Y luego está lo esencial: yo estuve allí, vi la Cataluña de mi época. Estuve en esa Cataluña y la vi, y lo que cuento es lo que vi, como un periodista.
Vayamos por partes: de un tiempo a esta parte suelo viajar poco o nada por la geografía catalana. No quiero alojarme en un hostal con lazos amarillos en el alféizar ni pasearme por calles con banderitas estrelladas en los balcones, ni tomarme el café en una taberna con las fotos de Junqueras o de Puigdemont tras la barra. Eso es todo, no hay nada más que eso. Pero luego está lo otro: a veces uno termina por visitar poblaciones catalanas aunque sea obligado por exigencias de la vida. De modo que me lo conozco. Sé de la destrucción sistemática de Cataluña practicada por los patriotas que se jactan de serlo y que ganan elecciones con su discursillo de la patria maltratada. ¿Quién maltrató a Cataluña?
Desde Les Cases d'Alcanar hasta Portbou la costa catalana es el mayor descalabro estético que he visto jamás. Las excepciones son muy escasas. (En la costa de Tarragona se salva Altafulla, quizás porque la omnipresencia de la central nuclear de Vandellós en el horizonte disuade a los especuladores patrocinadores de Convergència). Por no hablar de la Cerdaña y del desastre practicado en nombre del deporte del esquí, que es de nota sobresaliente: ¿se puede destruir un monte pirenaico en nombre de la patria? Y los patriotas responden: sí, se puede. Yes, we can. Porqué nosotros podemos, porque yo lo valgo. Ahí está La Molina para refrendarlo sin referéndums previos. ¡Y pensar que hay señoritos que se compran chalecitos en el valle más feo del Pirineo! ¡Y luego cuelgan una bandera independentista en la entrada del chalecito! Pero... ¿cuándo se independizarán de su mal gusto? ¿En qué oscuros cenáculos patrióticos les dijeron que la patria es lo que debe venderse justo después de la decencia? ¿Se lo dijo Pujol cuando regresaba de la Pica d'Estats, y mientras perduraba en su delirio lisérgico, cuando se le apareció la banca privada de Andorra cual vírgen católica, como a una pastorcilla portuguesa pero catalana en esencia?
Recomiendo un viaje por la costa catalana a los patriotas de veras. Que me cuenten, luego, si Cataluña les parece un lugar bonito. Y les pido que investiguen un poco y me cuenten quién se enriqueció con la venta de sus propiedades parceladas, quién pergeñó el desastre y la fealdad de la costa catalana o de los valles del esquí. A ver si fueron los malditos colonos o a ver quién diablos fue. Investiguen, piensen. A ver quién creen que destruyó la costa de su amada patria. Y sus valles y las montañas. A ver quién decretó decretos que reducían el perímetro de los parques naturales, a ver quién permitió que se urbanizara el último pinar de Begur. Díganme quién fue, por favor.
Las pocas veces que he viajado por Cataluña he vuelto más patriota, quizás incluso más persona, más hecho como hombre, más completo. Podría escribir mucho sobre el asunto, ya que por razones de trabajo trabajé varios años en la Cataluña interior y vi muchas cosas. Vi como los más nacionalistas habían vendido la casa de sus abuelos a cachitos para construir chalés destinados los señoritos de Barcelona, a quienes luego insultan: los de Can Fanga, los Pixapins. Vi como se malvendieron el prado, la era, el campito, como lo destruyeron todo. Incluso sus nietos, adscritos a la Cup, se preocupan muy mucho de vender por encima del precio de mercado la parcelita que heredaron. Todo por la patria, y la patria hecha trizas pero muy nacional.
Cuando reivindiqué que Marsé, que Casavella, Mendoza y Vila-Matas eran quienes salvarían a la literatura catalana me acusaron de querer matar la lengua indígena, de aliarme con el enemigo ancestral, de mal catalán. Insensatos y tontos, los que pretenden defender a la patria catalana la hunden en el fango definitivo del que jamás regresará. Cuando dije que un catalán que ama las lenguas maternas defiende la lengua materna de los catalanes con madre castellanoparlante dijeron que yo no amaba la lengua de mi madre. Eso lo dijeron los desgraciados que jamás amaron nada. Que jamás comprendieron nada del amor, salvo del amor a la herencia y a la finca de sus progenitores. Desgraciados y nada más, desgraciados que odian a su tierra y sin embargo izan en su chalecito la bandera con la estrella, por la posible plusvalía que les otorgue la estrella. El día que les ofrezcan diez mil euros por centímetro cuadrado de la estrella se la venderán por cinco mil y luego dirán, muy indignados, que Cataluña fue pasto de los colonos de Madrid, de Sevilla, de Cádiz o de Huelva. Si al presidente de la Plataforma per la Llengua le dan diez mil euros al año por cambiar de lengua, va el tío y la cambia en un plis plas por cinco mil. Sin duda alguna. La patria es el negocio de la patria, aquí nos conocemos todos: Cataluña es tan pequeña como mezquina.
Yo soy más patriota que vosotros, pienso. Quizás porqué mi patria es España me duele tanto lo que le habéis hecho a Cataluña los catalanes más catalanes que yo, los que os pretendéis más catalanes que yo pero os habéis vendido Cataluña a una fealdad de sol y de moscas, de mierda con moscas revoloteando. Patriotismo y moscas: Cataluña.
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Este texto está elaborado con las notas de lectura de "Contra Catalunya", el libro de Arcadi Espada de 1997. Las notas del Capítulo Diez. Si mis congéneres independentistas leyesen este libro se diezmarían sus filas, pero ellos prefieren leer las sandeces que publica un tipo zafio como el señor Puigdemont, vía Twiter. Así nos va a los catalanes: hundidos en la miseria y en la fealdad. Cataluña jamás fue un país, y gracias a los patriotas catalanes ya solo es una región fea en el Noreste.
Logré bajarme el libro.
ResponEliminaEstá en PDF. No hay problema en hacerlo.
Recomiendo vivamente su lectura, porque los datos, nombres y situaciones no engañan.
Nadie ha puesto una querella, porque nadie puede desmentir lo escrito. Ahí está el asunto.
Salut
https://www.holaebook.com/book/arcadi-espada-contra-catalunya.html
ResponEliminaTe quedan 16 Comunidades Autonomas más para poder escojer.
ResponEliminaEs cierto que ha pasado lo mismo en muchas otras, aunque no en todas. De todos modos: ¿eso qué demostraría? ¿Exculparía a los patriotas catalanes? El asunto es que, como sabes, los catalanes afirman ser diferentes y mejores que los demás. Y de eso no hay pruebas ni rastro alguno en ningún terreno.
EliminaHombre, Andalucía, Valencia, la Cornisa Cantábrica... han seguido el ejemplo y se han vendido igualmente por cuatro cuartos. Pero en tener el morro de, después de haberse vendido, decir que les roban y se quieren ir... en eso quedan 15 (o 14, o 14 y media) con la vergüenza suficiente para no seguir a la republiqueta.
EliminaExactamente, para mi ahí está la diferencia entre el desastre catalán y los demás: no tan solo no reconocer la culpa propia, si no tener la desfachatez de acusar a otros. En Cataluña sabemos que España todavía nos protege en algo, quizás no mucho, de la codicia infinita de los nacionalistas catalanes, cuyo giro independentista solo es la nueva respuesta al aumento insaciable de su codicia.
EliminaYo, que jamás me he considerado patriota, como mucho ciudadano, también soy más catalán que Puigdemont. Gregorio Morán, en el prólogo a su libro "La decadencia de Cataluña", decía esto, con lo que me identifico plenamente:
ResponElimina"La idea del espejo me vino de la lectura continuada de estos cuarenta y seis textos que abarcan nada menos que diecisiete años de la historia de este país, que ahora es el mío porque yo lo decidí; un privilegio del que no gozan la mayoría de los autóctonos, obligados a vivir allí donde los parió su madre, les guste o no. De ahí el orgullo de «charnego», expresión utilizada para quien vino a trabajar a Cataluña. En mi caso no tiene el más mínimo sentido lo de sentirse integrado en la sociedad donde se vive, cosa que tampoco me ocurriría en París, Roma o Lisboa, porque no aspiro a ser «charnego agradecido». Ni ellos me regalan nada ni yo les bendigo por su benevolencia. Cada cual cumple con su trabajo y su responsabilidad como ciudadano. Punto."
Vamos, que yo elegí libremente ser catalán y no de donde me parió mi madre, cosa que no pueden decir los autóctonos. Y eso trabajando en una empresa de ámbito nacional, en la que podría haber pedido el traslado a cualquier otra parte de España.
EliminaFantástico párrafo de Morán. Recuerdo una anécdota que conté hace tiempo: a finales de los 90 regresó un pariente lejano que había emigrado a Argentina durante el franquismo. A su regreso hizo un acto público en el que contó, lleno de orgullo, que jamás se había integrado en Argentina, que siempre se esforzó mucho en mantener su identidad catalana, que se relacionó con el "Casal català de Buenos Aires", en donde bailaban sardanas y etc. Que todo eso lo llevó como una obsesión, le pesase a quien le pesase. Le aplaudieron con fervor. Le aplaudieron los mismo que se desgañitan exigiéndoles a los andaluces, murcianos, gallegos, peruanos, marroquíes, senegaleses y ecuatorianos: ¡Que se integren! Para comprender el alma pútrida del nacionalismo hay que comprender la doble moral.
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