10 de maig 2019

Ladrón de Guevara


Este texto podría sorprender a algunos de quienes leen en este blog, aunque podría ofrecer tesis interesantes a algunos de ellos, en especial a los que se preguntan ¿qué hace un chico con apellidos tan catalanes escribiendo cada día contra Cataluña?.

Así es: a pesar de mis apellidos catalanes, tan catalanes, en mis ancestros no muy lejanos están los Ladrón de Guevara. A decir verdad, todo lo que escribo hoy aquí se lo dedico a ellos. Ando buscándoles. Por un capricho de la legalidad vigente (de las sucesivas legalidades vigentes en cada momento) mis apellidos son los que son, pero con unas legalidades alternativas uno de mis apellidos podría ser ese: Ladrón de Guevara. Mi bisabuelo por parte materna se apellidaba así, fue coronel del ejército y estuvo en las Filipinas como conquistador, y luego ostentó no se que cargo en tanto que ocupante y por fin, al fin, salió por piernas de las islas cuando la debacle. No creo que fuese de los últimos de Filipinas. Por lo que yo se, fue de los penúltimos. ¡Ah! dirán algunos: ahora comprendo el españolismo unionista del autor del blog. Y quizás se quedarán más tranquilos.

El bisabuelo se metió a militar por culpa de una herencia. Es decir, por culpa de haber sido desheredado y, por lo que parece, le desheredaron por haberse liado con una "bailarina" según unas fuentes y con una "corista" según otras. Ambas profesiones son sinónimas y eufemísticas, y evitan nombrar la profesión que no se menciona jamás en una reunión familiar. De nada le sirvió al Ladrón de Guevara pasar por el altar y casarse con la bailarina corista: la decisión de dejarle sin herencia estaba tomada y no había marcha atrás. Eso es muy español: el empecinamiento, ese empecinamiento que demuestra la españolidad de algunos catalanes que creen ser distintos de los españoles. [Pensaba en el empecinado Puigdemont, por ejemplo, y les ruego que me perdonen la mención al majara residente en Waterloo, esa mención tan inoportuna.]

El bisabuelo obtuvo varias medallas en las Filipinas. Según un confidente que sabe un montón de asuntos militares, algunas de esas medallas solo se otorgan a quienes han matado a muchos enemigos. Ese es mi bisabuelo: un tipo sin miedo a la sangre que vivía rodeado de nativos de las islas, a quienes usaba de criados (¿esclavos?) y con quienes, según mi abuela -la relatora del asunto- mantenía muy buena relación. "Era muy bueno con ellos, le querían mucho y lloraron cuando se marchó", me dijo ella, cuando yo era poco más que un niño sin interés por la historia y con una conciencia muy vaga de descender de perdedores, desheredados y derrotados. Quizás entonces vislumbré el malestar y el resentimiento, pero eso no lo puedo afirmar. A día de hoy me pregunto: ¿hubo un coronel Kurtz español en mi familia?

Por lo que yo se (aunque el conocimiento mío es dudoso porqué en mi familia siempre hubo una tendencia al romanticismo, a la leyenda y al silencio pudoroso -solo les diré que muchos de ellos son separatistas a día de hoy), una vez vuelto a España, mi bisabuelo se estableció en Barcelona, lejos de su Cartagena natal, y allí tuvo descendencia y una vida familiar pacífica, y fundó una dinastía que, con el paso de los años, entró en decadencia hasta caer en la hidalguía empobrecida y casi miserable para adentrarse luego en la menestralía y, por fin, diluirse en el entramado fangoso de la sociedad catalana. Sin embargo, el apellido está ahí, como la resaca, como el recuerdo evanescente del sueño en los primeros segundos tras el desvelo, como el esgrafiado en la pared de escayola cubierto por un papel de empapelar de flores silvestres en color sepia, detrás de un estucado lamentable.

Mi familia fue y sin embargo aquí estoy yo siendo casi nada, casi nadie, acarreando mis dos apellidos que a veces me salvan y otras me condenan (de eso les hablo otro día) y que siempre sirven para borrar, para olvidar al Ladrón de Guevara al que me resisto a olvidar, a día de hoy con un empeño que solo enmascara la nostalgia del hombre después de los 50, el que de repente dice: ¿de donde vine?. El bisabuelo Ladrón de Guevara me mira des del fondo del espejo, ese espejo oscuro y claro a la vez, silencioso y locuaz, brillante y turbio.

Este texto solo cuenta eso: nostalgia y preguntas, el deseo de encontrar a otros Ladrón de Guevara y recuperar algo de la memoria perdida (a lo mejor me lo llaman "memoria histórica" y me estropean el sentimiento). Al final, ya lo ven, esas son las cosas que importan en la madrugada, cuando uno salta de la cama al son de la corneta. ¿Soy digno de ser un Ladrón de Guevara?


3 comentaris:

  1. ¿Qué hace un chico con apellidos tan catalanes escribiendo cada día contra Cataluña?. No és cert company, no escrius contra Catalunya, sinó contra els colpistes separatistes leninistes filoetarres bolivarians de Puigdemont i Junqueras. Per cert, a Euronews entrevisten avui a Junqueras. Aqui ho deixo....
    Quan al cognom, es que no t'ho se veure: Lluís Ladrón de Guevara del Bosque. Jo no me'l canviaria.

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  2. Amigo....si la nostalgia fuera un viaje, sería el destino turístico más visitado.
    Perticularmente me mola el apellido Ladrón de Guevara, funcionaría perfectamente para dedicarte a la política, y eso, ya sabes, suele dar sustanciosos dividendos.
    Un abrazo

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  3. La primera lección que reciben los alumnos en las facultades de historia, es que no se debe juzgar a ningún personaje o hecho pasado sacándolo fuera de su contexto histórico, con nuestra mirada actual.

    Las Filipinas de finales del siglo XIX, las que conoció tu antepasado, no eran precisamente un lugar plácido y tranquilo.

    Con una población nativa al borde permanente de la insurrección, y unas islas del sur dominadas por una mayoria musulmana en rebelión permanente, era un lugar donde ser militar de la corona significaba morir o matar casi a diario.

    Todo esto lo podrían certificar las fuerzas de ocupación norteamericanas que substituyeron a los españoles tras la guerra de 1.898. Los ataques a ellas de los "juramentados" ( los antecesores de los actuales terroristas suicidas islámicos ) hizo que los militares yanquis tuviesen que encargar a la compañia Colt un arma de mano capaz de detener de un solo disparo a un tipo de ochenta kilos lanzado a la carrera.

    Allí nació la pistola Colt 1.911 de calibre 45

    No me extraña nada pues lo de las condecoraciones.

    Las Filipinas durante la ultima década de dominio español, fueron nuestro Vietnam.

    Saludos.

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