3 de des. 2021

Cuando Khadija encontró a Maricarmen (cuento de navidad, 2021)

Maricarmen nació en un pueblo de Córdoba, de cuyo nombre muchas veces no se acuerda. Se acuerda de vestirse y de comer, aunque a veces empieza por el postre o se viste del revés. Maricarmen llegó a esta ciudad catalana a los quince recién cumplidos, arrastrando la maleta de cuerdas, y se alojó en casa de su hermana, que ya llevaba seis meses aquí, trabajando en un fábrica de telas. Tenían una buhardilla alquilada, una sola pieza, con un ventanuco redondo y una pileta y un grifo de cobre. Maricarmen sueña con la ventana redonda muchas veces. Sueña con aquella ventana cuando duerme y despierta. Se le aparece la circunferencia de luz como una luna pálida. Una vez soñó que se levantaba de la cama y salía volando a través del agujero perfecto.

Conoció a Antonio en un baile de fiesta mayor. Antonio no tenía ni idea de bailar: era torpe, escaso de palabras, tímido y bajito. Pero parecía buena persona y la invitó a un helado. Antonio simuló que podía invitarla a cuantos helados deseara ella, y a gaseosas y limonadas, aunque Maricarmen enseguida se dio cuenta de que Antonio no tenía ni un céntimo más en su bolsillo y que el helado era toda la inversión que se podía permitir.

Se casaron un sábado, vivieron su luna de miel el domingo siguiente y el lunes a trabajar. 

Tuvieron dos hijos: un hijo y una hija. El hijo a veces llama. La hija la visita una vez cada quince días: vive en un pueblo del norte cuyo nombre se le escurre a Maricarmen de entre los dedos, como el agua de la fuente fría. A veces el norte de la hija es Cantabria, a veces Alemania, a veces Norteamérica y una vez incluso fue el Polo Norte.

Maricarmen lleva dos años ya acudiendo todas las tardes a lo de la Cruz Roja. Se entretiene y habla con su amiga Teresa, que la pobre está fatal y no se entera de nada, y un día te suelta que de joven era una niña rica y al otro que su padre fue un marinero ramplón de manga ancha y mano larga. Y al otro, que fue cantante de cabaret y tuvo un amorío con Nino Bravo.

Maricarmen se ha fijado en que algunas tardes también van niñas y niños a lo de la Cruz, pero se van a otro piso, vete a saber. Vienen al salir del cole, con sus mochilitas de colores y sus chándales del mercadillo, y ese pelo negro largo azabache. Hay una niña que se llama Khadija. A Maricarmen le costó un barbaridad comprender el nombre de la zagala morena, que se parecía a una niña de su pueblo, ese pueblo que se llamaba... que se llama...

Llegó la Navidad y las educadoras de Khadija les propusieron a las niñas escribir una felicitación a una de las señoras mayores que veis muchas tardes en la planta baja. Khadija recordó aquella viejecita que le pregunto quince veces su nombre. Khadija, Khadija, Khadija, Khadija... ¡jolines! ni que fuese tan difícil mi nombre. Yo sí recuerdo el suyo, es muy fácil: Macarmen

Khadija agarró la hoja, y escribió en ella

Macarmen, eres una señora muy simpática y espero que pases una fiestas felices. 

Se pasó casi veinte minutos para escribir la frase, con su mejor letra. ¿Cuántas broncas no le costó llegar a esa letra redonda y recta! Luego dibujó una ristra de corazones rosas debajo de las palabras, tres flores encima y una estrellitas a los lados. Las estrellas las coloreó de rojo y de verde. Preguntó si había rotuladores dorados y le respondieron que no. En vez del dorado imposible, rodeó las estrellitas con un lápiz naranja.

Y otra tarde, la monitora de Maricarmen y las demás les repartieron las felicitaciones de unas amigas que teneis y que os quieren mucho. Maricarmen se guardó la carta en el bolsillo y solo la abrió ya por la noche, en su habitación.

Una vez acostada se puso las gafas y leyó. Un rayo de luz blanca como la flor del almendro acudió en su ayuda. Por la ventana esférica entró un aire frío que le quitó el papelito de las manos y se lo tragó hacia la noche fosforescente. Maricarmen pegó un brinco y salió tras el papel, que volaba como una paloma leve hacia las nubes del horizonte púrpura por arriba y verde azulado por abajo. Cuando se percató del error cometido y comprendió que había saltado mas allá del balcón, se preguntó ¿de donde demonios he sacado la agilidad para dar ese brinco?. Por suerte apareció una niña que se parecía a Khadija y a la niña del pueblo que se llama vete tu a saber como, pero cuando la abrazó descubrió que Khadija era Maricarmen solo que con unos años menos.

Abrazada a Khadija en el mejor abrazo de su vida entre Córdoba y Cataluña, Maricarmen regresó a su buhardilla por el ventanuco redondo y pensó que, por más raro que parezca, la vida es bonita porque tiene destellos dulces y raros enmedio de la oscuridad. Y entonces dijo: Baena. Baena. Ojalá la vida me hubiese permitido vivirla en Baena.



2 comentaris:

  1. Como siempre, disfruto leyéndote. Me haces poner en la piel del protagonista.
    Por cierto, todo el mundo sueña con quien no duerme.
    Salut

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