11 d’ag. 2019

El turista voyeur de pobres


Aunque intento pasar unos días fuera de mi casa, de mi ciudad y de mi paisito, no hago el turista. No viajo a lugares exóticos. Me instalo en otro lugar (con la absurda e inútil intención de instalarme fuera de mi) y hago lo que haría en casa: pasear, leer, escribir algo, largas siestas, observar a la gente, comprar la comida en el Lidl o el Mercadona o comer en comederos de trabajadores como yo, en donde pido el menú básico. Sin embargo, uno no puede olvidarse de si mismo ni permanecer indiferente ante las cosas interesantes, y es entonces cuando saco la cámara de la mochilita y me llevo el recuerdo de un lugar lejano, al que quizás no volveré. Alguien dice que no se debe regresar jamás a un lugar en donde fue feliz. La mejor foto de estos días es la que adjunto, un cartel metálico y corroído, oxidado, en donde no obstante se repinta el mensaje con pintura blanca cada poco tiempo. Está en el caminito que baja hasta el arroyo, bajo una sombrita deliciosa y fresca de castaños jóvenes. El agua (de deshielo) está fría y llena de fauna minúscula. No sabría decir si es es un cartel intemporal o solo antiguo. O quizás clásico, ya. Me recuerda a una época otra, de cuando las cosas eran más sencillas, claras y unívocas. Como las collejas que me soltaba mi padre en respuesta silenciosa a una conducta inadecuada, incluso a una palabra fuera de lugar. En el cartel no se menciona ninguna ordenanza municipal, ninguna ley española o europea, ni tan solo autonómica. Para instalar el cartel no se creó ninguna comisión de expertos (con sus pertinentes asesores bien pagados), no se apela al medio ambiente, ni a la igualdad, ni a los derechos de no se que colectivo, no se referencia ninguna página web, no aparece el logotipo de ningún consejo regulador de nada, ni el círculo de estrellas europeas. El lugar está limpio, casi tan limpio como si no existiera la humanidad.


Algo que sí practico mientras estoy fuera de mi casa es el esfuerzo por olvidarme de las cosas catalanas, y pongo las noticias en la tv poco rato, y no consulto nada que me pueda poner de mal humor: nada de Torra, nada de la ANC, nada de la Cup, nada sobre los políticos golpistas presos a la espera de la sentencia. A la vuelta, sin mucho interés, me pongo al día. Me choca descubrir que hay una campaña crítica con "Proactiva Open Arms", y que a través de esa campaña (vaya usted a saber quien la ha iniciado) se ponen de manifiesto los puntos débiles de la ONG. Algo que siempre me ha fascinado de Proactiva Open Arms ha sido su enorme capacidad para conectar con los medios, para publicitar su labor y para obtener apoyos. Eso me devuelve a mi asunto inicial, a mi negativa a practicar el turismo.

Muchas veces he sentido que el turista occidental es alguien que goza viendo la pobreza en otros países, practicando un lujurioso voyeurismo de la pobreza en lugares lejanos. Mientras la clase media (o medio baja) europea practica una estricta aporofobia, la misma clase practica la aporofilia cuando viaja en verano. Los chicos de Proactiva Open Arms no hacen nada que no se pueda publicar en los medios: exhiben una y otra vez los rostros de las personas que rescatan en el mar, y contribuyen así a la exhibición de la miseria. Lo que yo no sabía es que "Proactiva" es una empresa dedicada a la vigilancia de las playas españolas, una empresa que ofrece precios imbatibles a los ayuntamientos costeros. Por lo que se está publicando, Proactiva gana grandes sumas de dinero, mientras que sus trabajadores protestan por las condiciones y lo sueldos miserables que obtienen. El chaval que vigila una playa en el litoral catalán no se podrá permitir veranear en el barco "Open Arms" rescatando a pobres: trabaja por cuatro perras bajo el sol de una playa catalana para ganarse esas cuatro perras.

Hay algo de espectáculo lamentable en todo eso, algo de voyeurismo, una crueldad disfrazada de piedad, algo de una piedad de cartón piedra. El carlismo siempre asoma su hocico cuando se trata de Cataluña, parece una maldición: exhibir una ética humanista y humanitaria mientras se explota a otros para financiar campañas mediáticas. Es indigno y vergonzoso (y criminal) dejar morir a personas que huyen de la miseria cuando cruzan el mar, y también lo es la exhibición de la miseria de los otros. Hay algo que no encaja cuando se produce una manifestación bajo el eslógan "Volem acollir" (que capitaneó la ANC), y a la vez las manifestaciones contra los "mena" que se producen en las poblaciones catalanas que acogen a emigrados. Algo no va bien cuando el barco que salva náufragos pobres se financia con la explotación de pobres locales. Algo no va nada bien.

Y resulta que la mayoría de los emigrantes rescatados en el mar lo son a bordo de buques del ejército y de la Guardia Civil, que no exhiben fotos de los miserables ni piden donaciones.

Cuando viajo lo hago a lugares en donde haya una clase media como yo, jamás he fotografiado pobres ni sirvientes.

2 comentaris:

  1. "...Y resulta que la mayoría de los emigrantes rescatados en el mar lo son a bordo de buques del ejército y de la Guardia Civil, que no exhiben fotos de los miserables ni piden donaciones..."
    Aquí el quit de la cuestión. De las empresas privadas haciendo la labor social que le pertenece al Estado, no me fío. Como no me fío del artista de turno que deja su yate , más grande que el barco de la empresa privada, atracado en Cannes para hacerse una foto salvando vidas y saliendo en las portadas digitales.

    Todo es una obra de teatro, menos las muertes en el mar, que son reales. Ni el Volem acollir es real (mañana los traemos a Catalunya y pasado nos quejaríamos de que los españoles nos dejan el problema para nosotros), ni los obreros que trabajan en la empresa son voluntarios, sino empleados con sueldos muy bajos y problemas laborales. Sólo, insisto, es real las muertes, siete mil este año en lo que llevamos y, en el Mediterraneo.

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  2. Tiene su aquel esto de las ONG's, que te incordian (también) cuando vas por la calle mediante unos "captadores", a los que enseñan las técnicas del chantaje emocional y por otra parte les explotan contratándoles como falsos autónomos y despidiéndoles si no cumplen unos objetivos (volumen de pardillos captados en determinado plazo) que suelen ser inalcanzables. Que te los tienes que quitar de encima sintiéndote doblemente culpable (por hipotético insolidario con los oprimidos y por jorobarles el curro a los captadores)

    Pero, por otra parte, en un mundo con cada vez más gobiernos presididos por xenófobos supremacistas, una UE que se desentiende de sus antiguos colonizados, si además quitamos las ONG's ¿qué nos queda?

    Es complicado.

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