27 de set. 2020

Bajo un régimen de aislamiento


Hace un tiempo me invitaron a un banquete familiar, y me advirtieron de que iban a festejar no solo una efeméride global (la navidad) si no el advenimiento de la república catalana. "Visca Catalunya!", me dijo la voz, en vez de decirme "hasta luego". Para certificar el sentido inequívoco del convite me mandaron una foto: a los asistentes les vamos a regalar una urna votiva, miniatura de la urna-tupperware que se usó para el falso referéndum del 1 de octubre de 2017.

"Bueno, ya sabes que yo no comulgo con esas cosas y que, aunque lleve dos apellidos catalanes, no soy independentista", dije, con un murmullo. Lo dije y sonó a disculpa, a vergüenza, a susurro incapaz de pronunciar con claridad mis opciones, como si esas contuvieran algo pecaminoso. Hablo así cuando me doy cuenta de que mi ética personal entra en conflicto con la sensibilidad de los demás, a la que no quiero ofender. Porqué no me gustan las guerras ni la violencia de ninguna clase. Hablo así para ocultar mis ideas, en realidad.

Me sucede lo mismo en las situaciones informales, entre los compañeros de trabajo. Me callo, evito, susurro, y como mucho planteo preguntas. Pero jamás afirmo. Nunca digo qué opción voté en diciembre, agacho la cabeza, miro por la ventana, me busco una excusa para levantarme y ausentarme. Los demás se lo pasan en grande, se aplauden mutuamente las gracias, los chascarrillos, se pasan imágenes en la pantalla del smartphone en donde se burlan de los que piensan como yo. No hay maldad alguna en ello, no pretenden molestarme, lo se. Solo se burlan de lo que piensan que debe ser objeto de burla, en nombre de una superioridad mental que se da por obvia. No se dan cuenta del etnicismo que contienen sus chanzas, del desprecio que destilan, del odio que amamantan.

Un día en que hacía mucho frío no pude más y salí a la calle con la excusa de que me salía a fumar. Me encontré, agazapada en una esquina protegida del viento gélido, a la trabajadora de menor rango de mi centro de trabajo. Estaba fumando en cuclillas y yo hice lo mismo. Me acuclillé a su lado y ambos fumamos en silencio como dos soldaditos en una trinchera arrasada. No hacía falta decir nada. Echamos el humo hacia el cielo encapotado, sin mirarnos. Compartimos nuestra cobardía y nuestra vergüenza tal como se comparten esas cosas y la pobreza: sin mediar palabra.

Mi abuelo materno vivió la guerra civil española. Tuvo que exiliarse en enero del 39 y murió en un campo de refugiados francés, pero dejó escrito un diario. En él cuenta sus andanzas des del año 20 y tantos, y termina en el 41, que es cuando murió. Las últimas páginas hablan de derrota y lo hacen con la vergüenza planeando entre las palabras. Vergüenza por no haber sido más valiente, por no haber puesto más empeño en la defensa de sus valores y de sus ideas. No puedo dejar de pensar en esas últimas páginas. Mi abuelo soñaba con la república de veras, con la república de la igualdad y la fraternidad, y jamás usó en vano el nombre de la libertad.

Estoy viviendo una guerra civil sin tiros, con unas sonrisas supuestas, con el uso empalagoso de la palabra "democracia", aunque es una democracia desprovista de fe, solo formal, solo palabra hueca. En esta guerra civil estoy perdiendo una batalla tras otra, tal como las perdió el abuelo. Y, como él, siento que he fallado en la defensa de mis valores. No hay heroísmo alguno en mis actos, no dispongo de ningún relato heroico para explicarme. Silencios, retiradas, y luego más silencios y más retiradas. Nos dijeron que ese era un conflicto entre españoles y catalanes, pero esa es una mentira más: es un conflicto despiadado de catalanes contra catalanes y nada más. Lo otro es retórica vacía.

Las personas que sí fueron al banquete del que hablé al principio ya no me mandan ningún mensaje ni me llaman. Con alguna de ellas compartí casi toda la vida. He oído decir por ahí que decir eso (que el independentismo rompe familias y amistades) es ser un fascista, un facha, un españolista. Me temo que, a ese paso, en mi lápida escribirán mi nombre y debajo el epígrafe "Aquí yace un fascista españolista". De poco servirá que haya dedicado más de la mitad de mi vida laboral a trabajar para y con los más débiles y los más pobres, que me haya esforzado en hacerlo lo mejor posible.

Eso es una guerra civil sin tiros pero contiene todos los elementos de una guerra civil. Y yo la estoy perdiendo. Quizás no tendré que largarme por piernas y con una maletita al hombro como lo hizo el abuelo, y quizás no daré con mis huesos en un campo de refugiados en un país vecino, pero de algún modo llevo tiempo haciendo todo eso y, en realidad, este texto es el texto escrito por el perdedor de una guerra, vencido y avergonzado, que camina por las pistas forestales en dirección al exilio, con poca o ninguna esperanza, triste, maltrecho, enfermo.

La familia paterna de mi abuelo, unos ricos hacendados de Figueras, le olvidaron tras la derrota de los suyos en 1939. La mayor parte de ellos le olvidaron, se desentendieron de su suerte. Cuando supieron de su muerte, dijeron: "eso le pasa por meterse en política". Yo no me metí en política aunque pude hacerlo, pero eso no me sedujo jamás. Prefiero trabajar de verdad, al pie del cañón.

Vendrán años mejores y la guerra terminará, como terminó la de Troya, tan estúpida y tan cruenta como todas las guerras. Pero no regresaré jamás de mi exilio.
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Nota: "Bajo un régimen de aislamiento" es un verso de la canción "Destruidnos juntos", de El Niño de Elche.

24 de set. 2020

El Payaso Racialista con todos ustedes


El drama de lo que vivimos en Cataluña es profundo y hay que analizarlo bien. Un payaso del lado del poder y contra los débiles es una novedad en el mundo del bufón. No sé qué diría Shakespeare, igual deberíamos revisar a Falstaff. O el Rigoletto de Verdi, inspirado en un texto de Victor Hugo. En cualquier caso, la decadencia de la cultura catalana la acaba de certificar nadie más y nadie menos que... ¡un payaso!.

Las profesiones de payaso y la de bombero tienen algo en común. A ambas, nobilísimas profesiones, se las asocia a conductas estúpidas y sirven a veces por lo tanto, de insulto. Todo el mundo ha oído lo de "tener ideas de bombero", expresión a la que no resulta fácil encontrarle el origen aunque, hipótesis, haberlas haylas. Lo del payaso, sin embargo, lo hemos comprendido de maravilla escuchando el "pregón" de Tortell Poltrona pronunciado ayer noche en la inauguración de las fiestas patronales de Barcelona.

¡Ayer no fue el mejor día para la Ciudad Condal! El señor Torra dijo que Barcelona se había hecho provinciana, pequeña y mezquina y luego el payaso lo remató. ¿Qué dijo Tortell Poltrona? El hombre, que ayer tampoco tuvo un buen día, soltó en medio de un pregón de fiestas que en Cataluña hay gente que no se integra aunque lleve muchos años viviendo en ella, gente que no participa de la cultura catalana y que son, según él, unos inadaptados.

Uno le preguntaría, al payaso: ¿Cómo definiría usted la cultura catalana? ¿Qué características cree que la distinguen? Pregúnteselo usted mismo, amable lector. A mi, lo confieso, me resulta harto difícil definir la cultura catalana del siglo XXI: ¿será desayunar pa amb tomàquet? ¿Bailar sardanas los domingos y fiestas de guardar? ¿Aplaudir los goles del Barça, mirar Tv3, zamparse butifarra amb seques como dieta principal? ¿Quizás beber ratafía antes de pronunciar un discurso?

De todos modos, vamos a dejarnos de bromas y perogrulladas. Todo el mundo sabe a qué identifica don Tortell la cultura catalana. Exacto: don Poltrona se refiere al uso de la lengua catalana. Otro racialista que confunde lengua y cultura, que es la forma catalana de desplazar la idea de la raza hacia lo cultural, hacia lo lingüístico. Tortell es poco original para ser payaso: su idea de raza=lengua es bastante antigua y arranca con Valentí Almirall y Prat de la Riba, individuos con muy poca gracia por cierto.

¡Vaya con el payaso racialista! ¡Vaya con el racialismo en Barcelona! Una de cal, otra de arena. Ayer el Ayuntamiento decidió retirar, a título póstumo, la medalla de la Ciudad a don Heriberto Barrera, antiguo líder de ERC cuyas opiniones sobre los negros en América se asemejaban a las opiniones que le merecían los charnegos en Barcelona. Y es por la retirada de la medalla que el señor Torra se enfurruñó y dijo que con ese gesto Barcelona se empequeñece, se vuelve provinciana y mezquina. Tengo más preguntas: ¿que deben significar los conceptos provinciano y mezquino para el señor Torra, un señor poco cosmopolita y con gran apego al terruño, al paisito?

Es deplorable y triste el papelón del payaso en el pregón. Aunque todos sabemos que existe la figura del payaso tristón y depresivo, con gran arraigo en Cataluña, no nos esperábamos que don Poltrona aprovechase la tribuna que le cedió Colau para hacerse el gracioso ante el auditorio nacionalista y racial, y meterle al respetable una barbaridad tan lamentable, tan mezquina, con tan poca gracia. Yo soy de los que, de niños, se asustaban ante la cara pintarrajeada del payaso. Uno de los que sufrió de lo lindo con el payaso Pennywise de Stephen King, cuya reencarnación catalana se subió ayer al estrado. Otra desgracia que nos ha caído a los catalanes. Y ya van muchas.






23 de set. 2020

El Naufraguito número 122

El día 21 de septiembre de 2020, en plena segunda ola vírica, apareció el número 122 de El Naufraguito. El Naufraguito es (o debe ser) no solo el fanzine literario más sorprendente editado en España (en Barcelona, España) si no un fanzine de culto, de culto sin paliativos. ¡Un fanzine en papel!

El asunto es que fui invitado a colaborar en el número 122, pero me sentí indispuesto y le cedí el honor a mi amigo Federico Capote, el cual aceptó la invitación a regañadientes, como siempre: Capote es un tipo huraño en la mayor parte de su tiempo, aunque también le he visto comportarse de modo servil y rastrero en varias ocasiones, y de veras les digo que fue algo vergonzoso de ver. Capote reniega de su ego en cuando puede, pero tras esa renuncia disfraza un narcisismo patológico. Pero escribe bastante bien, vamos, y eso es lo que le tengo en cuenta. Por eso me alegro de que Federico Capote haya participado en El Naufraguito número 122 con el  texto titulado "Cómo escribir bien un relato". Lo transcribo a continuación. Y les encomiendo a que busquen El Naufraguito donde sea y que se lo compren: es oro en paño. Dentro de poco les ofrecerán miles de euros por un ejemplar de ese fanzine, se lo aseguro. Un Naufraguito les podría solucionar la jubilación.

CÓMO ESCRIBIR BIEN UN RELATO EN EL SIGLO XXI

Nunca es tarde para ser mejor, como dijo Abu AbdallahAl-Muhasibi.

1- Cuide el estado anímico antes de escribir. Es importante, cuando no imprescindible, haber sufrido un tormento en el alma. Procure por todos los medios a su alcance que su ser más querido le haya abandonado, humillado o haya cometido infidelidad. Sumérjase en el sentimiento de la vejación, acomódose en los brazos del rencor. Sin resentimiento no hay arte.

2- Escriba ebrio y edite sobrio. Es un consejo de Ernest Hemingway que no debe olvidar. Es importante no confundir el orden de los factores, ya que la inversión de los mismos podría ser calamitosa para su obra. Sin alcohol no hay arte en occidente. Con alcohol no hay edición en occidente ni en oriente.

3- Olvídese de ser original o de pretender aportar algo nuevo al arte del relato. La originalidad es un vicio del romanticismo. Procure versionar, plagiar o robar algo (bueno) ya escrito. Recuerde que el lector es cada vez más ignorante. Si usted copia a Villiers de l’Isle-Adam tenga la certeza de que nadie le pillará. Si se quiere asegurar el tiro, plagie a un ruso del XIV.

4- Escriba a mano o en una máquina de escribir tipo Olivetti, es más barato y conviene invertir poco en la escritura: ya sabe usted que escribir no da dinero, así que es estúpido gastar. El papel lo puede robar de su oficina poco a poco y sin levantar sospechas. Si tiene usted un pariente, amigo o amante en el sector público, ingénieselas para que le provea de papel: lo que es de todos no es de nadie.

5- Incluya en su relato algo de feminismo, de ecologismo y de animalismo. Aunque no venga al caso, cuente que lloró como una Magdalena cuando presenció el atropello de un Schnauzer en la esquina de la Quinta Avenida con la Calle 73. Haber estado en Manhattan da mucho empaque.

6- Cuente o sugiera que de pequeño le violaron, le maltrataron o le vendieron a la mafia albanesa a cambio de 500 euros. O que presenció que su madre se pinchaba heroína mientras su padre se embrutecía viendo tele-basura y profería vivas a Berlusconi, a Aznar o a Sarkozy, y votaba a Pujol.

7- El protagonista debe pertenecer a una minoría étnica, sexual, religiosa, lingüística o arquitectónica: sería ideal juntarlo todo y crear un personaje inuit, hombre transexual y lesbiano, practicante de la fe Baha’í, catalanohablante en Alguer, que vive en una yurta enmedio de un páramo gélido y muy triste y que admira a Puigdemont.

8- Simule que su relato es ficción novelada, relato de no-ficción, literatura del yo o algo así.

9- Póngale un título largo a su relato, cuanto más extenso mejor. Si le preguntan por ello, diga que es un verso de Walt Withman, de Thomas S. Elliot o una frase de Jane Austen (en aquél ensayo sobre la correspondencia entre Virginia Wolf y Edith Warthon tan bueno que estoy seguro de que has leído). Cite a Juana Dolores si vive en Cataluña: queda muy moderno y transgresor.

10- Una vez haya escrito ebrio y corregido sobrio, reléase ebrio. Eso no lo dijo Hemingway.

20 de set. 2020

El pronombre "yo" en los blogueros y los youtubers


Youtubers y blogueros somos hijos de dos épocas, distintas, separadas por poco más de una década: entre los blogueros y los youtubers hay una distancia muy escasa. Creo que si los blogueros del año cero no se han pasado a youtubers es por prevención y cierta pusilanimidad o vergüenza: el youtuber exige lo físico. Los viejos blogueros estamos casi todos canosos, calvos en muchos casos, barrigudos en la mayoría, ojerosos, arrugados en varios grados. Perdónenme el lenguaje androcéntrico: viejas, canosas barrigudas... Por eso nos mantenemos firmes en los blogs que nos eximen de mostrar nuestra apariencia decadente: nos escondemos detrás del palabrerío escrito.

El youtuber es un tipo joven, insultantemente joven. Exhibe su rostro de piel lisa y lustrosa, y su pelo generoso o abundante, brillante, esos mechones que le ilustran cuando se le caen encima de las cejas, casi sin querer, y le cubren un ojo. A veces el youtuber se permite el torso en la pantalla, la barriga llana, los ojos sin gafas de miope o de estigmático, y las manos lindas. Hay algo virginal en el youtuber, algo adolescente: los viejos blogueros nos lamentamos de que no existiese el youtuber cuando todavía estábamos presentables, cabelludos, delgados, con el pelo íntegro en su color o su densidad. (Perdónenme el lenguaje androcéntrico de nuevo, de veras se lo pido que me perdonen).

Muchas son las cosas que nos separan a los viejos blogueros de los jóvenes youtubers, excepto una: lo que nos hermana, a pesar de la décadas, es el uso del pronombre de primera persona en singular: YO. YO. El epigrama aburridísimo del yo.

Mi opinión, mi punto de vista, mi visión del asunto, mis gustos estéticos, literarios, cinéfilos, políticos, sexuales, nacionales, históricos, mis manías, mis fobias, mis filias, mis ancestros, mis puntos fuertes (en el caso de los débiles) y mis puntos débiles (en el caso de los fuertes). Mis fotos, mis libros, mis películas, mis gatos, mis perros, mis novias, mis amantes, mis paisajes. Una exhibición constante e imparable, una catarata del yo, yo, yo. Una catarata como la del Iguazú: insoportable. Incluso una persona tan joven como la poeta Juana Dolores, premiada por su su poemario por una parroquia barcelonesa, no se sale nunca del poema del yo. Yo, yo, yo. Mi, mi, mi. Mío, mío, mío. Ella habla de Mi coño. A veces. En inglés se reían los ingleses de eso: Me, Myself and I. A la Juana le premió un parroquia, que eso conste.

¿Los blogueros y los youtubers y los que se expresan por el Facebook somos un ejemplo de la democratización de la cosa pública? ¿Nos verán así dentro de 100 o de 200 años? Yo creo que no. ¡Qué compleja es la democracia cuando a la democracia se la toma en serio!

Los blogueros nos estamos extinguiendo, como los dinosaurios grandes. Sobrevivirán los pequeños, más adaptables. Hogaño es como antaño: nada nuevo bajo el Sol. Muchos viejos blogueros y nuevos youtubers se pasan (nos pasamos) al papel: es increíble pero es así. El papel, he ahí el papel. El papiro de los egipcios. El papel no muere. O su versión en e-pub o lo que sea, o su versión en Amazon. Creo que el futuro del papel está en Amazon, guste o no guste. Las librerías lo tienen muy mal: se les augura una reconversión sin ayudas y yo llevo años sin comprar en ellas y no me duele nada mi opción, la verdad: incluso la librería Calders se puso a favor de Torra y del catalanismo, vaya disgusto tan gordo.

El último libro que compré, vía Amazon, estaba impreso en Leipzig, por Amazon Distribution. Es "La raza catalana", volumen 2, de Francisco Caja. ¿En qué librería catalana hubiese encontrado o podido encargar este libro? ¿Lo hubiese encontrado en la semana del Llibre en català? Por eso existe Amazon, que en Cataluña es un espacio de libertad, y por eso dejarán de existir las librerías muy catalanas: la librería Calders se nos ha vuelto nacionalista, nos han dejado solos a los catalanes no nacionalistas. En correspondencia, nosotros dejaremos a la Librería Calders. Ellos se lo han buscado. Es lo que hay. La guerra la empezaron ellos. Ellos la perderán. Pero ninguna guerra es buena, y en todas las guerras solo hay perdedores, digan lo que digan los manuales de historia.

Yo, mi, mi opinión, mi punto de vista, mi opción, lo que yo creo bueno, mi verdad, mi razón. Quizás los blogueros de antaño y los youtubers de hoy hacemos oposiciones a tertulianos en un canal de televisión. Las tertulias crecen y la democracia se empequeñece: la democratización de la opinión es un espejismo.


El mundo es lo que uno percibe del mundo. La piel es la única frontera, y es una frontera que envejece.

18 de set. 2020

La memoria democrática y Carlos Sentís

Es innecesario reseñar la figura de Carlos Sentís, hombre de gran mutabilidad en la política: empezó trabajando para la Generalitat de Lluís Companys. Emigró a Italia tras la sublevación del 36, y allí se puso al servicio de Cambó y de su aparato de información para Franco. En 1939 entró en Barcelona, desfilando con las tropas nacionales al lado de Juan Antonio Samaranch. Se reinsertó en la democracia tras la restauración del 78 y colaboró con entusiasmo en el regreso de Tarradellas. Un caso de capacidad adaptativa muy brillante, ejemplar. Sentís murió en 2011, a los 99 años. Pero no trato de eso. Hablo de su actividad como periodista en los tiempos republicanos. 

Sentís, en 1932, escribía crónicas para la publicación barcelonesa titulada "Mirador". Allí destacó con una serie titulada "Viatge en Transmiserià" (Viaje en Transmiseriano): se disfrazó de pobre y se subió a un autobús, en Lorca, junto a decenas de murcianos que emigraban a Cataluña. Algunos dicen que Sentís inauguró el "periodismo de investigación" o incluso el "periodismo de infiltración", por lo del disfraz de pobre. Cabe señalar la argucia del término "transmiseriano": el tren transiberiano al que alude recorre más de 9000 kilómetros y une Europa con Asia. El autobús Lorca-Barcelona solo transita 500 y no sale de España. Pero la comparación, preñada de mala intención, ya está hecha.

Luego (en 1933), Carlos Sentís se paseó por el barrio de La Torrassa, en Hospitalet de Llobregat, chabolas y barro, en donde se hacinaban los emigrantes murcianos del autobús, y siguió reportando sus impresiones a vista de halcón catalán sobre las murcianas y los murcianos a quienes compara a los cerdos (literalmente): un porc remena entre la brutícia i en treu un ram de flors. Un Sentís sobrecogido, tan sensible y humano como cualquier racialista de cualquier otra parte del mundo racialista, se escandaliza ante la promiscuidad, la delincuencia y el gran número de "idiotas" que hay en la comunidad murciana de La Torrassa. Confunde la promiscuidad con el amor libre y les reprocha que su único contacto con la legalidad sea el acto de acudir a solicitar ayuda a la beneficencia pública. ¡Delincuentes y aprovechados!, lamenta Sentís, el muy hábil oportunista (¿les suena a algo de hoy esa mirada sobre el inmigrante?). El periodista percibe con horror que la promiscuidad de los murcianos dispara la natalidad y la sitúa por encima de la natalidad de los catalanes de la vera raza catalana. Describe a los murcianos como a una gente degenerada de un modo no muy alejado al de las fantasías góticas de Lovecraft cuando describe a los gouls, una rama de la humanidad que involucionó y que quizás era una imagen de los afroamericanos. Lovecraft fantaseaba y escribía ficción, pero Sentís afirma describir la realidad verdadera. 

Un Jordi Pujol prepúber leyó el librito "Viatge en Transmiserià", de Sentís. Dice Pujol, en sus memorias, que estaba enfermo de gripe, en cama y con fiebre alta, y que el libro -se lo facilitó su padre, Florenci- le impresionó mucho. Muchísimo. El Pujol adolescente se preguntó: ¿cómo lo podemos hacer para que esos desgraciados se vuelvan catalanes?. ¿Cómo lo podemos hacer para que ellos sean como nosotros? La escena no es anecdótica: cuando Pujol, unos años más tarde -no muchos- tuvo la visión epifánica en el pico del Tagamanent y le fue revelada la misión que Cristo y la Patria le habían encomendado, recordó la lectura de Sentís. Pujol construyó su delirio nacional a partir de varios elementos, pero también a partir de Sentís. De haberse dedicado al romanticismo literario, Pujol hubiese sido un Lovecraft catalán y por lo tanto disminuído. Para nuestra desgracia, presidió la autonomía catalana durante 23 años.

La admiración de Pujol por Sentís no termina en aquella lectura febril e iluminadora. Cuando se reeditó el "Viatge en Transmiserià", en 1994, Jordi escribió el prólogo de la reedición en la editorial "La Campana" fundada por Josep Maria Espinàs. Carlos se presenta transfigurado en Carles según reza la portada. Ese prólogo era una deuda vital de Pujol. Esa deuda pujoliana es la que quizás explica que Sentís fuese condecorado con la Creu de Sant Jordi (1986) y que obtuviese el Premio "nacional" de periodismo de Cataluña en 1998. A día de hoy, la página del Departament de Cultura de la región catalana titulada "Qui és qui a les lletres catalanes" le incluye como autor catalán, aunque admite que escribió en "otras lenguas". [Nota: la única "otra lengua" en la que escribió, y lo hizo más extensamente que en la catalana, fue el castellano]. Sorprende que las últimas Consejeras de Cultura catalanas no lo hayan eliminado. ¿Sorprende? ¿Porque debería sorprendernos, a estas alturas, la simpatía entre el franquismo y el independentismo? ¿Acaso no se parecen demasiado? ¿Acaso no mantienen grandes vínculos de sangre?

Sentís, su "Viatge en Transmiserià", la lectura que de él hizo un Pujol imberbe y edípico, ya pasto del psicoanálisis (¡qué pena que Lacan no hubiese conocido a Pujol!), todo eso forma parte de la memoria democrática de España.

Hay que hablar de eso. Soy partidario de dejar las cosas como están, no prohibir nada y dejar a la historia y a la memoria así, visibles, tal como están. Pero contarlo. Sobretodo contarlo.

16 de set. 2020

Cuixart esquina Forcadell

Domingo 13 de Septiembre. Mediodía. El Sol es blanco y rechoncho. El aire está inmóvil, detenido por arte de una maldición eficaz. Aire pasmado como el agua justo antes de hervir. Al abrir las puertas del coche (a ver si encuentro un sitio en donde me den de comer) entra una bocanada tibia y catalana. Como en tantos otros onces de septiembre, en este también huí de Cataluña. Regreso un par de días más tarde. ¿Huir? Quizás sí, quizás así sea. No tengo ánimo de mártir ni me gustan los mártires patrióticos, ni tan solo se puede hablar de Rafael de Casanova como un mártir.

Sea como sea, estoy de vuelta en Cataluña. Estoy en Cataluña y hace bochorno. La Conca de Barberá es eso, una cuenca o una olla bochornosa y agobiante. De este pueblo emigró un antepasado mío y no volvió jamás, ninguna circunstancia le llevó de vuelta. Ni tan solo pidió ser enterrado allí: su cuerpo, lo que de él quede, yace en un cementerio de Barcelona. ¿Fue más feliz en Barcelona que en su pueblo de origen?

Por una de las calles principales me dirijo hacia la plaza, pensando en que allá habrá algún garito. Y lo hay: es un local regentado por tres mujeres filipinas. Amables, buen precio y calidad estándar. Tanto en el primero como en el segundo hay un plato filipino a escoger. Todo parece andar bien. En la terraza, sol y moscas.

Sol y moscas: Cataluña.

En las mesas a ambos lados de la mía todos hablan castellano (con alguna locución catalana interpuesta), ese bilingüismo natural y armónico que disgusta a los hipertensos de Koiné y de la Plataforma per la Llengua, que quizás sean los mismos pero con dos collares. Hay quienes desean collares, y cuántos más mejor.

Ya de vuelta, saciado, es cuando descubro que muchas de las calles del pueblo de mi antepasado lucen dos rótulos: el uno, más antiguo, es azul con letras blancas (a veces blanco con letras negras). El segundo, más nuevo, fondo amarillo. Ambos llevan el logotipo del ayuntamiento y la misma tipografía. Así, por ejemplo, la calle Àngel Guimerà es también la calle Joaquim Forn; la calle Pau Casals también es Anna Gabriel y la calle Joan Maragall, también Josep Rull. Si los antiguos nombres ya eran bastante patriotas, les han añadido una segunda opción, más patriota y más contemporánea si cabe: la cosa catalana es imparable y debe renovarse. En algunos casos huele a redundancia excesiva: la calle que antes era Rovira i Virgili (un exaltado nacionalista racialista) ahora también es la calle Carme Forcadell.

Al llegar a la calle Mestre Roig (?) veo que también es Dolors Bassa, pero algo me dice que Dolors Bassa se podría caer del nomenclátor amarillo: dicen que Dolors está por pedir el indulto. No he visto la calle de Puigdemont, pero supongo que es por no haber transitado la calle Mayor. La presencia ausente de Puigdemont induce al chascarrillo. Uno suele reírse a costa del ridículo Puigdemont y hoy no será menos.

En una rotonda fea, al final del pueblo, calcinada como una esquina de Hiroshima, descubro que la rotonda tiene nombre: Plaza Uno de Octubre (en recuerdo de los hechos acontecidos en Cataluña el día 1 de octubre de 2017). Es la única placa que lleva una explicación.

El breve paseo por el pueblo ha mostrado un pueblo triste. Hay muchas tiendas cerradas para siempre, algunas de ellas llevarán así más de una década. Otras, más de dos o de tres. Hay una tienda de objetos decorativos que, aunque abierta, parece ensimismada en un oscuro recoveco perdido en el tiempo: su mal gusto es bíblico. Las fachadas languidecen. La tristeza se me pega al cuerpo con más ahínco bajo ese calor sudoroso, y las moscas diminutas se me meten en el hocico, a la búsqueda de la humedad en las comisuras de los labios. Vine a buscar algo de comer y parece que haya venido a rescatar al coronel Kurtz. El horror. Cataluña está ensimismada en su propio horror, cocida en su propia salsa de nacionalismo y estupidez. El horror.

Luego doy con la calle Lluís Carulla, ahora también calle Jordi Cuixart. Buen acierto: han hermanado a dos empresarios dudosos. El caso Cuixart me llena de dudas: si bien es cierto que el hombre no era ni diputado ni cargo público, su implicación en el intento de golpe de estado nacionalista del 2017 es algo que debe ser bien analizado. No vale reducir su caso al asunto mediático del hombrecito de la melenilla mulet encaramado en un coche de la Guardia Civil, arengando a los demás a no sé qué barbaridad. El caso Cuixart es mucho más profundo, mucho más inquietante. Cuixart me produce un escalofrío: le veo siniestro hasta lo indescifrable. Y por otra parte me parece un exaltado, un tipo sanguíneo e irracional que, en otras circunstancias y en otras latitudes podría ser un líder terraplanista. Y en otros tiempos pudo ser un hereje iluminado y a la vez un inquisidor temible, furibundo, un sádico.

Me parece muy rara la doble nomenclatura: no se atrevieron a suprimir a Casals, a Rovira i Virgili, a Maragall, a Guimerà. Tampoco pudieron construir nuevas calles para los nuevos fantoches símbolos de la patria. Decidieron algo sintético y ridículo: una sola callejuela estéril y lamentable por fea y por inane lleva dos nombres, como un homenaje a la cobardía y a la esquizofrenia, un signo de las dos Cataluñas superpuestas, la rara evolución del sentimiento atávico. Tradicionalismo al cuadrado. Carlismo al cuadrado. Y todo eso sucede en esa Cataluña que se empobrece a grandes zancadas: toda la Cataluña interior da muestras irrefutables de una decadencia abismal teñida de banderitas, una caída anunciada en cada estrella de la bandera estrellada. En los noventa, ese pueblo parecía renacer. Hoy, señala el camino del descenso. Podrían dedicarle una calle a la Tristeza y, bajo el rótulo, nombrarla también Calle Independencia. Cataluña ensombrecida, triste, penosa. La Cataluña tras el "procés".

Salgo del pueblo por la carretera que transcurre al lado del río. En el invierno pasado, una riada se llevó casas, empresas y huertos de la orilla del Francolí. El desastre está ahí expuesto todavía, todavía están las máquinas y las ruinas que les dejó la avenida de las aguas, como si ayer mismo el río se hubiese cabreado. Quizás le pueden poner "Avenida de Carles Puigdemont" a la calle que el agua embravecida arrasó y no han sido capaces de enderezar.


13 de set. 2020

Nunca entoné ni entonaré "Els Segadors"



Les voy a proponer un juego. Como no soy nada amante de las intrigas y de ese tipo de acertijos en los que solo se pretende demostrar el ingenio superior del que lo propone, a continuación les daré la solución: lo que me gusta de eso es la moraleja.

La pregunta es la siguiente: ¿quién cree usted que escribió la oración "Nunca entoné ni entonaré Els Segadors"?

a) Yo mismo

b) Mi vecino José, nacido en Algeciras

c) Valentí Almirall, fundador de la doctrina nacionalista catalana.


En efecto, lo ha adivinado usted: fue Valentí Almirall. Aunque también sea cierta para las otras dos opciones, el mérito de la autoría de Almirall nos supera. Almirall, que inicia el nacionalismo el 26 de mayo de 1881 según autores como Francisco Caja, murió "lerrouxista y amargado" en 1904 en palabras de Josep Pla. No sin antes haber escrito la frase del título.

Una vez comprobó que era imposible aunar nacionalismo y liberalismo, Almirall descubrió que había despertado a un monstruo que no podría detener. Almirall había desarrollado tesis, profundamente racialistas, que fundamentaron su doctrina y que son rastreables hasta el día de hoy en textos racialistas de Jordi Pujol y en algunos pseudotextos, más breves (o tuits) del señor Joaquim Torra. Aunque Almirall ya había renegado del nacionalismo y se había ido, amargado, con Lerroux, un tal Antoni Rovira i Virgili escribió de él (en 1936):

"El federalismo de Almirall adquiría un aspecto más catalán cada día, y la sava racial le daba un gusto de cosa de nuestra tierra (de cosa nostrada)".

Antoni Rovira i Virgili, por si a alguien se le escapa, da nombre a una universidad catalana de hoy, año 2020, siglo XXI. Otro racialista ferviente premiado por la historia oficial catalana. ¿Memoria histórica?

Para terminar este apunte breve del racialismo catalán que está en la base del nacionalismo actual, les propongo otro acertijo. ¿Quién dijo la frase siguiente?

"Un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic. La Antropología habla con más elocuencia que un cañón del 42".

Respuesta: Daniel Cardona (1890-1943), uno de los fundadores del grupo ultranacionalista "Nosaltres sols" y partidario de la lucha armada (el nacionalismo de la Browning), homenajeado hace poco por el señor Joaquim Torra. De nuevo la memoria histórica (y democrática).

Y por si alguien quiere más, le dejo la aportación del poeta Joan Salvat Papasseit:

"Por lo que respecta al odio, es necesario que os diga esto: no suspiréis por nuestra libertad sin pasar por el odio. ¡Mientras no les odiemos nunca podremos vencerlos! Es necesario, pues, propulsar el odio hacia España o dejar de existir".

Y por fin un poco más de memoria histórica: Salvat Papasseit tiene calle en Barcelona, Blanes, Sabadell, Sant Boi, Calafell, Molins de Rei, Sitges y Gerona. Quizás en más poblaciones. Será por sus poemas vanguardistas, supongo. Los catalanes siempre han sido muy dados a la poesía futurista y/o vanguardista de principios del XX. Como los italianos del futurista Marinetti, padre del fascismo que inspiró a Mussolini. 

 

8 de set. 2020

La raza catalana


Hace unas semanas me pregunté: ¿el nacionalismo catalán es xenófobo? ¿Cómo lo podemos afirmar?. Y en caso afirmativo: ¿cuándo empezó el desastre?. Tuvimos un pequeño debate. ¿Fue Pujol con sus lamentables opiniones sobre el carácter andaluz? ¿Fue Heribert Barrera?.

¿Cuándo se jodió Cataluña?

Pues bien, hay un libro que ha buceado en la historia para ofrecer una respuesta. Una respuesta documentada, seria, analítica y bien trabada, a la que dudo de que se la pueda confrontar. Es este libro, en dos volúmenes, fascinante y atronador. "La raza catalana. El núcleo doctrinal del catalanismo". Una lectura necesaria.

Según Francisco Caja, el asunto arranca en la época dorada de los racismos europeos (o racialismos): el primer autor que cita es Valentí Almirall (1841 - 1901), con su librito "Lo catalanisme". No solo señala el libro de Almirall: en el prólogo, brillante, de Jon Juaristi, se sugiere que Almirall pudo haber inspirado a Sabino Arana. Del prólogo saco esta cita:
Frente al racismo explícito y no disimulado del nacionalismo vasco, se tiende a percibir el catalán como limpio de excrecencias racialistas y abierto a la integración de los foráneos: un nacionalismo, en suma, cívico y no étnico. Las pruebas en contra de este percepción acumuladas en el ingente estudio de Francisco Caja vienen a demostrar lo contrario: que el racismo inherente al nacionalismo vasco palidece ante la abundancia y las pretensiones científicas de las teorías de los ideólogos del nacionalismo catalán. Más aún: que el racismo de Sabino Arana fue probablemente una versión del incipiente racismo que se cocía en los medios políticos del federalismo catalán (...)
Hace muchos años, cuando yo era joven, tuve un amigo que se había casado con 23 años y se divorció a los 25. Su padre, de casa menestral catalana, le espetó que "eso de divorciarse es cosa de charnegos" y cuando me lo contó, me quedé pasmado. Jamás se me hubiese ocurrido darle una lectura étnica al divorcio. Aunque ya por entonces pensé (lo pensé a la manera de mis veintipoco añitos), que su padre debía estar expresando algo que tenía que ver con el asunto de las clases sociales: el término "charnego", lo tengo claro, es un concepto que define a los foráneos de extracción social baja. Es decir, casi nadie le llama charnego al andaluz rico y exitoso (y si lo hace, es en círculos muy íntimos y con una sonrisita de conejo listo).

Más tarde, ya pasados los 40, me reencontré con una amiga de los tiempos del instituto. Había vivido muchos años en Francia y regresó a Barcelona. Intentó recuperar viejos contactos. Entre ellos estaba uno que se metió a la política catalana y que, por entonces, gozaba de un cierto reconocimiento cultural y académico. Al descubrir su militancia en la cosa nacionalista, mi amiga le pidió que le recomendase libros para comprender el catalanismo contemporáneo. Se quedó estupefacta cuando el político le indicó que debía leerse, antes que nada, "Lo catalanisme", el libro de Almirall publicado en 1886. Ella regresaba de Francia y esperaba algo más acorde con el siglo XXI. Y sin embargo, poco después, mi amiga regresada de Francia se proclamó nacionalista independentista.

Me interesan esos relatos, los íntimos, los personales: los casos concretos y de veras en los que nos hemos topado con el nacionalismo xenófobo, el racista o racialista. Creo que hay que escribir sobre eso, hay que reportarlo y mostrarlo, ponerlo en negro sobre blanco, en los papeles y en las pantallas. Para poner en evidencia las raíces xenófobas de lo que nos está pasando y, sobretodo, para desenmascarar a quienes pretenden vender el movimiento independentista como algo progresista y muy democrático. Lo que estamos viviendo es un desastre de grandes magnitudes, un desastre mayúsculo. Y esa urgencia exige relatos personales. Una anécdota solo es una anécdota. Pero mil anécdotas no son mil anécdotas: son un paradigma.

Seguiremos con el asunto, lo prometo.

6 de set. 2020

¿Religión islámica en el escuela pública? ¡Un buen debate!


Cuenta la prensa que en la región catalana se procederá a una prueba piloto para implementar la religión islámica en los centros educativos. Sobra decir que la religión católica ya está incluída en el currículum de muchísimos centros públicos. Leo opiniones encendidas, airadas y mal argumentadas o sesgadas, tanto a favor como en contra, pero a menudo con una intención espuria. Por eso mismo quisiera apuntar algunos datos. Y les aseguro que sé de lo que hablo, aunque ahora no voy a contar mi curriculum profesional en la educación pública (y privada católica):

1- Lo que se hará en Cataluña es una prueba piloto: luego vendrá la evaluación, cuando sea oportuno. Ya llegará el momento de debatir, a partir de los datos y las valoraciones obtenidas tras la prueba. No es el momento de rasgarse las vestiduras ni a favor ni en contra.

2- Actualmente, la educación religiosa musulmana (o islámica, pero nunca "islamista") solo se da en las mezquitas, lugares que están fuera del control público y de la supervisión estatal: que se dé en el ámbito escolar público significa, ante todo, que hay un control de los contenidos. Sacar la educación islámica de las mezquitas para ponerla bajo la supervisión del Estado no es, a priori, ninguna mala idea.

3- La Constitución establece que España es un estado aconfesional. "Aconfesional" no es sinónimo de "laico". Eso significa que todas las religiones tienen cabida y no hay discriminación.

4- La religión musulmana es una religión abrahámica y monoteísta, como la cristiana. En ninguna página del Corán se promueve el maltrato a la mujer ni nada parecido. Podría contar muchas más cosas al respecto pero no soy teólogo. Es una religión con muchas similitudes con el cristianismo. Es pacifista. Las interpretaciones belicosas son interpretaciones sesgadas, promovidas por voces radicales y enloquecidas, tanto como las llamadas a la cruzadas de los Papas y reyes medievales del cristianismo de antaño, por fortuna superado. Por eso mismo es importante que el contenido de las enseñanzas religiosas del islam esté supervisado por el Estado.

5- Muchos desearíamos una educación pública laica, ya que creemos que la religión es un asunto privado o íntimo, tal como la ideología política, la opción sexual, la dieta o cualquier otra creencia metafísica. La escuela es el lugar del conocimiento compartido y del aprendizaje de la convivencia entre diferentes.

6- Abrir las puertas a la enseñanza del Islam en el ámbito de la educación pública entraña riesgos, es cierto: podrían pedir lo mismo los evangelistas, los ortodoxos, los judíos, los creacionistas, los budistas, la fe Baha'i o el confucionismo (de Confucio, no de confusión). Mientras el Estado lo supervise, se limita la influencia perniciosa de las iglesias o las mezquitas radicalizadas sin control alguno, en donde sí se entrañan riesgos graves. Se puede añadir que la educación pública debería promover lo que nos iguala y no lo que nos separa.

7- Sin embargo, y a pesar de los muchos riesgos, de momento solo se habla de una prueba piloto y ahí están los diputados, técnicos, educadores, familias y todas las instancias implicadas para participar en el debate. Esperemos que sea así y que el debate sea racional y racionalista, y que tenga en cuenta el ideal ilustrado que inspira nuestra Constitución.

8- Escribo todo eso desde mi aculturación cristiana y desde mi perspectiva de humanista cristiano, sin avergonzarme de ello. También recuerdo que la España pluriconfesional, antes de la expulsión de los musulmanes y los judíos, fue un España rica y floreciente en el arte, la cultura, y la economía, y que los conflictos de convivencia y las guerras se debieron más a cuestiones políticas y de poder que no a problemas de convivencia real entre personas.

9- Soy consciente de que escribir esto aquí me puede acarrear más de un disgusto, pero me parece oportuno aún así. Ojalá, si hay debate, sea en nombre de la razón, de la convivencia y de los valores de la Constitución que todos deberíamos defender como un valor superior que nos hace ciudadanos de España, que es un estado europeo, democrático y liberal.

3 de set. 2020

Decálogo del buen catalán


1- Cuente los apellidos catalanes que usted posee. Si son más de cuatro, no hace falta que siga leyendo: usted es un buen catalán y sin rechistar.

2- Si usted tiene menos de cuatro apellidos catalanes, sepa usted que debe compensar el déficit. Empiece por hablar y pronunciar lo más correctamente posible la lengua propia de Cataluña, según reza uno de los primeros artículos del Estatut d'Autonomia de Catalunya. Evite hablar y escribir como Ramón Cotarelo: aunque como Cotarelo insulte a los votantes de ERC, usted nunca será considerado uno de los nuestros en sentido estricto. Si alquila una casa en la provincia de Gerona cerca de la de Puigdemont, como Cotarelo, tampoco lo conseguirá. Hay que hacer algo más.

3- Afirme que Cataluña es una nación milenaria, que la Corona de Aragón no sería nada sin los condados de Barcelona, que l'Alguer es Cataluña y Perpiñán también. Añada que el reino de Cataluña existió, y sírvase de metáforas extraídas de Juego de Tronos si es menester.

4- Cuente a sus familiares, amigos, amantes y demás personas que le soportan por obligación, sangre o vínculos esotéricos, que lo de 1714 fue una guerra de España contra Cataluña, y que la denominada Guerra Civil Española también lo fue. Cuente que, en resumen, Cataluña es una nación invadida dos veces por España: no se altere cuando le respondan que nadie invade dos veces un mismo territorio. Atribúyalo a la maldad duplicada de la España y quédese tan tranquilo.

5- Niegue con soltura y sin alterarse cualquier evidencia histórica que le planteen: niegue que Rafael de Casanova viviese muy bien con cargo público, a cargo de la corte borbónica, tras 1714. Niegue que sus descendientes fueron nombrados "Grandes de España". Niéguelo todo y remítase para ello a cualquier historiador romántico. Le sugiero Ferran Soldevila.

6- Afirme usted que Cataluña va por el 134 presidente de la Generalidad. Niegue que solo hay 10 presidentes elegidos democráticamente (no todos esos 10 están muy claros), y que los anteriores fueron clérigos o nobles elegidos entre ellos. Aproveche para afirmar que la primera democracia de Europa era la catalana. Ya puestos, diga que Tartessos era Tortosa, que Hernán Cortés era Ferran Cortès, que Miguel de Cervantes era Miquel Sirvent y etzétera. No se corte. Remítase al Institut de la Nova Història si necesita pruebas irrefutables y sin duda alguna. No se lo pierda.

7- Diga que los de la Assemblea Nacional Catalana son muy cazurros pero grandes patriotas. Diga, también, que el independentismo es transversal en la clase, la raza y la lengua: diga que a pesar de ser más bien burros son buena gente. Diga lo mismo de Mònica Terribas y, de paso, de Gabriel Rufián. Ya puestos, diga que Carles Puigdemont no es muy listo pero es un tonto de los nuestros, muy tonto y muy de los nuestros. Más vale un tonto nuestro que un listo de los suyos, you know.

8- Afirme que los presos encausados por el juez Marchena por la causa secesionista son "presos polítics". Cuelgue una pancarta con esta frase en su balcón y exija su liberación inmediata. No se olvide de colgar, también, la bandera estrellada. Repita siempre que no hay justicia en España, o que la justicia española es venganza. Olvídese de que la Audiencia Nacional (española) acaba de exculpar al señorito Puigdemont de las acusaciones de malversación durante su etapa como alcalde de Gerona.

9- Afirme que las chicas de la CUP son buenas personas, solo que un poco idas de la olla, pero son nuestras idas de la olla, qué le vamos a hacer. Del mismo modo que don Carlos Sentís o don Juan Antonio Samaranch eran nuestros falangistas. Falangistas, sí, pero nuestros falangistas.
                                                                                                                                                                    10- Repita una y otra vez que Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Carmen Laforet, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas, Enrique Vila-Matas, Carlos Barral, Francisco Casavella, Javier Pérez Andújar, Roberto Bolaño, Jaime Gil, Víctor del Árbol, Jordi Ledesma, Vidal-Folch, Ferran Planas, Ana María Matute y otros tantos no son verdaderos catalanes por haber escrito en castellano... Insista en que Josep Pla escribía en catalán pero no era lo bastante catalanista, y en que Salvador Espriu lo mismo, ya que elogió a España en demasía en su "La pell de brau". Olvídese de que la lengua catalana es una lengua de España y, por consiguiente, una lengua española. Reivindique a Laura Borràs, autora de "La literatura en un tuit". Diga que Rosalía no es catalana y que Nuria Feliu sí lo es. Diga que Juana Dolores ganó un premio de poesía catalana solo para liarla, porqué es una lianta, pero que sea lo que sea no es catalana. O no lo es tanto como la Mercè Rodoreda o l'Anna Murià. Y así hasta el infinito, hasta el puto infinito.



1 de set. 2020

Heribert Barrera y Pere Calders. La xenofobia en Cataluña


Es urgente reportar la xenofobia catalana contra los demás españoles. Hay que escribir un libro sobre el asunto, un tratado que será largo por lo mucho que hay que contar, por lo denso de su enjundia. La xenofobia no empezó con la ANC, ni es cosa de Paluzie o de Forcadell, aunque ellas se sumaron, ilusionadas, al odio hacia el diferente. La xenofobia, posiblemente, tampoco tenga su origen en los años republicanos ni se deba a Francesc Macià, aunque Macià y otros muchos políticos republicanos (muchos de ellos simpatizantes del fascio italiano y del nazismo alemán) se apuntaron a la causa. Hay que rastrear en el pasado y es una tarea difícil. Pero necesaria, creo yo. Es más: yo me pondría a trabajar en eso, pero no tengo ni la formación ni el tiempo para hacerlo con solvencia. A no ser que alguna fundación me pague durante un par de años una beca digamos que digna. No será una fundación catalanista, por supuesto. Ni tan solo catalana, me temo.

Así que vamos a aceptar la realidad y vamos a ir dejando apuntes. Alguien los podría retomar, algún día, en alguna parte.

Para que se dé la xenofobia en un lugar, el lugar tiene que ser receptor de extranjeros. Dicho de otro modo: nadie, en Burkina Faso, odia a los inuits. Eso permite preguntarse: ¿empezó la xenofobia en Cataluña con la primera oleada de inmigrantes murcianos en la Barcelona de 1888? Es una posibilidad. Se deben rastrear textos, artículos, discursos. El populismo nacionalista tampoco es un invento de Trump o de Puigdemont.

En Cataluña hay algunos xenófobos de renombre en tiempos contemporáneos, o casi, como aquel Heribert Barrera (presidente de ERC) que dijo en una entrevista:
Se debería disponer de una ley de extranjería más dura aún que la anterior. Que para venir aquí se necesiten papeles, un visado y que al que esté en situación ilegal se lo pueda expulsar inmediatamente sin demasiados trámites burocráticos y sin intervenciones judiciales y que al que esté aquí en una situación legal, si aún no ha adquirido la nacionalidad y delinque, se le expulse. Esta es una primera cosa que se tiene que hacer. ¿Que aun así seguirá llegando gente? Bien, pero seguirá llegando en una cantidad más limitada, que seguramente sea tolerable.
Sus palabras, a día de hoy, suenan a música en los oídos de simpatizantes de Vox, y sin embargo nadie en ERC repudia a Barrera pero sí se ofenden cuando les equiparan a Vox. Pero de Barrera se ha hablado mucho. Como las palabras de Jordi Pujol que recogieron Siscu Baiges y Jaume Reixach en "Jordi Pujol. Historia de una obsesión" (1):
El hombre andaluz no es un hecho coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido [...] Desde un punto de vista religioso y desde un punto de vista de respeto y estimación, esos hombres son más respetables que nadie. Representan, además, una esperanza: en Cataluña tenemos experiencias de lo que pueden llegar a valer cuando se encuentran en un ambiente favorable.
El rastreo de los argumentos xenófobos me llevó, casi por azar, a un artículo del escritor Pere Calders aparecido en la revista Serra d'Or en julio de 1965. Cabe recordar que esta revista "cultural" la edita la Abadía de Montserrat. Calders reseña el libro de Paco Candel que acababa de ver la luz: "Els altres catalans", un extenso reportaje sobre la situación de la inmigración andaluza, gallega, murciana y etc en la Cataluña de los 60, la del desarrollismo franquista. Calders titula su artículo "Un gran èxit editorial", dejando entrever algo de envidia o de rencor en el título. Calders, que quizás se leyó a Candel, saca algunas conclusiones:
  • la magnitud de la inmigración castellanoparlante pone en riesgo la "cultura catalana"
  • la situación de miseria de los inmigrantes les puede generar resentimiento hacia Cataluña
  • se debería actuar con la caridad, o mejor aún con estrategias en origen para evitar su llegada
Pere Calders escribió una literatura más bien facilona, entendible por escolares de 10 años de edad. Humor blanco, sintaxis básica y una fantasía de tintes vagamente surrealistas, como si hubiese comprendido algo de Buñuel en versión familiar y apta para todos los públicos. Calders, a través de sus relatos siempre breves, intentó darse un pátina de buen tipo, bonachón y simpaticote, progresista moderado. Pero luego está la reseña de Candel en Serra d'Or, en donde nos aparece un Calders que pretende disimular su xenofobia bajo un barniz humanista, que es el barniz más obsceno bajo el que suele ocultarse la xenofobia: el cristianismo ad hoc. Calders, para más señas, regresó del exilio mejicano a la España de Franco en 1962, y poco más tarde fue galardonado por sus obras escritas en catalán. Quizás el franquismo comprendió y toleró muy bien algunas ideas. Òmnium Cultural se fundó en 1961.

Hay mucho trabajo por hacer en Cataluña. Eso no es ninguna broma. La feina ben feta no té fronteres.

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Temas de Hoy, 1991