28 de jul. 2019

Las raíces carlistas y franquistas del independentismo, un ensayo por escribir

Resultat d'imatges de carlismo en cataluña

Si yo fuese alguien en el panorama intelectual me pondría a escribir sobre ese asunto, ya que me parece una aportación necesaria al debate. Al debate entendido como una discusión en donde se aportan argumentos, datos históricos y sociológicos y todo lo demás.

¿Es cierto que el carlismo está en la raíz del nacionalismo catalán? ¿Qué parte de tradicionalismo hay en el sentimiento independentista? ¿Las dinámicas autoritarias aprendidas con el franquismo explican las dinámicas autoritarias del secesionismo catalán? ¿Por que la mayoría de figuras del secesionismo descienden de familias franquistas? Estas preguntas deberían ser pensadas. Y respondidas con argumentos. Quizás esto nos devolvería a un cierto pensamiento, a una cierta racionalidad. Quizás esto nos evitaría las penosas (y vergonzantes) diatribas supremacistas, xenofobias, fobias lingüísticas y demás muestras de holgazanería mental que exhibe el debate actual.

Pero no soy ni Cercas ni Ovejero ni Vidal-Folch ni de Carreras ni Pérez Andújar, solo soy una persona más, un ciudadano vulgar que aporta sus impresiones que son impresiones pequeñas, individuales, de a pie de calle, a pie de su casa. Ni dispongo de grandes lecturas ni tengo grandes títulos académicos que me avalen. La renuncia de la intelectualidad catalana, en este asunto, es lo que me ha impulsado a escribir sobre política catalana en este blog y en algún que otro medio. Llevo ya varios años exponiéndome, arriesgándome quizás más allá de lo prudente, porqué quizás no era prudente que una persona pequeña como yo se expusiese tanto. Pero ya está hecho, y jamás me arrepentiría de exponer una idea política, un principio ético. Cuando uno comprende que ser un ciudadano, en una democracia, consiste en ejercer de ciudadano, cosa que significa mucho más que ir a votar (o no votar) cada cuatro años, no se puede hacer otra cosa.

Del mismo modo que cuando uno se descubre a si mismo como un ser histórico, un ser en el tiempo, no tiene más remedio que repensarse. Pienso a menudo en mi padre, fallecido hace ya unos cuantos años, algunos más de diez. Mi padre se jugó el pellejo mucho más que yo por exponer sus ideas y sostenerlas y expresarlas. Se jugó el pellejo porque hizo eso durante una dictadura militar. Para empezar, no solo desoyó los consejos de su padre (el abuelo) de no meterse en política, si no que se opuso a las preferencias del franquismo acomodaticio del progenitor, las que heredó. Su viraje ideológico obedeció, según creo, a las lecturas y a algunas amistades, las amistades que le propusieron las lecturas. Creo que siempre osciló (dudó) entre el socialismo y el nacionalismo catalán, e intentó llegar a una síntesis con la que no consiguió dar (yo creo que no encontró la síntesis porque es imposible dar con ella, digan lo que digan esos chicos de la Cup). También creo que esa situación fue muy común a mucha otra gente de su generación, aunque me temo que la mayoría optaron por la postura más fácil, más resultona o más a la moda, o por la que ofrecía, a cambio, algún beneficio tangible. Eso lo he visto muchas veces, tanto en la ideología como en cuestiones mucho más simples y epidérmicas: asuntos amorosos y laborales, por ejemplo, o cuando uno se postula para publicar una novelita. El ser histórico es, también, un ser económico. Ahí aparecen el hambre y el frío, la necesidad de comer y tener techo, y el temor a los cambios que te pueden dejar sin pan y sin techo o, en su reverso, el deseo de tener comida de sobras y varios techos. Cuando uno pretende un techo solo pretende cobijarse, pero cuando quiere varios techos los quiere para gozar de lujos en varios lugares.

Eso debería promover a la pregunta o a la duda: la evidencia de que, la mayoría de los líderes secesionistas, escriban desde bellos chalés ampurdaneses o de la Cerdaña en cuanto empiezan los calores veraniegos. Por más que escriban sobre su sentimiento de personas oprimidas y reprimidas, hacerlo desde una linda casa de campo y de veraneo levanta la sospecha.

Mi padre nació pobre y murió pobre, y pasó sus últimos días en una clínica pública para enfermos terminales, entre moribundos acogidos por la beneficencia. Tuvo suerte: poco después de morir, el señor Mas se cargó los últimos vestigios de la sanidad para todos. De haberle llegado más tarde la muerte, en vez de haber muerto en la beneficencia quizás habría muerto en la indigencia, aunque en una indigencia tan soberana como soberanista, y su certificado de defunción pasaría los estrictos controles lingüísticos de la inquisición Koiné. Pienso a menudo en mi padre, buscando en su vida una moraleja, una lección. No es anecdótico que una de nuestras últimas conversaciones tratase del final de la segunda guerra mundial, penúltimo ejemplo de la guerra entre totalitarismos y democracia. Me contó una sorprendente juventud filogermánica, en la que admiró a los grandes generales alemanes. Tantos años más tarde, todavía mostraba un mohín satisfecho cuando nombraba a Rommel o a Guderian. Eso era común entre la juventud española de su época. Luego cambió de bando. No leyó a Marx, pero sí leyó resúmenes marxistas para obreros iletrados, algo sobre la teología de la liberación y poemas de un poeta sandinista. Yo, al fin y al cabo, de Marx solo leí su ensayo sobre la revolución francesa.

Aprender (a la fuerza), desaprender cuando se pueda y aprender de nuevo. Y así hasta el fin. En eso creo que consiste el argumento de la obra, parafraseando a Gil de Biedma. Este es un proceso por el que deberíamos pasar la mayoría de los catalanes.

26 de jul. 2019

Olvidar a Johann Sebastian


Un amable lector de La Vanguardia ha echado cuentas y ha escrito una carta al periódico. Denuncia una situación terrible. El señor (o señora) se ha dado cuenta de que, en un periodo de cinco meses, el Palau de la Música Catalana ha programado más de 63 galas de música flamenca... ¡y ninguna del Orfeó Català!. Para poder gozar del orfeón uno debe irse a Londres, en donde está programado para el 20 de agosto, aunque nada más y nada menos que en el Royal Albert Hall, que no está nada mal y quizás demuestre la internacionalización del conflicto, amén de la enorme influencia y de la no menos enorme admiración que despierta la cultureta catalana en el mundo.

Digo yo que, una vez en Londres y saliendo del Royal, solo cruzando el Canal podría pasarse por Waterloo un rato y preguntarle (con el ceño fruncido y gesto de gran patriota ofendido) a Carlos el Legítimo a ver qué es lo que pasa con la música catalana. Creo que el Legítimo le escuchará atentamente, y es probable que tuitee algo (quizás a cambio de unas monedas, claro está).

Si no solo estamos mal con lo de la lengua de los niños cuando juegan en el patio, ahora resulta que en el templo de la música catalana se programa la música del enemigo. ¡El no va más! Estoy seguro de que la carta del melómano (o melómana) de La Vanguardia habrá sido aplaudida y quizás también retuiteada. Si a partir de eso saliese una plataforma cívica de esas que se hacen y se deshacen en Cataluña, que podría titularse Plataforma per la Música Catalana (presentada como una Ong, puesto que defiende una cultura en vías de extinción, reprimida y perseguida), quizás se podría hacer un mejor seguimiento del caso, infiltrarse en los camerinos del Palau, observar qué preferencias musicales muestran los intérpretes cuando hablan entre ellos (¿valoran mejor a Roque Baños que a Juli Garreta?) y luego sacar conclusiones, elaborar con ellas un informe y presentarse ante el mundo, una vez más (last but not least) como las víctimas de una persecución que clama al cielo y que pide la intervención de los Cascos Azules.

Si la cosa va bien y las autoridades musicales y culturales catalanas reaccionan ante esa nueva muestra de opresión, olvídense de Bach. Porqué quizás el flamenco sea tan catalán como la sardana, pero Bach... ¡ay de Bach! Johann Sebastian es indiscutiblemente alemán y solo alemán. Estamos en lo de siempre: entre el ridículo hilarante y el hastío más negro. Dicen que la tragedia es el resultado de "comedia más tiempo", de modo que tras unos años de procés esto ya es tragedia. Si aquí hay una víctima verdadera es la cultura, que está siendo apaleada sin contemplaciones por el integrismo secesionista ultramontano, cerril y cateto. Un integrismo que ahora se ha puesto a fiscalizar como hablamos, como escribimos, qué música se escucha. Esta deriva autoritaria está fomentada por el clima que han creado unos políticos irresponsables e ignorantes, cuya finalidad real no es más que eso: aniquilar la cultura para regresar a la tribu. (Lo dijo un iluminado amparado y aplaudido por el
procés: ¿para qué leer a Aristóteles o a Platón, teniendo en nuestras filas/letras al Abat Oliva?).

Lamento decirle al amable lector molesto con lo del flamenco en el Palau que, si programan 63 veces el Orfeó Català, soy capaz de predecir cuantas entradas van a vender: entre dos y cuatro (cuatro, como las cuatro barras de sangre sobre fondo dorado). A no ser que sea gratis, entonces quizás llenan y a la salida los espectadores, henchidos de patriotismo, harán una calçotada popular en la calle con recogida de firmas para restituir el honor del Clan Pujol o alguna barbaridad similar (hasta que llegue la guardia urbana, mandada por la pérfida y traidora alcalde de Barcelona y les manden para casa: ¡esto con Maragall no hubiese pasado!).

También me gustaría contarle, al amable lector escribidor de cartas que, cuando yo era pequeño, había un domingo al mes en que, por la mañana, la orquestra de Barcelona ensayaba en el Palau con las puertas abiertas, y lo pobres podíamos acudir a escuchar música. Así fue como escuché a Beethoven, a Mozart, a Manuel de Falla, a Haydn e incluso a Wagner en directo. Tuve suerte. Si fuese niño ahora, quizás solo podría escuchar el Virolai y, a veces, La Santa Espina.

23 de jul. 2019

Paluzie

Imatge relacionada

La primera vez que supe de Elisenda Paluzie tendí a burlarme de ella por sus frases épicas, por su empecinamiento y su soberbia. Escribí algo y me salió un texto dudoso, ya que mi punto de vista adolecía de algo infame: escribí partiendo de un sentimiento de superioridad. Para luchar contra el sentimiento de superioridad que exhiben los separatistasas no se debe usar su misma postura supremacista.

Las  primeras intervenciones de Elisenda Paluzie en la tv pública catalana me pusieron muy inquieto. La señora Paluzie afirmaba que el referéndum del 1 de octubre era válido a efectos democráticos europeos y universales, afirmaba que la opción secesionista había ganado por mayoría absoluta y que se debía implementar la república independiente catalana. Aunque yo llevaba varios años ya sin sintonizar Tv3, las aportaciones de Elisenda Paluzie me llegaron a través de los conocidos que (con buenas o malas intenciones), me mandan fragmentos emitidos por tv3 con las ocurrencias de la cadena pública que pagamos a escote, ya seamos separatas, unionatas o equidistatas. Vi a una persona enajenada, desquiciada, completamente alejada de la realidad. Me dió pena.

A día de hoy, pasados los años y tras el pacto de los de Puigdemont con el Partido Socialista por el asunto de la Diputación de Barcelona, un pacto pergeñado solo para expulsar a Erc del control del enorme presupuesto de la Diputación, Paluzie se acerca de nuevo a los medios para suplicar (casi llorando) por un 11 de septiembre unitario en el secesionismo, como si no hubiese comprendido nada. Es partidaria de organizar un 11 de septiembre que dé miedo. Quizás se ha inspirado en aquella cinta pensada para dar sustos livianos a jovencitos morbosos, "Sé lo que hicisteis el último verano".

Paluzie aprovecha su presencia ante las cámaras para insinuar que en el procés hay traidores. Y, por lo visto, se reúne en el Palau con el presidente para diseñar eso que llaman la "respuesta de país". (Respuesta de país= la reacción que pretenden dar los secesionistas a la sentencia del Tribunal Constitucional para con los encausados separatistas. La Cup propone una huelga indefinida y la ANC se siente obligada a dar una respuesta más contundente e imaginativa, en la línea de sus ocurrencias célebres. Veremos con qué disparate nos sorprenden. Y veremos cuál será el seguimiento que obtengan).

Creo que también tiene unas camisetas dispuestas para el evento, y debe prever que se van a vender muy por debajo de las expectativas que calcularon ella y los socios de Vilaweb. Yo, la verdad, querré ver los números de la venta de camisetas.

Paluzie convocó a los suyos para protestar contra algo que he olvidado, hace unos días, y acudieron unos 300. Y en la siguiente, 200. Y cada vez que convoca a los socios y amigos de la ANC le acuden menos. La cosa ANC decae y a nadie se le escapa que van a ser anecdóticos dentro de nada, si no lo son ya. Ya es buena suerte que le toque a una economista de gran reputación gestionar la debacle económica de una entidad que aspiró a decidirlo todo y ahora solo tiene que decidir cómo se autoliquida. (Mensaje a la Cup: cuando veas las barbas de tu vecino afeitar...).

Aunque parece que el electorado indepe está dispuesto a todo, es decir, a nada. Ayer vi una adaptación cinematográfica magnífica de "Los demonios" de Dostoievsky (la de Andrzej Wajda: Les possedés), y pensé en la cosa indepe y en la señora Paluzie. Dice Dostoievsky en "Los demonios": "empujad a cuatro miembros de vuestro grupo a matar al quinto so pretexto de delación; a la que hayan derramado su sangre, estarán atados". Por cierto: ese fragmento de Dostoievsky es una de las dos citas con las que Jorge Semprún abre su buena novela "Netchaiev ha vuelto", que está bien para releer durante este verano. La señora Paluzie solo debe escuchar a Dostoievsky y a Semprún, y pensar quién es ese quinto. Para una economista solvente eso debe ser asequible.

21 de jul. 2019

El espectro carlista en la Cataluña despoblada

En La Mussara solo está apuntalada la iglesia, que se derrumba a pesar de los soportes de hierro. Las casas de las familias se caen o ya se han caído, y así se transmite un mensaje ancestral (y didáctico) sobre lo que importa y lo que no importa.

La ruta transita por dos despoblados de la parte catalana de la España despoblada. Bueno, quise decir de la Cataluña despoblada. Entre Gallicant y La Mussara, pasando por el complejo militar de Castillejos, también abandonado y ruinoso y escenario de fiestas "rave" años atrás. Debo decir que no es muy aconsejable recorrer el camino en el mes de julio y en un día soleado, pero mi atracción por las ruinas catalanas, que son muchas, me llevó a cometer esa imprudencia. La Mussara, en la Sierra de Prades, es quizás uno de los despoblados más famosos que aparecen en las guías de los pueblos abandonados de la comarca de Tarragona. La verdad sea dicha, hay pueblos vacíos mucho más sugerentes que este: es muy probable que La Mussara se haya hecho famosa por un factor lamentable: uno puede llegar en coche hasta la mismísima Plaza Mayor, y aparcar su Audi Q5 o su Porsche Cayenne en la puerta de la iglesia, aunque el campanario amenaza con caerse enseguida. Al que puede pagarse un coche de esos creo que incluso le gustaría contar que el anterior se lo arruinó la ruina de un campanario antiguo, en un pueblo de viejos miserables.

[Para el que le interese el asunto, puedo decirle que no muy lejos de allí está Marmellar, con leyendas negras (incluso con leyendas satánicas), mucho más inquietante, silencioso y tremendo. A Marmellar no se puede llegar en coche. O por lo menos con un cochecito vulgar y de gama baja como el mío.]

En La Mussara lo mejor es el paisaje. Al borde de un acantilado de piedra caliza solemne, desde donde algunos se lanzan en parapente y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Desde la roca más atrevida uno puede contemplar toda la comarca, Reus y el puerto de Tarragona, enfrente, y a la izquierda los Puertos de Beseit, soñolientos, sonámbulos más allá de la neblina de una tarde de calor fogoso. Digo que lo mejor es el paisaje pero lo digo sin desmerecer las ruinas, aunque están derrotadas, genuflexas, rendidas a las raíces de los grandes árboles que se protegen del viento entre lo poco que permanece de las viejas paredes, ya sin techo ninguna casa. En apenas 50 años, la naturaleza ha reconquistado lo que le hurtaron hombres y mujeres durante varios siglos de áspera lucha contra ella. La contemplación de ese fenómeno ayuda a meditar, y a componer pequeños pensamientos sobre la futilidad, lo perecedero. La pequeñez humana, en definitiva.

En la entrada del pueblo hay un atril sobre el que reposa una breve historia del pueblo de La Mussara, así como un plano para orientarse en la decena escasa de casas que no se mantienen en pie pero que se pueden adivinar entre la maleza, las higueras, algún pino doblegado por el viento de levante y esas encinas recias, soberbias, oscuras y llenas de coraje.

La historia que se narra en el panel informativo empieza con los inicios del pueblo, con más tendencia a lo legendario que a lo histórico. Aquí están los reyes catalanes míticos al uso, la guerra contra el musulmán siempre mal contada y etcétera. Lo bueno aparece cuando uno llega a la mitad del texto: así sabemos que en La Mussara se enfrentaron carlistas y liberales por lo menos una vez, aunque diría que fueron varias. La narración, entonces, abandona las referencias y se inclina por contar una anécdota sin contrastar y sin citar fuente alguna. Cuenta el mensaje oficial que los liberales llegaron a La Mussara persiguiendo a un famoso bandido carlista, pero resulta que éste ya había muerto. Los vecinos le enterraron en el camposanto debajo del ataúd de una anciana, para burlar al enemigo. Se cuenta que los liberales supieron el lugar del sepelio (ese conocimiento implica la presencia de un chivato local, aunque ese detalle se obvia), abrieron la tumba, sacaron el ataúd de la pobre viejecita y lo fusilaron allí mismo, sin ni siquiera abrir la tapa del féretro para comprobar la identidad del difunto.

Así, tan sencillo y tan breve, sin apostilla alguna. Así se hace para contar, sin explicitarlo, que los liberales eran tontos además de salvajes, desalmados y macabros. Liberales, malos. Y los carlistas listos y avispados, sutiles y muy capaces de engañar al enemigo. Carlistas, buenos. Y listillos, en resumen.

A continuación se narra el proceso de abandono del lugar.

Algún día voy a ponerme recopilar datos sobre el memorial de agravios contra la democracia que se han perpetrado en Cataluña en nombre del nacionalismo, de ese nacionalismo que reivindica sin vergüenza alguna sus raíces carlistas, autoritarias y tradicionalistas (tradiciones de la peor calaña), tal como lo hacen el nacionalismo vasco o el navarro. El panel de La Mussara estará en la lista de mi memorial (pediré que mi trabajo lo subvencione la Subdirección General de la Memoria Histórica de la Generalitat de Cataluña).

Viendo como se narran los sucesos de las guerras carlistas en Cataluña no me extraña nada que cuando 150 años más tarde otro tal Carlos se levanta en Waterloo para pedirle sublevaciones al pueblo sumiso y crédulo casi la mitad de los catalanes le adulen e incluso le voten. El adoctrinamiento no se da solo en las escuelas.

19 de jul. 2019

En un mundo sin Puigdemont


Estamos sentados en una terraza viendo pasar a la gente, como en el principio de una rumba de Albert Pla de los noventa. Mendigos de procedencia variada circulan entre las mesas. Algunos ofrecen algo a cambio (pañuelos, abanicos) y otros solo piden (ofrecen la exhibición de la miseria). El camarero, que está al quite, les ahuyenta con un par de monosílabos, con voz barítona y poderosa, una función que debe estar incluída en la descripción de su trabajo.

Imaginamos como hubiese sido si..., y de que cosas nos ocuparíamos de no ser por el independentismo que arrasa con todo, que lo consume todo, que nos consume a todos. No se trata solo de que, posiblemente, nos estaríamos ocupando de las desigualdades sociales, de la cultura, de la cooperación, de las paradojas de la corrección política, de las tendencias en las relaciones y los intereses culturales de la gente joven, de la educación y sus nuevos retos, etc. Sobre el último asunto (la educación, no el etcétera): el único reto de moda en la educación catalana es vigilar, castigar y cambiar la lengua que usan los niños en el patio de la escuela, vaya gran debate mediático-nacional.

En un mundo sin Puigdemont estableceríamos relaciones distintas y posiblemente otras, y conservaríamos algunas de las que se han quemado en el campo de la identidad nacional, y nos sentiríamos mejor en nuestro ecosistema social, lo cual redundaría en nuestro bienestar y, en definitiva, en nuestra salud. Mi contertulio me hace notar que los adeptos al independentismo se comportan como una variación mínima de los fanáticos de un equipo de fútbol, y creo que acierta (¿el sentimiento barcelonista está, también, en la génesis de la fe de los indepes?). Lo malo es que a mi, quien el fútbol ni me gusta ni me interesa, la presencia del fanatismo futbolero jamás me había impedido relacionarme con alguien ni había puesto trabas ni impuesto silencios en ninguna conversación.

Sin Puigdemont ¿seguiríamos mirando Tv3?. Eso es dudoso y casi improbable. Tanto mi contertulio como yo llevamos años sin sulfurarnos ante el "sesgo independentista" de la cadena pública, que a algunos les ofende. Ese sesgo es ofensivo, claro, pero ¿sorprenderse ahora? Sorprenderse ahora de algo que lleva sucediendo durante más de dos décadas no merece la pena.

Mientras regreso para casa en el tren, algunas horas más tarde, voy leyendo el libro que compré antes, los ensayos completos de Jaime Gil de Biedma "El pie de la letra", editados en octubre de 2018 por Random House, en esa colección digna y tan asequible que es "De bolsillo", una colección que poco a poco va ocupando mi modesta biblioteca. El último capítulo del libro está dedicado a lo que el editor titula "Textos dispersos", y es ahí por donde empiezo, por una predisposición natural mía hacia este tipo de textos. En un mundo sin Puigdemont gozaría más de ese libro.

Podría compartirlo y discutirlo con más personas, en un mundo sin Puigdemont. Hay un artículo en concreto ("Del amor como tema literario") que me ha regalado ese placer que solo se puede encontrar en la lectura: la prosa delicada y exquisita de Gil de Biedma, esas frases y esa ironía (muchas veces socarrona) que desprende, con ese estilo tan propio de la prosa de los poetas. La verdad es que me importa un bledo de qué asunto trate Gil de Biedma, porque siempre es lo mismo lo que ocurre: el placer, la sorpresa ante una sintaxis tan bella, el adjetivo, el ejemplo, ese destello de sensibilidad, inteligencia y cultura, el amor por la cultura, el arte literario, sin el cual la vida es tan poca cosa.

Pero entonces, durante el viaje en tren y mientra me hipnotizaba a mi mismo leyendo a Gil de Biedma, he recordado la conversación que tuve, cuando yo tenía 25, con un hombre de las letras y el poder, próximo a Pujol, quien me sentó ante la mesa de su despacho oficial para sonsacar mis preferencias literarias. Yo acababa de publicar algo, y él me ofreció unos minutos de su tiempo, de incalculable valor. Me sermoneó un rato: la importancia trascendental de escribir en catalán, la función sagrada de esta acción (años más tarde escuché algo sobre los "guerreros de la lengua catalana" para referirse a los que publicábamos en catalán, cosa que me dio un susto tremendo y despertó en mi el impulso de abandonar el catalán para pasarme al castellano, como finalmente hice). Durante su charla didáctica, el poeta bien pagado y bien pegado al poder me soltó una defensa del amor conyugal tan entusiasta y desmedida que me abochornó: ese no se ha leído a Gil de Biedma.

Por fin, el intelectual orgánico me preguntó por mis escritores catalanes preferidos y yo, a medio camino entre la ingenuidad y la provocación le solté: Marsé, Gil de Biedma, Mendoza, Vila-Matas. El hombre se ofendió, aunque consiguió dominar bien sus emociones y solo me transmitió su mítica cara de póker. Dijo: "Gil de Biedma... Ese no es catalán. Hay que leer a los catalanes-catalanes, los que escriben en castellano habiendo nacido en Cataluña no cuentan, pueden ser grandes escritores, pero son grandes escritores españoles, esos no cuentan ni nos deben importar".

Nota: como uno puede imaginarse, la existencia o no del ser humano llamado Carles Puigdemont me trae sin cuidado, y cuando hablo de "en un mundo sin P." me estoy refiriendo a lo que él representa, al malestar que genera su influencia en una sociedad maltratada y frágil, a la que es tan fácil engañar con debates identitarios y estériles y, en última instancia, al clima de confrontación, a la reducción intelectual que ha inoculado en el mundo de la cultura, a su lamentable atentado contra la convivencia -y contra la inteligencia. Es más: al ser humano llamado Carles Puigdemont le deseo que viva, y que viva en paz aunque sea en Tailandia, del mismo modo que le pido que nos deje vivir en paz a los demás, porque es injustificable que, para mantener su presencia en los medios y para sostener su dudosa influencia en lo público, nos inflija malestar a los demás.

16 de jul. 2019

Lengua y patio, lengua y patria

dedicado al colectivo Koiné y, especialmente, a las autoridades españolas de educación y de cultura

Resultat d'imatges de hable en cristiano


[El primer redactado de este artículo lo escribí en septiembre del 16, lo colgué en el blog y poco después lo retiré. Creo que por temor a ser leído por según quien. Ahora, revisado, insisto en el asunto. No soy más valiente, solo más viejo].


En el cuento "El vestido nuevo del emperador" aparece un niño que grita: "¡el emperador está desnudo!". La desnudez del emperador es la verdad que nadie quiere pronunciar para no incomodar al poderoso. La voz del pueblo, genuflexa, se empeña en admirar unos ropajes inexistentes.

En el patio de las escuelas catalanas se habla castellano. Y en las interacciones entre iguales en el aula, lo mismo. Decir eso es como afirmar: el sol sale por el este. Lo que pasa ahora, en la desdichada Cataluña, es que al emperador se le ha ocurrido proclamar la verdad tras años de ocultarla. Con la intención de reprimir al niño que habla en la lengua escogida para relacionarse.

*

Esto es el patio de una escuela catalana. 11 de la mañana. En este barrio la población inmigrada en las últimas décadas alcanza el 60%. Magrebíes y latinoamericanos en su mayor parte. Los autóctonos llegaron en las décadas anteriores y deben ser alrededor del 30%. Y luego hay algunos "catalanes de toda la vida", pero esos llevan a sus hijos a las escuelas concertadas del centro. No vaya a ser que se mezclen: el mestizaje adorna el discurso pero no se quiere para los hijos. El mestizaje es para salir a la calle durante la fiesta mayor, pero en pijama mejor no.
Un niño se acerca al maestro y se queja de que otro niño le ha agredido. El tutor interrumpe la queja del niño por tres veces. Por tres veces le espeta:
-No t'entenc. Parla'm en català.
Cuando por fin el niño consigue comprender la extraña respuesta, ensaya la frase en catalán. El niño es inteligente y prueba por ensayo/error. Su nueva oración contiene varios vocablos en castellano, pero sin embargo, ahora, el tutor accede a escucharle y por fin le responde:
-No té importància, ha estat sense voler.

Mi padre vivió, durante su escasa escolarización, situaciones equivalentes. La diferencia es anecdótica: cambie usted el catalán por el castellano. La diferencia grave está en que a mi padre le obligaban a cambiar de lengua cuando España era una dictadura militar. Ahora, España es una democracia de la unión europea, y un estado descentralizado en autonomías. El poder autonómico de esta autonomía en la que me ha tocado vivir pide democracia y libertad cada día, y no hay día sin que lo pida. Y uno se pregunta: Más libertad ¿para qué?.

El maestro del ejemplo no es una mala persona. Aunque mejorable, creo que no actúa como cómplice por maldad o negligencia, quizás solo actúa así por miedo. He visto ese miedo muchas veces en las escuelas: miedo a discrepar o a dudar del dogma, ya sea el dogma educativo o el nacional, dos cuestiones que suelen confundirse mediante la invocación de la diferencia (el famoso "fet diferencial català" que ningún científico ha definido jamás). Es un miedo de silencios y acatamientos a regañadientes. Al fin y al cabo, eso es un puesto de trabajo y el fantasma del paro o la exclusión (el fantasma de la soledad y el desamparo) recorre los pasillos. Al maestro le pido que piense por su cuenta, cuando pueda.

Las víctimas son los niños que sobrellevan la represión de su lengua materna o adoptiva sin comprender qué está pasando y aceptan que la lengua de sus padres (la materna o la que se esfuerzan por dominar) está prohibida entre los muros de la escuela. Aunque solo exista ahí, entre esas paredes.
-El catalán les da oportunidades, les abre puertas en el futuro.
Eso me lo dijo la directora. La directora es de lengua materna castellana, y se aporta a sí misma como prueba. Este argumento ha prevalecido y resulta difícil rebatirlo en el contexto de la autonomía catalana, en donde la administración se dirige al ciudadano solo en catalán, en donde se exige el dominio de esta lengua para acceder a estudios superiores y puestos de trabajo bien valorados.

La cuestión está en el hecho de que esa administración monolingüe, por más autonómica que sea, es la administración del estado. Un estado que renuncia a ser estado en asuntos tan sensibles como la lengua de sus ciudadanos. Cualquiera está más o menos de acuerdo en que el catalán, por minoritario, debe ser protegido. Pero entonces ¿quién protege al ciudadano castellanohablante en esta parte de España? ¿En nombre de qué se desprotege al ciudadano que habla la lengua oficial de España? Visto así, la respuesta "el catalán les da oportunidades" es menos convincente, y eso sin detenerse en que el castellano les abre puertas a medio mundo, por número de hablantes y por algo que importa mucho: el acceso a la cultura española, a la lengua de Cervantes, Vargas Llosa, Javier Pérez Andújar o Javier Cercas.

Sería buena idea fijarse en el tratamiento de las lenguas en las escuelas de países plurilingües como Suiza. ¿Se prohíbe el francés, el italiano o el alemán en los patios de las escuelas romanches?

El papel del estado en el tratamiento de las lenguas de España debería estar en la agenda. Me cuesta comprender que, bajo el pretexto de abrir puertas y oportunidades, la educación pública le responda "no te entiendo, habla catalán" al niño al que un malote le ha soltado un sopapo.

Pruebe usted a decir "me han agredido y me duele" en una lengua que no sea la que usa cuando expresa los sentimientos y las emociones. Y ahora imagínese que una autoridad le responde: "no le entiendo, repítamelo en la lengua del poder".

14 de jul. 2019

Babacar es negro y sueña en colores

Resultat d'imatges de pantone negro

Se que eres capaz de toda la maldad. 
Por eso te exijo la bondad. 

Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratustra 



En la escuela siempre hubo varios alumnos de piel negra. Más bien pocos, no más de dos o tres en cada aula. Decir que la piel de esos chicos es negra expresa algo de pereza. El color negro de la piel es pura convención, una convención simplona. Negro lo es el carbón, quizás, aunque el carbón contiene brillos plateados, grises y azules. La piel de esos chicos es un marrón oscuro, pero la luz, a veces, les saca destellos azulados, cobrizos o dorados. La noche es oscura, pero no es negra. Sería negra en un lugar remoto y bajo un cielo sin estrellas. Quizás en el fin de los días, cuando se apaguen los astros. Entonces todos seremos negros.

A los niños les contamos que hay seis colores, pero ellos saben que hay muchos verdes: una aceituna no es el mismo verde que el verde de una hoja de pino, ni el mismo verde que el verde del semáforo, ni es el mismo verde ese verde medio onírico de la raya que destella un instante en el horizonte, en el crepúsculo. Un tomate es rojo, pero también es roja la mariquita, la rosa, la sangre, la amapola, la cereza. Cada uno tiene un rojo distinto. Algunos niños saben que hay un extraño catálogo de colores llamado Pantone, en donde hay mil colores. Esos niños se deben preguntar: ¿porqué la maestra se empeña en decir que hay seis colores, cuando yo se que hay mil?

Entre los niños negros de la escuela hubo uno que ejercía de gamberro casi oficial y su nombre aparecía en muchas reuniones de docentes. Protagonizó escenas lamentables y se forjó una aureola oscura. La mayoría le temían, le mostraban un respeto religioso. Él aprendió a simular que no podía controlar su agresividad, y descubrió que eso le situaba en un pedestal ante la mayoría de los alumnos. Supo que su ira le convertía en un dios temible. Todo eso sucedía entre las paredes de la escuela, entre niños y maestras y maestros.

Un día, el chico la lió durante el recreo y tuvimos que sacarle del patio. Le senté en un silla y le expliqué algo: debes saber que vives en un país racista. No te creas lo que pasa en la escuela, porque lo que pasa en la escuela es irreal, vives en una fantasía. Tu crecerás, serás un adulto. Andarás por la calle, y la calle no es el patio de la escuela. La calle es de verdad. Si en la calle haces lo mismo que has hecho hoy, lo tienes mal. Muy mal. Si en la calle te juntas con otros chicos y la lías, alguien llamará a la policía. Vendrán los Mozos de escuadra, todos blancos, con sus coches blancos y azules, con sus luces blancas y azules. Verán un altercado y verán que en medio del altercado hay un tipo de piel negra. Verán tu piel negra y dirán “vamos a por el negro”. Te cazarán a ti. Te cazarán a ti porque eres negro, porque eres un negro en Cataluña. Y eres un negro pobre. Te cazarán por negro y te empapelarán por negro y por pobre. Espero que no se te olvide eso.

El chico me miraba con sus ojos tan blancos en la parte blanca de los ojos. Al principio me miraba con su mirada desafiante de todos los días, su durísima mirada de resentimiento y de desespero. La vida no le ha dado regalado nada al chaval. Solo el regalo de la vida, que en su caso es un regalo envenenado. Me pregunto en qué sueña. Se me olvidó preguntarle en qué sueña un chaval negro caído en esa Cataluña inclemente que sueña ser una tierra de acogida y es tierra de dolor, de desprecio, de nada. De nada. 

Después de algunos meses aprendimos, él y yo, a llevarnos bien. Jamás tuve que repetirle aquellas palabras, de las que no me enorgullezco. Nos saludamos, yo le doy palmadas en el hombro y él me las devuelve, con una sonrisa ambigua. Me pregunto en qué sueña. Me arrepiento por no haberle preguntado eso. ¿En qué colores sueñas, chavalito de la piel oscura?

9 de jul. 2019

Tolstoi murió en Cataluña

Resultat d'imatges de tolstoi

Dijo Tolstoi que amaba a la humanidad, pero que era incapaz de amar a un hombre en concreto. Tolstoi era, además de uno de los más grandes novelistas de la historia, un pensador que escribió sobre muchas cuestiones. Escribió sobre educación, aunque sus textos sobre esa materia sean poco conocidos. Los descubrí por casualidad, mientras leía a Vygotsky, que cita a Tolstoi varias veces en "Pensamiento y lenguaje". Terminé la lectura de Vygotsky cuando termina el curso, y así comprobé lo que me dijeron: el constructivismo hizo una lectura errónea del científico ruso. ¡En educación todo es complejo! Eso me llevó a escribir sobre algunas de mis experiencias en el mundo de la educación.

Llevo unos 15 años trabajando en la docencia. Siempre he buscado proyectos interesantes, propuestas de las que se puede aprender. A la escuela vamos para aprender todos y entre todos. He encontrado algunos proyectos que merecen la pena, y alguno de veras muy interesantes. Hay grandes ideas, incluso grandes ideas avaladas por grandes investigadores. Hay grandes ideas avaladas por grandes investigadores doctorados en Harvard y por altas autoridades europeas. Eso no es ninguna ironía.

Vi grandes ideas y vi grandes resultados. Pero las ideas, ¡ay, las ideas! las ideas deben llevarse a la práctica, deben implementarse en el mundo, y esa implementación recae en los seres humanos, que son solo seres humanos como usted y como yo. Y los seres humanos estamos sujetos a nuestras pequeñas cosas, a nuestras grandes verdades tan distantes de lo verdadero, a las ansias de poder, a los apegos emocionales y monetarios, a los viejos miedos (miedo a quedarse solo, a quedarse en el paro). Se que estoy escribiendo un comentario minúsculo y marginal a algo muy relevante de Platón. Me niego a admitir que Foucault tenía razón, me resisto a aceptar que todo se reduce a la voluntad de poder. Yo prefería a Habermas y su voluntad de verdad (de "veracidad", dice Jürgen). Pero la realidad me pone difícil a Habermas.

Estuve dos cursos implicado en un proyecto que me parece el más interesante que he vivido jamás, y por eso lo viví con intensidad, con esfuerzo, con dedicación. Incluso con fe, en los primeros tiempos. Creí. Incluso podría decir, con Chateaubriand: creí y lloré (j'ai pleuré et j'ai cru). Porqué había razón y emoción, racionalidad y sentimiento. Eso pasa poco, todos lo sabemos. Pero pasa. Yo soy testigo de que eso sucede, aunque sea pocas veces. Como el misterio insondable de la sincronicidad.

Por ese motivo el dolor es, hoy, más grande: cuando uno descubre que toda aquella belleza y toda aquella razón están oprimidas bajo una forma de tiranía de lo pequeño, de lo egoísta, de lo mezquino. No hay generosidad. Estuve dos años viviendo intensamente en un proyecto en donde había inteligencia, razón, ciencia. Solo faltaba la bondad.

Estuve en una reunión -que constaba en el calendario como "reunión de evaluación" de un curso determinado- que se convirtió en una discusión desagradable, incluso agria, sobre disciplina (es decir, sobre represión de la indisciplina). Suele pasar eso en las comunidades regidas por una ideología muy robusta: no se tolera la disidencia de ninguna clase y se aparta la autocrítica. Tanto énfasis en la represión del indisciplinado cuestionaba la validez del aparato educativo, y eso está prohibido nombrarlo. Un tabú. Una doctrina avalada por Harvard no puede ser cuestionada por un niño ingobernable de 11 años, de modo que en esta reunión se buscaron culpables entre los docentes presentes: algunos fueron acusados de blandengues, otros de poca fe: nadie osó admitir que el sistema fallaba. Que el sistema era tan débil y tan humano y tan predeciblemente imperfecto como cualquier otro, de los otros sistemas que no están avalados por los sabios.

-Harvard ya no es lo que era, me dice uno, en Harvard viven de una leyenda que se está diluyendo en la niebla de los tiempos.

Lo malo es que se me termina el tiempo. Que yo también me voy a diluir en la niebla algún día no muy lejano. Al final, todo lo grande es pequeño. Y todo lo pequeño, grande. La vida y sus chascos.

Lo dijo Tolstoi en la primera frase de Ana Karenina: los que son felices son todos iguales. Los que son desgraciados lo son cada uno a su modo.

6 de jul. 2019

Los mossos de escuadra ¿son una ficción?

Mossos d'esquadra. Els casos de ficció

Se ha publicado un librito que podría ser debido a la pluma de Philip K. Dick: "Mossos d'Esquadra. Els casos de ficció". Dick escribió una obra rara e hipnótica, "El hombre en el castillo", en donde los personajes, gracias a la lectura de un libro (un libro dentro de un libro), toman conciencia de que viven en una dimensión paralela y ficticia. Ficticia además de paralela, atención al dato. Tan terrible como soñar sabiendo que se vive en un sueño angustiante sin poder despertar.

[Debo añadir una referencia al término "nivola", que Miguel de Unamuno usó en 1907 para referirse a "Niebla", anticipándose en más de 50 años a Dick para hablar de los personajes que son conscientes de vivir en una ficción. Mientras el visionario Bilbeny no demuestre que Unamuno era catalán, cosa siempre posible, debemos aceptar que uno de Bilbao se adelantó a uno de Chicago, como es natural].

Sin embargo, el librito sobre los Mossos no se debe a Dick y se ha publicado en la Cataluña del procés, con lo cual uno se teme que tras esa obra no está ningún genio esquizofrénico, si no algún escritorzuelo dispuesto a exprimir el tirón nacional-lacista. El redactado nos remite a autores que escriben como alumnos de la Eso y les publican como si fuesen adultos. Son cosas catalanas, ya saben ustedes: "no les hagan mucho caso, no son malas personas pero son catalanes". (Eso lo dijo Max Aub en el 39, en "Campo cerrado").

La editorial promociona el librito con un texto ruborizante. ¿El editor se ríe de sí mismo? Es posible. El sentido del humor catalán es difícil de aprehender. Júzguenlo ustedes mismos. Este es el texto promocional:
Una de les funcions del cos de Mossos d'Esquadra és la prevenció de fets delictius per evitar que els ciutadans es converteixin en víctimes d’aquests. Des de sempre hem impulsat una sèrie de campanyes d’informació amb diferents consells de seguretat adreçats a la ciutadania, que és la receptora dels nostres serveis. Ara fem un pas endavant en la manera de difondre’ls.
Alhora, el cos de Mossos d'Esquadra, com a part de la societat, té entre els seus membres persones que destaquen en diferents àmbits, com poden ser els esportius o els culturals. En aquest últim camp, compta amb escriptors reconeguts amb premis en diversos certàmens literaris i d’altres aficionats, així com també amb il·lustradors molt distingits.
D’aquesta fusió entre el treball policial i el món de la cultura neix aquest llibre.
En aquesta antologia de relats escrits per membres del cos de Mossos d'Esquadra volem fer palesa aquesta vocació de servei a través de diferents històries de ficció inspirades en casos reals, que tenen un rerefons basat en alguns dels nostres consells de seguretat. Els lectors podran passar una bona estona llegint trames molt variades i alhora descobriran algunes tècniques delictives, podran posar-se a la pell dels mossos i, en alguns casos, en la de les víctimes o, fins i tot, en la dels mateixos delinqüents per aprendre una cosa bàsica de la literatura i, per descomptat, de la vida: de vegades, res no és el que sembla.
El texto es ridículo, si. No cabe duda alguna. Hay un abuso de terminología risible: "fets delictius", "ciutadania receptora", "els Mossos són part de la societat", "entre els seus membres té persones", "històries amb rerefons", "els nostres consells de seguretat". Es imposible reproducir las expresiones ñoñas, los tópicos más desabridos y las estupideces sin copiar el texto entero. Un texto debido a un asesor de la burocracia policial que pide un curso de expresión escrita, o una introducción a la sintaxis elemental (atención a la última frase del texto).

En el texto se cuentan ridiculeces para parar un tren, no soy capaz de destacar una por encima de las otras. Lo que es la literatura está ausente (aunque se la nombra como por error y sin sentido, al final). Eso se agradece, es el único destello de algo parecido a la inteligencia y a la sensibilidad. Hay un reconocimiento implícito (¿explícito?) de esa renuncia a la escritura entendida como arte: el librito se reduce a la didáctica y a la propaganda, como casi todo lo que se escribe en esta triste época en el país que jamás fue un país (salvo en la ficción de algunos).

Si fuese periodista indagaría en la génesis del libro. ¿Han pagado el libro desde las arcas del Consejería de Interior? Es una hipótesis. Es posible que el cuerpo policial regional necesite recuperar algo de una imagen simpática y democrática. Sin embargo, les diría lo más obvio: dejen la ficción para quien sabe. Con Pérez Andújar, Marsé y Vila-Matas vamos muy bien servidos. Nadie necesita a policías que no saben escribir.

Mientras escribía esas líneas hice un pausa, puse las noticias y en ellas apareció el señor Buch, Consejero de Interior del gobierno regional, declarando algo sobre un incendio en la provincia de Tarragona. Camisa blanca recién planchada, eso que no falte. Para explicar la presencia del ejército en la lucha contra el fuego improvisó que "es normal que nos ayuden los países vecinos: si el incendio estuviese en el Ampurdán, los franceses habrían ayudado como ahora ayudan los españoles". ¡Dios mío¡ me estremecí: ese hombre no vive en el mundo, vive en un universo paralelo y no duda en manifestarlo públicamente. También hay consejeros de interior de ficción, por lo visto. Quizás se avecina un nuevo librito: "Govern català: els casos de ficció".

Quizás los Mossos de Escuadra son una ficción. Quizás son un cuerpo policial delirante e imaginario, perteneciente a una dimensión atontada, y nos lo comunican desde un librito de apariencia inane, para que despertemos de nuestra siesta nacionalista.

4 de jul. 2019

La langosta se ha posado

Resultat d'imatges de naufragio

(...) a finales del verano, cuando el calor sofocante menguaba, y en la hora en la que el sol se disponía al ocaso (poco más tarde de las nueve), se interrumpió la programación habitual de la televisión regional y apareció el Presidente. Se le vio algo deslucido, demasiado pálido tras un verano como aquel, de sol intenso y pertinaz sequía. Alguien hizo notar que estaba más flaco. También se dijo del presidente, quizás lo dijo ese mismo alguien, que el presidente estaba algo "desmejorado". Sin embargo y a tenor de las imágenes que nos dejó esa tarde la televisión, lucía camisa blanca impecable, recién planchada, la runa "pe" en el ojal y el cabello escaso pero bien peinado, vestigio de un corte veraniego efectuado, según los analistas expertos, semanas atrás, en el mes de junio. Su semblante era serio, aunque eso no era anuncio de nada novedoso: los televidentes siempre le habían visto con ese porte grave, como si cualquier ocasión fuese una ocasión trascendental, a la que uno debe enfrentarse con seriedad y gesto cuasi trágico. Solemnidad y excepcionalidad a la vez: eso es lo que siempre quiso transmitir el presidente en sus alocuciones al pueblo a lo largo de su carrera, que fue tan breve como encendida.

El cronista no transcribió el discurso entero, solo hizo una síntesis del sentido general de sus palabras, que estuvieron trufadas de metáforas y de citas librescas que abarcaban desde la poesía popular hasta la culta, pasando por el refranero y algunas frases muy agudas debidas a los padres pensadores de la Patria de todos los tiempos.

-Ciudadanos y ciudadanas, dijo. Hace tiempo que quería contaros algo, y es algo que me cuesta contaros. Por eso he tardado un poco más de lo que la prudencia recomienda. Pero ya no puede demorarse más este momento que, os lo prevengo, no es feliz ni para mi ni para vosotros. Vayamos al asunto, vayamos al grano y dejemos la paja a un lado: son demasiados años de paja. Debo deciros eso: que nuestro barco no llegó a Ítaca. Eso ya lo sabéis, porqué no sois tontos y no os quiero tratar como a tales. Ciudadanos y ciudadanas: el barco "Patria" ni tan solo zarpó. Bueno, en realidad el barco no salió de los astilleros. Mejor dicho: el barco no fue construído jamás. El relato del marinero heroico es, en realidad, una bella leyenda. Yo quiero recalcar lo de "bella", porque bella lo es. Serlo, lo es. Pero siéndolo, solo es leyenda. La Patria no zarpó. El marinero heroico fue, en realidad, un marinero cobarde que huyó en un bote sin haber pisado jamás la cubierta del barco que no existió. Se refugió en un país lejano e indiferente a nuestra epopeia. Un país frío y distante. Se escondió allí. Jamás regresó para rescatar a sus camaradas atrapados. El marinero que quisimos heroico y fue cobarde. Solo se preocupó de sobrevivir, al principio, y luego de vivir lo mejor posible. Y a fe de Dios que vive muy pero que muy bien. A vosotros, ciudadanos y ciudadanas, os hemos tomado el pelo durante estos años. No hubo barco, no había plan de navegación, no había capitán ni grumete. A decir verdad (ahora, ya puestos, ya puedo contarlo) no había ni tan solo un mar por donde navegar. El dinero destinado a construir el barco y llenar de víveres sus bodegas nos lo gastamos en juglares que cantasen la hazaña de antemano y en un hatajo de falsos calafates que simulaban trabajar cuando aparecía un reportero por la vera del puerto. El astillero era un decorado de cartón piedra. Incluso algunos de los obreros eran de puro atrezzo, elaborados, eso sí, en los mejores talleres de decorados teatrales, factoría de disfraces y decorados de un gran hombre. Sí era real todo lo demás: la propaganda, los reportajes en nuestro canal, los decretos y las grandes declaraciones, los sueldos de los capitanes de pega, de los contramaestres, del cocinero y hasta de la docena de arponeros (aunque no íbamos a cazar ballenas contratamos a doce falsos arponeros, eso también es real). En eso no os tomamos el pelo, os lo juro por nuestro Gran Poeta. Bueno. Me embarga la emoción. [Pausa] Ha llegado el momento. Tras esta declaración me retiraré a mi pueblo y viviré como un hombre cualquiera, como un hombre gris, como un hombre gris y mediocre, como un hombre gris y mediocre y fantasioso, como un hombre gris y mediocre y fantasioso y entusiasta, como el hombre que fui. Os pido que me perdonéis, fui víctima de la ilusión, del fogonazo, de la llamarada que encendió mi pecho en una tarde de otoño, cuando soñé, en mi siesta otoñal (hizo mucho calor aquel otoño) que nos íbamos de viaje en un barco fabuloso hacia una isla mitológica en la íbamos a construir la mejor patria jamás soñada en ninguna siesta otoñal. Os pido perdón por el engaño. No se como os vamos a devolver el dinero que os robamos para simular nuestra gran simulación, pero voy a dedicar lo que me queda de vida a reflexionar y a pensar como narices os devolvemos el dinero que os quitamos. Seguro que querréis saber muchas cosas, ahora, cuando conocéis la verdad. Querréis saber como mantuvimos la pantomima del marinero Frescales y, la verdad, ni yo mismo lo se, porqué hay veces en que ni yo mismo lo entiendo. Se que algunos os vais a enfadar mucho, otros menos y otros nos vais a pedir cuentas y explicaciones, porqué pusisteis todo de vuestra parte: pusisteis tiempo y dinero de vuestros bolsillos en donativos de toda clase, os quedasteis afónicos gritando las consignas que os enseñamos, perdisteis amigos en el trayecto, viajasteis por el mundo para contar que el barco iba, luchasteis contra monstruos y algunos salisteis lisiados, con magulladuras y heridas. Sabéis que lo hicisteis todo para nada, a cambio de nada, no había nada a cambio: os ofrecisteis al engaño como niños en pos de un juguete imposible, os creísteis a los vendedores de felicidad gratis. Lo se y os lo agradezco. Voy a meditar sobre eso también, sobre el enorme misterio que sois para mi.

El discurso siguió y se prolongó durante unos 33 minutos, según cuenta el cronista. Al fin, cuando el Presidente se retiró, la pantalla de los televisores se sumió en un fundido en negro durante muchos segundos. Al cabo de los cuales se escuchó una pieza de violoncelo muy famosa del Maestro Casals y luego una parte de la Novena Sinfonía de Ludwig Van, sobre un fondo de paisajes al óleo de la escuela olotina.

Cuenta el cronista que la inmensa mayoría de los telespectadores prorrumpió en aplausos y vítores, algunos mezclados con llantos y con mocos a la vez que con antiguos cánticos patrióticos, y que muchos también agarraron antorchas y las prendieron y desfilaron por las calles hasta más allá de medianoche. A la mañana siguiente incluso al sol le costó lo suyo amanecer pero finalmente amaneció. Y los ciudadanos y las ciudadanas más madrugadores se encontraban por la calle y se preguntaban los unos a los otros: ¿Qué debemos hacer ahora?. Y se respondían: Pues nada, a trabajar. A trabajar (...).

1 de jul. 2019

La sintaxis indigesta del Niño de la Alpargata

Resultat d'imatges de ovidi 3

Hay autores que escriben en un lenguaje difícil, a veces críptico. Debo confesar que siempre sufrí de lo lindo para comprender a San Pablo, a Jacques Lacan, a Adorno o a Gramsci, por poner solo unos ejemplos. Ni Schopenhauer ni Nietzsche lo ponen fácil, por Dios.

Soy hijo de un obrero sin estudios y eso, ya se sabe, tiene consecuencias. En mi casa el lenguaje era sencillo y cada cosa significaba lo que pone el diccionario básico. Nuestra casa de pobres no era una casa líquida, había tanta voluntad de solidez como aceptación de la pobreza. Poca metáfora barroca. Había una cierta previsibilidad. Eso puede doler, pero se agradece a la larga. Aprendí el valor de la frase racional y unívoca, sin metáforas ni eufemismos ni cábalas. Ser pobre solo significa no tener dinero: las demás pobrezas eran imágenes, figuras literarias. Si te dicen que no, es que no. "Si vuelves más tarde de las doce te caerá una colleja" significa eso. Y la colleja te caía, vaya si te caía. No había significados ocultos ni doble lenguaje. Ni esoterismos posibles ni hermenéuticas soñadas.

Me iba a la cama con el cogote dolorido y enrojecido y, de algún modo, satisfecho por haber comprobado que a cada significado le corresponde un significante preciso, uno solo, solo este. El tornillo del 8 tiene su tuerca del 8. Cada acto, una consecuencia. La consecuencia lógica, la anunciada de antemano. Jamás se me ocurrió decir que fui víctima de una colleja política.

Ayer leí este artículo: (In)digestions, en Directa.cat. Me quedé pasmado. No entendí nada, y no solo por la exhibición políglota de su autor, que huele más bien a fanfarronada

La prosa del Niño de la Alpargata me supera y me resulta más difícil que la de Saulo de Tarso cuando habla de ver "como a través de un espejo". En los otros autores difíciles el problema es conceptual. En el caso del Niño, es un problema de ordenación mental. De sintaxis. Su sintaxis es impredecible además de endiabladamente barroca. No, no consigo comprenderle, no lo consigo. ¿De qué narices habla el Niño de la Alpargata?

El Niño de la Alpargata escribió un texto sobre el asunto del ayuntamiento de Barcelona en el que, si no me equivoco, dijo que prefería un alcalde nacionalista antes que a Ada Colau. Vamos, dijo lo mismo que dijo Albert Rivera, pero dicho en modo lisérgico. En modo estratégico lisérgico independentista. En resumen: cada vez admiro más a Manuel Valls en el asunto de lo del alcalde de Barcelona: Valls es claro, inteligente, demócrata. Y además le entiende uno como yo.

El Niño de la Alpargata, lo habrán adivinado ustedes, no es otro que el artista antes conocido como David Fernández, que fue diputado cupaire, poeta, cantante, activista y gerente de una banca. Entre otras cosas. A diferencia de la mayoría de los políticos nacionalistas, que solo han sido trabucaires, castellers o monitores de esplai (o niños de papá y punto), Fernández ofrece un amplio historial que muchos quisieran. Con su grupo musical denominado "Ovidi 3" se fué a Waterloo para ofrecerle un concierto privado al inquilino del chalecito (el Vivales). Me imagino al ínclito Puigdemont cagándose en lo que tiene que aguantar y maquinando como disimular los bostezos ante la actuación de Ovidi 3. Creo que a Puigdemont le gustan los Beatles, con lo cual las cancioncillas de Ovidi 3 le deben joder un montón.

Bob Dylan le ofreció un concierto privado a un Papa de Roma de cuyo nombre no me acuerdo. Creo que lo hizo para mostrarle al mundo la conversión al catolicismo de un judío de origen. Pobre Papa. Pero por lo menos era Dylan y no el indescifrable Fernández el que le cantaba al pontífice. Quizás no sea casualidad que el señorito Matamala se largase de Waterloo poco más tarde del concierto de Fernández, el críptico. Yo hubiese hecho lo mismo: la sintaxis con estupefacientes me pone malo. Me mata la mala sintaxis, como al Jami Matamala. (Por cierto: ¿qué hace Jami a día de hoy, salvo cobrar por ejercer de senador español?).

Creo que me he desviado del asunto. ¿De qué habla el Fernández? Bueno, pues así de claro y de sencillo: no lo puedo responder. Cuentan que Dostoievsky escribía novelas muy extensas porqué el editor le pagaba las páginas según el peso del papel entregado, que depositaba en una balanza. Digo yo que a Fernández le deben pagar por un sistema parecido, aunque adaptado a la realidad de la vida moderna: por el peso metafórico de los bits. Y debe ser por eso que escribe líneas y más líneas sin decir nada, nada de nada, perogrulladas y tópicos de una supuesta izquierda, de una supuesta revolución de niños, de niños bien, aficionados a la poesía romántica y al buen yantar, y lo escribe todo enlazando frases oscuras con una gramática errática que deberían estudiar Chomsky y Pinker, para abrir nuevas fronteras al entendimiento humano.

Cuando el lenguaje no es comprensible... ¿que es el lenguaje? ¿Para qué diablos sirve?