29 de març 2022

VELES E VENTS

Cuando Artur Mas vaticinó que en una Cataluña independiente las empresas internacionales se darían bofetones para venir a invertir, demostró unas cualidades realmente asombrosas como vidente.

Puesto que con tan solo el aviso de la independencia, las mayores empresas que ya estaban aquí empezaron a desfilar hacia otras geografías españolas y más amables. Nissan está cerrada, por no hablar de la Caixa, del Banco de Sabadell y de una lista de más de mil que se fueron para no volver. Y no solo eso: algunas empresas que sondean la posibilidad de instalarse en Cataluña optan por fin por otros lugares, como Volkswagen en Sagunto, por ejemplo. 

Ninguna autoridad ha opinado sobre el tema de Volkswagen: a lo sumo, algún político de tercera fila (y muy independentista) ha soltado que eso pasa por no disponer de un estado "propio", demostrando así una capacidad analítica casi tan asombrosa como la perspicacia clarividente de Arturito Mas.

Pero no pasa nada, y la autoestima del "poble" no debe decaer, y por eso nuestras autoridades nos traen la Copa América, que por lo visto es un concurso de barcos a vela muy interesante que nos dejará un chorro de millones. No sabemos a qué bolsillo irán esos millones, ya que me temo que no se van a repartir entre la ciudadanía ni revertirán en la mejora de ningún servicio público.

Este es el saldo: hemos perdido miles de puestos de trabajo para miles de personas pero hemos ganado un campeonato de vela. Más pobres, pero con regatas de pijos en la playa. Y eso nos lo ha anunciado el señor Roger Torrent, antaño presidente de un parlamento rebelde, soberano, majestuoso y solemne. Y hoy discreto buscador de premios de vela. La vela es, como todo el mundo sabe, un deporte popular al que suelen jugar los repartidores de Glovo cuando terminan su jornada laboral: en Cataluña todos atamos los perros con longanizas y todos tenemos un velero en el puerto deportivo. Cuando no dos.

Hoy asistí a un debate en el que alguien se lamentaba de la pérdida de inversión y de creación de puestos de trabajo y otro le respondía que lo de la Copa América devuelve la ilusión a una Cataluña ensimismada y decaída, que pierde puestos en el cómputo nacional de inversiones a toda marcha. El debate terminó cuando una tercera persona intervino: lo más grave y de lo que debemos hablar es de la reforma de la ley de inmersión lingüística... ¡a quién le importan los puestos de trabajo en Nissan o en Volkswagen!

Pues eso: bienvenidos a la Cataluña post independentista. Esa Cataluña en la que algún pazguato avisa de que "ho tornarem a fer". Ellos sabrán.

27 de març 2022

La patria de papel


Me veo a mi mismo desarraigado. No me gusta la cultura popular y las tradiciones me parecen rancias cuando no bochornosas, telúricas, aborrecibles. Jamás me identifiqué con ninguna tribu, así que pasé por varias aunque con algo de distanciamiento, siempre con una ceja arqueada. Me sentí catalán durante un tiempo, que fue breve y me duró menos que el tiempo en que me sentí fan de David Bowie. Cuando me dijeron que sentirse ciudadano del mundo ya no estaba de moda y que el internacionalismo ya no se llevaba, me quitaron mi último asidero.

Si me declaro constitucionalista (para evitar en anti- de antinacionalista) me tratan de facha, y cuando manifiesto mi preferencia por la socialdemocracia y el estado del bienestar, me llaman sanchista o podemita, adjetivos absurdos y reduccionistas, usados como un insulto tabernario. Cuando uno se sale del camino tribal queda a merced de cualquier temporal: eso debe explicar el éxito del pensamiento tribalista. 

Sin embargo, uno intenta construirse patrias. Aunque a veces sean islas habitadas por un solo Robinson, en donde a veces aparece un Viernes que luego se va. Quizás debería releer al viejo Defoe, leído a los 14 cuando no sabía nada del mundo más que lo que me contaban mis padres, que fueron  buenas personas pero solo personas al fin y al cabo, crecidos durante la tiniebla franquista, maltratados, sometidos a la postguerra, la miseria y la ignorancia que les tenía reservada el régimen. Es cierto: la patria familiar también fue breve y mis padres murieron hace muchos años. Quizás se mantiene un solo recuerdo claro y singular del hogar de la infancia, que era pobre y de alquiler: los miles de libros que había allí, y que ocupaban el pasillo, el comedor y penetraban en las alcobas.

Tardé mucho tiempo en comprender que mi única patria estuvo allí des del principio: era el papel de los anaqueles. Leí muchísimos libros sentado en la taza del váter, marca Roca. Esa pieza minúscula del váter pequeño, tal como era conocido en casa, me hizo comprender el eufemismo de "reservado": era mi trono, mi espacio, el pequeño planeta fuera del sistema solar y del sistema en general. Luego estaba el lavabo, que era grande y con bañera y bidé. Ahí, en el váter pequeño, leí a Pavese, a Shakespeare, a Camus, a Tagore y a Kipling, a Sarsanedas, a García Gual, a Norman Mailer. Mientras leía a Mailer, con los muslos desnudos, descubrí que me estaba creciendo pelo en ellos y que iba camino de convertirme en un homínido más. Aunque iba a ser un homínido lector. Sin darme cuenta, mientras afloraban los pelitos, entraba en mi única patria. Mi refugio para cretinos.

Leer no me ha hecho mejor: me ha hecho lector. Pero me ha dado un país, quizás imaginario. Pero no más imaginario que Cataluña. A veces pienso: igual ahora mismo hay tres mil personas más leyendo a Juan Tallón y eso no me calma y me siento igual de solo, pero hay algo compartido, que ya es algo. A lo mejor hay un pobre diablo leyendo "Obra maestra" bajo un puente, o en una mansión lujosa cerca de Madrid, o en un cortijo cordobés, o en una chabola de Montcada, o en un pisito aquejado de humedades y aluminosis del barrio de Campoamor. Mi patria de papel tiene más habitantes, sin duda, pienso, y no importa si no nos conocemos ni tenemos banderas ni logotipos. Lo importante es que esta patria no tiene territorio ni frontera, ni a nadie que queme contenedores de basura para reivindicarla, y uno puede adquirir la nacionalidad cuando quiera, o rechazarla cuando se harte. El destino de la carne es volverse triste: de unos años para acá, aquellos pelitos de los muslos han empezado a menguar y uno tiende a espiritualizarse aunque no sepa el significado del término "espíritu". 

Me agarro a mi patria de papel que se marchita y se amarillea y permaneceré atado a ella y con gusto, como William Turner al mástil de un barco de vapor sin nombre conocido. Por amor al arte.

24 de març 2022

El búnker escolar catalán

En los 70 y los 80 aparecieron los Movimientos de Renovación Pedagógica en Cataluña, que abogaban por una reforma del enfoque y las metodologías en la escuela. Aquellos movimientos recogían ideas que llevaban décadas recorriendo Europa y que, algunas de ellas, procedían de la España republicana, que fue precursora mundial de la nueva pedagogía. Ahí estaban las ideas de Montessori o de Freinet, por citar solo a dos.

Una de las ideas principales de la renovación era permeabilizar los muros de la escuela en ambas direcciones: que la escuela salga a la calle y que calle entre en la escuela. Para entendernos: sacar al alumnado de entre las sórdidas paredes con crucifijo y retratos de espantajos, llevarlos a las plazas, los mercados, las fiestas populares y etc. Y, a la vez, meter a los ciudadanos en las aulas: charlas con jubilados, artistas, artesanos y etc.

Todo aquello ya pasó, y la escuela se hizo más burocrática, más formalista. A los viejos representantes de la renovación pedagógica les esperaba un destino bifurcado: los unos -los listos- ascendieron a los cargos educativos de la autonomía y medran por los despachos sin grandes ocupaciones. A los menos listos, que se quedaron en las aulas, empezaron a tratarles como a las tortugas de las Galápagos: con un cierto desdén hacia ese animalito simpático, antiguo y algo cochambroso.

A día de hoy, la escuela vuelve a fortificarse y a construir búnkeres. Quizás no haya crucifijos ni espantajos en sus muros, pero el blindaje ha vuelto a las andadas. Y pretenden blindar incluso los patios del recreo: no vaya a ser que la realidad entre por la puerta de la calle. La escuela catalana de hoy pretende reproducir, a su manera, el Show de Truman. Ya que en la calle se habla "demasiado" castellano, que solo se hable catalán en las aulas. O solo lo justo y necesario, o menos. 

El señor Bargalló pasó un par de años por la Consejería de Educación y nos dejó un documento a medio redactar, un proyecto de "bilingüismo asimétrico" o algo así, en el que, por primera vez en mucho tiempo, se intuía que la escuela y la calle no eran universos paralelos. Creo que ahora pretenden rescatar del polvo y el olvido aquel proyecto, algo aderezado. Se lo resumiré: si el objetivo de la educación es formar ciudadanos competentes también en lo lingüístico, y si admitimos que en Cataluña son lenguas oficiales el castellano y el catalán, se debería enseñar más castellano en Olot y más catalán en Hospitalet. La idea no parece mala, cuotas aparte. Es más: lo de las cuotas parece una chapuza (o chapucilla) destinada a crear más crispación, denuncias, manifestaciones y huelgas. Y poco más. Ponerle puertas al campo, limitar esas puertas a un 25% de los campos o pelearse por la lengua del alumnado en los patios es casi lo mismo que admitir que la Tierra es plana en un 25%, para molestar solo un poco a los que creen que la Tierra es redonda y contentar otro poquito a quienes la ven plana.

Mucho me temo que, de nuevo, se han cerrado los muros de las escuelas. Tras el desastre, los parches.

Alguien debería contar el daño que le hizo el "procés" al consenso lingüístico, ya difícil de aceptar para muchas familias y profesorado: la paz social y lingüística en Cataluña saltó por los aires tras el embite supremacista que agoniza, y el debate se despide ya de cualquier intento de razonamiento, de estudio científico sobre resultados objetivos. La realidad catalana tiene un problema: es real. Si fuese exclusivamente fantástica, todo iría bien.

La realidad es real y es bilingüe. Nuestras vidas son bilingües y eso las hace mejores. Y mejores que las vidas monolingües (como exige la CUP). Y ojalá fuesen trilingües

Estamos a la espera de estudios serios, científicos e imparciales. Es decir, estamos hartos de los informes de la Plataforma per la llengua, esa entidad que se proclama la ONG del catalán, como si el catalán no tuviese un gobierno que le mete millones y más millones a la noble causa: que los niños y las niñas jueguen en catalán en el patio y que, cuando se conecten a Instagram o a TikTok, solo se conecten en catalán. El show de Truman otra vez. O Matrix.cat.

Ha llegado el tiempo de volver a derribar esos muros bunkerizados: el futuro de la ciudadanía futura no debe de estar en manos de fanatismos, nacionalismos ni mucho menos de estrategias de partidos tan agónicos como ansiosos. 

21 de març 2022

Real Caruso, 3 - Club Pavarotti, 2

Me asomo a la ventana, intrigado. De repente se escuchan petardos y brillan los cohetes de colores bajo los nubarrones. ¿Una invasión extranjera? ¿Una subida de la presión linfática indepe? No. ¿Ha bajado el precio de la gasolina a la mitad? ¿Ha desaparecido el virus en todo el planeta? Tampoco. Entonces ¿que ha sucedido?

Resulta que un equipo de fútbol ha ganado un partido. Y de ello hablan las noticias y las redes. Que un equipo de fútbol gane un partido, en si, no se parece mucho a una noticia. Noticia sería que los jugadores, una vez en el campo, se hubiesen puesto a tocar el violín o a recitar versos de Baudelaire. Marcar goles, luego, no debería merecer la más mínima atención de la prensa, salvo para los seguidores del deporte (que disponen de varios canales especializados).

Estoy por escribirle una carta al director de RTVE. 

Le pediré que, por lo menos los canales públicos, le destinen la misma atención mediática a los cantantes de ópera en los informativos. Sería muy sencillo. Se trata de que, simplemente, cada día y en cada informativo (mañana, tarde y noche, de lunes a domingo) nos cuenten como ha ido el ensayo, las pruebas de vestuario, los desplazamientos y las posibles lesiones de los cantantes de ópera. O bien si se han discutido con el director de orquesta, o con el primer violín.

Se trata de hacerlo en un tono trascendente y épico, exagerando los problemas con dramatismo, resaltando los éxitos, abusando de adjetivos y adverbios: el ensayo de hoy ha sido muy endiabladamente intenso, a la salida del ensayo los fans enardecidos han vitoreado al cantante, que ayer cenó con sus amigos íntimos en un conocido restaurante del centro y luego salió pitando en su cochazo. 

Se pueden contar, de vez en cuando, ciertos chismorreos de los cantantes: se le ha visto en Menorca a bordo del yate de una amiga, se rumorea que este verano lo pasará en Malibú, se cuenta que la Ópera de París ha hecho una suculenta oferta para hacerse con sus servicios, aunque por lo visto hay sobre la mesa una oferta más importante de la Royal Opera House.

Los cantantes de ópera, a la vez, podrían hacer algún anuncio de TV de vez en cuando, aunque fuese de productos poco glamurosos: champú anticaspa, maquinillas de afeitar, desodorantes, postres lácteos o coches de categoría mediana, para evitar la ostentación. 

Tras la función del viernes, varios cantantes harán una rueda de prensa comentado los pormenores de la actuación. No deben esforzarse mucho. Basta con que digan: la ópera es así, unas veces sale bien y otras mal, la actuación de hoy no es la final de un concurso, la temporada es muy larga. Podrán comparecer ante los medios al lado de su manager, su profesor de canto o un compañero del reparto, haciendo unas bromas sencillas. 

Estoy completamente convencido de que, en menos de un año, miles de jóvenes se plantearán estudiar música y envidiarán, en silencio, a los nuevos ídolos mundiales. Los niños, de mayores, querrán ser Jonas Kaufmann. Las niñas, Renée Fleming. Incluso habrá peleas en el patio del colegio entre los partidarios de Montserrat Caballé contra los de Anna Netrebko, discrepando por si actuó mejor la una que la otra. Los profesores deberán intervenir para poner paz, y quizás citarán a las familias para contarles que su hijo Juanito, muy fan de la Callas, le propinó un puñetazo a Jaimito, que adora a Bocelli.

-¡Debemos observar los valores de la ópera: esfuerzo, trabajo en equipo, coordinación, solidaridad, estudio, voluntad de belleza! -amonestará la maestra.

Esa losa árida que es el centro de los patios de los colegios en donde se impone el fútbol se irá desocupando al poco tiempo, y el alumnado exigiría su reconversión en plateas y escenarios. En las puertas de los colegios aparecerán promociones de nuevas colecciones de cromos: "De Caruso a Jessye Norman. Todas las estrellas del firmamento". Habrá colas en las escuelas de música y los niños exigirán a sus padres que les lleven al Teatro Real. Se alquilarán decenas de autocares para asistir a la función de la Deutsche Oper Berlin, y se fletarán aviones para el Metropolitan Opera House.

En poco tiempo, a España no se la reconocerá. 

20 de març 2022

Ejercicio de traducción al catalán

Imagínese que un juez le imputa a usted por fraude y malversación y que, cuando le preguntan sus amigos: ¿de qué te acusan? usted les responde: me acusan de independentista. Parece un chiste sobre catalanes demasiado fácil, pero no lo crean. Eso es exactamente, lo que hace la señora Laura Borràs, que preside un parlamente autonómico para más señas. Me queda la duda: ¿se da cuenta, la señora, de que sus declaraciones son poco más o menos un chiste rancio sobre catalanes?

Lo pone demasiado fácil la señora ya que, siendo filóloga, se supone que sabrá traducir correctamente. Luego, ya lo tienen: "independentista", en catalán, se traduce por "fraudulento y malversador" en castellano. Algunos nos lo habíamos imaginado, pero hasta ahora jamás una autoridad de la lengua nos lo había contado así de claro.

En el sainete independentista, la señora Borràs siempre ha tenido un buen papel y nos ha dado muchas alegrías, pero esa última es, verdaderamente, un giro. Parece que la obra se acerca a los últimos compases, y el asunto de la imputación podría ser el auténtico anticlímax: los más aguerridos enemigos de la señora no somos los constitucionalistas catalanes, si no sus socios de gobierno regional, independentistas como ella y en realidad muy parecidos a ella, solo que con un deseo de poder enorme: los socios de ERC ya han mostrado su nula intención de defenderla, con las ganas que le tenían.

Quienes vean diferencias de táctica, de estrategia o de algo entre ambos partidos del gobierno van equivocados: son casi idénticos y su única diferencia es que ambos quieren el poder y, a ser posible, borrando al adversario del mapa. Lo que más les gustaría es borrarlos pero no sin antes humillarles. Ahí está el señor Rufián, con su verbo escaso pero afilado.

18 de març 2022

Madre Coraje en Kyiv/Kiev

Aprendí a escribir Kyiv en vez de Kiev para no cometer el pecado de la rusofilia, que es uno de los nuevos pecados: es muy triste cumplir años para ver como aumenta el número de causas para la perdición, sobre todo en tiempos de tolerancia y comprensión y aceptación de la diferencia. Paradojas del siglo XXI. Hoy no está bien visto escuchar a Tchaikovsky ni leer a Chéjov.

Y mientras aprendía lo malos que son los rusos, me encontré con un reportaje sobre una madre ucrania que escapa de la guerra con sus hijos, rumbo a la frontera polaca. En algún momento, en la tertulia televisiva tras el reportaje, alguien habla de la "madre coraje", expresión que he escuchado varias veces para referirse a madres valientes y que me ha llevado a pensar, invariablemente, en que nadie de entre los vivos debe de haber leído la Madre Coraje de Brecht. Si hubiesen leído la obra de Bertoldo, no la nombrarían en estas circunstancias.

La Madre Coraje de Brecht es una mujer que corre con un carromato y sus tres hijos, tras las huellas de una guerra, para negociar con los desgraciados y sacar buena tajada de ellos, y negocia con ambos bandos, poseída por una codicia infinita que le cuesta la vida a los tres retoños: la madre coraje es la madre que sacrifica a sus hijos en nombre del beneficio económico, en nombre de una falta de escrúpulos que te deja helado. 

A día de hoy, la ruta de la guerra está repleta de hombres y mujeres en busca de notoriedad solidaria, de periodistas a la caza del relato lacrimógeno, de la foto conmovedora, del reportaje angustiante. Mientrastanto, la UE impone sanciones a Rusia, y a la vez le sigue comprando el gas por valor de 700 millones de euros al día. No vaya a ser que con tanta contundencia moral nos pillemos un resfriado por falta de calefacción en la Europa de los altos valores y los pies fríos.

Por lo que parece (y así lo cuenta el inefable Gabriel Rufián), el señorito Puigdemont y su tenebroso abogado Boye también jugaron a la Madre Coraje en versión disminuida y catalana, pactando con los buenos y negociando con los malos: todo vale para conseguir el máximo beneficio. El siglo XXI no resulta nada agradable por el momento y, a diferencia del anterior, no dispone de unos felices años veinte como aquél. Nuestros años veinte son bastante penosos, y en ellos vuelve a asomarse el sálvese quien pueda que podría dejar en la ruina al estado del bienestar que tanto tiempo nos costó edificar.

El mundo de la democracia y la ilustración se desmorona lentamente y con seguridad mientras nos miramos, perplejos, la factura del gas entre aspavientos.

16 de març 2022

La abuelita quiere sangre joven

Poco antes de enmudecer por el desfiladero del silencio, a la abuelita le entró un capricho: ver correr sangre joven por las aceras. Las guerras, lo sabe todo el mundo, son aquellos lugares en los que jóvenes que no se conocen acuden a matarse para beneficio (y goce) de unos viejos ambiciosos. Eso es lo que nos cuenta la abuelita, acercándose a la lumbre para recalentar sus huesos dolidos, buscando entre las llamas un fulgor mágico que la reviva.

La abuelita se acerca al hogar y remueve los rescoldos mientras murmura:

-Lo nuestro exige el sacrificio, y me gustaría ver quien de vosotros está dispuesto a derramar su sangre joven por lo nuestro.

Nos quedamos perplejos: a la abuelita no se le conocían gestas ni heroicidades, y siempre sospechamos  que uno de sus trucos para llegar a tan elevada edad fue una estudiada cobardía: el miedo es la inteligencia del superviviente. A mi, los valientes y los héroes guerreros siempre me parecieron gentes de poca enjundia, suicidas disfrazados de arrogancia o simples mentecatos cegados por el discurso encendido de un orate. Un orate que suele llevar una bandera en la mano (y una calculadora oculta en el bolsillo). Por  sus actos, siempre pensé que la abuelita veía a los valientes como yo, puesto que, en cierta ocasión, la abuela se largó del país ante la posibilidad de un juicio.

Ahora, sin embargo, me froto los ojos para observar de nuevo a esa abuelita casi tierna pero macabra que exige el sacrificio máximo. No pide dinero, ni asistencia a actos, ni el incendio de las calles: ahora nos pide nuestra sangre. 

Lo pide porqué ya no está del todo en sus cabales, me murmura un amigo. Pide sangre y no sabe lo que pide, suelta otro. Quizás esté viendo la tele y esos chicos de Ucrania le han traído fantasías heroicas, esos hombres defendiendo la tierra frente a un ejército incontable. Quien lo sabe: quizás vio demasiadas veces El señor de los anillos o cualquier otra superchería por el estilo y se le afectó el espíritu, o rememoró antiguos sueños patrióticos vistos en tebeos clandestinos en su infancia. Ya saben: Serrallonga, los carlistas, el generalísimo Moragas y demás leyendas románticas escritas por señoritos emperifollados en sus salones forrados de terciopelo rojo y criada filipina.

La abuelita reclama la sangre de los jóvenes y para ello les miente y les dice que lo nuestro es lo primero, y lo nuestro es lo mío, una cosa vieja y ajada, el cortijo soñado.




15 de març 2022

Y Feijóo tampocóo

Apresurados por acallar el fandango en Casa Popular, se sacaron un líder nuevo de la chistera. Es decir, del hórreo. Un tipo serio, algo mayor -con algo de Just for Men-, enjuto y poco expresivo. Podría ser un imitador de Clint Eastwood en sus papeles de Harry. Sin embargo, dicen que pacificará el partido y no romperá más cristales. Veremos. El nuevo es uno de esos tipos contenidos que en cualquier momento pueden desmelenarse y te llevas una sorpresa mayúscula.

Hoy le escuché lanzando unos elogios desmesurados hacia la señora Díaz Ayuso, y tan desmesurados eran que a uno solo le cabe pensar que, o bien le estaba echando los tejos, o bien la teme más que al lobo. Quizás ambas cosas a la vez: el amor es complejo. Eso incluso me hizo gracia.

Lo que me hizo menos gracia fue una desafortunada alusión al Gobierno de España, al que acusó de "forrarse" con los impuestos. Como lo oyen. Luego le exigió que los baje. Claro. El viejo cuento de la derecha española: bajar impuestos. Decir eso no es lo propio del tipo serio que promete ser: si este señor es serio, su obligación es contar que ningún gobierno democrático se forra con los impuestos. Los impuestos, señorito Feijóo, sirven para mantener al estado del bienestar, sirven para mantener a España: sirven para pagar la sanidad, las pensiones, las escuelas, las universidades, las carreteras, las becas, los subsidios, las ayudas, las bibliotecas, las televisiones públicas, los semáforos, la policía, el ejército, la casa real, los barrenderos, el déficit de las autonomías y el teatro real. Quienes tenemos más de ocho años nos conocemos de sobras las maquinaciones económicas del Partido Popular, que se describen en tres pasos sencillitos:

1) Bajo los impuestos para que las gentes humildes dispongan de más dinero en el bolsillo

2) Declaro que no puedo mantener el estado del bienestar y

3) Privatizo unos cuantos servicios públicos, a poder ser para cederlos a unos amiguetes empresarios y muy buena gente. Y ante todo muy patriotas, por supuesto. Y sobretodo... ¡Viva España! que no se me olvide.

Empezar una carrera de candidato con mentiras tan gordas, tan aviesas y tan nefastas me ha demostrado que, tras Casado, Feijóo tampoco es la derecha racional, ilustrada y europea que necesita España. Además: hay algo balbuceante de nuevo en este señor, algo que nos recuerda al anterior. Acuérdense de que Casado un día era tolerante y el otro radical, un día demócrata y al otro autoritario, un día capaz de pensar en bien del estado y al siguiente amiguete de Abascal.

Pintan bastos en el PP: más de uno habrá caído en la cuenta de que las prisas no han sido buenas consejeras, y de que el gallego está tan atolondrado y tan despistado como lo estaba el castellano, ese que ahora está como ausente y gusta mucho más.

Al señor Feijóo se le debe dar un margen, por supuesto: está en plena metamorfosis y quizás es natural que se muestre errático y mentiroso. Ese señor hablaba de las señas de identidad gallegas y de la importancia de respetar las idiosincrasias de su país hace menos de cuatro días, y ahora loa a Madrid por ser la capital de la libertad. Vivir para ver. El deje nacionalista es preocupante, y más aún visto desde Cataluña, en donde llevamos décadas sufriendo a líderes tan mentirosos como nacionalistas. Hoy mismo, el señor Rufián (quizás futuro alcalde Santa Coloma de Gramanet) le ha lanzado un par de púas gordas al señorito Puigdemont, a quien ha acusado de jugar a James Bond por cuando se iba a buscar espías rusos para la causa catalana. Y Puigdemont (es decir, su entorno), le ha dado la del pulpo. Es decir: el nacionalismo es la guerra, incluso entre nacionalistas de la misma "nación".

Que se anden con cuidado los de la calle Génova de Madrid: el avispero sigue encendido. La parte sensata del partido debe de estar otra vez con el crujir de dientes. Acuérdense, en Génova, de que en Cataluña quisieron cambiar a Artur Mas de un día para el otro y, con las prisas, nombraron a Carles Puigdemont, que les parecía mucho más competente.

13 de març 2022

J.B., un alcalde para el olvido

Muchos deben conocer la anécdota sobre "un hombre de Terrassa y un señor de Sabadell". Nadie sabe a ciencia cierta si el dicho popular es así o bien del revés (un señor de Terrassa y un hombre de Sabadell"). Cuentan que eso tiene algo que ver con la visita de un rey de la saga Borbón, pero la anécdota, en realidad, solo expresa la rivalidad entre las dos ciudades demasiado próximas. O demasiado alejadas.

El paso de los años, la desindustrialización y las cosas del mercado laboral hicieron que muchos, como yo, vivamos en una ciudad y trabajemos en la otra, con lo cual no sabría decir si soy más de Terrassa que de Sabadell. Lo que sí sé es que el viaje diario me permite conocer a ambas y, por consiguiente, poder compararlas. Y, por ciertas características de mi trabajo, también, puedo comparar al alcalde de Terrassa y a la alcalde de Sabadell.

Quizás por haber nacido lejos de ambas ciudades, y por mi nulo sentimiento patriótico, comparar ambas poblaciones (y su gestión) me resulta fácil. Dirán que es el desarraigo, pero yo creo que el desarraigo es un buen antídoto contra el nacionalismo y, más que nada, una liberación. 

Así pues, por lo que puedo ver, hay en una ciudad una alcaldesa discreta y bastante efectiva, con proyectos tangibles situados en las periferias y los barrios más pobres, y cuyas redes sociales nos hablan de eso, de su labor y sus preocupaciones por la cosa pública. En sus proyectos asoma la voluntad derivada de su ideología. Sabadell se me representa más activa, con más debate, con más intención. Mientras Terrassa languidece en la displicencia ególatra del alcalde y las micropromesas a los microgrupos.

En la otra ciudad hay un señor alcalde cuyas redes sociales solo hablan de sí mismo con una contumacia preocupante, y en donde se mezclan las cosas personales con las familiares, las excusas, los engaños y los juegos malabares. Una exposición íntima que debería preocupar a su psicólogo. En cualquier parte del mundo, uno sabe que eso obedece al principio del populismo más lamentable. Yo, mi, me. Myself and I. Hay algo cansino, recurrente y tedioso en esa exposición pública de lo privado, cuando resulta que el alcalde no es ni Rosalía ni fue elegido para exponer sus intimidades como una estrella del pop.

Algo languidece en una de las dos ciudades, la del alcalde que se piensa estrella del pop cuando de estrella del pop solo tiene esas tres letras, las mismas que inician la palabra "populista". Organizó una candidatura para ganar pero incapaz de gestionar: para gestionar recurre a sus socios, ese partido eternamente indefinido ideológicamente y cuyo número uno ha adelantado que no se presentará otra vez. Y le entiendo: el pobre hombre debe de haberse hartado de sacarle las castañas del fuego a tan melifluo corregidor. 

En España se vislumbra la extinción de la "nueva política" que prometieron los nuevos grupos políticos y es obvio que la ciudadanía se da cuenta del espejismo. Esos grupos, a veces unipersonales, construidos a mayor gloria de un nombre propio, se van hundiendo en el olvido. Y ese es, sin duda alguna, el destino del señor JB y de sus tuits: gobernar no consiste en hacer cuatro tuits diarios. No consiste en emular a Trump. A partir de ahora veremos la ineficacia y la vacuidad de Vox en Castilla y León, del mismo modo que en Terrassa descubrimos la ineficacia de una propuesta personalista y sin proyectos, diseñada para gustar a muchos y responder a nadie.

No está el horno para bollos populistas ni exhibiciones tuiteras: la ciudad (su ciudadanía) se merece algo un poco más serio y más racional, cualidades de las que no anda sobrado JB. Por más fotos que publique. JB no es Rosalía. Ni tan solo C. Tangana. Es el gestor de una ciudad. Si pretende darse a conocer personalmente, que cuelgue vídeos en Youtube con buenas canciones, nadie duda de que será muy capaz de ello. 

De lo contrario solo le queda el olvido. Piadoso, si puede ser.

11 de març 2022

PUIGDEMONT, O EL EMBUDO EN LA CABEZA


Tras la pandemia y el asalto del ejército ruso, todos andamos algo desquiciados. Unos más que otros, pero diría que nadie se ha librado: todos salimos heridos de ésta trilogía nefasta de 2020, 21 y 22. Y recemos para que no sea una tetralogía. Hay múltiples ejemplos de ello en la vida diaria, en el trabajo. Quienes viven en el lado pobre se llevaron la peor parte: crisis de ansiedad, depresión, más pobreza, facturas impagables, paro, miedo, ausencia de horizonte vital.

Por todo eso, sorprende que un hombre que vive de fábula y de gorra en un chaletito de Waterloo haya decidido, justamente ahora, ponerse el embudo en la cabeza y salir a la calle con tan elegante tocado. En poco menos de una semana, el hombre se sintió aludido cuando hablaban de un cobarde ucranio que huyó en coche y luego se proclamó el verdadero califa en lugar del califa. Dato curioso para la historia: el enfado del hombre de Waterloo al sentirse aludido por el Secretario de Exteriores europeo le empujó a desvelar un antiguo enigma: no huyó en el maletero del coche, si no agazapado en el asiento trasero, como los valientes. Gracias por su relato, hombrecito de Waterloo: la verdad es que medio mundo andaba devanándose los sesos por conocer los detalles de su épica fuga, de su única gesta.

También sorprende que el califa verdadero le haya respondido: en esos casos, y como es bien sabido, lo mejor es darle la razón al orate o bien actuar como quien no le ha oído. Pero... enfin, en este califato nuestro las cosas son así y a todo el mundo le parece normal.

Creo que al hombrecito de Waterloo le aterra la sombra del olvido y la insignificancia que le va cubriendo con su manto silencioso y oscuro. Tiene que ser muy triste, es cierto, vivir esa caída lenta pero segura que amenaza también a sus fuentes de financiación. Incluso la Comisión Europea pretende investigarle por sus amistades peligrosas en el Kremlin, algo que podría cerrarle el grifo de su principal sustento y dejarle sin el acta de eurodiputado. 

Algo suena a burla e incluso a ofensa en todo lo que rodea a este hombre. Mientras miles de sus (antiguos) conciudadanos lo pasan mal de veras, él se ofende y a la vez se autoproclama presidente de una fantasía medieval: ¿se está riendo de quienes sufren? La pregunta para el hombrecito de Waterloo es muy sencilla: si usted es el verdadero presidente, díganos qué piensa hacer para mejorar las situaciones terribles de quienes no pueden más. Díganos sus medidas y sus presupuestos. Estamos atentos.

De lo contrario, lo mejor es que siga paseándose con el embudo en la cabeza. Eso nadie se lo reprochará.





9 de març 2022

Desprogramar a Tarkovsky

Llevo dos días sin leer. Por motivos éticos. 

Ayer me disponía a leer las últimas páginas de "Padres e hijos", de Iván Turguenev, cuando me enteré de que la Filmoteca de Málaga ha desprogramado "Solaris", la icónica cinta de Andrei Tarkovsky, en protesta por la invasión de Ucrania. De modo que decidí obrar correctamente y actué como la Filmoteca de Málaga: abandoné a Turguenev y busqué otra lectura en el anaquel. Tuve que soslayar a Juan Perucho, puesto que los catalanes invadieron parte de Cerdeña y Nápoles a sangre y fuego, con sus temibles almogávares (ríanse ustedes de la caballería Chechena). Tampoco pude leer a Roland Barthes, ya que los franceses invadieron Argelia y mantienen invadidas unas islas del Pacífico, según creo, hasta el día de hoy. Nada de Faulkner, por las constantes invasiones norteamericanas en el mundo entero. Deberíamos desprogramar la mitad de la cartelera, empezando por Batman y Spiderman y demás sandeces.

Tampoco puedo leer ya a Delibes, por lo de América y lo de Filipinas. Tampoco a Umberto Eco: ya sabemos todos lo que hicieron los italianos en Etiopía. Estuve a un tris de pillar a Borges pero me acordé de lo de Tierra del Fuego. Luego creí que me estaba permitido Juan Rulfo pero tras un titubeo lo tuve que abandonar: ¡el Álamo! ¿Acaso no te acuerdas de El Álamo?

Busqué autores oriundos de países exquisitos, impolutos, virginales. Quizás Kadaré, que es albanés, aunque la historia de Albania es sangrienta y oscura. ¿Cărtărescu? Lo dudo: el conde Drácula era rumano como él, queda descartado. 

Tras una búsqueda fatigosa, me tumbé en el sofá y miré hacia el techo, convencido de ser mejor persona por no haberme aliado con ningún culpable, y al instante sentí como los millones de víctimas de la historia acudían a mi con cánticos angelicales y alabanzas y me llevaron al cielo de los buenos. Estoy convencido de haber jodido a Vladimir Putin por no leer a Turguenev, con la misma satisfacción del director de la Filmoteca de Málaga que ha desprogramado a Tarkovsky.

Quien haya visto algunas de las fabulosas siete piezas del cine (siete obras maestras, siete poemas brillantes y tristes) intuye qué diría Tarkovsky sobre Putin, pero eso no parece importar mucho a la hora de los boicots contra el malvado.

Tras un rato de sopor (pero de coherencia moral) empecé a pasar por el dial de la radio. Daban noticias del fútbol y hablaban de los fichajes del Barça. Entonces caí en la cuenta: el Barça todavía se está pensando, tranquilamente y con calma, si renuncia al patrocinio de una empresa rusa de apuestas deportivas y creo que su calma solo pretende que se pase el momento para no hacer nada: "qui dia passa, any empeny". Ya lo ven: en este bendito país se prefiere a un corredor de apuestas que a uno de los mayores artistas. El ruble és el ruble.

8 de març 2022

¡Todos para Ucrania!

Las guerras sacan lo peor del ser humano, de eso no hay duda. Sin embargo, hay ciudadanos que de repente sienten la llamada de la bondad: si dicen que la maldad es banal, deben pensar, luego la bondad debe ser excepcional, y yo quiero ser un hombre excepcional.

Me explico: escucho una entrevista en la radio del coche, entre bostezos (la noche ha caído hace horas, llevo muchas horas en el trabajo, el cielo se cubre con un manto de amarillo pálido). Un hombre -un buen hombre de la Cataluña profunda- se ha ido con una amiga a la frontera de Ucrania, con una furgoneta llena de comida, medicamentos y otros enseres sin especificar. Entre los vecinos (los más buenos, sin duda) ha podido rellenar la furgoneta, y el Ayuntamiento del pueblo le ha dado mil euricos para pagar la gasolina, que está por las nubes. Por el camino ha contactado con varias familias de exiliados vía WhatsApp, y a todas les promete que las llevará a España (a Cataluña, especifica el buen hombre). Una vez allí se da cuenta de algo obvio: en una furgoneta no caben cuatro familias, y entonces pide ayuda no se sabe a quién. Y lo aprovecha para criticar a los gobernantes a la vez que le da mil gracias a Laura Borrás: por lo visto nuestro buen hombre es un trabajador del Parlamento y la presidenta le ha dado permiso para ausentarse unos días a hacer el bien. Quizás le haya dado diez euros para los gastos. Ja ho trobarem.

La periodista que le entrevista se enternece ante la muestra de bondad catalana, pero no le pregunta lo que cualquiera le preguntaría. En vez de eso, se pregunta en voz alta: ¿el mundo sería mejor si hubiera diez hombres más como este?

Las guerras se pasan por las teles, aunque mucho me temo que usted vería una guerra diferente si sintoniza un canal español o bien uno chino, norteamericano, bieloruso o de África del Sur. Sea como sea, mucha gente siente como le sale un pequeño Oscar Camps de sus adentros y se lanza a la carretera como un moderno Sir Galahad. Y más aún tras ver que a Oscar Camps le han hecho una peli, con el gran Eduard Fernández en el papel principal. Nuestro bienhechor catalán de la Cataluña profunda, de viaje hacia la frontera de Ucrania, se habrá ensoñado con ser el protagonista de una peli futura, quizás con Javier Bardem interpretándole al volante de la furgoneta, con su amiga al lado, cantando a grito pelao canciones de John Lennon o de Joan Baez (y alguna de Lluís Llach, por supuesto).

Por un momento, solo, en el interior de mi cochecito regresando a casa, me pongo en la piel del exiliado ucranio que espera la llegada del catalán que le llevará a Cataluña. Junto a su familia. La esposa, los niños, el frío descomunal, la soledad, el horror, las imágenes imborrables de las columnas rusas y el fuego, las bombas que estallan durante la noche, los cuerpos tirados por las calles, los mensajes patrióticos en la radio, las banderas sangrientas. Por un momento me pongo en su lugar y se me hiela el corazón. Y entonces veo llegar al bienintencionado señor con su furgoneta y su promesa de meter en ella a cuatro familias. Lo quijotesco funciona en la literatura, pero ¿funciona en la vida?

La periodista, por fin, se huele algo. Y le pregunta: ¿Ya ha previsto usted qué hará con esas familias que piensa traerse a su pueblo?. Y nuestro Galahad balbucea algo, medias palabras: una amiga les prestará un piso, quizás el ayuntamiento otro, alguien les dará trabajo, digo yo. 

Es decir ¿en qué consiste ayudar a los demás? ¿Se ha previsto algo? Aparte de presentarse ante sus conciudadanos como un valiente bueno, un solidario sin mácula, conciencia abrillantada con la furgoneta marca Cillit Bang... ¿se ha pensado realmente en esas personas? ¿Pensó nuestro buen ciudadano ejemplar que son personas de veras las que le ayudarán a presentarse como un héroe salvífico?

Por supuesto que las autoridades europeas están tardando en organizar la acogida y la inserción social y laboral de todos esos exiliados, y quizás esos quijotes deberían alarmarles y, por consiguiente, removerles un poco.

6 de març 2022

Breu història de la literatura catalana contemporània

La literatura catalana contemporània, per exigència del nacionalisme català, es divideix en dos grups.

Grup A) Literatura catalana escrita en llengua castellana.

Grup B) Literatura catalana escrita en llengua catalana.

A continuació els detallo els autors i les autores més rellevants de cada grup.

Grup A: Eduardo Mendoza, Juan Marsé, Ana María Matute, Francisco Casavella, Juan Eduardo Cirlot, Javier Pérez Andújar, Enrique Vila-Matas, Carmen Laforet, Roberto Bolaño (també present en la literatura xilena), Jaime Gil de Biedma, Juan Goytisolo, Javier Cercas, Jordi Soler, Cristina Fernández-Cubas, Terenci Moix, Maruja Torres, José Agustín Goytisolo, Arcadi Espada, Juan Perucho, Carlos Barral, Jordi Ledesma, Jordi Corominas, Empar Fernández, Aitor Romero, Jorge Carrión, Marta Rebón, Núria Amat.

Grup B: Pilar Rahola.

Los valores del deporte

Siempre me intrigó la existencia de unos supuestos "valores del deporte", algo que se acostumbra a escuchar entre quienes defienden la importancia de la educación física en el currículum educativo obligatorio. Alguna vez osé preguntar: ¿cuales son los valores del deporte? Y me miraron casi incrédulos ante una pregunta cuya respuesta les parecía tan evidente como si hubiese preguntado ¿porqué sale el sol cada mañana?.

Me respondieron: los valores del deporte son el esfuerzo, la cooperación, el trabajo en equipo, el ejercicio físico. Es decir, les repliqué yo: los valores del deporte están en la vida, en el trabajo de las cajeras del Mercadona, en una clase de matemáticas en la que al alumnado resuelve problemas en grupo, en los trabajadores que acuden a la fábrica, en una familia que afronta dificultades, en una orquesta, en un cuarteto de jazz, en el equipo médico que trabaja en urgencias, en la cuadrilla de currantes, en el grupo de GEOs que asaltan el chalé del narcotraficante, en el staff del rodaje de una película, en el grupo de jubilados que protestan por el maltrato de los bancos, e incluso en la pandilla de maleantes que atracan una gasolinera.

Por lo que no me queda otra conclusión racional: no hay unos valores exclusivos ni intrínsecos del deporte.

Port otra parte: en el deporte veo frustración, sexismo, burlas hacia el que no llega, hacia el torpe, un ansia desmesurada de ganar y un desprecio hacia el que no gana, grosería, racismo y xenofobia, insultos, codicia, violencia inútil, la ley del más fuerte. Habrá nobilísimos ejemplos de lo contrario, pero convendrán conmigo en que esas excepciones son anécdotas prescindibles.

Ayer me enteré de que el FCB Barcelona (osea el Barça) se plantea debatir con calma si renuncia al patrocinio de una empresa de apuestas deportivas rusa por lo de Ucrania: ¡es que nos dan 12 millones al año! lamentan los directivos, por lo visto con el agua al cuello en lo del dinerito. Claro. Es el dinerito y nada más lo que anima al fútbol "profesional" y, en este sentido, el Barça es más que un club, por supuesto: es un negocio en el que los valores son los que dictan los resultados al fin de cada ejercicio.

Les diré la verdad: en la vida hay montones de cosas aburridas, pero casi ninguna supera el tedio de un partido de fútbol en el que tras 90 minutos se han marcado uno o dos goles. O ninguno. Aunque fueran 12 por cada equipo, seguiría bostezando sin piedad alguna: no veo ningún valor ni nada relevante en llevar un balón de aquí para allá. Por no hablar de las ruedas de prensa de entrenadores y jugadores que ya no comento.

Creo que la cosa del fútbol vivirá el estallido de la burbuja mediática dentro de poco, y que esos supuestos "valores del deporte" se verán en entredicho. Eso llegará. Aunque por afirmar eso me siento como debió de sentirse Juan Goytisolo, décadas atrás, cuando profetizó que el fútbol en España perdería todo interés mediático y popular tras la muerte de Franco, ya que a Goytisolo le parecía que el fútbol era cosa de las autarquías, opio del pueblo, nacionalismo ramplón.

Quizás me equivoque. Dios mío, ten piedad de los idealistas y de los racionalistas.


5 de març 2022

Tània contra el amor

El amor romántico perjudica seriamente la salud. O bien: el amor romántico atenta contra la autonomía, algo que vi escrito en una pintada de la calle y no fui capaz de descifrar: no soy Champolion. Siempre acepté que había una onda de pensamiento que detestaba las películas de Disney, quizás porque las películas de Disney eran su único referente cultural en el tema del amor romántico. Como si jamás hubiesen existido Shakespeare, Marguerite Duras, Sacher-Masoq (ucraniano, por cierto), Sade, Duras, Durrell, Albert Cohen, Barbey d'Aurevilly, Poe, Shelley. Y tantos otros y tantas otras.

Los enemigos del amor romántico ¿vieron "Hiroshima mon amour"? ¿Lo vieron sus defensores?

Pues bien: hay una consejera catalana que ha opinado sobre las maldades del amor romántico, y lo suprime de algún modo. La consejera no debe haber visto "Hiroshima mon amour", ni debe conocer el amour fou. ¿Follie d'amour? ¿Qué es eso?

La consejera debe obviar tres cuartas partes del arte y de la literatura y de la vida, pero para algo es consejera: para obviar por decreto regional. Me pregunto cual debe ser su alternativa al amor: quizás sea el matrimonio pactado entre progenitores del novio y de la novia, el matrimonio de conveniencia de la burguesía o de la aristocracia. Ahora mismo no recuerdo si Tània es de de ERC, de la CUP o de Junts XCat. Ni me importa. Sea del partido que sea, y de la Universidad que sea, y más allá de cuántos títulos académicos ostente, Tània no sabe nada de la vida ni ha pensado jamás en la vida. Tània está vivva y no sabe como. 

Tània niega el amor desde su cargo institucional, aunque sea un cargo regional. A Tània no le gusta el amor, lo desprecia y lo niega. Yo, Tània -lo mismo que tu- puede que seamos el fruto de un arrebato amoroso accidental, de un polvete en el párking de una discoteca a las tantas de la madrugada: puede que seamos el resultado de un impulso romántico pasajero, tan pasajero y efímero y romántico como la vida, como el universo.

Tània: no entiendo muy bien como un cargo público se permite decirle a la ciudadanía como se debe amar o cuales son los amores lícitos, los ilícitos, los correctos. La vida se abre camino entre fluídos y accidentes y más nos valdría legislar sobre lo que es en vez de prescribir lo que debería ser o lo que nos gaustaría que fuese. Si usted, Tània, nos admite que todo es una cuestión de educación ¿como explica que su gobierno regional destine tan poco dinero a la educación?

Hay una izquierda emocional que vive alejada de la realidad, y proclama cosas como su oposición al amor romántico. Quizás porqué no han leído nada ni han visto nada. Le invito a Tània a que se pasee unos días por el barrio de Campoamor, en donde campa el amor romántico entre la miseria y la falta de inversión, entre los gatos. Hay una izquierda emocional que le está labrando el camino a la ultraderecha: usted, Tània, será responsable del ascenso de la ultraderecha.

La educación es una cuestión de principios y de actitudes. De presupuestos. Si se trata de evitar violaciones -por supuesto que es así- ponga usted los medios para evitar las violaciones, eso sí es prioritario. Pero déjese de tonterías sobre el romanticismo.

2 de març 2022

EDMUNDO BAL

Llevo tiempo siguiendo los discursos del señor Edmundo Bal. En la inmensa mayoría de las veces, suscribo casi cada palabra que dice. No todas, eso no sería honesto. Pero debo decir que el señor Edmundo Bal ha estado francamente bien en su intervención del día 2 de marzo en el Congreso y me han entrado ganas de felicitarle en persona. Pocas veces se escuchan palabras sensatas dichas con pasión: esa es una combinación muy difícil en el foro del parlamento español.

El señor Bal parece disponer de una lucidez poco común, lucidez que es la del sentido común, la de la razón. Y demuestra que uno puede expresar lo racional con energía. Se me ha aparecido un político mítico, como de otros tiempos. Aunque no sabría decir de qué tiempos, ya que uno rastrea por la historia reciente y no encuentra momentos brillantes como este.

Puede que al señor Bal se le puedan cuestionar ciertas afirmaciones, pero uno debería esforzarse mucho si quiere discutirle: sus argumentos se sostienen, se parecen a los axiomas. Quizás las cosas sean tal como él las cuenta.

La intervención de Edmundo Bal en el Congreso del día 2 de marzo se ha destacado entre las demás: tras el descalabro argumental del pobre señor Abascal, perdido en su laberinto populista y mentiroso, y tras la gris alocución de la señora Cuca Gamarra, con el tono de la señora que le regaña a la criada murciana. Y luego de escuchar el hilarante discursillo de la pobre Míriam Nogueras (hoy hablamos de Ucrania pero yo quiero hablar de Cataluña, que es lo nuestro) o el repetitivo mantra tedioso del señor Rufián interpretando al señor Rufián, parodia de sí mismo, demasiado visto ya, demasiado sobreactuado, quizás demasiado amortizado. Tras la previsible y dogmática intervención del señor Echenique, ensimismado y encantado de haberse conocido: el señor Bal aporta algo casi inaudito en ese escenario que, por desgracia, adquiere el aspecto de un circo ambulante aunque no se mueva de la puerta custodiada por dos leones. (¿Para cuándo una leona?).

En la historia de Ciudadanos, que pronto será historia -y para desgracia nuestra, tras sus múltiples errores en serie- han faltado muchos más Edmundos Bal. Quizás sea tarde, y eso confirmaría que la historia de España es una historia de tardanzas y de fracasos que debemos lamentar. Siempre se han echado de menos las voces como la del señor Bal: otro gallo le hubiese cantado a España con una docena de Edmundos. 

Es posible que a Edmundo Bal le tengan ya por un zombi, una curiosidad, un souvenir. La postal mandada des de la España que pudo ser y no fue (gracias a las infinitas torpezas del señor Rivera y la señora Arrimadas, ambos perdidos en sus laberintos egocéntricos). 

Por un instante, me he imaginado a una España gobernada por el PSOE en coalición con el señor Bal.


1 de març 2022

EL HÉROE Y EL MALETERO

El estallido de esa guerra rusa ha despertado el duende belicista y el ensueño del heroísmo en muchas personas. En algunas, de talante pueril, no me sorprende. Pero sí me asombra la cantidad de congéneres con aspiraciones heroicas que conviven entre nosotros y que se adhieren al lenguaje bélico.

¡Cuánto daño nos hizo Mel Gibson con su ridícula Braveheart!

Cuando en mi primera juventud, me creí e incluso aplaudí algunos filmes bélicos. Recuerdo unas cuantas cintas sobre la segunda guerra mundial en las que se pretendía presentar al soldado, al general y a los demás (siempre de un mismo bando) como tipos de moral recta y patriotismo incuestionable, dispuestos a dejar hasta la última gota de su sangre en el campo de batalla para mayor gloria de su país. Pero eso se me pasó pronto, puesto que también el cine se encarga de desmitificar el hecho bélico, y de presentar la guerra como lo único que es: aquello que muestra la peor cara del ser humano. En las guerras, como en su padre el nacionalismo, solo hay muerte y miseria.

En esa de guerra de hoy no faltan los catalanes aspirantes a héroe, aunque su heroísmo empieza y termina en Twitter: ninguno se apunta a las milicias de Kiev. Es pasmoso ver como se compara a Zelenski con Puigdemont cuando se parecen como un huevo a una castaña, pero que sepa el señor Borrell que no fue el primero: se le adelantó por unas horas el filósofo Bernat Dedéu, pensador tan audaz y profundo como activo en las redes, el ala más derecha y descarnada del patriotismo. Y da miedo ver las reacciones, tan airadas, de tantos compatriotas: los unos defendiendo al prófugo, los otros lamentando su nula valentía. Y todos ellos independentistas, solo que de distintas familias, de matices diversos. Siempre muy aguerridos en cualquier caso.

En la mente del ser humano, por lo visto, hay un impulso de héroe parecido al impulso de muerte que describió Freud, aunque Freud se olvidó de relacionar a la muerte con la patria. Lo malo de las guerras, tras la muerte y la miseria, es que desatan el ansia de heroísmo y el deseo de la bandera patria ensangrentada, lo más triste y lastimoso del ser humano.

Estoy contra la guerra y las patrias, contra las naciones y, por supuesto, contra los héroes patrios. Vayan en el maletero o se pongan chalecos antibalas, en ambos casos me dan mucha grima.