4 de febr. 2021

Un adicto al procés se confiesa

A veces me sucede. Me he prometido muchas veces no reincidir, pero ya se sabe lo que pasa. Quizás sea ya una adicción, como cuando Albert Soler cuenta que espera que el procés no termine nunca: ¿qué diablos haríamos sin el procés? ¿Con qué nos enfadaríamos? Pero sobretodo ¿con que nos reiríamos?Hay infinidad de temas, cuestiones y asuntos interesantes alternativos, pero... ¿hay alguno tan fabuloso como contemplar el delirio tan desesperado como atroz de los catalanes independentistas?

¿Acaso alguien confiaba con ver, en directo y en siglo XXI, una disonancia cognitiva colectiva tan apabullante como la del independentismo catalán?

El otro día pues, aún prometiéndome que no lo haría, terminé por responder a un conocido procesista (o independentista, o nacionalista o lo que sea que quiera) que preguntaba: si usted es independentista y de izquierdas, ¿a quién votaría?. La pregunta me resulta enternecedora por esa ingenuidad enorme y tan irracional. La ilusión de la independencia es abracadabrante: la exposición pública y religiosa (de una religiosidad medieval) que destilan los verdaderos indepes, y que no dudan ni sienten vergüenza alguna en exponer, me resulta un espectáculo sobrecogedor. Y, por lo tanto, adictivo. Insoslayable. Por eso recaigo sin remedio.

Respondí que no se puede ser nacionalista y de izquierdas y me respondieron que la revolución cubana era de izquierdas y nacionalista. Fascinante. ¿Amnesia o mala intención? Si la revolución cubana fue nacionalista... ¿como se explica usted el intento del Che Guevara por exportar la revolución no solo a Bolivia, por ejemplo, si no a Angola también? Hubo quién no dudó en proclamarse internacionalista y nacionalista a la vez, y no faltaron quienes me contaron, con el habitual tono paternalista, que los españolistas son el verdadero nacionalismo malo y que su versión catalana solo es una respuesta legítima, una reacción lógica y comprensible. No solo lógica y comprensible: también buena y necesaria. Un acto de bondad. Fenomenal.

Así pues, aunque me prometo no reincidir y no volver a caer, obro como el adicto contumaz: recaigo. Solo para repetirme, después, que esa será la última vez. Lo prometo, lo juro por la gloria de mi madre. Una campaña electoral es un mal momento para dejar mi adicción: cada vez que la señora Borràs suelta una declaración, mi sistema límbico reacciona en cuestión de segundos. Lo mismo para Aragonès, Budó, Junqueras, Cuixart, Riera o la inefable Dolores Sabaté, la que consiguió devolverle a Albiol la alcaldía de Badalona. Y cualquier otro monstruito nacionalista. Es imposible sustraerse a eso.

Me obligué a mi mismo a leer las densas y fascinantes páginas de "Los Once" de Pierre Michon, el autor francés contemporáneo más sugerente de las últimas décadas. Creí que Michon me libraría de las tentaciones y las recaídas. Pero ni así pude soslayar la atracción por la barbarie, delirante e insistente, de los nacionalistas: la novela de Michon es demasiado breve y, para más inri, en mitad de la lectura supe que Gerard Quintana había ganado el premio Ramon Llull de novela catalana. Di un respingo y el libro de Michon salió proyectado hacia el espacio, dio contra la pared, rebotó, y se cayó finalmente encima del potus (Epipremnum aureum). ¡Pobre potus!

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Postdata: Es posible que en las afueras de Ginebra exista alguna cínica especializada en quitar adicciones como la mía. El problema está en que no podré pagar su minuta. Si acaso, pienso, le pediré una subvención a fondo perdido al vicepresidente Iglesias, hombre siempre atento y displicente para con las minorías oprimidas. O, una vez en Ginebra, a lo mejor le pido ayuda a Anna Gabriel, antaño cupaire, que parece haber abandonado el procesismo y guarda un silencio monacal, una discreción estrictamente suiza. ¿Se habrá curado de aquella enfermedad tremenda que sufrió en un sanatorio trotskista de la dulce ribera del lago Léman?

2 comentaris:

  1. La respuesta no la tiene ni la excelsa Borras, tildando de corrupto a Junqueras, y que por tal hecho está condenado y en prisión.
    Es el desideratum...

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  2. Hace tiempo que te lo digo, para ellos es una religión y una cuestión de fe, en la que no se duda de los dogmas.

    El día menos pensado, vemos una réplica del "botafumeiro" oscilando entre nubes de incienso en el "parlament"

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