30 de jul. 2012

Sueño de Eclíptica.


Cae esa noche amplia y perezosa. Julio en el interior del país, el bochorno anda con zapatitos de charol lentos y pegados al suelo y el eco del sol envuelve los pinos para levantar el olor de la resina, asfixiante como el canto del grillo. A uno le vienen ganas de largarse de casa cada noche, cuando cae la noche a uno le gustaría estar por ahí, como los pájaros en el aire. Si todas las noches fuesen como esta, mi amor, siempre andaríamos por las nubes del verano como vagabundos felices, tremendamente ricos y ausentes, sin dinero y sin gravedad.

El aviso llegó unas semanas antes por el correo de la pantalla:
Concierto Eclíptica, Observatorio Astronómico de Castelltallat, el 21 de julio de 2012 a partir de las diez de la noche, noche de música y observación del cielo, cómo llegar...

Desde Terrassa hay apenas una hora hasta ese paraje raro y severo, de colinas anónimas (anónimas para mi, claro) que se quemaron en un incendio colosal de hace unos cuantos años. La carretera fluye en lentos meandros y la cúpula albina del telescopio no se distingue hasta que no estás ahí, como un romántico refugio oculto de maquis, bandoleros, piratas o poetas locos.


Jordi es otra vez el amfitrión capaz de saber qué historia quiere escuchar cada uno de los que llega, y por eso me cuenta una de milicianos de la FAI, curas y una mujer del astrónomo, tan gorda que tuvo un bebé sin haberse percatado del embarazo. En este preciso instante (ante la tumba del párroco iluminada por una velita) comprendo que el mundo debe ser fácil o incluso dulce cuando uno ha aprendido a ver lo fácil y lo dulce, y a abstenerse de lo demás.


Eso mismo -creo yo, me digo yo- es lo que cuenta la música y la voz de María Rodés, que ya ha empezado a cantar. Me dejo llevar. ¿Qué otra cosa habría podido hacer, pobre de mi? Luego dejo caer lentamente mi cabezota sobre tu hombro blando que esperaba cálido, pero resulta que el viento de la madrugada lo ha erizado.
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Cuando la música se termina y las luces no se encienden (las estrellas no tienen conmutador) la gente se va para el telescopio y es entonces cuando, pardos como los bichos de la noche, nos reunimos cuatro blogueros y es la voz de la Lagarto la que suena a mi derecha: -Oye, me han dicho que tu eres Luis, el del blog, verdad?


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Annexos (prescindibles)
En el otro extremo del sueño recuerdo de repente un sueño macabro, también veraniego.
http://tu.tv/videos/sueno-de-solentiname-mano-negra


27 de jul. 2012

Ud. está aquí


El transistor flaquea, deben de ser las pilas. Repite una y otra vez dos frases tan sólo, una y otra vez. Las repite tanto que se me confunden. Creo que dicen: usted ha vivido por encima de sus posibilidades, y luego: arrimando el hombro entre todos lo vamos a resolver con un poco de sacrificio.

Sin embargo, yo diría que alguna vez ha soltado

Usted ha muerto por debajo de sus posibilidades

en la voz meliflua de un locutor de radio que nació en casa humilde. Luego están las largas, larguísimas horas de música y nadie dice nada, no cuentan nada. Supongo que será porqué estamos en guerra. Otra vez en guerra, o quizás como siempre en guerra.

A veces suena el himno de Eurasia, y eso es una mala señal, sin duda. Pero eso sólo sucede cuando sopla el cierzo, que debe llevar las ondas desde otra parte, lejana y terrible.

Durante la noche, alguien deslizó por debajo de la puerta un manual de supervivencia para resistir bombardeos biológicos (¿bacterilógicos?). Me asusté, pero luego vi que debía de ser un loco, un maldito vagabundo loco: el panfleto estaba editado en 1954, era una antigualla recogida en vete tu a saber qué vertedero, o robado en la casa de un noble coleccionista.

Ayer osé salir de casa y me acerqué a la taberna. Había pocos hombres, todos tristes y lacrimosos y borrachos. Al fondo, el compañero Durruti jugaba al domino con un tal Ratzinger, alemán y puritano. Y los dos abstemios. Cuando me marché ya era de noche. En una esquina alguien me agarró del brazo. Era mi padre, que murió en 2006.
-Pero ¿qué has hecho? ¿Qué habéis hecho? Nosotros luchamos por...
Me zafé de su mano y salí corriendo. Me acuerdo de cuando mi padre me veía leyendo el 1984 de Orwell y me decía
-Esa es la mejor novela de terror que he leído, y en el cine la mejor de terror era El ladrón de bicicletas, eso sí era terror de verdad, y no las idioteces de vampiros y muertos vivientes que guardas.

Duermo sin sueños y a veces temo que una noche de esas duerma sin respirar. Pero de repente se levanta la mañana, tengo la piel salpicada de gotitas de sudor, veo las nubes deslizándose por la abertura de las cortinas (juraría que las dejé bien cruzadas), las señales de los insectos picoteadores en mis piernas, siento hambre. Me sonrío al darme cuenta de que este hambre mío es hermano del hambre de los mosquitos. Y me complazco en esta idea, hermano mosquito.

En el camino a la cocina me demoro con los pies descalzos y experimento poco a poco ese placer enorme del frío de las baldosas. En este instante, aunque sepa que hay una guerra lejana y cercana que ofrece muertos a un lado y enormes beneficios al otro, creo que me siento bien. Creo que intuyo lo que significa la vida, la vida humana sobre el planeta Tierra.

No lo sé explicar. No he sabido nunca contar nada.




24 de jul. 2012

Archivo de sombras y luciérnagas


A las diez y cuarenta minutos de la mañana sopla una brisa frágil y fresca que agita dulcemente las hojas de parra frente al Monasterio de Poblet. Delante del edificio hay un breve rectángulo de viñedo, y a finales de julio las uvas emigran del verde hacia el morado en desorden, formando manchas caprichosas en los racimos que cuelgan como ubres, pesados y tibios, sorbiendo el sol del verano.

Hoy he entregado las memorias del abuelo Miquel al Archivo de Poblet porqué parece el sitio más apropiado. Desde luego, mucho más que mi estantería de Meccano. El edificio, al lado del monasterio, es sobrio y majestuoso, y dispone de la clara austeridad que el buen sentido y estos tiempos recomiendan. Aquí dentro se guardan decenas, quizás centenares de otros documentos, cartas y fotografías en donde está el abuelo Miquel Albert. Y además lo frecuentan estudiosos e historiadores, alguno de los cuales ya ha hablado de él. El abuelo es de la historia.


Si eso fuese una novela policíaca y yo el comisario que ha resuelto la intriga, diría ¡caso cerrado!, y me iría satisfecho de vuelta a casa. Descorcharía una botella de buen blanco y me comería una paella como Dios manda, arrullado por la calidez del deber cumplido.

Pero no es así. Siento algo raro todavía, una opresión en el estómago. El abuelo Miquel murió en el exilio en 1941 y lo sepultaron bajo la tierra francesa y húmeda de Montpéllier. En 2010 lo que quedaba de su cuerpo se exhumó y fue enterrado de nuevo en el cementerio barcelonés de Les Corts junto a su esposa. Hoy siento algo así como si le hubiese enterrado por tercera vez.

Aunque eso no es del todo cierto. El gesto de llevar sus memorias al Archivo tiene la intención de devolverle algo de la dignidad que le negaron. Eso debería ser el fin -por ahora- del drama personal y familiar, dentro de la tragedia colectiva de España, dentro de la atroz comedia humana.


Y sin embargo no. Siento algo raro todavía. Porqué eso sigue siendo, setenta años después de su primer entierro, la macabra estepa polvorienta por donde cabalga el Quijote. Tragicómica, con gigantes espectrales como molinos, sacristías y señoritos.
-No quiero caer en la trampa, y no me atrevo a decir que todos los políticos son iguales. Aunque sí son parecidos. Sin embargo, antaño fueron diferentes. Miquel Albert defendió sus ideas hasta perder la guerra y la vida. Por las ideas tomó el camino de la lucha, el exilio y la muerte. (A uno le llevaría un forzudo trabajo de imaginación pensar que eso mismo lo harían nuestros políticos, los de hoy).

Esa idea de los dos (o tres) entierros tiene algo de escena mejicana en un relato de Juan Rulfo o de Carlos Fuentes. Tiene gracia que se me ocurra pensar en México.
Porqué:
En 1940, Josep Tarradellas le propuso a Miquel Albert marcharse juntos a México, pero él rechazó la idea. Tenía la mujer y los tres hijos en España, tras la frontera cerrada con espinos y fusiles. Por eso dijo:
-No, yo me quedo aquí.

20 de jul. 2012

Compadrito Rajoy, usted ya estuvo aquí


A menudo, la leyenda Ud. está aquí en los mapas turísticos me ha llevado a imaginar paradojas curiosas y divertidas, e incluso he pensado que la frase podría haber sido el título de un cuento ingenioso, de la mano de Julio Cortázar. Usted está aquí y sin embargo no, quizás yo soy otro, un punto rojo en un plano, etc.

Hace pocos días, compadrito Rajoy, en un discurso que por lo visto hizo usted ante un grupo de estrafalarios políticos vociferantes, usted me dijo algo parecido. Señalando un calendario de 1970, usted dijo: Usted -o sea, yo- usted está aquí, usted está donde ya estuvo.


Nací en 1964 y me acuerdo bien del paisaje español de aquéllos años, cuando yo empezaba a dibujar, a comer tortilla de patatas en los merenderos y a distinguir los signos de la miseria. Aprendía a convivir con la tristeza y con el interminable murmullo de mi padre haciendo cuentas. Al cabo del rato, solía decir siempre las mismas palabras, lentas y para adentro:
-No llegamos, otro mes que no llegamos.

Los domingos por la mañana mi madre nos llevaba, a mi hermano y a mi, al rompeolas o a echarles pan seco a las palomas y a los patos del estanque, en el parque. Así transcurrían los fines de semana en tiempos de pobreza, en España. A veces mi padre hablaba de la posibilidad de cambiar, fabulando con huídas imposibles: Francia, tal vez Suiza, a lo mejor Alemania -pero claro, debería de aprender el áspero idioma y como era un niño de la potguerra, apenas había tenido escuela.


Él debía de pensar más que nada en darnos un futuro con esperanzas. Es decir, en un futuro sin tanta sombra, tanta pesadumbre y tanta pena.

Luego pasaron los años lentamente, y creíamos que ya no estábamos aquí, o sea allí, si no que estábamos más allá de la tiniebla. España dejó de exportar miserias y mano de obra barata, vidas en blanco y negro, vidas de saldo y baratija. Yo incluso me saqué un título universitario en horario nocturno, trabajando por las mañanas. Durante un tiempo incluso pensé que el ascensor social funcionaba y que quienes estábamos aquí quizás podíamos, tal vez, movernos allá.


Pero dijo usted el otro día, compadrito Rajoy, que no. Dijo usted que usted -o sea, yo pero usted también- está aquí. Allí, donde ya estuvimos. Dijo usted que estamos los dos en la España de caciques y emigrantes, tardes de fútbol, pasodoble, chiringuito herrumbroso, procesiones, banderitas, cambio novelas de segunda mano, aulas de cuarenta y pico niños, los veranos en casa, que llueva que llueva la virgen de la cueva, señoritos o criados, quién tenga posibles señor ingeniero y quién no camarero, fontanero, chanchullista, chapucero, estraperlista. O emigrante.

Emigrantes, para poder aplaudir las gloriosas victorias de nuestros deportistas desde Frankfurt (apretando tuercas), Zurich (barriendo las calles), Nueva York (sirviendo copas). O mendigando en Copenhagen, París, Sao Paulo, Pequín, Maracaibo, Seúl.


Compadrito Rajoy: usted como yo ya estuvimos aquí. Usted sólo ha sido el mensajero de la miseria, un Hermes triste y pequeño, de dimensiones españolas. Nos ha venido a contar que tras un breve ensueño seguimos ahí, nunca jamás salimos de la España de lamento y pandereta, quejío, pan duro para las palomas y las sopas, medallitas de la Virgen, colas en el paro, chapuza, zapatito de charol, a mi la legión, viva la muerte.







12 de jul. 2012

Albert Sánchez Piñol, el desertor


Cataluña tiende a ser un país aburrido y tedioso, con sus comerciantes y caciques ascendidos a ideólogos y sus turistas haciendo fotos a los feos delirios de Gaudí. Pero sin embargo, algo se mueve. A veces. Incluso en el aburrido mundo de los escritores, novelas, editoriales es posible que uno termine por encontrar una cierta diversión.


Quizás eso no sea tan raro en un país en donde el asunto lingüístico tiene relevancia (bilingüismo,  diglosia, etc) por las connotaciones políticas que conlleva. Aunque parezca que las personas de Cataluña sólo están interesadas por el fútbol -como les gustaría a nuestras honorables autoridades-, se diría que cada ciudadano o ciudadana tiene su opinión formada sobre el asunto de la lengua en su sentido sociológico.


A uno le sorprende que, mientras la lengua catalana se defiende en virtud del irrenunciable derecho de cada persona a hablar en su lengua materna y en el respeto a las minorías, un amplio sector del nacionalismo (llámese soberanismo, patriotismo, etc) practique una infatigable cruzada, vigilante y amorosa, sobre los usos lingüísticos de sus convecinos. Cruzada o inquisición, también podría ser.


En el panorama literario catalán siempre ha habido un malestar latente con los escritores que, habiendo nacido aquí, se expresan en lengua castellana (por ser la de allá, se infiere). El paradigma sería Juan Marsé, pero ahí están también Eduardo Mendoza, Carmen Laforet, Francisco Casavella, etc -si nos limitamos a los contemporáneos. Terenci Moix escribió parte de su obra en castellano y parte en catalán, pero eso no le libró de la excomunión catalaneta.



Ahora se ha sumado a la lista de los desertores (sic) Albert Sánchez Piñol, antropólogo, articulista y autor de dos novelas superventas: La pell freda i Pandora al Congo. Ambas escritas en catalán y posteriormente traducidas a varios idiomas. Su próxima obra, Victus, la ha escrito en castellano. Como era esperable, la deserción ha empezado a levantar cejas, ampollas y lamentos. Más aún cuando el tema de la novela no es otro que el sitio y la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714, mito patriótico por excelencia.


Vilaweb es un portal y una agencia de noticias muy activo y digno de admirar, pues no debe ser fácil nadar en este río y hacerlo en lengua catalana. Pero igual por eso -por las dificultades- tiene una actitud vigilante y acusadora proyectada ahora sobre Albert Sánchez. Quizás no sean esos los adjetivos correctos, y soy yo quién está susceptible. Pero la entrevista que publicaron con fecha de 11 de julio merece ser leída entera, aunque me permito una breve muestra, naturalmente sesgada (aparece pinchando aquí).

La primera pregunta es tan inocente como esta:
—Els lectors de VilaWeb voldran saber per què vau escriure la novel·la en espanyol. Potser hi havia una intenció política...? 
[-Los lectores de Vilaweb querrán saber porqué escribió la novela en español. ¿Quizás había una intención política?]
A continuación, la entrevistadora saca ya una conclusión algo amenazante:
—No sé si agradarà gaire… [-No se si gustará mucho...]
El autor se defiende apelando a la libertad del creador, y explica que
Conec el risc d'haver escrit la novel·la en castellà; m'hauria estat més fàcil i menys conflictiu fer-la en català, però les coses han anat així i la creació t'arrossega i t'has de deixar portar.

[Conozco el riesgo de haber escrito la novela en castellano; me habría sido más fácil y menos conflictivo hacerla en catalán pero las cosas han ido así y la creación te arrastra, tienes que dejarte llevar]
A lo que la entrevistadora de nuevo reacciona con una pregunta-moraleja:
—Els inconvenients són clars. Hi ha cap avantatge? 
[-Los inconvenientes están claros. ¿Hay alguna ventaja?]
Cuando se llega al final de la entrevista uno empieza a sospechar que algunas tesis sociolingüísticas sobre el conflicto catalán/castellano en Cataluña tienen un fondo más complejo y más oscuro. Porqué la pregunta final es, curiosamente:
—Les classes dirigents catalanes hi queden malparades? 
[¿Las clases dirigentes catalanas salen malparadas?]
El autor, hasta ahora prudente, hábil e inteligente en sus respuestas, se suelta un poco:
—La novel·la no és maniquea, d'uns catalans bons i d'uns espanyols i francesos dolents, encara que el protagonista es carregui de valent tant espanyols com francesos. Però dóna fondària a la novel·la el trist paper que van fer les classes dirigents catalanes. Això queda claríssim.
[La novela no es maniquea, de unos catalanes buenos y unos españoles y franceses malos, aunque el protagonista se cargue a gusto tanto a españoles como a franceses. Pero da profundidad a la novela el triste papel que hicieron las clases dirigentes catalanas. Eso queda clarísimo.]
Bueno, pues queda más o menos tan claro como ahora, diría yo: poco han cambiado las cosas en este país desde 1714. Nuetras clases dirigentes siguen señalando a España (España nos roba, nos expolia, no nos quiere) mientras a su alrededor relinchan felices los ladrones, los grandes chorizos y los corruptos de pedigree indiscutiblemente catalán. Y de casa buena.

Esperaré a que Albert publique su novela y le deseo suerte (inspiración e imaginación no le faltan y ya lo ha demostrado de sobras en las otras). Si puede ser, la leeré en el idioma original, que siempre es la mejor opción.

Para saber más: http://www.ara.cat/premium/cultura/Torna-Sanchez-Pinol_0_734926535.html. Entrevista del periódico Ara sugerida por el comentario de Puigmalet. (Hay que estar registrado para acceder al contenido).

Diario de verano
Para el esforzado lector que haya llegado hasta aquí he copiado un fragmento refrescante de una novela que nada tiene que ver con Cataluña ni sus cuitas (y cuyo original fué escrito en chileno). Pero teniendo en cuenta que estamos a mitad de julio y el calor y esas cosas, bien se merece un premio.


Stultifera Navis 
Por fin, el dueño del camal se explayó diciendo que a finales de la Edad Media, en el continente europeo, para librarse de los locos que eran legión en las aldeas, las autoridades los cazaban como a perros y los ponían a todos en una pequeña embarcación, y que ya en alta mar dejaban la nave al garete, sin mando, abandonando a los pobres hombres a su suerte en medio del oleaje, y que la naturaleza se hiciera cargo de su misérrima existencia.
-Ésa era la Nave de los Locos.
Eliseo Trujillo dijo que esa leyenda, mis queridos contertulios, tenía que haber inspirado al Paco Ibáñez (*), cuando bajo su régimen mandaba a arrestar a los maricones, los embarcaba en un buque de guerra y los llevaba a alta mar. Pero como esos armatostes debían costar muy caros, el dictador no los dejaba abandonados con buque y todo. No, señor. Él, haciendo una pequeña variación en la Nave de los Locos (ésa era la Nave de las Locas), no esperaba que la naturaleza se hiciera cargo de ellos, sino que los lanzaba al mar con los pies atados a grandes trozos de rieles.
Hernán Rivera Letelier, El arte de la resurrección, Santillana, Madrid, 2011 (p. 155).
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(*): http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Ib%C3%A1%C3%B1ez_del_Campo

10 de jul. 2012

Saudade


La verdad es que tenía previsto perderme por un camino del monte más cercano con el bloc y los pinceles, pero el día ha amanecido turbio y el azul anda perdiéndose tras la neblina triste de los días bochornosos, sin el silbido del sol.

Me pongo a leer un rato, luego a escribir y un poco más tarde repaso los libros desordenados, posiblemente para encontrar por fin al Pessoa irónico y provocador de El banquero anarquista (en esta edición seguido del Elogio de la indisciplina). Pero no lo abro, me quedo mirando la imagen del poeta en vete a saber tu qué taverna de Lisboa.

Para qué escribir o pintar, así sin ganas. En alguna parte o en ninguna parte, qué mas da. Lo voy a dejar y me pondré a ordenar un poco el piso, además tendría que resolver de una puñetera vez eso de la factura de Vodafone.

Un poco más tarde (otra vez un poco más tarde, esa expresión que une el tiempo lánguido con la dejadez), rebuscando en una caja que sigue ahí tal cual desde el último traslado aparece el antiguo reloj de mi padre. Tic-tic-tic, todavía funciona. Lleva meses y meses funcionando y abandonado en una caja de cartón, y eso es inexplicable porqué es un viejo reloj de cuerda que heredó de su padre, cuyo entierro se celebró el 23 de marzo de 1976.


7 de jul. 2012

Neorrabioso de papel


Unos años atrás tenía cientos de libros pero me cansé de ellos. He cambiado muchas veces de piso y llevarlos es un acarreo penoso, imagen del exilio y la miseria que uno se construye para sí -a no ser que contrates una empresa de mudanzas, inasequible a mi PIB. Uno lamenta esos quilos de papel impreso cuando no ha nacido en una gran casa o piso de altos techos con biblioteca, cuadros al óleo, habitaciones espaciosas y la promesa de una herencia. He vivido en muchos pisos de siete poblaciones distintas (Barcelona, Montgat, Santa Coloma de Queralt, Cáceres, Maó, Lleida, Terrassa), y al final opté por eliminar el peso del papel encuadernado. Hice una selección (con tremendos errores irreparables, como es natural), y ahora tengo una pequeña expresión de ese rastro de vida que son los libros comprados y leídos -o no leídos, o tomados prestados, y que esperan la lectura con paciencia de estátua etrusca.



Sin embargo, hace unos meses me entró el gusanillo de comprar libros otra vez. No sé muy bien qué debe significar eso, si es que acaso algún acto significa. Pasar años y hojas del calendario no significa nada -lo dice mi psicóloga.

Viernes, 6 de julio de 2012 (del diario que no escribo)
Salgo de casa tarde, porqué vivo en ese limbo impreciso de unas vacaciones raras al cabo de las cuales está la cola del paro. Con los ojos todavía llenos de telarañas descubro un sobre gordo metido en el buzón. Me lo meto en la mochilita y no lo abro hasta que estoy sentado en el tren. Son apenas cuarenta minutos, y al mediodía el ferrocarril va medio vacío. Hay chavales pegados a sus pantallas, mayores cons sus e-books y una señora casi anciana emperifollada y enjoyada hasta la médula discutiendo con su novio: Ya sé que te llaman muchas mujeres, pero yo no soy sólo una más -le espeta ella mientras relincha el oro en sus dedos, antebrazo y cuello. Desde luego, pienso yo, hay gente valerosa: todo ese oro...

Abro el paquete: es el libro que esperaba. Neorrabioso, poemas y pintadas (Editorial La Baragaña, Madrid, 2012). Firmado por un poeta de Madrid llamado Batania. Leo poemas al azar, el prólogo y el índice, más o menos por este orden. Los títulos que me sugieren algo los voy buscando luego, despacio, y los leo. Vuelvo al índice, vuelta a empezar. En la estación Hospital General entran un grupo abundoso de médicos latinoamericanos procedentes de un congreso, hablan alto y fuerte, se quejan de las deficiencias del gran congreso en Europa que les prometieron y la mayoría están como dolidos de lo que les ha dado esa Cataluña presuntuosa.


Hay algo que me gusta e incluso me conmueve en eso de recibir un libro de poesía por correo. Por correo de Correos, quiero decir: el cartero lo ha depositado allí y se ha largado a seguir con su trabajo. No son como los mensajeros de MRW que llaman mientras estás en la ducha (o friendo un huevo), y tienes que abrir y estampar una rúbrica en un aparato sacado de Robocop. Hay algo antiguo, digno, tranquilo: el libro espera en el buzón, simplemente. Y tiene gracia, porqué mi buzón está abierto y roto, puesto que el dueño del piso me lo alquiló así y claro está, así se queda.

Pero debo decir antes que nada que soy un miserable lector de poesía, y que no sabría por donde empezar a comentarlo, a decir algo. Decir algo de un libro debería ser hacer algo más que poder confeccionar una reseña: decir algo con la voz propia, algo sincero y a la vez comprensible, quiero decir entendedor. Es por eso, supongo, que he empezado por la historia de los libros, el tren y el buzón, para ir posponiendo el comentario.

¿Cómo se habla de un libro de poesía? Pues ni idea, yo no soy de esos. Igual copiando poemas o versos, más aún cuando el autor deja dicho en el prólogo:
No creo en la propiedad intelectual. Esos poemas no son más que el resultado de una deuda familiar y unas influencias políticas, literarias y amorosas. Cualquiera de ellos puede ser copiado, extractado o mejorado sin necesidad de pedir ningún permiso, citando la autoría o sin citarla, y para el uso que se desee.
Lo suscribo tanto que lo dejo dicho como si fuese mío: eso mismo vale para todos los textos de este blog. Al diablo con la propiedad y con la intelectual. Además, debo decir que me emociona eso de puede ser mejorado: eso sí es valiente.

Cuando el tren llega a mi estación me apresuro en guardar el libro, joder, cómo pasan el tiempo y los raíles cuando uno cae dentro de un libro. Salgo a la calle Balmes, cegada por el sol. En esa ciudad diabólica hace mucho calor y ese fuego arde en mi cogote. En esta zona trabajan un montón de gentes de oficinas y despachos de consultores y abogados, y banqueros y aspirantes, pijos de medio pelo y traje y corbata. Por suerte, la mujer a quién quiero y a quién he venido a buscar no es nada de eso pero ya me dirás, las vísceras del amor entienden poco.


Enfin, el asunto es que he llegado al final del post y no he dicho nada de las poesía neorrabiosa. Me limitaré a leer un poema escogido al azar. Y eso sí, dejo aquí el enlace al blog del autor. Es uno de esos blogs que a uno le sientan bien pero qué narices, a quién se le ocurre recomendar poesía. Que cada uno vea, lea y luego que haga lo que le dé la gana.

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Aunque no he comentado nada de la poesía de Neorrabioso, sí he sido capaz de incorporar palabras o expresiones procedentes de sus versos.



2 de jul. 2012

Minutos silenciosos


-Y tu ¿qué música le pondrías?
-Pues a lo mejor una de esas canciones tristes de los Tindersticks, o a lo mejor algo más... La Suite en Re de Johann Sebastian -piensas, ladeas la mirada- Pero también podría ser algo más lúgubre, Nick Cave...

La niebla apareció de repente, cayó sobre el bosque y jugaba a las sombras chinas con el sol. Andábamos bajo un tragaluz grisáceo y verdoso, lleno de iridescencias plateadas y húmedas.

La carretera ascendía hasta un puerto y luego, al descender hacia el valle, apareció el sol. Fue entonces cuando, de repente, apareció el castillo de Irásynovolverás justo delante nuestro. Nos miramos un instante fugaz a los ojos, y así nos pusimos de acuerdo en colarnos allí dentro.


Hay parejas que parecen autosuficientes. Algo entre ellos es más poderoso que el mundo, y es como si pudieran prescindir de casi todo. Como si bastara con la presencia del otro, con escuchar su respiración,  saber que está ahí. Podrían vivir en un planeta desierto de humanos y no se darían cuenta. Recordé un fragmento de La felicidad en el crimen, la novelita de Jules Barbey d'Aurevilly en dónde la mujer dice algo así como que tener hijos es para las parejas desdichadas, pues las felices no necesitan procrear ni extenderse: les basta con el amor y esas chispas que saltan. Rodeamos el edificio buscando el agujero en el muro y entramos en el castillo de los susurros del viento.

-Bueno, colarse aquí no es un crimen -murmuras- Como mucho será una falta o algo así.

¿Quién vivió aquí? ¿Cuándo se marcharon? ¿Quiénes eran los desdichados señores que abandonaron el castllio? ¿Adónde se fueron?






En el techo del gran salón pintaron un enorme fresco: un cielo azul intenso, casi añil, con golondrinas volando felices en la inmensidad. Sin embargo, en el suelo aparece el cadáver de un pájaro con las alas extendidas. La vida se marchó a otra parte, lejos de aquí. Si aquí dentro alguien sufrió o amó o se reía o lloraba por las noches no lo sabemos. No hay rastros. Sin duda pasó todo eso, pero ahora sólo hay un silencio polvoriento y triste.



-¿Te has fijado? Los pies... no dejamos huellas en el polvo.
-Debe de ser la maldición del castillo -sonríes- Lo que pasa es que nuestros cuerpos no necesitan castillos.

Cuando salimos uno diría que huímos. Porqué hasta que no nos hemos alejado unos cientos de metros no nos atrevemos a darnos la vuelta para ver la silueta gris del edificio enorme y apesadumbrado tambaleándose entre el verde vivo. La vida estalla fuera, en esos helechos y florecillas, las hiedras, las lagartijas huidizas.

Nota: El autor del blog Una pausa en el tiempo me ha facilitado algunos datos sobre el edificio:
La torre perteneció al propietario de la empresa Carbones de Berga, José Enrique de Olano y Loyzaga, allá por el 1890, encargada de explotar las minas de Cercs. Hace unos cuatro años fué comprada por un millón de euros aproximadamente, con la intención de construir un hotel. La crisis, posiblemente, ha suspendido el proyecto.
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Este post está dedicado a dos blogs que sigo con placer, y que rivalizan entre sí para mostrar una belleza sobrecogedora, aunque muy triste: Obsoletum y Una pausa en el tiempo.