28 de nov. 2011

сталкер

en el veinticinco aniversario de la muerte de Andrei Tarkovski


[primera escena]



Han colaborado y participado en el video E.M.G. (efectos) y A.D.M. (clarinete)

(Atardecer, sendero de tierra junto a un pequeño cauce de agua, posiblemente de riego)

Personaje 1, voz en off
La primera vez fue un lunes, a las siete menos cinco de la tarde. Aunque reverberaba azul y malva, el cielo estaba casi negro. Volvía a casa de buen humor, y andaba pensando en qué me haría para cenar. Justo en este instante, las siete menos cinco, vi el punto de luz que rayaba el cielo ante mi. Un destello vertical, de una verticalidad pasmosa. Un cometa, pensé. Un cometa preciso que apuntaba al centro de la Tierra. Formulé un deseo lo más rápido que pude.

La segunda vez fue el jueves siguiente. Eran las diez menos cinco de la noche, noche cerrada ya. Hacía frío. Yo volvía para casa después de pasar unas horas en otra ciudad, en otra cama. Levanté los ojos de la autovía y allí lo vi. Otra vez enfrente, ese destello amarillento, fugaz, derecho al núcleo del planeta. En vez de buscar un deseo, se me ocurrió pensar en una posible pauta: el lunes a las siete y el miércoles a las diez (siempre a la hora menos cinco). Tres días más tarde, tres horas. ¿Cada día cae una hora más tarde? Si fuese así, el viernes debería de caer a las once menos cinco.

El viernes lo vi des del balcón de mi casa. Salí a las once menos diez. A menos cinco, el bólido cayó ante mis ojos, tan puntual y derecho como las otras veces. La verdad es que aquéllo me dejaba perplejo: me sentía como un científico tenaz y avispado, y además afortunado. Nunca he pensado de mi que tenga alma para las ciencias y los números, siempre he sido dichosamente de letras.

Como es de suponer, el sábado me planté ante el balcón a las doce menos cinco. Y el cometa cayó, silencioso, pulcro, perfecto. Empecé a cuestionarme el fenómeno. Tanta exactitud no me encajaba con las cosas de la naturaleza, que suelen ser caprichosas y de cálculo esquivo. O bien responden a ecuaciones endiabladas o bien se esconden en el denso azar del cosmos. Y luego: ¿de dónde viene? ¿Dónde cae? ¿Porqué la prensa no lo reporta?

Las exactitudes y certezas se evaporaron poco después. El domingo me desperté enmedio de una pesadilla, salí a fumar cuando serían las tres y media de la madrugada. Levanté los ojos y cayó el cometa. Luego lo he visto en horas y días que ya escapan a todo orden, a toda pauta. Entonces formulo una frase que luego me aterra: el cometa cae cada vez que miro al cielo.

Me doy cuenta de que ha sido así des del primer día. No tengo que hacer nada más que salir al balcón o levantar la vista mientras vuelvo a casa, en el coche. O cuando voy a comprar al supermercado, una vez anochecido. Levanto los ojos con un secreto temor y un deseo oscuro. No sé muy bien si quiero verlo de nuevo o me aterra. Pero siempre está allí, como agazapado entre las estrellas y listo para precipitarse al suelo cuando la mirada se levanta.

Des de hace un par de días me duele la cabeza de una forma desconocida para mi hasta ahora. No he ido al médico porqué vete a saber qué me diría. Además, algunos electrodomésticos de la casa han empezado a comportarse de forma inusual, y hay objetos que se desplazan solos. Eso ya no se lo contaría al doctorni loco. Intuyo que me quieren decir algo. La cocina se ha encendido sola ante mi, cuando iba a prepararme la cena. Los vasos se me acercan cuando tengo sed. Los zapatos salen del armario y se posan al pie de la cama. El grifo se abre cuando por la mañana me acerco a lavarme. Estoy asustado pero a la vez creo que empiezo a comprender algo.

No estoy asustado por esas cosas, aunque me duela la cabeza. No puedo asustarme, porqué todo eso son actos de amor, de un amor inesperado y enorme que habita el universo y lo llena hasta desbordarlo, hasta romper los diques de mi comprensión.

Personaje 2 (primer plano)
-Soy corto de vista y eso de las contemplaciones celestiales no ha sido nunca mi fuerte. Envidio a Girbén y los amigos astrónomos porqué debe ser una maravilla... Ni tampoco se ha movido nada en casa (que previamente no estuviera en un estado de precario equilibrio), ni ningún mormón nunca se ha acercado a decirme sicreo en Dios... Enfin, una vida anodina ...

Personaje 3 (plano medio)
-Miro al cielo y si veo objetos brillantes que me parecen sorprendentes, les atribuyo propiedades mágicas. ¿Y qué importa si es o no es verdad? ¿No queremos, al fin y al cabo, que se cumplan nuestros deseos?

Personaje 4 (El médico) (primer plano):
-Tiene usted un tumor. En el cerebro. Le quedan dos meses de vida. Tres como máximo.

Personaje 2 (se mantiene el plano mientras el personaje, de espaldas, se aleja del resto de personajes, sorprendido, hablando en voz baja)
-Definitivamente, soy corto de vista. Y que dure. Los que miran más allá de donde la vista percibe las cosas con claridad, se enciegan: las luces muy brillantes son como la decoración navideña; superflua y engañosa. Los que miran más acá no perciben que lo que sus ojos ven, lo ven los otros ojos. Creer lo contrario produce la ceguera de quien no ve más allà de sus ojos. Sí, me quedo con esa visión borrosa de corto de vista que, como el entendimiento, a veces enfoca lo justo para percibir alguna certeza. Y ahora que caigo, tengo que ir al oculista (que debe ser como el librero que te aconseja una buena lectura) para que me gradue las gafas.

24 de nov. 2011

La muerte de los otros


Escribir sobre efemérides y sobre muertes me parece un recurso fácil y bobo para llenar líneas de texto y despertar sensibilidades facilonas. Y llamar comentarios de una solidaridad elemental.  Es posible que  obedezca a un mecanismo mental básico como el hambre, quizá una autodefensa primitiva enquistada en el hipotálamo. Mis abuelas (y luego mis padres, cuando eran ya mayores) hojeaban el periódico empezando por la página de las esquelas. No lo puedo explicar: ¿tan sólo se complacían en comprobar que la esquela no llevaba su nombre? Cuando yo tenía quince años esas costumbres me divertían: recuerdo mis carcajadas y mis burlas. A los quince, la muerte está más lejos que la Patagonia: sabes que está, pero ni puta idea de dónde, cómo se llega.

En un cuento de HP Lovecraft, el protagonista pasea como en sueños por un cementerio. Los pies le llevan ante una lápida. Debemos imaginar la situación: es de noche y estamos en la lúgubre, fría y húmeda Nueva Inglaterra. Se detiene, lee la inscripción. Ahí está su nombre. La escena de Lovecraft es como la consecuencia lógica de ese impulso de leer esquelas, el reverso de la moneda. ¿Qué nos acude a la mente ante el conocimiento de la muerte de otro? ¿Nos sentimos complacidos de ser el lector y no lo leído? ¿Es el más agradecido ejercicio de comprensión lectora?


No sabemos si para exorcisar algo, o a sí mismo, Cioran no habla de otra cosa. Muerte, suicidio. Se le acerca tanto que besa a la Parca en la boca y con la lengua. Aunque luego el hombre murió de viejito, viejito, y apuró hasta el último aliento. Murió a regañadientes. Gérard de Nerval soñaba muertes hasta que soñó una especial: lo escribió, y lo tituló La muerte blanca. Poco tiempo más tarde, amaneció París nevada y el cuerdo cuerpo de Gérard estaba en la calle, cubierto de hielo. Blanco.

Ayer hice más de cien quilómetros para ver a una mujer. Llevaba la radio del coche prendida, escuchando tertulias sobre política. Podrían resumirse en que estamos fatal, la cosa no anda, vivimos en una época oscura. Abandona toda esperanza si eres un españolito, si no tienes hacienda. Disponte al sacrificio. Cambiaba y cambiaba de emisora, hasta que di con una que hablaba de música. Escuché la bellísima voz de Montserrat Figueras y luego dijeron eso: que Montserrat Figueras había muerto.


De vuelta, en la noche cerrada, puse de nuevo la radio. Había gritos, una algarabía de gargantas encendidas. Era el fútbol y además parece que Messi marcó un gol. Ya en casa me siento a leer y leo que Andrei Tarkovski perdió el original de Stalker. Se quemó, y no había copias. Andrei la filmó de nuevo. Le dió un vuelco a la muerte. La segunda versión  -la única que conocemos- permite soñar con la otra, la que murió entre las llamas blancas y pestilentes que consumieron el celuloide. Igual es por eso que Nick Cave compuso Death is not the end, pero yo no estoy tan seguro.

22 de nov. 2011

Todo por la patria


Un día de esos escuché al bueno de Artur Mas en la radio. No sé cómo sucedió, pero el caso es que su voz acudió a mi, como el arcángel a Mahoma. El hombrecito estaba inaugurando una feria de automóviles y se dejó llevar. Enmedio de un discurso aburridísimo sobre las virtudes de la industria, quiso parafrasear a JF Kennedy. Eso les pasa a menudo a los políticos mediocres: usan de poca cultura, y sus referentes son tópicos de fácil consumo, rápida digestión y defecación casi inmediata. De modo que soltó:
-Si alguien en su casa se pregunta qué puede hacer él por la patria, y por ayudarla a salir de la crisis, yo le doy una idea. Comprarse un coche fabricado aquí.

Lo espetó con su media sonrisa ladeada, legando un puñado de inteligencia gratis al auditorio. Me quedé meditabundo. Pasé toda la tarde dando tumbos, andando por la ciudad como en un laberinto. Ese tipo parece bobo pero caramba, un bobo insistente que al final lo ha logrado. Arturito es una demostración viviente de que cualquiera puede llegar allí donde se lo proponga: vivimos en un mundo lleno de oportunidades. Hay que tener orejas para esa clase de tipos: al fin y al cabo, yo no soy un genio tampoco.

El dibujo que hicieron mis zapatos sobre la espalda de la ciudad gris y mojada me recordó unos esquemas de Paul Auster en la Trilogía de Nueva York: un día de esos volveré a leerlo. Un trazado errático, absurdo.

Pero aún así, cuando oscurecía aparecí ante el concesionario de Seat. Com el arcángel ante la virgen. Me sentía extraño, inundado por un fluido mágico. Como tres dosis de ginebra, o cuatro de orujo de hierbas Rúavieja. Luego me acerqué a Renault, Ford y Nissan. Mis cortos conocimientos en la materia me decían que esas marcas se producen en territorio patrio. Que son de los nuestros.

No revelaré mi elección. Si esa gente quiere publicidad que se la pague. O que me la pague. El caso es que salí con un cochecito nuevo. Y con la sensación íntima de haber puesto un sólido grano de arena en la reconstrucción patria. El mensaje había fecundado. Como el esperma del semental, Mas había obrado el milagro.

Cada día debo recorrer setenta quilómetros hasta mi trabajo, y por la noche tengo que desandarlos. Un vehículo nuevo no sólo contribuye a salvar la patria, sinó también mi culo. Creo que eso, en el lindo juego del billar se llama carambola. Ahora llego y regreso más altanero y juguetón, con una mayor seguridad en el rostro. Hasta mi novia ha sentido una mejora, cuando la asalto después de las noticias en la llanura del sofá.

He osado aparcar ya dos veces al lado del coche del director: parece que las distancias entre él y yo se hayan acortado una barbaridad. Creo que incluso me atreveré a invitarle a un café, a media mañana. Estoy firmemente convencido de que el país ha mejorado, mi sexualidad ha mejorado, todo es mejor. Te debo una, Artur. (Coméntaselo a Mariano cuando le veas en la misa de las doce).

Hoy mismo, cuando me han comunicado que van a prescindir de mis servicios en ese trabajo (para salvar a la patria -ahorrando, claro está) se me ha hecho más llevadero el camino de vuelta. Iluminado como san Pedro avanzando hacia su holocausto. Imagínate como sería volver a tu casa despedido y con el finiquito, metido en un coche viejo y cochambroso que huele a colilla, a derrota y a restos de bocadillo.

20 de nov. 2011

En una selva oscura

Cada día laborable transcurro más de setenta quilómetros para ir a trabajar, y otra vez los mismos para volver a dormir. Lo nombro, mas no me quejo. No debo quejarme de eso, porqué yo lo elegí: los maestros interinos hacemos eso, y algunos más. No tengo hijos pequeños que cuidar, pero si los tuviese sería lo mismo; algunas compañeras lo hacen y no lo publican en ningún blog. Deben formar parte de esa mayoría silenciosa que tanto complace a los gobernantes estúpidos. Sin embargo, las maestras y maestros interinos somos los próximos sacrificios humanos que se le van a ofrecer al dios Mercado.

Nada que objetar. Ya me dijeron hace tiempo: haberte hecho funcionario.

El viaje transcurre en la niebla, especialmente a partir del otoño y cuando las condiciones meteorológicas son favorables a los vapores matutinos. Tampoco nada que objetar: hay una indudable belleza en ese paisaje sumido en el terciopelo blanco. Hay un silencioso placer en cruzar cada día la tiniebla blanca. Uno puede pensar en infinidad de motivos bellos, en cosas tristes y bonitas, en el olvido, en la muerte. Pero también en esa luz indestructible que, poco a poco, penetra la niebla hasta doblegarla. El mundo es redondo y luminoso como tu cuerpo.

Quemo gasolina diariamente. Sólo es una buena noticia para los hijosdeputa de Repsol y de CaixaBank. Sus directivos, y también esos empleados lúgubres en esas oficinas, esos lacayos tristes que desayunan cruasanes y huelen a calzoncillo viejo.

Quemar tanta gasolina es un planteamiento insostenible, sólo sostenido porqué me gusta ese trabajo, creo en ese trabajo y además creo en ti y te amo. Y con el dinero que me pagan me llega para pagar la gasolina, comer y acercarme a tu casa a mitad de semana y luego -por fin- los fines de semana. Sin amor, esa carretera sería una ruta directa al infierno. Y sin embargo eso es sólo un pedazo de asfalto.

A nuestra edad, sabemos que hemos superado la mitad del camino, y que nos encontramos en la sombra tenue de esos grandes árboles, la selva oscura. Nada que objetar, de nuevo: la naturaleza nos puso aquí, y sólo le puedo estar agradecido. Porqué vivo, porqué te he encontrado y nos amamos, porqué puedo escribir, porqué puedo nombrar a los culpables, a los rancios, a los indeseables. Con quienes debo convivir.

Mañana, después de bucear en la niebla, vamos a ensayar en clase otra experiencia de trabajo cooperativo y nos vamos a reir. A lo mejor por poco tiempo: igual nos prohíben hablar de cooperación. Y luego, en dos días, me refugiaré contigo bajo las sábanas. Ni políticos ni niebla ni carreteras ni mercados habrá en este mundo. Sólo el sol, la luz que en la piel de tu vientre refleja la lamparita. Tu vientre como una playa.

    

18 de nov. 2011

Estriptís


La luz al final del túnel podría ser un coche que se te echa encima. Las opciones son todas posibles. A Julian Barnes no se me ocurriría jamás discutirle su gran arte, pero sin embargo discrepo de esa afirmación suya sobre el amor:
“Yo tengo ya más de cincuenta años, y si usted me pregunta cúales son las reglas inmutables del matrimonio, sólo se me ocurre una: Un hombre nunca deja a su mujer por una mujer mayor que ella. Aparte de eso, todo lo demás es posible”.
Pues bueno, no estoy de acuerdo. Julian: no eres infalible, ya lo ves. Porqué eso también es posible. Como también es posible que, en España, los trabajadores e incluso los parados voten al lobo que los quiere devorar definitivamente. Aunque tenga aspecto de perrito lerdo, Mariano es un lobo baboso y peligroso.

Ayer me acosté sintiendo amor, y esta mañana me duché mientras sentía amor. Eso también es posible.

También es posible que a un tendero (pongamos como ejemplo al vendedor de chucherías de la esquina) ahora se le llame emprendedor, y se le rinda culto. Ahora parece que eso es posible: ya se ha construido el nuevo culto al emprendedor, con liturgia escrita en los programas electorales.

También es posible que los banqueros se organicen en forma de banda, asalten el poder, lo ocupen y la prensa les aplauda. Il professore Monti (no confundir con Monthy Python) afirma que la democracia es un problema y un estorbo. Toma, pues claro. Son mucho más fluidas las dictaduras -y más baratas: no hay que gastar en costosos procesos electorales, no hay que ver debates en la tele. Basta con poner partidos de fútbol y entrevistas a Guardiola y a Messi. Y demás pensadores modélicos que no hablen usando esas cansinas subordinadas de relativo.

Ésta mañana salí de casa arrastrando una enorme sensación de perplejidad. El trayecto hasta el trabajo estaba metido en una densa bola de algodón. Lo llaman niebla, pero es el aliento del diablo. Sin embargo, quinientos metros antes de llegar al destino el halo se esfumó, y he llegado cubierto por una dulce pátina de sol. Me vinieron ganas de no cruzar la puerta, y sentarme en el último peldaño antes del umbral a fumarme un cigarrillo. Algún día lo voy a hacer, lo aviso. Para que me vayan ensayando el expediente.

En este blog van unas cuantas veces que me he desnudado y ahora otra vez, pero hoy más precavido. Por si acaso vienen tiempos beatos. Eso es muy posible. Ya puestos a desnudarme no importa si además cuento qué voy a votar el domingo. Voy a votar por Iniciativa-Verds, y creo que si estuviese empadronado en Euskadi votaría Amaiur. Me gustaría argumentarlo un poco, y escribir porqué votaré -y porqué no votaré ninguna de las otras opciones. Es innecesario, y además es muy probable que todo eso no le importe a nadie.

Lo único que no es ni posible ni probable -sólo es  cierto- es que en unos treinta y pico días me voy al paro. Más que nada para darles confianza los mercados y todo eso, y engrandecer la patria catalana, que exige sacrificios un poco al viejo estilo de los aztecas. Y aunque no soy vidente, creo que voy a seguir amándote.



15 de nov. 2011

Acción directa

El texto se ha inspirado en un post de Juan Cruz, quién a su vez se inspiró en Philipp Blom (o en Michel Foucault). Pero no está dedicado a ninguno de ellos, sinó a quién lo entiende, y a quién le ha aportado algunas ideas y frases.




Tu cuerpo es un cuerpo político como el mío, y en la cama (a veces en el sofá de tu casa) aprendemos a hacer política. El discurso del poder se presenta, nos pregunta. Le respondemos como podemos, como sabemos, como vamos aprendiendo. No es lo mismo arriba que abajo. Será por eso que, de lado, hablamos más, cuando estamos al mismo nivel. Pero a los dos nos gusta, a veces, subvertir el orden. O incluso experimentar como será eso de ofrecernos, sumisos. Arrodillarse es nefasto menos cuando lo pide el amor. Pero aún así hay que saber que arrodillarse significa ponerse de rodillas.

Y a veces nos gusta ordenar y mandar, y ver qué le pasa al alma cuando uno se sienta en el trono y se viste de general depravado. O desnudo y débil como un esclavo sin voluntad a tener en cuenta. Nuestros cuerpos han experimentado la democracia, la dictadura, la rebelión anarquista. Hemos sido ciudadanos, súbditos, esclavos, guerrilleros apátridas, terroristas,  colectivizadores y príncipes. A cada posibilidad le ha seguido su opuesta. Incluso hemos abierto terceras vías. Y así, nuestras camas han recorrido los siglos y los mapas, las geografías.



Hay que construir, construir. Sin inmobiliarias, ni arquitectos, ni hipotecas. Un mundo nuevo que no se construirá ni en las urnas ni en los periódicos. No si antes no lo hemos construido en casa, en nuestros sueños. En la cocina, en el armario, en la nevera. En la ducha, bajo las sábanas, en la lista de la compra. En la elección del papel higiénico para limpiarse el culo, de la tienda en donde compro los pepinos y las zanahorias. En la forma como te quito las bragas o me inclino ante ti. Hay muchas formas de abrir las piernas y cada una es un gesto político que cambia el mundo.

Querer o amar: eso también es un gesto político. En silencio o hablando. Primar tu orgasmo o el mío, o tan sólo vivir en ese placer que no termina. Olvidarse del placer propio, pensar sólo en el tuyo, en tu orgasmo, y percibir que el tuyo me lleva al mío sin solución de continuidad. Rajoy o Rubalcaba o Izquierda Unida. La Caixa o Triodos, o la baldosa secreta. O el casino, o la bolsa de los hijos de puta en su infierno frígido, de números. Quizás incorporar a un tercero que nos ponga un espejo, yo qué se. Democracia de verdad o democracia de mierda, tu ganas y tienes cuatro años para sodomizarme mientras yo me callo, como dice Artur Mas. Someterme al poder o darme la vuelta de repente. Rendirse tiene sus beneficios, haz conmigo lo que quieras. No te creas, eso también me gusta. Abandonarse, abandonarme a ti. Para luego quemar las iglesias y asaltar las comisarías. Los curas arden, los Mossos de esquadra se rinden. Y yo me derrito.

Vamos a empezar por la acción directa. De tu cuerpo sobre el mío, o del revés.


Y al final, agotados por el esfuerzo, seamos esclavos o príncipes, hundiremos nuestro cuerpo entre las sábanas. Y en ese acto, siempre el último hasta que no volvemos a abrir los ojos, llevamos con nosotros sólo el postrer recuerdo de la vigilia, y no caben más esperanzas que las que albergan nuestros sueños. El resto hay que ganárselo cada día, y un día tras otro. El resto es política. Pero podemos seguir abandonándonos al sueño, para el que no es necesaria ninguna compañía.
E.H. March


11 de nov. 2011

El infierno está vacío

Serían las tres y pico de la tarde, sábado, primeros de noviembre. Todo es muy barroco, pienso mientras me calzo mis gayumbos de Springfield a 14,5 euros el trío. Eso parece una frase de Bret Easton Ellis, murmuras tu -y te abrochas el sujetatetas con una destreza sorprendente.

La niebla llevaba unas horas gatuna, ronroneando acostada en la espalda del Segre. No la habíamos visto, porqué des de la madrugada cuando nos despertamos no habíamos salido de la cama. Fué a las tres y pico de la tarde cuando bajamos a la calle. Como diría Federico.

(En esos instantes, mientras te vistes, te quiero como nunca).


Creo que aquí cerca hay un restaurante, nada, un restaurante de barrio -pero digno, te digo mientras bajamos esas escaleras estrechitas bajo la bombilla amarillenta. Pisamos la espalda de esa Lleida triste y deprimida. Apenas tres cuadras, que diría Julio. Cocina abierta hasta las cuatro, dice el cartelito en el cristal empañado. Bueno, pues menos mal, jolín, estamos de suerte.

Después de dos horas aún no sabemos si el camarero es rumano o magrebí, como si eso importase algo. Todos los hombres son un misterio y un enigma. La tez blanca, los ojos azul mediodía, pero ese acento, joder, es que no lo sitúo. En un parpadeo sueño con barcos lejanos surcando un mar gris. Gris mierda. Y llamaradas en el horizonte.



Luego nos decidimos a andar. Pasados los cuarenta y pico, la digestión funciona mejor si caminas y por eso bajamos un poco más hasta el río. Desde hace un par de años, cuando pienso mi edad pienso en cánceres, tumores y gasto a la seguridad social: se avecinan las tomografías axiales que tantos disgustos le traen al Conseller Boy Ruiz. Y creo que Mariano propone cambiar los TAC por una palpaciones, ese viejo verde.

El parque de la Mitjana es un laberinto. Tiene algo de laberinto borgiano cuando le añades un poquito de ficción. No te aclaras nunca por más veces que te lo hayas pateado. Y eso se debe a que la vegetación crece, cambia, abraza, besa y abandona. Un árbol es el espejo deformado del otro. Te miro y tu me miras (eso también es una cita pero no recuerdo de quién). No eres la misma, pero como diría Einstein eso es relativo. Podría ser que mis ojos, con el transcurso de los años, ya no sean los mismos que te miraron la primera vez. A lo mejor es por eso que te veo distinta. Nos hemos hecho mayores. Yo todavía busco en tu cabeza un pelo cano. Y no tienes ni uno. Pero no voy a preguntarte otra vez si te tiñes: tu tampoco me preguntas nada. En esos años hemos aprendido a vernos. Todo eso lo pienso en ese parque. Sin ni tan siquiera sospechar que un poco más abajo, en el infierno, se están abriendo las puertas.

A veces siento que me gustaría envejecer a tu lado. A veces envejecer me oprime y me pone ateo. Pero pensar envejecer a tu lado, así todo junto me pone místico y me vuelve dulce, y en ese instante hago las paces con la muerte. No hay dolor ni oscuridad en este mundo (lo dijo Arseni Tarkovski). Y todos estamos juntos mirando al mar.

(No muy lejos de allí, en este mismo momento -las tres y pico-, en el infierno:)

Todos los demonios salían por la puerta. No teníamos ni puta idea de eso, porqué todo era leve y además la niebla se levantaba en jirones veloces. La maga del cielo levantó el velo (a lo mejor eso lo dijo Joan Perucho).
-Si el infierno está vacío y todos los demonios andan por aquí va a ser muy fácil llegar a un pacto. Seguro que algún demonio habrá que sea de Convergencia  o de Unió, y esos pactan hasta por un bocata de chorizo, que diría Albert Pla.


No sé qué demonios pasó luego, dicho a la manera de Bulgakov. Si se detuvo el tiempo, si pactamos con un demonio rancio. Creo que volvemos o volveremos allí hasta que el sol salga y nos desborde, que nos reviente las cejas. Me quiero morir a tu lado. Lo más tarde posible. Aunque cada tarde tenga que recorrer ese laberinto. Hasta que llegue la tarde en que el puto Lucifer tenga las puertas cerradas y entonces sólo los ángeles. Como diría Rafael Alberti.

10 de nov. 2011

¿Quién te lee, Montserrat?




No se muy bien porqué me comprometí a participar en ese homenaje a Montserrat Roig. Supongo que mis dificultades psicológicas para decir no. Que es lo que debería haber dicho en el primer momento. Pero una vez cometido el error, la única salida posible es aceptarlo como me acepto con los demás errores. Si Santo Tomás sólo podía definir a Dios por lo que no era, a mi me defino por las veces que no supe decir no.

También tiene la culpa la señora Júlia Costa, que lleva unos días publicando unos artículos ejemplares (como casi siempre) sobre la Roig. Son esos artículos los que me debieron tocar la fibra inconsciente. De modo que el lector y la lectriz interesados en M.R. deberían salir pitando ahora mismo de este blog para irse al de Júlia.

Después de aceptar los errores hay que actuar: ver qué puedo hacer. Ante todo debo admitir que he leído muy poco a la Roig, y lo que he leído no es que me haya entusiasmado. En mi casa apareció el terrible volumen Els catalans als camps nazis, porqué la periodista nombra el nombre de mi abuelo materno. No es que el abuelo Miquel muriese en un campo de exterminio nazi, pero sí murió en el exilio francés a consecuencia de todo un poco, y sobretodo del fascismo en sus expresiones española y alemana. Y como mi madre tenía seis añitos cuando murió su padre, es normal que una escueta referencia suya en las páginas de un libro le sirviera de motivo para comprarlo, leerlo de cabo a rabo y colgarlo en los estantes más visibles, en un lugar de honor. Cuando decoramos una casa tendemos a construir altares para nuestros dioses lares. Eso pasa poco ahora, pero desde tiempos inmemoriales la humanidad ha tenido muy en cuenta a los lares.

Hablando de la humanidad, como mis hormonas son predominantemente masculinas creo que he dedicado más tiempo a observar las piernas de la Roig que a sus textos. Esas piernas que sedujeron a hombres y mujeres (o a mujeres y hombres) de la intelectualidad más o menos progresista de su tiempo. Y digo más o menos progresista, porqué parece que Salvador Espriu también se interesó por ellas.

Eso lo cuenta (en parábola, como Jesucristo) Terenci Moix en la que me parece su mejor novela: El sexe dels àngels. Un retrato crudo, erotizado, desencantado y estilizado de aquéllos tiempos.

Siempre hay un drama en cada historia humana. Un drama pequeño y a la vez una comedia: sin el humor que nos protege y nos libera estaríamos perdidos. En este caso el drama y la broma es que hoy a Montserrat Roig le van a salir homenajes en los blogs, como fredolics en los bosques del Alt Urgell. Pero hace pocos días en Barcelona se hizo un homenaje a la Roig y a la vez a Maria Aurèlia Capmany (unidas por una coincidencia del calendario). Una de las ponentes se preguntaba quién lee hoy a ambas escritoras, y su respuesta era muy sencilla: nadie. O casi nadie. Sinceramente dudo que la mayoría de quienes han participado hoy en el homenaje haya leído mucho a Montserrat, como su atento servidor. Y aún peor: dudo que cien blogs homenajeadores sirvan para que encuentren un lector o una lectora nuevos.



(Eso no viene a cuento: pero es una pena que Maria Aurèlia Capmany no tenga los lectores que merece).

8 de nov. 2011

Vivo en el Reino de Paranormalia


He recibido esta carta, pulcramente depositada en el buzón. Es un sobre alargado y rígido, que sobresalía un poco por la abertura: lo primero que me ha venido a la cabeza es una imagen erótica y grosera. Como ha llegado en lunes, digamos que la semana ha empezado decididamente mal. Una vez abierto, descubro estas palabras (Times New Roman, cuerpo -yo diría que- 12):
Señor/a Oveja,
Ya sabe usted sin duda que se acercan elecciones en el corral. En estos momentos difíciles para el ganado, debe usted ser responsable y a la vez mantener la ilusión. No podemos perder tiempo ni andarnos por las ramas: se impone una mano firme que sepa manejar el timón, etc, etc y bla bla bla.
Y lleva una firma grandota, en tinta azul de Prússia:
Afectuosamente,
El Señor Tigre.
(El garabato que salpica las letras tiene algo de dentellada).

Suena a broma, pero las encuestas no dejan lugar para el buen humor. Parece que una mayoría aplastante (o aplastadora) de ovejas vamos a votar al señor Tigre. Bueno, eso se veía venir. Porqué Paranormalia es un corral grande en donde nos tienen repartidos en diecisiete corralitos más manejables. Y el caso es que en el mío, hace poco elegimos a Cachorro de Tigre para el cargo de Muy Inescrutable Capataz.

Hoy lunes el cielo está incierto: me pongo una chaqueta ligera, pero a la vez pienso que dejaré un chubasquero en el maletero del coche. Cuando ya llevo un par de quilómetros me doy cuenta de que me he olvidado el chubasquero y el desayuno. Enfin, los lunes ya se sabe. Mientras escucho las noticias, por debajo voy rezando oraciones laicas para que el coche no se estropee, que ya está viejito. El otro día, por su culpa, llegué tarde a unas jornadas para docentes en tiempos de crisis: La incertidumbre y el azar: su incorporación en el aula y el curriculum.

El ponente, desde su alta tarima, me lanzó una mirada sobrecogedora, como si soltara el asesino en serie que llevamos domesticado por dentro. Creo que ese hombre, por más laureles universitarios que lleve, no está indicado para hablar del asunto. Quiere hablar de la incertidumbre ante un público callado, silencioso, atento y además puntual. Ese pobre hombre -doctorado en Sociología aquí y en la Sorbona- no sabe que Paranormalia es un país mediterráneo.

A la salida de la conferencia, un aprendiz de periodista me pregunta si creo que voy a poder aplicar los nuevos conocimientos en mi labor profesional. Le explico que no lo se, porqué en pocas semanas estaré en paro: en Paranormalia, los pobres y los trabajadores nos sacrificamos para ayudar a los señores. Más o menos como en la Edad Media.

A pocos metros del portal de mi casa, como voy confundido con mis pensamientos, piso una mierda tierna de perro. Mientras subo las escaleras medito cómo me voy a librar de ella (instrumentos, productos químicos necesarios, etc). Pero al pasar ante la alfombrilla felpuda del vecino encuentro una solución práctica. Como se hacía antes con el mal de ojo, le paso el problema al otro. Mi vecino ya está en paro desde hace semanas, así que tiene tiempo para solucionar el contratiempo.

Ya acostado, busco una lectura que me adormezca. Encuentro el programa electoral de Convergencia Popular. Leo que van a suprimir la asignatura de Educación Ciudadana, porqué es un fracaso y porqué está cargada de malafé ideológica, y promueve el aborto y la masturbación.

Nota: en el video de arriba estaban previstos cuatro minutos de fenómenos paranormales totalmente ciertos. Pero la batería de la cámara estalló cuando empezaba a grabar. Justo en el instante en que Fulano Rajay abría su boca en la tele.

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Tranquilos, muchachos: los derrotados somos invencibles.
El Roto



5 de nov. 2011

Y mi papá también



A Juan Cruz y su blog-faro

Pasé muchos años de mi vida leyendo. Era la época en la que me crecían pelos en las piernas y en los testículos, que es una época difícil de la vida.

Iba a escribir perdí muchos años, pero sería deshonesto. De Salgari a Verne, aunque también Chrétien de Troyes y Lovecraft y Poe y Lord Dunsany. Luego pasé años leyendo y escribiendo a la par. Como escribe Juan, también escribía poemas como quien planta zanahorias.

Y luego -o sea, ahora- leyendo más bien poco, escribiendo un poquito y trabajando mucho. Y filmando con esa cámara de video de 150 euros en el Megamiró. En el último video grabado me veo a mi y a la vez veo a mi padre. Mi padre, sobre quién he escrito tan poco. Veo alguno de sus gestos, su calva (aunque el perímetro de la mía le gana, porqué a esa edad él aún se peinaba por las mañanas antes de llevarme al colegio).

Luego me veo en el video como Andrei T.

Tarkovski es el padre que quisiera haber tenido en el universo paralelo en donde uno escoge a su padre. Ya me dirás qué universo debe de ser ese. Andrei Tarkovski conservó su cabellera a salvo de los indios malvados hasta el día de su muerte. O igual no, porqué Andrei falleció a causa de un cáncer vertiginoso y vete a saber qué tratamientos le aplicaron los aplicados científicos que curan los cánceres. Sea como fuere, su última foto en vida le muestra con una buena mata de pelo en la cabeza. Igual es que Andrei era un tipo presumido.

Sé que soy el hijo de mi padre, pero a la vez tuve otros padres sin que mi madre se enterase mucho, o igual muy tarde. Una suerte de polvo angelical participó en mi. Apenas sin gemidos ni orgasmos (si es que jamás hubo algo de eso). Sea como sea, otros estuvieron allí.

Supe de Andrei una tarde a finales de los noventa. Le descubrí en un cine del barrio de Gracia. Esos nombres como Gracia a fuerza de repetirlos pierden su significado. Pero Gracia significa gracia, y eso debe significar algo todavía. Andrei estaba allí. Había dirigido Nostalgia y también Sacrificio y Andrei Rubliev. Entre otras. El espejo lo descrubrí un poco más tarde, en la Filmoteca.

En este video repito gestos de ambos. Del padre de la partida de nacimiento y del otro, y de otros. Aunque todos esos gestos los repito como en una torpe imitación.


3 de nov. 2011

El Wendigo (a Oliana, l'Alt Urgell)


Es va hostatjar a la Fonda Víctor, enmig del poble, entre la carretera C14 i el carrer Major. Va deixar la maleta i el raspall de dents a la cambra vint-i-sis. El van veure sortir cap a les quatre de la tarda, d'una tarda de pluges de primers de novembre.

Com que no va tornar (i no va pagar), l'hostalera va telefonar la policia. I la policia va decidir entrar a la cambra vint-i-sis. Van trobar-hi objectes que no són significatius i una llibreta. I una targeta de video.

2 de Noviembre. En el horóscopo pone que mi signo es un signo afortunado, por lo menos hoy. La conjunción de Venus con Urano promete la aparición de un amor fulgurante, de esos que te transforma la vida. Pero me siento un poco más allá del zodíaco y sus esbirros. Siento que algo anda mal, algo dentro, en las vísceras. Quizá esos dolores leves indican la presencia de un dolor inminente, agazapado dulcemente tras esa levedad. Me dieron cita en el hospital para un TAC, antes de fin de año. No iré a esa cita. No me interesa ese médico, sus gafitas de diseño, sus aparatos con lucecitas de colores, su pose estudiada. Me molesta además que use el perfume de Jean Paul Gaultier y que calce unas Camper de casi doscientos euros. Supongo que más bien debería decir: no quiero escuchar lo que me va a contar. 
3 de Noviembre. Oliana es un pueblo minúsculo, dos garras de casitas agarrando el intestino de la carretera que lleva hacia la horrible Andorra. Vine hasta aquí porqué me citó a la salida del pueblo: Justo cuando se termina el pueblo hay una carretera, a mano derecha, que sube para el castillo. Deja el coche en el último rellano. Te espero allí. 
4 de Noviembre. Ha llovido tanto que temo por esa carretera. Igual ha desaparecido abolida por el agua que cae sin reposo. Porqué no hay reposo. La tierra bebe desesperada tras los meses de sequía. Me siento en el rellano en dónde me citó. No hay nadie. De repente se me ocurre pensar en aquél horóscopo. A lo mejor vivir un gran amor me hubiese salvado: no habría acudido a esa cita. Según dicen las estadísticas, mi edad está justo después de la mitad de la vida. Pero yo se que estoy cerca, que he andado más que eso. En realidad me alegro de que sea así. Y además debería de haber puesto gasolina allá abajo. No creo que tenga la suficiente para desandar la carretera. Y los zapatos están destrozados. Aún así me las apañaré para bajar y mañana volveré. Y caminaré por ese camino que se adentra en las encinas ennegrecidas por el otoño.