5 de nov. 2020

Cataluña interseccional

Por si no lo sabía usted, si usted es hombre y es blanco, es usted un opresor. Ser rico o pobre le hará cambiar muy poco su posición en cuanto a opresor/oprimido. Sin embargo, si es usted hombre, blanco, heterosexual y cisgénero, está llegando a las más altas cotas del opresor. Aunque sea pobre de solemnidad.

A no ser, claro está, que pertenezca usted a una minoría étnica, con lo cual podría aspirar a situarse algo más abajo y reclamar su cuota de poder, la que le han robado los opresores. Y quien dice "minoría étnica" también podría aportar la "minoría cultural". He ahí lo que les permite a algunos catalanes muy nacionalistas autodiagnosticarse como oprimidos, aunque vivan en un chalecito de las afueras de Gerona o de Sitges.

La verdad sea dicha: aunque conocía la teoría de la interseccionalidad, nunca hasta ahora había caído en la cuenta de que a ella se remiten esas izquierdas vergonzosamente nacionalistas. Eso mismo las hace simpáticas a los ojos del ministro Iglesias, que en sus primeros balbuceos proclamó que no hay ricos o pobres, si no arriba y abajo. Con ese arriba y abajo se estaba refiriendo al diagrama de la interseccionalidad, que es su credo político. Aunque eso de la interseccionalidad sale de las llamadas ciencias sociales, es evidente que no trata de ninguna hipótesis científica: es un proyecto político. Fraguada en las teorías feministas, la interseccionalidad se aplica ya a todo, y las nuevas izquierdas lo han adoptado para sumar a su causa en favor de los oprimidos a nuevas categorías de oprimidos, entre las cuales puede estar, cómodamente, el nacionalista catalán.

En clave catalana, que es mi neurosis como ustedes sabrán, la interseccionalidad le permite decir a un nacionalista catalán rico y poderoso que se siente oprimido por un español pobre. ¡Cuánto he tardado en comprenderlo! Eso explica la atracción irresistible de esas izquierdas por el nacionalismo, incapaces de plantársele enfrente y decirle las cosas claras: que el nacionalismo no es progresista, que el nacionalismo es incompatible con la izquierda, que el nacionalismo es tradicionalista, conservador y ñoño. ¡A cuántos ha seducido la interseccionalidad y las ideas de Ernesto Laclau (citado a menudo, también, por el ministro Iglesias)!

Abandonar la perspectiva de clase, esa era la idea: hablar de clases sociales parece tan demodé, tan rancio y tan atrasado como conducir un Citroen 2CV, escuchar a Armando Llamado o leer a Marcial Lafuente Estefanía. Más que demodé, resulta snob. Poco y a nadie podemos convencer cuando sacamos la clase social a colación: nos responderán que eso está superado, ya que un obrero pobre y heterosexual es un opresor de mujeres ricas. Dicho de otro modo, que Joaquim Torra está oprimido por Manuel García, jornalero de Badajoz. Exceptuando el caso en el que García fuese transexual, negro racializado o hablante del castúo, o ambas tres cosas a la vez. Si así fuese, se produciría un árduo debate en las filas progresistas, un debate espeso e indescifrable en conceptos y en el cual intervendrían, con solemnidad, el ministro Iglesias y la ministra Montero, la alcalde Colau y, como no, el intelectual Ramón Cotarelo (Cotarelo, por cierto, es un oprimido nato: anciano, con coleta y encima feo -ya saben que la belleza y la fealdad, como el género y la raza, son constructos culturales y nada tienen que ver con la naturaleza, tal como proclama la interseccionalidad).

La verdad sea dicha: ante la interseccionalidad haría mejor en callarme. Está muy mal visto criticarla y, como todas las políticas identitarias, parece intocable. Otra cosa sería debatir qué nos está aportando de bueno el identitarismo: ¿nos acerca a un mundo mejor? ¿Nos fragmenta y nos aboca a una sociedad atomizada y más violenta?. Fíjense ustedes en la necesidad, casi patológica, que sienten muchos poderosos cuando se esfuerzan en reivindicar su pertenencia a una categoría de oprimido para justificar algo. Incluso la alcalde Colau se confesó bisexual: ¿tanta contradicción le produce ser alcalde y tener poder? ¿Tan importante le era situarse en la parte baja del diagrama?

Creo que pronto veremos al señor Puigdemont declararse en alguna zona de la diversidad sexual, intelectual o lo que sea, no contento con proclamarse oprimido por pertenecer a una etnia que habita una nación sin estado. El ministro Iglesias le aplaudirá y dirá: "¿lo ven? los nacionalistas son los de abajo, son de los nuestros y debemos estar con ellos". 

Bueno, he escrito eso gracias a la lectura del libro de Douglas Murray "La masa enfurecida" y, sobretodo, gracias a la nostalgia -otra nostalgia del siglo XX- que siento cada vez que veo a alguien que se considera progresista, de izquierdas o algo así diciendo que hay que apoyar al nacionalismo, al independentismo y al referendumismo tan tedioso que vivimos en Cataluña. No lo puedo comprender, por más que lea sobre la interseccionalidad. 

3 comentaris:

  1. Esta entrada es muy interesante, me tengo que ir a TdC. Contestaré después de haberla leído.
    Por cierto, hoy es el Dia de la lengua Vehicular.
    Hasta después.
    salut

    ResponElimina
  2. L'autor ha eliminat aquest comentari.

    ResponElimina
  3. El secuestro mental que sufren los pseudo-izquierdistas de este país es tremendo.

    En palabras llanas, un carajal tremendo de contradicciones.

    - ¿ Apoyar la revolución de los ricos ?.
    - ¿ Apoyar el nacionalismo de campanario ?.
    - ¿ No reconocer la existencia de clases sociales ?.

    Carne de psiquiatra y frenopático.

    ResponElimina