18 de set. 2022

SILVIO, ISABEL, ALBERTO


Por fin pude ver "Silvio" en Filmin, la cinta de Paolo Sorrentino protagonizada por el magnífico Toni Servillo que, en realidad, se titula "Loro" en italiano (es decir: "Ellos"). Sorrentino es cruel y poético a la vez, simbolista e incluso ambiguo. Pero si este retrato salvaje de Silvio Berlusconi es preciso en algo, eso es en el perfil psicológico e ideológico de esa derecha populista y pueril que avanza sin freno, y generalmente al compás de los postulados de la extrema derecha más grotesca. 

A menudo citamos a Sarah Palin como la persona que inspiró el discurso de Trump, pero posiblemente olvidamos la versión testosterónica anterior, debida al inefable Silvio. Menos ideológico pero más demagógico y desvergonzado, Silvio veía la política como el complemento ideal de los negocios, y trató su cargo de primer ministro como si fuese otra de sus empresas. Lo hizo sin tapujos y, eso sí, nombrando a la "libertad" en cada frase. Su libertad, sobra decirlo, es la libertad que tiene el cliente cuando puede escoger entre una marca de papas fritas u otra. Aquí empieza y termina la libertad del ciudadano convertido en cliente: por lo demás, mano dura, control de la judicatura y leyes a medida. La democracia desapareció en Italia durante aquellos años.

Viendo la cinta de Sorrentino (filmada en 2018) uno descubre las similitudes con el panorama de la derecha española que encabeza Isabel y que Alberto no sabemos si tolera, soslaya o hace como que no va con él -pero no le molesta demasiado. Es muy probable que el conflicto Isabel-Alberto estalle dentro de poco, con consecuencias que caen en el terreno de la ciencia ficción. En este terreno, veo frágil a Alberto, hombre taciturno y algo torpe, de mirada neblinosa y gesto lento. Nada que ver con la arrogancia de Isabel, la mujer que arrasaría en Masterchef y en Eurovisión al mismo tiempo.

Hoy, 18 de septiembre, se ha celebrado en Barcelona la manifestación por la escuela bilingüe, a la que no se ha presentado Alberto: me pregunto que hubiese pasado si llega a presentarse Isabel. Por una parte: es bueno que el debate de la lengua en la educación sea algo cívico, un debate sobre educación y no sobre modelos de Estado, ya que esa contaminación no ayudará para nada a tener un diálogo sensato y centrado en evidencias científicas educativas, que es el lugar que requiere.

Quien si se ha presentado a la manifestación ha sido el inefable Abascal, señor cuya presencia me impide desfilar tras sus pasos y que sigue señalando el destino de los líderes del Partido Popular, parcos e incapaces de presentarse como una derecha democrática y homologable en el contexto europeo. El señor Abascal, como Puigdemont desde Waterloo, es de esa clase de políticos que apuestan por el "cuánto peor, mejor", la actitud del oportunista irresponsable que espera sacar tajada del río revuelto, confuso y crispado.

Cada vez resulta más difícil defender que hay que pagar impuestos (y cuántos más, mejor), defender lo público, lo democrático, los derechos civiles o la Constitución desde una perspectiva socialdemocrática, igualitaria y correctora de desigualdades: las promesas de bajada de impuestos son la trampa más dañina y peligrosa. Deberíamos haber aprendido algo.

Pero estamos en España. Es decir, en el bucle mortal de las dos Españas.


4 comentaris:

  1. De todas formas hay algo que no funciona. En Granada los progressistas se manifiestan a la puerta de la Universidad a impedir que hablen los que no son de su pensamiento.
    Tan fácil como es no entrar o ponerse de espaldas cuando empiecen a hablar, pero no, siempre la fuerza bruta. Esas son las dos Españas
    Un abrazo

    ResponElimina
    Respostes
    1. Los manifestantes d Granada no creo que fuesen socialdemócratas.

      Elimina
    2. La insensatez domina. No hay imaginación ni sentido de construir en cierta gente. Son cortitos y miopes. No saben que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. No dar cancha. No hacer el juego. No dar votos .

      No participo del uso de progresista que hace Miquel sobre la gente que fue a protestar a la otra.

      Elimina
  2. Cuando algún anti-monarquico me suelta el discurso sobre una república de corte presidencial como vacuna contra desmanes monárquicos como los del emérito, le insinúo la imagen que daría un déspota como Berlusconi en la Presidencia Española, un ególatra como Sarkozy o un Víctor Orbán.

    Cambian de conversación.

    ResponElimina