Cae esa noche amplia y perezosa. Julio en el interior del país, el bochorno anda con zapatitos de charol lentos y pegados al suelo y el eco del sol envuelve los pinos para levantar el olor de la resina, asfixiante como el canto del grillo. A uno le vienen ganas de largarse de casa cada noche, cuando cae la noche a uno le gustaría estar por ahí, como los pájaros en el aire. Si todas las noches fuesen como esta, mi amor, siempre andaríamos por las nubes del verano como vagabundos felices, tremendamente ricos y ausentes, sin dinero y sin gravedad.
El aviso llegó unas semanas antes por el correo de la pantalla:
Concierto Eclíptica, Observatorio Astronómico de Castelltallat, el 21 de julio de 2012 a partir de las diez de la noche, noche de música y observación del cielo, cómo llegar...
Desde Terrassa hay apenas una hora hasta ese paraje raro y severo, de colinas anónimas (anónimas para mi, claro) que se quemaron en un incendio colosal de hace unos cuantos años. La carretera fluye en lentos meandros y la cúpula albina del telescopio no se distingue hasta que no estás ahí, como un romántico refugio oculto de maquis, bandoleros, piratas o poetas locos.
Jordi es otra vez el amfitrión capaz de saber qué historia quiere escuchar cada uno de los que llega, y por eso me cuenta una de milicianos de la FAI, curas y una mujer del astrónomo, tan gorda que tuvo un bebé sin haberse percatado del embarazo. En este preciso instante (ante la tumba del párroco iluminada por una velita) comprendo que el mundo debe ser fácil o incluso dulce cuando uno ha aprendido a ver lo fácil y lo dulce, y a abstenerse de lo demás.
Eso mismo -creo yo, me digo yo- es lo que cuenta la música y la voz de María Rodés, que ya ha empezado a cantar. Me dejo llevar. ¿Qué otra cosa habría podido hacer, pobre de mi? Luego dejo caer lentamente mi cabezota sobre tu hombro blando que esperaba cálido, pero resulta que el viento de la madrugada lo ha erizado.
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Cuando la música se termina y las luces no se encienden (las estrellas no tienen conmutador) la gente se va para el telescopio y es entonces cuando, pardos como los bichos de la noche, nos reunimos cuatro blogueros y es la voz de la Lagarto la que suena a mi derecha: -Oye, me han dicho que tu eres Luis, el del blog, verdad?
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Annexos (prescindibles)
En el otro extremo del sueño recuerdo de repente un sueño macabro, también veraniego.
http://tu.tv/videos/sueno-de-solentiname-mano-negra