11 de des. 2017

Xirinachs en el vecindario (reflexiones en tiempos de campaña)

Resultat d'imatges de tomas de kempis

Nací en un piso de la calle que entonces se llamaba "Virgen del Pilar", muy cerca del Palau de la Música. Era un piso enorme, de techos altos, grandes salas, bellas baldosas y antiguo, de más de 150 años por entonces. Era la casa de mi familia materna des de tres generaciones, de cuando las familias duraban en una casa. Mis recuerdos de aquella casa son ambivalentes: aprecio el recuerdo del espacio generoso, el patio enorme, trasero, que lindaba con un jardín asalvajado, paraíso de gatos con pelaje de tigre que cazaban ratones con una habilidad fascinante. Pero en ese piso no todo era luz: sus enormes zonas oscuras estaban repletas de recuerdos trágicos y de habitaciones vetadas, cerradas des de décadas atrás de mi nacimiento, cerradas des de que el abuelo se marchó a la guerra, luego al exilio y luego a la muerte, en Francia, sin pasar por casa. El rastro de dolor y de pena que dejó ese exilio y esa muerte era tan poderoso que ocupaba grandes áreas con su sombra apesadumbrada. Cuando, a los 17, leí la "Casa tomada" de Cortázar, creí entender aquel cuento mejor que cualquier otro ser humano en el mundo entero.

Con el tiempo todos terminamos por marcharnos del piso-panteón de Virgen del Pilar, 15, principal. Mi abuela, la última inquilina, falleció a finales de los ochenta. El piso, alquilado por mis ancestros des de hacía más de un siglo, permaneció algunos años cerrado a cal y canto. Hasta que, a finales de los 90, lo adquirió una fundación para instalar allí su sede. Entre los promotores de la fundación estaba el señor Lluís Maria Xirinachs, por entonces un señor ya algo mayor y en cuya mente se gestaba, por aquellas fechas, la idea de crear un banco solidario, una contradicción de términos que sonaba a locura de iluminado en aquellos tiempos pero que, años más tarde, engendró la matriz del banco Triodos, pero eso sucedió en un país bajo.

Xirinachs fue eso más o menos, un iluminado lleno de ideales y buenas intenciones. Aunque el hombre tendría sus facetas oscuras, aciertos y desaciertos, como todos, su historia es la más parecida a la de un santo medieval de nuestros tiempos, con algunas similitudes con Vincent Van Gogh. Xirinachs tenía algo de místico y de poeta, de mártir, de santurrón, de sabio loco, de exiliado de si mismo. Incluso su muerte, autoinducida, plantea enigmas densos y confusos. Creo que Xirinachs no solo se había leído el Kempis si no que se lo sabía al dedillo y debía ser uno de sus libros de cabecera, tal como lo fue para el protagonista de una novela inmensa de Llorenç Villalonga (aunque, en ese caso, creo que con cierto cinismo). [Dejo una cuestión al margen: ¿los mejores escritores en lengua catalana son los escritores valencianos y/o mallorquines? Y quiero puntualizar que no soy, para nada y bajo ninguna circunstancia, uno de esos pancatalanistas.]

Estoy seguro de que Xirinachs quería imitar al Cristo. Esa era la vía para el perdón y la redención que propuso Tomás de Kempis, el clérigo medieval alemán del XV. Para imitar a Cristo hay que sacrificarse en grado sumo, y no solo ofrecer la otra mejilla ni practicar una imitación metafórica: hay que someterse a la humillación y al escarnio, ofrecerse al dolor, a la represión, a la burla. Hacerlo de veras. Lo de imitar a Cristo puede parecer un acto de vanidad, pero, practicado con mesura quizás no está tan mal. Lo que me sorprende de esa opción es lo otro, es la exhibición del sufrimiento, esa impudicia que tanto gusta a los catalanes cuando se trata de hablar de víctimas, porqué el exhibicionismo del sufrimiento o de la víctima (con intenciones más que espúreas: conquistar el poder, un cargo, una prebenda, una portada de periódico) no puede ser considerada, en modo alguno, una postura cristiana. Y creo que los teólogos me darían la razón.

Por estas fechas vemos auténticas competiciones por ser (o por parecer o por aparecer) como víctimas, y lo vemos en todos los lados de la contienda electoral. Me pregunto qué diría Xirinachs, y que pensará Dios, en el caso de existir, cuando lo vea. También me pregunto qué diría Nietszche, pero eso es otro cantar.

Muchas veces me he preguntado por la curiosa presencia de Xirinachs en la casa en donde viví mi primera infancia, por esa rara coincidencia, y me doy a especulaciones trasnochadas pensando en las dimensiones paralelas y los saltos temporales a través de agujeros transdimensionales: en distintos momentos que quizás se podrían conectar, Xirinachs y yo estuvimos en las mismas habitaciones, hicimos pis en el mismo retrete, tomamos el sol en el mismo patio soleado. ¿Hay en todos los hombres un impulso de santidad? ¿De víctima expiatoria? ¿Es más aguda esta propensión en Cataluña?

He dejado para el final una cuestión apuntada con anterioridad. Lo del banco solidario que pretendía crear Xirinachs, un banco que tenía que ser el reverso de la moneda (perdonen la broma fácil) del banco del señorito Pujol. ¿Cómo casa la fundación de un banco con la voluntad de martirologio? Quizás hay algo también muy catalán en esa contradicción aparente, pero a mi se me escapa.

3 comentaris:

  1. No debería de escapársele, amigo LLUIS. absolutamente todos nuestros políticos de la transición nacidos en casa, todos, sin ninguna excepción, fueron banqueros antes que políticos.
    Cuestión de sangre y fe, que como ve, en este caso siempre van acompañados.
    Salut

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  2. A mi me gustaría saber que pensaría Nietzsche de todo este corralillo. Salud.
    Francesc Cornadó

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