La belleza de estos paisajes me inspiró el texto que sigue, conjuntamente con la novela de un cura inglés. El título del video podría ser: Paisaje catalán: grandes triunfos del progreso
Alguien que no puedo nombrar me llamó des de una cabina. Era una noche de lluvia lenta, fría como la lejana Kaddath. Fue la última lluvia del invierno.
Dijo ser
un amigo, un amigo que me citaba a una reunión secreta. A las siete de la tarde, puntualizó al final. Pero dos días antes volvió a llamar, desde una cabina distinta: la reunión será a las ocho. Los gobiernos han adelantado la hora y a las siete todavía habrá luz, de modo que a las ocho. Sentí un poco de miedo: ¿habían adelantado la hora de todo un continente para intentar descubrirnos?
A las nueve la reunión ya había finalizado y salimos de uno en uno, a intervalos irregulares. Tal como nos recomendaron, di un largo rodeo para volver a casa: me subí a un tren, bajé dos pueblos más allá y volví en autobús. La emoción no me dejó cenar, sentía el estómago carcomido. Habíamos constituído la célula anarquista más letal y terrible jamás imaginada por el príncipe Kropotkin. El ingeniero (antes fue un discreto poeta de suburbio) es un genio, un verdadero artista de la aniquilación. La capacidad del grupo para destruir el sistema y la sociedad es infinita.
En poco tiempo supe que ya nos habíamos infiltrado en el cuerpo de policía (aunque los pesimistas afirmaban que era la policía quién se había infiltrado en la célula). La célula no se comunica, no nos conocemos. Hay que leer la prensa entre líneas para estar al tanto. Fue así como una mañana comprendí que ya habíamos llegado a la cima del poder y lo habíamos ocupado en silencio, como una plaga de microbios implacables, precisos y definitivos.
Leí noticias sobre ministros que mentían, extraños cambios en el poder, espionaje, alcaldes de la Costa Brava que intentaban infiltrarse en la mafia rusa. Resultaba obvio comprender que la célula terrorista había fichado a varios consellers de la generalitat, e incluso al mismo director general de los Mossos de Escuadra. Su comportamiento turbio y oscuro delataba al agente doble sin ninguna duda. Y nuestro poder no se limita a la pequeña Catalunya. Al buen entendedor le resulta evidente que nos estamos infiltrando en los gobiernos del mundo, la banca, la curia romana.
Todos esperamos el chasquido en los dedos del líder para activar el explosivo que lo demolerá todo. Es un explosivo silencioso, sin humo ni deflagración. Sin llamas. Pero no dejará nada en pie. Nada del mundo que usted conoce podrá resistir el estallido. Al día siguiente usted sólo verá demolición y ruinas.
Duermo tranquilo y esperanzado, y con los oídos abiertos. Atento. Todo indica que el momento se acerca, que ya llega. Hoy he observado algo que presagia la inminencia: las gaviotas que transitan Llobregat arriba ya no descienden a pescar peces muertos en el río. Se apostan en los balcones y los tejados, observan con la mirada ávida y fija la fachada del ayuntamiento y el edificio de la policía, se situan ante la oficina de La Caixa como si supieran.