La entrevista la realiza Jordi Basté, un periodista que parece ser líder de audiencia en Cataluña. Solo en un lugar arruinado moralmente ese hombre puede ser líder de audiencia: resulta inconcebible la genuflexión perpetua ante la imagen del poder, incluso ante representantes tan siniestros como el antiguo jefe de protocolo de Pujol. Todo huele a mentira, a tiniebla de andar por casa, a soslayo. Jordi Basté tiene ante sí a un hombre más bien turbio y no se da cuenta, o se da cuenta pero pretende agasajarle a toda costa. La entrevista, que podría haber realizado incluso un niño de 2º de la ESO, termina de la forma más hilarante: el antiguo jefe de protocolo le entrega al periodista un bote de mermelada de las naranjas del Pati dels Tarongers. Y el periodista se emociona entre alaridos de placer, cual beata ante una medallita de la Moreneta. Estamos en Cataluña.
Estamos en Cataluña, atrapados en Cataluña. Como el desdichado protagonista de Lovecraft que no halla la salida de Innsmouth. Cataluña, como Innsmouth o Dunwich. El rostro más pérfido del nacionalismo y de lo tribal. Con periodistas de aspecto batracial decididos a convencernos de que el horror es consustancial a la patria. La patria del horror.
Luego me informo un poco por aquí y por allá y me cuentan algunos detalles: el antiguo jefe de protocolo llegó al cargo de un día para el otro: pasó de policía de la escolta privada de Pujol a jefe de protocolo por ser amigo de Júnior (por lo visto, ambos formaban parte de un equipo de rugby junto a otros que también ascendieron a jefes de prensa y de protocolo en varias Consejerías), y llevó durante años una vida regalada. Entiendo que Aragonès le haya retirado de un plumazo por el viejo sistema de mandarle a un puesto tan bien pagado como irrelevante. Al fin y al cabo, el dinero de su nuevo salario es público.
También me cuentan detalles poco edificantes de su moralidad, pero eso solo son anécdotas. Aunque todo el mundo percibe la magnitud de la tragedia: miles de anécdotas juntas forman un patrón, una categoría: la categoría de la corrupción moral que está en el origen de la Generalitat de Pujol. El nombre de Pujol irradia, invariablemente, esa sombra densa y maloliente. Quizás la Generalitat de los 80 y los 90, bajo el control del sátrapa fue, toda ella, un reino maligno y turbio, impermeable a la democracia, una camarilla de familiares y amigos fieles al más puro estilo siciliano, la construcción de una oligarquía o el ascenso al poder de una oligarquía previa, antigua y podrida, que de repente se hacía con las llaves del poder regional. Ante la aquiescencia del poder estatal, que jamás se propuso poner orden ni lanzar un solo rayo de luz a través de los espesos muros de la Casa dels Canonges.
La Generalitat se construyó en las sombras, mediante reuniones a media luz, amiguetes y negocios y privilegios y chanchullos, una floristería, sigilosos viajes a Andorra, consorcios, organismos autónomos diseñados para la eludir la rendición de cuentas, una opacidad espeluznante y refractaria, un envoltorio de silencios cómplices -o cobardes. La historia de la Generalitat actual comparte algo con el relato del "Extraño caso del Señor Valdemar" que escribió E.A. Poe. Léanlo y me comprenderán
A la Generalitat de Pujol le permitieron crear un monstruo macrocefálico, remedo tan trastornado y esperpéntico como oneroso de un estado ficticio. Luego, tres décadas luego, vino el crujir de dientes: la delirante confesión del capo, el estallido del "procés", las bravuconadas independentistas, el aparato propagandístico de Tv3 (otro monstruo sobredimensionado), la compra de los medios privados afines... ¿afines a quién, a qué valores democráticos? La construcción de la Generalitat de Pujol es un relato negro al que nadie osó iluminar. Es algo profundamente antiilustrado y medieval, algo a lo que ahora se pretende blanquear mediante entrevistas deliberadamente mal hechas, como la de Jordi Basté. Si en el pasado de la humanidad está el horror, en el origen de la Generalitat restaurada vive el hedor. Un hedor deprimente al que ahora le echan litros de perfume, by Puig.
Algún día, en un futuro improbable todavía, aparecerá un periodismo catalán capaz de abrir el bote de mermeladas amargas y lo mostrará ante el mundo. Aunque ahí han estado siempre los periodistas reistentes, resilientes y heroicos de El Triangle. Pero nadie les ha llevado a los medios públicos, nadie a RAC1: a los periodistas de El Triangle solo les han llovido denuncias, querellas y sentencias.
La niebla sigue cubriendo el paisaje y Cataluña languidece entre la mentira celebrada con placer y la estrambótica actitud de Jordi Basté. Si a Jordi Basté le fuese concedida una entrevista a Al Capone, le preguntaría por su preferencias gastronómicas. Y nada más. Y luego algo sobre el Barça.