Hace unos días se celebró en Cataluña el aniversario del fusilamiento de Lluís Companys. El diario Ara no defraudó a su parroquia y dedicó un extenso reportaje a la efeméride. Lo miré de soslayo: no van a contar nada nuevo y Companys no es mi personaje histórico favorito. A Companys, de no haber sido fusilado (tras su detención por la Gestapo y posterior entrega a la autoridad franquista) la historia le hubiese situado en un rincón oscuro: ni tan solo por la izquierda le defenderían. Por la izquierda solo hay que leer lo que de él cuenta el líder anarquista Juan García Oliver: le presenta como a un político incapaz, torpe, errático y culpable de muchos de los desastres que llevaron a la derrota republicana en 1939. Pero, como todo el mundo sabe: un bel morir tutta una vita onora y ese es su caso. (Según García Oliver, malgré tout, ni eso).
El asunto es que el prolijo reportaje del Ara incluía, como sin quererlo, una fotografía del líder independentista Jordi Cuixart con el pie de foto: Jordi Cuixart, en una edición anterior del homenaje a Companys. Si uno presta atención a la foto descubrirá que esta foto (en el centro de la página, la única en color) se la podían haber sacado en cualquier parte y, por consiguiente, le sitúa en todas. La fotografía del presidente de Òmnium le muestra solo, de medio perfil, con la barbilla levantada y la mirada fija en el horizonte, y con las manos atrás, quizás maniatadas, supondrá alguien. Del modo en que se suele representar a los mártires que caminan hacia el holocausto cegados por la fe verdadera. O del modo en que la iconografía presenta a Companys en sus últimos instantes.
La foto, solo esa foto, dice algo del diario Ara y de sus criterios periodísticos, muy lamentables. Pero más allá de eso: ¿por qué se destaca la presencia de Cuixart y no la de Junqueras, la de Jordi Sánchez, o la de Carme Forcadell? ¿Acaso sólo Cuixart acudía a esos homenajes? La respuesta es simple pero estremecedora: alguien pretende equiparar a Companys con Cuixart: dos mártires de la patria. Y eso no es nuevo. Es algo que se viene observando. Equiparar al político detenido por el nazismo y fusilado por el franquismo con el dirigente de Òmnium Cultural, juzgado con mil garantías procesales y beneficiario de todos los privilegios que la legalidad democrática otorga a los presos es grave y tenebroso.
Con Cuixart está sucediendo algo que todavía cuesta de formular, pero que sin duda tiene que ver con un proceso de beatificación. Se le presenta de un modo distinto a los demás presos, y la percepción que de él tienen los independentistas es diferente: lo que no sé decir es qué cosa fue primero. Justo después de su encarcelamiento preventivo, me di cuenta de que la izquierda independentista (la Cup, para entendernos) reivindicaban su figura. Alguien de esa sensibilidad me dijo: "Vale que detengan a los políticos del gobierno catalán, pero ¿a Jordi Cuixart? ¡Por Dios!". De modo que, quizás, la imagen de Cuixart partía de entrada de una consideración distinta que no se aplicaba a su colega de marras Jordi Sánchez, aunque a priori pudiesen ser similares.
Me resulta indescifrable. Por poco que uno sepa, sabe que Òmnium Cultural (lo que Terenci Moix nombraba "Òrgan Cultural") fue fundada (¡en 1961!) por tres insignes falangistas del Tercio de Montserrat, y que su objetivo fundacional no era otro que controlar la producción literaria catalana, no vaya a ser que caiga en las zarpas del marxismo catalán o de la xarnegada: aunque a día de hoy nos resulte increíble, existió un marxismo catalán que tuvo sus intelectuales. Sabiendo el origen de OC, se hace difícil comprender la empatía que despierta su presidente entre las filas de la izquierda nacionalista (!!!). Puntualicemos: la fundación de OC no solo sucedió durante el franquismo, si no que fue consentida por Franco.
Pero las evidencias están ahí. He visto a más de un cupaire con la camiseta reivindicativa de Cuixart. Y, por lo que parece, su librito escrito desde la cárcel no se vende mal. Se titula "Ho tornarem a fer", como no. Cuesta 9,5 euros. Cuixart no se dejó el alma en la redacción: el ejemplar consta de 64 páginas, como lo oyen. 64. Ni una más ni una menos. Y, según un lector fiable, su nivel de redacción es bochornoso y muy parecido al de un alumno de la ESO. A pesar de todo eso, hay quien lo adora como a un evangelio muy emotivo. Algo litúrgico. Cuixart es autor de frases tan trabajadas como "Nunca podrán encarcelar las ideas": para muestra de su pensamiento elaborado, un botón que es una perla. ¿Será su libro una sinopsis de los hermanos Engler destinada a "El rincón del vago"? La adoración cupaire de Cuixart es intrigante: tratándose de un varón blanco, heterosexual y cisgénero, es paradójico que le valoren: según la perspectiva transaccional, Cuixart es un opresor.
Siempre me di cuenta de que, de todos los políticos presos, Cuixart es el que usa un lenguaje más emocional, que es una forma de decir más irracional. Habla como un iluminado, jamás exhibe razones ni razonamientos y no se molesta en buscarlos: apela al estómago, a lo primario, se sitúa en un plano alejado del argumento. Es todo pasión. Eso gusta, por lo visto. Incluso en pleno siglo XXI, cuando la ciudadanía exije criterios científicos y racionales a los demás políticos: a Cuixart le prefieren loco, puro fuego. ¿Camino del martirologio para llegar a la beatitud? ¿A la santidad? Quizás por eso su boda, oficiada en la cárcel, estuvo presidida por tres sacerdotes, que ya son sacerdotes.
Lo de Cuixart es un misterio para mi y lo será por un tiempo, hasta que las cosas se asienten y descubramos, por fin, qué se ocultaba tras el dirigente de Òmnium Cultural que pretendió arrastrar a la política democrática hacia el abismo, el que alentó el malestar y la división, el que jamás se arrepentirá -dice por ahora, cual cristiano primitivo en la arena del Coliseo-, el que prefiere el martirio. Habrá que seguir el caso. No vaya a ser que tengamos ante nosotros a un santo milagrero. O quizás a un tahúr sibilino, a un extraño líder de las catacumbas capaz de metamorfosearse en candidato a la Generalitat o al Senado o a cualquier otro cargo o privilegio. Veremos qué nos cuenta el tiempo. Si yo fuese periodista preguntaría por Cuixart a los indepes que se llaman de izquierdas. ¿Santo súbito? Estén atentos.
Es un caso curioso, si. Desconocía la creación de Omniún por falangistas.
ResponEliminaLO interesante del caso es que todo lo que está impregnado en la cración de CiU, ER, CDC, Omniún y los niños pijos, todo, huele a sotana, a religión engominada, a moral benedictina, a soliloquios de poble elegit i destí común, a parroquia fija y clientela fidelizada, a nosaltres sols.
Todos estos partidos están bendecidos con un mismo fin, formar parte del chiringuito, el mismo chiringuito que se montó Paco cuando iba bajo palio, o salía en las pesetas por la gracia de Dios, ese Dios a los que se agarran los políticos para hacer creer a el personal que son de fiar, y que por eso, no se casan un un representante de Él en la Tierra, sino que lo rubrican con tres.
Salut
https://www.vozpopuli.com/opinion/precio-libertad-yihadismo-francia_0_1403560946.html
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