27 de set. 2019

Los daños colaterales

Resultat d'imatges de pintura rusa a las puertas de la esculea

El procés agoniza. En esta fase terminal muestra sus fauces más peligrosas y violentas. Empiezo a hacer el recuento de daños, que no son pocos. Quizás es prematuro, porque todavía es dañino. Sin embargo, el procés (falta una definición que incluya la pulsión agresiva y violenta de la mitad de los catalanes contra la otra mitad, a la que niega) nos deja un reguero de pérdidas. Me refiero a las pérdidas personales: amigos, familiares, compañeros de trabajo que perdimos en nombre de una patria ilusoria para unos y fogosamente real para otros.

Pero el procés implica otras pérdidas, casi intangibles, que se sitúan en la esfera de algo sutil. Y lo sutil es, a veces, tan importante como el alimento diario. Me refiero a los daños colaterales.

Durante muchos años seguí las maniobras artística de Pau Riba, que es más poeta que músico aunque yo admiraba su música y su poesía sin distinguir entre ambas. La obra de Riba me parecía el signo de unos tiempos en los que me identificaba. Riba Pau es el nieto de Riba Carles, y es a la vez la respuesta a la poesía elitista del abuelo, un señor muy señor y muy culto y muy exquisito. Riba Carles es considerado como uno de los poetas más selectos de la literatura catalana del XX, de modo que la música lisérgica y gamberra de su nieto era algo así como un soplo de aire fresco para una cultura gravemente aquejada de elitismo, de incomprensibilidad y de inutilidad. Riba Carles fue un gran poeta, pero nadie le lee. Está muerto. Riba Pau, por contra, está vivo. Seguí a Riba Pau en sus discos cuando era pequeño (yo), y le seguí en festivales raros, rurales y perdidos por esos montes de Dios en cuanto fui una persona autónoma. Jamás me decepcionó. Siempre le sentí vivo, gamberro, iconoclasta.

Pensé que Riba Pau sería un referente para siempre. Pero llegó el procés y lo jodió. Riba Pau milita más de Riba que de Pau y se muestra simpatizante de la cosa catalana, de la cosa de la burguesía catalana identitaria y tal. Bueno, quizás soslayé que Riba Pau era Riba más que Pau des de siempre, un error de apreciación común entre los seres de mi generación y de mis apellidos. Corregir puede ser de sabios pero no nos hace sabios a los que fuimos tontos y ahora corregimos, por más que lo hagamos (lo de corregir). No tiraré los discos de Riba Pau ni los quemaré, ni procederé a ningún ritual satánico con ellos. Y posiblemente seguiré escuchando las canciones de su Dioptría y de los otros discos (los 3 o 4 que guardo en versión CD), pero no sentiré lo mismo que antes. Ahora ya es otra cosa. Ahora ya no es lo mismo.

Riba no es Llach, por fortuna y a Dios gracias. El cantautor ñoño de Verges no me gustó nunca, y el único disco que tenía de él ("Un pont de mar blava", comprado en un momento de debilidad) lo tiré a un contenedor gris o marrón o azul o verde, una vez quemado en el balcón, en los inicios del procés. Y me quedé igual. No solo igual, si no más tranquilo que antes. Lo de Llach no es un efecto colateral. Lo de Riba Pau, sí. Eso es una pena de veras. Y luego están los escritores (algunos conocidos) que he dejado de leer para siempre, porqué de un escritor que se proclama nacionalista ya se de antemano que no me interesa nada de lo que me cuente sobre la vida, la especie humana ni la trascendencia: un nacionalista no ha comprendido nada y por lo tanto no puede contar nada. Lo poco que puede contar es tan penoso que se lo dejo para él.

De toda esta gente hay algo que me sorprende, aunque pasa poco: de vez en cuando protestan por la poca atención que la administración catalana le presta a la cultura, a la que le destina el 0,8% del presupuesto público. Quizás se conforman con la respuesta, tan manida como mentirosa de que eso "es por culpa de España y cuando tengamos la independencia lo arreglaremos", pero lo cierto es que es escandaloso. Destinar a la cultura el 0,8% del presupuesto, tratándose de un gobierno nacionalista identitario que se harta de hablar de lengua y cultura como signos y símbolos sagrados, tiene su miga. Y ¡ojo al dato! De este 0,8% hay que descontar los gastos del capítulo 1: nóminas de cargos y más cargos, secretarios, directores y subdirectores, un sinfín de técnicos y algunos auxiliares y subalternos, aunque esos, la verdad sea dicha, son mileuristas. ¿Qué queda para la cultura?. Uno pensaría que un gobierno identitario y secesionista, si fuese inteligente, gastaría un pastón en cultura, educación y sanidad para ampliar la base secesionista y demostrarnos a todos que son los más mejores, que es un gustazo vivir en Cataluña y etcétera. En vez de eso, proceden a lo opuesto: hacer insufrible la vida en Cataluña. Cuatro subvencionados y el resto que se apañe como pueda. [Un dato: la actual consejera de cultura de la cosa autonómica proclama que la cultura no se puede subvencionar al 100%, cosa que tiene gracia cuando uno subvenciona a la cultura con el 0%].

Riba Pau sobrevive con lo que puede. Y como él, muchos otros autores o artistas que no dudan en posicionarse de la parte del poder catalán. Fabuloso, oiga. Entre mis ex-amigos escritores la situación roza lo ridículo: por debajo de la supervivencia, o escribiendo en horas intempestivas tras dedicar largas jornadas a trabajos de mierda, situación que podría favorecer a la creatividad, dicho de paso, pero no: van y escriben cuentos y novelitas que agraden al poder, que complazcan a los cuatro del lacito amarillo que gastan algunos euritos en cultura, y por compasión. ¿Cultura? La cultura del esclavo.

El otro día vi la obra completa de Recha Marc en Tallers 79, a 10 euros el pack con los 6 CDs de sus 6 cintas. Había un montón. A 1,6 euros la pieza de cine catalán. Lo compré con pena.

Los daños del procés son terribles, y entre los colaterales está la ruina cultural. A día de hoy, incluso algunos creadores equidistantes o lacistas reconocen que la situación es dramática y que Madrid (o Madrit) nos gana de calle: teatro, cine, música y literatura están miserables en Cataluña y aceptablemente bien en Madrid. Pues nada, sigan ustedes creando cancioncitas y novelillas para gustarle al poder. Y que Cataluña se lo pague con muchos hijos.

26 de set. 2019

Aprieta que algo queda


El procés nos deja grandes momentos para el humor, y son incontables. Algún día haremos un catálogo de ridiculeces, meteduras de pata, frases que pretendían ser épicas pero se tornaron descacharrantes, declaraciones de una pomposidad pasmosa i grotesca, mentiras sobre la historia que no se creería un niño, propaganda burda y etcétera. Luego están las noticias de Tv3, que son capítulo aparte y, aunque también promueven la risotada, tienen menos gracia por el mal uso que se hace de una tv pública. Luego están las cosas de doña Rahola: paellas, soflamas, insultos y vociferación. Luego, los gestos de algunos valientes que se amilanan en cuanto les plantan delante un juez, ante quien prometen no haber matado a una mosca (es más, si me encuentro a una mosca herida, la recojo y le doy los primeros auxilios).

Para construir esa recopilación de momentos estelares del ridículo, con mis admirados Albert Soler y Ramón de España me apañaré: llevan a cabo una tarea magnífica, detallada y concienzuda con la cual se puede elaborar una enciclopedia de la comedia bufa que ha sido (que es) el procés.

Pero luego está lo otro. Llevo tiempo en ello: en primer lugar porque no puedo competir con las firmas anteriores. Y en segundo lugar porque me parece que la obligación de un ciudadano no es solo votar en las urnas: es ejercer la ciudadanía. He tratado de contar el malestar pequeño, cotidiano, íntimo a veces. La desazón, el silencio, la pena. Quizás he vivido instantes de indignación, y no han sido pocos. Pero el sentimiento predominante es ese: la pena. La pena por ver como se va al traste la convivencia entre ciudadanos, la relación entre amigos, la confianza entre familiares, la solidaridad entre compañeros de trabajo. Esos largos silencios que poco a poco hemos ido rompiendo pero que todavía se imponen.

Las conversaciones a media voz o en voz baja, las miradas de soslayo, el temor. En los instantes más pesimistas temí que el asunto se saliese del cauce para siempre, que estallase un brote de violencia, que hubiese un muerto. Me da igual en qué bando esté la víctima: no es justo que nadie muera por una patria, ni ficticia ni real. Algo me indicaba que ese peligro se extinguía, pero de repente ha vuelto y se ha situado en primera plana.

Hace pocos días, el señor Jaume Sobrequés (la inoportunidad le iluminó) escribía un artículo sobre la necesidad de algo de violencia para conseguir la independencia de Cataluña. En El Punt/Avui, que se puede leer clicando aquí. Justificó un cierto grado de violencia aunque no lo especifica bien: la intensidad de la violencia que sugiere Sobrequés se deja al gusto del consumidor: él, como un Pilatos jubilado, se lava las manos: ¿la violencia que justifica Sobrequés será quemar un contenedor, volar por los aires un puente o matar a un adversario? ¿Chi lo sa?. A Sobrequés se le olvidó contar algo importante: la violencia que sugiere es una violencia de catalanes contra catalanes. Jamás hemos salido de esa situación. Eso es una guerra civil catalana. No se da cuenta de que, des de Madrid (Madrit, según ellos), hace tiempo que nos miran con desdén, con cansancio, con hastío. El único conflicto observable de veras es el de una parte de los catalanes maltratando a la otra parte de los catalanes. Lo demás es postureo de políticos y nada más, teatro malo y declaraciones que solo tienen valor declarativo. ¿O acaso los políticos catalanes rechazan, con honorable dignidad patriótica, el sueldo que les paga España?

Tras muchos años en la educación y trabajando en proyectos de resolución alternativa de conflictos, de mediación, de rechazo de la violencia, de pacto y acuerdo, de eliminación de las conductas violentas y agresivas, de asertividad, de cultura de paz, de consenso, de la convivencia como valor sagrado a preservar, de diálogo y cultura dialógica y modelos dialógicos de convivencia (y etc), esta semana dos noticias de la prensa me han cuestionado qué diablos hago yo, qué demonios hacemos los docentes. Un grupo de chavales de un instituto de secundaria rodean a dos que se pelean, a la salida de clase, y graban el combate y les jalean: ¡pelea, pelea!. Nadie intenta separarles. Solo graban en video. Por las mismas fechas, un alto cargo institucional, representante de los ciudadanos de una comunidad autónoma, reacciona ante la detención de unos tipos que fabricaban explosivos llamándoles "ciudadanos comprometidos con la sociedad". A diferencia de los protagonistas del ejemplo anterior, esta persona es adulta y ostenta un cargo público en virtud de la Constitución.

Si el primer ejemplo me cuestiona como profesional de la educación, el segundo me cuestiona el significado que yo le daba, hasta ahora, al "compromiso cívico". ¿Debería haber optado por la delincuencia cuando era joven y planeaba mi futuro?

Nota: En el próximo, hablaré del presupuesto a la cultura catalana que dedica un gobierno nacionalista catalán: el 0,8% del total. No está nada mal para un gobierno identitarista y que habla a menudo de la idiosincracia de la cultura catalana. Creo que ni en los momentos más oscuros y atroces del franquismo se destinó tan poco dinero a la cultura.

20 de set. 2019

A propósito de Jordi Soler (video-reseña). Tras los pasos de la princesa Xipaguazin

Jordi Soler nació en la Veracruz de México, aunque tomó el apellido de su madre, nacida catalana. Solo he leído una novela de ese autor, "Ese príncipe que fui" pero me gustó tanto que no dudé en dedicarle una entrada en mi colección de reseñas animadas. Cuenta una historia que empieza en 1.500 y pico, con Hernán Cortés i el barón de Toloríu, Juan de Grau, correteando por Tenochtitlán. La princesa Xipaguazin, hija de Moctezuma II tiene un papel muy importante en esta historia, pero ya no cuento más. Solo decir que la prosa de Soler es fascinante.

17 de set. 2019

Las Doloras de Campoamor

Esta entrada del Blog se la dedico al Chordi de Barcelona Street Art


El poeta asturiano definió así a sus Doloras: "¿Qué es una humorada? Un rasgo intencionado ¿Y dolora? Una humorada convertida en drama ¿Y pequeño poema? Una dolora amplificada."

En el barrio mucha gente dice que vive en "Campoamor". Aunque otros prefieren decir "Espronceda". Hay un debate sobre poetas antiguos y románticos. Si hubiese un duelo, ganaría Campoamor, que se batió en duelo con un militar, al sable, y le venció. Los poetas no hacen poesía solo con la pluma, y el viejo dilema entre la pluma y la espada, Campoamor lo resolvió con la síntesis. Es decir, con la suma. Para algunos asuntos, la pluma. Para los otros, la espada. Eran otros tiempos. Alguien dirá que la gente del barrio de Campoamor (o de Espronceda) no lee poesía, que como mucho reguetón o rap magrebí. Pero la poesía está en la calle, y no se escribe con plumas ni con espadas. La poesía simplemente está.


(Con un click en las fotos, se agrandan)
Toulouse-Lautrec al pie de un árbol. ¿Quién necesita pintura modernista?

¿Bofill? ¿Nouvel? ¿Quizás Bohigas?

Un artista se lleva un lienzo virgen para su casa.

Esquina de la calle Aribau.

Dos pares de zapatos de mujer. Los negros, de tacón de aguja (algo gastada).

Las viseras.

Esquina de la calle Salvador Seguí.

La pelota se la quedó Campoamor.


El paseo termina ante un rótulo publicitario inesperado, que invita a visitar una exposición de escultura en Perpiñán. No solo la poesía, pues, abunda en el barrio. También un arte tan noble y rudo como la escultura.
Voy a confesar algo íntimo: la arquitectura franquista de los 70 (que se parece como una gota de agua a otra gota de agua a la arquitectura soviética para los suburbios de Bucarest, por ejemplo), tiene algo que me gusta. Conseguían algo agradable, árboles, mucho verde, grandes zonas peatonales y pequeñas plazas interiores sombreadas, pequeños barrios humildes y apacibles para niños y ancianos. Otra cosa, claro está, son las medidas y la calidad de los pisos, que son infames.


14 de set. 2019

¿Como se puede desjoder Cataluña?

Resultat d'imatges de conversacion en la catedral

En la novela "Conversación en La Catedral", un personaje de Vargas Llosa pregunta ¿En qué momento se jodió el Perú? Muchos nos preguntamos en qué momento se jodió Cataluña: ¿en el siglo XIX, con el poema de Aribau? ¿Con los mitos de la Renaixença y todas sus fantasías nacionales y sus falsedades consiguientes? Hay quienes argumentan que el pecado original, la génesis del problema que sufrimos hoy, está en el recurso de Rajoy contra el Estatuto de Autonomía de Maragall, y hay quienes lo sitúan en la campaña del "català emprenyat", que tenía algo que ver con los retrasos de los trenes de la Renfe y los peajes de las autopistas catalanas. Hay más explicaciones, como la de Jordi Amat en "La conjura de los irresponsables" (Anagrama, 2017). Todas contienen algo válido, pero ninguna lo responde con una respuesta satisfactoria por completo. La respuesta es más compleja porque la realidad es más compleja que sus análisis. Se debería buscar (encontrar) un análisis capaz de contenerlos a todos. Sin embargo, todos los esfuerzos analíticos solo nos llevan a un diagnóstico: Cataluña está jodida o muy jodida: fracturada socialmente por el asunto nacionalista, en la cola nacional de la inversión en sanidad y en educación, etc. Nos faltaría el pronóstico. Y luego el tratamiento, que debería responder a una pregunta post-vargasllosiana:
-¿Como se desjode Cataluña?

Para desjoder Cataluña se deberían cambiar los discursos. Deberíamos salir de las trincheras, me lo sintetiza así un amigo. Deberíamos hablar de ética, de democracia, de civismo. Se debería abandonar el terreno del mito, ese territorio embarrado e irracional que solo pretende enfrentarnos. Abandonar la discusión sobre naciones, dejar de pelearnos por las banderas en los balcones, por los himnos en los festejos, por el número de manifestantes en una u otra manifestación.

Para desjoder Cataluña también se debe aclarar quiénes y porqué la jodieron, y repasar con calma y análisis tranquilo los hechos. Las maniobras nacionalizadoras de Jordi Pujol durante sus 23 años de reinado en el gobierno autónomo deben ser expuestas y aclaradas. Cualquier intento de pasar página debe proceder con una previa operación higiénica en la que se expongan los agravios, los abusos que cada parte ha estimado. En el ámbito de la mediación siempre hay una pre-mediación. Se deben conocer los datos. Ese Programa 2000 que está publicando El Triangle es útil para ello.

Yo soy testigo de los resultados de la aplicación de ese Programa 2000 de Pujol, y puedo contar el desastre que produjo su plan de nacionalización en la educación pública catalana. A día de hoy, Cataluña es una de las tres comunidades autónomas españolas con menor inversión pública en educación, pero sin embargo la mayoría de los docentes se preocupan por la preeminencia de la lengua catalana en las aulas (y ahora en los patios también) y no protestan por la desinversión.

Hay que pensar en como se sale del atolladero, porque es fácil intuir el hartazgo en ambos bandos, y se debe aceptar eso: que se han creado dos bandos y que es casi imposible y completamente inútil buscar diálogos o entendimientos hoy por hoy. Este punto, el del agotamiento en ambos bandos y la imposibilidad del diálogo, es un mal lugar, ya que en este lugar es muy fácil que surjan los extremismos, y en especial los extremismos violentos. La irracionalidad se ha apoderado del debate. El odio aparece en cualquier expresión. Uno intuye que el independentismo es más odio a lo español que independentismo, y que el unionismo contiene más odio a lo catalán que deseo de unidad. Lo dicho: nos encontramos en un lugar muy malo. Las consecuencias son imprevisibles, pero nefastas sin duda. Los gobernantes (de la autonomía catalana y de España) deberían tomar cartas en el asunto, a no ser que prefieran ver el enfrentamiento en la calle para calcular y especular con los votos que les daría ese enfrentamiento.

No hay otra solución que plantear discursos nuevos, discursos sostenidos sobre los valores de la Ilustración que sean compartidos por la ciudadanía y los gobiernos autonómicos y de España. De no ser así, solo será pensable la suspensión de la autonomía catalana y el viaje hacia un centralismo al estilo francés que, dicho sea de paso, tampoco es nada malo: nadie le niega a Francia ser un estado democrático estricto y sin fisuras.

12 de set. 2019

Vicent Partal, inasequible al desaliento

Toc dantenció

Hay periodistas de investigación, periodistas de opinión, periodistas de crónica política, de crónica social, periodistas de crónica deportiva, de ecos de sociedad y de sucesos. Y luego está Vicent Partal. Partal es un periodista de una categoría distinta. A la categoría periodística en la que juega resulta difícil ponerle nombre, de modo que los más sensato debe ser llamarla "Periodismo partalense (¿partaliano?)" o algo así.

A diferencia de otros profesionales del sector, que se esfuerzan por redactar buenas crónicas para que el lector comprenda la realidad con datos, cifras, aportaciones inteligentes e inteligibles, Partal toma la realidad no para describirla, si no para prescribirla. Su intención no es otra que contarle al lector lo que debe pensar, lo que debe sentir y, quizás, en qué debe soñar. Creo que tiene la capacidad para meterse en los sueños de sus lectores, tal como algunos personajes debidos a la imaginación tremebunda de Stephen King. Ahora me viene a la mente un sujeto pavoroso que actuaba en los sueños de los adolescentes cuando yo era también adolescente, se llamaba Freddy Krueger -y no era un personaje de King.

Vicent Partal, al frente de Vilaweb, lleva más de media vida dedicado a promover la independencia. Primero habló de la independència de la ficción llamada "Països catalans" (una distopía que solo existe en el mapa del tiempo de Tv3). Luego, abrumado por la evidencia, decidió trabajar por la independencia de la ficción llamada "Cataluña". Es posible que, dentro de poco, lo haga por la independencia de l'Alt Empordà o de la Cerdaña.

En octubre de 2017, aquellas fechas tan desgraciadas para la democracia, Partal escribió varias editoriales en Vilaweb, el medio digital que dirige, para contarles a los lectores que "nada es lo que parece": ¿Puigdemont huído en el maletero de un coche? No os preocupéis: está organizando el gobierno en la distancia y en un periquete todo arranca. ¿La proclamación de la república solo duró 8 segundos? No os preocupeis, tranquilos, todo va viento en popa, las infraestructuras funcionan y Europa le dará una colleja al gobierno de España. Independencia súbita, está al caer. Somos una república y estamos tozudamente alzados y etc, nosotros y lo nuestro con lo nuestro. En aquellas tristes fechas Partal adoptó una actitud casi agresiva, una actitud muy conocida en España, tras la guerra, que era la de los jefes provinciales del Movimiento cuando se pusieron a redactar informes sobre afectos, tibios y desafectos. Su prosa, ya de normal inflamada de sentimientos patrióticos, se incendió un poco más, y entre líneas acusaba a los tibios por su tibieza. Les negaba la opción de la duda. Había algo de Torquemada en sus editoriales, algo de profeta bíblico, iracundo y temible.

No comprendo muy bien porqué les habla Partal a los tibios (a los desafectos no les dirige la palabra, y ahí está acertado porque sabe que los desafectos no le leen, sería un trabajo de amor perdido). ¿Los tibios leen Vilaweb? Creo que tampoco, pero sin embargo todos los movimientos extremistas proceden de la misma forma: liquidan, antes que nada, la moderación, la duda, la equidistancia y, de paso, la inteligencia. Fíjense ustedes en que el 90% de las víctimas del islamismo violento son los musulmanes moderados.

Bueno, el caso es que el día 12 de septiembre, Partal reincide y le dice al lector que si vio la Plaza de España medio vacía en la manifestación de la Diada es porqué no lo miró bien. Y luego procede a un ejercicio de argumentación entre pueril y descacharrante con el noble objetivo de hacerte comprender que no viste la realidad, que miraste mal, que se trataba de un efecto óptico, un trampantojo. Pueden ustedes leerlo pinchando aquí. Advertencia: hay que afrontar la lectura con buen humor, o por lo menos con un hígado bien pertrechado.

Hablando de disonancias cognitivas: una cosa es que alguien vea platillos volantes dentro de las nubes. Otra muy distinta es que se te acerque un tipo por la calle y te insista en que esa nube gordita, fofa y evanescente es, en realidad, una nave espacial procedente de Ummo y que, cuando se lo pongas en duda, te suelte a voces que eres un tibio, un descreído y un mal patriota de la Madre Tierra.

10 de set. 2019

A propósito de Enrique Vila-Matas (video reseña)

Hoy les traigo mi humilde contribución a la obra literaria (delicada, exquisita) de Enrique Vila-Matas, uno de los escritores catalanes más interesantes de esos tiempos tristones que vivimos, un escritor que me hace olvidar que vivimos tiempos tristones cuando le leo. Vila-Matas, sin embargo, no es la alegría de vivir ni su prosa es alegre, ni tan solo cómica. Creo que es el escritor catalán más traducido a otras lenguas, aunque la catalana no está entre ellas.

8 de set. 2019

Las hemorroides del 6 de septiembre de 2017


Recuerdo las fechas. 6 y 7 de septiembre de 2017. Tardaré en olvidarlas, y quizás solo un alzheimer futuro lo conseguirá. Recuerdo las intervenciones de la presidenta del parlamento catalán, la señora Forcadell, con su arrogancia, negando los derechos democráticos de una oposición atónita que apenas podía responder. Lo recuerdo porque el 6 de septiembre de 2017 yo andaba camino de un pueblo del interior catalán, en donde acudía a dar una charla sobre literatura de género. El camino es largo, y puse la radio. La cadena Ser, para ser concretos.
Mientras me adentraba en las tierras interiores el sol declinaba. Ese sol de septiembre que se cae despacio, amarillo y caliente todavía, despacio como a cámara lenta en una película de Sokurov o de Tarkovsky. A medida que uno se adentra en la Cataluña interior el paisaje se entristece, se seca. Los árboles devienen arbolitos, y la gran llanura depresiva aparece como un paisaje enfermo. La carretera es larga, demorada, sinuosa. Uno toma conciencia de que circula por lo que fue, millones de años atrás, el fondo de un mar poblado por especies abisales, la oscuridad.

A ambos lados se suceden viejas casas y casuchas arruinadas, escenarios de antiguas miserias, masías que albergaron penas y tradicionalismo, el horror de una Cataluña lúgubre, el horror. De esas masías sólo permanece en pie la fachada y algún que otro muro, y todas están sin techo, como por obra de una maldición compartida y eficaz. Las higueras crecen tras las fachadas y desprenden ese olor intenso de los higos en septiembre, un aroma a putrefacción dulce que atrae a los insectos. Mientras avanzaba por esa carretera serpenteante, la radio transmitía hechos horribles, la crónica en directo de una sesión parlamentaria vergonzosa, un insulto a la democracia, un desprecio abyecto por la convivencia, un deje supremacista y tribal que muchos creíamos hundido en la negrura de los tiempos pretéritos. Recuerdo la voz de la señora Forcadell, altiva, impostada, una octava más alta de su tono normal. Recordé que fue maestra de primaria, muchos años atrás. Me sentí como un niño alumno suyo, asustado, sentado en un pupitre de la clase, de la mitad para atrás. Me sentí pequeño y asustado. Todo lo que yo pretendía saber sobre democracias parlamentarias estaba saltando por los aires mediante el conjuro de esa voz que sonaba una octava más alta de lo esperado.

Alguien quemaba rastrojos en el margen izquierdo de la carretera. Las llamas eran casi invisibles bajo el sol anaranjado de la tarde, apenas unas pinceladas intermitentes, pálido fuego. El humo, blanco con volutas gris de Payne, cruzaba la carretera y simulaba una muralla leve pero desagradable que olía a perro muerto: quizás no sólo quemaban rastrojos en aquella hoguera. Olía a barbacoa para ogros. Llegué ensombrecido y triste. Di la charla. No fue mal, ni tampoco bien. La biblioteca pública que me invitó me dijo que no tenían presupuesto para charlas, pero que podía presentarles los tiqués de la gasolina y la autopista. No se los mandé nunca. Me conformé con una botellita, pequeña pero elegante, de aceite local, que me ofrecieron cuando me fui. Cultura catalana.

Por la noche, de vuelta, apresurado por regresar a mi casa, un jabalí imprudente, jabalí hembra casi seguro, cruzó la carretera como azorado, en dirección al oeste, hacia el Aragón. Frené, aunque le golpeé tangencialmente con el parachoques en las ancas. El animal siguió su ruta, más indiferente que aturdido, convencido de su ruta hacia poniente, como huyendo de Cataluña.

Por la tv pasan (o pasaban) el anuncio de una pomada para las hemorroides cuyo texto hablaba de "sufrir en silencio". Lo recordé al día siguiente, cuando relataba mi viaje al interior y me detenía en el incidente del pobre jabalí hembra. Aquel día sufrí en silencio, como en otras ocasiones de la vida.

6 de set. 2019

Jordi Pujol, el último franquista vivo

Resultat d'imatges de pujol y franco

El día 15 de abril de 1960 el señor Jordi Pujol i Soley publicó un panfleto contra Franco. Hace 60 años de eso. El panfleto se distribuyó en un acto del Palau de la Música, el día 19 de abril de aquel año, mientras se cantaba el Cant de la Senyera. El texto, que ocupa una sola hoja a dos columnas, se titula "Us presentem el general Franco". En siete párrafos breves Pujol hace una descripción del estado totalitario: falta de libertades políticas y sindicales, censura, falta de libertad intelectual y cultural, etc. Incluso habla de falta de libertad religiosa, aunque el autor precisa que no está hablando de la prohibición de otras religiones (solo menciona a la protestante, precisando que los protestantes le importan un comino), sino del control de ciertas variantes del catolicismo.

El texto es breve pero, entre líneas, advierte del talante de su autor y lo presenta. No hay que ser muy avispado para discernir. Así, aunque hay gran cantidad de frases en las que detenerse un rato para analizarlas, me sorprende el último párrafo, que por algo debe ser el último. Todo buen novelista (e incluso los poetas mediocres) saben que se debe dejar para el final la gran sorpresa, el giro argumental ingenioso y cautivador que dejará patidifuso al lector. Creo que, a buen entendedor, con pocas palabras basta. Ahí está ese párrafo final (conservo la ortografía y la puntuación del original): 
La manca de llibertat és absoluta. I només és atenuada per l'estat de corrupció en què vivim.
El general Franco, l'home que aviat vindrà a Barcelona, ha escollit com a instrument de govern la corrupció. Ha afavorit la corrupció. Sap que un país podrit és fàcil de dominar, que un home compromès per fets de corrupció econòmica o administrativa és un home presoner. Per això el Règim ha fomentat la immoralitat de la vida pública i econòmica. Com es fa en certes professions indignes, el Règim procura que tothom estigui enfangat, tothom compromès. L'home que aviat vindrà a Barcelona, a més d'UN OPRESOR, ÉS UN CORRUPTOR.
(Traducción al español: La falta de libertad es absoluta. Y solo es atenuada por el estado de corrupción en que vivimos.
El general Franco, el hombre que pronto vendrá a Barcelona, ha elegido como instrumento de gobierno la corrupción. Ha favorecido la corrupción. Sabe que un país podrido es fácil de dominar, que un hombre comprometido en hechos de corrupción económica o administrativa es un hombre prisionero. Por eso el Régimen ha fomentado la inmoralidad de la vida pública y económica. Tal como se hace en ciertas profesiones indignas, el régimen promueve que todo el mundo esté implicado, todo el mundo comprometido. El hombre que pronto vendrá a Barcelona, además de UN OPRESOR, ES UN CORRUPTOR.)
[Las profesiones indignas: ¿cuáles deben ser? ¿Menciona aquí Pujol, elípticamente, a su padre Florencio, el especulador oscuro tolerado por el régimen de Franco? ¿Qué endiabladas hipótesis freudianas esconden "las profesiones indignas"? ¿Hay algo mefistofélico y a la vez demente en el fundador de Convergència y padre del nacionalismo en época contemporánea? ¿Es la Cup un heredero despistado y sinvergüenza del nacionalismo burgués? ¿Es David Fernández Ramos un Nosferatu amnésico?]

Recuerdo que mi madre me contaba, siendo yo un tierno preadolescente, el impacto que causó el panfleto de Pujol en la sociedad catalana del año 1960. Con esta hoja (que no llega a libelo), el nombre de Jordi Pujol se metió en los hogares catalanes. Se granjeó un nombre, lo sembró. Y lo cosechó unos años más tarde. Pocos días después de "los hechos del Palau" (la distribución de la hoja en cuyo reverso estaba la letra de "El cant de la senyera", ojo al dato), Pujol fue detenido y encarcelado. Se cuenta que, una vez detenido, en un primer momento negó ser el autor del texto, pero la versión que hoy relata la Wikipedia en catalán explica que, tras ser brutalmente golpeado, confesó -bajo tortura- la autoría. [Nota para un novelista especulativo o proclive al delirio conspiranoico: ¿Y si Pujol no hubiese sido el autor, pero hubiese aprovechado la ocasión para obtener notoriedad?].Al impresor del texto (un impresor de Vilanova de quien la Wikipedia catalana no enlaza nada) le cayeron tres años de presidio tras la delación.

Me chocan muchas frases del texto, pero hay una que me sorprende más que las demás. Se trata de "la falta de libertad es absoluta y solo la atenúa el estado de corrupción". ¿La corrupción atenúa la falta de libertad? Esa afirmación es digna de un ensayo filosófico que le interesaría tanto al señor Rajoy como al propio señor Pujol, quien hizo una gira de conferencias por Cataluña sobre ética y política hace algunos años (Que yo sepa, el señor Mariano Rajoy no da conferencias sobre este tema tan espinoso, por lo menos). Pero el párrafo entero nos describe un fenómeno de orden psicológico/psiquiátrico tremebundo (estoy pensando en Lacan, sobretodo) que promueve varias preguntas. Yo solo dejo tres, aunque las redacto como una sola: ¿es Pujol el último franquista, el auténtico heredero del régimen totalitario, el que mejor aprendió la lección?.

Y por último: ¿como encajaría la sociedad catalana la evidencia de que votó -a veces por mayoría absoluta- a un Doctor Caligari? ¿Cómo entiende esta sociedad que vote, hoy todavía, a sus sucesores?

3 de set. 2019

La democracia de los volcanes

Resultat d'imatges de tsunami democratic

En una casa enfrente de mi piso acaban de colgar una bandera española. La constitucional, nada que decir. Está nueva, y diría que está confeccionada con tela de buena calidad. De raso quizás. Como esta ciudad provinciana en la que vivo tiene un pasado notable en la historia (cruel) de la industria textil, la bandera me parece, entre otras consideraciones, un homenaje a las empresas desaparecidas y a aquella clase obrera de la que los obreros abjuraron a cambio de un pisito y un cochecito de propiedad. Incluso los nichos del cementerio son de propiedad para los muertos de clase obrera. Muertos, pero propietarios.

En esta casa en donde ahora ondea (si la brisa sopla) una bandera española, hasta ahora solo hubo calcetines, camisetas, vestidos, algunas camisas. Con esta bandera nueva, el empate entre las banderas españolas y las separatistas está certificado. Y debo precisar que el barrio en donde vivo es un barrio libre de banderas, ya que de las unas y de las otras no habrá más de diez por bando.

Durante muchísimos años a mi me trajo al pairo el asunto nacional, y jamás tuve entre mis identidades una identidad nacional. Me consideré barcelonés de nacimiento, barcelonés sin más. Aunque, la verdad sea dicha, haber nacido en el centro de Barcelona no me pareció nunca algo digno de ser exhibido en parte alguna, ni se me ocurrió sentirme orgulloso de eso. Nacer en un lugar tiene la misma relevancia que nacer con dos orejas y una nariz: no hay nada reseñable en eso. Sin embargo, a día de hoy, si alguien me obligase a colgar una bandera en mi balcón colgaría la misma que la de mi vecino. La que habla de democracia, de constitución y de parlamento.

Después de contemplar a los vecinos colgando la bandera en su balconcito, me encuentro con la nota de prensa que me habla de una campaña identitaria titulada "Tsunami democrático". Me quedo perplejo. Pienso en otros fenómenos debidos a la violencia natural: ciclones, terremotos, explosiones volcánicas, meteoritos, ráfagas de erupciones solares, vendavales, ciclogénesis, etc.

Quizás no hay nada más democrático que una explosión piroclástica. Una explosión piroclástica destruye todo lo que encuentra a su paso. En el caso de que encuentre a personas a su paso, no distinguirá entre turistas o nativos, entre hombres o mujeres, entre ricos o pobres, entre rubios o morenos. Que se lo pregunten a los ciudadanos de Pompeya. Ellos tuvieron una experiencia democrática de tomo y lomo. Los que estaban en la playa de Phuket en diciembre de 2004 vivieron un verdadero tsunami democrático.

En la Edad Media se inventaron el asunto de la Danza de la muerte, una aproximación medieval a la democracia.

En Cataluña, siempre pionera en cuestiones democráticas como todo el mundo sabe, se acaba de divulgar algo llamado "Tsunami democrático", de nombre y filiación inciertos, aunque digo yo que se trata de los habituales. Lo democrático de un tsunami es obvio por lo comentado más arriba, lo mismo que la danza de la muerte. "Muerte democrática" podría ser otro buen eslógan, aunque algo más nihilista, algo más oscuro y siniestro, más medieval.

En Cataluña hay dos millones de ciudadanos separatistas, me cuentan, y algo hay que hacer con ellos, dicen. No se les puede obviar, dicen. Bueno, también somos más de cinco millones los ciudadanos no-separatistas, diría yo. Algo hay que hacer con esos, con nosotros. Hablar de tsunamis no me parece lo más adecuado, ni lo más inteligente. Ni, desde luego, lo más democrático. Por más democráticos que sean los tsunamis, la arrolladora violencia natural no tiene nada que ver con los valores de la Ilustración.

1 de set. 2019

A propósito de Jaime Gil de Biedma (video-reseña)

Con esta ya van tres reseñas en video, para facilitar el acceso a la reseña literaria a las nuevas generaciones. Es un homenaje más que nada a uno de los autores que me hizo amar a la poesía española y a la literatura en general.