18 de nov. 2022

UN REPUNTE DE TESTOSTERONA

Se conoce que a cada tendencia le sale su opuesta: el incremento del veganismo va acompañado por un crecimiento de los carnívoros aficionados al chuletón. En los años 20 y 30 del siglo pasado, emergieron con mucha fuerza el fascismo y el comunismo a la vez. También coincidió el aumento de la fe católica (la Virgen de Fátima anunció la conversión de Rusia en un páramo portugués) con el empuje del anarquismo más intenso. A la globalización se le oponen los defensores del quilómetro cero y del huerto urbano. 

Así pues, al crecimiento del feminismo le ha salido un repunte de testosterona para compensarlo. Uno no puede soslayar el alto número de políticos testosterónicos del circo: para mi, el que más hormonas lleva en la sangre es, paradójicamente, el señor Pablo Iglesias. Ya de buen principio era evidente que el peinado con el que saltó a la arena (la larga cabellera recogida) era una máscara: en efecto, Pablo llevaba en realidad una melena leonina pero confundió a todo el mundo, y le llamaban "el coletas" incapaces de ver lo que tenían ante sí. Nadie le llamó "el león de Vallecas" en aquellos tiempos.

En estos días, al señor Iglesias se le ha atravesado en especial su antigua camarada Yolanda Díaz, a quien ahora insulta día si y día también. En sus ataques a Yolanda afloran la testosterona y el rencor, o quizás una testosterona rencorosa. En el polo ideológico opuesto está el señor Abascal, con esa barba que también actúa como una máscara velluda y una gestualidad puede que demasiado impostada: todos recordamos la tendencia al homoerotismo (frecuente en la historia del fascismo) que exhibió al principio de sus gestas, posando en calzón corto en lo alto de un peñasco. Exacto: en la exhibición de la testosterona puede habitar una duda. Lo habrán escuchado ustedes alguna vez: "soy tan hombre que incluso me f**** a otro hombre".

En Cataluña, tierra desdichada, hay la misma proporción de testosterona que en el conjunto de España. En contra de lo que afirman las tesis nacionalistas e independentistas, gozamos de la misma proporción de veganos, ultraderechistas, corruptos y malandrines que el conjunto de España. Por desgracia para los indepes, no nos distinguimos en nada. El "fet diferencial" es que no hay hecho diferencial.

El nacionalismo siempre ha mostrado (aquí y en todas partes) una gran carga testosterónica, inspirada quizás en aquella lamentable cinta de Mel Gibson y los escoceses que era un canto a la cosa masculina, nacional y escrotal. Lo que le pasa a la testosterona nacional catalana es que produce más perplejidad que otras: el señor Junqueras, relleno de odio y de colesterol, habla de amor -con la boca torcida- pero exige sumisión y obediencia, al más puro estilo autoritario -y, por lo tanto, patriarcal. El señor Torra intentó presentar una imagen masculina que le venía grande, y por eso quiso poner la pancarta más grande y se negó a sacarla. Fíjense en el peinado del señor Puigdemont y en las medidas de su chalé: también ahí hay un ansia sin disimulo. Ni hablar cabe de Jordi Cuixart, cuya testosterona se demuestra cada día y en su gestualidad de profeta Jeremías.

Solo un político patrio escapa a tanta hormona: y este no es otro que el presidente interino, el señor Pere. Y, la verdad, es de agradecer que tengamos a un presi (aunque sea breve) desprovisto de la hormona nacional. Veremos.

 

2 comentaris:

  1. ¿La testosterona también se puede mostrar por el lado femenino? o solo son apreciaciones mías mal intencionadas, lo digo por la Borràs, la Madaula; aquella de "president possi les urnes" , que no me acuerdo como se apellida, la Pascal, la Rovira, la Ponsati, la Ferrer, la Bassas...
    Salut

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  2. PD: Ahora me acuerdo de la de Suiza, si, hombre si, aquella que se cortaba el pelo con un hacha y que ha desaparecido del mapa...no hay nada como mantener la ley del silencio como para que se olviden de uno, en este caso, de una.

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