29 de maig 2021

Pere Aragonès, lector de Paulo Coelho


El President dice, tras su primera reunión de consejeros, que se ha propuesto trabajar para la felicidad del pueblo catalán. ¡La felicidad nada más y nada menos! Algunos nos conformábamos con el bienestar, que parece un valor algo más concreto y evaluable, ya que se puede medir con índices racionales: la calidad de los servicios públicos es un indicativo mesurable, aunque no el único: los índices de pobreza, de hambre, de atención a la infancia vulnerable, de acceso a la vivienda digna, el abandono escolar, el salario digno... tenemos muchas cosas en que fijarnos sin llegar a la cosa borrosa de la felicidad. Y Cataluña no está, que digamos, en muy buena posición en esos conceptos.

Si no ando mal de memoria, algunos países nórdicos se propusieron algo similar a Aragonès, e incluso llegaron a establecer indicadores de felicidad para sustituir al PIB, demasiado prosaico. Es posible que los nórdicos contratasen los servicios de Paulo Coelho (en castellano, Conejo), como sin duda hará el señor Aragonès.

Me gustaría preguntar ¿que es la felicidad? pero no me atrevo. La verdad es que yo jamás me he planteado si soy o he sido feliz alguna vez. Quizás porque me temo la respuesta, quizás porque soy incapaz de definir felicidad por mi mismo. Visto lo visto, tampoco pienso que la infancia sea la etapa feliz de la vida. Tan solo creer que existe una etapa feliz en la vida, se me aparece el espectro de Schopenhauer y me señala con el índice, murmurando algo en alemán, un idioma que, por fortuna mía, no comprendo. La infancia tampoco es una etapa despreocupada: las preocupaciones son otras, pero no menores que las de un adulto.

Lo que me pregunto en realidad, pues, es qué diablos debe ser la felicidad para Pere Aragonès. Y más inquietante es la pregunta cuando no nos referimos a la felicidad de una persona si no a la de un pueblo, ese concepto vaporoso que tanto les gusta a los políticos nacionalistas cuando intentan hablarle a la ciudadanía, que es concepto más ilustrado que pueblo. Le voy a responder con sinceridad y calma al señor Aragonès: no quiero que se interese ni trabaje por mi felicidad, aunque le agradezco el gesto. Mi felicidad (algo que no se definir), así como mi placer y mis endorfinas, son cosas mías y no me emociona mucho que el señor Aragonès se inmiscuya en mis intimidades, la verdad. Con todo el respeto pero... al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y usted, señor, no es ni Dios ni tampoco el César: usted es un funcionario interino del estado que está ahí para mejorar el bienestar de la ciudadanía, entendiendo por ciudadanía la totalidad de los censados en la región catalana. E incluso de los no censados en ella.

A mi me haría un poco feliz que los políticos que ocupan cargos públicos dejasen de leer a Paulo Coelho, principalmente porque es un escritor pésimo y, como gurú, un patán. Preferiría que leyesen por ejemplo a Habermas, por citar a un solo pensador.

De todos modos, y ya puesto... señor Aragonès... si usted leyese o leyera este artículo... ¿me podría definir con pocas palabras el concepto felicidad? ¿Sería capaz de definirla sin usar la palabra república en su definición? Si me responde, que sepa que me habrá hecho un poco feliz. O por lo menos un poco menos infeliz. Y así, por lo menos, ya tendrá a un catalán medio feliz: algo es algo.

5 comentaris:

  1. Decía Ortega de que el tonto era vitalicio y sin poros.

    No catalogo al Sr Aragonés de tonto, pero si de poco documentado, muy poco documentado. Para hacer manifestaciones del tipo que hace, sobre la felicidad y la política; para tontos ya tuvimos a la Anna Simó, aquella que dijo : "Si voteu a la república sereu més feliçes".

    Y a lo que voy. Jamás, JAMÁS, se puede mezclar política y legalidad. Jamás. Lo político es jurídico, lo moral es social e individual.

    Como el poder es político, no moral, no pueden haber discursos morales para sistemas políticos. Luego no puede haberse propuesto trabajar para la felicidad del pueblo catalán, dado que esta frase pertenece a un discurso "legal normativo", y la promesa de la felicidad es "una falsa conclusión realista" de un predicado real, la felicidad, a uno semántico, como es el bien moral.

    NO SE PUEDEN MEZCLAR PROMESAS LEGALES CON TRASCENDENTES MORALES.

    El "si me votas serás feliz" es a todas luces una falacia. Porque votar es legal y feliz es trascendente. Sin embargo, "si me votas tendrás una pensión superior" es una fórmula legal por la premisa y la promesa.

    El Sr Aragonés ha argumentado como un positivista lógico, que es aquel que todo lo verifica y lo mesura, dando la validez al concepto de felicidad como si de una factura cualquiera se tratara haciendo la prueba del nueve.

    Trata al pueblo de ignorante.

    El Sr Aragonés en su argumento, jamás llegará a definir "el concepto de felicidad, que es una causa que se vive y que se siente, y no una causa que se razona y se cuantifica" (Unamuno).

    Sr Aragonés, le haría falta leer a Ferber, en sus "Conceptos fundamentales de Filosofía"; o bien a Mounier, en su Introducción al Existencialismo; o bien a Marcel, en sus Aproximaciones al concepto del ser; o bien a Julián Marías, o Zubiri, o la Zambrano, por no citar a Ortega...este es un buen legado de Metafísicos, de estudiosos de la Ontología, que le explicarán lo que es el "ser", el concepto de "felicidad" y la nula aproximación que tiene con lo "jurídico o legal" y los que ud y los suyos se les da tan bien mezclar.

    Ya decía Pedro Ruiz, no Sr Aragonés, ese no es filósofo, es cómico, que "nos gobiernan los últimos de la clase", y ya ve que tampoco le falta razón.

    Salut

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    1. Gracias, Miquel. Has aportado lo que yo he soslayado o ignoraba. En cualquier caso, estamos ade acuerdo: nos gobiernan los últimos de la clase. Aunque yo he tenido algunos "últimos de la clase" que lo hubiesen hecho mejor.

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  2. La "felisidad"... O sea, ¿no va a hacer nada...? ¿es eso?

    podi-.

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  3. Pues yo creo que sí que es coherente, y liga con lo que decía Anna Simó, porque la mayor parte de los catalanes indepes creen que la independencia les traerá la felicidad. El señor éste dice trabajar por la felicidad... de los catalanes indepes. También decía hace no mucho que "España nos roba"

    Por lo demás, también es cierto que la felicidad no tiene nada que ver con la calidad de vida. Los que tenemos ya una cierta edad tenemos la experiencia (propia o de amigos) de aquellos aspirantes a hippies que iban de vacaciones a la India y volvían contando cómo los indios parecían ser todos muy felices, a pesar de las carencias en calidad de vida que caracterizan a ese país. Y por el lado contrario tenemos que los países del norte de Europa, como Suecia, tienen los mejores índices de calidad de vida y, sin embargo, tienen también los índices más altos de suicidios, lo que nos dice que se puede tener una gran calidad de vida y sin embargo ser infeliz.

    Pero es cierto, por lo menos en lo que respecta a los (afortunadamente) pocos indepes que conozco: están convencidos de que con la republiqueta serán más felices, incluso aunque ello conlleve el inconveniente de ser más pobres.

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