1 de des. 2017

Un poeta fracasado en Bucarest

Resultat d'imatges de solenoide cartarescu

Nunca estuve en Bucarest.

Cuando viví en Lérida, hace ya algunos años, cerca de mi piso estaba la calle a la que todo el mundo conocía por “la calle de los rumanos”, en donde hay un garito llamado Bucuresti, no sé si con algún acento exótico en una o dos de sus nueve letras.

Más de una vez pensé en meterme en el local, fingiéndome distraído o alelado, y pedir un café, con el objetivo pueril de curiosear, observar un poco y largarme pronto, sin levantar sospechas. Los tipos que entran solos en los bares solo pueden ser policías secretos o poetas fracasados por completo. Pero no, no entré nunca en el Bar Bucuresti.

Cada vez que pasaba ante la puerta terminaba por seguir calle arriba, y continuaba andando hacia un destino que ya no recuerdo. Siempre miraba la cristalera del local, invariablemente repleta de banderas y símbolos patrios para impedir la mirada del curioso y seguía para allá. Las banderas, sean del país que sean, suelen usarse para eso, para ocultar negocios turbios.

Muchas veces, eso si lo recuerdo, bajo el dintel del Bucuresti, había dos o tres tipos de aspecto muy rudo, fumando pitillos. Incluso en invierno (y el invierno de Lérida es rotundo, lo puedo jurar) los tipos del dintel cubrían su torso con tan solo una camiseta, siempre blanca, agarrada a su musculatura solemne, las mangas enrolladas hacia el sobaco para evidenciar unos bíceps de gimnasio con olor a sudor soviético. Cabezas esmeriladas, mandíbulas anchas, ojos grises. Esos tipos no fumaban, en realidad, solo mantenían el cigarrillo encendido en la mano para justificar su presencia allí. (El cigarrillo, según descubrí, siempre era de la marca Winston, y pensé que esa debe ser la forma íntima de vengarse del comunismo que usan los emigrantes de aquéllas zonas del mundo).

La calle de los rumanos, en Lérida, lleva el nombre de un poeta catalán del XIX que ya no aparece ni en los libros de texto de literatura catalana de los bachilleres. Es la calle de los rumanos, tal como dije, y el antiguo compositor de églogas y gozos pastoriles se pierde, arrastrado por el fluir de un Danubio muy lejano pero, sin embargo, capaz de arrastrar hasta la mar a poetas catalanes de la Cataluña interior.

En Al-larida también está la calle del Norte, cerca de la estación de trenes. La calle del Norte es la primera calle completamente habitada por los inmigrantes magrebíes. Tiene su gracia, que sea la calle del Norte la elegida por los moros. Dijeron que se iban para el Norte y dieron con sus huesos en esa ciudad triste, gélida, cerril. Calle del Norte. Ese es el norte adonde llegaron, el remitente de las cartas que mandan a sus parientes de las soleadas laderas del Atlas.

Cada vez que me acuerdo -y no se por que razón- del bar Bucuresti en la ciudad de Lérida, pienso en cuando me disponía a cumplir los 50. Algunos días antes de la efeméride, un conocido me preguntó si iba a celebrarlos de alguna manera especial, porqué parece ser que la mayoría lo hacen así: por una parte está la manía de los números redondos y por otra la creencia en que, haber dado una vuelta más a una bola de lava ardiente montado en una piedra que gira, alocada y ciega, es algo digno de celebrar. Los moros, por ejemplo, no celebran los cumpleaños porqué les parece un acto de vanidad (algo de razón llevan).

A la pregunta sobre la celebración de mis diez lustros, respondí casi sin pensar: “Me iré a dormir a Bucarest”. Aunque, en verdad, lo que pergeñaba era seguir más allá de la ciudad, por el curso del Danubio hasta el delta, y contemplar la desembocadura mientras recitaba (leyéndolas) las frases que escribió Claudio Magris sobre aquel lugar, las frases finales de su libro sobre el río. Esas cosas pasan cuando uno cree que lo mejor de la vida es leer sobre la vida y siente que, limitarse a vivirla, es un acto indigno.

Así que no, nunca estuve en Bucarest. Jamás dormí en aquella ciudad. Aunque he soñado muchas veces que lo hacía, unas despierto y otras dormido. Despierto cuando leo “El burdel de las gitanas” de Mircea Eliade o esa catedral de la literatura que es “Solenoide”, del otro Mircea, Mircea Cartarescu. Su apellido lleva acentos raros pero me da pereza consultarlos cuando hablo de sueños o de recuerdos.

Creo que nunca fui a Bucarest y nunca dormí en esa ciudad porqué algo me dice que, de hacerlo, ya no despertaría jamás. Y a esa posiblidad le tengo miedo, tal como es comprensible, aunque no sepa decir, con exactitud, por qué motivo. Vaya embrollo lo de la repatriación, me digo, morir en Bucarest, vaya mala idea. Eso debe ser un lío burocrático de narices, de adjetivo kafkiano bien empleado. La verdad de mis temores, como siempre, es otra. Pero desde luego que no la voy a contar.

Debería haber tomado un café en el bar Bucuresti de Lérida, eso sí lamento no haberlo hecho. A veces me imagino el interior del bar como un lugar oscuro, maloliente, habitado por traficantes de blancas, de drogas o de armas, antro siniestro y peligroso que aviva la glándula del peligro y dispara la adrenalina. Me imagino, por demás, que en el baño podría haber una puerta que comunica con otra dimensión, herética y soez, abominable, a la que solo me asomo un segundo que me basta, aunque infinitesimal, para intuir una humanidad degenerada, animalizada, reducida a la miseria, la amnesia y el canibalismo, de ojos ciegos por tanto vivir en cavernas profundas, asquerosamente emparentada con cierto tipo de insecto parásito.

Otras veces, sin embargo, me veo profundamente decepcionado al descubrir que el local no contiene el menor atractivo y es vulgar, huele a ambientador de pino salvaje o a limón del Caribe (ambos del Mercadona) y solo alberga a un puñado de hombres muy mayores, inmigrantes de las regiones pobres de Rumanía junto a tristes jubilados locales enzarzados en largos y espesos silencios de nostalgia, de cerveza tibia o de rencor.

Lamento no haber vivido durante unos minutos como un tipo que, en vez de ser un poeta fracasado, simula ser un poeta fracasado.

12 comentaris:

  1. Cuando viví en Lérida..., I aqui he deixat de llegir. No seria que vares viure a Lleida?

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  2. "...Las banderas, sean del país que sean, suelen usarse para eso, para ocultar negocios turbios..."

    Qué cabrón ¡¡¡
    Esta es buena, quizá la mejor frase que te ha salido desde hace mucho tiempo.
    ¡Qué cabrón ¡.

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  3. cabrón no! com a mestre, ignorant. No sap ni escriure Lleida.

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    1. La frase, Francesc, no tiene desperdicio. No la tiene.
      Salut

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    2. Home, Francesc, suposo que parles en broma...! Ja saps que una cosa són els topònims oficials i l'altre la forma en què s'anomena un lloc en cada idioma. Així, Lleida és Lérida si escric en castellà de la mateixa manera que, en català, és Saragossa i no Zaragoza, o Londres i no London, Milà i no Milano, Varsòvia i no Warszawa, Moscú i no Moskvà. No volia fer-te una classe però com que parles de la meva ignorància de mestre, t'ho he volgut explicar. Escolta... i no serà que ens estem tornant ximplets, al final, amb tanta confrontació?

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    3. Bajanades, de fet és LLeide. Jo no estic confrontat amb ningú, ximplet tampoc. Simplement és LLeida. Ara, et diré que de fet tampoc escric Saragossa, sino Zaragoza, pero vaja, tambe diuen Manchester Ciry, la gent no sap xerrar. I tu mateix em diones la resposta quan compares noms de ciutats, per tant és Lleida.

      SALUT

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    4. Francesc, no crec que calgui debatre sobre aquestes coses, perquè són prou clares. Per cert, els lleidatans no diuen "Lleide" si no "Lleida", perquè tal com saps, en la variant occidental no es neutralitza la "e", que són totes tancades, però en cap cas les "a" es converteixen en "e".

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  4. Al-larida..., quina meravella de topònim per a una ciutat eixuta i un punt severa.
    Bucarest es belluga entre un passat imperial, un altre de comunisme pardoxalment miserable, i ara creix poc a poc en una adolescència bella i alhora maldestra.
    La cinquantena ja no és un bon moment per tenir por...

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    1. L'evolució del topònim és molt interessant. Sembla que els íbers en deien Iltrita o Iltrida, i Ilerda els romans. D'aquí en surt Al-larida, potser el nom més poètic que ha rebut (als íbers me'ls imagino molt poc dotats per la poesia). Després ja tenim Lérida i Lleida, sobre la qual ara fa poc llegia la batalla que hi va haver el 38, menys famosa que la de l'Ebre però esgarrifosa, duríssima. Això, que la història és un altre refugi.

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  5. Jo vull anar a fer un cafè al Bucaresti per celebrar els meus 50!!
    "Els primers 50 anys de la infància són els més importants" (Popular)

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  6. Bucarest es maravillosa. Caótica, festiva, abierta. Últimamente, en toda Rumanía, están convirtiendo edificios viejos en librerías y son, creo sin temor a equivocarme, las más bonitas del mundo. También, los problemas son reales. O más reales que aquí, aunque sus calles son más seguras. Y mientras nosotros nos peleamos por ver quién es más víctima, ellos son el verdadero sur. Trabajadores abnegados que, partiéndose el lomo, han logrado enviar a sus hijos a la universidad en España. Hay escenas a veces que a mí me cuesta ver, le hablan a sus hijos en castellano. Y, apuntando a algo que comentaste en entradas anteriores, fíjate cómo suena para mucha gente "mi hija se ha casado con un rumano". O viceversa.

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  7. Estuve en esa ciudad de paso a otra ( Lérida o Lleida ) y paseé de noche de casualidad por esa avenida oscura llena de inmigrantes magrebíes y todas las demás tipologías descritas.

    Y pensé para mi interior muchas cosas ( de los temas candentes) como el significado de la palabra patria.

    En fin.
    Me dejó muy triste , desconocía esos contrastes ( de gente "bien" de día en las manifestaciones de turno y este otro tipo de " ambiente" nocturno.

    Total.
    Pasé efimeramente por Lérida o Lleida o como queráis llamarla.

    Y pensé... cosas que no tengo ganas ahora de decir.

    Pero entiendo ese sentimiento descrito de tristeza mezclado con más cosas.

    Un saludo desde Andalucía.

    Y buena semana Lluís.
    Bs.


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