15 d’abr. 2022

POSTALES DE ESPAÑA, ABRIL 2022


Como para muchos niños pobres de ciudad y sin abuelos en el pueblo, mis vacaciones de la infancia no eran tiempos felices. Me aburría soberanamente, y me entretenía con quehaceres de bajo presupuesto: dibujar, escribir, releer. Ignoro la razón, pero las vacaciones de semana santa me resultaban las más tediosas. En la radio de aquellos tiempos abundaba la música religiosa, que es la banda sonora definitiva para el desasosiego. Recuerdo días grises, de lluvia, y el redoblar de tambores mortuorios en la enorme Telefunken del comedor.

Luego llegó la edad laboral y, por supuesto, empecé a vivir otro sentido de las vacaciones. Sin embargo, algo queda siempre, en un rinconcito de la mente. Hoy mismo, sin ir más lejos, experimento otra vez el tedio de estos días.

En el televisor, luego de las cosas de Ucrania, aparecen las procesiones, bailes de muertos y políticos presuntamente corruptos. El tiempo se detiene. Me he fijado en los dos "pillos" (por usar la nomenclatura del pobre Feijóo) y en el uso que le dieron a los dineros soplados al erario público: sorprende la vulgaridad extrema de los dos sujetos, a cual más zafio. Comprarse cinco coches de gama alta es lo que haría un desdichado sin alma, y eso es lo que han hecho. Hay algo herrumbroso en esa aristocracia española, algo viejo y cansado. Y luego están los gemidos del señor alcalde, algo pueril, explotando su imagen de fragilidad. 

Siguen las procesiones. Una no pudo salir por causas meteorológicas, y el reportero dio con un señor que lloraba por no haber podido sacar a la virgen de más de mil quilos de peso en madera tallada, ricos ropajes y alhajas. Me resulta difícil comprender la idolatría de la Semana Santa, ese lugar en el que la religión se encuentra con lo menos espiritual de si misma y que, por más que lo disfracen de tradición o de identidad local, representa lo rancio y lo insustancial, un extraño ritual de señoritos y beatas añejas, de concejales del PP y (intuyo que) también de Vox, gentes siempre atentas a la supuesta identidad católica, de señor obispo gordinflón e hipertenso, rodeado de monaguillos exsangues y ¡"Viva el Cautivo"!.

La imagen de las procesiones me dispara una sinapsis que me lleva a los cuentos de Lovecraft, y a sus adoradores de fetiches horrendos.

Y luego, el fútbol: para no desentonar con la semana del dolor, los fans del Barça gimen y lloriquean por haber perdido ante un equipo de tercera fila, en una manifestación -laica pero no tanto- del sacrificio. Es curioso lo mucho que se parece el fútbol a la religión cuando se la desnuda de cualquier atisbo espiritual. Creo que es tan imposible creer en Dios como en el Barça, a no ser que, de pequeño, te hayan dicho que solo tu Dios es el de veras y que el Barça es más que un club de fútbol. Por suerte o por desdicha, crecí en una familia agnóstica en ambos asuntos.

Así que, en ocasiones, vuelvo a vivir la semana santa como cuando fui niño, y hay momentos en los que deseo que se termine y suene el despertador y regrese a la vida ajetreada de cabreos y prisas, a una vida tan difícil y llena de dolor como en sus siniestras simulaciones religiosas o futboleras. 

2 comentaris:

  1. Creo que una vez leído Canetti uno puede encontrar similitudes entre las procesiones y los seguidores de un equipo, en este caso el Barcelona, que es el que has puesto de ejemplo.
    En los dos casos la masa cree que su dios es el verdadero. Unos miran a Jesús; los otros piensan en Messi, y la resurrección se ha de producir después de la muerte de este, o sea, unos y otros esperan el milagro.
    Mientras nos van pasando mil y una imágen de como han quedado los cuerpos, casas, las carreteras y todo lo inimaginable de la mano de los rusos, y todo por no estar dentro la OTAN. Así que nos preparan para poner pasta, el 2% del PIB no es suficiente, en balas y nos tendremos que sacrificar, más si cabe, en Sanidad y Educación.
    Nada que no sepa, pero que siempre me viene de nuevo, quizá porque levantarme cada mañana sea algo que se positivamente se me da prestado.
    Quizá mis predecesores no tendrán la fortuna que he tenido yo en materia sanitaria, y eso también me preocupa. Tengo hijo y nietos, y siempre había pensado que ellos vivirían mejor que yo, tal como yo lo he hecho versus mi progenitor y mi madre.
    Pero visto lo que veo, estoy convencido de que no será así.
    Un abrazo

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  2. Me repito del Facebook:

    A mí me encanta la Semana Santa como espectáculo, sobre todo en Andalucía, pero si yo fuera creyente diría que no deja de ser una manifestación idólatra como una catedral. Porque ¿de qué tantos piropos y tantos aspavientos a figuras de madera ricamente enjaezadas que representan a personas que ni siquiera sabemos con seguridad si existieron alguna vez?
    Pero ya digo, me encanta el trompeteo, los gastadores, los pasos llevados por costaleros (que no los que van sobre ruedas), los uniformes de los nazarenos kukusklaneros... Inolvidable una Semana Santa que pasé en Sevilla con gente de allí, que callejea para ver los pasos pasar (valga la redundancia) por rincones bellos de sus callejuelas que los turistas desconocen, y cuenta chistes graciosos entre paso y paso.
    Aunque la Semana Santa de los años sesenta en Castilla era lo más triste del mundo: música sacra y clásica en todas las radios; cines y salas de baile cerrados, gestos adustos de gente que si te veía reir te miraban con gesto desaprobatorio... y en la tele esas películas religiosas terribles, incluyendo la de Pasolini (esa en el UHF) que todos decían que era muy buena pero también era un tocho de cuidado.
    Pero ¿y las torrijas? Ah, las torrijas, que delicia... Y los nuegados, manjar secreto conocido en algunos lugares de Castilla-La Mancha y Extremadura.

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