31 d’oct. 2016

Noche de muertos y muertas, 1938, cerca del río Ebro


La fotografía que reposa justo encima de estas líneas de letras podría parecerle a alguien una broma macabra, una irreverencia o una expresión del humor facilón propio de la noche de los muertos. Está tomada en la víspera del día de los muertos de 2016, en un lugar cerca del río Ebro que no voy a revelar. Tras la aparente broma, en realidad no hay broma alguna, sino una historia bonita de amor y de muerte. De amor más allá de la muerte.

[Llevo años pensando en esta historia y en otras parecidas, así como también en otras distintas que suceden en esta tierra, la última frontera, la línea del frente, el principio del fin, la primera batalla de la guerra que, en Europa, terminó en 1945 con la derrota del fascismo en Berlín a manos del ejército rojo.]

En realidad, tras la fotografía hay varias historias, y todas ellas luchan contra la inverosimilitud y el olvido. Las buenas historias hacen eso. A mi, la historia de Clarence Kailin y John Cookson y Fernando Iaffa Brodsky me parece una historia muy buena. Porqué me emociona y me sonroja.

Por eso me tumbé y posé encima de la tumba de Clarence Kailin, que murió en 2009 en Madison (Wisconsin) y pidió ser enterrado en España, al lado de su amigo John Cookson, también nacido en Wisconsin, que murió en la batalla del Ebro el 8 de noviembre de 1938. Lo mismo había hecho Fernando Iaffa Brodsky, argentino, que es quién está en la tercera sepultura, a la derecha de la de Cookson. Fernando murió en Buenos Aires en 1985 y también dejó dicho que quería reposar al lado de John. Los tres pertenecieron a la brigada Abraham Lincoln y allí se hicieron amigos. Amigos inseparables a pesar de la muerte y la derrota. ¿Qué amistades se forjaron en la XV brigada de los voluntarios internacionales? ¿Qué pasó mientras luchaban por salvar la república española? Los tres perdieron aquélla guerra, pero es gracias a ellos que hoy estamos aquí. Por eso les debemos tanto.

Tras unos días en las tierras de la batalla del Ebro visitando cementerios y escuchando relatos de muerte y de vida y de amor y de olvido y de memoria y de vergüenza, de dignidad y de barbarie decidí tumbarme encima de la tumba de Clarence. Es mi forma de agradecerle sus gestos: el primero, acudir a España, tan joven para luchar con armas contra el fascismo. El segundo, dignificar con su cuerpo sepultado la memoria, y acusar y vencer, por fin, a los señores del olvido.

Mi cuerpo, tendido en la tierra todavía tibia tras el sol del mediodía en el otoño ibérico, sintió el calorcito y le transmitió quizás, a su vez, algo de calor a la tierra. En esta duda hay una buena pregunta.

Esta es mi forma de celebrar la noche de los muertos con los que tenemos tantas deudas los pobres españolitos, los españolitos del corazón herido.


25 d’oct. 2016

En la muerte del novelista Ignacio Padilla

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El escritor Ignacio Padilla murió en un accidente de tráfico, en Méjco, en agosto del 2016. Padilla, que tenía 48 años el día de su muerte, es uno de los autores de la llamada Generación del Crack junto a Jorge Volpi. La noticia no tendría ningún interés especial, ya que la cifra de muertos en la carretera es enorme, y en esta danza bailan todos: desde princesas inglesas hasta plebeyos. La democratización del coche está al servicio de la democracia de la muerte. Hemos vuelto a los tiempos en que se confía en la democracia de la muerte, como en en los oscuros tiempos medievales de señores y vasallos. De las demás democracias uno ya no sabe qué demonios pensar.

Decía que la noticia no tendría un interés especial, pero para mí sí lo tiene, ya que Padilla escribió la novela "El daño no es de ayer" en 2011, en la que aparece un coche abandonado en el desierto de Mojave, un viejo Rolls Royce accidentado en la arena que actúa como una puerta hacia el otro mundo. Quien penetra en el esqueleto del automóvil (por la ventanilla solar del techo, ya que las puertas están atascadas por la herrumbre) accede a otra dimensión y se convierte en un espectro parlanchín que se mete en las cabezas de los vivos. En aquella ficción, Padilla cuenta que el Rolls perteneció a una vieja espiritista que se había codeado con Madame Blavatsky. El lector concluye que la vieja dama había creado el aparato más ansiado por sus correligionarios: la máquina de transmigrar almas.

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La novela de Padilla ganó un premio literario en Colombia (un premio de 100.000 dólares que envidié en silencio) y la leí justo un año antes de su accidente, durante unas vacaciones. Me sumergía en la lectura después de comer, en la butaca de la terracita orientada a levante de una casa de piedra en un pueblecito olvidado del Maestrazgo, en la ladera de un monte que es, también, la orilla de un pantano de aguas verdes, quietas y profundas.

La lectura se veía suspendida por el sueño: el libro aparecía más tarde encima de mi cuerpo, desparramado como después de un acto de amor. El sudor de mi cuerpo humedecía las páginas de la novela y ella, en correspondencia, penetraba mis sueños. El recuerdo de esa lectura ha devenido una mezcla indistinta de la literatura de Padilla con mis ensoñaciones, a partir de un texto que es ya de por si de naturaleza hipnótica y esotérica. Tanto es así que, posiblemente, algunas de las cosas que he contado sobre la trama o los personajes de Padilla pertenezcan a mi cosecha, cosechada en sueños. Como esa alteración contiene algo delicado o incluso bello, no creo que le moleste al lector. Ni al autor fallecido.

El pueblecito donde leí la novela de Padilla tiene un nombre que se me escurre de la memoria como el agua de su pantano entre los dedos. También tiene una carretera nueva, ya que la antigua era demasiado peligrosa y acumulaba gran número de accidentes mortales. Quise pasar por ella aun conociendo el riesgo que eso conlleva, y debo decir que, en efecto, es diabólicamente tortuosa. En algunas curvas sin peraltar te asomas demasiado al vacío, al fondo del cual está el agua turbia del pantano, el más antiguo de España.

Conducir por esta carretera en desuso es bastante fatigoso. Por este motivo me detuve a reposar poco antes de llegar a Ladruñán, en la entrada de Santolea, uno de los muchos pueblos abandonados de la región. Las casas, construidas en adobe, se encuentran mal, en un estado lamentable. Las casas y los objetos se despreocupan y se abandonan a la disolución en cuanto las dejamos solas.

El cementerio de este pueblo, cosa rara, está mucho más descompuesto y ruinoso que las viviendas. La evidencia de ese fenómeno de asimetría provoca un extraño desasosiego en el viajero.Tanto es así que lleva mucho trabajo reconstruir sus panteones con la imaginación. Lo primero que sorprende es el gran número de este tipo de tumbas que llegó a albergar el camposanto, que ha adquirido el aspecto de un poblado etrusco o el de un jardín novecentista burgués pero asilvestrado. Los pequeños mausoleos se parecen en algo a las cabañas de pastor y se distinguen de ellas porque el interior de la bóveda está pintado de azul. De un azul intenso como el de las mañanas del verano, de forma que hoy, cuando levantas la mirada en el interior de uno de esos panteones, te parece que la bóveda pintada sigue ahí, completa y perfecta: no hay interrupción entre el celeste del firmamento y el del antiguo pigmento añil.

La Generación del Crack pretendió zafarse de la tradición latinoamericana del realismo mágico, sin embargo, Padilla puso los pasos en las huellas y habló de almas transmigratorias, coches que permiten el acceso hacia el otro lado del espejo y viejas damas espiritistas. No puedo evitar preguntarme si su muerte no será el truco definitivo de quien sabe algo más, el giro ingenioso de una trama preñada por el sueño. Se me ocurre que debería volver al cementerio abandonado de Santolea, trepar a uno de los mausoleos y saltar al interior por el agujero en la bóveda. Con cuidado, eso sí, ya que no quisiera dañarme el tobillo y quedarme cojito para toda la (otra) vida.

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21 d’oct. 2016

¿Dónde está la cabeza de Franco?

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Lo primero que uno debe pensar ante la pregunta "¿dónde está la cabeza de Franco" es que esa pregunta quizás no es pertinente. La cabeza de Franco, diría uno, está en su tumba del Valle de los Caídos, junto al resto de la osamenta. El cráneo de Beethoven desapareció de su sepulcro y jamás se ha recuperado, pero por lo que se sabe la tumba de Franco no ha sido profanada. Y si descartamos alguna intervención divina, mágica o paranormal (como por ejemplo que el Caudillo hubiese ascendido al cielo en cuerpo y alma), no hay pregunta.

Lo que sucede es que sí es pertinente la pregunta, porqué no hablamos del cráneo del dictador, de sus huesitos. Hablamos de su representación, de su efígie, y de la ausencia de cabeza en la efigie. Nadie sabe qué pasó con la cabeza de metal de la escultura ecuestre. ¿Estará en casa de un nostálgico de los viejos tiempos? ¿En el taller de un artista dadaísta? ¿En el fondo del mar o de un vertedero?

Hay que ver el poder de los símbolos, y eso que estamos en la era de los Pokémons virtuales, el IPhone 6 o 7 y las gafas de visión en 3D. Pero ahí está la fuerza de la efígie. Una efígie que, aún descabezada, todo el mundo reconoce y a todo el mundo le provoca algo en el estómago. Hay que reconocerle algo al escultor, sin duda. Cuando tu obra trasciende como la suya es que algo ha hecho bien. O muy bien. Ya me gustaría a mi que alguien quemara mis libros en la plaza mayor cuando yo ya esté muerto.

Hoy la escultura ha sido derribada. Estaba hecha unos zorros: cubierta por varias banderas, manchada de huevo de gallina y de pintura, coronada por desechos del contenedor más cercano. La han derribado en 2016, que ya tiene tela. Jamás la agredieron mientras el dictador estaba vivo. Ellos sabrán porqué, aunque yo también lo se.

En la tele hablan todo el rato de la escultura de Franco y de los toros, como cuando era pequeño. Me miro las imágenes del derribo y leo y escucho. Consulto las noticias de los días anteriores. Hay que ver, qué maravillas: la exposición de la que formaba parte la escultura trata de la impunidad de la simbología franquista en las calles de Barcelona, y parece que eso es lo único que no le importa a nadie. El derribo de la escultura parece una parte más de la exposición, una performance bien pergeñada por sus organizadores. Para dar visibilidad a una exposición de historia, cosa muy loable en una ciudad cuyo museo más visitado es el del Futbol Club Barcelona. A lo mejor, y por un día, la exposición más comentada y más visitada es la del Born. Bravo por la cultura y por esos ciudadanos interesados en formarse y aprender, en promover su sentido crítico de los hechos y los fenómenos.

En la hemeroteca leo que la exposición sobre la impunidad de la simbología franquista ha hermanado a dos tipos de personas, que se han hermanado en el sentimiento de ofensa: la Fundación Francisco Franco y los procesistas afines a Convergència. ¡Vaya! Vuelven a unirse los convergents y los franquistas, como cuando yo era pequeño. Los señoritos catalanes y los viejos franquistas se enfadan, gritan e insultan a esa alcaldesa que consideran una intrusa porqué no forma parte de su linaje. El linaje que, por ley natural, debe presidir el Cap i Casal, el palacio de la Ciutat Comtal.

Viejos franquistas y convergentes de toda la vida no es que sean parecidos: es que coinciden en nombres y apellidos. Por eso se juntan ante la estátua. Los convergente-franquistas de Tortosa son los que defendieron que la estátua de la victoria fascista debe permanecer intocable en su lugar. A los convergente-franquistas les ofende la ofensa al hombre que les arregló la vida y los negocios, y lo disfrazan de patriotismo baratillo, de modernidad ultrademocrática. A jeta no es gana nadie. El día de la iauguración, un grupo de antiguos luchadores antifranquistas acudieron al Born a mostrar su repulsa ante la efigie del dictador muerto. Fueron vapuleados por otro grupo, formado por procesistas catalanes bastante más jóvenes. Los jóvenes procesistas llamaron "fascistas" a los viejos luchadores antifascistas. Cosas veredes. El aire se ha puesto raro, algo venenoso flota en la atmósfera de este país (o lo que sea) des de que los procesistas tomaron el poder y empezaron a relatar su relato en Tv3, Catalunya Ràdio y demás órganos de propaganda. Quién me diga que no, miente.

Los abucheos, los huevos y la pintura que se han lanzado contra la escultura ecuestre y acéfala no se han lanzado contra el símbolo. Se han lanzado contra Ada Colau. Esa es la capacidad del símbolo, su enorme potencia creadora de múltiples significados y asociaciones mentales.

En el bochornoso discursito de rimas y pareados de Toni Albá de hace menos de un mes, ya se intuía por donde iban a discurrir los capítulos siguientes del vodevil agresivo de esta secta minoritaria pero muy cabezona (seguimos hablando de cabezas). Es raro que Toni Albá no haya acudido a lanzar huevos a la escultura acéfala disfrazado de algo antiguo, porqué su sarta de pareados del antipregón fue como un prólogo de eso: todos contra Colau, esa forastera que ha venido a estropearnos la fiestecilla nacionalista. Eso no lo perdonan ni los procesistas convergentes ni los antiguos camisas negras. Hay algo profundamente falangista en todo eso, muy falangista y muy de falangista catalán, que los hubo y los hay. En Convergència, en Unió, en el Partido Popular Catalán y en Ciudadanos, que son los partidos que normalmente se unen para votar algunas cosillas unidos, aunque eso la crónica parlamentaria de Tv3 no lo cuenta nunca. De esos jóvenes falangistas muy catalanes e incluso muy procesistas los hubo, los hay y posiblemente los habrá, porqué veo que algunos son jovencitos. Hay cuerda para rato.

La verdad es que, bromas e ironías aparte, a mi no me hace ni pizca de gracia lo que se ha montado, y mucho menos como nos lo cuenta la prensa del régimen de aquí o la del régimen de allá, que son dos regímenes tal para cual, y nunca mejor dicho. Y ahora unidos entorno a la escultura descabezada de Franco, sin el cual ni estos de aquí ni los de allá estarían tan hermosos ni tan rollizos. Lo más inteligente que he leído al respecto es de uno que escribe: "Franco es nuestro Sleepy Hollow".

Y a todo eso, el pueblo ¿qué dice? Bueno, parece que el pueblo se agarra las pelotas, mira hacia otra parte y reza para que la cosa no se líe más, porqué ya andamos todos bastante jodidos como para que vengan a marearnos unos tipos que no comprenden el sentido de una exposición. ¿O lo comprenden demasiado bien?

19 d’oct. 2016

El Diplocat en su barrizal

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La primera vez que escuché el término "Diplocat" pensé que me estaban hablando de un saurio gigantesco y pretérito, de los bobalicones y vegetarianos. Pero resulta que no, que el Diplocat no es una bestia antediluviana cuyo cadáver fósil se ha encontrado en algun valle de la Cataluña profunda -pongamos entre Olot y Manlleu. Contra todo pronóstico, y contra las imágenes mentales que promueve el palabro, el Diplocat es un aparato institucional creado por nuestra bendita Generalitat, una especie de red de embajadas y embajadores de Cataluña extendida por el ancho mundo. Un invento de esos del cual lo único que se intuye es que no debe salir nada barato. Voy a ver si cuentan el dispendio que nos perpetra en el portal de la transparencia catalana que, puestos a contarlo, es bastante siniestro, complejo y opaco. Pruébenlo y verán. (¿Para cuándo un Snowden catalán?).

El objetivo del Diplocat, más que promover la cultura y el comercio catalanes allende los mares y las montañas, es el invento definitivo para realizar aquel sueño del procesismo catalán: internacionalizar el "conflicto" catalán. El concepto se inventó hace muchos años: Eta lo intentó, y también las Farc -por nombrar a algunas instituciones creadoras de conceptos modernos.

Sin embargo, los éxitos del Diplocat son casi nulos. Sus aventuras desembocan siempre en situaciones embarazosas, trasnochadas y ridículas. Incluso habiendo puesto en su cabeza la cabezota de Raul Romeva, presentado como el gran mago de las relaciones y los contactos internacionales que se supone que es Raul Romeva, consejero y novelista, la cosa no va bien. El último desastre sucedió hace un par de días en París. Puigdemont aprovechó un acto protocolario de firma de convenios con la Région de Île de France para un pequeño cóctel festivo-reivindicativo, al que debían acudir políticos de altos vuelos para prestar apoyo público a la causa del procesismo. Lo había organizado el Diplocat y Romeva estaba allí de cuerpo presente, bastante tenso, como más bien tieso. Los trajes entallados de color gris marengo irisado no les sientan nada bien ni a Romeva ni a Puigdemont.

A la convocatoria francesa del Diplocat francés acudió un solo político de gran talla internacional: un tal Olivier Cadic, diputado derechón de la formación gala UDI (Unión de Demócratas Independientes), un pequeño partido regional hermanado con nuestros Ciudadanos, los de Rivera. La prensa más o menos libre se ha encargado de explicar que Cadic tuiteó el pasado 12 de octubre "Feliz día de la Hispanidad". Este es el nuevo gran éxito diplomático de nuestros amigos. ¿Qué diantre convenció a Cadic de sacarse una foto al lado de Puigdemont? Supongo que estaría pensando en los platos del restaurante al que le iban a invitar luego los catalanes, uno muy peludo y otro muy pelado, y los dos bastante raritos, con algo de buñuelesco -o de felliniano. A los franceses les gusta esa imagen surrealistica que les regalan sus vecinos de abajo, porqué les ayuda a convencerse de que son bastante mejores y más cultos y civilizados que las tribus de atrás de los Pirineos y de los Alpes italianos.

Contemplo la foto de Cadic. Me sugiere un especimen de esos jóvenes-viejos, un tipo de menos de 40 que nunca ha tenido 20. Un individuo algo despistado y perdido, de esos que se lo debe pasar de muerte con la profesión que más acceso da a canapés y cócteles. A Cadic te lo imaginas fácilmente de cóctel en cóctel, prestando y posando su rostro de sonrisa estudiada, reluciente y ambivalente, con olor a loción after shave medianamente cara, un rostro que también debe ser resultón en los ambientes liberales (me refiero ahora a los del sexo liberal, que es otra forma de ser liberal sin pasar por socialdemócrata).

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Olivier Cadic

Las anécdotas del Diplocat, editadas en papel, compondrían una edición de lomo grueso, repleta de chistes y actos fallidos que, en contra de lo que cuentan a veces, no hacen referencia a los Hermanos Marx si no a Chiquito de la Calzada, humorista cuyo retrato debe presidir las dependencias oficiales de tan ilustre establecimiento pagado con los impuestos de los catalanes.

¿Qué demonios deben contar los embajadores de Cataluña en el exterior para buscar -y no hallar- simpatías, empatías y adhesiones? No lo sabremos jamás. Pero hay algo que explica su lista de fracasos, ya que solo son fracasos lo que han cosechado. No necesito pensar mucho para descubrir que la Cataluña de hoy es algo bastante difícil de promocionar, y mucho menos si se pretende ofrecer la imagen de una región moderna, avanzada, extraordinariamente democrática.

Nuestra Cataluña real es todo lo contrario. L'avara povertà dei catalani. Una zona/país/región/autonomía decadente, empobrecida, atrapada en una espiral de despropósitos, de muy escasa calidad democrática (valgan como ejemplo las últimas elecciones "plebiscitarias", el magnífico lío que llevó a un tipo como Puigdemont a su puesto, el rocambolesco papelón de Artur Mas, la enorme lista de cargos de Convergència imputados y pendientes de juicio, los embrollos de la Cup en su acción parlamentaria, etc).

¿Contarán los embajadores que Cataluña es la región autónoma con la inversión en educación más mínima de España y de Europa? Y a los catalanes que les subvencionamos el lamentable engendro diplomático ¿nos contarán de qué va el asunto del diplocat? Bueno, posiblemente no: teniendo en cuenta de que Cataluña ya lleva tiempo habiendo abandonado la educación para apostar por la propaganda simplona, es fácil pensar que el nivel de crítica, de análisis y de exigencia de los ciudadanos para con su gobierno autónomo debe ser bastante deplorable. Igual les parece bien todo. O igual les da todo igual. Mientras Messi se quede en el Barça.

Me temo que los políticos europeos contactados por el Diplocat pasan olímpicamente de asistir a sus actos porqué se dan cuenta de que Cataluña es algo así como una España en pequeño y tal vez en peor, con su propio Rajoy al frente de un gobierno de corruptos tal que el de Madrid, con sus cargos públicos vergonzantes e impresentables, con sus tremendos déficits en sanidad, educación y servicios sociales.

Creo que los técnicos del Diplocat aún están a tiempo de corregir el rumbo (lo de "rumbo" les encantará, y seguro que les gusta más que la rumba) y de reinventarse. Estaría bien si contaran que todo era nada, una broma pesada. Que en realidad el Diplocat era un dinosaurio hallado en Castellfollit de la Roca, comarca de la Garrocha. Puestos a crear fantasías, pueden pergeñar un fósil original y divertido de cartón piedra, con una manita de cuatro dedos como las cuatro barras, haciendo un gesto solemne inspirado en Guifré el Pil·lós. Pueden crearle una cabecita lisa como la de Romeva y un perfil antiguo de ave carroñera como el de Forcadell para explicar con buenas excusas porqué se les fué de las manos el asunto, con el subidón que les dio la ilusión del hallazgo y esas cosas humanas, que son tiernas y comprensibles para la mayoría.

13 d’oct. 2016

Hablar castellano es de pobres

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Hace ya bastantes años, había dos colaboradores del diario Avui con columna propia que hoy ya no están. Están entre los vivos, pero ya no escriben en aquel periódico. Creo que se largaron del Avui por lo de siempre, por la pasta.

El uno se llama Salvador Sostres y la otra, Rahola, Pilar Rahola. Pasaron los años y el destino les condujo por senderos distintos, aunque jamás opuestos. Hay algo de paralelismo en sus vidas paralelas, aunque jamás convergentes. Bueno, Sostres en realidad sí era bastante convergente, de los convergentes de toda la vida, de los de Convergència. Cuando detuvieron a Macià Alavedra (¡vaya nomenclatura, el señor: casi se me hiela el espinazo al pronunciarle!), Sostres escribió algo así como un emotivo panegírico en el que hablaba del soldado de Cataluña caído en la lucha eterna contra el enemigo español. Aunque, en realidad, a Alavedra le enchironaron por un asunto de corrupción urbanística (y solo unos días), el columnista del Avui reescribió la historia en tono épico, de modo que más de uno intuyó los rasgos de Mel Gibson (en "Braveheart", pero quizás también en el de "La Pasión de Nuestro Señor", películas que tienen cositas en paralelo medio convergente) cuando escudriñaba el rostro enfático y lustroso del antiguo conseller de economía de Pujol, esposado, camino del talego.

Con el paso de los años Rahola recaló en La Vanguardia (uso el término marinero en honor a su linaje ampurdanés de Cadaqués) y Sostres empezó una trayectoria errática que le llevó hasta el periódico ABC. En ABC escribe en lengua castellana, y en esta misma lengua reparte estopa a diestro y siniestro con su habitual procacidad y estilo sin igual.

En aquellos tiempos de juventud, en el Avui (andaba el año 2005), escribió un artículo titulado: "Parlar espanyol és de pobres". El asunto estaba argumentado de la siguiente forma: Sostres analizó el PIB de algunos países de habla hispana escogidos al azar (Honduras, Nicaragua, El Salvador) y lo comparó con el PIB catalán. Los números no engañan: quién habla español es pobre. Sorprende que un gamberro rico como Sostres argumente a partir de los datos del PIB, porqué a priori uno diría que hablar del PIB es de pobres.

A mi siempre me ha provocado bostezos pensar en términos de PIB y sacar conclusiones de ello. Podría buscar los datos del PIB del barrio de Pedralbes, por ejemplo, y cotejarlos con la lengua mayoritaria en aquella zona afortunada: no he hecho el ejercicio, pero me temo que las cifras negarían la conclusión de Sostres.

Eso del PIB da mucha pereza, la verdad. A mi me inquieta otro asunto: ¿existen catalanes pobres? Uno diría que deben existir, pero también es cierto que están invisibilizados. Al menos por los órganos de información y propaganda y turismo mayoritarios, como por ejemplo Tv3, canal que sostiene la tesis de Sostres: si sale un pobre, habla castellano y en esta lengua se queja, se lamenta y expone, torpemente, su condición de miserable. Si sale un señor de clase media (o media alta) con estudios y cosas interesantes y bonitas que contar, habla catalán y se expresa de maravilla, y todo él desprende un saber estar y un buen rollo que echa para atrás. En catalán se habla de ciencia y de educación, de alternativas pacíficas y de arte. Es castellano, de malestar.

Pero sin duda hay una pobreza catalana y de expresión catalana. La ha habido siempre. No me refiero a las diputadas de la Cup, que suelen disfrazarse de pobres al estilo Manu Chao. Autores de antaño, como Juli Vallmitjana o el poeta Salvat Papasseit (por poner dos ejemplos) hablaron de ellos. Papasseit, además de hablar de los pobres de Barcelona, también era pobre. Y bastante pobre, por cierto.

Yo me sentí como un bicho raro durante la infancia y la primera adolescencia porqué mi padre, que era pobre y catalán, me mandó a una escuela en donde todos eran ricos. Entre los 400 alumnos de aquélla escuela había dos pobres y uno era yo. Era una escuela bonita, en un chalé de la parte alta de la ciudad. Bonita y privada, muy privada. Y catalana, muy catalana. Los dos pobres podíamos ir allí porqué los 398 papás ricos restantes añadían algunas pesetas a su cuota para sufragar el déficit que provocábamos los 2 pobres. Vamos, una infancia feliz, en resumen. Y agradecida.

Cuando alguna vez cuento que nací en una familia pobre me miran raro y alzan una ceja, como diciendo: ya estás exagerando, ya será menos. Lo puedo contar de otra forma: cuando tenía 7 años nos mudamos de la Ribera a un piso del Camp de l'Arpa. Era un bloque de renta protegida por el Ministerio de la Vivienda. Ocho pisos de altura, cuatro viviendas en cada planta, más un ático y una portería con vivienda. 34 viviendas en total. En aquel bloque había algunas familias catalanas: la de la portera, doña Carmen, y tres mas. Una de las cuales, la mía. Actualmente, en aquél bloque hay alguna que otra familia mas que hablan catalán, pero también las hay que hablan chino, peruano, amazig y ruso de Ucrania.

Tardé años en comprender que yo no era ningún bicho raro, si no un bicho perteneciente a una clase invisible pero no residual. Me vino bien descubrir la obra de Salvat Papasseit y saber algo de su vida. pero aún descubriendo a los escasos autores catalanes pobres, lo que más bien me hizo fue ir descubriendo, poco a poco, que había otros catalanes pobres por el barrio: nuestros padres tenían coches de marca Seat (alguno llegó a tener un Supermirafiori y había un papá -comercial de papelería- que se desplazaba en un Renault 8 de color amarillo limón, con un perrito de plástico y un muelle en las cervicales, pegado en el palier. El perrito asentía siempre, y eso nos indicaba que el papá en cuestión tenía que ser un tipo satisfecho, menos pobre que los demás papás). Nadie tenía ninguna casita en el campo y en verano, al camping. En los campings había bastantes pobres que hablaban catalán. De Sants y del Poble Nou, de Badalona, del Poble Sec, de Cornellá, etc. recuerdo aquel fantástico catalán "chava" del camping. ¡Qué gozada de idioma, el chava!

A veces me pregunto qué idioma hablarán hoy aquéllos catalanes pobres que conocí en el camping y en las calles de mi barrio. Una vez me atracó un yonqui catalán cerca de casa, pero el pobrecito murió hace mucho tiempo. Igual se han rendido y se han pasado al castellano, porqué a lo mejor se casaron con chicas de habla castellana (chicas pobres) y ya se sabe que muchas militancias se dan por vía genital. A lo mejor alguno de aquellos se enfunda los pertrechos independentistas de la ANC cada 11 de septiembre y acude a los guateques masivos que les montan los señoritos, y pega gritos contra el mal gobierno de España para desahogarse así de su pobreza.

Es raro pertenecer a una minoría invisible. A mi me parece un buen tema para escribir una novela o hacer un reportaje de esos entrañables. Debería ponerme a ello. Creo que los catalanes pobres están desconectados entre si: cuatro en este bloque, dos en aquél pueblo, etc. Un reportaje en la tv ayudaría a tomar conciencia y conectarnos entre nosotros. A lo mejor montamos algo en el merendero de Les Planes, que es un sitio bonito, algo decadente y muy de pobres. Pero contentos, porque se trata de eso.

Postdata: al principio del texto he nombrado a Rahola, Pilar Rahola, y luego la he olvidado. Argumentar bien no es para pobres y a lo mejor Rahola se mosquea por este menosprecio implícito, ya que igual se había hecho a la idea. Le pido disculpas si fuese así: lo dicho, argumentar bien es de ricos.

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Aquel artículo lejano de Sostres ha resucitado ahora brevemente, gracias a Javier Pérez Andújar y sus reivindicaciones gozosas sobre las cosas que son de pobres: leer, irse de vacaciones, merendar en un merendero. En una curiosa paradoja temporal, Sostres colaboró con Andújar 20 años atrás sin saberlo: un caso de ucronía?

Enlaces a los artículos citados de Salvador Sostres:

El primero, aquí. Como no he encontrado el artículo en su medio, enlazo la reseña que le hicieron, pero está bien porqué contiene el texto del autor: http://www.alertadigital.com/2013/01/21/lo-que-escribia-salvador-sostres-en-2005-hablar-espanol-es-de-pobres-de-horteras-y-de-analfabetos/

El segundo (en donde aparece la palabra "nazi", aquí): http://salvadorsostres.com/parlar-espanyol-es-de-pobres-versio-empirica/


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5 d’oct. 2016

El referéndum catalán (y el colombiano)

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El actual presidente -no electo, por cierto- de la región autonómica catalana (lo escribo así para mencionarlo con la mayor exactitud jurídica posible) dijo hace pocos días en su parlamentito que los ciudadanos de Cataluña serán convocados en septiembre de 2017 a un referéndum para conocer qué opinan de la separación administrativa del estado al que pertenecen. Lo más sorprendente del asunto es que prometió que "habrá referéndum o referéndum" (esa es su su forma de hablar: sin dudar, poseedor de una certeza como la de quién afirma que algún día te vas a morir o te vas a morir). El pequeño y extraño presidente hizo un alarde de osadía que supera a los más osados videntes. El extraño Puigdemont supera a Nostradamus en visionario y al medium televisivo Sandro Rey en soberbia (y en estupidez, por extensión). Y lo hizo todo en una sola frase. Una frase que repitió, por si acaso. Es de todos conocido que las mentiras deben repetirse para darles una pátina de verdad. No voy de putas. No voy de putas. ¿Verdad que la segunda afirmación es un poco más creíble que la primera?

A lo mejor la osadía de Puigdemont indica que piensa repetir la kermés de la urnas de cartón de un 9 de noviembre ya lejano y perdido en la niebla del olvido y lo grotesco. A la cita con las urnas de cartón no acudió ni un tercio del censo, y en las "elecciones plebiscitarias" de otro 9 de noviembre más reciente los partidos por la independencia (Convergència y la Cup) obtuvieron un bochornoso 47% de los votos. Teniendo en cuenta que esa falange en versión catalana denominada "Assemblea Nacional Catalana" dijo que ese era "el vot de la teva vida" (el voto de tu vida), uno cree que deberían haberse anotado el resultado y callarse por un tiempo. Por vergüenza o por lo que quieran. Pero al fascismo (el nacionalismo auspiciado por sus partidos y sufragado por los grandes empresarios afines) no le atañe la humildad del silencio ni la reflexión: el fascismo es acción imparable, sin pausa. El secuestro de "la voluntad del pueblo" no se puede detener jamás. El fascismo es la repetición incansable de eslóganes en los que las palabras "patria" y "libertad" aparecen juntas. La patria y la libertad de los poderosos que gestionan el asunto: nombramos a la patria para que el pueblo nos de el beneplácito para hacer lo que nos da la puta gana, que es lo de siempre.

A Artur Mas, el olvidable presidentet que puso las urnas de cartón, le piden unos años de inhabilitación por perpretrar la payasada y la tomadura de pelo a sus acólitos. Ahora pues, Mas, con la ayuda de un tribunal, podrá soñar que hizo algo histórico cuando solo hizo una auténtica memez sin sentido, destinada a engañar a los que desean sentirse engañados porqué eso les aumenta las ilusiones más ilusorias y su insaciable deseo de pertenecer a algo, a lo que sea. Si "el Barça és més que un club", ahora toca pensar que "ser catalán es algo más -o mejor- que ser a secas". Es bastante probable que el invisible Puigdemont también quiera ser algo o alguien, y pasar a los anales de lo que sea, aunque sean los anales de la tontería.

Hace un par de días se celebró un referéndum en Colombia para validar el proceso de paz con la guerrilla que lleva 50 años en guerra contra el estado. Ganó el NO al proceso de paz y el planeta se pregunta como es posible que los ciudadanos de Colombia no estén a favor de la paz, cuando parece algo tan indiscutible: que los seres humanos queremos la paz y no la guerra. Los colombianos eligieron el NO, pero por un margen tan justito de votos que lo más preocupante no es el signo del resultado, si no la brecha que se abre justo enmedio y que muestra a un país partido en dos. Eso es lo más feo que puede suceder, y es lo que ha sucedido.

A la lección colombiana se le puede añadir la lección inglesa con el asunto del Brexit, de modo que es inevitable repensar sobre las bondades de los referéndums y preguntarse qué se gana y qué se pierde cuando se pregunta a una comunidad (nacional o regional) sobre una cuestión que puede dividirla e incluso enfrentarla gravemente. En los fórums más feroces del independentismo catalán llevan tiempo especulando sobre cuáles deberían ser los parámetros de su referéndum: proponen que sea válido con una participación inferior al 50%, y en el mejor de los casos afirman que un resultado del 50,1% favorable al Si por la independencia validaría moral y políticamente su proyecto. Fascinante: quiénes más hablan de democracia menos la valoran.

Hay que andarse con cuidado. Deberíamos empezar a pedir la mediación de organismos internacionales que les aclaren las ideas y les sienten en la mesa de la razón (que no de La Razón). No sería mala idea pedir la mediación externa, ya que los independentistas sienten la paradójica inclinación a pensar que quienes se interponen en sus deseos son las instituciones españolas, olvidando así que tanto la Generalitat como los salarios de su presidente, consellers y demás funcionarios los perciben en tanto que forman parte de esas insituciones. Eso cuando se olvidan de los malos catalanes como yo mismo, o de los periódicos poco afines a su régimen. Estoy seguro de que, de producirse en Francia la misma situación, tanto Mas como Puigdemont y los demás llevarían una buena temporada en el paro, o bien en el talego. Y a ver quién es el guapo que niega la democraticidad francesa.

Debo añadir algo: la democracia europea (incluyendo la española) es algo que me despierta grandes interrogantes y muchas inquietudes. Como la misma Unión Europea, que parece un invento diseñado más que nada para satisfacer intereses económicos que poco o nada tienen que ver con las preocupaciones de los ciudadanos trabajadores o sin trabajo, como somos la inmensa mayoría. Hay algo que chirría en esa democracia, y es algo grave. La gravedad del asunto explica que proliferen aventuras neonazis, nacionalistas y/o protofascistas (como en nuestro caso). Aquí hay algo que huele mal -o muy mal- y que debe repensarse con urgencia. Con mucha urgencia.

"Democracia" tiene algo que ver con ir a depositar un voto en una urna, pero ese es el significado más pequeño y más anecdótico de la palabra "democracia". Si uno se atiene a su etimología y a la filosofía política (ética) al respecto, descubre que ir mucho a las urnas no significa ser muy democrático. Al fin y al cabo, Franco también llevó a cabo referéndums (y los ganó, como Artur Mas en aquel remoto 9 de noviembre). "Democracia" significa, también, debate y diálogo (para hacer esas cosas cobran sus buenos sueldos los políticos electos) y significa escuchar, argumentar, proponer y decir la verdad, significa transparencia y honestidad, respeto, hablar sin eslóganes, explicarse. Nada de eso es lo que veo hoy por hoy, ni en boca de Puigdemont ni en las de sus órganos de gobierno o de propaganda, entregados a la única labor de mantenerse en el poder prometiendo aventuras a los unos (referéndum o referéndum) y caridad a los otros (7.000 funcionarios más).

El mismo día en que la prensa cuenta que el presupuesto catalán en educación es el más pequeño de Europa (2,1% del PIB frente al 5% de la media continental), al diminuto Puigdemont se le ocurre anunciar la creación de 2000 funcionarios más en ese ámbito -pero sin fecha ni concreción alguna. Eso no es democracia. Eso -de nuevo- se llama fascismo o engaño facilón. Si lo que dice el inefable Puigdemont lo dijese Rajoy, le estarían llamando así todos los vividores del procesismo catalán. Incluídas las diputadas de la Cup que votan a favor del liliputiense Carles.

Vayan preparándose sus pasaportes y sus peticiones de asilo (¿en la Europa de Merkel o en la América de Trump?). Eso no pinta nada bien.

Stabat Mater

Resultat d'imatges de satabat mater
(Retrato de Giovanni Battista Pergolesi mientras -se supone que- compone su "Stabat Mater")

El escritor comprometido de verdad con la literatura es aquel que vendería su madre a una red de trata de esclavas (blancas, trigueñas o negras) a cambio de escribir una buena novela. Algo así dijo un joven Mario Vargas Llosa poco después de publicar “La ciudad y los perros”. Hay que añadir que Vargas iba en serio, y que el peruano es partidario de “primero escribir, luego vivir”. En un orden moral en el que se antepone la creación literaria a la vida, venderse a la madre no es ninguna salida de tono. Esas opiniones suenan exageradas y extemporáneas en el civilizado mundo europeo nuestro, tan educado y decadente. Quizás sería oportuno referir aquí algunas peculiaridades de la familia del escritor de Arequipa, pero estos datos están a disposición de todo el mundo en la red, de forma que cualquiera puede satisfacer su curiosidad -si acaso la siente.

Vargas no es el mejor escritor en lengua castellana de los últimos siglos por azar. Su maestría se debe a un genio innato, sin duda, pero sobre todo a su compromiso, radical y rotundo, con la escritura. Tanto es así que le creo cuando dice eso de venderse a la madre. El artista debe estar dispuesto a todos los sacrificios en nombre del arte. Incluso a sacrificar a otros. Caravaggio también estaba en eso, y aunque sabemos poco de su vida, sabemos lo suficiente como para comprender que era capaz de matar. Me pregunto para cuando una buena novela sobre Caravaggio, el pintor asesino.

Cuento eso porqué yo, en cierto modo, también le doy un alto valor al arte y a la creación, y se que se debe sacrificar uno, aunque sea un poco. Los catalanes solemos hacer un poco de todo (el asunto está en el "poco" y no en el "todo"). Yo, por ejemplo, he preferido quedarme en casa escribiendo aún siendo nochevieja, mi cumpleaños u otras fiestas de guardar. Primero escribir. Ahora mismo, algunos amigos están tomándose unas cañas apacibles en una terracita, apurando el final del sol y el buen tiempo, como cantaba La Polla Records. Podría estar con ellos pero estoy encerrado en casa ante un teclado de letras mayúsculas. Es así como me he perdido juergas, sexo, lindas veladas, conciertos únicos y memorables o atardeceres deliciosos al aire libre. Sin pena y sin arrepentimiento, ahí está el asunto.

Pero vuelvo al asunto de la madre. Porqué la mención a la madre esclavizada me lleva, inevitablemente, a visualizar a la mía metida en un cuartucho oscuro, con paredes enfermas de lepra, ovillada y apretujada junto a otras esclavas, vestida con harapos, ajada, sucia, polvorienta, rota. Es una imagen que podría volverse recurrente y obsesiva una vez ensayada por la imaginación. Intento deshacerme de ella pero es una empresa difícil. Es curioso que exista tanta literatura (buena y mala) sobre el amor maternal, y tan poca sobre el amor filial. Determinadas muestras de amor filial incurren en el sentimentalismo más abyecto y penoso, o bien son materia de psicoanálisis.

Entre los buenos textos sobre el asunto recuerdo un cuento espeluznante de Máximo Gorki: “La madre del monstruo”. Y la terrible e hipnótica “Madre e hijo”, la película de Aleksandr Sokurov. Esta cinta la vi poco después de la muerte de la mía, que falleció en enero de 2011 y se libró así de caer en manos de la mafia de la trata de seres humanos para dar un empuje a la carrera literaria de su hijo.

El azar quiso que fuese yo quien encontrara su cuerpo, sentado, ya frío, en la soledad y la penumbra del piso demasiado grande para una mujer no muy mayor pero severamente enferma. Le cerré los ojos con la mano derecha, y detuve el gesto en su mejilla, como creyendo en algo misterioso e inefable, en el poder del milagro por un instante casi eterno, relámpago sobre el agua. Al cabo de unos segundos, mis dedos empezaron a enfriarse. Le estaban transmitiendo el calor leve del mamífero a un rostro gélido que llevaba varias horas muerto. El momento más intenso y brillante de nuestra relación sucedió ahí. En la milésima de segundo en que creí.

Luego escribí bastante sobre ella, sobre su muerte y sobre su vida, sobre las libretas con los diarios que escribía de medio joven, que encontré en los cajones más recónditos de una cómoda antigua (o más que antigua, anticuada). Cuando escribía sobre este tema caí varias veces en un lirismo y un sentimentalismo que ahora me avergüenzan y me sonrojan. Apenas soy capaz de releer aquellos textos. Solo puedo en las noches más tristes y melancólicas de las que suelo huir mirando películas de serie B (zombis, monstruos lovecraftianos, las vampiras lascivas de Ricardo Franco). Pero no reniego de eso, ni siquiera lo lamento.

Entre los papeles de la madre muerta (esa letra educada, femenina y redonda que recuerda tanto a la mía) leí secretos antiguos y la casi beata correspondencia amorosa con mi padre cuando eran novios. Ella practicaba el viejo cristianismo puritano y algo bobalicón de una niña educada en el miedo y la postguerra, fantasías de una humanidad esencialmente buena y espiritualizada por el hambre y el racionamiento.

Creo que yo no hubiera sido capaz de venderme a la madre a cambio de ser un gran escritor. Sin embargo, poco tiempo después de su muerte retomé la escritura, me propuse volver a publicar y entonces publiqué tres novelas en poco tiempo.

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Nota: La primera versión de este texto se publicó en La Charca literaria en mayo de 2016.