18 de febr. 2022

LA FOTO DEL DESASOSIEGO

De repente, un viernes por la noche y sin pensarlo, siento el impulso de mirar fotos antiguas. O viejas, qué se yo. Y me da por hurgar en las fotos de cuando sacaba fotos y llevaba el carrete a la tienda de fotografía del barrio para que las revelasen, y a donde luego acudía unos días más tarde a recogerlas sin vergüenza. Sin vergüenza incluso con la sospecha de que el dependiente pudo haber visto mis instantáneas. ¡Me importa un rábano si las han visto! pensaba yo.

Cuando a uno le entran ganas de ver sus antiguas fotos quizás sufre un ataque de nostalgia, aunque también podría ser un achaque de egocentrismo. Si fuese de egocentrismo, sería un egocentrismo desasosegado. O de ingenuidad, esa valentía próxima a la insensatez y el error de cálculo: cuando uno mira sus fotos antiguas puede descubrir que fue un patán, un mentecato, un petimetre, un desdichado.

EL PASADO EXISTE Y YO ESTUVE ALLÍ

Tal como se infiere de la fotografía que les muestro, el pasado no fue mejor. Quizás tampoco peor. El pasado solo es algo que ya se pasó, pero hay que tener un cierto valor para mirarlo de frente sin pestañear y reconocer "este fui yo". Tendría unos 24 años en este momento dudoso pero alegre, que no feliz.

No sabría definir la felicidad, pero si la alegría. Y es cierto que, en aquel tiempo, uno se permitía vestirse de formas que ahora no se vestiría, y menos aún para presentar un teatrillo infantil: a día de hoy, ese atuendo me llevaría en volandas a la fiscalía sin duda alguna.

Eran tiempos más ingenuos, más espontáneos: no eran tiempos mejores. Uno suele engañarse y confundir los buenos tiempos con la juventud pero luego se para a pensar y se da cuenta de que vivió una juventud en tiempos difíciles y lo vivió con alegría, que no con felicidad.

Tener mucho más pelo que ahora, estar más esbelto y esas cosas no eran la felicidad ni su remedo.

Siempre vivimos en un espejismo y más tarde descubrimos el espejo engañoso. Eso ya lo dijo San Pablo, un hombre que debió de vivir una juventud poco feliz y luego fundó una religión triste. En aquéllos tiempos yo admiraba la cosa del Glam Rock, cosa artística que ahora admiro pero con mucha distancia aunque sigo, inevitablemente, viéndola como un estallido de libertad y un cierto mal gusto.

Ahora, por cierto, me visto acorde con mi edad, con pantalones chinos y camisas de Springfield. Quizás cuando vea mis fotos actuales dentro de diez años (no me atrevo a decir veinte por no pecar de arrogancia) pensaré que siempre he sido un infeliz.

2 comentaris:

  1. No todo tiempo pasado fue mejor. Las fotos nos traen recuerdos y les ponemos gotas de nostalgia, está generalmente nos engaña y nos hace pensar que todo lo pasado lleva una pàtina de haberlo pasado mejor que el presente, pero no es así en muchos casos.
    Las fotos son eso, fotos.
    Lo válido es el presente.
    Dentro de diez años...Dios dirá.
    Un abrazo

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  2. Hay una cosa indiscutible que es lo que nos hace añorar los tiempos pasados al ver las fotos: que entonces teníamos mucha más vida por delante que la que tenemos ahora.

    Cuando yo miro una foto mía de hace 30 años pienso que, además de que tenía más pelo, más salud y un cuerpo más estilizado, tenía 30 años más de futuro que ahora. Cierto que entonces no lo sabía pero ahora sí y, si supiera que voy a morir mañana, sabría que entonces me quedaban 30 años y un día y hoy sólo me queda un día.

    Y como amante que soy de la vida, si, como todo indica, lo que hay después de la muerte es la nada, el no-ser, no puedo evitar sentir una cierta pena por ese futuro que entonces tenía y ahora ya no.

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