Al principio del desastre, en marzo o quizás en abril, el Presidente de la Generalitat --hoy áureamente retirado-- afirmó que, de haber sido independiente Cataluña, no hubiese tenido muertos por la Covid. Marta Rovira, des de su retiro suizo, dijo casi lo mismo: la independencia nos hubiese dejado al margen de la epidemia. Hay un oscuro deseo de vivir en una Cataluña ajena a la historia en todo eso. La consejera de Salud, la regional Alba Vergés, añadió que el virus catalán era distinto del virus del resto del mundo. El señor Junqueras, oráculo ensombrecido (valga la ironía), culminó la lista de ensoñaciones con una frase magistral: la Generalitat gestionará mejor los efectos de la pandemia que el resto de España.
La realidad, a día de hoy, desmiente al señor Junqueras. A los demás creo que la realidad no les afecta, o muy poco. Ha sucedido lo que muchos nos temíamos: a la hora de la verdad, el gobierno regional ha mostrado ser un zoquete enorme, monstruosamente zoquete. (Su inutilidad es tan apabullante que nos permite repensar el asunto autonómico: ¿hasta dónde debe llegar la descentralización?).
Les fue fácil hacer campañas y declaraciones solemnes, levantar banderas, colgar pancartas, inundar de lacitos las calles y las solapas de sus crédulos creyentes, pronunciar grandes frases, entonar cánticos a la patria, a la heroica patria, sollozar por el mundo --con carísimas plañideras funcionarias del llanto-- sobre el maltrato atávico, comprar urnas en la China, llenarlas de sus votos más falsos que un duro de madera, proclamar un república (de ocho segundos de vida), declararse presos políticos o exiliados.
Pero a la hora de la verdad resultó que gobernar y gestionar... no era lo suyo. ¡Ay Dios! Cuando a los nacionalistas les toca gobernar a su nación, la hunden en la miseria. Por tanto quererla, la hunden.
La realidad les dio una colleja muy sonora, con la mano abierta, un revés en forma de bofetada. Hacer campañas no es lo mismo que administrar. Declararse muy bueno, muy patriota y muy listo no es lo mismo que preocuparse por el bien de ese pueblo al que dicen, dicen, dicen amar tanto. O quizás solo aman el mapa del paisito, claro. Quizás solo aman a las piedras, a esas piedras que deben hablar catalán desde los tiempos de los australopitecos.
Gestionar, ay, Señor mío, gestionar es otra cosa. Abandonaron a la sanidad pública, ya en tiempos del profeta Mas. No la han rescatado. Abandonaron la escuela pública: ahora anuncian, otra vez, la llegada inminente de ordenadores portátiles y conectividad, una inminencia que lleva unos seis meses siendo inminente. El Consejero de Trabajo y Familias se pierde en su laberinto de torpezas, el de empresas, cabezón que es él, promete un dinero del que no dispone. Y todos ellos crean más incertidumbre, más pavor, más dolor. Al pueblo que dicen amar tanto, más que nadie.
Tanto aman a su pueblo que le quieren dolido, jodido, postrado. Hace un tiempo pensé que la estupidez del gobierno era una más de sus tácticas ladinas: crear mucho malestar para, luego, acusar de ello al gobierno de España. O a España en general. Es la táctica del hombrecito en Waterloo: cuánto peor para los demás mejor para mi, se repite cada noche, tras sus avemarías al pie del humilde y exiguo catre en su choza belga.
Pero luego me di cuenta de que no hay táctica alguna en su ineptitud mitológica: son incapaces de gestionar un región. Una región que se empequeñece a ojos vista. Pero claro, ¡la aman tanto...!
Aunque patria descienda de pater, según la etimología, es palabra femenina. Y ellos son hombres. Y los hombres, en cataluña, tienen el derecho a maltratar a la patria. A condición de amarla mucho. De amarla tanto que le pegan, la insultan la explotan y la oprimen. Solo quien mucho ama a una patria puede destruirla. A Junqueras, Puigdemont, Torra, Rovira, Aragonès y El Homrani solo les faltó decir eso: Cataluña, te mato porque eres mía. No dejaré que te mate un virus extranjero, te mataré yo mismo. Antes muerta que de otro.
Metido como estoy en esto de la cuestión sanitaria por parte de los familiares, te diré que aún estaríamos pagando el EURO POR RECETA sino hubiera sido que el Tribunal tiró para atrás aquella órden.
ResponEliminaDe eso nadie se acuerda, floja memoria que tienen todos.
Lo que se ha demostrado al unísono es que han sobrado 17 sanidades diferentes. Que con una única sanidad bien gestionada, había de sobra, que ninguna autonomía lo hizo bien, y que el Gobierno central actuó tarde y mal.
No ha mucho me explicó una señora que se rompió el brazo y la cadera en Aragón que la trasladaron en ambulancia hasta Fraga, y de allí la vino a buscar una ambulancia catalana ¡¡¡ Tan surrealista como una película de Buñuel.
Mientras estemos con 17 servicios diferentes y el paciente sea cliente, o sea que de o reste beneficios, iremos para atrás. No volveremos a ver la sanidad que teníamos, no te quepa duda.
te podría decir que no hay dinero para un servicio de Logopeda (niña ciega y sorda) ojo¡¡ que la lleva la mujer de mi hijo en el Baix Llobregat (perdona no de más datos), y que es vital porque con esta pandemia todo el trabajo realizado en 8 meses se ha perdido, y como la partida presupuestaria era la que era, y para lo que era, no se ha podido aprovechar por estar cerrado el centro, (esa labor no se puede realizar por teletrabajo), y ahora ya no se puede volver a pedir...Todo es incongruente y para ponerse triste.
Un abrazo
El caso de la señora aragonesa lo veo más de Berlanga, y es que parece que nuestros dirigentes políticos hayan salido de alguna peli del genio valenciano. Lo demás no es de risa: es muy triste. Repartir la sanidad entre 17 taifas es un desacierto, eso lo estamos viendo cada día.
EliminaRecien te descubro Tienes un blog interesante,Nunca habia visto un blog com el tuyo
ResponEliminaun abrazo desde Miami
¡Gracias! Espero que sigas entrando por aquí.
EliminaEsto de pensar que los virus cuando pasan de una región a otra se acojonan (con perdón), es otra estupidez más. La sanidad debiera ser coordinada para toda la peninsula, por razones geográficas más que otra cosa, es decir, meter a Portugal y colaborar con ellos. Resulta que el otro dia el presidente de mi región y el de Cantabria firman un acuerdo de colaboración, con un par, colaboran para que si un enfermo este más cerca de un sitio de cualquier comunidad vaya a ese (no como hasta ahora), un aplauso a estos "gestores", ¿de verdad hay que firmar eso?. La Sanidad nunca debiera haberse descentralizado, nunca, y si una zona esta más castigada se llevan médicos y personal de otra menos castigada, tampoco hay que ser epidemiólogo, ni médico, ni nada, digo yo. Pero aquí no funcionamos así, demasiado idiota con mando en plaza.
ResponEliminaUn saludo.
Haciendo un símil entre lo que dicen, a modo de defensa, las “bestias pardas” de la Asociación Nacional del Rifle: “Las armas no matan, matan las personas”, lo mismo podríamos decir de las 17 Consejería de Sanidad de los 17 reinecitos de taifas de España: “Las autonomías no matan, matan los que las dirigen”.
ResponEliminaNo sé si poner a la misma altura las dos animaladas es válido o no, pero en principio la idea estaba muy bien pensada: acercar la administración a los administrados, pero todo se hizo sin contar con que los españoles NO somos iguales a los alemanes o, incluso, por proximidad y seriedad, a los portugueses. Y en eso la “cagaron” los Padres de la Constitución del 78: no se dieron cuenta de que España está llena de españoles, de muchos españoles, y que todos llevamos dentro un entrenador de fútbol y un pequeño “Caín”, seamos catalanes, gallegos (como el que escribe) o gaditanos… Somos, al fin y al cabo, españoles.
Y así nos va…
Alfredo