26 de febr. 2020

San Adrián, la ladito del río Besòs


"Besòs Mar" es un texto que quizás no es novela negra, aunque eso me importa poco. Los géneros y los subgéneros son etiquetas cambiables, sujetas a las modas y por lo tanto al tiempo. A mi me interesa saber si es novela o no, el adjetivo me importa poco. Cuando lo escribí me planteaba esta pregunta: ¿el sentimiento de culpa nos define como culpables? Me preocupé de que la pregunta no quedase respuesta en el texto. La pregunta (y la ausencia de la respuesta) es lo único que tenía en mente.

El sábado 22 hicimos la ruta titulada "Besòs Mar", organizada por la biblioteca La Bòbila de Hospitalet y Esplugas de Llobregat. Aquí debo incurrir en el dichoso flashback: hace casi cinco años me publicaron una novela "negra" premiada en el festival Tiana Negra de 2015. La novela, como casi todo lo que se publica en catalán, pasó sin pena ni gloria. Es decir: con pena. En catalán no se vende y no hay matices ante esa afirmación. En catalán ni se vende ni se lee, ni casi se habla. Hablo de lo que se habla en las calles.

Cuando la novela llevaba ya casi cinco años sin venderse en parte alguna, van y me proponen hacer una ruta inspirada en los escenarios de la novela. Me quedé atónito. Yo llevo años olvidando que escribí, que escribí novela negra y que escribía en catalán. Incluso conté pestes de los editores de aquélla novela: me gusta quemar las naves, y quemarlas bien, a conciencia. Jamás seré un héroe clásico, pero por intentarlo que no quede.

Así que el sábado 22 nos encontramos ante el apeadero de San Adrián, al ladito del río Besòs por la parte del norte, la parte de las tres chimeneas. Acudieron 22 personas (22 personas el día 22 del mes número 2: ¡a ver si nos encontramos ante un nuevo error de Matrix!). Conté que hablaría poco de mi libro y les mentí: no les hablé nada de mi libro. Hice este ejercicio: renunciar al ego sin ser budista.

Durante más de dos horas les paseé por San Adrián. Les conté quien era el obrero Manuel Fernández Márquez, y la historia de las tres chimeneas de la playa de San Adrián que Javier Pérez Andújar rebautizó como "la Sagrada Familia de los pobres". Casi me enterneció descubrir que muchos (en realidad muchas) de las asistentes se habían leído una novelita que tengo casi olvidada, y me preguntaban por los giros y personajes que ya ni recuerdo.

Les conté a los asistentes que "no he venido a hablar de mi libro". No me lo reprocharon y creo que lo agradecieron. Les hablé de un libro mejor que el mío: "Paseos con mi madre", el libro que me inspiró en cierto sentido para mi discreto "Besòs Mar". Nos paseamos por la avenida de la Playa, vimos el Alcampo (antiguo Pryca de San Adrián), llegamos hasta Sant Roc, barrio mítico, paradigma de la frontera tácita, con sus gitanos y sus hogueras y sus jaulas de pajaritos expuestas al sol de un febrero primaveral y desafiante. Cruzamos el río Besòs hacia la Mina, por la calle de Carmen Amaya. Los mejores nombres para las peores calles. (Y los peores nombres para las mejores calles: Aribau, Balmes). En el mismo instante en que les contaba que el incendio de una fábrica química de Montornès del Vallès había liquidado toda la fauna del río, aparecieron tres preciosas parcas nadando río abajo. El mejor momento de la ruta, sin duda.

El otro es cuando uno me cuenta su observación:
-En este barrio no hay banderas en los balcones.

Les conté los errores que hay en las descripciones de mi modesta novelita, les conté que no se nada, que me fascina el mundo en la misma medida en la que me entristece y, entre líneas, que me hastía lo que escribo. Por eso les leí fragmentos de Paco Candel, del antes mencionado Pérez Andújar y por fin, en mitad del puente en la calle de Ramón Llull (!!!) que cruza la desembocadura del Besòs, leí el último párrafo del "Danubio" de Claudio Magris. Les agradezco a todos y a todas su asistencia paciente, su interés aunque fuese fingido. Todos aprendimos algo. Yo aprendí, otra vez, que todos juntos somos mejores que cada uno por separado. La frase contiene un mensaje político, claro.

Ese es el párrafo final del "Danubio" que leí en el puente:
¿Eso es todo, pues? Después de tres mil kilómetros de película nos levantamos y nos alejamos un momento de la sala, buscando al vendedor de palomitas, y tomamos discretamente una salida secundaria, por detrás. Hay poca gente, que tiene prisa por irse porqué ya es tarde y el puerto se vacía. Pero el canal se desliza ligero, tranquilo y seguro hacia el mar; ya no es canal, límite, regulación, si no fluir que se abre y se abandona a las aguas y los océanos de todo el globo, y a las criaturas de sus profundidades. Haz que mi muerte, Señor -dice un verso de Marin- sea como el deslizarse de un río en el gran mar.
Esta es mi carta de agradecimiento (nada negra) a las personas que se pasearon conmigo por San Adrián, al ladito del río Besòs.


23 de febr. 2020

Benedictinos de Guadarrama y de Montserrat (artículo multimedia)

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Aureli M. Escarré, abad de Montserrat, y Francisco Franco hermanados por una sonrisa bobalicona

La orden de San Benito luce el eslógan "ora et labora". Si no fuese por el pareado simplón, lo podríamos aceptar como un buen lema. Quizás sería mejor "cogita et labora", pero eso es lo que hay.

En España debe de haber un sinfín de monasterios benedictinos, pero hay dos que relucen más que el sol: el de Guadarrama y el de Montserrat. En ambos lugares hay un monasterio que no solo coincide en la orden que lo dirige y explota sus negocios, si no en la peculiaridad de preservar símbolos franquistas. Los monjes del Guadarrama se revuelven como gatos panza arriba ante la inminencia de la historia. Los de Montserrat, sin embargo, no han recibido la visita de un helicóptero que les prive de sus reliquias más preciadas: les protege la fe catalanista. Los de Montserrat ni tan solo están inquietos. Se sienten impunes. El gobierno autonómico no les tocará las reliquias del Tercio de Montserrat que protegen con cariño y devoción ejemplares.

España, la parte de España bajo control del gobierno español, ha empezado a desmantelar el templo dedicado a un dictador, pero en la zona controlada por la autonomía catalana nada se ha desmantelado. En el monasterio de Montserrat hay un monumento y una capilla dedicadas al Tercio, y en el rellano de las escaleras que ascienden para ver a la Virgen Morenita se halla, custodiada dentro de una urna robusta, la bandera del regimiento de los falangistas catalanes. A un sector de los catalanes las urnas les ponen. Las adoran.

La última vez que estuve en el templo hacía un día de perros. Era una salida escolar. Pasamos ante la bandera del Tercio y luego nos invitaron a una pequeña actuación de los niños cantores. (Mientras veía a los monaguillos me pregunté: ¿a cuántos de esos habrán manoseado los tipos del hábito marrón?). La segunda canción fue "el Virolai", y casi todo el mundo se puso en pie, serio y trascendente, con esa pomposidad gestual nacionalista. Digo "casi todo el mundo" porque sé de uno que permaneció sentado. En efecto, un servidor de ustedes. Los alumnos se apercibieron del caso y luego me preguntaron. Les dije que, los que ya tenemos una edad y el nervio ciático perjudicado, estamos exentos de levantarnos. Les pareció una respuesta razonable y no se habló más.

El Parlamento catalán instó al Monasterio a retirar los símbolos falangistas en 6 meses. Eso sucedió el 18 de octubre de 2018. Han pasado 16 meses, sin respuesta de los monjes. No me extraña: el presidente Torra acude a menudo al templo y reza por el referéndum, los presos de su partido y otras extravagancias suyas. Pujol iba mucho, quizás a la vuelta de sus excursiones al Santuario de Meritxell en la parroquia andorrana de Canillo. Me extraña que Pujol no publicase un libro titulado "Les nostres oracions a la Moreneta" editado por la editorial del monasterio. Los presidentes regionales y la orden de San Benito tienen buena sintonía.

Lo de guardar reliquias franquistas en los templos no sé a quién atribuirlo. ¿A la iglesia? Me cuentan que hay lugares del mundo en donde la iglesia se ha enfrentado a los dictadores, pero temo que sean la excepción. ¿A Dios? Es cierto que Dios da muestras de estar de la parte de los oligarcas, los dictadores y los perfiles autoritarios, más es imposible afirmarlo: aunque se lo preguntes mil veces, Dios no responde. (Si te responde acude raudo al psiquiatra). Así pues, la relación entre la orden benedictina y el franquismo ¿a qué se debe?.

También me cuentan que en la capilla dedicada a los caídos del Tercio, cuyos nombres y apellidos están inscritos en la dura piedra, hay muchos apellidos conocidos, y que algunos remiten a grandes apellidos de fundadores de Convergència y otros prohombres catalanes de obligado respeto. Quizás sea por eso, digo yo, quizás sea por Cataluña y sus grandes hombres. Es comprensible: al fin y al cabo, aquéllos grandes engendraron a otros, también grandes, y esos engendraron a su vez a muchos grandes del independentismo actual.

No era San Benito, pues, el responsable: era nuestro sambenito nacional.

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Para acceder a la versión multimedia, leer este artículo mientras se escucha la canción aquí enlazada.

20 de febr. 2020

¿Una mesa de negociación sin botiflers, charnegos ni ñordos?

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Discuten si la mesa debe tener tres o cuatro patas, si debe ser redonda o cuadrangular. Discuten cuantas sillas habrá a su alrededor, si debe ser de Ikea o de Muebles La Fábrica. Discuten si debe haber un mediador internacional (?) sentado en ella. Pero todo el mundo da por hecho que en esta mesa están los representantes de la región catalana y los del gobierno de España.

Es decir, todo el mundo da por hecho que los políticos independentistas representan a Cataluña.

Sin embargo, el voto a los partidos independentistas jamás ha superado el 48% de los votos emitidos en Cataluña. De modo que: los políticos catalanes solo pueden hablar en nombre de la mitad de los ciudadanos de Cataluña. En estos términos, la mesa es algo muy parecido a un fraude. O a un error de apreciación.

No sería un fraude si el 52% de los catalanes supiésemos que, en el lado del gobierno de España, nos van a defender a nosotros. Pensar que alguien en el lado catalán advertirá que solo representa a la mitad de los catalanes es una quimera. Es decir, una estupidez, es decir, impensable. ¿Quién es capaz de afirmarlo? Yo no, desde luego.

La única opción que yo le veo es que en esta mesa (ya sea cuadrada o redonda, de 3 o 4 o 15 patas, elaborada por Ikea o por Muebles La Fábrica), haya una silla para la mitad más uno de los catalanes, los catalanes botiflers. Al fin y al cabo, entre botiflers y charnegos y ñordos somos la mayoría. Y al fin y al cabo vivimos en una democracia, lugar en el que las mayorías y las minorías deben ser respetadas y tenidas en cuenta. Los catalanes saben mucho de cuentas. Y de cuentos. Lo catalanes no han aportado jamás ningún título reseñable a la literatura, pero a cuentistas no les gana nadie.

Sin una silla para el representante de la mayoría botiflera, charnega y ñorda, esta mesa puede ser del diseño más exquisito que ustedes puedan imaginarse, pero será una mesa de pena, una mesa penosa, una mesa camilla carcomida. Un saldo de mesa.

Para que una negociación sea una negociación deben estar las partes representadas. Y la parte mayoritaria de Cataluña no lo está. Creo que antes de irse a negociar con el gobierno de España, el gobierno regional debería convocar una mesa previa para ver quién representa a Cataluña. Como eso no lo van a hacer, no nos queda otra, a los botiflers, charnegos y ñordos, que reclamar nuestra silla.

Durante la siesta me he imaginado que me convocan y me sientan en esta silla. Y me ha dado un calambre tan grande que ando con el Flogoprofén mientras escribo. Me he visto entre Castells y Torra y me he sentido como en plena colonoscopia. Así de incómodo, por hablar en fino.

Pero ya puestos, y enmedio del calambre, he soñado que les soltaba (a la parte de mi derecha, la de Torra):
renuncien ustedes a la independencia, acepten ustedes que la lengua castellana es tan lengua propia de Cataluña como el catalán, renuncien a la inmersión lingüística. Este es mi punto de partida para negociar.
(A continuación me he dado un masaje suave con Flogoprofén por casi todo el cuerpo, dolido. Y luego me he tomado un café Colombia del Mercadona en la máquina Homeday del Gifi, que es la cafetera más popular entre charnegos y ñordos).


19 de febr. 2020

Anna Erra y la Gran Sustitución

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De los Estados Unidos de Trump nos llegó el terraplanismo. El terraplanismo parece algo pueril, casi inocente, solo un juego para personas raritas que prefieren dudar de todo, actitud que, de por sí, no es mala. Lo malo es que abjuren del pensamiento científico. ¡Con lo que nos costó llegar hasta aquí!.

Luego vino la Teoría de la Gran Sustitución, que también responde por el nombre de Genocidio Blanco. Según esa teoría hay un plan (¿dónde, quién, como?) para sustituir a la raza blanca por las demás. Y al cristianismo por otras religiones. Lo demuestran con ejemplos sacados de varias partes del mundo. No tan solo de los EUA, también de Australia y de Suráfrica (!). Hay un plan, dicen, y ese plan se está ejecutando en medio mundo: por varios métodos que no excluyen el asesinato, se pretende eliminar la raza blanca. Sin excluir el asesinato, dicen: y para explicarlo exponen casos de asesinatos de personas de piel blanca y confesión cristiana en muchas partes del planeta.

Sin embargo, como el asesinato es llamativo y cuando sucede acude la policía a husmear y los periodistas lo cuentan, los hacedores de la Gran Sustitución recurren a métodos sibilinos: promueven la homosexualidad en las escuelas de los blancos para menoscabar la hombría y su capacidad reproductiva, difunden la depresión, crean culpabilidad en el blanco manipulando la historia para que asuman que son los blancos los malos de la película... Éstas y mil tretas más, todas oscuras, lúgubres, sutiles y perversas además de sospechosas de izquierdismo, ecologismo, feminismo o ateísmo.

¿Qué debe hacer el hombre blanco para impedir la Gran Sustitución? En primer lugar: no avergonzarse jamás de ser el dueño del cortijo, rechazar la homosexualidad como si de una plaga se tratase, levantar la cabeza y, si hace falta, recurrir... al asesinato. Lo consideran una respuesta legítima, un caso claro y evidente de legítima defensa. El blanco debe aferrarse a Cristo en primer lugar y a todo lo que les parece indiscutiblemente blanco: el mercado, el neoliberalismo, la supremacía, la nación, la familia bien entendida.

Lo que he expuesto es real: hay centenares de videos, de conferencias, de folletos, de discursos. Incluso libros. Alguien me susurra que la teoría de la Gran Sustitución está promovida por cierta rama de la Iglesia Evangélica Norteamericana, y bien conectada con algunos líderes latinoamericanos. Una iglesia rica y poderosa que ya ha cruzado el charco: se cuenta (y se debería estudiar) qué relación tiene esa Iglesia y esa Gran Sustitución con la organización Hazte Oír, y a su vez qué relación mantiene Hazte Oír con Vox. Hay que verlo, no lo puedo afirmar de momento.

Y mientrastanto en Cataluña... ¿Qué sucede en Cataluña? No hace falta contar que Cataluña dispone de su propia versión de la ultraderecha cristiana, que por aquí también lleva el sombrero del nacionalpopulismo y tiene sucursal en Waterloo.

En Cataluña, también la hegemonía se disfraza de minoría para poder adoptar los dos roles: el de la víctima de puertas para afuera y el del victimario impune de puertas para adentro.

Anna Erra parece ser la avanzadilla de la Teoría de la Gran Sustitución en su versión de Vic, siempre algo más rancia y más cursi que el original americano. Erra teme que los catalanes con aspecto físico de catalanes seamos sustituídos por otros que no lo parecen, o lo parecen pero quizás no lo son, hay que andarse con ojo, porque son personas venidas a Cataluña desde cualquier parte del ancho mundo con la única pretensión de sustituir a los catalanes de veras. Y nos dice Erra: debéis identificarles por la calle. Anna Erra, alcaldesa, quizás sugiere regresar a la medición de cráneos. Y dice la alcaldesa: debéis desmontar su pérfido plan usando... ¡el idioma catalán!. (Erra plantea la guerra santa en términos lingüísticos: ya se sabe que los catalanes son pacifistas y que, cuando se manifiestan, no dejan ni un papel en el suelo aunque se manifiesten dos millones de catalanes de golpe y porrazo).

Lo que dice Erra lo suscribe el club de Koiné: Pau Vidal, Laura Borràs y los abajofirmantes. Están completamente convencidos de que el idioma catalán se pierde (y con él las esencias patrias) por culpa de la tibieza, la pereza y la desgana de los catalanes, incapaces de advertir el gran peligro de la Gran Sustitución. Ya lo saben, pues: entre las desgracias que nos ha traído el procés a los catalanes, está la versión nostrada de la Gran Sustitución.

El otro día alguien me sugirió: deberías escribir como crees que será la Cataluña del futuro. Y yo empecé a escribir un texto sobre la concordia, la convivencia y el regreso a la Cataluña agradable, aquel lugar en el que se vivía bien. Empecé escribiendo: la Cataluña futura tendrá paz y volverá a ser un buen lugar en cuanto un tercio de los catalanes renuncien a la independencia y admitan que el castellano es, tanto como el catalán, lengua propia de Cataluña.

Pero justo entonces Anna Erra dijo lo que dijo y toda mi ilusión se fue al carajo. Ahora debemos afrontar que las ideas de la ultraderecha norteamericana ya están en Vic. Y los alrededores de Vic, un perímetro que todavía no hemos perimetrado.

17 de febr. 2020

Arenys de Munt, donde empezó todo

Una expedición al Reino de los Lazos
Capítulo 1. Arenys de Munt, el principio


El día amanece gris. Un gris de niebla sucia. Los domingos grises son un fraude. A las 11 y pico de la mañana en Arenys de Munt. El pueblo sale de un sueño turbio. Tristeza. Muchas fachadas alicaídas. Me doy cuenta de que solo he visto gente mayor en la Rambla Francesc Macià, la calle principal. Hasta pasado un buen rato no aparece una mamá de treinta con un niño de dos montado en una moto de plástico. No volveré a ver gente joven por la calle.

En el interior del Café La Puntaire, completamente vacío, atiende un hombre mayor, amable. Quizás porque he decidido hablar en un catalán neutro, sin acento barcelonés. Hay dos camareras fumando en el zaguán, soñolientas. Una sola mesa ocupada en la terraza. Fachadas cansadas, negocios que echaron el cierre y la herrumbre devora la persiana metálica.

Hay algo que sorprende: el pueblo que organizó el primer referéndum para la independencia, en un ya lejano 2009, y con cuya chispa se organizó algo más tarde el referéndum de Artur Mas (2014) y luego el de Puigdemont (2017), a día de hoy parece haber olvidado la hazaña. Nada recuerda su chispa iniciática. Esperaba ver decenas de celebraciones del gesto precursor, mitificado por todas partes. Nada. Entre los pueblos de la comarca este es, quizás, el que menos lazos amarillos exhibe. Es cierto que hay algunos, pero están raídos, exhaustos. El fuego amarillo palideció. Hay banderas esteladas en algunos balcones, pero la mayoría ajadas, tristes trapos desgarrados, espantapájaros de una civilización extinta.


La niebla desciende, el aire se enfría. Esperaba encontrar más casas de indianos, pero para verlas deberé esperar a la tarde, cuando me vaya hasta Arenys de Mar, en donde hay muchas y muy notables.

Cada vez que veo la casa de un indiano me acuerdo del indiano que hubo en mi familia. Me lo contó la abuela, que llegó a conocerle. El hombre se marchó a hacer las américas y regresó años más tarde. Apareció en el puerto de Barcelona con un traje de lino blanco y un sombrero de ala ancha, también blanco. No llevaba ni una peseta en el bolsillo. Contó que se hizo inmensamente rico en Uruguay. Y que luego se arruinó. Solo traía pruebas de lo último. En Montevideo le pegó un sablazo a uno de Sevilla y con el dinero timado se compró dos bocadillos y el billete de vuelta.

En Arenys de Munt hay indicios de las fortunas amasadas en América, pero al igual que los lazos y las esteladas, son indicios exsangües, anémicos. Una de las casas con un leve acento de ese modernismo de pueblo que triunfó en los primeros años del XX es hoy el hogar de un chatarrero vocacional. Quizás sufre el síndrome de Diógenes. La antigua fortuna americana es solo una sombra. Quizás este hombre tenga seis millones de euros en el banco, lo desconozco, quizás pase hambre entre las paredes de la mansión que fue admirada antaño. En esta casa no hay símbolos independentistas. Unos cartelitos modestos, por el centro, anuncian la venta de tickets para ir a Perpiñán, a un acto que organiza Puigdemont. 15 euros. El local que los vende está cerca, así que me voy a verlo. Es una librería humilde, de las que venden libros, juguetes, papelería, regalos. Me planto ante el escaparate. Hay una decena de libros expuestos. Nueve de ellos en castellano, y el catalán es de Anagrama. Yo esperaba una explosión de literatura de y sobre los presos, la terrible represión, las sacrosantas urnas. Pero no hay nada de eso y la temperatura sigue descendiendo. La niebla me deposita unas gotitas microscópicas en la cara.

Como parece que la niebla aclara por la parte del monte, ando rambla arriba. Las recientes tormentas han hecho estropicios, nada grave. De repente, uno llega a la explanada en donde se anuncia el Santuario de la Virgen de Lourdes, que es un remedo apañado del santuario francés. La capillita en la falsa cueva imita a su inspiradora gala. Un hombre mayor está sentado en un banco y mira a la virgen blanca. Quizás reza en silencio. Un cesto recoge donativos, protegido con prudencia tras una verja robusta. Cuento algo menos de dos euros en monedas pequeñas. Le lanzo una, también pequeña, que rebota y se pierde tras un visillo. Esperaba ver esa capilla repleta de menciones a los presos, lazos amarillos, fotos de Junqueras o de Turull. Pero no hay nada de eso. Nada de nada. No salgo de mi asombro. En la mesa de los velones, solo uno es amarillo. Los demás son azules, verdes, blancos, rojos. Todos llevan la etiqueta del precio: 1,50 euros.

A unos metros del santuario hay un merendero enorme. Está repleto de gente. Es temporada de "calçots" y hay montones de familias asando cebollinos en las barbacoas humeantes. Un rayo de sol que había rasgado la niebla reverbera en el humo de la leña y produce un vago efecto misterioso, aunque dista mucho de anunciar una aparición mariana. Me paseo entre las mesas. Solo escucho hablar castellano. Salvando a una familia árabe, los más discretos de todos. La niña lleva un vestido de fiesta, con muchas lentejuelas plateadas. Se la ve contenta. Sus lentejuelas brillan por sí solas, sin exigir la luz del sol. Hay muchos latinos. Me pregunto qué deben pensar, los latinos, cuando pasan a las seis de la mañana ante las casas vetustas de los indianos venidos a menos. Estamos en el merendero de los pobres. Aquí hay muchos niños.

Languidece el impulso que lo empezó todo en el pueblo que lo empezó todo. Quizás sea que el procés ya es un zombi, y si es un zombi conviene pensar la forma de que nos deje en paz, no vaya a ser que al zombi le de por morder a los vivos. Se debe pensar cómo se inserta a esos casi dos millones de catalanes en la Cataluña viva y democrática en donde nos apetece vivir como vivos en una vida plena, pacífica y convivida.

15 de febr. 2020

Emmanuel Carrère en la Cataluña del procés


¿Cuántas veces nos hemos preguntado, los catalanes, cómo es posible que unos dos millones de nosotros crean en la República nacida el 1 de octubre de 2017?

Nos lo preguntamos sorprendidos y atónitos, ya que esas afirmaciones ofenden a la inteligencia. Nos lo preguntamos y nos sorprendemos porque lo analizamos con las herramientas que nos da la razón, y decimos: no es racional, no es razonable creer en la República. En la ciudad en donde vivo (en los barrios más adinerados, del centro) hay pancartas en los balcones con esta frase, más parecida a una oración o un mantra que a un razonamiento. "Vam votar. Vam guanyar. Som república". (Votamos. Ganamos. Somos República).

El señor Puigdemont vive en un chalé llamado "Casa de la República" y afirma su existencia (la existencia del chalé y por lo tanto de la república) del mismo modo que se afirma la resurrección improbada de un hombre extrahistórico cuya resurrección demostraba la verdad de Cristo. El señor Junqueras, en prisión por haber intentado proclamar la república, afirma que la República llegará, que caerá por su propio peso. Afirma que no les mintió a sus acólitos, que muy pronto verán su república. Lo que más nos cuesta comprender no es la desfachatez de unos líderes políticos mentirosos y zafios. Lo que nos cuesta comprender es como diablos esos líderes tan lamentables pueden mantener crédulos a dos millones de personas que les creen ciegamente, siendo los crédulos personas como nosotros, que trabajan, leen, ven cine (o series), compran en el supermercado, se pasean, se ocupan de su realidad cotidiana más o menos como usted y como yo.

Los catalanes que no estamos viviendo en la república invisible e ilusoria nos quedamos fríos, helados (incluso en pleno calentamiento global). No comprendemos como se puede afirmar la existencia de algo que no es, y como se puede decir que eso es y no es a la vez, y que quizás está pero no se ve, pero que caerá en la realidad por su propio peso, como algo certero e inevitable, como la muerte. Lo intentamos razonar y no podemos. Quizás deberíamos comprender que la razón no sirve para comprender. Eso les pasó a los romanos en cuanto el cristianismo empezó a expandirse por las ciudades griegas y macedonias por donde se paseaba San Pablo. Los gobernadores romanos no comprendieron ni supieron cuantificar la magnitud del desastre que se les avecinaba. Ellos usaban la razón, las leyes, los argumentos racionales. La comparación es mía, pero la saco de la lectura de "El Reino", que podría ser el mejor libro de Emmanuel Carrère.

Diríjanse ustedes a la página 196 en la edición en castellano de Anagrama (septiembre 2015). Para los que no dispongan de ella, se la copio aquí.
Es un fenómeno conocido, observado a menudo por los historiadores de las religiones: los desmentidos de la realidad, en lugar de arruinar una creencia, tienden por el contrario a reforzarla. Cuando un gurú anuncia el fin del mundo en una fecha precisa y cercana, nos reímos con sarcasmo. Nos asombra su imprudencia. A menos que suceda algo tan extraordinario como que tenga razón, pensamos que se verá obligado a admitir que se había equivocado. Pero no es así. Durante semanas y meses, los seguidores del gurú rezan y hacen penitencia. Se preparan para el acontecimiento. En el búnker en donde se han refugiado todos contienen la respiración. Finalmente llega la fecha fatídica. La hora anunciada suena. Los fieles emergen a la superficie. Esperan descubrir una tierra devastada, vitrificada, y ser los únicos supervivientes, pero no: brilla el sol, la gente se dedica como antes a sus ocupaciones, nada ha cambiado. Normalmente, los fieles deberían curarse de su fantasía y abandonar la secta. Por otra parte, algunos lo hacen: son los razonables, los tibios, que se vayan con viento fresco. Pero los demás se convencen de que la ausencia de cambios es sólo una apariencia. En realidad se ha producido un cambio radical. Permanece invisible para poner su fe a prueba y hacer una selección. Los que creen lo que ven han perdido, y los que ven lo que creen han ganado. Si desprecian el testimonio de los sentidos, si se liberan de las exigencias de la razón, si están dispuestos a que los tomen por locos han superado la prueba. Son los auténticos creyentes, los elegidos: es suyo el Reino de los cielos.
No soy político (en el sentido de que el ejercicio de la política no es mi profesión) y por lo tanto me limito a darle vueltas. Y a horrorizarme, por supuesto. Pero quienes sí se dedican a la profesión de la política en España, quienes deben pensar en el bien común (democracia, derechos, igualdad, valores ilustrados), deben pensar en cómo hay que afrontar el reto. ¿Diálogo? Sí, pero teniendo en cuenta el componente irracional y sectario del interlocutor, su perfil más propio de gurú que de político.


12 de febr. 2020

La liebre, el filólogo y el bilingüismo

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La liebre salta donde menos te lo esperas.

El filólogo es un buen traductor, por lo que cuentan de él. Un profesional competente. Sin embargo su vida, ¡ay! su vida es un malvivir constante.

El filólogo está atento. Su oído no descansa, su ojo no cesa en la vigilancia estricta. El otro día, cuando volvía de la tienda en donde compró su botella de Cat Cola, descubrió al hijo de los Puidengolas flirteando con una chica morenita en un banco de la calle. ¡Horror! El Puigdengolas, con tal de hincarla, hablaba en la lengua del invasor. El filólogo siguió hasta casa su casa refunfuñando, maldiciendo entre dientes, mesándose su barba. Debería dejarse la barba más larga, pensó durante un paréntesis de su furia: debería llevar la barba de un profeta, de los más iracundos.

Un día más tarde, mientras se dirigía a la parroquia de los Mártires de Òmnium, se tropezó con un grupo de chavales que chutaban una pelota en el parque. Reconoció a dos de ellos: un hijo de los Pissunyer y otro de los Pladenpiula. Chutaban... en la lengua foránea. Les amonestó por su flaqueza ante el colono levantando el dedo índice del inquisidor, el índice del mujaidín. Siguió andando, más o menos satisfecho consigo mismo por haber intervenido. Pero unos pocos cientos de metros más allá se detuvo. ¡No había hecho lo suficiente para combatir la infamia! Se dio la vuelta, levantó los ojos al cielo y murmuró: Perdóname, santo mártir Cuixart, pero hoy no acudiré a misa. Y se fue raudo de vuelta para su casa, encendió el ordenador y se puso a escribir lleno de furia.

El texto que escribió está aquí. Vale la pena.

Su escrito apareció al día siguiente en la Hoja Parroquial. Los feligreses se esforzaron en leer su prosa alambicada y barroca, repleta de arcaismos deliberados, su sintaxis endiablada. Sus lectores también se rascan la cabeza cuando le leen y a fe de Dios que son muchos los que no comprenden nada, pero saben que el filólogo profeta va para santo y doblan sus cervicales devotas ante la pantalla.

El filólogo sabe o no sabe que sus textos también nos los pasamos entre los infieles, los descreídos, los gamberros y los hartos. Para reírnos un buen rato, que buena falta nos hace. Un colega le dedicó estas palabras, de donde he sacado la idea de poner una liebre saltarina enmedio de tanta espesura y tanta manía persecutoria.
Monseñor Vidal, inasequible al desaliento, sigue con su cruzada contra el bilingüismo en Cataluña. Con el ánimo encendido de un Torquemada provinciano, iracundo y furioso, denuncia cualquier acto que huela a herejía, suceda donde suceda, siempre atento. No se le escapan ni los pecados cometidos en el corazón de la Cataluña racial y referendumista: ¡ni Arenys de Munt escapa a su implacable vigilancia! Y aprovecha para cargar contra todos, y para advertir a los tibios de los grandes males que se avecinan, y para arremeter contra esa juventud inmoral que puebla las calles y desdeña el dogma que él custodia. Algunos podrían advertir en Vidal señales inequívocas de distorsión cognitiva (que sepa Vidal que hay buenas terapias de reconstrucción cognitiva), pero a mi lo que me llega al alma es su estilo. Llevo años leyendo sus jeremiadas y observo una caída vertiginosa en el barroquismo confuso, en la esterilidad del arcaísmo forzado, en la confusión. A medida que uno lee se siente desanimado y abrumado por el abuso de un léxico neblinoso enmedio de unos axiomas de cosecha propia ("el bilingüismo es malo", dice el profeta desdichado) disfrazados de argumentos... Léanlo (si pueden) con el rotulador de subrayar.
(Yo, en su lugar, hubiese titulado el artículo: "La liebre salta donde menos te lo esperas". Porque ya es mala suerte, Pau, que la liebre bilingüe te salte en la cuna del procesismo: ¡vaya chasco, Pau!).

9 de febr. 2020

Una expedición al Reino de los Lazos


Prólogo
No cojas lucha

Hace algunos años, un hombre de quien no recuerdo el nombre se paseó por varias aldeas contando la llegada del dominio catalán sobre Europa. Se presentaba como matemático y filósofo (interesante, ¿verdad?). Decía: llegará un día, tan pronto que todos lo veremos, en el que Europa dejará de mirar a la cultura grecolatina y se fijará en Cataluña y entonces dirán: ¿cómo pudimos estar tan ciegos durante tantos siglos?. A partir de entonces dejará de estudiarse a Platón y a Aristóteles y se estudiará al Abad Oliva, y reconocerán que la democracia se inventó en Cataluña y que todo lo elevado, lo bueno y lo importante nació en esta región.

Según los cálculos de aquel hombre (defendidos por su saber matemático), la hegemonía durará nada más y nada menos que 1.700 años. La gente sensata se burló del pobre hombre en las redes. Pero yo no me reí. Me asusté. El delirio de aquel hombre me recordaba a la locura de Saúl, quien luego fue San Pablo. Saúl también anunciaba la llegada inminente del reino de Cristo, que era lo previo al fin del mundo. Saúl contaba que todos verían el fin del mundo, puesto que era inminente. Luego, a medida que pasaban los años y el mundo no se terminaba, Saúl inventó excusas y adaptó el mensaje a la realidad, tozuda como una mula, que le contradecía. Aunque siempre la desafiaba. A su manera, Saúl dijo: "Lo volveré a hacer". Como Jordi Cuixart, el hombre del peinado "mullet". Desconocemos el peinado de Saúl pero sabemos que ambos prescinden de la realidad en sus razonamientos, y que ambos se creen poseídos por una verdad extramundana.

He vivido asustado por el procés durante mucho tiempo. Les temo a los desastres, más a los que provoca el hombre que a los de la naturaleza. Mi temor me recluyó. Dejé de ir a determinadas comarcas catalanas que antes me gustaban: las sabía llenas de lazos, de banderas al viento, de carteles amenazantes, de propaganda agresiva y excluyente en la que el mensaje es: tú estás excluido. No volví al Montseny, algunos lugares del cual me encantan y me remiten a una infancia pobre pero aceptable, con bellos paisajes. Sant Marçal, Santa Fe, el ascenso al Turó de l'Home, etc. También abandoné la costa gerundense, las cercanías de Bañolas, los paisajes verdaguerianos que tanto me acompañaron antes. Los evité por miedo. Me gusta Séneca y sigo algunos de sus consejos: no vayas adonde no serás bien recibido, no te metas en donde no te llaman. Los estoicos mejicanos tienen un dicho muy bello: no cojas lucha.

Sin embargo, el procés se prolongó mucho y llegó un momento en el que decidí que debía enfrentarme a mis temores. Cataluña, para mi, ya era la "casa tomada" de Cortázar y me di cuenta de que, de seguir así, pronto solo podría irme a Cornellá, a Hospitalet y a algunas partes de Tarragona cuando quisiera cambiar el paisaje ante mis ojos.

Pensé como debía acometer esa nueva empresa. No se me ocurrió nada mejor que tomármelo deportivamente, es decir, como un periodista a quien le han mandado a elaborar un reportaje en una zona rara, antipática y hostil. Pero él hace su trabajo. Decidí salir con libreta y cámara de fotos.

Empecé por un lugar cercano y luego me fui expandiendo, con prudencia. Fotografié los balcones con pancartas y banderas, las rotondas con grandes esteladas, las fachadas de los ayuntamientos. Era el horror, pero mi deber es enfrentarme al horror. Solo para reportarlo.

En las poblaciones que visité (y que iré contando en estas páginas) siempre he hallado los barrios apacibles, sin banderas ni pancartas. Siempre son los barrios pobres, los de bloques soviéticos o franquistas (¿Hubo un mismo arquitecto para todos los totalitarismos del mundo?). En estos barrios y en estos bloques no hay banderas. ¿Qué bandera hay en el balcón sin bandera? Hay una bandera: la traslúcida e inodora (pero no indolora) del apátrida. En esos barrios me refugiaba durante mis expediciones, cuando me sentía demasiado asustado o demasiado triste.

En los bares de esos barrios pobres veía a gente tranquila y fatigada, atenta a sus cosas, con la mirada libre, desprovista de altanería y de desprecio, gente que no se siente superior a los demás. Gente que no pretende ser la buena gente loada por Quim Masferrer, personas que quieren vivir en paz, estoicos, libres, libres de las puerilidades del estulto y vergonzante Masferrer. Personas.

"Nos cansamos de vivir bien" (o "Estàvem cansats de viure bé" en V.O.), es el título del libro de no ficción más vendido en los últimos meses en Cataluña (eso es un hecho), y ese título define muy bien lo que ha sucedido aquí, algo que me lleva a pensar de nuevo en Pablo de Tarso y en la historia de Israel que se cuenta en el Antiguo Testamento. El pueblo de Israel tuvo muchas veces la tentación de relajarse, suavizar las leyes, acomodarse, experimentar la sensualidad. En estas ocasiones el estricto Yahvé les mandaba castigos y profetas fastidiosos como Jeremías, y les devolvía al malvivir y al desierto.

Las páginas que siguen son el relato de la parte de Cataluña que escuchó al Presidente-profeta Jeremías y decidió vivir mal, e imponer su malvivir a los demás. En virtud del derecho a decidir sobre los demás que se han otorgado.

6 de febr. 2020

No leer a Manuel Chaves Nogales


Dedicado a Andrés Trapiello

Cuando era joven quería comprender el mundo. ¿El mundo? ¡No! El universo entero. Quería conocer los entresijos y las razones del universo entero. Y quería saber si existe un solo universo o más de uno, y si los otros son paralelos o están en serie. Y qué significa la vida humana.

Y no solo eso. También quería saber si existe Dios, y si hay uno o más de uno. ¿Eran mejores los dioses griegos que el dios Yahvé? ¿Jesucristo es una construcción judía inspirada en Osiris? ¿El cristianismo surge de una mala traducción al griego de una frase escrita en hebreo? Pasé años con esas preguntas en mi cabeza y mi cabeza devino en cabezota y será por eso que en cuanto me quedé calvo y empecé a comprarme gorras, las dependientas de las sombrererías se asombraban del tamaño de mi cráneo.

Pasaron los años y mi cabeza menguó. Ahora compro sombreros y gorras de talla estándar. Ahora me hago preguntas pequeñas.

Me conformo con comprender una cosa tan pequeña como España, que es el lugar que me ha tocado. Para comprender España (para intentar comprenderla) se pueden leer muchas cosas distintas. Los mejores textos que he encontrado, a día de hoy, son los de Manuel Chaves Nogales, sevillano y periodista y genial. Creo que no he leído nada mejor en los últimos diez años que los textos de Chaves Nogales, nada que sirva tan bien para comprender España. Quien comprende España comprende el mundo. Quienes pretenden separarnos de España pretenden separarnos del conocimiento.

No creo que la vida me de los años necesarios para comprender España. En los 50 y pico, uno no solo piensa que ya no dispone del tiempo suficiente para tamaña empresa si no que intuye que quizás sea mejor así: marcharse sin haberla comprendido del todo, o solo a medias.

Chaves Nogales me sugiere que el resto me la pase leyendo, pero temo la frase del poeta francés: la carne es triste y he leído todos los libros. Por eso mismo leo despacio a Chaves Nogales y engaño la lectura de sus libros y la soslayo mediante ocupaciones banales o solo necesarias a medias: poner la lavadora, corregir los trabajos de los alumnos, contemplar el avance de las nubes y calcular la velocidad del viento a ojo de buen cubero, lavar los platos, pasar el mocho, mirar películas viejas en blanco y negro, calcular el ritmo de mi empobrecimiento futuro en el duermevela, estudiar dietas sanas y que prometen la longevidad o que aumenten la líbido, leer cosas grises y mediocres, poner más lavadoras y tender la ropa, preocuparme por los destinos de Cataluña, poner notas a los alumnos y luego cambiarlas por otras notas que me parecen más justas. Lo que sea para no terminar con las lecturas de Chaves Nogales.

Los ingleses dicen que todo está en Shakespeare. Los yanquis, que todo está en Los Simpson. Los españoles sabemos (o deberíamos saber) que todo está en Chaves Nogales.

Por eso mismo no me lo quiero terminar a Chaves Nogales. Por eso mismo demoro la lectura de Chaves Nogales como sea, y le pido tanto a Dios como al Diablo que me permitan procrastinar la lectura de ese genio deslumbrante, para no terminarla nunca.

4 de febr. 2020

Carta al Ciudadano Felipe, rey

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Ciudadano Felipe, rey

Quisiera contarle que soy catalán y que prefiero la república a la monarquía en términos generales y por una cuestión de principios éticos o políticos, que viene a ser lo mismo.

Pero me parece usted un buen rey para España. Y en estas circunstancias, las circunstancias presentes, le reconozco a usted como rey de España, y hace usted que me sienta bien siendo español. Prefiero una España como la que tenemos y por eso me parece bien el modelo de estado que usted representa, junto a la Constitución.

Pensará usted que soy incoherente, y pensarán otros que no estoy en mis cabales. De modo que intentaré explicarme brevemente, puesto que todos andan muy atareados y muy crispados.

Prefiero la democracia a la monarquía. En lo teórico. Sin embargo, prefiero la monarquía danesa a la república de Montenegro. Prefiero la monarquía holandesa a la república de Gabón, la monarquía de Suecia a la república de Transnistria.

¿Por qué las prefiero? Porque las monarquías que le he nombrado son monarquías constitucionales. En esas monarquías existe una constitución amparada y defendida por un jefe de estado llamado "rey", y esa constitución y ese rey son la mayor garantía de la democracia, del respeto a la ley y al parlamentarismo. En estas monarquías, los hombres y las mujeres sabemos que podemos confiar. O por lo menos, que podemos confiar más que en cualquiera de las repúblicas nombradas.

Si las monarquías fuesen como las medievales, o como las árabes, no confiaría en ellas. Eso también se lo digo. Pero en la española sí confío, por el hecho nada anecdótico de que es justamente lo que dije: una monarquía constitucional, en la cual el rey (o la reina) pone su empeño en defender una constitución democrática. Del mismo modo que evolucionó el ferrocarril, la medicina o la escuela, también evolucionaron algunas monarquías, y los españoles tenemos la suerte de estar entre las que evolucionaron.

También le contaré que me sentí más tranquilo y más seguro tras su discurso del día 3 de octubre de 2017, aquel día tan aciago para la mayoría de los catalanes. Llevábamos muchos días con un malvivir imposible de narrar y su discurso nos dio seguridad. Quizás no nos confortó, pero lo que usted dijo nos vino como agua de mayo y nos asosegó. Supimos que no nos habían abandonado a nuestra suerte.

Por eso le doy las gracias. Y quiero que sepa usted que en Cataluña somos muchos los que lo sentimos del mismo modo. No se crea usted a los que hablan en nombre de todos los catalanes: algunos de los que hablan en nombre de todos los catalanes no hablan más que por ellos mismos y a veces ni tan solo por ellos mismos, si no por los fantasmas que pueblan sus mentes, o quizás tan solo hablan por defender sus intereses espurios y tal vez solo por mantener ciertos privilegios oscuros, su siniestra pretensión antidemocrática, su lúgubre intención de devolvernos a un pasado feudal. Aunque pueda parecer raro, usted representa los valores de la Ilustración en España y que España es de todos y para todos. Mientras que aquéllos son todo lo opuesto a la modernidad.

Dicho de otro modo: soy un republicano que se alegra de vivir en una monarquía constitucional y un catalán que celebra vivir en la España democrática.

Así que mientras usted y la Constitución sean las garantías de seguir viviendo en una democracia con una Constitución buena, por más republicano que sea en lo teórico, voy a preferir estar de su lado en lo práctico, en lo cotidiano, en lo real.

1 de febr. 2020

Elisenda Paluzie sortea 150 euros

Este es el cartel capturado. Lamento que sufriera un pequeño percance.

La señora Elisenda Paluzie es, si no voy deslavazado con las cuentas, la tercera presidenta de la Assemblea Nacional Catalana, esa entidad que muchos nombramos -en voz tenue- la Asamblea Nacional del Rifle. Ambas asociaciones (la catalana y la del rifle) tienen mucho en común: un ideario supremacista y xenófobo, un gran odio hacia las demás formas de ser humano.

La primera presidenta de la cosa del Rifle catalán, una tal Carmen, prometió la independencia de Cataluña. No cumplió su promesa y está en la cárcel. El segundo presidente, un tal Sánchez, prometió algo parecido y ahora solo exige que le pongan en libertad para volver a hacer lo que afirma que no hizo. Como se puede deducir de su exigencia, el tal Sánchez también está en la cárcel por haber hecho lo que dice que no hizo pero que, sin embargo, volvería a hacer. Los caminos del Sánchez son inescrutables.

La tercera presidenta, Paluzie, parece haber aprendido del destino de sus predecesores y solo promete un vale de descuento de 150 euros en el supermercado Esclat, un supermercado afín a la cosa del Rifle catalán. De eso tengo pruebas, y se las cuento, sin más demora, a renglón seguido:

Hace una semana, la delegación local de la Asociación Nacional de Rifle en la capital provinciana en donde resido, inauguró un local debajo del piso que tengo alquilado. Estuve atento. Era un sábado por la mañana y yo andaba atareado con las cosas pendientes del trabajo y los quehaceres del hogar. Mis obligaciones no me impidieron asomarme de vez en cuando al balcón, cual alcahueta, y observar los fastos de la inauguración. Estuvo bien.

Acudieron dos decenas de personas de edad provecta y algunos niños: los nietos que ese sábado esclavizaban a sus abuelos por delegación de sus padres. También hubo un par de cuarentones rancios, con aspecto de solterones empedernidos o de divorciados amargos, almas perdidas deambulando un sábado por la mañana calle arriba y abajo antes de entrar. Luego les vi apostados en la capota de un coche aparcado frente al local, casi incapaces de dar el gran paso, como el putero casado y católico que medita sobre la soledad y sus máscaras antes de cruzar el oscuro umbral del lupanar. Hacia el interior de este local que es desangelado y triste, y sus paredes blancas bendecidas por la colección de camisetas votivas colgadas en ellas, sus raros crucifijos de colorines.

Un cartelito pegado con cinta adhesiva en la puerta detalla el programa de la gran fiesta: chocolate y melindros (se especifica que el desayuno es gratis), habrá un taller de pintura y aprenderás a hacer castillos. No se especifica si los castillos serán los de Exín o los castillos de aquella tradición pueblerina y bárbara que consiste en montarse los unos encima de los otros. Los cuarentones habían acudido con la esperanza de eso último.

El cartelito (impreso en una impresora fatigada por tan longeva revolución) destaca que a las 13 horas se va a sortear un vale de 150 euros para cambiarlo en el supermercado "Esclat" de la villa.

Apuesto a que los jubilados aguantaron hasta las 13 horas. Ya va siendo hora de que su árdua militancia les compense con algo, ¡jolín!, estos de la ANC piden más que la Iglesia. Lo que no me atrevo a suponer es lo que hicieron los dos cuarentones solteros. Quizás permanecieron también hasta las 13, serios y patrióticos y pensando que con los 150 podrían pillarse un jamón y una botellita de vino del Priorat en el súper lacista y así, quizás, a lo mejor, quién sabe, quizás convencerán a Montserrat, la indepe pero arisca del cuarto segunda para que se venga a tomar algo. "És pernil del bo, Montse!" le dirán, "És pernil de porc català".