22 de febr. 2022

Makoki ya no vive aquí

Más que sumar años, parece que la edad consiste en contemplar como se desvanece el mundo en donde fuimos jóvenes. Luego uno decide si presencia esa desaparición con humor, resignación o indiferencia. O con lamentos o con rabia. Aquí está contenida una historia de la filosofía doméstica.

Cuando andaba por mi primera juventud, me convertí en adicto a los cómics. Aunque mi preferido fue durante años el "1984" (¡rebautizado como "Zona 84" a partir del 84!), también fui dando paseos por otras publicaciones, más atrevidas o más gamberras. Luego supe que aquello se llamaría "contracultura", pero entonces tenía 16 añitos. El 1984 tenía una ventaja: aunque a mis padres no les entusiasmaba mi afición pop, el cómic en cuestión era bastante blanco e inocente, ciencia ficción ingeniosa, algo de terror mainstream y un cierto tono progresista. Por lo tanto, mis padres hacían la vista gorda y se limitaban a soslayar esos tebeos con portadas de colores chillones, como aceptando que es imposible tener hijos perfectos -que solo leen a los grandes clásicos.

Cuando descubrí El Víbora me di cuenta de que esa revista debía pasar desapercibida necesariamente a los ojos de mis progenitores, y lo ocultaba bajo montañas de papeles o en el fondo de los cajones más recónditos. El Víbora era bestia, violento, sexual, anarquista y dinamitero. Aunque era muchas más cosas: allí me encontré con el grandioso Max, poético y onírico (todavía retengo, en algún rincón de la memoria, la historieta de las gárgolas de la catedral que secuestran doncellas descuidadas, que duermen con las ventanas abiertas de su alcoba). O "El Carnaval de los Ciervos", recientemente reencontrada.

Sin duda, de El Víbora llamaban la atención las historias de Gallardo (y Mediavilla) y las de Nazario, con aquella Anarcoma transgresora en todo, capaz de transitar por lo policíaco y lo pornográfico, lo político (ríase usted de la incorrección política de nuestros días) y que, a la vez, hacía un retrato descarnado del Barrio Chino (que no del Raval). De haber sido pillado in fraganti con un Víbora por mis padres, en casa se hubiese montado una buena tangana.

En esas páginas vivía también otro personaje fascinante, Makoki, el que des de hoy ya no vive aquí. En Makoki había un manifiesto de la locura salvífica, de la gamberrada incendiaria, del humor negro, de la libertad. Dibujé centenares de veces a Makoki en mis libretas, en el margen de mis apuntes del instituto, en la carpeta de estudiante. A día de hoy sería incapaz de contar ninguna de las aventuras del loco Makoki, y sin embargo podría dibujarlo de nuevo. Misterios de la memoria.

En contra de ciertas opiniones muy doctas, puedo afirmar que el Víbora me llevó hacia la gran literatura, y lo digo sin titubeos ni dudas. Si el 1984 me permitió descubrir a Lovecraft, Machen y Matheson, el Víbora me llevó a los poetas malditos y a Bukowsky, a Genet, a  Burroughs y a muchas otras firmas del lado salvaje. El Víbora fue mi educación sentimental, es decir, literaria.

En mis sueños perdidos de la memoria, Makoki (¿estaba más loco que nadie o era el único cuerdo?) anda de la mano del descubrimiento, más grande y más decisivo que el de América. Quizás lo expreso con palabras de ahora, pero mi reflexión era: ¡anda! es posible dibujar así, dibujar eso... vivir así. Otra vida es posible (no es posible otro mundo, pero sí otra vida).

Lo dicho: parece que sumar años, una vez superados los 50, consiste en ver la desaparición del mundo antiguo procurando pestañear poco, aunque el estupor es una procesión que va por dentro.

4 comentaris:

  1. Sentí la desaparición de mi buen amigo Rafael Aura Leon. Dibujante, y muy bueno, del Vívora. No soportó la presión y se quitó la vida arrojándose por el patio interior de su casa, muy cerca de la mia, por aquel entonces.
    Creo que son artistas con mayúsculas, pero que no están considerados como tal, porque por lo que parece su trabajo es un subgénero de lo que se denomina arte.
    Menos mal que este es subjetivo.
    DEP

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    Respostes
    1. He investigado un poco y he descubierto que leí algunos cómics de Rafael Auraleón, en "1984" y en "Creepy". Una de las historias (de vampiros) la recordaba bien.

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    2. Firmaba Auraleon,si, todo junto, y era el mejor tipo que pudieras tener como amigo.
      En aquella època vivia en la calle Urgell, esquina Gran Vía, y nadie se hizo eco de su desaparición.
      Tengo varios dibujos dedicados.
      Era un crack!
      Un abrazo

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    3. He leído lo que cuenta la Wikipedia y la página Tebeosfera, en donde se destaca el carácter depresivo del dibujante. No entiendo qué les empuja a pensar que ese dato es relevante.

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