21 de jul. 2022

PATRIA, CALOR Y SOLEDAD

Lo he contado otras veces: justo debajo de mi piso se instaló, hace unos pocos años, la sede local de la Asamblea Nacional Catalana. Es un antiguo garaje, construido con baldosas de varios tipos y colores, ensambladas sin ton ni son, arquitectura de aprovechamiento y saldo. En este barrio abundan las casitas de los años 60 y 70, de cuando algunos levantaron, con sus propias manos y la ayuda de un albañil amigo, una casita de dos plantas más bien modesta.

Tras muchos años cerrado, el dueño le alquiló su garaje a la ANC y des de entonces se reúnen, un par de veces al mes, hombres y mujeres de edad notoria y se sientan, durante largas tardes, a debatir. Hay largos periodos de tiempo en los que no se ve un alma. Ahora, sin embargo, ha habido algunos días de movimiento.

Entre los habituales hay un anciano ciego. Es un hombrecito cuya edad ya resulta metafísica, espiritualizado, leve como una hoja que el viento podría levantar. A veces le contemplo como sale del local y camina calle abajo, normalmente ayudado por alguna señora independentista. Pero en cuanto llegan a la esquina, ella le suelta y el hombre, entonces, avanza muy despacito, golpeando con el bastón, incapaz de descifrar algunos de los obstáculos que encuentra: ahora mismo, el andamio ante una fachada le proporciona un laberinto imposible en donde él, tan liviano, ejerce de Ariadna senecta y el sol de julio, de Minotauro. 

La contemplación del hombrecito ciego me emociona. Solo, calle abajo, con esos ojitos protegidos por un velo gris perla. Me olvido por un minuto del dolor que han provocado los independentistas y sus ansias antiliberales y antidemocráticas, de la crueldad de su acción fracturadora de la sociedad, de su egoísmo sin límites. Ese hombre no solo es incapaz de infligir ningún daño a nadie: también es una estampita de la fragilidad humana. Sabemos el final de la historia pero ignoramos el argumento de la obra, esa es la moraleja. ¡Quién le iba a decir que terminaría ciego, solo y trastabilleando por la calle! Y por lo tanto: ¿acaso yo mismo se algo de los capítulos que me quedan antes del final conocido?

Luego me pregunto: ¿qué le habrá empujado a unirse al grupo de nacionalistas? La soledad es la primera respuesta que obtengo. Aunque luego puedo crear otras hipótesis: ese hombre nació poco antes de la guerra y, muy probablemente, vivió los mejores años de su vida bajo un régimen de oscuridad y miedo, en una España tristísima y gris. Los mecanismos de la psique son retorcidos: quizás le gustaría participar en algún tipo de venganza, y someter a los demás a otro episodio totalitario. Pero quizás simplemente necesita escuchar voces, sentir el arrullo de la reunión, el bálsamo de la presencia humana, el calor del grupo. Hay un cuento de tristeza infinita en ese hombrecito sutilizado que dedicará los últimos esfuerzos de un cuerpo ya exhausto en favor de una patria ilusoria, proyección mental de vete a saber qué ausencias, dolores y sueños rotos.

Hace un par de días, viéndole azorado ante el choque su bastón contra el andamio, apoyé mi mano en su hombro y le pregunté si necesitaba ayuda.

-¡No! -respondió con su vocecita aflautada y sin aire -Yo solo.

Y entonces me di cuenta de la brutalidad acerada de su soledad, y percibí un destello peligroso en su mirada que no mira. Y, sin embargo, sentí todavía más pena. Por él, por mi, y por toda la humanidad. Y recordé la frase de Tolstoi demasiado citada, manoseada ya: siento amor por la humanidad, pero soy incapaz de amar a un hombre en concreto.

2 comentaris:

  1. No descartes un cierto revanchismo en su motivación por la "estelada".

    Pero a Franco lo enterraron en 1.975, y dos años más tarde sucumbió su régimen. A estas alturas odio y revanchismo ¿ contra quién ?.

    Lo peor de los regímenes dictatoriales y represores, es que inoculan en algunas de sus víctimas un odio feroz y destructivo, que desaparecida la causa que lo provoca, permanece vivo y activo. Y el ser humano que lo sufre, es digno de compasión. No encontrará nunca la paz de espíritu.

    Un abrazo

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  2. Creo que RODERICUS ha expresado lo que yo hubiera escrito.
    Insisto en la palabra "compasión", es una palabra espiritual que en este caso hay que tenerla presente para esta persona.
    De todas formas, te recuerdo a Sabato en su Sobre héroes y tumbas.
    Creo que me entiendes, LLUÍS.
    Un abrazo

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