estampada, fular y mochilica.

Como en catalán no se puede soñar con bestsellers, se opta por reducir gastos. Abaratar el coste editorial se puede acometer de varias manera, una de las cuales es pagar lo menos posible al autor. O sencillamente no pagarle. O incluso cobrarle por publicar, una práctica que, por lo que parece, se extiende (y también se practica en castellano, que conste).

Llevo años trabajando en sectores socieconómicos que rozan la miseria (o se hunden en ella) y se muy bien lo que acarrea la miseria: mezquindad, mala educación, falta de empatía, etc. No hay que tener muy presente la pirámide Maslow para acordarse de que los valores de la generosidad, la solidaridad y la empatía solo se pueden dar cuando uno tiene satisfechas sus principales necesidades. Mientras haya pobreza en casa, la casa estará tomada por los malos modales, el egoísmo y la tacañería. Lo que vale para un individuo vale para un colectivo. O para una organización: las pequeñas editoriales catalanas no escapan al esquema de Maslow. Todo lo humano me atañe, dice el bueno de Maslow.

El resultado de todo ello es dramático: en catalán se publica mucho, pero casi todo muy malo. Y eso explica, en gran parte, que ni por Sant Jordi se vendan novelas en catalán. El público lector, que ya era escaso, no tropieza dos veces con la misma piedra y opta por autores anglosajones o por la última novedad bien publicitada. Si a eso se le suma la ausencia de una crítica seria, sustituída por el amateurismo bochornoso de múltiples blogs de "reseñas" (ressenyaires, se autoproclaman, sin caer en la cuenta de que el sufijo "aire" espresa, en catalán, afición o hobby, folkclore), el diagnóstico nos acerca al desastre. Y el pronóstico nos lo planta en las narices. En un capítulo próximo, también, me voy a ocupar de la crítica y sus sustitutos. Prometo muchas risas, pues será un capítulo con citas textuales.

Por mi parte, he tomado la decisión de escribir lo que me apetezca pero no publicar nada en papel en mucho tiempo. Nada en catalán, se entiende.

Seguiremos informando.

11 de juny 2018

Los renglones editados de Dios



Me detengo ante el escaparate de la librería. Creo que me siento pasmado. Hay una colección de libritos de apariencia austera, austera en extremo. Miden 10x18 centímetros (menos de un palmo de altura, y de ancho la mitad de un palmo), tapa de cartulina estricta, sin plastificar, cubierta impresa a una tinta (tinta negra). Título, nombre del autor y de la editorial, sin ilustración. Lo justo. Ninguno supera las 80 páginas.

Entro en el establecimiento y pregunto. Creía que era algún stock antiguo, porqué cuando yo era muy joven se veían ediciones de esta clase. Pero se trata de novedades. Con el sello de Anagrama. ¿Su precio? 7,50 euros.

-¿Se venden? -le pregunto a la librera, mientras le pago los dos que me llevo: "Calais", de Emmanuel Carrère, y "El año que nevó en Valencia", de Rafael Chirbes.
Ella se encoge de hombros y suelta una sonrisa casi cómplice que le sonríe al infinito más que a mis ojos, un infinito que adivino más bien neblinoso. Hay tres clientes más aparte de mi. Uno de ellos observa los libros que me compro y, como ha escuchado el intercambio de palabras entre la vendedora y yo, lanza una ojeada fugaz a la estantería de esas nuevas miniaturas editoriales. Es una mirada lejana, apática, algo indolente y soslayada. Me doy cuenta de que luego me mira a mi, como haciéndome un escáner rápido. Sin apenas quererlo, en su rostro aprece un mohín de desprecio. Estoy seguro de que la información que obtiene su nervio óptico provoca una sinapsis que le lleva concluir que esa edición que compro es una edición para pobres que todavía quieren leer, benditos ellos. Algo me dice que el señor que me observa y deduce mi pobreza lamenta que compre libros en español: está esperando detrás mío para pagar lo que lleva en la mano, que es "Els fets de l'1 d'octubre". Algo le dice, en su interior cerebral que, como todos los pobres, soy un españolista. Quizás me equivoco, claro. Quizás resulta que el hombre tiene una amiga indepe y piensa que, si le regala este libro, aumentarán sus espectativas copulatorias (muestra un aspecto de indudable macho alfa, con la camisa medio desabrochada, los jeans prietos y los zapatos terminados en punta. Y reloj de esfera superlativa, muy caro).

El librito de Emmanuel Carrère es un breve reportaje sobre los días que el autor francés estuvo en la población de Calais por encargo de su editor, mientras estaba allí el campamento de chabolas más grande de Europa. Un buen texto, con agudezas varias y buenas descripciones. El otro que me compro, el de Rafael Chirbes, es una joya de la literatura breve. Un cuento de menos de 50 páginas fascinante, bello, delicado. Cuenta un montón de cosas con la suavidad de quien cuenta anécdotas intrascendentes. Hay que ser muy bueno escribiendo para poder llegar a escribir así. La última frase del cuento reza: "yo quería seguir perteneciendo a todo aquello". Tres verbos en siete palabras. En otros casos (en otros escritores) eso olería a perro muerto, pero en la pluma de Chirbes es eso, una joya.

Mientras me marcho de la librería me pregunto si ese es el futuro de la edición. Quizás soy un visionario. Por lo que atañe a la literatura breve, me alegro de la propuesta. Soy un creyente de ese formato y me alegra saber que se publica, que no todo son mamotretos de 500 páginas con cubiertas de colorines chillones escritos por autores que no se han leído jamás a Bajtín y desconocen la diferencia entre el acto estético y el acto ético, que tratan de asesinos en serie muy malos y polis buenos, muy listos, que les pillan y luego se van a tomar un vino blanco con su novia, siempre muy exquisita. Desconozco las ventas de esa colección, y si quiero sacar conclusiones del encogimiento de hombros de la librera puedo pensar que tampoco funciona. ¿Qué se vende? ¿Quién lee? Dice Michel Houellebecq que el libro más importante de la historia de la humanidad es "El mundo como representación y voluntad", de Arthur Schopenhauer. Houellebecq lamenta, con aspavientos, que el libro más importante de la humanidad sea casi imposible de encontrar. ¡Y eso que Michel se refiere a Francia! ¿Cuántos ejemplares de la obra de Schopenhauer se debieron vender, en la rica y plena Cataluña, en 2017?

Me hago estas preguntas durante el viaje de regreso a casa. Aprovecho el rato para leer el primero de ellos. Cuerpo de letra 14, la caja del texto mide 7 centímetros exactos de anchura. Se leen en un viaje de Barcelona a Terrassa. El billete del tren me sale por 4,10 euros. Más 7,50 del libro, el desplazamiento me cuesta 11,60 euros. Bueno, al final resulta que no era literatura para pobres.

8 de juny 2018

El racista que no lo sabía


Después de muchos años trabajando con colectivos marginados (sobretodo gitanos y magrebíes de Cataluña) uno descubre -unas veces con sorpresa, otras con horror y siempre con decepción- que vivimos rodeados de racismo. Personas que se esfuerzan en dar lo mejor de si mismas trabajando con esos colectivos son capaces de soltar, en situaciones informales, chistes y ocurrencias varias, siempre tópicos muy gordos, que difaman a esos mismos colectivos.

Soy de los que cree que el racismo es una máscara del clasismo pero eso no mitiga el disgusto que me produce esa tendencia de apariencia incontrolable, que a veces actúa como válvula de escape, de catarsis: no es nada fácil trabajar en esos terrenos. Dicho de otro modo: es difícil trabajar en esos terrenos, como diría el señor Rajoy.

Y así, entre catarsis, ceguera, válvulas de escape y chascarrillos, convivimos con el racismo nuestro de cada día. Creo que, en efecto, hay personas racistas que no lo saben. Tan poco lo saben que son capaces de acusar de racismo a otras.

En otro orden de cosas, pero no muy lejanas, está lo del "nazismo" o lo del "fascismo", que uno siempre lo detecta en el otro y nunca dentro de sí. Quizás deberíamos recurrir a la bibliografía y determinar que es el nazismo y que es el fascismo. Y luego: ¿son lo mismo? ¿se parecen? ¿son intercambiables, como los sinónimos estrictos?

Hace unos días, el señor Alfonso Guerra acusó de nazi al señor Quim Torra, y este le respondió muy ofendido, y le dijo que "acusarle de nazi es lo más ofensivo que se le puede decir a un demócrata catalán" (sic). Todavía me estoy preguntando por la presencia del adjetivo "catalán" tras el sustantivo "demócrata". ¿Qué cosa quería expresar Torra?. ¿Un demócrata japonés se ofende menos que un demócrata catalán cuando le tildan de nazi? Pero vamos a obviar eso: ya se sabe que a los políticos les gusta hablar con muchos adjetivos, y mejor aún cuando los adjetivos hablan de la patria, de las identidades sagradas y demás superficiliadades.

Sin embargo, cuando uno lee los arículos del señor Torra publicados a lo largo de más de 10 años en la prensa (me olvido de sus tuits tan lamentables), se da cuenta de eso: quizás el señor Torras ignora lo que es, y quizás esta ignorancia no contiene mala fe alguna, ignorancia en estado puro. Hay otro político catalán (aquí si es pertinente el adjetivo), recientemente nombrado Conseller de algo, que publicó un tuit, hace poco, en el que preguntaba si alguien puede encontrar la diferencia entre un mongol y un español. Ignoro si se puede alegar ignorancia en este caso, pero percibo aquí, de forma nítida y clara, ese gracejo (tan español, por cierto), esa tendencia a la ocurrencia jocosa, que se suele dar con el codo apoyado en el mostrador de la taberna.

Está claro que el debate identitario no saca lo mejor de cada uno. Más bien todo lo contrario, el identitarismo bucea en el alma, llega a las zonas abisales y emerge con lo más deplorable y oscuro de nosotros y, en un gesto altanero, lo exhibe con impudicia, con bravuconería, como el trofeo sanguinolento tras una partida de caza en el coto del señorito. Los amigotes aplauden y el cazador se siente reconocido, se descorchan unas botellas más y esa ronda la pago yo. Así nacen los debates identitarios.

Ese es el principio del debate. Cabe recordar eso, incluso con insistencia. Porqué del chiste se pasa a la afirmación, a la reafirmación, y luego, ya con varias copas, a la pelea chusca, al insulto, a nombrar el grosor de los genitales propios, a la chulería por la que asoma la violencia. Uno empieza haciendo chistes sobre judíos y poco después un ingeniero funcionario diseña cámaras de gas. Quien dice "judío" dice "bosnio", quien dice "bosnio" dice "palestino". Eso no es una ocurrencia. Eso es algo que se puede constatar.

El otro día, un grupo de jóvenes universitarios (y quizás no tan jóvenes ni tan universitarios) se fueron a boicotear un acto de homenaje a Miguel de Cervantes en la universidad, con el argumento de que el acto lo organizaba una formación que, a los boicoteadores, se les antoja fascista. Para boicotearla usaron un recurso que, a mi, se me antoja fascista (voy a dejarlo así, sin formular la acusación, y solo expreso una sospecha).

El único perjudicado de todo el barullo fue Miguel de Cervantes. Al final, pues, el que se lleva los palos es la cultura, la gran literatura y un escritor que deberíamos releer todos, con mucha atención, porqué nos retrató con extrema habilidad. Y con un humor y un amor infinitos, que son, al fin y al cabo el antídoto de todo mal.

3 de juny 2018

A Laura Borràs, consellera de cultura

Resultat d'imatges de roble


Señora Borràs,

Ante todo, felicidades por su nombramiento como nueva consellera del gobierno autonómico catalán. Y ante todo, también, le explico porqué le escribo la lengua en la que me lee. Aunque como podrá comprobar mis dos apellidos son catalanes y mi ocupación es la enseñanza del catalán, en este blog escribo en castellano por la simple razón de que el castellano me abre las puertas a lectores de otras regiones de España (y de más allá, por fortuna), circunstancia que creo muy buena, me resulta muy agradable y me permite aprender de otras sensibilidades. La cultura es eso, también: el lugar común que permite el diálogo y el intercambio de ideas entre distintos, diferentes y alejados.

Crecí en una familia catalanohablante, aunque en mi casa, que era casa pobre y obrera, siempre hubo muchos libros. Mi padre, con pocos estudios, y mi madre, hija de un exiliado republicano que murió en un campo de refugiados españoles del sur de Francia, siempre supieron que la mejor (y la única) herencia que les podrían dejar a sus dos hijos era la cultura. La cultura, para ellos, era llevarnos a una escuela decente y tener libros en casa. Afortunadamente, en la casa en donde crecí hubo muchos libros en catalán, en castellano y algunos en francés, amén de un par en inglés que me resultaban fascinantes. Crecí leyendo esos libros, todos los que pude, y jamás se me ocurrió pensar, pobre y pequeño de mi, que pudiese haber alguna disputa o ningún conflicto entre Manuel de Pedrolo y Miguel Delibes, entre Mercè Rodoreda y Antonio Machado, entre Salvador Espriu y Mario Vargas Llosa. En mi mente juvenil, me parecía que todos los autores pertenecían a una sola patria, muy ancha y muy bella, lejana y preciosa por muchos motivos entre los cuales está el que sea una patria desnuda de bandera.

Crecí queriendo ser lector y, a veces, también he sido autor. (Aunque no es necesario aportar este dato, le diré que, hasta la fecha, todo lo que publicado en papel lo ha sido en lengua catalana). Lo de querer publicar suele pasarnos a los que leemos mucho, aunque, como dijo Borges, doy gracias por lo que he leído y no por lo que he escrito. Siempre me apasionó la lengua. Como maestro de niños pequeños, mi mayor satisfacción es acompañar a los pequeños en el descubrimiento de la lengua escrita y asistir (maravillado año tras año) al casi milagro de su paso de la oralidad a la lectura y a la escritura.

Trabajo en una escuela en donde la inmensa mayoría de los alumnos son de lengua materna árabe, y no sabe usted cuan satisfactorio es, para mi y mis compañeros, acompañarlos de la mano hacia nuestra cultura, que les ensancha el universo.

Espero que me comprenda si le digo que me siento muy cómodo en una cultura bilingüe. Y no solo muy cómodo: también muy afortunado. Aunque conozco las teorías que defienden el conflicto entre lenguas, en Cataluña, en mi vida jamás lo he vivido así. No solo eso: me enorgullezco de saber que pertenezco a la cultura de Cervantes y a la de Joanot Martorell, a la de Juan Marsé y a la de Miquel Bauçà. Por estos días estoy terminando de leer una novela maravillosa de Mircea Cartarescu, un autor que, según tengo entendido, también admira usted. Y eso me lleva a pensar: ojalá pudiera pertenecer, aunque sea a ratos, a la cultura rumana. Para los que no tenemos patrimonio ni herencias ni haciendas, la cultura es nuestro mayor bien si no el único. De modo que, cuanto más amplia, mejor. No me gustaría ver como se empequeñece ninguna de mis dos culturas. Me gustaría verlas crecer a ambas en mi país, ver como se conjugan en armonía, ya que son hermanas y nunca fueron enemigas. Otro asunto es el uso (legítimo o quizás no) que algunos poderosos hayan hecho de las culturas y de las lenguas, y es contra eso contra lo que debemos luchar. Del mismo modo que es necseario luchar contra cualquier tipo de abuso: el de los ricos sobre los pobres, de los grandes contra los humildes.

A lo mejor se pregunta usted porqué le cuento todo eso, ya que es posible que, hasta aquí, estemos de acuerdo, o casi. ¡Me gustaría que fuese así!. Se lo explico: le cuento todo eso porqué vi que usted había firmado el manifiesto del grupo Koiné. Y por ese motivo me preocupo y me intereso por sus proyectos como consellera de cultura.

En este país, crispado y maltrecho por enfrentamientos que nos dividen, nos empequeñecen y nos llevan a la nada, creo que el buen uso de la cultura puede contribuir a devolvernos la calma y la buena convivencia: en mi tarea diaria como maestro, se que el buen clima convivencial es el requisito esencial para el aprendizaje. De nada sirve explicar geometría ante un auditorio enfrentado y por donde circula el odio. Por eso quiero hacerle llegar mi opinión, que solo es la de un maestro de la educación primaria. Aunque, como he vivido ya más de 50 años, y la mayoría de ellos en Cataluña, creo disponer de una cierta idea formada acerca de la cultura en este país.

Creo que debemos pensar en algunas cuestiones mal resueltas. Una de ellas es la escasa implantación de la cultura catalana, que se observa cuando uno consulta, por ejemplo, el número y la lengua de los libros que más se venden en Cataluña. O cuando uno simplemente escucha la lengua común en las calles del área metropolitana (en donde vive el 80% de la población catalana). Creo que una buena política cultural debería preguntarse por eso sin prejuicios y sin apriorismos. Y sin lamentos.

Creo adivinar que gran parte de la cultura catalana producida en las últimas décadas ha tenido por objetivo el "hacer país" en vez del "hacer cultura". Usted sabe bien de qué le hablo. En esa deriva nos hemos acercado a lo que tiene toda la apariencia de ser una cultura cerrada (*), defensiva, más obsesionada por los criterios identitarios que por los de la calidad o la universalidad.

Se que el departamento que usted dirige a partir de ahora es el menos dotado de presupuesto, y eso me duele. El ensayo está casi desaparecido de nuestra producción literaria, y eso es un muy mal síntoma. Entre otros malos síntomas, ese nos cuenta que el pensamiento ha sido abandonado y nos estamos sumiendo en la irrelevancia. Todavía tenemos a algunos autores que podrían ayudar a levantar el ánimo, pero los medios de comunicación no están contribuyendo mucho: en la última semana del Llibre en català, Tv3 destacó la presencia de Paul Auster en el evento y soslayó algunas novedades en lengua catalana relevantes como lo eran las de Valentí Puig, Salvador Oliva o Josep Lluís Badal, y -permítame que le insista en mis obsesiones- la fabulosa traducción de "Solenoide" que hizo Antònia Escandell de la novela de Cartarescu que, sin duda alguna, es la mejor novela de este siglo.

Des de mi posición humilde, le pido que ose transgredir las muy deficientes políticas culturales que la han precedido y apueste por una idea de cultura abierta, atrevida, valiente, que no tema al bilingüismo y no lo interprete como un peligro, si no como una afortunada circunstancia. No se si su labor al frente de esta consejería va tener como objetivo construir eso que su grupo llama "la república", o si eso es solo un eslógan sentimental y desprovisto de contenido político. Sea como sea le deseo mucha suerte y mucho acierto, y confío en que llegue una política cultural capaz de devolvernos la concordia, que no oponga lo catalán a lo español, que nos recuerde que la cultura no tiene patria ni lengua ni bandera si no todo lo contrario. Es el lugar en donde nos encontramos.

Atentamente,

Lluís Bosch

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(*) Mario Vargas Llosa define muy bien el concepto de "cultura cerrada" en el prólogo de "La verdad de las mentiras" (2002), un texto que releo a menudo y no le recomiendo porqué estoy seguro de que lo conoce tanto o mejor que yo.