16 de maig 2020

Madonna


En los primeros días del confinamiento hice este apunte pictórico que, irónicamente, titulé "Madonna del Confinamiento". O algo así. Por aquellos días ni me podía imaginar todo lo que se avecinaba. No podía sospechar nada, ni lo bueno ni lo malo. Ahora, echando la mirada atrás, parece que hayan pasado años desde el instante cero, cuando llega el aviso de que nos encerramos ahora mismo, se suspenden las clases. Hubo unos minutos de estupor. Incluso de miedo. Los catastrofistas lo pasaron de rechupete: como si por fin hubiese llegado el ansiado fin de la civilización. Quizás del mundo.

Schopenhauer, mucho antes de los ecologistas que desean secretamente la extinción de la humanidad para salvar lo que queda de la naturaleza, ya había propuesto la extinción como estrategia para arreglar las cosas, aunque se refería más bien al sufrimiento inútil de la vida humana. Su conclusión es: "sería preferible no haber nacido". Los apocalípticos también esperan eso, y la carga de la caballería ligera del Virus les animó: quizás desean morir como figurantes en el escenario de una ópera de cataclismos reales, sin efectos digitales, de verdad de la buena.

Sin embargo el confinamiento se fue prolongando, lento, sinuoso. Pasaron los días, días que parecen años. Creo que envejecí durante esos dos meses. Ahora no me pondría a pintar la Madonna Confinada. Pasaron un montón de cosas. En los primero días seguía atento las noticias, las ruedas de prensa. Leía artículos, reportajes sobre virus, pandemias, mortalidad. Luego, poco a poco, me fui alejando de casi todo. Aparecieron el teletrabajo, los guantes en el Mercadona, las mascarillas, los pasos de baile de la gente al cruzarse con uno, queriendo evitar el contacto con algo que es invisible, como quien evita a Dios, a los ángeles o a la belleza secreta de las cosas inesperadas. El extraño deseo de seguridad en un mundo incierto, frágil y quebradizo. Lo raro se hizo normal.

Quizás estemos viviendo bajo un experimento de control social de grandes dimensiones. Algo que deben celebrar como nunca en Silicon Valley. Creo que de poco sirven las advertencias de pensadores como Jorge Riechmann, alertando de los peligros de la virtualización de las relaciones humanas: el miedo a la muerte es más poderoso que el miedo a un ordenador. Seguimos sin saber si hay algo más allá de la muerte, pero por de pronto sabemos que tras el virus hay una vida fantasmal, con la nariz del no-muerto pegada a una pantalla, atisbando un simulacro de vida en imágenes de colorines, colorines que bailan ante nuestros ojos acristalados para protegerse de la vida. O de la muerte, ya nadie lo sabe. Nunca sabemos muy bien de qué nos protegemos: ¿de vivir? ¿de morir? 

Hay quien aprovecha la circunstancia propicia, ajeno a todo. O casi a todo. Menos a lo suyo, a sus obsesiones. Así es como llego a las audacias inmorales del señor Torra, quien a su vez me remite a algo que escribió Manuel Azaña, posiblemente en 1938:

"(...) las muchas y muy enormes y escandalosas que han sido las pruebas de insolidaridad y desapego, de hostilidad, de chantajismo que la política catalana de estos meses ha dado frente al Gobierno de la República".

Incluso el señor Torra, por fortuna, me parece el recuerdo lejano de algo grotesco y pretérito, y se desdibuja en la memoria como la ensoñación de un fantasma en el duermevela. En el balcón han aparecido flores maravillosas por inesperadas.




3 comentaris:

  1. Una reflexión hermosa, contrastada, realista. Yo también veo flores bajo esta tormenta .

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  2. No has de dudar que sirve para un estudio sociológico. Aparte de eso, siempre se pescará rio revuelto bajo la promesa de dar seguridad. El control es total, el "casi" ya se ha superado. Incluso se piden la citas a la ferretería bajo hora programada ¿quién lo iba a pensar?.
    Han detectado lo que comemos, a la hora en que lo hacemos y bajo que efectos lo hacemos. Saben con quien estamos por el móvil, incluso las pelis que ponemos y cuando lo desean abren los canales del celular y pueden escuchar nuestra conversación. Nos sitúan geográficamente, leen nuestros correos, miran nuestros mensajes, saben con quien pernoctamos, lo que leemos y con quien nos carteamos, les faltaba un estudio de este tipo para saber como manipularnos, y lo hacen tan bien que se han dado cuenta que aceptamos, por miedo, los consejos de un Senedrín ANÓNIMO, que bien pudiera estar compuesto por seres de otra galaxia, o por personas de un país "enemigo" que lo que menos quieren es el bien de este país, o por espúreos poderes fácticos mandamases de la Trilateral...y nadie dice nada.
    Acojonante, porque ni he dicho ninguna chorrada.
    Salut
    salut

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  3. Estamos como Patufet : "en la panxa del bou, on no neva ni plou".

    Aún recuerdo que Mercedes Milá presentó la primera edición de "Gran Hermano" ( no he visto ni un solo capítulo de ninguna edición ) como un gran experimento sociológico, y a mí me dio un ataque de risa esa definición. Ya llevábamos por entonces mas de cuarenta años de carrera espacial, y la estancias de semanas y meses en las estaciones espaciales estaban mas que estudiadas por sociólogos, psicólogos y unos cuantos "ologos" mas.

    Además, desde hace milenios que existen las prisiones, las consecuencias de la estancia en ellas, y toda una rama de la psiquiatría especializada en los comportamientos carcelarios, por lo que encerrar a cuatro zánganos en una casa con jardín me pareció mas un ejercicio de "voyeurismo" zafio y ramplón, como al final ha sido.

    No hay duda, van a aparecer decenas de estudios sobre lo que ocurre, incluso segmentando a la población según su lugar de residencia, edades, circunstancias familiares, etcetera.

    De momento, ya ha he oído hablar del "síndrome de la cabaña", algo de lo que no sabia nada, y que consiste en el miedo a salir a la calle. Creo que todos lo padecemos en mayor o menor grado.

    En fin, que nos vamos a "jartar" de sesudos estudios sociológicos.

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