2 de febr. 2018

Como liberarme de la novela negra en medio de la BCNegra

Resultat d'imatges de sagrario cabañero

Llevo mucho tiempo dándole vueltas al asunto. Al asunto de la fatiga del género negro, que se encasilló en unas fórmulas agotadoras y cansinas y en la renuncia explícita al lenguaje literario que, perpetrada en nombre de la comercialidad, la vuelven aburrida y tediosa y, por lo tanto, anticomercial. La verdad es que me metí en el género sin pensarlo: en 2013 escribí un drama sobre la tragedia de "las dos Españas" y me salió un texto que, según un experto, era un texto del género negro. Ese es el rol de los expertos, que son la gente que, antes de ser expertos, fueron pertos. Digo yo.

Y así fue como creí que yo era un escritor del género negro cuando, en realidad, ni tan solo era un lector de ese género des de mi primera juventud, en que lo empecé a leer y me hastió muy poco más tarde. Me había pasado lo mismo en una ocasión anterior, cuando me propuse escribir teatro. Publiqué una obrita y un crítico y editor (de bastante renombre en Cataluña cuyas iniciales son A.B.) dijo de mi que se me notaban las lecturas de Harold Pinter, autor al que jamás había leído. Pensé que yo era un nuevo Harlod Pinter pequeño y catalán (perdonen la redundancia). Leí a Pinter a partir de ese momento e intenté imitarle, pero la verdad es que no conseguí ninguna otra publicación teatral: apuntarme al pinterianismo fué la tumba de mi producción teatral.

Entre las cosas que me fastidian del género negro (que son muchas) está esa fijación en el tratamiento del tema de la maldad, el valor que se le da al criminal (ya sea comprendiéndole, en la perspectiva humanista, o convirtiéndole en payaso asesino, en la perspectiva policial que tan en boga está). Lo demás son variaciones de esas dos perspectivas. Luego está el tedio de la novela protagonizada por un policía astuto, inteligente y seductor, que me aburren hasta el infinito y que suelo abandonar no mucho más allá de la página 40, mientras lamento los 20 euros tan mal invertidos, y mientras me doy cabezazos contra la pared y me digo: mira que eres burro, burro y burro. (Eso "burro, burro y burro" es lo que le dijeron Buñuel, Lorca y Dalí a Juan Ramón Jiménez, en la famosa carta que le mandaron a propósito de "Platero y yo").

Para liquidar mi tránsito accidental por el género negro me propuse algunos retos: uno de ellos consistía en tratar la bondad, que es mucho más rara y más sorprendente que la maldad, algo al alcance de casi todos: al fin y al cabo, con ser solo un poco malo uno ya es malo, del mismo modo que con ser solo un poco ignorante uno ya accede a esa categoría. No sucede lo mismo con la bondad, que es mucho más restrictiva y exigente. Otro reto fue narrar la historia de un crimen des de la perspectiva de la víctima y restándole valor al criminal. Eso lo han hecho algunos, es cierto. Pero son pocos y raros, por lo cual me gustan. Hay que señalar que quienes optan por esa actitud suelen prescindir del personaje policial, que es un personaje inabordable si se quiere ser honesto: el policía no tiene enjundia literaria.

Empecé a buscar historias del sector llamado "true crime" en las que hubiera un personaje (una persona, perdón) buena en la que fijarme. Eso no es nada fácil, pero no es imposible. Tras muchas pesquisas, di con un caso fechado en 1948 y en un pueblo del interior de Tarragona, en la comarca del Priorato. En ese año, un comando del maquis atentó contra el jefe provincial de la Falange española en la provincia y le dieron muerte en una curva de la carretera tortuosa que lleva des del pueblo hasta Reus, que es la villa en donde vivía el jerifalte falangista. Durante algunos años hubo, en la curva del atentado, una cruz que conmemoraba la muerte del capo falangista. Luego alguien la mandó, a puntapiés, barranco abajo.

Lo que sucedió a continuación es materia literaria en estado puro.

Como el régimen no tenía fuerzas del orden destacadas en la zona (ni un solo cuartel en toda la comarca), decidieron desplazar hasta allí a un montón de guardias civiles, que fueron alojados, por orden gubernativa, uno en cada casa del pueblo. La gente del pueblo acató la orden. Las cosas, entonces, no estaban para esas desobediencias de pacotilla que tanto gustan hoy en Cataluña (y lo digo por si alguien todavía no ha descubierto las 7 diferencias entre un estado democrático y una dictadura -¡hay que ser muy corto o muy malintencionado para no verlas!), así que, en muchas casas del pueblo, se acogió a un guardia civil que dormía y desayunaba a costa del contribuyente. Y sin rechistar.

El período de estancia de los guardias civiles en el pueblo del Priorato fue breve: la Guardia civil  tardó poco en pillar al comando terrorista, que fué detenido y fusilado en la playa de Montjuïc semanas más tarde. Sus cinco miembros fueron sepultados en el Sot del Migdia, una ladera del monte en donde luego se levantaron chabolas y más tarde se celebraron grandes conciertos de rock.

Pero.

Pero aconteció, en este pueblo y durante aquel tiempo, una historia que me conmovió mucho en cuanto me la contaron. Durante aquellos pocos meses, un joven guardia que se había instalado en  casa de una joven viuda del bando republicano inició un idilio con la mujer que le hospedaba. Eran dos jóvenes perdidos y desubicados en una España salvaje, poseída por el odio, el dolor y la venganza. Y ellos eran demasiado jóvenes para comprender tanto odio, tanto deseo de venganza. El deseo, para los dos españolitos de esta historia, era otra cosa. Digo yo que debieron de hablar mucho ellos dos, visto que el romance les unió hasta el fin de sus días.

El romance no se pudo mantener en secreto. En un pueblecito de 200 habitantes no es posible guardar secretos de esta índole.

Ella tenía un hijo del soldadito muerto, nacido en 1940, cuando el padre ya no estaba. El guardia civil le dió su apellido al niño y así lo inscribieron en el juzgado de Reus. El amor, por lo visto, es capaz de eso. Y de mucho más.

Lo que sigue no lo voy a contar, por supuesto: al fin y al cabo, esa es mi historia y mi investigación. Una historia que no termina ni bien ni mal. Es decir, que termina bien y mal.

Solo quiero añadir que el guardia civil jamás maltrató a la mujer. Ni un bofetón en toda la vida que compartieron. Ni uno solo, ni tan siquiera en broma, ni tan siquiera figurado. En este escenario no hubo nada negro. Lo negro estuvo (¡y está!) a su alrededor.

3 comentaris:

  1. No todas las historias terminan mal. Ahora estoy curioso.
    Un abrazo

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  2. No soy lectura de novela criminal porque proyecta el mal como un foco unidireccional, la historia que cuentas, no será la primera de estas características, pone de manifiesto lo que dejó escrito Viktor Frankl, pasó cinco años en campos de concentración, así que de la maldad humana algo sabía. Retomo su conclusión: la humanidad se agrupa en dos grandes categorías, gente indecente y gente decente. Decencia como principio moral que exige el respeto por la vida y los sentimientos ajenos. Preciosa historia de amor.

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  3. [MI EX ESPOSA ESTA DE VUELTA]
    Mi ex esposa me recriminó diciendo que no quería volver a casarme y, por lo tanto, ella intentó que los niños se volvieran contra mí también. Tuve una relación terrible con todos ellos y la mayor parte es porque o no me deja verlos o porque está llenando sus oídos con un montón de mentiras sobre mí. Intentamos la mediación, nada parece llegar a ella. Conocí al Dr. Akim que me ayudó a lanzar un hechizo de amor, ahora hay tanto amor y felicidad en mi familia. El correo electrónico del Dr. Akim: [prayerstosavemarriage@hotmail.com]

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