El título de aquélla cinta me ha vuelto a la mente, inevitable, con la lectura de "El laberinto catalán. Arqueología de un conflicto superable", escrito por el periodista e historiador francés Benoît Pellistrandi (¡bendito apellido!). La razón del vínculo en mis neuronas no se debe tan sólo a la aparición del mismo sustantivo en ambos títulos. Los personajes que habitan el laberinto catalán también tienen mucho de personajillos, de muñecos grotescos y de seres amorales, obstinados por encima de todo en la satisfacción de sus deseos primarios, siendo el primero de ellos la voluntad de poder. Por encima de la voluntad de verdad.
Pellistrandi demuestra conocer bien la historia de España, y es interesante redescubrir que, a menudo, la mirada del extranjero (perdón por la palabra, usada sin intención peyorativa) es más apta para comprender quiénes somos. O por lo menos como se nos ve desde una distancia tan higiénica y saludable como la que media entre Francia y España, tan higiénica y saludable como esa "distancia social" que nos impone el virus.
Pellistrandi hace un análisis certero, sin apriorismos ni simpatías por ninguno de los varios bandos implicados en el conflicto catalán. Citaré algunas de sus ideas principales:
- La crisis catalana es gravísima, pero es una crisis política y, por lo tanto, superable.
- No existe razón alguna para hablar de "catalanes" y "españoles": solo existen ciudadanos españoles, los unos residentes en Cataluña y los otros en el resto del territorio español. Si entramos en una distinción entre catalanes y españoles existe el riesgo de caer en la tentación etnicista.
- Todo el mundo sabe que es una crisis fabricada y deseada, y de ahí que tenga un carácter artificial. Artificial pero verdadero.
- La descentralización ha configurado una democracia española que funciona y satisface a los españoles. Los nacionalismos regionales han sabido detectar la amenaza que este consenso podría representar a sus intereses. Para no dejar de existir en una España democrática y moderna, un partido nacionalista está condenado a una escalada reivindicativa permanente.
- Es legítima la pregunta de hasta qué punto el nacionalismo es compatible con el constitucionalismo español. [¿Se pueden o se deben suspender los partidos nacionalistas?]*
- Muchos se han tragado la propaganda independentista enarbolando el famoso "derecho a decidir" sin preguntarse sobre la realidad constitucional española. Han ignorado que España es el país más descentralizado de Europa.
- La "revuelta catalana" del otoño de 2017 es el primer ejemplo de una revuelta contra una democracia liberal.
El autor concluye que la independencia ha fracasado y no la habrá a corto plazo. Propone reconocer algunas verdades para poder abordar una solución al conflicto:
- No existe una mayoría social suficiente que permita la secesión.
- Europa no está esperando la independencia de Cataluña: es más, Europa se ha construído sobre el abandono de los nacionalismos. Europa es, por esencia, un proyecto antinacionalista.
- La independencia catalana podría ser un proyecto político cuando se presente como un proyecto de futuro y no como un ajuste de cuentas con un pasado deformado, basado en la leyenda negra de una España que, por fortuna y con grandes esfuerzos, ya no existe.
- Los líderes secesionista se han echado al monte con una brújula estropeada, con mapas distorsionados y con un GPS alocado. Se han perdido en sus propias fantasías. La culpa del fracaso la tienen ellos por haber creído en sus quimeras y haber emborrachado a parte del pueblo catalán con sus discursos emocionales y victimistas.
Si la solución del conflicto es política, propone Pellistrandi, pertenece al conjunto de los ciudadanos españoles, y los principios que regirán deben seguir siendo los europeos: democracia, libertad, respeto a las minorías, separación de poderes, universalidad frente a tentación etnicista.
En los márgenes del libro de Pellistrandi anoto algunas objeciones. Solo transcribo dos:
- Es imprescindible buscar el reencuentro y la convivencia entre catalanes, ya que este es, sobretodo, un conflicto entre catalanes que está presente en las familias, en los centros de trabajo y en los grupos de afinidad de toda clase.
- La superación del etnicismo implícito en el desafío catalán debe pasar por el reconocimiento de que la lengua castellana es tan propia de Cataluña como el catalán, una evidencia que se demuestra en la historia del pasado y en la sociología del presente.
En estos días, en los que la revocación del tercer grado a los condenados por el "procés" nos arroja grandes dosis de un victimismo convertido en liturgia y sacramental, la lectura de Pellistrandi puede actuar como un bálsamo. Y eso es quizás lo más sensato que se puede recomendar: revisar la historia, analizar los sucesos con perspectiva y calma y no perder de vista que la solución solo puede ser más democracia, más derecho y más justicia. Si estos condenados no tienen derecho al tercer grado deben cumplir la condena en las mismas condiciones que cualquier ciudadano español, puesto que eso y solo eso es lo que son. Su condición de ex-cargos políticos (a veces ni tan solo eso, como Cuixart o Sánchez) no debe otorgarles privilegios en modo alguno y España debe demostrar que es el país moderno y europeo en el que creemos, y se debe explicar bien que la Constitución de 1978 es la herramienta que nos ha permitido, a todos los españoles, vivir el periodo de paz y de progreso más relevante de toda nuestra historia. Atentar contra la paz, la convivencia y el progreso es -y debe ser- un delito grave en la Europa que queremos. Más aún cuando el delito se comete en contra de la legislación que tantos beneficios, derechos y privilegios les ha otorgado a esos presos que, aprovechándose de ellos, pretendieron violarla y salir impunes en nombre de una interpretación iliberal, populista y totalitaria de la "voluntad del pueblo".
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* La pregunta del claudátor es mía, por supuesto.