15 de jul. 2020
Cómo escribir sobre Diego de Almagro
Diría que los aztecas, mayas e incas siempre me resultaron fascinantes. Vaya usted a saber, don Diego, quizás fue por culpa de un álbum de Tintín titulado "El templo del Sol" leído cien veces a los 9 años. Pero no fui consciente de mi atracción por lo prehispánico y por el encuentro de imperios del siglo XV hasta hace poco, cuando descubrí por casualidad --como se descubre todo-- la palabra Xibalbá, que designa al inframundo maya.
De Xibalbá me fui hasta Fray Francisco Ximénez, un ecijano del XVII que tradujo los textos mayas al castellano, y a partir de entonces todo fue rodando, con gracia, al suave. Luego leí sobre Junípero Serra, mallorquín más loco que Ramón Llull, tan loco como luminoso, tan cojo como andarín. Poco después di con el libro sobre Pizarro que escribió Éric Vuillard, incomprensiblemente no traducido al castellano. Y luego llegué hasta Diego de Almagro, manchego conquistador del Perú y protagonista de una vida que se parece más a una novela de aventuras que a una vida de veras ¡Llevamos una vidas tan pequeñitas...!. También leí sobre las andanzas de Cortés, y Cortés me llevó a un catalán del Pirineo que se casó con una hija de Moctezuma, y entonces di con la imperiofobia y la imperiofilia, y me pregunté qué diablos nos pasa a los españoles con nuestra historia. Supe del perro chihuahua, animalito que los mexicas cultivaban en granjas para comérselo del mismo modo que nosotros cultivamos conejos o gallinas, y que es por ese motivo que el chihuahua tiene poco pelo: para facilitar el despelleje previo a la cocción. ¡Qué bárbaros, Dios mío, con lo civilizada que es la cría de conejos!
Supe de la existencia de Pere d'Alberni, catalán pirenaico --¡otro!-- que participó en la conquista de California y que terminó en Alaska, medio zumbado, disparando cañonazos contra los ingleses de la Columbia británica para defender la soberanía española de la región, e inventor de una cerveza hecha con coníferas que, dice él, combatía el escorbuto. Pere d'Alberni me contó que era mentira la vieja leyenda catalana según la cual los catalanes no participaron en la conquista de América. ¡Vaya si participaron, y con qué ilusión ferviente sirvieron a la Corona castellana...! No debe ser casualidad que, mientras me hallaba enfrascado en ese universo casi delirante, diese con la figura de mi tatarabuelo José Coronado Ladrón de Guevara, el que se marchó a las Filipinas y regresó condecorado, y cuyo expediente se guarda en el Archivo de Indias, en Ávila.
Por aquél tiempo encontré una de las mejores novelas sobre los españoles en el Perú, la maravillosa "El puente de San Luis rey", del norteamericano Thornton Wilder, por cuyas páginas campan Junípero y la Perrichola, actriz y amante del virrey del Perú Manuel d'Amat i Junyent (¿de qué parte de España dirían ustedes que procedía un tipo con los apellidos Amat y Junyent?) y el capitán pacense Pedro de Alvarado, amigo de los nativos hasta el punto de que su hija es Leonor de Alvarado Xicotenga Tecubalsi. La conquista es tan polisémica como la propia palabra indica: cometieron muchos crímenes. El amor fue uno de ellos: el amor es el crimen perfecto.
Pero al fin, de entre todo el marasmo, se quedó sentado en mi casa don Diego de Almagro, el hombre que me pareció ser la punta del hilo de donde tirar para llegar a todo lo demás: a Xibalbá, a Tintín, a d'Alberni, al cultivo de chihuahuas, a Moctezuma, al tatarabuelo Ladrón de Guevara que se enroló en la armada española para vivir de algo tras ser desheredado en castigo por haberse liado con una "bailarina". Entre mis ancestros hay varios desheredados, y de ellos desciendo: el desheredado reproduce la desherencia en sus genes. El desheredado pierde la hacienda prometida pero hereda la historia maldita, aunque no sepa qué diablos hacer con ella.
La vida que importa, la cotidiana, es algo más bien tristón, pobretón y desangelado, recorrido por mezquindades como roedores, informes médicos y contratos de trabajo. Por eso necesitamos aventuras y aventureros, por eso le necesitamos a usted, don Diego, aunque a usted le dieron garrote en la plaza pública de Cuzco, por desobediente contumaz, la tarde de un 8 de julio, cuando usted contaba poco más de 60 años. Por eso no entiendo que rechacemos la narración de cuando fuimos aventureros. ¿Por qué? ¿Por ser malos? ¿Peores que Julio César, que Alejandro Magno, que Escipión o Marco Antonio? ¿Peores que los que cultivaban lindos chihuahuas para hacerse una parrillada de chihuahua con chile chipotle?
Y una última consideración: más allá de si aquéllos españoles fueron malos, nuestra única culpa es descender de ellos, pero nosotros no somos ellos. A nosotros nos pueden culpar de nuestros crímenes, pero no de los ajenos. Vivir --como amar-- es un crimen, lo dijo Schopenhauer y es cierto y lo admito. Pero los españoles de hoy no debemos pedir perdón por algo que no hemos cometido a unas personas que no son víctimas.
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Molt bó.
ResponEliminaChico, te superas.
Debes de recopilar esta serie de escritos, narraciones cortas, son una delicia.
Un saludo
Gracias, Miquel. Estoy en ello. Igual antes de fin de año publico algo.
EliminaAutoeditado. Con mi bolsillo como editor, por supuesto.
EliminaOk
EliminaArtículos así me llevan a reflexionar sobre lo poco que sabemos los españoles sobre la llamada Conquista de América. La aventura americana como antes la dominación árabe en España, como antes el reino visigodo, como antes Hispania como territorio de Roma, como antes los pueblos indígenas, etc., son asignaturas pendientes para la ciudadanía española. Claro que saber de los siglos que van de 1500 a nuestros días tampoco implica mayor conocimiento, con lo que llego a la conclusión de que España es lo que sea que ignora su pasado, su transcurrir, su Historia, su razón de ser y demás. De ahí, del desconocimiento del pasado nos vienen gran parte de los males o al menos el reincidir tanto en ellos.Es decir, de la ignorancia.
ResponEliminaMe apunto el libro que citas de Thornton Wilder, pues otro suyo, "Los idus de marzo", me fascinó. Si no lo has leído te lo recomiendo fervorosamente, es una delicia.
Saludo.
No conocía "Los idus de marzo" de Wilder, lo busco.
EliminaPasado colonial con sus luces y sus sombras han tenido Holanda, Inglaterra, Portugal, Francia, Alemania, Italia y, sin embargo, no contemplan ese pasado con tanto odio como nosotros el nuestro. Los portugueses, partícipes del tráfico de esclavos, pero grandes navegantes, se sienten orgullosos de ese pasado; los holandeses e ingleses también. ¿Por qué los españoles nos negamos a contemplar con cierto afecto nuestra historia que ofrece ángulos de gran riqueza? Pienso que la leyenda negra nos inoculó ese odio hacia nuestra obra y nuestro pasado del que muchos se avergüenzan. El libro de María Elvira Roca Barea, que ha sido masacrado por los sectores izquierdistas, da una interpretación plausible que ayuda a explicar el papel de la misma en la concepción de nuestra historia. Somos una nación -o lo que sea- que vive odiándose a sí misma, es su modo de estar en la historia. Hay muchos motivos para sentirnos orgullosos de la obra colonizadora en América, lo que no quiere decir que todo sea bueno, pero no lo es en ningún caso de ninguna nación.
ResponEliminaSin duda hay algún factor psicológico complejo en la imperiofobia, algo que no sucede en otros países con pasado colonial. Es bueno ser crítico con la historia, por supuesto, y hay que saber analizarla, pero sin caer en un complejo de culpabilidad que no tiene sentido
EliminaLa conquista de América fue cosa de desheredados y segundones que decidieron jugarse a una carta su futuro : muerte o fortuna.
ResponEliminaLa ignorancia del proceso colonizador por buena parte de nuestros contemporáneos es total.
Y además tenemos a nuestros "progres de izquierda" que han satanizado aquellos tiempos y a sus protagonistas.
Tipos como Alvar Núñez Cabeza de Vaca, explorador, naufrago y etnologo autodidacta no son nada sospechosos de genocidas. Y la exploración de América está llena de gentes como el, como bien citas.
A todos estos "buen rollistas de izquierda" solo le hago una reflexión : la diferencia numérica entre la población indígena actual al norte y al sur del rio Grande.
Fray Junípero Serra intentó proteger a su manera a los indígenas de las tropelías de los encomenderos, pero ¡¡ Ah !!, era un fraile, ¡¡ anatemaaaaa !!.
No obstante, su estatua ha sido derribada en California
La reina Isabel concedió a los indígenas la categoría de súbditos, para frenar los abusos y los desmanes, con un éxito relativo. La leyes solo se pueden aplicar donde existan representantes de la justicia.
Hará quizás unos treinta años, el rey emérito hizo una gira por el sur de Estados Unidos, la zona que correspondió al antiguo virreinato de Nueva España ( Méjico ).
En uno de los actos, fue recibido por miembros indígenas de las tribus locales. Alguno de ellos le mostró las viejas escrituras de propiedad de sus tierras emitidas por la Corona Española, que sus familias habían atesorado durante generaciones.
¿ Que clase de genocidas son aquellos que les reconocen por escrito la propiedad de sus tierras a los indígenas ?.
Queremos olvidar nuestras miserias, pero al mismo tiempo también olvidamos nuestras grandezas.
La cultura de nuestra sociedad es maniquea, pero dudo que muchos de sus miembros conozcan el significado del vocablo "maniqueo".
Junípero Serra es un personaje muy interesante, y era, posiblemente, un hombre afectado por algún tipo de esquizofrenia, pero a la vez un tipo complejo, brillante, valiente y un gran aventurero. Creo que es bueno fijarse en personas concretas, ver su historia personal, a mi me parecen relatos muy fascinantes, y más en tiempo de tanta mediocridad como el nuestro.
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