2 de des. 2019

El día en que me convertí al monarquismo


Digamos que, aunque de modo general, o teórico o abstracto sigo compartiendo los valores republicanos, desde hace un tiempo me he hecho felipista, o felipesextista, o como deba decirse.

Me hice felipista o felipesextista un día en concreto, como en una iluminación o una epifanía, o como mejor sea dicho. Ese día en concreto lo puedo situar en el calendario: fue el día 3 de octubre de 2017.

Aquel día sucedió algo nuevo en mi vida, hubo una primera vez de algo. Y eso tiene mérito una vez alcanzada y superada la edad de los 50, en la que uno teme que lo único que hará por primera vez será morirse, u operarse de la próstata.

Aquel día, el día 3 de octubre del 2017, por primera vez en mi vida puse la TV para escuchar el discurso del Rey de España. No lo había hecho antes y no lo he vuelto a hacer, pero que conste que el discurso del rey me gustó. Yo quizás le hubiese puesto algo más de ritmo, más salsa o más bachata, pero entiendo que un rey es un rey y debe estar mesurado.

Una de las escasas cosas buenas que nos traen los políticos independentistas es que nos permiten vivir cosas nuevas y por primera vez en la edad de vivir cosas por cuarta, decimoquinta o vigesimosexta vez: nos ahorran esa tediosa sensación de déja vu que tanto me fatiga. Eso es bueno: afrontar la novedad crea nuevas conexiones neuronales, previene la llegada del Alzheimer y mantiene la sangre en ebullición. Al paso que vamos, incluso la líbido remontará.

Ese día, el 3 de octubre del 2017, di las gracias por vivir en España y por tener un rey que, paradójicamente, es más republicano que esos que hablan de una república en ciernes, puesto que a esos de la república imaginaria no sé donde les explicaron que diablos es una república, ya que sus ideales son más bien totalitarios: abogan por la reunión de los poderes, por el control de la población, por imponer una lengua y una forma de pensar, por instaurar una forma discapacitada de democracia y por expulsar a los que no les sigan el juego. Dios mío, qué miedo me dan esos republicanos con chalé en Waterloo o con Palacio en Barcelona, esos que piden sacrificios (a los demás, por supuesto), cuando ya ni la Legión exige a sus miembros ser novios de la muerte.

Así están las cosas. Me he vuelto monárquico y debo agradecerle a Felipe (lo nombro así, sin Majestad ni Excelencia ni otra palabreja de esas, con poco protocolo, y me autodisculpo en nombre de mis ideales republicanos) que estuviese ahí, que se mostrase firme y serio y en su sitio. Hizo lo que se esperaba de él, dijo lo que se esperaba que dijese y sus palabras tuvieron un efecto balsámico. De repente, comprendí el concepto de "monarquía parlamentaria" que reza la Constitución y comprendí un montón de cosas más.

Otros se convirtieron a causas mucho más difíciles de comprender, como uno que se cayó de un caballo por los caminos de Judea. Yo me convertí al felipismo en una noche muy oscura. Así que nada, gracias, Felipe. Si te pasas por aquí cerca y los del protocolo se hacen los suecos un rato, te invito a un par de cañas en un garito del barrio. No te esperes gran cosa, es un garito humilde pero de buena gente.

Te debo una.

8 comentaris:

  1. ?????....ay madre mía.....

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    1. Ho creguis o no, el discurs del Felipe del 3 d'octubre del 2017 és més republicà i demòcrata del que sembla. Fins i tot et diré una altra cosa: és més demòcrata i republicà que el discurs que sosté una part de l'esquerra catalana (i espanyola), acomplexada i incapaç de plantar-li cara al nacionalisme.

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    2. Em subscric a lo que diu Tot Barcelona.

      Salut.

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    3. A mi no m'agrada l'anacrònica figura d'un rei; per tant no em tornaré felipsisenista. Em molen més les repúbliques.

      Dit això, el 3 d'octubre del 2017 el rei va dir el que ningú altre gosava expressar: que en un sistema democràtic no hi tenen cabuda les deslleialtats, i que no es permetria que els ciutadans catalans que no combreguem amb identitats excloents fóssim trepitjats. Veure que després de cinc anys de piromania institucional algú els hi aturava el carro als separatistes em va alleujar, i aquella nit vaig conciliar el son per primera vegada en mesos.

      No m'agrada que sigui així, però el rei va ser l'última garantia contra els que es van servir del sistema democràtico-constitucional per provar de rebentar-lo des de dins.

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  2. Mi querido LLUIS. En ocasiones discrepo de ti, en pocas, eso si, pero el discurso del rey pasa por el filtro de la censura de el Gobierno y, además, se lo hacen. No hay rey que escriba un discurso a la nación, como no hay en España entera, desde Girona a Huelva y desde Lugo a Cádiz un sólo estadista que ame al conjunto del estado. Aquí cada uno quiere a su parcela. Aqui funciona el ¿qué hay de lo mio?. Así, nuestra monarquía, que de facto es un régimen obsoleto, y creo que si convendrás conmigo que no hay sangres azules diferenciales, como no hay pueblo superior a otro, por más que al tal Sabino Arana así lo afirmara (por cierto, sra Colau, ¿para cuándo la clausura del nomenclator de Barcelona de tan pésimo personaje?).

    A estas alturas no te me hagas monárquico. te quiero rebelde y con causa, que haberla hayla.
    Un abrazote de oso polar, que hace frío.
    salut

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  3. PD: "de el" ha de ir junto. "del", en este caso. Pido perdón

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  4. No se trata de monarquía/república, sino de democracia/desgobierno, y es esa tesitura (y en ese día concreto) Felipe VI dio una lección de saber estar y saber decir al asumir el papel que le toca, haciéndolo con arreglo a una Constitución plenamente democrática, plenamente homologable y plenamente vigente.

    Podrá gustarnos más o menos esa figura, esa dicotomía que nos atenaza desde el 78, pero que su padre fuera delegado por Franco para seguir a su muerte no significó, que a su muerte, todo siguiera igual: al contrario que en otras dictaduras, a la muerte del asesino, los que perdieron la guerra, los que era demócratas de verdad, asumieron como un mal menor lo que a la larga no fue un mal menor: no nos hemos vuelto a enfrentar por las armas, algo muy habitual en la historia de España.

    A veces me pregunto sobre qué alternativa tendríamos en ciertas épocas, de este período democrático, en caso de que esto fuera una república y al frente de la jefatura del estado estuviera algún otro personaje no tan “aséptico” e imparcial.

    A veces me pregunto qué pasaría si en vez de Felipe VI, o incluso Juan Carlos I, tuvieran la posibilidad de estar en ese puesto personajes de la calaña de un Ansar (en el hispanotejano del más tonto de los Bush), Mayor Oreja o, acercándonos a la actualidad, un Ortega Smith.

    Ojo, no estoy hablando de cosas descabelladas: si hace unos meses PP y Cs pactaron repartos de mandos en comunidades o ayuntamientos apoyándose en VOX, llegado el caso no quiero ni pensar en qué estarían dispuestos a ceder a VOX con tal de mantener la presidencia del gobiernos, que a la postre es ahí en donde de verdad se “corta el bacalao”, y no en la jefatura del estado, que es más testimonial.

    El simple miedo a que eso pudiera pasar, por muy democrático que pueda ser, me poner los pelos de punta, Y me digo, “virgencita, virgencita, déjame como estoy”.

    Y si en algún momento Felipe VI, o su retoña, la “cagan”, ya tendremos tiempo a dar un volantazo y cambiar de esquema institucional. Pero mientras eso llega y mientras el actual jefe del estado se sigan comportando como se comporta, que queramos o no da caché y buena imagen internacional a España con su buena imagen y educación, sin avergonzarnos ante el mundo mundial, yo, igual que Lluis Boch, soy, sin lugar a dudas, un republicano, pero de la facción felipista o felipesextista.

    Alfredo

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  5. Es un buen argumento, ALFREDO, no cabe duda, lo que sucede es que hay algo de anacronismo en ello. Tampoco yo creo en una república fundada por un banquero con dinero en Suiza y discursando sobre Ética, (me refiero a PUjol y lo que arrastra), antes prefiero quedarme como estoy.
    Salut

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