4 de set. 2022

TENGO MIEDO

Un huracán se ha formado en el Atlántico y avanza presto hacia España. Tiene nombre de mujer: Danielle, trasunto femenino del héroe bíblico que derrotó a un gigante. Las armas nucleares de Putin. Un invierno frío sin calefacción. La escalada sin freno de los precios, la escasez. La viruela del mono. El dengue llega a Europa. La sequía deja sin navegación los grandes ríos, y se han agotado los acuíferos de Málaga y Almería. La desertización avanza. La fauna marina se muere. No hay microchips. Los grandes pantanos están muertos, y la imagen más pavorosa es la silueta de la vieja iglesia emergida, como el aviso más funesto. Las piedras del hambre en el río Elba. La peor tormenta solar de la historia.

La sexta extinción ha empezado a caminar.

¿Cuándo empezó todo? Alguien me dice que des de la COVID-19 (siempre así, en aterradoras mayúsculas) eso es sin vivir de sustos. Pero otro le replica que empezó con los atentados del 11-S. Sin embargo, aquellos atentados eran una obra humana y las autoridades procedieron al exterminio de los culpables para tranquilizar al ciudadano. Lo de la COVID era un ser invisible, inhumano y cruel, un ser maligno que anda por el mundo des del principio de los tiempos. 

Sufrimos, entonces, el campo de entrenamiento para el miedo más grande y global de la historia: la humanidad confinada y fabricándose tapabocas en casa. Recuerdo las miradas de desconfianza en el supermercado: cualquier vecino era tu asesino en potencia.

Por fin me cuentan que el temor a la extinción es más viejo que el hambre: acuérdense de los milenarismos medievales, o de ese compendio de horrores que consta en el Antiguo Testamento. Y, en el nuevo, el Apocalipsis: lisérgico e incomprensible pero quizás por eso temible. Sodoma y Gomorra. El diluvio universal. Bueno, bueno, suelta otro: en los años sesenta todos pensábamos que JFK y NK (Nikita Kruschev) se liarían a bombazos atómicos y todos moriríamos achicharrados, pequeñas cucarachas abrasadas por culpa de unos científicos locos y unos políticos ególatras.

La última novela del grandioso Michel Holellebecq se titula "Aniquilación".

Hace unos años, tras la crisis financiera de 2008, nos dijeron que deberíamos aprender a convivir con la incertidumbre. Y a fe de Dios que lo hicimos. Ahora toca convivir con el terror. Así, la sociedad más rica, más opulenta, con más derechos civiles, más libertad y más democracia debe saber que nada es gratis y que la expiación pasa por vivir con miedo. Thomas Piketty augura revoluciones terribles, con más sangre y violencia que la francesa. El terror llama a tu puerta: la última compra hecha en Amazon es un libro de cuentos de miedo y desasosiego.

Siempre me gustó la literatura de terror y el cine de inquietud, quizás porque se que se trata de ficción, y traslado mi miedo a ese terreno.

Cuando se asusta tanto a la sociedad, siempre suele aparecer un salvador oportuno y oportunista que pasaba por ahí. Veo al pobre señor Feijóo esforzándose en presentar una imagen de buen gestor (o de discreto administrador de fincas). Su última ocurrencia, nada tranquilizadora: asegura que el apóstol Santiago le asesora des de hace un montón de años. Contra el miedo, respuestas metafísicas en el flanco derecho. También hay una pulsión de salvación en el independentismo catalán con sus soluciones tan mágicas como neoliberales. Y etc.

Ándense con cuidado, y vivan asustados de antemano. Cuando se vive bien se vive con miedo, forma parte del trato. Macron advierte del fin de la opulencia, aunque muchos no hayamos conocido a esa señora. Cuídense, también, de los que vienen a salvarles. ¿Miedo a la extinción? Bueno, al fin y al cabo, todos hemos nacido con el sello de la extinción en nuestros genes -me susurra el amigo el pesimista.


5 comentaris:

  1. Hay una solución a toda esta angustia, tu la conoces, tendremos que hacer como las teresas de Calcuta, que sólo tienen un shari , un rosario, una muda de recambio y la Biblia. No tienen nada más, la orden no se lo permite. Cuanto más ligero es el equipaje menos miedo tiene uno de marchar.
    Salut

    ResponElimina
    Respostes
    1. Completamente cierto. Cuando las posesiones son pocas, menos miedo.

      Elimina
  2. Quizás deberíamos diferenciar entre miedo e incerteza.

    Con la incerteza, hemos aprendido a convivir con los años, siempre he sido consciente de que no había nada seguro para mí, salvo el cumplir años, y eso tampoco lo tenía asegurado del todo.

    Sobrevivir a tres o cuatro (he pedido la cuenta) crisis económicas donde mi empleo y sustento estaban en juego (en alguna ocasión llegué a perder mi trabajo y engrosé las listas del INEM), a un atentado terrorista donde unos descerebrados me consideraron "enemigo del Pueblo Vasco", a alguna enfermedad súbita y grave, a la amenaza de la ceguera permanente (nunca estaré lo bastante agradecido a los oftalmólogos del Hospital Clínic de Barcelona ) quizas me ha dado un poso personal donde es difícil que sienta un miedo insuperable por algo.

    No voy a decir esa gilipollez de que he salido más fuerte de cada percance, pero sí que he aprendido que se puede superar casi todo con serenidad y un poquito de temple.

    Nos llevan amenazando con el Apocalipsis desde que San Juán lo escribió en la isla de Patmos en la época del emperador Nerón. Y aún no ha llegado.

    Y por otra parte, tal como menciona Miquel, al que poco tiene, poco le pueden arrebatar, coincido con el.

    Un abrazo.

    ResponElimina
    Respostes
    1. Has de explicar, Rodericus, lo del "enemigo del pueblo vasco". Daniel F, Temujin, con el que tengo una relación muy cercana aunque viva en Burgos (cada vez que baja a Barcelona viene a visitarme con un par de botellas de Rioja), sabe mucho de ello, mucho y también ha vivido una situación semejante.

      Elimina
  3. Lo que ocurre es que lo poco que podamos tener ya es mucho... Y si desaparece la energía, no nos imaginamos que pudiéramos estar con ese poquísimo, ese poquísimo que no se adapta para nada a las multitudes que hemos llegado a ser.

    podi-.

    ResponElimina