El supuesto conflicto entre las lenguas que se hablan en Cataluña es uno de los temas predilectos de ciertos filólogos, que nunca se cansan de reivindicarse como víctimas. Por causa de mi profesión, no pasa semana en que no oiga hablar del asunto. He detectado que, últimamente, los victimistas han encontrado una solución a su conflicto: eso lo arreglaremos con la independencia. Es el argumento más usado por el Señor Torra, que lo usa como solución (mágica) a cualquier problema que se le plantee: ya sean las tasas universitarias, las listas de espera de la sanidad o la producción de la ratafía. La independencia lo arreglará todo.
Históricamente, por hablar como un experto, el conflicto lingüístico siempre ha generado esas dos actitudes: la victimista y la opresora. Los unos se conforman, se entretienen y se regocijan en ser víctimas, algo que va incluído en el código genético del buen catalán pues ya las cuatro barras de sangre las inventó una víctima. Los segundos, que son menos, siempre han optado por la opresión. Caña al español, el español fuera de las instituciones y de la vida pública, fuera de la educación, fuera de teletres, fuera, fuera.
En el primer grupo está una entidad que promueve la compasión: Plataforma per la Llengua (sin especificar a qué lengua se refiere) es una Ong. ¿Será la lengua esquimal? ¿Será la de una tribu africana maltratada por el inglés de los colonizadores? No. Cuando en Cataluña se prescinde del objeto en un frase, el objeto no es otro que el de siempre: Cataluña. En este caso, lo que ellos consideran que es la "lengua propia". El catalán. Pasa lo mismo cuando piden la libertad de los presos políticos: no se refieren a ningún preso político del mundo -haberlos, haylos-, si no a los presos chanchulleros que con tantos miramientos están siendo juzgados. A la caterva de Junqueras, Rull, Cuixart y compañía.
Algunas cosas solo pueden suceder en una región del mundo, y esa región no puede ser otra que Cataluña. Mira que suerte la mía. Entre ellas hay una que siempre me ha producido una gran dicha: la Plataforma per la Llengua, que se presenta ante el mundo como una Organización No Gubernamental para pillar subvención, pagar cero impuestos y obtener espacio en el foro de los humanitarios. Es muy curioso: en una región en donde el catalán es lengua oficial, obligatoria y vehicular en la educación y la única en la que se expresa la administración, hay un grupito de almas humanitarias que luchan por la defensa y la salvación de la lengua catalana.
Cuando uno acude a su página web descubre algunas curiosidades añadidas y así es como uno termina por preguntarse si esa ONG no será una ONGfake, o una creación de los Monthy Pyton. Quizás un sueño buñuelesco, una broma berlanguiana o una boutade daliniana. Se parece mucho a un gag de Els Joglars que está por hacer.
En el lado opuesto al victimismo ridículo de Plataforma per la Llengua está el señor Pau Vidal, que sigue arremetiendo, casi solo en el desierto, todavía afecto a las ideas del grupo Koiné. Ambos parten de la misma premisa: la lengua catalana está muy malita (ambos prescinden de cualquier atisbo de autocrítica o de análisis racional), pero Vidal no opta por defender su lengua con mecanismos humanitarios, si no que exige la creación de un estado catalán. ¿Qué haría un estado catalán que no haga ya el estado español para proteger la lengua catalana? Solo cabe una posibilidad: la posibilidad de prohibir. Un estado catalán que prohiba el uso de la lengua española es lo único que pide Vidal. Ese es el estado plural y progresista que tienen planeado.
Yo, por mi parte, he resuelto el conflicto en la intimidad. Como lo hizo Aznar. Y tenía razón: la intimidad resuelve gran cantidad de asuntos con la ventaja de que uno no debe salir a tocar las narices a los demás ni a decirles como deben comportarse ni en que lengua deben comunicarse. Hace ya un tiempo decidí escribir en castellano (por lo menos mientras esta lengua esté secuestrada por el victimismo nacionalista), aunque sigo siendo hablante catalán y hablante bilingüe sin vergüenzas ni complejos. Por mi profesión, sigo dedicado a la docencia del catalán y del castellano.
Yo les recomendaría a los victimistas y a los opresores que hagan lo mismo. A mi me va bien: estoy tranquilo, vivo sin un conflicto prescindible y me importa un pimiento el futuro del catalán. Y del español. El latín no disponía de un estado que le defendiese: tenía un imperio. Y ahí está. Y antes de él estaban las tribus íberas, que no tenían estado pero a brutos no les ganaba nadie (salvo los celtas, quizás). Y la lengua íbera ahí está, en el substrato más substrato.
Lo dijo Albert Boadella y parecía una boutade, pero es un pensamiento que se debe tener en cuenta: "el catalán produce infelicidad en sus hablantes", dijo. Aunque yo creo que, si un día se resuelve el conflicto lingüístico en Cataluña, los victimistas optarán por sentirse víctimas de la condición de mortales de los buenos catalanes y crearán la "Plataforma per la Vida Catalana", mientras que los opresores como Pau Vidal prohibirán la muerte de los catalanes.
-Eso de la muerte lo arreglará la independencia, dirá el Muy Honorable, al fin de un bonito discurso en l'Aplec dels Aromes de Montserrat de Collbató, o en la Fira de l'All Ranci de Sant Prepuci de les Cebes.