Casado, en efecto, ha hablado de los calcetines en un arrebato de costumbrismo y dicho popular, válgame el jueguecito de palabras. Según él, y en tono de amenaza, cuando el PP llegue al poder deberán darle la vuelta a España, tal como se hace con un calcetín. ¿Mandarán el País Vasco a la zona que hoy ocupa Cádiz y pondrán a Cádiz en la orilla del Cantábrico?
Recuerdo haber seguido, más por ociosidad que por interés, el debate que enfrentó a Casado con Sáenz de Santamaría, cuando se disputaban la dirección del partido. Por lo visto, todo el mundo sabía que Soraya iba a perder la votación -y así fue. Un insigne dirigente popular dijo que Casado debería alegrarse poco o nada de su victoria, ya que todos se habían confabulado para votar contra Soraya y que, por lo tanto, hubiese ganado cualquier alternativa, se llamase Casado o Perico Palotes.
Esa conjura explica la victoria aplastante de un chico con intentos bienintencionados pero torpes, algo vehemente y dotado de una sonrisa inquietante, gélida y artificial, y con un discurso que sonaba a rancio y a tópico. Lo de Vox vino un poco más tarde, para desgracia suya. Casado no ha salido todavía de aquel intento de construir un líder y sigue buscando al líder que cree tener en su interior. A día de hoy creo que ya solo le falta hurgar en la vesícula biliar, a ver si el liderillo está justamente en ese rinconcito del cuerpecino. Casado, cuando sonríe, me recuerda al malo de Terminator 2, pero con barba. Y eso que el malo de Terminator 2 no sonreía jamás.
No pasa semana sin que el chico suelte alguna perla de gran valor: en pocos días, valga el ejemplo, ha soltado la propuesta del calcetín y poco más tarde ha dicho, para pasmo de todos, que se debe defender la identidad de Galicia. ¿La identidad de Galicia? nos preguntamos muchos, azorados. Un día de estos nos va a soltar que Galicia é unha nación.
Bueno, sobre el caso gallego ya se apañarán: siendo yo catalán tengo demasiado trabajo con los identitarios de acá y no me pringaré con los de allá. Pero desde luego, chico Pablo, ya te vale: ¡las identidades territoriales! Supongo que alguien, en la derecha, se acordará algún día de los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas, y se olvidará de esos derechos identitarios de los territorios, una idea más bien medieval y romántica muy alejada del racionalismo y la democracia del XXI. ¿Casado sigue los tuits de Cuixart y de los gemelos Tururull?
Creo que mucha gente se ha dado cuenta del trilerismo popular, el que afirma "solo es un buen patriota español el que piensa como yo". En eso, los catalanes estamos muy curtidos y la experiencia nos permite detectar esa variante del chantaje emocional. No en vano llevamos décadas escuchándola en boca de todos los líderes procesistas, de Pujol a Mas pasando por Puigdemont, Torra, Borràs y el resto. Casado no es nada original: uno diría que ha plagiado frases enteras del desdichado Puigdemont e incluso más del pobre Torra, muy dado a definir como debe ser un buen patriota catalán.
Lo del calcetín, la verdad, da más miedo que lo de Galicia. Un cierto pavor. Aunque el PP lo tenga difícil para ganar unas elecciones en breve, lo cierto es que la amenaza de tratar a España como a un calcetín es una pésima idea que nos provoca todavía más temor a la sufrida ciudadanía. ¿Qué le molesta a Casado? Supongo que en esa vuelta de calcetín estarán incluidos los derechos que últimamente han sido reconocidos: la eutanasia, por ejemplo. El salario mínimo. El alquiler. Las políticas sociales en general. O la cosa feminista que, aunque a algunos les huela a progresía ridícula, no deja de ser un avance legislativo en protección y fomento de la igualdad.
Creo que lo del calcetín de Casado se refiere a eso que al señor Santiago Abascal le produce tantos sarpullidos, eso de los progres. Es curioso que, cuando yo era joven, ser progre era algo bien visto y que resultaba muy eficaz para el ligue en asambleas de estudiantes e incluso, sí señor, en bares y tabernas. Progre es, ahora, un insulto: una bajeza, una debilidad, una forma del ser ridículo y adocenado.
La lucha del chico Casado contra lo progre es, sin duda alguna, otra de las manías que el chico Casado les ha pillado prestadas a los señores de Vox: del mismo modo que en Galicia es identitario como Feijoo (el que gana las elecciones en la tierra de Álvaro Cunqueiro), en Madrid se apunta a los exabruptos de la señora Díaz Ayuso. En cada lugar de España, Casado repite los eslóganes del líder popular que más triunfa en la plaza. Quizás ahí está su truco para construir un líder: en cada plaza digo lo que más gustan de escuchar, y lo de menos es que se contradigan entre sí o que tengan algo de sensato. Vaya líder, chico Casado, vaya líder, por Dios.
Si el identitarismo regional es penoso, tanto más lo es esa batallita contra los progres, esa cruzada nacional contra el progresismo. Si el progresismo es ridículo... ¿a qué viene luchar contra él?
Les dejo la última paparruchada del chico Casado: según él, España llegó tarde y mal (sic) al rescate de los afganos que querían salir del país caído en manos de los barbudos. De su frase se deduce que él sabía la forma de llegar pronto y bien. Si era así... ¿porqué no difundió su plan brillante para llegar pronto y bien?.
Incluso en los primeros meses de la pandemia el chico Casado jugó reiteradamente a emular al Capitán Aposteriori, sin darse cuenta de que solo hubiera sido creíble en el caso de haber hecho propuestas para combatir la pandemia a priori. Ahora lo repite con lo de Afganistán y sin darse cuenta de que es otra metedura de pata. Y van... ¿cuántas?
Pero volvamos al calcetín una vez más: ¿podría desarrollar, el chico Casado, su propuesta calcetinera para España? A quienes llevamos décadas esperando una derecha española sensata, racional y europea nos gustaría mucho escucharle. A los catalanes nos pasa otro tanto: llevamos décadas esperando una derecha catalana racional y homologable con las europeas. Lo cuento porque a veces me preguntan ¿cómo puedes ser socialdemócrata y votar a ese Psoe? He aquí mi respuesta.
Y de mientras, espero la definición de darle la vuelta al calcetín del chico Casado, que me tiene muy inquieto.