29 de des. 2021

EL FUSILAMIENTO DE MACIÀ

Francesc Macià, el presidente abuelo, jamás estuvo del todo en sus cabales. Su historia no desborda sensatez. Sin embargo, jamás se ha fusilado a nadie por estar un poco chalado. Es más: en muchas sociedades, al enajenado se le trata con sumo respeto o incluso se le venera, ya que se asocia la locura al contacto con los dioses. Macià murió en su cama, víctima de una apendicitis, en el día de Navidad de 1933.

Macià, como saben todos ustedes, protagonizó uno de los episodios más grotescos del nacionalismo de por acá cuando pretendió la secesión de Cataluña mediante la hilarante invasión por Prats de Molló al frente de cuatro iluminados que depusieron las armas al escuchar el primer aviso de la Guardia Civil. Pero tampoco se fusila a nadie por hacer el ridículo, y aunque a los ridículos se les respeta menos que a los orates, la ridiculez es algo que resulta entrañable y que promueve la empatía. El ridículo, pues, tiene muchas probabilidades de morir en su cama, de apendicitis, apoplejía o por una patada de conejo.

El día de Navidad de 2021, la oficina de prensa del Ayuntamiento de Barcelona escribió un tuit en el que conmemoraba el fusilamiento de Francesc Macià. Muchos se rieron de la ocurrencia, se burlaron de la ineptitud del responsable de prensa municipal o incluso aprovecharon para recriminarle su falta de interés por la cosa nostra, ya que el desconocimiento de la vida, muerte y milagros de los 132 presidentes de la Generalitat es síntoma inequívoco de ser un mal catalán: el mundo independentista más feroz la tiene tomada a perpetuidad con los Comunes, y no se les pasa una.

Y sin embargo... sin embargo yo no creo que eso fuese un desliz. Los Comunes, que crecen sin saber si de mayores quieren ser nacionalistas o demócratas, juegan al despiste con suma inteligencia: aupar la muerte doméstica y burguesa de Macià, desprovista de toda épica, a un fusilamiento enaltecedor, es un homenaje mayúsculo y una forma de engrosar la lista de Presidents represaliados, perseguidos, masacrados y ultrajados: una forma de engrandecer el victimismo patrio. ¡Macià fue fusilado! gritan las gentes por las calles: ¡Nos engañaron con una apendicitis pero el pérfido estado fascista le fusiló! Jordi Bilbeny escribirá un prolijo tratado sobre la manipulación y el engaño de las crónicas oficiales y concluirá con toda suerte de detalles los pormenores del fusilamiento. Bilbeny difundirá los nombres del pelotón de fusilamiento (López, García, Jiménez y Martínez, el sargento Cifuentes y el pérfido Bonifacio Pratdesaba, paradigma de traidores), y revelará las últimas palabras del presidente abuelo, pronunciadas durante su caída a cámara lenta:  Jo moro perquè no moro, prò Catalunya no morirà mai... visca la ratafia! La historia dará un vuelco, las masas saldrán a las calles y llegará el "momentum" que esperaba el pobre Quimet Torra, el instante en el que la historia se hace carne entre los catalanes.

Obran mal y con mala fe los patriotas de acá, como la ilustre alcaldesa de Gerona, cuando se burlan del tuit municipal: quizás deberían meditar como no se les ocurrió primero a ellos cubrir de heroismo la muerte inane del presidente abuelo. Ya puestos, podrían añadir que el pobrecito Pujol está condenado al ostracismo en Queralbs por un tribunal siniestro, que Puigdemont malvive en un albergue belga y que Quimet Torra está encadenado en una oscura mazmorra del barrio judío de Gerona.

Podríamos ir más allá y explicar, didácticamente, que el único presidente fusilado, el señor Lluís Companys, en verdad murió de una neumonía mal curada. Es de todos sabido que Companys fue el menos nacionalista de todos los presidentes, y que la catalanidad ultramontana jamás le ha mirado con buenos ojos por su tibieza ante el hecho patrio, por su pasado obrerista y sus simpatías hacia el mundo anarcosindicalista (aunque Juan García Oliver le retrata, en sus memorias, como un político torpe, persona pusilánime y tipejo turbio). Razón de más, pues, para el intercambio: Companys murió de una enfermedad común y Macià, fusilado. La historia de Cataluña mejora mucho con una simple corrección.

Una vez se admite la ficción de la nación catalana, se puede seguir por la senda de la ficción sin rubor y sin freno. La historia está por escribir y se debe rellenar de más héroes y, sobretodo, de más víctimas. En resumen: una apendicitis no nos puede estropear el pasado. 


23 de des. 2021

Mis navidades con Gabriel

Aunque de nada sirve preguntar (ni mucho menos preguntarse) quien es el mejor escritor conocido, a veces me lo pregunto. Y me lo pregunto, por lo general, en momentos de levedad ociosa, sentado en la terraza de un bar indefinido, chino y triste, a media mañana, con el frío y la niebla amenazando a mis huesos. Y siempre llego a la misma disyuntiva: me quedo entre Vargas Llosa y García Márquez. Con mis disculpas a Cartarescu, Dostoievsky, Faulkner y tantos otros pero bueno, qué le vamos a hacer.

Uno juzga por el vicio de juzgar, que es un mal vicio, y lo sabe. Pero más allá de las cualidades artísticas de la buena literatura, asoma un factor que nada le debe al arte, o quizás se lo debe todo: ¿quién te ha acompañado mejor a lo largo de los años? He ahí la explicación: a García Márquez llevo décadas leyéndole y releyéndole (me gusta mucho releer), y siempre me ha hecho pensar, sonreír o incluso reír, fabular con ser escritor, llevar una vida de vago diletante que escribe por las noches en los peores bares de la Tierra. Llegué a pensar que Gabriel era el amigo que nunca tuve. Eso pasa poco.

Cuando yo era joven, en Cataluña solía preguntarse a las personas: ¿eres del Barça o del Español? (como si no existiese el Rayo Vallecano, que es el mío) y también: ¿eres de Lluís Llach o de Joan Manuel Serrat? (como si no existiese King Crimson, aunque yo, en este caso, apunto que soy de Serrat sin duda alguna ya que Serrat, como Gabriel, siempre me ha acompañado). Por cierto: ahora también nos preguntan: ¿eres catalán o español?, que es una variación carlista y lacaniana de la terrible pregunta: ¿quieres más al papá o a la mamá?

Todo eso viene a cuento de que acabo de caer en las páginas de "El funeral de Mamá Grande", un librito de 150 paginitas, edición de Bruguera Libro Amigo de 1983, y me he maravillado de nuevo con esa prosa tan exultante, tan fascinante, con imágenes que le hubieran encantado a mi cineasta preferido, Federico Fellini. Creo que pasaré las navidades en casa de Gabriel. Y me pregunto: el cuento que le da el título al libro... ¿sería visto con buenos ojos o solo con tolerancia por la crítica correcta actual? Les cuento la razón de mi pregunta: el cuento es una burla desmesurada hacia el matriarcado, y a día de hoy se lleva mucho más criticar al patriarcado, lo que explica que, en Cataluña, se publiquen infinidad de libritos cuyo tema es (más o menos): soy una mujer en vías de empoderamiento, pero de pequeña sufrí abusos patriarcales y aquí se lo cuento en catalán y con todo lujo de detalles progresistas.

Y que conste que me tengo por un hombre feminista en el sentido de que estoy a favor de la igualdad ante todo, motivo por el cual también soy antiracista, demócrata y socialdemócrata, antinacionalista (y botifler, por supuesto).

Si pudiera (o si me dedicase a los podcasts, tan de moda) les dejaría mi lectura en voz alta de "Los funerales de Mamá Grande", en donde intentaría imitar -ridículamente- el acento de Gabriel. 

 

20 de des. 2021

Comidas Olimpo

Los horarios algo alocados de este curso me obligan a almorzar varios días a la semana en un bar del barrio, el más cercano a mi centro de trabajo. Es un local más bien triste, en donde por motivos que desconozco reina una penumbra que no me desagrada. La puerta chirría levemente, es un susurro apenas. Pero a la vez es un síntoma.

El local debe llevar más de 20 años sin sufrir reforma alguna y tiene algo ya caro de ver, por esos lares en donde el más humilde pretende incorporar algo de las nuevas tendencias del diseño. La decoración es ausente: las paredes son paredes desnudas. El televisor, al fondo, es de medidas reducidas, como de comedor de piso de antaño. Y el volumen del aparato es tan bajito que, sumado a mis dificultades auditivas, se me presenta mudo. Y eso es de agradecer.

En la barra se aposentan, al mediodía, dos o tres currantes con sus cañas y sus cacahuetes. Somos pocos los que vamos allí a comer.

Al poco de ir se sabían mi nombre y mis manías. La verdad es que prefiero mucho más anonimato, pero a la vez hay algo agradable en ese conocimiento. Cada día tienen un menú de dos platos, improvisados y sin anunciar en pizarras ni hojas impresas. Uno debe preguntar y no puede escoger: lo tomas o lo dejas. Es más o menos una vuelta a mi infancia, cuando mi madre me ponía el plato delante y me soltaba, con cierto laconismo: es lo que hay. Suelo quedarme con uno de los dos platos, por ahorrar tiempo más que dinero: muchas veces debo comer en 20 minutos, lo cual es -creo- ilegal en España. Pero es lo que hay: lo tomas o lo dejas.

Una familia atiende en este local. Bueno, creo que son una familia las tres personas que cada día andan por allí: la mujer y el hijo, trabajando. El marido, sentado viendo la tele con cierto aire a caudillo destituído pero cómodo en su dimisión -o su destierro. La mujer es menuda, escuálida. Le duelen las cervicales y a veces debe cerrar el local por las visitas médicas o los dolores. El hijo es dicharachero y a la vez tímido, muy joven, posiblemente sin estudios. Hace unos curiosos ademanes para imitar la elegancia de los camareros que ve en la tele, quizás sueña servir en restaurantes de postín, o sueña que su vida es otra y está sirviendo ahora mismo en Maxim's. Es rápido, eso sí. Pocas veces he visto tanta celeridad y tanta amabilidad, aunque tenga un porcentaje elevado de impostura. Al fin y al cabo, todo eso es un juego teatral. Cuando digo todo eso me refiero a todo eso, al mundo entero. 

Los platos son sencillos por no decir humildes. Y sospecho que a veces han abierto una lata de comida preparada pero bueno, le han dado dos o tres toques para disimular. El café está rico y a veces lo sirven con unos retales de pastelería algo seca que les habrá sobrado de los desayunos. Por el callejón en donde está el bar apenas circula nadie. A veces veo una paloma que se ha perdido, una gato macilento y espiritualizado, una gitana que busca a su marido.

Es una pena que siempre deba comer con prisas en el Bar Olimpo. A veces sueño que me quedo a leer un libro de esos gordos e infinitos, y que tras el café me pido un orujo y luego una cerveza, para desengrasar el gaznate y luego quien sabe, Dios dirá, quizás otro orujo pero el de hierbas. Y así sueño en una tarde imposible mientras el camarero, solícito y teatral e inmensamente pobre sueña que sirve en un bar elegante de Madrid a viejos medio intelectuales, medio soñolientos y algo bebidos, ya se sabe.


16 de des. 2021

Una estrella en la punta

Llevo ya muchos años fuera de Barcelona y, aunque siento nostalgia de los años de la infancia en las callejuelas de la Ribera, miro a Barcelona sin amor. Creo que a eso se le llama desapego. En la filosofía oriental, el desapego es virtuoso.

Aún así, con la distancia y el desapego, sigo con un vago interés la decadencia de Barcelona. Aunque, la verdad, no podría decir cuando vi a una Barcelona emergente. Quizás la de los ochenta, que me pilló demasiado joven para comprender. Mi Barcelona querida es más bien literaria y, por lo tanto, de ficción: las novelas de Marsé, las de Casavella, las de Mendoza... También me parece ficción (una ficción desafortunada) esa estrella que ha aparecido en la cúspide de una torre de la Sagrada Familia.

A mi, a quien Gaudí no me gusta mucho, la Sagrada Familia me parece sin duda su edificio más aborrecible, pretencioso e inútil, el más feo. Con el agravante de sus medidas, que convierten la fealdad banal en fealdad monstruosa. Y ahora le meten una estrella reluciente. En la puntita.

Cuando vi la estrella me acordé de una parienta política mía, ya difunta, que hablaba de un hombre muy feo que se casó con una mujer muy guapa y ella expresaba así su perplejidad ante la pareja:

-Él debe de tener un diamante en la punta.

Exacto: eso es la estrellita en la cúspide de la mamarrachada arquitectónica de la Sagrada Familia. El diamante en la punta.

El desatino de la Sagrada Familia lo pudieron detener muchos alcaldes y presidentes de la Generalitat, pero nadie osó. Es incomprensible: incluso los amantes de Gaudí deberían haber exigido la paralización de las obras, y propuesto haber dejado ese templo al mal gusto tal como lo dejó Gaudí, el inmensamente sobrevalorado. Un monumento inacabado tiene un valor innegable, estimula la imaginación y, sobre todo, impide el collage de despropósitos que es ahora, con la deprimente fachada de Subirachs cuyo nombre consta para siempre en los anales de la infamia arquitectónica.

Y tiene su miga que sea una alcaldesa atea quien culmine el nyap.

La verdad: ¿qué sentido tiene que una ciudad con una historia anticlerical, atea y anarquista tenga la iglesia católica más grande (y más aberrante) del mundo? Creo que fue el propio Gaudí quien le puso el nombre de "templo expiatorio". Quizás solo acertó en eso. A partir de hoy, todos aquellos que quieran pedir perdón por ser horteras tienen el templo ideal para acudir, arrodillarse y expiar su mal gusto.

Postdata: Como pueden deducir, soy uno de los desagradecidos que confían en que las vibraciones del AVE solucionen la barrabasada urbanística.

13 de des. 2021

Alçar el vel en un poblet de la costa

La realitat està velada. Rere el vel de Maia. Això és un mite antic que verdeja sovint.  L'última mostra? En un poblet de la costa, lleument decadent, tranquil i assossegat. Allà, de sobte, es va alçar el vel i va mostrar-s'hi la gola del llop, les urpes de l'odi. No era l'arcàdia. No era la feliç terra d'acollida.

Un cop finiquitat el procés s'ha reorientat l'identitarisme passiu i agressiu alhora envers la llengua, tal com sostenen diversos articles llegits per aquí i per dellà : un cop abandonada la fantasia (el deliri?) de la independència súbito, es busca un altre camp de batalla. La llengua. Si en alguna banda es pot trobar cert senyal d'identitat catalana, cert "fet diferencial", aquesta és la llengua catalana. I fins i tot això és dubtós. Però dubtar no fa bon patriota. [L'Arcadi Espada, sempre agut, assenyala que el fet diferencial català és Barcelona i la seva cultura urbana, multilingüe i multicultural, més o menys cosmopolita, enfront de la Catalunya interior, la rústica i indiferenciada. L'eterna i tronada.]

Que la llengua catalana sigui el refugi de l'identitarisme és explicable per la llarga nit del romanticisme nacionalista que enterboleix i enverina la història dels últims 200 anys a Catalunya: junt a la invenció de la sardana, del mite de Guifré el Pil·lós o del vampir Estruch, va aparèixer el de la llengua mil·lenària i pròpia. De res no serveixen els estudis que demostren que a Catalunya sempre han coexistit la llengua castellana i la catalana, que durant segles Barcelona fou el centre editorial més important en llengua castellana. De res serveix explicar que parlar de "llengua pròpia" és una aberració en qualsevol part del món: la llengua pròpia de Dakota és la llengua Sioux?  De res no serveix la racionalitat quan allò que compta és l'emoció patriòtica.

La realitat catalanitzada sempre s'ha de mirar a través del vel emocional, que és el vel nacional(ista). En aquest cas, un vel de romanticisme carrincló i, sobretot, d'una catalanitat pura i ficcionada, construïda sobre capes de llegendes. De res no serveix que els historiadors recordin que Guifré el Pil·lós no existí mai, perquè sempre va firmar els documents com a "Wifredo" o "Wifredus". De res no serveix que els historiadors de la llengua expliquin que Bonaventura Carles Aribau va escriure centenars de textos, tots en castellà. Excepte un: l' "Oda a la Pàtria". El procediment és molt senzill: si es posa el focus sobre aquest únic text en català i es deixa en la penombra la seva producció en castellà, el ciutadà acrític pensa que Aribau fou un guerrer defensor de la llengua. La llengua pròpia. La llengua que parlen les pedres dels murs dels cementiris, suposo.

Així doncs, acabat el deliri independentista i un cop evidenciades les seves mentides puerils, ens hem de recollir en el que és indiscutiblement autòcton, i tan cert com cavernari: la llengua pròpia, la qual s'ha de defensar amb ungles i ullals fins i tot quan un infant de 5 anys la qüestiona al reclamar 2 horetes setmanals de llengua castellana a l'escoleta d'educació infantil. Llavors s'alça el vel i apareix la gola, disposada a la dentellada patriòtica. 

Oblideu-vos d'aquella idíl·lica revolta dels somriures, de l'independentisme transversal i per a totes, de la república integradora i feliç, de la Carme Forcadell rere la pancarta "Volem acollir". El nou camp de batalla és la llengua dels avis, i és ara, catalans, que cal desenvainar les espases, esmolar la falç: bon cop de falç, defensors de la terra. Ara és l'hora, segadors, bon cop de falç a l'infant de 5 anys que gosa parlar en castellà a casa nostra.

Rere el vel hi ha odi a la diferència i desig de retorn al fang. Nostalgie de la boue. Un cop alçat el vel, Catalunya mostra la nostàlgia del fang. D'un fang nostrat i patriòtic, això sí.

Si algú encara es cregués la fantasia de què "el món ens mira", em podria respondre: què deu veure el món quan ens mira i veu la desfilada pels carrers de Canet contra un infant de 5 anys en la qual només hi van faltar les torxes enceses? Quin poble europeu va desfilar contra els diferents i els culpables dels seus mals tot just abans de posar-se a pensar en la solució definitiva per salvaguardar les essències del passat medieval i llegendari?

Cap país ni res de bo no es pot edificar sobre les arrels de l'odi, no hi ha cap rastre de democràcia en el nacionalisme.

10 de des. 2021

Paradigma de Canet

Antaño, el pueblo costero de Canet se asociaba a un festival de rock, cumbre del desenfreno catalán de los felices años tras la dictadura y escenario del Pau Riba más lisérgico. A día de hoy creo que se celebra allí un remake con poca gracia del viejo Canet Rock con los grupos más nostrats y más rústicos del decaído panorama musical catalán.

En Canet también estaban (¿están?) la compañía de teatro Els Comediants, que marcaron un hito en la historia del teatro popular y de calle, y que lograron éxitos memorables: a día de hoy, como tantos fenómenos catalanes, languidecen dulcemente, añorando el arte perdido entre brumas melancólicas. ¡Tantas cosas huelen a aflicción, languidez y añoranza en Cataluña...! 

Hoy, el signo de Canet es otro: por lo que cuentan, un niño de 5 añitos se ha cargado la cohesión nacional y por ello es acusado, acosado e insultado. Lo que oyen. Canet no es lo que fue. Ahora es un campo de batalla y su enemigo, un crío de 5 años a quien se debe abatir como sea.

La familia de este niño exigió a la escuela (¡pública, del Estado!) en donde aprende a que cumplieran la resolución judicial que obliga a cumplir la cuota de lengua castellana. Traducido, para entendernos: esa resolución obliga a añadir dos horas (¡dos!) de enseñanza en castellano. Es decir: a hablar en castellano las dos horas de una de las 5 tardes lectivas. Por lo visto, las buenas familias catalanas no están dispuestas a aceptar la resolución judicial y, más allá de invitar a la desobediencia, también proponen hacerle la vida imposible a un crío de 5 años: una de las ideas es aislarle y otra, apedrear su casa. Lo que oyen: todo eso se ha publicado. Y todo, por supuesto, en nombre de la salvaguarda de la sacrosanta lengua catalana y, por extensión, de la patria de Wifredo el Velloso.

Dicen que la inmersión lingüística garantiza la cohesión social, que es un modelo de éxito incuestionable. Pero hete ahí que un solo niño de 5 años hace saltar por los aires un modelo de éxito, y que ese niño se ha cargado la convivencia pacífica entre catalanes. Parece increíble ¿no? En el folklore catalán más ñoño existe la figura del Timbaler del Bruc, un niño que, él solito también, hizo retroceder al ejército francés. Hoy tenemos a un nuevo timbaler, esta vez en Canet.

Algo no funciona en una sociedad cuando un niño la pone en la encrucijada. Algo se debe repensar. Que las demás familias de la escuela reclamen su aislamiento pone ante el espejo a una sociedad enfermiza, marcada por el veneno de un nacionalismo que ya no es capaz de disimular su raíz excluyente y malsana. Ha tenido que ser el propio Consejero de Educación el que -desplazado a Canet- haya murmurado que la paz social es un bien más caro que dos horas de lengua catalana en una escuela Infantil.

La que se ha montado en Canet se repetirá en otros pueblos. En algunos de ellos la prensa no acudirá a levantar ampollas: si sucede en l'Hospitalet, en Badalona o en Santa Coloma, nadie dirá nada. Por eso digo lo del "Paradigma de Canet".

Pero al tanto: cuando un pueblo se moviliza contra un niño de 5 años hay que encender todas las luces rojas. En el Canet melancólico de los viejos indianos, los viejos conciertos de rock y el teatro popular postrado, algo muy grave ha acontecido. En efecto, señor Consejero de Educación: lo primero es la convivencia pacífica y el bienestar de todas las personas en esa región en la que usted tiene plenas competencias en materia educativa.

9 de des. 2021

Josep Manuel Silva, el héroe de RAC1

La tertulia nocturna de RAC1 pretende ser plural y por eso invita a contertulios de distinto parecer, signo político o ideología. Sin embargo, la pluralidad es la máscara de la hegemonía. No tengo nada en contra de un medio privado opte por una posición determinada y la promueva (otra cosa son los medios públicos, pero eso ya es otro asunto), pero si pretende crear espacios de diálogo plural podría respetar esa misma pluralidad. Y no siempre sucede.

Un día a la semana (quizás los jueves) está allí Josep Manuel Silva, a quien muchos conocemos como periodista y profesor de Ciencias de la Información en la UAB. Silva parece ser la única voz sensata y razonable enmedio de un alud de eslóganes. La cosa se pone interesante cuando el asunto a tratar es la lengua catalana, la inmersión lingüística y ese nuevo "conflicto" que parece que tenemos los desdichados catalanes, que no ganamos para conflictos. Uno escucha atónito a los tertulianos de signo nacionalista, capaces de afirmar que la inmersión lingüística es un modelo de éxito para pasar a afirmar, a continuación, que muchísimos alumnos de la escuela catalana terminan la escolarización sin saber nada de catalán. Increíble. Pero cierto. Eso ha sucedido el día de hoy, 9 de diciembre. El mismo tertuliano nacionalista culpa de todos los males a Ciudadanos, por haber politizado el asunto de las lenguas. El mismo tertuliano afirma, con una solemnidad digna de ver, que el independentismo no ha instrumentalizado las lenguas para sus fines.

Silva, cual héroe rodeado por huestes irracionales, les va recordando los datos, les confronta con sus contradicciones, les recuerda la verdad. Si digo "rodeado" es porqué la periodista que conduce la tertulia no pierde la ocasión de posicionarse del lado del victimismo pasivo-agresivo de los nacionalistas. Aunque sea la radio el medio donde eso sucede, veo con nitidez que la periodista no se ruboriza cuando se apunta a lo mentiroso, a la falsedad. A lo más fácil. Una periodista que dimite de periodista cada noche y en directo.

Hay algo divertido en ese circo: Silva habla un catalán ejemplar, generalmente más rico en matices que el de sus oponentes ultradefensores del catalán, cuya sintaxis y riqueza léxica dejan mucho que desear. 

Quizás estemos asistiendo en directo a la desaparición del catalán (aunque yo llevo mi vida de catalanoparlante escuchando que mi lengua está al borde del abismo y ya lo ven: me paso el día dando clases en catalán), pero a mi hay algo que me preocupa mucho más: la desaparición del periodismo. La renuncia del periodismo no solo a la neutralidad si no al sentido crítico, a la pedagogía de ese sentido crítico que, por otra parte, suele formar parte de su discurso, de su "relato". No me parece que estemos avanzando hacia la racionalidad cuando solo se cuestiona una opinión y se le concede todo a la otra. El tertuliano que hoy debatía con Silva (no he retenido su nombre porqué no me ha aportado nada y por lo tanto me ha sido inútil e irrelevante) ha tirado de tópicos, de frases hechas, de datos improvisados... ante la absoluta credulidad de la periodista, incapaz de cuestionarle, de la más mínima pregunta.

El periodismo complaciente no es periodismo, creo yo. Es otra cosa que no nombraré.

Nota final: Josep Manuel Silva es el periodista que sacó de sus casillas a Pilar Rahola en el Preguntes Freqüents de Tv3, otro foro en el que ejerce de héroe del sentido común y del racionalismo. Cataluña, vista así, sí es una patria de valientes. Valientes como Silva.


7 de des. 2021

Egiguren en Cataluña

Tuve la oportunidad de ver "Memorias de un conspirador", (Ángel Amigo, 2013) una larga entrevista -tratada como un monólogo- a Jesús Egiguren, - el que fuera presidente del Partido Socialista de Euskadi en aquellos años tan terribles. Se puede ver en Filmin.

Egiguren, una vez libre de cargos políticos, habla sin tapujos sobre el asunto vasco y pone los puntos sobre las íes a varias cuestiones, como por ejemplo el lamentable papel del PP, cuyo interés parecía ser sacar tajada en votos al precio que fuese. Decir eso supone un gran acto de valentía, y si no lo creen así, pruébenlo ustedes en algún foro ya verán. 

Pero más allá de eso, me fijo en eso que se llama el "sentido de Estado", algo que no le falta jamás a Egiguren. Un hombre que, no se puede olvidar, se sentó enfrente de Arnaldo Otegi y de Josu Ternera: hay que tener valor e ideas claras para hacer eso. (En este sentido, el político socialista aporta buenas ideas sobre el miedo y la posibilidad de controlarlo, porque... ¿se imaginan ustedes hablando con un tipo que en cualquier momento puede ordenar su asesinato?

Durante todo el documental no pude evitar pensar en mi desdichada Cataluña, especialmente cuando Egiguren se plantea ¿cómo convivimos en un mismo lugar personas con ideas políticas tan distintas? ¡Caramba! Me dije: eso sí es una mesa de negociación, y no esa tediosa monserga de nuestros políticos independentistas, embarrancados en una idea de la negociación que para nada consiste en negociar.

Para entrar en el tema: ¿cómo nos las apañamos para convivir unas personas que parten de unas ideas completamente opuestas de país? Es decir: unos creen que Cataluña es una nación ¡milenaria! y otros que Cataluña jamás ha sido una nación. Unos creen que la invasión de Prats de Molló es la gesta heroica de Macià y otros vemos claro que fue una bravuconada ridícula. Unos creen que Cataluña tiene una lengua propia y otros que los territorios no tienen lengua, y solo su ciudadanía tiene lengua(s). Unos creen que el destino histórico de Cataluña es ser un país independiente y otros damos gracias por formar parte de España y, por consiguiente, de Europa.

Creo que ahí está el fondo del asunto y lo primero que se debería abordar en una negociación: no estaría de más invitar a Jesús Egiguren a la mesa de los de ERC. Yo estaría más tranquilo con este hombre sentado frente a Aragonès y compañía.

Antes de abordar referéndums, estatutos e indultos para supuestos exiliados o amnistías para supuestas víctimas de la represión, deberíamos saber en qué podemos llegar a un acuerdo de convivencia quienes vivimos hoy en Cataluña, ya que estamos partidos por la mitad y es urgente encontrar lo que nos une, lo poco que podemos compartir. Aunque sea muy poco es un punto de partida hacia el futuro.

Otro aporte al tema: Egiguren se cuidó mucho de que los documentos que se redactaron durante su negociación soslayaran el lenguaje del nacionalismo y se redactasen con el lenguaje constitucional y democrático: estamos un poco hastiados de la presencia de términos nacionalistas (cuando no medievales y obsoletos) en los manifiestos oficiales de la Generalitat, en los discursos de sus cargos públicos: Aragonès no es Junqueras y mucho menos Puigdemont, pero en cada alocución suya hay decenas de conceptos impropios de una democracia constitucional y resuenan, cansinamente, ideas de un nacionalismo romántico, cuando no carlista. ¿Acaso no suenan a nacionalista romántico esas machaconas alusiones a "el poble català", tratándonos de súbditos de un señorito feudal?

Quienes negocien con ERC espero que tengan las ideas tan claras como el antiguo presidente del PSE: se debe demostrar que el nacionalismo no es progresista, si no que es tradicionalista y retrógrado, y es por ahí por donde se debe comenzar. El discurso de cierta izquierda nacional, empática con el independentismo por un problema de miopía y daltonismo, debe iluminarse con los principios de la ilustración y la democracia: ¿acaso el carlismo era progresista?

Es obvio que el franquismo arrasó con la ilustración en España, y a día de hoy seguimos huérfanos de pensamiento democrático, eso es algo que se constata a diario, visible en los políticos independentistas pero también en parte del discurso opuesto. Por ahí debería empezar el diálogo, aunque tal como yo lo veo, la única mesa de negociación necesaria e inaplazable es la que se debe abrir en Cataluña y entre catalanes. Pero eso se debe abordar, aunque nos falte el valiente que dé el primer paso. 

Me despido de ustedes con una frase del propio Jesús Egiguren: para algunos, la paz (en Euskadi) fue una putada.

Pues aquí lo mismo: el fin del procés y de sus mentiras será una putada para muchos, pero será la solución buena para la convivencia.

5 de des. 2021

El daño irreversible

Esto es una reseña de "Un daño irreversible", el libro de Abigail Shrier publicado en España por Ediciones Deusto (Planeta), y con un magnífico prólogo de Juan Soto Ivars. Si acudí al libro fue, precisamente, por la noticia que le precede: este libro ha sufrido varios intentos de censura, especialmente en EUA, así como una tremenda campaña en contra en las redes. Shrier es una periodista del The Wall Street Journal, medio que cualquiera emparentaría con la derecha neoliberal, esa que aboga por las libertades individuales por encima de todo. Sin embargo, y justamente en nombre de la libertad, el libro ha sido maldito.

El planteamiento es puramente periodístico y soslaya las opiniones científicas: Shrier ha coleccionado muchas entrevistas y en ellas se basa para exponer su tesis: el fenómeno trans es, ante todo, una moda. Otro asunto son las consecuencias que conlleva, y para ello se fija en las personas que han querido desandar el camino para volver al género en el que la naturaleza les puso. Hay testimonios dramáticos, sin duda, y quizás por eso se puede acusar al trabajo de Shrier de cometer una cierta trampa.

Yo no me voy a meter en berenjenales y no expondré mi opinión sobre la cuestión trans: puede que me autocensure, pero mi opinión ¿a quién le importa?

Me preocupa que en estos tiempos se censuren libros o, lo que es lo mismo, se intenten censurar. O que se promuevan boicots contra determinados productos de la cultura. Para salir del aislamiento y del sesgo de confirmación no hay mejor opción que leer cuanto más, mejor. ¡Incluso me leí el librito de memorias suizas de Joaquín Torra! Así que, sin demasiado amor, me leo a Shrier. Solo por saber lo de la censura, para comprender lo que molesta tanto, lo que tanto ofende. Paradójicamente, el libro me parece discretamente inofensivo y sospecho que la campaña en su contra le ha dado miles de ventas, del mismo modo torpe y cateto que las campañas católicas contra Je vous salue, Marie crearon grandes colas para ver una película de Godard, director al que solo iban a ver cuatro intelectuales barbudos y tres niños, entre los cuales yo, que queríamos dárnoslas de lo mismo.

Y aún así, sin expresar mi opinión, les diré que la cuestión trans me tiene muy intrigado. En el centro en donde trabajo hay un índice elevado de alumnado trans, en los dos sentidos. Y, en general, el asunto promueve una gran adhesión que se asimila a la adhesión que generan el feminismo o la democracia igualitaria. Como si lo más normal (y lo correcto) fuese estar a favor de un modo acrítico, que es lo que me intriga mayormente. Porqué yo, que soy un indisimulado socialdemócrata, le veo pegas a la socialdemocracia y voto al Psoe a la vez que le cuestiono.

Otra cosa también me extraña: el feminismo mayoritario ve con sospechas al fenómeno trans y lo expresa sin disimulo. Autoras mediáticas de diversos enfoques se han manifestado contra la Ley Trans, y lo han hecho desde posiciones de la izquierda sin lugar a dudas. Incluso en el mundo del feminismo académico, notables pensadoras no han dudado en levantar la voz contra lo que creen un error mayúsculo. Busquen los artículos de Pilar Aguilar Carrasco, por ejemplo, y saldrán de dudas: Aguilar es una voz autorizada y nadie dudaría de sus planteamientos progresistas. Por no hablar de una de las feministas que siempre me han divertido más, como Barbyjaputa, cuyos artículos y podcasts en Radiojaputa recomiendo con fervor por su capacidad argumentativa brillante y su brillantísimo sentido del humor, que se agradece como agua de mayo.

Al alumnado trans que hay en mi centro de trabajo les trato exactamente del mismo modo que al resto del alumnado: con el mismo respeto y ecuanimidad, y ni se ocurre practicar ninguna clase de discriminación, ni positiva ni negativa. Veo personas que acuden a estudiar y soy incapaz de ver otra categoría. No diré nada más.

Vivimos, sin duda alguna, en la época de mayor reconocimiento de los derechos y la libertades individuales jamás vista en la historia del mundo. Y, en España, la más inaudita: en este sentido, vivimos en uno de los países más progresistas de Europa y por consiguiente del mundo. Con todos sus peros y sus problemas, así es. Por eso mismo, espero que en España el libro de Abigail Shrier se pueda leer tranquilamente en el metro y en el autobús.

 

3 de des. 2021

Cuando Khadija encontró a Maricarmen (cuento de navidad, 2021)

Maricarmen nació en un pueblo de Córdoba, de cuyo nombre muchas veces no se acuerda. Se acuerda de vestirse y de comer, aunque a veces empieza por el postre o se viste del revés. Maricarmen llegó a esta ciudad catalana a los quince recién cumplidos, arrastrando la maleta de cuerdas, y se alojó en casa de su hermana, que ya llevaba seis meses aquí, trabajando en un fábrica de telas. Tenían una buhardilla alquilada, una sola pieza, con un ventanuco redondo y una pileta y un grifo de cobre. Maricarmen sueña con la ventana redonda muchas veces. Sueña con aquella ventana cuando duerme y despierta. Se le aparece la circunferencia de luz como una luna pálida. Una vez soñó que se levantaba de la cama y salía volando a través del agujero perfecto.

Conoció a Antonio en un baile de fiesta mayor. Antonio no tenía ni idea de bailar: era torpe, escaso de palabras, tímido y bajito. Pero parecía buena persona y la invitó a un helado. Antonio simuló que podía invitarla a cuantos helados deseara ella, y a gaseosas y limonadas, aunque Maricarmen enseguida se dio cuenta de que Antonio no tenía ni un céntimo más en su bolsillo y que el helado era toda la inversión que se podía permitir.

Se casaron un sábado, vivieron su luna de miel el domingo siguiente y el lunes a trabajar. 

Tuvieron dos hijos: un hijo y una hija. El hijo a veces llama. La hija la visita una vez cada quince días: vive en un pueblo del norte cuyo nombre se le escurre a Maricarmen de entre los dedos, como el agua de la fuente fría. A veces el norte de la hija es Cantabria, a veces Alemania, a veces Norteamérica y una vez incluso fue el Polo Norte.

Maricarmen lleva dos años ya acudiendo todas las tardes a lo de la Cruz Roja. Se entretiene y habla con su amiga Teresa, que la pobre está fatal y no se entera de nada, y un día te suelta que de joven era una niña rica y al otro que su padre fue un marinero ramplón de manga ancha y mano larga. Y al otro, que fue cantante de cabaret y tuvo un amorío con Nino Bravo.

Maricarmen se ha fijado en que algunas tardes también van niñas y niños a lo de la Cruz, pero se van a otro piso, vete a saber. Vienen al salir del cole, con sus mochilitas de colores y sus chándales del mercadillo, y ese pelo negro largo azabache. Hay una niña que se llama Khadija. A Maricarmen le costó un barbaridad comprender el nombre de la zagala morena, que se parecía a una niña de su pueblo, ese pueblo que se llamaba... que se llama...

Llegó la Navidad y las educadoras de Khadija les propusieron a las niñas escribir una felicitación a una de las señoras mayores que veis muchas tardes en la planta baja. Khadija recordó aquella viejecita que le pregunto quince veces su nombre. Khadija, Khadija, Khadija, Khadija... ¡jolines! ni que fuese tan difícil mi nombre. Yo sí recuerdo el suyo, es muy fácil: Macarmen

Khadija agarró la hoja, y escribió en ella

Macarmen, eres una señora muy simpática y espero que pases una fiestas felices. 

Se pasó casi veinte minutos para escribir la frase, con su mejor letra. ¿Cuántas broncas no le costó llegar a esa letra redonda y recta! Luego dibujó una ristra de corazones rosas debajo de las palabras, tres flores encima y una estrellitas a los lados. Las estrellas las coloreó de rojo y de verde. Preguntó si había rotuladores dorados y le respondieron que no. En vez del dorado imposible, rodeó las estrellitas con un lápiz naranja.

Y otra tarde, la monitora de Maricarmen y las demás les repartieron las felicitaciones de unas amigas que teneis y que os quieren mucho. Maricarmen se guardó la carta en el bolsillo y solo la abrió ya por la noche, en su habitación.

Una vez acostada se puso las gafas y leyó. Un rayo de luz blanca como la flor del almendro acudió en su ayuda. Por la ventana esférica entró un aire frío que le quitó el papelito de las manos y se lo tragó hacia la noche fosforescente. Maricarmen pegó un brinco y salió tras el papel, que volaba como una paloma leve hacia las nubes del horizonte púrpura por arriba y verde azulado por abajo. Cuando se percató del error cometido y comprendió que había saltado mas allá del balcón, se preguntó ¿de donde demonios he sacado la agilidad para dar ese brinco?. Por suerte apareció una niña que se parecía a Khadija y a la niña del pueblo que se llama vete tu a saber como, pero cuando la abrazó descubrió que Khadija era Maricarmen solo que con unos años menos.

Abrazada a Khadija en el mejor abrazo de su vida entre Córdoba y Cataluña, Maricarmen regresó a su buhardilla por el ventanuco redondo y pensó que, por más raro que parezca, la vida es bonita porque tiene destellos dulces y raros enmedio de la oscuridad. Y entonces dijo: Baena. Baena. Ojalá la vida me hubiese permitido vivirla en Baena.



1 de des. 2021

Jorge Vil Benialsina (àlias Jordi Bilbeny Alsina), de Arenas de San Pedro

Jorge es el hijo de Dolores Benialsina y de Eustaquio Vil, ambos de Arenas de San Pedro, provincia de Ávila. Su padre fue destinado a la Comandancia de Marina de Barcelona en 1978, en calidad de segundo oficial ujier. Así consta en el catastro avilés y en el Archivo de Burgos. Nació el 14 de octubre de 1960.

Cuando Jorge era muy pequeño asistió, impávido, a la rara transformación de su padre, que convocó una rueda de prensa en la cual afirmó ser la reencarnación del coronel Coronado Ladrón de Guevara, héroe de Las Filipinas. Solo "El Eco de La Barceloneta" refirió el suceso, que pasó sin pena ni gloria. En este lance, sufrido a muy temprana edad, el niño descubrió que la historia es una ilusión, una fantasmagoría y un juego de nombres, fechas y heroicidades. Eso le fascinó en grado superlativo, y dedicó a la especulación histórica no solo los mejores años de su vida si no su vida entera. A obsesivo nadie le gana, a Jorge.

Así pues, en cierto momento y alrededor de 1989, Jorge Vil Benialsina proclamó que su verdadero nombre era Jordi Bilbeny Alzina, aunque a veces era Jordi Alzina i Bilbeny: en esa vacilación se oculta algo de su identidad cambiante y caprichosa, esa personalidad tránsfuga y juguetona. Jorge, deseoso de ser admitido en la lúgubre sociedad catalana provinciana y aplaudido por la cultureta, hizo todo lo posible por ser querido y aceptado, como tantos aculturados. No se limitó a catalanizar su nombre y apellidos: dilapidó la herencia de su padre en el soborno de los funcionarios del registro civil. Así fue como consiguió una modificación en los documentos y cambió las Arenas de San Pedro por Arenys de Mar, que es la localidad que consta a día de hoy como localidad de nacimiento. De repente y mediante un engaño, Jorge era un catalán de pura cepa, rural y rústico tal como lo son los mejores catalanes: muchos presidentes de la Generalitat nacieron en las comarcas más rupestres.

Ya un poco mayor, Jorge Vil se las apañó para construir el Instituto de la Nueva Historia. De nada sirvió que algunos familiares le advirtiesen del eco fascistoide que contenía su proyecto: Jorge cree que, si las intenciones son buenas, no puede haber fascismo de por medio. Y dudó menos todavía cuando recibió una sustanciosa subvención de la Generalitat regional catalana que aupaba su Instituto y le permitía medrar mucho mejor entre la clase dominante. Jorge sospechó, en algún instante, que ejercía de Rigoletto catalán en la corte del sátrapa Pujol, pero lo soslayó: lo importante es vivir bien y salir en Tv3, se dijo.

La labor de Jorge Vil fue insistente e incombustible: dedicó todo el tiempo de su vida a demostrar la catalanidad de las mayores figuras de la historia, en una extensión de su propio delirio. Proclamó el origen catalán de Cristóbal Colón y luego el de Santa Teresa de Jesús, de Erasmo de Rotterdam, de Hernán Cortés, de David Bowie (David Bou, de Masrampinyo), de Mike Jagger (Miquel Llager, de Vilajuïga), de Ludvig van Beethoven, de...

Luego demostró (subvención mediante) que Tartessos era Tortosa, que la Atlántida era un cacho del Cap de Creus que se hundió en la mar, que el Puerto de Palos era el Port de Pals y que la democracia se inventó en Avinyonet de Puigventós y no en Grecia, cuando el pueblucho ampurdanés votó si quería quemar a la bruja Calletana Alvarès de Tolèt (y votó que sí).

Jorge Vil murió en Antofagasta, Chile, hace poco, tras perder la subvención gubernamental de la región que le mantenía. En su lecho de muerte, atendido por dos indígenas de la Tierra del Fuego, proclamó que su vida era toda una mentira y que en realidad su nombre era Georgina Vilchez Alsacorta, nacida en Antananarivo (Madagascar), hija de un comerciante español de azúcar y monos exóticos y de una mujer gaditana y muy guapa, de Los Caños de Meca. Las dos nativas quedáronse perplejas y algo consternadas, pero le enterraron según el rito yámana. Descanse en paz el malogrado Jorge Vil.