Poco tiempo después de morirte te imaginaba sentada en una playa blanca y lejana. Te veía de espaldas, contemplando un horizonte limpio. Había algo en el aire de una nada enorme y brillante, pero sólo algo. Un susurro apenas. Ahora, pasado un tiempo, aquella sombra de la nada se ha hecho enorme. Desapareció la playa y el horizonte. Incluso me cuesta definir el contorno de tu cuerpo sentado en la arena. Todo se diluye.
Ayer leía una novela de terror en donde se cita un pasaje del Apocalipsis. Ya ves que forma de perder el tiempo. Y qué absurdo ese terror que nos crean para temer el fin. Deberíamos acercarnos descalzos y tranquilos hacia el fin.
10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. 11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.Deberías haberme enseñado un poco más de tu fe sencilla. De tu forma de creer sin intermediarios ni religiones. Porqué ando un poco perdido yo también. ¿Sabes? Por aquí las cosas no andan muy bien. Hay enormes pájaros carroñeros volando en círculos. A veces les veo, por la noche. Creo que cada vez vuelan más bajo, más cercanos. Es en momentos así cuando lamento que no me enseñaras un poco más.
Me gustaría poder escribir cosas mejores, más bonitas. Buenas noticias. No es que no me pasen cosas buenas: amo y siento que soy amado, disfruto con las auroras y esos atardeceres de primavera con nubes barrocas. Y eso ya es mucho.
Por lo demás sigo bastante igual. Todavía me gusta perder el tiempo en la cocina, me tumbo a leer, me quedo dormido como un niño con las páginas desparramadas sobre el pecho. Ya lo ves: cosas pequeñitas. Nada grande, ningún éxito. Una vida menuda. Ah, y mañana me voy al Pirineo. No porqué aproveche el puente del 1 de mayo, sinó porqué estoy en el paro. Sólo por unos días, creo.
Te parecerá raro que ahora, a esas alturas, se me ocurra lamentar no ser un cristiano como lo fuiste tu. De esos que lo son para sí, para adentro. Sin proclamarlo ni querer evangelizar a nadie, sin dogmas. De esos a los que Cristo se les aparece metido en un insecto que revolotea entre los pétalos de una flor mínima, en una nube deshaciéndose, en la caída lenta de una hoja.
Cuando era muy joven me diste a leer El último justo, la novela de André Schwarz-Bart. El protagonista conoce a Dios porqué enmedio de un día de sol radiante y sin nubes, una gota de agua le cae del cielo en la mejilla. Cuando la terminé me preguntaste precisamente por esa escena: ¿leíste aquéllo de la gota? dijiste con una sonrisa emocionada. Ahora pienso que quizás eso te había pasado a ti, en algún momento de tu vida. Igual te daba vergüenza contármelo (a casi todo el mundo le da vergüenza contar que ha vivido un instante maravilloso), y me lo dijiste a través del libro.
¿Porqué te cuento ahora esto? La verdad es que te quería escribir para recriminarte cosas pero ya lo ves. Se me ha ido el argumento, perdí el hilo. Todavía no puedo. Me he puesto el cd de Jordi Savall que me llevé de tu casa y me he dejado llevar. Te lo cuento porqué tengo miedo de que desaparezcas para siempre. Que deba buscar fotografías para recordarte, que no acudas más a mis sueños. Que te alejes para siempre. Y sin embargo estoy seguro de que será así. Y será bueno para los dos comprender que las cosas van en serio, que la vida iba en serio.
Anexo (Liebster)
Un amigo me ha dado este premio, que es como una cadena (Santa Endogamia bloguera, perdona nuestros pecados, mea culpa, mea culpa). Me obliga a premiar a cinco blogs, con la única condición de que tengan menos de doscientos seguidores. Digo yo que debe ser para promocionar a los pequeños. Pues bien, esos son mis premiados: