2 d’oct. 2020

El color amarillo, un cuento


Cuando era pequeño me gustaba ponerme enfermo. En vez de ir al cole me quedaba en la cama y, además, era objeto de una atención exquisita por parte de mi madre que solo me era dispensada en caso de enfermedad. Incluso mi padre, contra pronóstico, devenía dócil y solícito. Luego, en función de la gravedad, llamaban al doctor Queraltó y entonces acudía el médico, al atardecer, en cuanto terminaba de pasar visita en su consulta, en la parte alta de la ciudad. El doctor Queraltó era un tipo alto, serio y elegante, de tez blanca y alargada, manos grisáceas. Daba un poco de miedo porqué se parecía a Vincent Price. Era un conocido de la familia, me decían, de hace muchos años, aunque jamás comprendí cómo pudo surgir la amistad entre un doctor de los barrios altos y un obrero de la periferia. Pero como para un niño todo es misterio y normal a la vez, no tenía nada que objetar.

La conducta alterada de mis padres y la presencia del médico inquietante me hacían sentir como un joven príncipe antiguo, habitante de un castillo decadente. Mi habitación de bloque de barrio se convertía, por unos días, en una cámara enorme que olía a moho aristocrático. Y además estaba la fiebre. La fiebre me regalaba, en sus momentos agudos, unos sueños tan tremendos como fabulosos. Cuando despertaba, agitado y sudoroso, pasaba horas saboreándolos, recreando sus imágenes oscuras y angustiantes. Me fascinaba que se produjeran, en mi mente, escenas de cosas, lugares y situaciones que no había visto jamás y que no eran únicamente mías sino que, además, pertenecían a un mundo terrible y desconocido al que solo yo podía acceder. ¿Qué enigma ocultan los virus que se alojan en nuestro cuerpo? ¿Son los mensajeros del más allá?

Con el paso de los años, las atenciones de mis padres cuando estaba enfermo menguaron hasta desaparecer. Y cuando desaparecieron mis padres, de la enfermedad ya solo me quedaba el regalo de la fiebre con sus sueños barrocos. Aunque lo pasé mal con las infecciones o las gripes virulentas, siempre guardo los sueños febriles como un tesoro que luego analizo y sobre los cuales elaboro hipótesis buscando señales, intenciones metafóricas o artísticas, indicios de algo.

En una ocasión, aquejado por ciertos problemas mundanos que me tenían muy preocupado, recurrí a la fiebre como el toxicómano a la heroína. Me duché con agua fría y, sin secarme, me instalé desnudo un buen rato en el balcón del piso (por pudor y respeto para con mis vecinos, me cubrí lo indispensable con una toalla). Estábamos a principios de febrero y hacía mucho frío. Fui correspondido con una bronquitis infecciosa que me provocó unas pesadillas muy poderosas, redondas y completas, con unos visos de verosimilitud muy preocupantes. Tardé unos días en acudir al ambulatorio a por medicación y lo hice cuando empecé a temer por mi vida. Por entonces, ya me había sustraído a mis problemas. La doctora que me visitó me amonestó, muy severa. Nada que ver con la dulzura de mi madre, desde luego. Y, además, la doctora se parecía a la Simone Signoret de Las diabólicas con unos años de más. Quizás debería haber sospechado que algo andaba mal. Tanto la doctora como algunas cosas que había visto por la calle, camino de la consulta, parecían alteradas. Pero como yo seguía con fiebre muy alta lo achaqué todo a mi estado. Cosas amarillas, en balcones y ventanas, en farolas y árboles. Todo muy raro y muy amarillo.

Mientras la médico escribía su receta me siguió preguntando. Y me temo que yo, con la guardia baja, debí traicionarme, ya que ella dedujo que me había inducido la enfermedad. “Eso es muy peligroso, aparte de estúpido. Parece mentira, en un hombre de su edad”, me espetó. Intenté explicarme con medias verdades pero no encontré comprensión. Me fijé, entonces, en ciertos complementos que lucía la doctora, y en algunos objetos que decoraban su mesa de trabajo. El color amarillo chillón era el común denominador de todo aquello. Sentí como algo me oprimía la garganta. Pensé en el más terrorífico relato que jamás he leído, El rey amarillo, de Chambers. Huí más que me marché del consultorio. Pasé por la farmacia. Una vez en casa, consulté en Google lo que se cuenta de la fiebre amarilla. Y encontré cosas referidas a una enfermedad tropical transmitida por mosquitos, pero no vi que se mencionasen delirios. Muchos soldados retornados de Cuba, tras el desastre en el XIX, la sufrieron. Escribí un cuento antes de curarme, aprovechando los últimos retazos de mi enfermedad. Aunque creo que jamás he sanado por completo. Sigo viendo cosas terribles y vivo presa de malos augurios.

8 comentaris:

  1. Qué relato más tierno , me has hecho recordar a esos doctores con traje que venían a casa de uno, se lavaban las manos antes y despues de verte e incluso sacaban un pitillo para fumar con tu padre mientras te recetaban un jarabe para la tos y los mocos. Así era. También yo quería ponerme enferma para no ir al colegio o que mis padres me hicieran más caso a mí que a mis hermanos.
    Y bien, cuánta frialdad o risa de hiena tras ese lazo inquisidor que no es libertad para él que no quiere llevarlo. Tienen una enfermedad fea llamada fanatismo y lo peor, lo peor de todo. NOS HAN QUERIDO ROBAR ese color, el amarillo. El amarillo es duda en el vestir o en los complemrntos diarios de muchos inseguros.

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  2. Qué relato más tierno , me has hecho recordar a esos doctores con traje que venían a casa de uno, se lavaban las manos antes y despues de verte e incluso sacaban un pitillo para fumar con tu padre mientras te recetaban un jarabe para la tos y los mocos. Así era. También yo quería ponerme enferma para no ir al colegio o que mis padres me hicieran más caso a mí que a mis hermanos.
    Y bien, cuánta frialdad o risa de hiena tras ese lazo inquisidor que no es libertad para él que no quiere llevarlo. Tienen una enfermedad fea llamada fanatismo y lo peor, lo peor de todo. NOS HAN QUERIDO ROBAR ese color, el amarillo. El amarillo es duda en el vestir o en los complemrntos diarios de muchos inseguros.

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    1. La realidad es que nos han robado el amarillo. Yo tiré una camisa amarilla. Quizás se lo merecía por vieja, pero el motivo no era su antigüedad si no el color que nos robaron. Y al paso que vamos quizás nunca más vestiré nada amarillo. Una desgracia más, aunque no la más grave. O quizás deberíamos invertir el asunto y vestirnos con prendas amarillas, para recuperar lo que nos robaron. Yo, de momento, no lo haré. Pero a ver, al tiempo.

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  3. Ummm, amic LLUIS, creo que esa fiebre no le vino inducida por la ducha de agua fría. La fiebre "amarilla", aunque va desapareciendo, queda en los aferraderos de los balcones, cierto que con menos intensidad, pero el virus cuando se adquiere cuesta mucho de erradicar.
    Ud. camine mirando hacia abajo (además allí puede encontrar céntimos y todo); intente no mirar a las solapas de los viandantes que le vienen en dirección contraria; no se le ocurra mirar chuchos, ahora van con pañuelos de ese color al ristre, y sobre todo no sintonice canales autonómicos, esos no desprenden color amarillo, lo destilan y cobran por ello.
    Salut

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  4. Nos han robado el color amarillo y están dispuestos a robárnoslo todo. Que se lleven la ictericia que también es amarilla y nos dejen tranquilos.
    Deberíamos vestirnos todos de amarillo, qué se han creído, ¿se han creído que sólo cuatro viejunos de sonrisa boba y mala leche han de poder usar el color de la patata frita?
    Salut

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  5. Caramba carambita carambera.... Caralibro tambien te ha censurado?....De allí vengo, pues a mi me han censurado 3 días....¡3 DIAS!...el algoritmo o algún grogui de las Shutzstaffel regional.
    Paciencia....me tomaré 6....¡6! para desinfectarme de ellos, al fin y al cabo el Caralibro negocia con nuestros datos !!
    Un abrazo!!

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  6. Pues yo ya no me compro el Ferrari amarillo "chillón", y tampoco sacaré mi yate del puerto olímpico de Gamonal, pues es amarillo. Que se habrán pensado. De todas maneras debe ser duro saber que después de todo este jaleo no les han hecho p..o caso en ningún sitio más allá de algún burdel cerrado a cargo del erario publico o alguna cena gratuita (desplazamiento incluido) también a cargo del erario.
    Un saludo

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  7. Observa el detalle:

    https://www.vozpopuli.com/opinion/derrota-vanguardia_0_1397261301.html

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