29 de des. 2019

La mà d'en Virgili, professor emèrit d'institut

Resultat d'imatges de virgilio dante

La mà de Virgili és la que guia el narrador de la Comèdia fins que, arribat en un lloc determinat, la hi deixa anar i li etziba: a partir d'aquí apanya't tu sol, que jo me'n vaig. Dit i fet: en Virgili se'n va tot seguit. Si te he visto no me acuerdo. És una de les millors escenes de ruptura emocional mai escrites, i amb una economia de llenguatge envejable: tant de bo tots en sabéssim tant quan es tracta d'enviar a dida l'amant, la muller o el marit.

Aquest Virgili del qui parlo és el poeta llatí que el Dante va reviure per fer-lo personatge d'una de les obres més estranyes i enigmàtiques (i més sublims) de les lletres, un text que va inaugurar el gènere de l'autoficció i que va elevar el del fantàstic fins a cotes mai assolides fins llavors, ni mai superades després. Potser podríem parlar de Philip K. Dick arribats en aquest punt, però ho deixarem per a un altre moment.

A Catalunya i al segle XXI ens ha aparegut un altre Virgili, un senyor que es veu que és professor emèrit d'institut, una categoria que no acabo d'entendre però que em temo que deu voler dir: vaig ser professor d'institut i ara estic jubilat, i bellament jubilat per cert, amb una bona paga a càrrec d'Espanya.

El nostre Virgili no ens havia acompanyat enlloc, però això no li reca per deixar-nos anar de la mà: no sou catalans, ens diu als qui, malgrat haver nascut a Catalunya (com si no tinguéssim prou pena per haver nascut a Catalunya), no som independentistes. No sou catalans, ens diu, sou feixistes residents a Catalunya. El senyor Virgili català jubilat al segle XXI em nega una part de la meva identitat, cosa que no em molestaria gens perquè la identitat nacional és cosa que no em traurà mai el son si no fos perquè m'atorga, graciosament, una identitat que no coneixia: em dóna la identitat de feixista resident. Desconec a quina legislació m'he d'atendre a partir d'ara. Ho consultaré a la Secretaria general de l'Onu, a veure si tenen res previst per als feixistes residents a Catalunya.

Al senyor Virgili, catedràtic emèrit d'institut, m'agradaria dir-li que, a mi, ser català m'interessa tant com ser una gamba o un escamarlà. És més: haver nascut a Catalunya no m'ha fet mai cap punyetera gràcia. Tinc desenes de llocs on m'hagués agradat néixer, entre els quals hi ha Brooklyn, Camden Town, la Rue Furstenberg, l'illa de Socotra, Guadix, Porto, Hervás i molts d'altres entre els quals hi ha, fins i tot, Laujar de Andarax, el poble on s'exilià Boabdil un cop desposseït del seu regne.

Ja ho veu, senyor emèrit: ser català o no ser-ho m'interessa tant com a vostè li interessa la democràcia. El que ja no accepto de tan bona gana és que em tracti de feixista, tot i que, venint de vós, aquesta categoria no em fa ni fred ni calor. ¿Què vol dir "feixista" segons vós? ¿Sap el senyor emèrit què feien els nazis alemanys amb els alemanys jueus? ¿Coneix què deien les lleis de Nüremberg del 1935, promulgades pel règim nazi, i on es negava la identitat alemanya als jueus alemanys? Suposo que el catedràtic emèrit anomenat Virgili no les coneix: hom pot ser catedràtic, i hom pot ser catedràtic emèrit però també pot ser, alhora, un ignorant integral. I àdhuc un cretí integral.

Es comença per negar la identitat regional i s'acaba per la solució final.

Senyor Virgili català emèrit: a mi, que vostè em deixi anar la mà m'agrada i em tranquil·litza: el tacte de la seva mà freda, suada i libidinosa no m'agradava gens. Preferiria anar de la mà d'un batraci que de la seva, què vol que li digui.

Més informació sobre el senyor Virgili, catedràtic emèrit de l'institut Jordi Goebbels i Turull, aquí:
https://www.diaridegirona.cat/opinio/2019/12/27/llagostins-virgili/1020865.html

_______________________
VERSIÓN CASTELLANA:

LA MANO DE VIRGILIO, PROFESOR EMÉRITO DE INSTITUTO

La mano de Virgilio es la que guía al narrador de la Comedia hasta que, llegados a un lugar determinado, la suelta y le endilga: a partir de aquí apáñatelas como puedas que yo me largo. Y justo después Virgilio se va. Si te he visto no me acuerdo. Es una de las mejores escenas de ruptura emocional jamás escritas, con una economía de lenguaje envidiable: ojalá todos supiéramos tanto cuando se trata de mandar al garete a la amante, a la mujer o al marido.

El Virgilio de quien hablo es el poeta latino que el Dante revive para hacerlo personaje de una de las obras más extrañas y enigmáticas (y más sublimes) de las letras, un texto que inauguró el género de la autoficción y que elevó el del fantástico hasta cotas nunca logradas hasta entonces, ni jamás superadas después. Quizás se podría hablar de Philip K. Dick , pero lo dejaremos para otro momento.

En Cataluña y en el siglo XXI se nos ha aparecido otro Virgilio, Virgili se apellida, es un señor que afirma ser profesor emérito de institut, una categoría que no termino de comprender pero que, posiblemente significa: fui profesor de instituto y estoy jubilado, bellamente jubilado, con una buena paga a cargo de España.

Nuestro Virgilio catalán no nos había acompañado nunca hasta ninguna parte, pero eso no le impide soltar-nos la mano y espetarnos: no sois catalanes los que habéis nacido en Cataluña (como si no tuviéramos bastante pena por haber nacido aquí), pero no sois independentistas. No sois catalanes, nos dice, sois fascistas residentes en Cataluña.

El señor Virgilio catalán jubilado en el siglo XXI me niega una parte de mi identidad, cosa que no me molestaría ni lo más mínimo, porque la identidad nacional es cosa que no me quitará el sueño, si no fuese porque me otorga, graciosamente, una identidad que desconocía: me da la identidad de fascista residente en alguna parte. No se a qué legislación deberé atenerme a partir de ahora. Lo consultaré a la Secretaría General de la ONU, para saber si tienen algo previsto para los fascistas residentes en esta bella región.

Al señor Virgili, catedrático emérito de instituto, me gustaría contarle que, a mi, ser catalán me interesa tanto com ser una gamba o un langostino. Es más: haber nacido en Cataluña no me hace ni puñetera gracia. Tengo decenas de lugares en donde me hubiese gustado nacer, entre los cuales está Brooklyn, Camden Town, la Rue Furstenberg, la isla de Socotra, Guadix, Porto, Hervás y muchos otros, entre ellos, Laujar de Andarax, el pueblo en donde se exilió Boabdil una vez desposeído de su reino.

Ya lo ve usted, señor emérito: ser catalán me interesa tanto como a usted le interesa la democracia. Lo que ya no le acepto es que me trate de fascista por no pensar como usted, aunque, viniendo de vos tal sandez, me deja indiferente. ¿Qué debe significar "fascista" en vuestro vocabulario emérito? ¿Sabrá el señor catedrático lo que hicieron los nazis alemanes con los alemanes judíos? ¿Conocerá acaso, el emérito, lo que fueron las leyes de Nüremberg de 1935, en donde se negaba la nacionalidad alemana a los judíos alemanes? No, supongo que no lo conoce: de otro modo no se atrevería a usar argumentos nazis para acusar de fascista al discrepante, no, imposible que conozca esos detalles de la historia: uno puede ser catedrático y ser, a la vez, un ignorante integral. Un cretino integral.

Se empieza por negar la identidad regional al que no piensa como tu y se termina por dar con la solución final.

Señor Virgilio, catalán y emérito: a mi, que usted me suelte su mano me gusta e incluso me tranquiliza. El tacto de su mano fría, sudorosa y libidinosa, mano blanda y blanquecina de patriota, no me gusta nada. Preferiría ir de la mano de un batracio antes que de la suya.

28 de des. 2019

La soledad de Krajina (y la cuestión de Tabarnia)

Imatge relacionada
Vukovar durante la guerra.

Lo que cuenta la prensa no se puede creer a pies juntillas. Pero está bien que esos señores (y señoras) estén negociando, sentados, bien comidos, con el aspecto de haber regado bien la comida. Además, en Madrid se come muy bien. Está bien que intenten devolver el asunto a la política y que se hagan reconocimientos mutuos. Habría muchas cosas que matizar, pero así a grosso modo, digamos que está bien lo de hablar y negociar. Parece más civilizado. Aunque, a mi, los jueces como Marchena y Llarena, las leyes y los tribunales también me parecen un buenísimo ejemplo de civilización, de democracia y de inteligencia. Me gustan Marchena y Llarena.

Creo que los independentistas le han pedido al futuro gobierno que reconozca la existencia de algo llamado "conflicto catalán", que para ellos es un conflicto territorial entre una región y un estado, España. Para mi el conflicto catalán siempre ha sido otra cosa: el conflicto de convivencia entre catalanes que han creado una parte de los catalanes. Una parte que, aún siendo minoría, se otorga la legitimidad, excluye de catalanes al resto y asume, por lo tanto (abracadabra) que lo que ellos quieren es lo que quiere Cataluña. Me gustaría que los negociadores catalanes aceptasen esa segunda acepción del conflicto. Si no lo hacen, no habremos negociado nada de nada. Si no lo hacen, los catalanes que no somos independentistas nos habremos quedado solos, genuinamente solos.

Mientras pensaba en esas cosas (y en qué cocinar al mediodía), el libro que ando leyendo me sorprende con un capítulo dedicado a la república serbia de Krajina, un suceso casi olvidado que aconteció alrededor del año 90 del siglo pasado, durante las guerras en los Balcanes. Cuando Croacia se hubo independizado, una gran región del nuevo país (cuya bandera es la bandera que le diseñaron los nazis) intentó independizarse de Croacia, a su vez, para integrarse en Serbia: sus habitantes eran, mayoritariamente, de origen serbio. El ejército federal yugoslavo (lo que quedaba de él) se desentendió del asunto, y la guerra quedó en manos de las milicias pro-serbias y de las croatas. Se masacraron los unos a los otros. La región, esa Krajina que dio nombre a una república efímera, fue devastada. Su ciudad más importante, Vukovar, arrasada varias veces por las artillerías de ambos bandos.

La guerra balcánica avanzaba en otros frentes y, aunque Serbia les prometió a los habitantes de Krajina que no les abandonaría, usó Krajina como pieza para negociar otro asunto y, finalmente, se olvidó de Vukovar y de los serbios que habían quedado del lado de la república Croata. Que no fueron muchos, a decir verdad: muchos miles murieron (jamás se llevó al tribunal de La Haya a ningún militar croata) y muchísimos otros miles huyeron y emigraron hacia Serbia, que les acogió con desánimo. Los serbios de Krajina quedaron solos, a merced de una negociación lejana, abandonados a su soledad por obra de un cálculo estratégico. Uno se puede detener a pensar en la soledad de aquellos serbios de Vukovar: campesinos, peones, maestros de primaria, tenderos, obreros.

Cuando alguien planteó por aquí la hipótesis de Tabarnia, no se supo si se trataba de una broma, de una broma inteligente, o si de veras había un proyecto político detrás. Recuerdo haberlo comentado con algunos conocidos, y casi todos opinaron lo mismo: plantear la secesión de Tabarnia respecto de una hipotética Cataluña independiente sería terrible, un paso hacia la balcanización de España. También me dijeron: si se proclama la autonomía de Tabarnia, incluida en España y fuera de Cataluña, nos olvidamos de nuestros hermanos españoles de Lérida, de Gerona. No estaría bien abandonarles, dejarles solos en esa Cataluña excluyente, me dijeron. Acuérdate de Krajina, recuerdo que me dijeron.

Es cierto: en Croacia hubo otras regiones que no querían ser croatas aparte de Krajina, y todas fueron olvidadas. Hubo grandes desplazamientos de personas, exilios masivos, miles de familias que lo perdieron todo, que tuvieron que marcharse con lo puesto de los lugares en donde habían nacido, que habían amado, que fueron su paisaje, su pequeño país. Todo eso pasó en nombre de derechos "nacionales", de derechos inventados sobre la marcha y respaldados por armas, la ley del fuerte, las razones del poderoso que se otorga la mayoría. En nombre, por otra parte, de negociadores que buscaban equilibrios políticos o algo así. Croacia consiguió ser un estado pero es un país triste con una bandera nazi, su democracia es más que dudosa y allí mandan, más que nadie, los oligarcas locales, los hijos de los croatas que se aliaron con los alemanes para joder a Serbia y más que nada para joder al socialismo. En todo ese lío, tremendamente complicado, los serbios de Krajina se quedaron solos. Y luego fueron vendidos.

Lo que me impresiona de veras es imaginarme la soledad que debieron sentir los serbios de Krajina, la soledad genuina e inenarrable que sintieron. Es posible que algunos de esos serbios optasen por quedarse. Quizás hoy todavía protestan, ellos o sus hijos, seguro que si protestan lo hacen en voz tenue y son inaudibles para el mundo. Quizás alguno escribe algo al respecto, lo ignoro. Nadie escribe sobre ellos, nadie les menciona como héroes.

23 de des. 2019

Cosas que pasan en Aranda (cerca del Duero)

Resultat d'imatges de pomells de joventut
"Pomells de Joventut" fue la antesala del movimiento Scout catalán, y ya por aquellos años fue una organización oscura,
en donde la pederastia y la violación encontraron una vía.

Cuando tenía unos 15 años militaba (el verbo "militar" es incorrecto pero se aproxima) en una de las muchas organizaciones excursionistas catalanas, de aquellas que desfilaban con un fular y con un uniforme. Pertenecíamos a los Minyons Escoltes i Guies de Sant Jordi. A mi no me gustaban mucho ni los fulares ni los uniformes, pero ahí estaba, con la terquedad del adolescente que desea ser integrado. Por mi edad, aquella organización me ascendió a un cierto grado, algo así como a cabo, por decir un cargo: ese tipo de organizaciones jugaban a una imitación catalana y folclórica de la cosa militar. Estábamos muy jerarquizados, se llevaban galones, insignias, una parafernalia paramilitar muy común en aquellos tiempos. Recuerdo que muchos de mis compañeros esperaban, deseosos, el momento en que el ejército les llamaría a filas. Eran los tiempos de la mili obligatoria. Yo ignoraba que iba a ser objetor y luego insumiso, y quizás lo fui gracias a mi desagradable tránsito por los Minyons Escoltes y por razón de los sucesos que voy a relatar ahora, 40 años más tarde.

El caso es que un oficial superior a mi (soy incapaz de nombrar rangos), un chico de unos 18 años, tipo ególatra, parlanchín, presuntuoso y provisto de un catalanismo de "piedra picada" nos invitaba a menudo a merendar en su casa. Ya por aquellos tiempos antiguos, el chico solía hablar de la nación catalana con desparpajo. Él estaba a punto de ser llamado a la mili, y aseguraba de que se formaría en el manejo de las armas y la estrategia para, en un futuro, construir un ejército guerrillero catalán. También hablaba de Esquerra Republicana, que por entonces estaba liderada por un tipo llamado Heribert Barrera. El comedor de su casa estaba presidido por un cuadro enorme, enmarcado en oro, en donde se perfilaba la silueta siniestra de la montaña de Montserrat. En cada esquina del cuadro había un figurón, a saber: el rostro impenetrable de la Virgen negra, el rostro pálido del president Macià, el rostro serio y acojonante de Mossèn Cinto Verdaguer con barretina y por fin, en el ángulo inferior derecho, en donde termina la mirada, la efigie hierática del obispo Jaime Balmes, el que escribió la frase "Cataluña será cristiana o no será" en el corazón de miles de catalanes. Esa imagen tremebunda presidía aquellas meriendas, que sucedían bajo la supervisión atenta pero disimulada del padre (presidente honorífico de la asociación de Minyons Escoltes) y la madre del joven oficial excursionista, mujer discreta y sigilosa, monjil y beata, que solo intervenía para recriminarnos las palabras soeces. Aunque recuerdo aquellas escenas como se recuerda el sueño de una siesta demasiado larga, las recuerdo con más nitidez de lo que preferiría. A día de hoy, los dos progenitores del alto oficial deben estar muertos, así como lo están los míos.

Al final del verano (quizás el de 1979) nuestro joven oficial se vio envuelto en un asunto turbio. Al regreso de una acampada de fin de semana en la falda del Cadí, lado sur, cerca del pueblecito de Josa, una niña del grupo, de 13 años, denunció que había sido forzada en una de las tiendas de campaña por el comandantín. La denuncia de la niña se consiguió mantener en silencio durante algunos días, pero al final el rumor se extendió demasiado, y la oficialidad del Club de Minyons Escoltes no tuvo más remedio que afrontar el asunto. A los oficiales inferiores como yo se nos convocó a un Consejo sumarísimo, una noche, en el local social, en la bonita Vila de Gràcia. Hubo una larga exposición de los hechos, pormenorizada y prolija. Hablaron el presidente honorífico (el padre del acusado), el presidente ejecutivo (un empleado gris del Banco Popular) y los demás altos cargos. Expusieron que el joven acusado, llamado a ser el futuro líder, era víctima de una conspiración maligna. Pero la exposición del caso derivó enseguida hacia otro terreno: la niña denunciante era una mala persona, demasiado guapa y, por consiguiente, perversa. La niña, de la que no diré el nombre, era una chica monísima, rubia, grácil, muy coqueta. He conocido a decenas de niñas de las mismas características durante mis años como docente y varias veces he pensado: ojalá no se encuentren con un desgraciado incapaz de interpretar los datos que les brinda su mente retorcida de machito español o de machito catalán, que es lo mismo, o de machito a secas.

En aquel consejo nocturno, los altos oficiales propusieron que la solución al conflicto generado por una menor "calientabraguetas", en sus propias palabras, debía ser la expulsión inmediata y sin posibilidad de recurso por parte de la niña. Votaron. Es decir, votamos. Recuerdo mi estómago revuelto, mi asco. De repente, todas aquellas personas que estaban a mi alrededor y en quienes yo había confiado ciegamente se me aparecieron como seres abyectos y despreciables, tipos asquerosos. Yo me abstuve en la votación. Una votación en la que la niña fue expulsada con deshonor por todos los votos a favor de la expulsión menos una abstención. Pocos días después fui invitado a dimitir y a largarme, cosa que hice. Pero siempre me quedó el resquemor, la desazón. Me odié durante tiempo y creo que ahora, 40 años más tarde, todavía me duele mi cobardía. Aquella noche descubrí que podía ser muy cobarde y pocos días después, cuando fui invitado a largarme, descubrí lo más horrible: que mi cobardía no solo no había servido para nada, si no que me condenaba al ostracismo de los demás y de mi mismo.

Recuerdo también mi último día en la organización excursionista paramilitar: el presidente ejecutivo me obligó a entregar las llaves del local, muy serio. (Los cargos intermedios y bajos gozábamos del privilegio de las llaves del reino). Estuvo seco y antipático, como una esfinge. Me fui cabizbajo y me sentí enormemente desgraciado. No era capaz de procesar la cadena de los sucesos. Antes de llegar a la primera esquina, camino de mi casa, herido y vencido, me crucé con el padre de la niña acusada. Le vi más perplejo y consternado que indignado. Él estaba tan derrotado como yo. Creo que iba al local de la organización a recoger algunas pertenencias de su hija. La mirada de aquel hombre no la he podido borrar jamás de mi memoria. Es más: creo que me vio y apartó su mirada de mi, ya que no le quedaban energías para comunicarme lo que pensaba de mi: que yo, igual que los demás, estuve despreciable en aquella votación. En mi abstención había una asquerosa cobardía, una fea mediocridad moral.

He tardado exactamente 40 años en escribir sobre aquel suceso. Creo que lo reescribiré más adelante, con más calma. Pero reconozco cual ha sido el hecho me ha llevado a recordarlo, como en una maldición eficaz. Me ha llevado a recordarlo la lectura de algunas reacciones al caso de la niña violada por unos futbolistas de Aranda de Duero. Ha sucedido de nuevo. Esta vez no me voy a callar, no me voy a abstener.

Si algún día me decido a escribir el libro negro de la Cataluña actual que planeo a veces, en el duermevela, voy a empezar por allí, por el instante en que fui un cobarde y no supe enfrentarme a unos machitos de mierda.

22 de des. 2019

Navidad en la escuela aconfesional de Zaïd


Llega la navidad a la escuela y Zaïd, con esa mirada limpia de los diez años, contempla los preparativos, la ilusión con la que su maestra decora el aula y les invita a preparar una bonita manualidad navideña, con purpurina dorada, estrellas doradas y guirnaldas doradas. Zaïd lo contempla y le gusta. Hay que ver como les gusta el dorado a los niños. ¿Qué diablos tendrá el oro, aunque el oro sea de plástico? Esa manualidad os la llevareis a casa, para felicitar la navidad a la familia. Y así, este niño nacido en el Atlas, cuyos padres emigraron cuando era un bebé, introducirá la natividad de Cristo en un hogar musulmán aunque, en su caso, sea solo levemente musulmán. El padre de Zaïd, a quien conozco bien, es tan musulmán como yo católico. Al padre de Zaïd, Alá le importa lo mismo que a mi me importa Yahvé: nada. Ambos creemos en la igualdad, en la democracia, en los derechos humanos. Presupongo que ambos creemos en la belleza y en la ciencia, y en la bondad, esa creencia metafísica que nos hace hermanos encima de un planeta hermoso, triste, cruel. Hermanos en el desastre colectivo.

Entre las razones que empujaron al padre de Zaïd a emigrar con su familia estaba el hartazgo de un país religioso, en donde la religión se mete en la casa, husmea en la alcoba, se encarama a los fogones, fiscaliza el armario de la ropa y la nevera, cercena las palabras, investiga los deseos, atormenta los sueños. No le pregunté nunca, al padre de Zaïd, si conocía el artículo 16 de la Constitución española, en donde reza: "Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". La idea que tiene el padre de Zaïd de los países democráticos de Europa es la misma que tienen la mayoría de las personas: se presupone que la democracia es laica. Tuve que contarle el concepto de "aconfesionalidad", que poco o nada tiene que ver con el laicismo. Lo comprendió a medias. Es decir, lo comprendió a regañadientes.

En la escuela de Zaïd el 90% de los alumnos son de origen familiar marroquí, la mayoría de Larache, aunque también hay familias bereberes, de lengua amazig. Luego están algunos cristianos, pero no católicos si no protestantes, de la Iglesia de Filadelfia. Bueno, miento: hay dos familias católicas, pero católicas por costumbre y no por fe, como yo. Esas dos familias llevan allí a sus hijos por una cuestión de medios. Es decir, de falta de medios. Hay que contar las cosas por su nombre.

Un día, la directora les dijo a los docentes que debían trabajar por la calidad de la educación en su escuela con esa idea en la mente: debemos hacer que esta escuela sea la escuela a donde llevaríamos a nuestros hijos. Yo fui preguntando, poco a poco y con discreción. La casi totalidad de las maestras llevan a sus hijos a las escuelas concertadas del centro. Algunas, la mayoría, religiosas, las otras, laicas. Eso es un dato conmovedor, sin duda. Los docentes de la escuela pública llevan a sus retoños a las concertadas del centro. Hay auténticos bofetones para conseguir una plaza allí. Bofetones y fraudes, el más común de los fraudes es empadronarse en la casa de la abuela, que vive en el centro, para ganar puntos en la baremación. Las maestras que matriculan en los centros concertados a sus hijos no lo hacen porque crean que la educación es mejor: no lo creen, y la razón no es nunca la calidad de la enseñanza, y eso me lo reconocen sin pudor alguno. La razón es sociológica: no quiero que mis hijos vayan con esos.

Cuando le preguntas a una maestra de la escuela pública por el concepto de la "diversidad" todo son elogios, pero elogios que solo son eslóganes, frases aprendidas sin ningún atisbo de fe. Ellas creen en el valor de la diversidad como yo en los valores cristianos o del deporte: sin fe. Ellas quieren que sus hijos crezcan al lado de Pol, de Laia, de Marc, de Roger. No al lado de Estefany, de Mamadou, de Mohamed, de Najib, de Yahya, de Alexandru. Y luego está lo otro: ellas quieren codearse con los padres y las madres de Laia y de Pol cuando llegue un cumple, una cenita del Ampa. El padre de Pol trabaja en el Ayuntamiento, la madre de Laia en la Nestlé, y su abuela fue una poetisa local, vicepresidenta del Esbart Dansaire, Potestad de la Sardana, mantenedora del Pessebre Vivent, cantaire en la coral Virolai. Las razones son esas y no otras. La calidad de la educación y la religión, la laicidad y la aconfesionalidad les importan un pimiento. Del mismo modo que les importa un pimiento (y una berenjena) lo que diga el artículo 16 de la Constitución española.

Al padre de Zaïd, como a todo padre, lo que le importa es que su hijo crezca sano, que aprenda, que llegue lo más lejos posible en esa carrera loca de humanos contra humanos, locos por prosperar. Hoy verá como llega Zaïd a casa con esa manualidad dorada que celebra el nacimiento de un Dios lejano, tan dudoso y tan cruel y tan metomentodo como los demás dioses, tan desquiciante como los demás. Para el padre de Zaïd, Jesucristo es un profeta menor pero la tradición más que la fe le obliga a respetarle. No dirá nada. Sonreirá, le dará un achuchón a su hijo. Por la tarde, cuando salga a tomar el aire, se inventará alguna excusa con los vecinos del barrio para justificar que este viernes, una vez más, no irá a la mezquita. Cuando mi padre era joven se inventaba excusas muy peregrinas para justificar su ausencia en la Missa del Gall, y en las bodas a las que le invitaban -yo diría que fueron pocas- salía a fumar a la calle para ahorrarse la dichosa hostia consagrada. Este lío entre religión y tradiciones es un fastidio enorme.

20 de des. 2019

Daisy, casi un cuento de navidad para 2019


Daisy se vino para España embarazada de seis meses. Su barriga, demasiado enorme para un cuerpo tan pequeño como el suyo, le impidió abrocharse el cinturón de seguridad en el avión de Aerolineas Argentinas. Aunque Daisy es de Ecuador y no de la Argentina. Nació en Zacachun, un pueblo cercano a Guayaquil. Daisy no está muy segura de cual es el padre de ese feto que crece y crece y crece. Ninguno de los candidatos estaba dispuesto a hacerse cargo del asunto. Quizás por eso se fue para España.

Daisy se bajó del avión en Barcelona. Descubrió que el avión había aterrizado a algunos quilómetros de la ciudad, en un lugar llamado El Prat de Llobregat, en el delta de un río moribundo y maloliente. Era de madrugada, hacía frío en esa tierra ignota y extraña, con neblina y olor a carburantes quemados, a arena sucia, a mar cansado. Ese fue el primer calvario que vivieron ella y el feto que aumentaba de tamaño, el feto hambriento que crecía en su barrigota. Pensó que durante esos 10.000 kilómetros en el cielo el niño había duplicado su tamaño y su hambre, como por obra de un fenómeno inexplicable.

Daisy contactó con unos parientes lejanos que vivían en La Mina. Se alojó en un pisito de la calle Cristóbal de Moura. Jamás supo quién diablos fue ese tal Cristóbal de Moura. Vivió en un bloque enorme, ciclópeo, un bloque para pobres muy similar a los bloques para pobres que había visto en Guayaquil. Daisy pensó que debe haber un arquitecto omnisciente que ha dibujado los planos de todos los bloques, para ambos lados del Atlántico y para todas las partes del mundo en donde haya pobres que cobijar en nichos de hormigón barato.

Daisy parió a un niño. Un día después del parto la mandaron para su casa. Bautizó al bebé con el nombre de Ricardo. Quizás Ricardo era el nombre de un primer amor adolescente. Quizás Ricardo solo era una ensoñación, un nombre perdido y encontrado a la vez durante una siesta, o a lo largo de una noche de fiebre. Daisy trabajó en el Pryca, en el Carrefour, cuidó a ancianos, a hombres en sillas de ruedas, a un esquizofrénico intratable, a una prostituta retirada con sida que le había estafado 25.000 euros al Banco de Bilbao, a una pareja alcohólica de Hospitalet tutelada por los servicios sociales, a un profesor de antropología jubilado que se había pillado los dedos con la ayahuasca, a un majareta de 18 sin estudios. Algunas veces le pagaban en dinero blanco, otras en especies negras. Ricardo, mientrastanto, creció y aprendió algo en la escuela del barrio, entre gitanillos, moritos, negritos, chinitos, charneguitos y muchos latinos como él.

La primera vez que la policía le trajo a Ricardo a su casa, Ricardo tenía 12. Le habían detenido en un Hyundai Santa Fe robado, junto a otros tres chavalillos latinos, con 30 gramos de marihuana en el bolsillo de los tejanos. "Platiqué con él", dice Daisy, "pero el niño estaba lleno de rabia". Daisy tuvo algunos novios. Uno paquistaní, otro moro, dos negros. Y un catalán bastante mayor, de Olot, a quien conoció por internet. El catalán le duró dos semanas (dos fines de semana) y consiguió sacarle 200 euros. "Él me trataba como a una prostituta, así que le dije que serían 100 a la semana". Tuvo otras aventuras. Alguna vez pensó que daría con una buena pareja, buena y duradera, pero no fue así.

Ricardo apareció muerto en la playa a la que la llaman "Chernóbil" la madrugada de un domingo. No había cumplido los 22 por pocos días. La policía dijo que investigaría hasta las últimas consecuencias. Los Mossos de Escuadra le dijeron que quizás fue cosa de una reyerta entre bandas, de modo que aprovecharon para registrar la habitación de Ricardo y, de paso, el piso entero. Le preguntaron a Daisy por esos billetes de 50 que ella escondía en un bote de pintura para cubrir manchas de humedad en las paredes. Daisy echó cuentas, recapituló. Una vez sacrificado el niño en el altar de Cristóbal de Moura decidió volverse para Zacachun, cerca de Guayaquil.

Daisy no es un personaje de ficción. Existe y yo la conozco. Lo último que se de ella es que, una vez de vuelta en Zacachun, se ha echado un novio, un indio que caza tiburones para los turistas ricos, en Salinas. El indio le ha dicho, muy zalamero, en su primera encamada: "Daisy, tu chucha es como la de una virgen".

18 de des. 2019

Wad-Ras no rima con Borràs

foto de Javier Liste Limés.

Si atacan a una, nos atacan a todas. La frase, ejemplo didáctico de distorsión cognitiva (en este caso se llama "sobregeneralización"), procede de otro ámbito. Pero es aplicable al pensamiento trastornado de una tribu en concreto. La catalana. Aunque sea un caso de pensamiento trastornado, en Cataluña funciona muy bien y permite obtener grandes beneficios. Que se lo pregunten a Pujol senior.

Pujol el viejo dejó un agujero tan grande en Banca Catalana como la Fosa de las Malvinas (la comparación no es mía, es de Francisco Casavella, en "El día del Watusi"). Cuando la justicia fue a por él, convenció al pueblo de que la justicia iba a por él por ser catalán, por ser nacionalista catalán. Si me atacan a mi nos atacan a todos, vino a decirnos el Sátrapa. Y le funcionó de maravilla. El pueblo se echó a la calle, gritaron hasta quedarse afónicos. Recuerdo la crónica: hubo quien le gritó "President, desperta ferro!", el grito de guerra de los almogávares de Roger de Flor.

Nunca sabremos lo que sucedió luego. ¿La justicia se amedrantó? ¿Alguien movió los hilos con tan gran pericia que consiguió el milagro? Fuese lo que fuese (los conspiracionistas pueden opinar), Pujol se fue de rositas. Y ahí sigue.

El fenómeno se repite en 2019 con la señora Laura Borràs. Aunque Borràs duplica en altura al Garbancito del Eixample, usa la estrategia del gran pequeñajo. Lo que sucedió con las adjudicaciones de contratos durante su época como directora del Institut de les Lletres Catalanes, el ILC (¡solo les faltaba eso a las desdichadas letras catalanas!) tiene todo el aspecto de ser solo una muestra, la punta del hilo que asoma y del cual, tirando de él, puede caer la madeja entera. No sería de extrañar que, al final de la madeja, cayese un gato (o una gata) agarrado a ella. Vamos a esperar. Será una espera llena de ilusión.

De todas formas cabe reseñar que, en esta ocasión, ha habido una aportación nueva. Esta nueva aportación tiene nombre y apellido: se llama Bel (Isabel) Olid y es una señora de la CUP. Si no me equivoco, Bel Olid se autoproclama escritora. Sostiene que ha publicado más de un libro, pero desconozco títulos y referencias y, además, me da mucha pereza documentarme sobre el caso. Me suena que ha publicado algo sobre autosatisfacción sexual femenina. Creo.

Bel Olid escribió un tuit en el cual asegura que Borràs es persona de proceder intachable. No es un tuit maravillosamente escrito pero se expresa bien, e incluso suelta alguna frase enigmática, lo cual se le agradece. Explica que trabajó para Borràs. Se infiere que trabajó "con" ella en el ILC, pero no lo explicita: ¿en calidad de qué debió de trabajar con Borràs? ¿Trabajó con ella o bajo su mando (que no es lo mismo)?. Y, a continuación, Olid asegura que la imputación de Borràs obedece a la pérfida justicia del estado opresor (la señora Borràs se desplaza en un Jaguar, el vehículo típico de los colectivos oprimidos), y que se la persigue por ser diputada de Junts per Catalunya, el partido del señor del chalé en Waterloo. Tal cual lo oyen. Ni miento ni interpreto. Una señora de la CUP (el partido de la izquierda radical, trotskysta-leninista) acude en defensa de una diputada de la derecha nacionalista populista. Y lo hace sin que se lo hayan pedido. Lo hace por amor. ¿A la Patria?. Si nos atacan a una, nos atacan a todas, supongo que habrá pensado Olid.

Recuerdo que, en unas elecciones catalanas recientes, se presentaban tres señoras de la intelectualidad catalana, intelectualas y escritoras, cada una en su lista correspondiente. Esas tres señoras eran Laurà Borràs, de JxCat, Bel (Isabel) Olid por la CUP y por fin Jen (Jennifer) Díaz por ERC. Todo bien atado. Borràs obtuvo algún cargo, y el destino de las otras dos lo ignoro, pero no debe ser muy brillante. Lo dicho: las letras catalanas siguen en caída libre y diría que pueden ir a peor, por difícil que parezca. Pero no lo olviden: hacia abajo no hay límite.

¡Enfin! Años atrás el señorito Pujol tuvo que espabilarse por llamar a la tribu en su defensa y ahora, cuando le toca a Borràs, ella no debe molestarse en convocar a la tribu para que la defienda ante los jueces. Lo hace en su nombre la representante de la extrema izquierda. ¿Para qué molestarse en hacer algo cuando te lo puede hacer la criada? habrá pensado Borràs. O bien: "Debo acudir en defensa de la Señora, que siempre se portó muy bien conmigo cuando yo era su sirvienta", habrá pensado Olid.

Por fin hemos dado con el "fet diferencial català" (el hecho diferencial catalán), ese fenómeno nunca visto pero siempre cacareado: en Cataluña, cuando a un político de derechas le imputan por falsedad documental, malversación,  prevaricación y falsificación, le defiende la extrema izquierda. ¡Por fin! Por fin sabemos lo que nos hace únicos y especiales ante el mundo. No tardará en salir el tertuliano o el columnista que, a partir de esta curiosidad idiosincrática, nos demuestre que es por eso que Cataluña es una nación.

Esperaré con ilusión las evoluciones del caso, pero me permito augurar que Wad-Ras no rima con Borràs. No me hagan mucho caso, son cosas de catalanes.

16 de des. 2019

Contra Albert Soler


Los artículos de Albert Soler en el Diari de Girona, durante estos últimos años, no han sido solo un refugio inesperado en la prensa catalana para los que nos sentíamos excluídos. Han sido, sobretodo, un reencuentro con la carcajada, que buena falta nos hace. Soler me ha permitido darme cuenta de que el independentismo, con todas sus variantes (el lacismo lacrimógeno, la épica patriótica, el referendumismo, los Cdr, la Cup y sus cervezas artesanales, y todo lo demás) son, ante todo, ridículos. Ridículas son sus formas, sus eslóganes, sus posturas, su propaganda, sus axiomas. Ridícula es su pretensión de presentarse ante el mundo como oprimidos cuando viven en chalés con césped, piscina y tres coches en el garaje. Ridículos y patéticos son los que, sin tener ni chalé ni césped ni piscina salen a la calle a aplaudirles, a jugarse la cara por los que les han engañado de la forma más vil y despreciable.

Me ha ayudado a verle la vis cómica (de payaso triste, ajado y decadente) a la paellera Rahola, al abuelete que chochea Cotarelo, al adulador de poderosos Sanchis, al vendedor de baratijas Partal, al pésimo escritor Cuixart, a los lamentables Rull y Turull, al beato Junqueras, al pijo Romeva y a todos los demás próceres de la independencia fake, a Forcadell, a la gesticulación del President, a la opción pretenciosa y vacua del Vivales en Waterloo, a la nulidad intelectual de todos ellos. Y ellas, claro.

Soler les ha puesto nombre, el nombre que necesitaban, el nombre que nos permite comprenderles como lo que son: unos jetas que engañaron a los suyos y empeoraron la vida de todos. Soler pone, en artículos demoledores por su lucidez, a cada uno de esos farsantes en su lugar. Soler escribe ahora lo que la historia escribirá mañana. O pasado mañana, Dios dirá. En cierto sentido, Soler nos ha salvado de la depresión a muchos, entre los que me cuento.

El título que lleva el libro de Soler, la selección de sus artículos de esos años lamentables en Cataluña, es extraordinariamente oportuno: se cansaron de vivir bien y decidieron joderlo todo. Joderlo todo en un ejercicio irresponsable, pueril y a la vez calculadamente maligno, joderlo todo para a ver qué pasa si lo jodemos todo, a ver si nos sale bien y seguimos 200 años más como los dueños inapelables de la finca. Lo dijo otro que no era Soler: el proceso catalán es solo el proyecto de escriturar la finca, su finca, escriturar la propiedad de Cataluña.

A Albert Soler le conocí en primer lugar por sus artículos del Diari de Girona (esos artículos salvíficos), luego por la vía virtual y, por fin en directo, una tarde de verano en Salt, en la terracita de un bar, entre chocos y cervezas y bravas, tarde que terminó de madrugada en un local gerundense regentado por latinos, reguetón y cumbias, la Cataluña real. Mientrastanto, en mi mente (yo por aquel entonces había empezado a leer el primero de los cuatro libros de Emmanuel Carrère que llevo leídos del verano a esta parte), se empezó a gestar la idea -alentada por las cervezas- de entrevistar a Soler tal como lo hace Carrère, con la intención de escribir una novela sin ficción sobre su vida, sus ideas, su profesión, sus anécdotas. Albert Soler no es Eduard Limónov, pero estoy convencido de que ahí hay un libro por escribir, que no trata solo de Soler: también de Gerona, de Cataluña, de España, de los populismos europeos, de los nacionalismos, de las perversiones del lenguaje. Etc. Pensé que este ejercicio podía ser una buena forma de devolver el bien que me habían hecho sus artículos durante estos últimos y tristes años, los años del procesismo catalán. Y, a la vez, escribir sobre eso podría ser una forma de reencontrame a mi mismo en la redacción literaria.

"Contra Albert Soler" es la paráfrasis del título de uno de mis poemas favoritos de Jaime Gil. Si, el que se titula "Contra Jaime Gil de Biedma" (página 145 en la edición de "Las personas del verbo", Seix Barral, sexta edición, mayo del 92). Por eso me atrevo a escribir estas líneas. A Soler, luego de agradecerle el bien que nos ha hecho, le preguntaría por qué afirma que en Cataluña vivíamos bien cuando solos algunos vivían bien. Me tienta decir que se la respuesta, pero en realidad no la se. Le preguntaría por qué no ha escrito ningún artículo sobre la gente que lo pasa mal, aquí. Sobre el daño que nos ha provocado el desafío procesista. Soler es consciente de la fractura social, familiar, de la dificultad enorme de revertir todo ese mal, pero jamás ha escrito sobre eso.

Sobre esas preguntas me gustaría escribir un libro.

Hace algún tiempo, tuve una charla, veraniega también, en la que alguien me dijo que Soler es demasiado ligero y bromista, un gran cachondo, pero que incurre en una misoginia muy incorrecta para nuestros tiempos, y que su discurrir por más allá de la corrección política en estos asuntos le sitúa en una zona gris, acaso resbaladiza. Yo podría estar de acuerdo, del mismo modo que también le aplaudo a Soler su valentía en ese sentido, su capacidad por escabullirse del dictado totalitario de la corrección.

Bueno, podría escribir mucho más sobre el asunto pero lo dejo aquí.

________________
Sobre el lacito de la foto. Lo encontré atado a la rama de una encina pequeña, al lado del camino, en un bosquecillo del prelitoral. Tardé un poco en quitarlo, ya que estaba atado con dos nudos muy prietos. El lacista que lo puso quería permanecer, como los romanos cuando escribían en la piedra, para una larga posteridad. Un examen superficial permite descubrir que está construído con un pedazo de bayeta Vileda, de modo que el lacista que ensuciaba la naturaleza por el bien de la Patria no pretendía invertir mucho dinero en su acción heroica, en ese acto de rebeldía, en esa revolución. Todo por la Patria, pero que me salga apañado, por poco dinerito. Postdata: el lazo está en la basura tras ser documentado.

15 de des. 2019

Mamadou B. y Joaquín T.


El Presidente está muy ocupado, dice. No se puede hacer cargo de todos los problemas que le incumben, porque los problemas son muchos y muy complejos. Dice el Presidente que los problemas le sobrepasan, dice que usted debe comprenderlo.

Hoy, un alumno me ha contado que abandona los estudios. Abandona los estudios y su vida aquí, y se va a un pueblo, un pueblo de otro país. Llegó a España en patera. Se puso a estudiar, consiguió trabajo. Estudiaba y trabajaba. El trabajo, sometido a unos horarios terribles: madrugada o noche, según las necesidades o los caprichos de la demanda o del jefe. El fin de semana, al completo, a destajo.

Consiguió alquilar un piso. Se casó. El chico es un ejemplo, no solo para los que llegaron a España como él, también lo es para los chavales nativos. No se quejaba jamás. Es un chico humilde, agradecido: lo que dije, un ejemplo para todos. Es consciente de que el azar determina (el sitio en donde has nacido, las personas con quienes te has cruzado). Es más, en las escasas horas libres que le quedaban, hacía un voluntariado para ayudar a otros chavales, tanto emigrados como oriundos. Se llama Mamadou.

Le acaban de comunicar que le reducen la jornada laboral y por consiguiente el sueldo y, aprovechando la caducidad del contrato de alquiler, se lo aumentan un 30%. Y no estamos hablando de Gracia ni de Pedralbes, como se pueden suponer. Se larga pero no se rinde, porque la gente como él no se rinde jamás. Seguirá luchando, pero luchará en otra parte. Y estoy seguro de que lo logrará. Mamadou es un resiliente nato.

Sobre casos como el de Mamadou le preguntaron el otro día al Presidente, y el Presidente respondió que no estaba para esas minucias, que lo suyo es muy complejo, demasiado complejo como para llegar a todas partes. En el catálogo de las respuestas infortunadas, no hay ninguna más lamentable que la suya. Dijo el Presidente que tiene compañeros en prisión y en el exilio. Dijo: usted comprenderá que con esa vida que llevo no pueda con todo. Se le olvidó decir que, de vez en cuando, suspende una reunión para irse a cortar una autopista: su vida es muy pero que muy compleja. Y difícil. Tiene que visitar a presos en presidios lúgubres, confortar a exiliados en países lejanos y desapacibles.

Los pobres, al lado de los presos y los exiliados, son muy pequeños. Y si además de pobres son extranjeros que no votan, son unos tipos insignificantes, sin ninguna relevancia para un hombre tan atareado: esos pobres carecen de sentido y no tienen lugar en su proyecto político. Se le olvidó añadir que los pobres le importan un pimiento pero no lo añadió porque todo el mundo lo sabe. Que ya se apañen, que la Patria no está para atender problemillas de pobres, que la Patria es lo opuesto a la Miseria. Pudo haber añadido que si acaso los pobres esos están agobiados por algo pues que se dirijan a Tv3, por si la Maratón de la Limosna del año próximo les puede atender. El Presidente pide diálogo, y eso es una tarea árdua, durísima. Pedir diálogo es tan árduo que le impide detenerse a pensar en la pobreza. Pensar en la pobreza, vaya bajeza, vaya bajón. 

Si mañana encierran a un amigo mío en prisión y yo no acudo a mi trabajo porque me impongo el deber moral de visitarle en su celda, o acudo pero no pego golpe con la excusa de lo mal que me siento por tener a un colega enchironado, me dirán que escoja entre mi trabajo y mis amistades, ya que el sueldo es público y los que cobramos de la cosa pública nos debemos a todos, y nuestra única obligación es trabajar por lo mejor para todos.

Me imagino la cara que pondrían los alumnos si les digo que la clase se suspende porque debo ir a cortar una autopista por el bien de la Patria, y que se estudien ellos solos la lección, que al lado de los destinos y las encrucijadas históricas de la Patria, del sentido trascendente de la Patria en la historia y en lo universal, sus problemillas son nada y además me importan un bledo. Eso si: que no se olviden de pagar sus impuestos, ya que mi sueldo sale de esos impuestos, de cada vez que se compran una barra de pan y pagan el IVA, que es para mi. Y que si osan abrir la barra de pan para meterle un cacho de queso enmedio, que sea queso catalán, sobretodo catalán. Ni se les ocurra el queso manchego, ya que los manchegos son colonos, opresores, enemigos de la Patria, simples bestias. Mejor pan solo que pan con queso.

11 de des. 2019

Nunca tantos escribieron para tan pocos


Nunca tantos escribieron para tan pocos. Esta es la frase más celebrada de las frases promocionales para el primer libro (en papel) de La Charca Literaria, un proyecto impulsado por Pere Montaner, alma mater del asunto, una selección de textos que venimos de presentar. La frase fue compuesta por Ceferino Galán, maestro de frases para guardarse como oro en paño. Galán se refiere al libro en concreto, a este libro. Aunque creo que su frase sería aplicable a la situación de la escritura en España. Y, por lo tanto, a la situación de la lectura. En Cataluña, valga la apostilla, sucede lo mismo pero peor, como todo lo demás.

El tema me lleva a pensar en viejas preguntas, como la demasiado repetida ¿Para qué escribimos? ¿Por qué?.A veces nos decimos: ¿Será solo la vanidad? ¿El aburrimiento? ¿Un aburrimiento vanidoso? ¿Será la escritura una pulsión incontrolable, como la que anima al asesino en serie o al ludópata? ¿No es, acaso, mucho más placentero leer que escribir? ¿Qué oscuro secreto nos impele a practicar actividades dolorosas?

Pensando en eso, y mientras hojeo la Vida Subacuática de La Charca, me acuerdo de que cuando tenía 13 años empecé a escribir un cuento. Todavía no lo he terminado, 40 años más tarde. Es un cuento breve, para más señas, no tendrá más de 10 o 12 páginas, porque no necesita más. (La anécdota se la cedo a Enrique Vila-Matas, quien sin duda sabría sacarle punta). El cuento trata de un hombre que anda por la calle camino de la ferretería del barrio, donde pretende comprar una bombilla (se le fundió la de la mesilla de noche). Pero el pie se le queda trabado, en un descuido, en un imbornal, y nadie puede sacarle de ahí. Los vecinos empiezan por llevarle víveres para que no muera de inanición. Luego le llevan distracciones (libros, periódicos, pasatiempos), a veces flores. Aparece en la prensa. Se hace popular. De modo que, con el tiempo, le construyen paredes y techo para resguardarle de la intemperie, y así es como levantan un edificio que va tomando la apariencia de un templo. El desdichado adquiere fama de milagrero y se convierte en un Dios, con sus exégetas, sus mártires, sus sacerdotes, sus beatas, sus cardenales y su Libro Sagrado. Llevo más de 40 años con el cuento y no doy con un final. A veces lo matizo, otras lo reescribo de cabo a rabo, a veces solo lo corrijo, a veces lo odio y lo olvido si puedo. Pero, en resumen, llevo 40 años escribiendo un cuento breve. Si sigo con ello es porque se que eso es lo mejor que habré escrito jamás, quizás lo único que habré escrito nunca, el único texto que podría justificar una vida gris.

Hace algunos años, cuando ejercía de maestro rural, un buen día llegó una niña nueva a la escuela. Era una niña menuda, pálida, extraordinariamente rubia, de ojos grises. Acababa de llegar de Rusia, de algún rincón de la Rusia profunda. Su madre acudió a la entrevista y me contó: se había casado, algunos meses atrás, con un ganadero catalán de las tierras altas, un hombre al que vi una vez: de verbo parco, de gesto adusto, de mirada torva. Quizás buena persona. Se conocieron por internet, sobra decirlo. Enseguida vi que el ganadero se había comprado a una mujer rusa, rusa y pobre. Ella lo dejó todo para instalarse en una masía de las afueras, en un lugar pedregoso y aislado, de una región desconocida llamada Cataluña. Cuando la mujer leyó "España" en los mensajes del ganadero catalán, quizás pensó en la costa de Cádiz, en Barcelona, en Madrid, en Sevilla. Pero fue un pueblo de 1.800 habitantes en el prepirineo leridano. Una vez allí, y en cuanto se convenció a sí misma de que su marido catalán y ganadero era capaz de aceptar a la hija que dejó en Rusia al cargo de la abuela, mandó que le llevaran a la niña. Nadia. Nueve años.

Me pasaba las clases mirando los ojos de Nadia. Unos ojos abiertos de par en par que ni tan solo pestañeaban. Unos ojos grises y glaciales, y a la vez inundados por un pasmo cósmico, por un horror jamás descrito en la literatura. Era tímida, retraída. Nadia no comprendía nada. No estoy hablando de comprender el catalán o del castellano: estoy hablando de que Nadia no comprendía su destino atroz, un destino propio de la antigüedad clásica, griego. Hasta fin de curso, que es cuando le perdí la pista, jamás pronunció una sola palabra. Yo intenté establecer algún tipo de vínculo con Nadia. Le dejé libros ilustrados, material didáctico básico, le facilitaba papel, ceras, rotuladores que sustraía del almacén escolar o los compraba en la tienducha del pueblo. Ella sonreía con reserva. Con temor. Un día, hacia finales de curso, encontré unas hojas con garabatos en su pupitre. Nadia escribía algo en cirílico. Sin conocer ese alfabeto, me di cuenta de que aquello solo eran balbuceos escritos, palabras aisladas como pececillos desorientados en un mar helado. Bueno, me dije, Nadia escribe. No habla, no se comunica, solo contempla, pasmada y atónita, ese giro incomprensible que el destino le tenía preparado. Des de una aldea remotísima de la Rusia profunda hasta un pueblo de vacas y tractores en la Cataluña profunda. Pero, a veces, Nadia escribe. ¿Para qué escribe Nadia? ¿Por qué escribe?. Nadia no escribe para nadie, ni para ella misma.

10 de des. 2019

La Marató: limosna y vergüenza

Imatge relacionada

Vuelve "La Marató" a Tv3. Me cuentan que van como 20 ediciones, grosso modo, del festival piadoso aunque disfrazado de una piedad casi laica, esa limosna televisada en directo convertida en espectáculo al más puro estilo franquista. Nadie se avergüenza. La salud pública no puede depender de las limosnas, y menos aún de un show televisivo lleno de actuaciones musicales, de cómicos, de tertulianos, de políticos haciendo de voluntarios por un par de horas. Y si lo hace debería avergonzarnos a todos. Lo más normal sería repudiarlo. Exigir inversión pública, rechazar los espectáculos limosneros.

Los responsables de La Marató deben saber que su acción es lastimosa, y por eso perpetran una campaña previa. Se van de gira por los centros escolares, con la mayor desvergüenza. Han agrupado a los alumnos y los han embutido en aulas pequeñas a razón de 50 por aula, y les han soltado el rollo. Un Power Point y un vídeo lacrimoso, que incluye la participación bochornosa de un chaval que se las da de cantautor, guitarra en ristre, entrevistando a personas enfermas a quienes les canta una cancioncilla optimista, fácil y barata. Hay algo tragicómico en este video, y tanto es así que la propia señora que viene a largarles la charla a los alumnos se ruboriza cada vez que les enchufa el video. Pero la patria bien vale un rubor.

[Me gustaría ver a un periodista reportando los resultados de la maratones de Tv3, elaborando un reportaje con el seguimiento de las donaciones, aportando datos del impacto del show en la investigación, estudiando el curso de la pasta recaudada.]

La charla, como dije, se presenta con un power point en el cual se comparan datos de personas afectadas por enfermedades raras (o enfermedades minoritarias). Se comparan los datos de Cataluña con los de... ¡Rusia!. A la que te despistas, te están soltando su discursito. A la que te despistas, te acaban de equiparar Cataluña con Rusia. Así, no me extraña que a Iceta le salgan tantas naciones cuando echa cuentas. A eso nos tienen casi acostumbrados. Y no digo yo que hace unos años no hubiese caído, yo también, en la trampa. Una trampa digna de mago mentalista, en la línea del Mago Pop. Pero a día de hoy ya no cuela. A día de hoy se me remueve el estómago cuando escucho comparar los datos de Cataluña con los de Rusia. Ahí es nada. Eso se los están soltando a alumnos de 16 y 17 años, muchos de los cuales no habrán caído en la cuenta del engaño flagrante y ser irán a sus casas pensando que Cataluña y Rusia son entidades equiparables. Es decir, naciones. Es decir, estados. ¿Se imaginan ustedes el revuelo que se montaría si alguien comparase las cifras de Extremadura con las de Rusia?

Eso sucede el mismo día en que me levanto con las valoraciones de Rafael Ribó, defensor del pueblo catalán, acusando del mal estado de la sanidad pública catalana a los enfermos de "otras partes de España", que vienen a Cataluña a operarse. Hay que ser algo más que cínico para aportar este dato: hay que ser mala persona de veras. Y ese tal Ribó es el que debe defender al ciudadano (a razón de 130.000 euros anuales). Cataluña es un timo muy caro. Cataluña no es nada más que una estafa de grandes dimensiones, una fantasía decimonónica y postromántica, antiliberal y antidemocrática. Pero carísima. Y también es limosneo convertido en maratones de solidaridad (o cajas de solidaridad), quizás en tsunamis solidarios: estoy convencido de que, el día de la Marató (15 de diciembre) algún locutor de Tv3 hablará de un "verdadero tsunami solidario" cuando narre el show de la Marató, así, como quien no quiere la cosa, como quien sostiene que las cifras de enfermos minoritarios en Cataluña se pueden comparar con las de Rusia. Hay que haber tragado mucho vodka para cometer una comparación como esta.

Para concluir el speech de La Marató, la chica explica el porqué de la foto promocional del evento: es la foto de una "piña" castellera, les cuenta, ese montón de gente que se apretuja debajo de un "castell" para conseguir sostener la torre humana (una horrible tradición pueblerina), la multitud que se desloma para alzar al líder, una figura lamentable: cuando el pueblo se sacrifica para mayor gloria de uno solo. Cada vez que releo "La Rama Dorada" de Frazer echo de menos un capítulo dedicado a la Cataluña castellera, una tradición aberrante que está detrás de esas abominables nuevas tradiciones, como la Marató de Tv3.

Pero ahí están, eufóricos y desatados. Y con la izquierda (la catalana y la nacional) vencidas ante el discurso del nacionalismo más rancio. Si algo se ha cargado el nacionalismo catalán es la izquierda, la catalana y la nacional. Eso también es de vergüenza.

8 de des. 2019

L'Al·lexa diu: en Serques és un botifler!


Diumenge, segon diumenge de desembre. Fa un sol blanc i glacial però encara escalfa, tan aprop del solstici com està. Potser té raó la Greta: el clima és estrany i maligne. A mi la Greta em cau bé, tot i que entenc que no és bo infantilitzar els debats, cosa que ja va passar amb la Malala, però em sembla que hi ha adults massa gelosos que no toleren que un menor els canti la canya. L'emperador anava nu, i que anés nu no es desmenteix pel fet que ho digués un menor. Cada cosa al seu lloc. Que l'emperador anava nu era cert, i els adults es poden enrabiar tant com vulguin amb la Greta, però només es poden emprenyar per no haver-ho dit abans, ells primer.

Som al segon diumenge de desembre, torno al punt original. El sol convida a seure en una terrasseta després de la caminada, L'aire és fred, però si fem un DAFO decidim que és millor la terrasseta a l'aire lliure, perquè aquí podem fumar. No crec que la Greta ens aplaudís per fumar però no passa res, la Greta és molt petita, i sueca. I nosaltres som en una província d'Espanya. Una província que es creu que es diu Catalunya però Catalunya no ha existit mai. I Espanya sí.

Estem en un parc urbà. Al nostre voltant hi ha poques tauletes ocupades. Hi ha gent gran amb gossets. Parelles joves amb gossos de rostre agressiu. Noies joves amb cotxets de nens. O de nenes.

Tot d'una, arriben quatre dones joves (posem-los-hi quaranta anys de mitjana) i se'ns asseuen a la taula del costat. Al seu darrera venen la canalla, nenes i nens rossos o castanys clars, ulls clars, de 7 o 8 anys d'edat. La canalla no s'asseu: corre, crida, xiscla, juga als jocs que hi ha al sorral, a menys de 5 metres. Més enllà passen uns homes que alcen el braç com ho farien els legionaris romans: són els marits i els pares, que continuen lliurats a l'esport redemptor, running o ciclisme, absents, llunyans. Alcen el braç dret. Per Catalunya, suposo. O: queda't els nens, que jo musculo. Per Catalunya.
Les dones s'asseuen a la tauleta i es posen a parlar mentre els seus marits callen, el silenci que l'esport imposa. Tot i que no ens les escoltem, a mi m'arriba, a batzegades més aviat inoportunes, un to de veu molt elevat, com si alguna d'elles desitgés compartir les opinions amb la taula veïna, que és la meva. Hi a un ànim expansiu, una intenció invasora, una necessitat imperialista: tot nacionalisme és un imperialisme, perquè tot nacionalisme és expansiu: els catalans volen convertir València i les Balears en territoris catalans. Els de Vic volen construir un imperi que abasti Palma, Alicante, Orihuela, Zaidín. Burros, més que burros.
M'arriben les veus d'una de les mares, que glossa els beneficis d'haver matriculat els fills en una escola concertada, en una escola privada. No hi ha color, diu: la privada és privada. I la privada és catalana. La cosa catalana sempre serà una cosa privada, tenen raó. La rahor.
Una de les contertúlies resulta que és mestra d'una escola concertada (privada). I treu el tema de l'Alexa. L'Alexa ha entrat a les seves cases i forma part de la seva vida quotidiana. Jo penso en les meves alumnes. Cap d'elles té l'Alexa a casa. A Barberà del Vallès, a Sabadell Sud i a Badia no hi ha Alexas. La mestra parla en un català gairebé caricaturesc. Parla en un català residual i terminal, el català emfàtic i grotesc que es parla al derrere de la serralada litoral.
La major preocupació de la mestra és que l'Alexa no parli en català, però ella li ha trobat la solució. Els ha donat als alumnes 200 frases perquè les hi diguin (com el creient que resa davant d'un cristo) a l'Alexa. Aquí ho tenim: els ciutadans al servei d'una llengua moribunda, inútil, inservible. Tots sabem que el català no arribarà al segle XXII. Aquest pot no s'entendrà d'aquí a 80 anys. I gràcies si l'entenen d'aquí a 50.
Fa uns mesos, un tipus va lamentar en públic que no li podia parlar en català a la torradora. Els frenopàtic s'hauria ocupat d'ell un temps enrere, però ara el llacisme i la Generalitat l'han normalitzat. L'Alexa aprendrà català, i el parlarà amb un accent exquisit. Ho diu la mestra de la taula del costat: els he insistit als alumnes en la prosòdia. Cal ser correctes. Visca Pompeu Fabra.
Quan a l'Alexa li preguntin: "Quin és el sentit de la vida humana?" respondrà: "Llibertat presos polítics".

Una de les noies de la taula del costat explica que la seva Alexa encara no parla català, i que quan li demana la previsió del temps atmosfèric per al proper cap de setmana a l'estació d'esquí de La Molina, li pregunta per "el tiempo". Diu: ho sento, la meva Alexa encara no parla català. La noia fa un acte de contrició profund, que conté una voluntat de sacrifici i de càstig. Encara no li parla en català a la seva Alexa. Les companyes no li responen, miren al cel, a l'infinit. Potser tenen una botiflera encoberta a la taula. El silenci és brutal. Un indici de dissidència.
Entre la tauleta de les quatre noies i la nostra hi ha apenes un metre de distància. Hi ha milers d'anys i de quilòmetres de diferència. Hi ha una dimensió que ens separa, una muralla, una barbaritat que ens allunya. I això m'apena, m'apena profundament. Quin diàleg hi pot haver? Crec que no hi ha cap diàleg possible, és terrible, és terriblement trist. A la nostra taula parlem castellà, un castellà mestís i trufat d'expressions catalanes ("el cafè val molts quartos!"). Parlem en castellà i de Vargas Llosa, del Cercas, del Pérez Andújar. Elles capten alguna cosa, i alguna d'elles diu: "en Serques és un botifler". Hi ha hagut una connexió entre les dimensions.
Mentre ella diu això, desenes de nens i de nenes li diuen a l'Alexa: "En Serques és un botifler", perquè l'Alexa aprengui a parlar en català. En català com cal.
D'ara en endavant, quan algú li demani a l'Alexa quin és el sentit de l'existència humana, l'Alexa li respondrà: "llibertat presos polítics". La Greta té raó: l'extinció s'apropa. Per burros.

6 de des. 2019

Khadija y la maestra amarilla


A veces me acuerdo de Khadija. La conocí a sus siete años recién cumplidos. Hoy tiene diez, casi once. Khadija era más lista que el hambre porqué conoció el hambre y, como eso no se pierde (ni la listeza ni el recuerdo del hambre), estoy seguro de que sigue siendo lista. Era excelente en matemáticas y buenísima en redacción. Y se portaba fatal. Era mangante, liante, cizañera. Khadija era una de esas alumnas que uno recordará siempre.

A veces, en el aula, tuve la sensación de que Khadija nos tenía muy calados a los catalanes, que nos intuía, que sabía como tratarnos para tenernos contentos: sabía que somos ególatras y narcisistas, y que debía soltarnos de vez en cuando algún piropo dirigido a la cosa catalaneta. Khadija sabía que si mostraba adhesión a la causa catalana las cosas le irían bien: buenas notas, aprobación, aplauso, el perdón paternal de sus gamberradas. Esa sí sabía.

En mi segundo curso en el colegio en donde Khadija cursa la educación primaria, Khadija tuvo por tutora a una maestra de la causa lacista. Solo había tres tutoras que acudían con el lazo amarillo a la escuela, y una de las tres era la suya. Khadija se dio cuenta de que no todos llevaban el lacito, pero también sabía que quien le pondría las notas a final de curso era la del lacito. En cuanto se dio cuenta, no paraba de soltar eslóganes procesistas en la clase. La tutora sonreía con una sonrisa bobalicona. A final de curso, y a tenor de cambios en el equipo dirigente de la escuela, su tutora fue ascendida a secretaria. Como los miembros del equipo directivo tienen pocas horas lectivas, Khadija se libró de la maestra lacista. Hay que ser muy listo para conseguir desembarazarse de un lacista, y Khadija lo fue. Ella tiene diez años y yo le multiplico su edad por cinco y pico, pero ella sabe mucho más que yo.

Yo decidí cambiar de centro educativo, irme a otro lado, cambiar de etapa y de municipio, alejarme de esa gente que asciende por repetir eslóganes estúpidos rayanos en lo fascista, huir de ese universo lamentable, vacío de pensamiento, entregado a las enseñanzas de Goebbels sin nisiquiera saberlo. Pero Khadija se quedó ahí. Se libró de la tutora lazi, pero permanece en una escuela dominada por la misma ideología.

A veces visito la escuela. Una vez por semana, más o menos. En calidad de voluntario. Colaboro en un proyecto de grupos interactivos y, a veces, veo a Khadija. Ella me muestra un sentimiento ambivalente. Creo que cuando me saluda lo hace con algo de rabia por mi abandono. Cuando me mira consigue que me sienta culpable de haberme largado, de haberme cansado de ejercer una oposición a la ideología dominante de un modo demasiado blando, quizás cobarde, timorato. Ella me habla en un catalán caricaturizado, petulante y muy cómico. Khadija tiene mucho talento para la parodia, me fascina que sepa imitar el catalán del interior carlista aún sin haber estado nunca en estos lugares de los que sabe parodiar el acento pueblerino. ¿Donde diablos lo habrá aprendido?

Khadija crecerá. La vida es obstinada, imparable. Khadija vivirá una adolescencia problemática, y vivirá Cataluña como un lugar problemático añadido a los problemas de cualquier adolescente, y su relación con la lengua catalana será conflictiva. El catalán no será su lengua principal, ni será su lengua para el amor: el catalán será la lengua de una gente poderosa que la reprimirá, la castigará, la excluirá. Amará en árabe o en castellano, maldecirá en castellano o en árabe. Yo diría que en castellano, pero eso no lo se y además no tiene sentido anticiparlo.

Khadija será una mujer que se casará (o no) y tendrá hijos (o no) cuando yo sea un abuelete jubilado, despojado de memoria en el mejor de los casos. Quizás se acordará del maestro sin lacito y que se permitía practicar el bilingüismo en clase, y que les contaba a los alumnos que lamentaba mucho no poder hablar en árabe, que vivía esa deficiencia como una discapacidad. Quizás se acordará de mi narrativa a menudo improvisada en la que, para explicar un algoritmo o una norma ortográfica aparecían extraterrestres, vampiros, zombis, anécdotas surrealistas y sapos que juran haber sido príncipes cuando solo fueron sapos. El que les leía a Dickens, a Machado, a Mary Shelley, a García Lorca. Y si no se acuerda, no pasa nada. (¡Vaya! ¿No les leías a Mercè Rodoreda? Ay.).

A Khadija no se lo pondrán fácil en Cataluña. Pero la vida empuja. De modo que, quizás, algún día sea Khadija la se lo ponga difícil a la Cataluña de los lazis, a esos que se otorgan la verdadera catalanidad. Algún día muy próximo Cataluña será la de Khadija, ella será tan catalana de veras como los otros, y esa Cataluña será otra. Sin lazos, sin tonterías. Será eso o será un desierto.

3 de des. 2019

"Que es foti!" (Precauciones cuando se negocia con un catalán)

Si usted negocia con un catalán indepe se le puede quedar esta expresión

Un pariente mío no muy lejano se encontró, en cierta ocasión, en la necesidad de vaciar una casa para venderla, la casa que fue el hogar de tres generaciones de la familia. Era una casa enorme. Había en ella gran cantidad de muebles, enseres de todo tipo, objetos decorativos, etc, algunos de los cuales manufacturados a finales del XVIII. El pariente contactó con un anticuario, y el hombre le tasó el lote por una cantidad inferior a la que mi pariente esperaba. De modo que, ni corto ni perezoso, el pariente abandonó la reunión y mandó al anticuario a freír espárragos.
-Que es foti! -exclamó luego.
Los muebles, lámparas, cuadros y todo lo demás terminaron destrozados en la calle a manos de los operarios, exceptuando algunos pocos, los más pequeños y manejables, que fueron embutidos en un cuarto del piso de mi pariente, en donde se estropearon hasta quedar inservibles para siempre.

Otro caso: el amigo de un amigo (me lo contó el interpuesto) llevaba más de un año loco por encamarse con una mujer, Anabel quizás, y tanta fue su insistencia en pos de la cópula que, al fin, Anabel, quizás por aburrimiento o por desesperación, accedió a sus súplicas. Se citaron en un hotel. Una vez situados en el instante definitivo, Anabel le exigió a Oleguer (ese era el nombre del amigo de mi amigo) el uso del preservativo. Oleguer, contrariado y pensando en el precio de las gomas, se enfundó los pantalones, salió de la alcoba y le espetó a su propia imagen en un espejo:
-Que es foti!

Yo, la verdad, no soy capaz de concluir si la conducta "que es foti", en una negociación, es algo que los catalanes heredamos por la vía genética o por aculturación, pero puedo prometer que la he visto poner en práctica multitud de veces. Es un mecanismo tremebundo, lo que un negociador anglosajón calificaría de "lose-lose", pero con un ingrediente añadido de egoísmo, de estupidez y de orgullo vano que lo catapultan a la dimensión épica. ¿Nos encontramos por fin ante uno de los famosos y jamás demostrados "fets diferencials catalans"?.

Estoy convencido de que este mecanismo psicológico se relaciona con las disonancias cognitivas, que son aquellas formas de pensar en donde la razón es algo ajeno.

Mucho me temo que los negociadores de ERC que se sientan a negociar con los representantes del Psoe en estos días son del estilo "Que es foti!". Creo que la cosa va por ahí: antes de que España pueda sacar algo bueno para si prefieren renunciar a sus beneficios y ¡ala! a joderse todos. Lo malo es que aquí terminaremos jodidos la mayoría. Aunque lo que ellos piensan de las mayorías es, justamente eso y nada más que eso: Que es fotin!.

2 de des. 2019

El día en que me convertí al monarquismo


Digamos que, aunque de modo general, o teórico o abstracto sigo compartiendo los valores republicanos, desde hace un tiempo me he hecho felipista, o felipesextista, o como deba decirse.

Me hice felipista o felipesextista un día en concreto, como en una iluminación o una epifanía, o como mejor sea dicho. Ese día en concreto lo puedo situar en el calendario: fue el día 3 de octubre de 2017.

Aquel día sucedió algo nuevo en mi vida, hubo una primera vez de algo. Y eso tiene mérito una vez alcanzada y superada la edad de los 50, en la que uno teme que lo único que hará por primera vez será morirse, u operarse de la próstata.

Aquel día, el día 3 de octubre del 2017, por primera vez en mi vida puse la TV para escuchar el discurso del Rey de España. No lo había hecho antes y no lo he vuelto a hacer, pero que conste que el discurso del rey me gustó. Yo quizás le hubiese puesto algo más de ritmo, más salsa o más bachata, pero entiendo que un rey es un rey y debe estar mesurado.

Una de las escasas cosas buenas que nos traen los políticos independentistas es que nos permiten vivir cosas nuevas y por primera vez en la edad de vivir cosas por cuarta, decimoquinta o vigesimosexta vez: nos ahorran esa tediosa sensación de déja vu que tanto me fatiga. Eso es bueno: afrontar la novedad crea nuevas conexiones neuronales, previene la llegada del Alzheimer y mantiene la sangre en ebullición. Al paso que vamos, incluso la líbido remontará.

Ese día, el 3 de octubre del 2017, di las gracias por vivir en España y por tener un rey que, paradójicamente, es más republicano que esos que hablan de una república en ciernes, puesto que a esos de la república imaginaria no sé donde les explicaron que diablos es una república, ya que sus ideales son más bien totalitarios: abogan por la reunión de los poderes, por el control de la población, por imponer una lengua y una forma de pensar, por instaurar una forma discapacitada de democracia y por expulsar a los que no les sigan el juego. Dios mío, qué miedo me dan esos republicanos con chalé en Waterloo o con Palacio en Barcelona, esos que piden sacrificios (a los demás, por supuesto), cuando ya ni la Legión exige a sus miembros ser novios de la muerte.

Así están las cosas. Me he vuelto monárquico y debo agradecerle a Felipe (lo nombro así, sin Majestad ni Excelencia ni otra palabreja de esas, con poco protocolo, y me autodisculpo en nombre de mis ideales republicanos) que estuviese ahí, que se mostrase firme y serio y en su sitio. Hizo lo que se esperaba de él, dijo lo que se esperaba que dijese y sus palabras tuvieron un efecto balsámico. De repente, comprendí el concepto de "monarquía parlamentaria" que reza la Constitución y comprendí un montón de cosas más.

Otros se convirtieron a causas mucho más difíciles de comprender, como uno que se cayó de un caballo por los caminos de Judea. Yo me convertí al felipismo en una noche muy oscura. Así que nada, gracias, Felipe. Si te pasas por aquí cerca y los del protocolo se hacen los suecos un rato, te invito a un par de cañas en un garito del barrio. No te esperes gran cosa, es un garito humilde pero de buena gente.

Te debo una.

1 de des. 2019

La Terrassa petita i rància

(Fragment de "No se puede mirar". El Roto)

Terrassa. De Terrassa no en sé dir gran cosa. Que hi visc. Que hi visc des de fa vuit anys si no m'he descomptat. És una ciutat potser massa gran, potser una mica amorfa, on si algun element li dóna cohesió i personalitat és el passat fabril, aquelles naus d'un modernisme xaró, i les xemeneies fàl·liques, els vestigis de l'obrerisme i els residus terminals d'una burgesia que fou rància i ara extingida. Els Cardús, ai, i els Cabré, ai, els Cabré i els Cardús!

Entre les coses bones de Terrassa hi ha el llegat de molts alcaldes progressistes, socialistes, i la diversitat de la població, la convivència bilingüe i, això cal dir-ho, la presència escassa del llacisme (escassa pel nombre, que no per aquest afany de notorietat patològic).

Jo era a Madrid el dia dels fets que relato a continuació. Retornat a Terrassa, m'han explicat com havia anat l'acte de lliurament dels premis als "terrassencs de l'any", que es va fer el dia 30 de novembre al Teatre Principal. Els terrassencs de l'any els escull una entitat privada (privada però subvencionada) a qui tothom anomena, col·loquialment, com "El Social", però que rere aquest adjectiu laic i vagament popular dissimula el seu nom complet: Centre Catòlic i Social, un altre vestigi de temps remots, d'aquella burgesia caritativa que mantenia la sardana, els esbarts, el flabiol i els cap-grossos: la idea de "cultura" que encara circula, la cultura domesticada convertida en cultureta de la mateixa manera que el llop esdevingué gos faldiller. Primer foren els mecenes, després les subvencions del Departament de Cultura: el llop es convertí en txiuaua per a goig del país més trist.

Els tres escollits per a terrassencs de l'any foren: una mestra d'escola cristiana (potser monja però no ho sé), un historiador local (ai, els historiadors locals!) i, finalment, un nom: Josep Rull. Em diuen que van glossar, llargament, extensament, les vides dels guardonats. La mestra ha fet de mestra de primària tota la vida, i l'historiador es va comprometre en la dignificació dels espais medievals de la ciutat (abans dels burgesos del tèxtil, a Terrassa hi manava el poderós bisbe d'Ègara). Podem criticar o qüestionar els dos primers premiats, però hem de convenir que s'han preocupat per millorar la vida dels altres. No podem dir el mateix de Josep Rull. A la glossa de Rull es va destacar el seu passat d'inútil integral i ho van fer com per descuit, santa innocència, sense voler, com en un acte fallit: van relatar que aquest home mai no ha treballat per a cap altra fi que no sigui per a sí mateix. Que no ha fet res tret de preocupar-se del benefici propi. Innocent, el glossador va explicar que de molt jove es va comprar un 2CV (groc! una premonició digna de Nostradamus), i que hi feia sonar una cassette amb una recopilació de les seves cançons preferides. Pink Floyd? King Crimson? Jethro Tull? No. Cap dels anteriors. La seva cassette recopilava les cançons de les campanyes electorals de Convergència i Unió: de Santi Vendrell a pitjor. El personatge queda prou ben definit. Ranci, narcissista i gandul. Van explicar que, de molt jovenet, es va interessar per la política, i que va anar a trucar a dues portes: a la de les Joventuts d'Esquerra Republicana i a la de les joventuts convergents, les Joventuts Nacionalistes. A la seu d'ERC el va atendre malament un conserge, circumstància que va indignar el jove señorito el qual, desairat, va anar a demanar empara a can Pujol. I així és com va arribar a Conseller de no-sé-què. Sense haver fotut ni brot. Josep Rull o la facilitat de la vida egoïsta i estèril. Com a Conseller de No-sé-què, Rull va mostrar un dels perfils més neoliberals d'aquell govern de mal record al costat d'en Turull, un altre exemplar de la dreta nacionalista salvatge. Ara, com tothom sap, en Rull i en Turull són a la presó per haver-se saltat les lleis, per haver pretès sodomitzar la democràcia.

Van explicar la versió que Rull ha donat del seu empresonament als seus fills: els ha explicat un conte sobre un bon home al qui li agradaven els globus vermells (?) en un país on només estaven permesos els rectangles blaus (?). El públic que assistia a l'acte, d'una mitjana d'edat que supera la setantena, aplaudia i cridava: "Llibertat! El volem a casa!".

Fins aquí la narració d'un acte ranci organitzat per una organització rància i decadent. Un akelarre independentista més, un altre akelarre ridícul i mentider més, una gota de ridiculesa més que se suma a les altres gotes, la gota malaia del llacisme, la gota malaia i plúmbia, l'escudella catalana on, a la vella recepta de cultureta, folclore, el bon Jesuset amb barretina i els rodolins s'hi ha afegit la mandonguilla dels "presos polítics" per si l'escudella no era prou embafadora, prou indigesta. Però fins aquí no hi hauria res més a dir. El món és per a tots i, a casa seva, tothom té dret a intoxicar-se com més li plagui.

El que ja no cola tant és que en aquest acte, amb l'assistència del bisbe suplent (on era el titular?) hi hagués l'alcalde, ni que membres del govern municipal constin com a promotors de l'elecció de l'inútil Rull com a "terrassenc de l'any". Senyor Alcalde: hauria de saber que el terrassenc de l'any Josep Rull és a la presó complint condemna amb sentència ferma d'un tribunal democràtic, europeu, jutjat en un judici just, amb totes les garanties processals que calen en un estat de dret, en una democràcia d'Europa.

No em ficaré al fangar de discutir si un alcalde del segle XXI ha de participar en un acte al costat d'un bisbe, per més suplent que sigui el bisbe. Però sí que puc dir que la democràcia, a Espanya, ens ha costat Déu i ajut, i que és tan fràgil i tan delicada que cal anar en compte amb mostrar-se contrari a les decisions dels jutges, perquè la democràcia (la fràgil, la delicada) se sustenta sobre la divisió dels poders i el respecte per les lleis. Sense això, aviat tornarem als comtats feudals i als bisbats.

I perquè a Terrassa els independentistes no són ni el 20% de la població, i perquè la majoria n'estem tips, i perquè, a més a més, ens estimem els qui fan coses pel bé de tots. Ens agraden els qui es preocupen pel bé comú: és gràcies a aquests que Terrassa és gran i diversa.

Hi ha una Terrassa molt petita però molt rància, resclosida i florida, catòlica i nacionalista. Per fortuna, n'hi ha una altra d'àmplia, ventilada, oberta, plural, de convivència, de tots. Hi ha molts mons en aquest món: perquè els petits volen impedir els grans?

[A la sortida de l'acte, una senyora d'edat provecta distribuïa als assistents uns pamflets blancs de color però d'ànima groga on s'hi podia llegir: "Fes-te del Consell per la República". La persona que m'ha relatat l'esdeveniment li va estripar el pamflet i li'l va retornar bo i estripat, com cal. Jo hi hauria afegit:
-Foti el seu Consell per la República pel wàter, sisplau.
Amén.]