11 de set. 2022

SEPTIEMBRE SOLEMNE (O RIDÍCULO)

Quienes conozcan un poco Cataluña sabrán que el mes de septiembre es el mes de las solemnidades en esta triste región: cada mes de septiembre se empeñan en ser nación histórica, con destino en lo universal.

En este desdichado 2022, por añadidura, la solemnidad se ha multiplicado: el día de la Comunidad Autónoma (o Diada, para aquellos a quienes guste más así, en femenino) se comparte con el mundo mediante una sobredosis televisiva de una reina de Inglaterra muerta cuyo cadáver transita de norte a sur la Pérfida Albión. Varios canales de televisión retransmiten todo el santo día uno de los infinitos actos de un sepelio británico que se prolongará en el tiempo de un modo medio sobrenatural, medio morboso, y que superará en pomposidad el entierro de la momia de Lenin.

(Nota: la señora Elisabet también digo yo que estará momificada, porque de otro modo y con estos calores no creo que llegue en demasiado buen estado de revista al evento final, previsto para dentro de una semana).

Lo solemne está a muy pocos centímetros de lo ridículo: lo he visto muchas veces. En un entierro al que tuve que asistir no hace muchos años, el empeño del señor cura por darle trascendencia al acto le llevó a cometer varios lapsus, de modo que el acto fúnebre terminó en carcajadas y con un sacerdote azorado. Algo sí sucede hoy entre Escocia e Inglaterra. El heredero de la corona británica, que lleva el nombre de un conocido coñac español, ya ha metido la pata un par de veces y ha generado centenares de chistes macabros. Es lo que tiene la solemnidad: cuanta más, mayor riesgo de ridículo.

Lo mismo para la Diada catalana. Unos políticos serios y solemnes (de nuevo, para variar) desfilan entre silbidos e insultos, huevos con pintura y pancartas faltonas. Los festejos de una patria medieval y neblinosa, tan legendaria como ahistórica, transcurren entre broncas que echan al traste cualquier atisbo de solemnidad. Los líderes más aguerridos se suman a la bravuconería incomprensible del señor Cotarelo, que se erige en representante de la antipolítica sin que nadie se lo haya pedido (más allá de una decena de tuiteros ociosos). 

Lo solemne no roza lo ridículo: quizás es la máxima expresión del ridículo. 

2 comentaris:

  1. Et recomano una pel·lícula: Guantanamera, va del trasllat de dos feretres de l'Havana a Santiago.

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  2. Ahhhh, que triste que el Sr García Cotarelo tuviera que cambiar el orden de sus apellidos porque el paterno le suena a muy castizo.
    No es buena señal. Pero ya estamos acostumbrados, no es el primero que se avergüenza de lo propio.
    https://www.youtube.com/watch?v=3PJWiGGDTiM

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