Durante un fin de semana de enclaustramiento laboral, durante el cual solo me he permitido breves momentos de asueto (los fines de curso son muy exigentes), sí he podido poner la noticias en la TV. Y así me he podido pasear, muy brevemente, por la Feria del Libro de Madrid. Por desgracia, le han dedicado más tiempo al fútbol que a los libros, pero así son las cosas y así es el mundo. A quien lo le guste el mundo le sugiero que se ponga en contacto con el orate Elon Musk, que le propondrá el agradable paisaje de Marte.
La Feria del Libro de Madrid, según cuenta en el noticiario, ha convocado a casi 400 casetas. El dato es apabullante y uno piensa enseguida: ¡ojalá hubiese estado en Madrid!
Como todo el mundo sabe, las últimas ferias del libro en Cataluña suelen ceñirse al libro en catalán, lo cual significa, mayormente, al libro identitariamente catalán.
Me quedé atónito hace unos días tras ver el tuit de una librería pretendidamente plural, abierta y muy progresista de Barcelona. Decía eso: "No tenemos el libro x por transfóbico". No citaban el título, aunque no tardé mucho en descifrar el enigma. Se trata de "Nadie nace en un cuerpo equivocado". Supongo que lo siguiente será que las librerías organicen quemas de libros en la plazoleta más cercana, mientras venden banderillas y pasquines en favor de la libertad y esas cosas. Algo muy raro (y muy malo) está sucediendo por acá, y me da más bien mucha grima.
Les cuento: hasta hace poco, solía preferir comprar los libros en esas librerías de barrio, pero la cosa se ha torcido. De un tiempo a esta parte, uno debe recurrir al Amazon, empresa igual de codiciosa que las demás pero sin prejuicios ni voluntad de adoctrinamiento. Eso es triste, compañeros libreros. Nadie os pidió ejercer de comisarios políticos. Así que... ¿qué razón os llevó a ejercer de censores?
Me gustaría estar en la Feria del Libro de Madrid. Con casi 400 casetas habrá sin duda editoriales identitarias, pero también deben estar La Felguera y Valdemar, y seguro que habrá libros tránsfobos y transfílicos, y así cada uno (o cada una) podrá elegir qué le apetece leer, en qué quiere gastarse la pasta. Y luego criticará para bien o para mal, que es lo más natural, lo más sano y lo más democrático del mundo.
Pobre Cataluña, pienso.
Y luego recuerdo: que la última vez que estuve en Madrid, ante una de las entradas al parque del Retiro, di con unas casetas en las que estaba el libro que les he dejado en la foto de la cabecera. Un libro fascinante de Jordi Soler, a quién conocí por su libro anterior, "Ese príncipe que fui", un texto fabuloso que, de haberlo leído Luis Buñuel, habría dado lugar a una película genial.