28 de gen. 2020

Del conde de Mataplana al senador Matamala (con concurso incluido)


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En el imaginario popular catalán hay personajes variopintos, des del pueril Timbaler del Bruc al Caganer (que podrían ser el mismo: un niño tamborilero que se agachó para plantar un pino en cuanto vio a las tropas de Napoleón. Dejaremos para otros las posibles comparaciones del Timbaler con los líderes procesistas, por lo del mucho ruido y pocas nueces). También hay unas brujas buenas por el Pirineo, que sirven para disimular un hecho histórico muy feo: la primera mujer europea ejecutada en la pira acusada de brujería fue en Cataluña, y el acusador fue un noblecillo catalán.

Hay más personajetes en la ficción popular: un señor muy beato que se llamaba Joan Amades los recogió en un librito no sin antes pasarles el barniz catalán: fuera cosas eróticas, fuera maldades, todo beatitud. Lo de Joan Amades no tienen nombre: bajo la excusa de preservar el patrimonio del romancero catalán, se lo cargó para siempre.

A mi me gusta el Conde de Estruch, que no fue tratado por Amades. El conde de Estruch (posiblemente Strüch) es individuo medio legendario pero que sin embargo nos dejó un castillo en Llers, cerca de Figueras. A día de hoy el castillo es una lamentable ruina. A Juan Perucho no se le pasó por alto el conde. El conde de Estruch pudo haber sido el primer conde vampiro, aunque la mayoría de los nobles tienen algo de vampiros o de chupópteros. Hoy les llamarían "élites extractivas".

Luego está el conde de Mataplana, en el cual el cura esquizofrénico Jacinto Verdaguer se inspiró para componer su largo poema sobre el Comte Arnau. Un apellido cuyo prefijo es "mata" lo pone muy fácil. Del conde de Mataplana también se conservan los restos de un castillo. Otra vez las  ruinas. Parece que todo lo catalán sean ruinas, como ese dialecto extinto y latinizado que el grupo Koiné se obstina en imponer a los vivos cuando solo se lo puede imponer a los muertos. La Koiné de los zombis. Lástima que el templo de la Sagrada Familia todavía no esté en ruinas pero no se desesperen: todo llegará.

Las ruina del castillo de Mataplana son unas cuantas piedras sospechosamente bien alineadas cerca de Gombrén, en la comarca del Ripollés. Gombrén es un pueblecito triste, poseído por una niebla contumaz y por varias esteladas raídas por el zarpazo de la niebla, la tristeza, el viento y la codicia.

El conde de Mataplana según Verdaguer (aunque también le dedicó un poema Joan Maragall, el abuelo del aspirante a alcalde secesionista) es un tipo verdaderamente malo y, posiblemente, algo vampiro. Perseguía viudas y monjas y era un auténtico sádico con los débiles.

Sin embargo, pasando los siglos, la saga de los Mataplana desapareció, pero mi hipótesis es se modificaron el apellido para librarse de un pasado tan siniestro. Para mi que el senador Matamala es descendiente del conde pérfido. Pero así como aquel conde pudo haber inspirado un buen film de Jess Franco, nuestro senador solo da para un personaje cómico. Mataplana para Jess Franco, el senador Matamala para secundario de Berlanga.

El conde de Mataplana se exilió en el infierno y el senador Matamala es el exiliado más raro de la historia de los exilios habidos y por haber, ya que su exilio es intermitente y según convenga. Afirma el senador que vive en el palacete de Waterloo porqué en España le persiguen injustamente, pero lo cierto es que no pesa sobre él ninguna orden de detención. Ni, que se sepa, ni una multa de tráfico. Nadie entiende qué pinta en Waterloo y por lo tanto todas las hipótesis son buenas. Así que...

Atrévanse a formular ustedes una nueva hipótesis, quizás acierten. Hay premio, y lo digo de veras: las tres hipótesis más divertidas recibirán de forma completamente gratuita un ejemplar de "Vida subacuática", el primer libro de "La Charca Literaria" (en donde hay un par de relatos de un servidor, entre muchas otras sorpresas y buena literatura breve).





26 de gen. 2020

Puigdemont en Perpiñán: la épica bufa

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Tintín y Puigdemont tienen algunas similitudes: ambos residen en Bélgica y en la ficción, ambos están tomados por una rara pulsión aventurera, a ambos se les distingue por un peinado peculiar y los dos viven en un palacete, de gorra, sin rascarse el bolsillo. Sin embargo, muchas son las diferencias entre ambos personajes de ficción: mientras que el reportero del tupé se lanza a la aventura con desparpajo y una arrogancia rayana en lo suicida (Tintín siente un raro desapego por la vida), en el hombrecito de Waterloo todo obedece a cálculos pusilánimes, y su apego al euro es proverbial. Dejémonos de retórica: Puigdemont es catalán de la Cataluña catalana.

Ambos tienen algo de insensato y de orate, pero Tintín siempre está de la parte del débil y de la verdad, y lucha por desenmascarar al malvado. Puigdemont, por contra, quiere ser fuerte, la verdad le importa tres cominos y se pasa el día recreando la máscara del malvado. Sus amiguetes son los malvados de turno: Nigel Farage y los neonazis flamencos. Dime con quien andas.

Las aventuras de Puigdemont empiezan y terminan en su lamentable huída en el maletero de un coche: todo lo demás son trucos para vivir bien al modo de los desaprensivos. De vez en cuando anuncia aventuras futuras que luego no cumple. Lo suyo es la ficción y la farsa. Todo se queda en palabrería y quizás en delirio, en ensoñación pueril, en el deseo del impotente. Y además tiene las manos pequeñas que, según Carrère, antes delataban al loco. Puigdemont ha creado un género nuevo: la épica bufa.

La última aventura anunciada por el hombrecito de Waterloo es su viaje a Perpiñán. Él, acostumbrado a vivir en mapas ficticios, considera que Perpiñán está en Cataluña: empezamos mal. Perpiñán no solo está en Francia si no que es profundamente francesa. Y vota mayoritariamente al partido de Marine Le Pen.

Veremos si se atreve. Puigdemont le teme a la gendarmería tanto o más que a la Guardia civil. A diferencia de Tintín. Todos recordamos su cambio de coche debajo de un puente el 1 de octubre de 2017, cual delincuente de un film de Chabrol (por seguir con la cosa francesa) para que la Guardia civil no le pillase, no vaya a ser que le den una tunda en su mullida cabeza (que se la den a los incautos y a los jubilados que mandó a votar en un referéndum ilegal le venía que ni al pelo, pero recibir en carnes propias ya es otro cantar).

Yo apuesto a que el hombrecito de Waterloo practicará otro de sus amagos, algún truquillo digno de un imitador de Houdini, de uno de esos imitadores de pueblo que imitan al escapista en las fiestas infantiles a cambio de tener barra libre. Algo hará, sin duda. Lo que sea por mantener el aura de aventurero, de héroe de ficción de una nación fictícia. Ese Puigdemont debería leerse "L'Héroe" de Santiago Rusiñol para comprender cual es su referente literario más cercano.

Antes, la gente catalana se iba a Perpiñán a ver cine porno, cuando estaba prohibido en España. Los catalanes acudían a miles, aunque luego contaban que iban a Perpiñán para comprar libros marxistas o novelas de Henry Miller. Ahora quizás irán allí unos miles de incautos para aplaudir al héroe de pacotilla y greñas. Yo les advertiría: teniendo en cuenta su edad provecta, que se anden con cuidado. Puesto que, a finales de febrero, en Perpiñán hace mucho frío, sopla el cierzo que da gusto verlo y la salud se resiente. No vaya a ser que el trilero de Waterloo no se presente, en otra nueva demostración de ser el reverso de Tintín, mientras que ellos habrán hecho un acto muy tintinesco de desapego a la vida.

Otro día les contaré las similitudes y las diferencias entre el Capitán Haddock y Jami Matamala, el Haddock encanecido.

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Nota: estuve en Perpiñán el 1 de octubre del 2017, dando un rodeo francés a la vuelta de Colliure, en donde me fui a homenajear a Antonio Machado. Nos sentamos en una terracita soleada y un hombre mayor, en la mesita de al lado, provisto de la enésima copa de Pernod, bebedor contumaz y algo plomizo, nos largó un rollo nostálgico y enternecedor sobre algo que no recuerdo (y él tampoco), en una rarísima lengua mezcla de francés, castellano y catalán. Si fuese hoy, le preguntaría qué opina de la visita (solo anunciada, quizás solo ficticia) del desaprensivo de Waterloo. Estoy seguro de que, en la línea de la perorata que nos soltó, diría algo así como "¡Ah! ¡Les catalans, les catalans...! Ils sont très méchants, ils se non pas lisé Le Quijote".
Ahí lo tienen: de Puigdemont a Tintín, a Rusiñol, al Quijote.

22 de gen. 2020

Armas y letras y Tiana negra


El domingo 19 por la tarde se terminó el festival de novela negra exclusivamente en catalán "Tiana negra". ¡Vaya! Otra edición a la que no he ido. He perdido la cuenta de las ausencias. Y de las antiguas presencias. Acudí a sus primeras ediciones, y guardo algunos recuerdos divertidos de aquello. Y también guardo recuerdos de un gran tedio: la última vez que estuve, un tipo llamado Vernella o algo así pilló el micrófono y, cual adorador del pene de aluminio, largó un rollo inacabable sobre la novela que había escrito y que no le interesaba a nadie. Dejé de ir a Tiana. Las razones para no ir son muchas y variadas.

En ésta ocasión, uno de los motivos para no acudir a Tiana es que andaba enfrascado en la obra de Andrés Trapiello "Las armas y las letras. Literatura y guerra civil" (Editorial Austral, reedición de 2019). El ensayo de Trapiello se lee casi del tirón a pesar de las más de 600 páginas de papel biblia, y les aseguro que se lee con más ganas que las novelitas negras catalanas de Tiana.

Dice Trapiello que se debe leer con pasión -como don Quijote-, pero escribir con escepticismo -como Cervantes. Trapiello cumple con su máxima: él escribe con escepticismo y yo le leo con pasión. No leo así a esos escritores que se citan una vez al año, en Tiana, más que nada para poder decir: "Menganita está envejeciendo muy mal. No como yo, que sigo como un chavalillo. ¿Te das cuenta, Anamari?". A los poquísimos de esos autores que he leído, les he leído con escepticismo. Mientras que ellos escribieron con pasión. Con una pasión pueril e inane. Es imprescindible que los autores y los editores de la cosa catalana se apunten a yoga y a meditación durante un par de siglos por lo menos. Y que, en el tiempo libre que les conceda el yoga y la meditación, se pongan a leer. A leer literatura, quiero decir. Menos Netflix y más Dostoievsky. Por ejemplo.

La tesis de Trapiello no me atrevo a formularla en una sola frase. Pero de la lectura del libro se desprende que es falso que los intelectuales españoles de 1936 estuviesen del lado de la República. Hubo escritores y pensadores en ambos bandos. Hubo muchos que transitaron de un bando hacia el otro, especialmente del lado republicano hacia el otro. Quizás porqué la intelectualidad española siempre ha sido así, de ponerse bien con el poder. Y lo mismo sucedió en Cataluña: la intelectualidad catalana es española, como todo lo demás.

Tanto ayer como hoy, el escritor, el escritorzuelo, el escritor diletante, el de trabajo en la Caixa de lunes a viernes y fin de semana novelista negro o verano de poeta lírico, siempre ha sido persona tibia, informe, acomodaticia, deseosa de agradar, de agradar en especial al poder de turno. Eso explica la flojera argumental, narrativa, ideológica y conceptual de la novela negra catalana, que no es negra y, lo que es peor, no es novela.

Eso explica que en la "novela negra catalana", que ni es negra ni es novela, se lean adulaciones a los Mossos de Esquadra, que se lean idealizaciones románticas de Cataluña, que se encuentren vergonzosos textos pusilánimes sobre la idiosincrasia catalana y un montón de asuntos que hacen risible un género, una cultura y un festival que pudo ser y no fue. Como Cataluña, en definitiva. Los escritores catalanes siguen siendo así: escriben como si pretendieran obtener un carguito en el departamento de cultura regional. Escriben novelas como quien escribe un curriculum vitae que suplica un carguito. Pero jamás con ambición literaria.

Este año "Tiana negra" tenía una presentadora nueva. Quizás es casualidad, pero es una amiga de la aspirante Laura Borràs. ¿Casualidad? Este pudo ser otro de mis motivos para no asistir al encuentro.

(Solo lamento mi decisión de no ir porque sé de buena tinta negra que mi amigo Héctor Malverde Jr. asistió al festival, y ese era el único motivo para haber asistido. Le pido disculpas).

Esta edición del festival "Tiana negra" empezó con una mala noticia: el premio de novela negra que se otorga en este festival ha sido declarado desierto, como el Sáhara. Se reconoce así, por fin, que el "buen estado de la novela negra catalana" no era tal, que era un fiasco, otra burbuja que se pincha a sí misma. Y esta se pincha en plena decadencia del delirio patriótico: no lo reconocen pero el delirio periclita a ojos vista. Estamos a punto de entrar en la gran depresión: no hubo república, no hubo revolución supremacista. Por no haber, no hubo auge de la novela negra catalana. La novela negra catalana penetra en la caída sin haber experimentado la gloria. ¡Ya es mala suerte!

Mientras escribía la crónica ausente de un festival al que no asistí, me llegó la noticia del deceso de Isabel-Clara Simó, escritora y activista independentista que fue homenajeada en la sesión inaugural del festival (según reza el programa).

Sobre la obra literaria de Isabel-Clara Simó me abstengo de opinar, por prudencia y por ignorancia, sobretodo: de su pluma solo leí la novelita "Júlia" cuando cursaba secundaria y mucho más tarde un cuento breve, "La malaputa", insertado en el sonrojante librito "Noves dames del crim", antología de cuentos del que no se salva ni uno. Cuando a uno le obligan a leer una novela catalana a los 15 suele generar un vínculo nefasto con el autor impuesto. (Este fenómeno explica la catástrofe que está sucediendo a propósito de "La plaça del Diamant").

Debo decir algo: debe distinguirse entre la Isabel-Clara Simó escritora y la Isabel-Clara Simó agitadora nacionalista, sería bueno para su memoria que todos lo hicieran así. Su obra literaria debe ser considerada por sí misma y desvincularla de su currículum de activista patriota.

No asistí al festival "Tiana negra" y ni tan solo me molestaré en leer crónica alguna del suceso. Estuve algunas veces allí, incluso participé y subí al estrado y cosas parecidas, y una vez recogí un premio, cosa que ya me vale. Por eso mismo no me interesa en absoluto. Por eso mismo no he escrito lo que no he escrito.

19 de gen. 2020

Señor Iceta: menos Mercury y más Hobsbawm

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De enlace en enlace y ocioso, en una tarde desapacible de invierno, llegué a la página de la Wikipedia en donde se explica el "esencialismo estratégico", concepto acuñado por la crítica literaria de origen hindú Gayatri Spivak. No les voy a aburrir con eso, solo decir que el esencialismo estratégico está muy bien descrito y nos remite, enseguida, a lo que estamos sufriendo en Cataluña por parte de la derecha populista. La derecha que usa, esporádicamente, a los grupos de la izquierda revolucionaria (léase CUP) cuando le conviene (como por ejemplo cuando le conviene dar una imagen revolucionaria, o quemar contenedores). Eso lo cuenta Spivak maravillosamente bien.

De enlace en enlace, todavía ocioso, di con la web de la revista Nexos (no confundir con "Nexus", la gran novela amoral de Henry Miller). Allí está almacenado un artículo del siempre interesante Eric Hobsbawm que deberían leérselo un montón de gente: "La política de la identidad y la izquierda", cuyo enlace les dejo aquí. El texto es una preciosidad de texto: Hobsbawm no solo sabe, si no que sabe explicarse y lo hace de maravilla, es didáctico y ameno, y sabe escoger los ejemplos para hacerse entender.

Eric Hobsbawm escoge tan bien los ejemplos que incluso pone como ejemplo de políticas identitarias a los catalanes independentistas que anteponen su identidad catalana a cualquier otra identidad ya sea de clase, de género, cultural o musical. Y algo digno de tener en cuenta: "La política de la identidad y la izquierda" es el texto de una conferencia que leyó Eric nada menos que... ¡en 1996!. En aquél casi remoto 1996, Eric ya lo tenía claro. Olvídense de los 25 años que nos separan de aquélla conferencia: es tan vigente como vigente, en el cine, "El ladrón de bicicletas" de Vittorio de Sica.

¿De qué trata la conferencia de Eric? Bueno, ante todo les recomiendo que pinchen en el enlace y se la lean, eso sería lo suyo, pero como ya nos conocemos voy a sintetizarla en muy pocas palabras. Hobsbawm cuenta los mecanismos con los que la derecha recurre al identitarismo en cuanto la socialdemocracia les cede terreno, por miopía más que nada, y como se apropia de grandes sectores sociales con el rollo filibustero de la identidad nacional. Eso es válido para explicar el auge del nacionalismo catalán y del nacionalismo de Vox, dos movimientos con tantas similitudes que, al fin, solos distingo por algunos matices tácticos. Una vez dicho esto, Eric explica la poca pericia del socialismo no solo para hacer frente al populismo identitario si no, incluso, la facilidad con la que primero lo soslaya y luego pacta con él y se le somete. Este último punto no es aplicable a Vox, ya que -por el momento- el Psoe no ha incurrido en el gravísimo error de negociar con Vox. Sin embargo, en Cataluña... ¡Ah! Por fin llegamos a la Cataluña distraída: sin embargo, el Psc se desvive por pactar con el identitarismo de la derecha casposa y catalana.

El señor Iceta ha pactado con la derecha más rancia (Convergencia y/o sus mutaciones) para controlar la Diputación de Barcelona, la multimillonaria Diputación barcelonesa. Y llega a acuerdos presupuestarios, y promueve alcaldes de  las mutaciones de Convergencia y de Esquerra Republicana de  Cataluña (no olviden que este partido, malgré tout, es un partido de la derecha identitaria más convencional, carlista y conservadora). El señor Iceta es el lector que está esperando la conferencia que Eric Hobsbwam pronunció en el Instituto de Educación de Londres el 2 de mayo de 1996.

El señor Iceta puede leer la conferencia citada o no leerla. Faltaría más. Puede poner al socialismo catalán a los pies del identitarismo catalán cual felpudo, puede bailar con Mercury tanto como se lo pida el cuerpo y puede asentir, dócil y sumiso, ante los que afirman que Cataluña es una nación, ante los que mienten cuando afirman que el 80% de los catalanes queremos un referéndum (¿de dónde sale ese dichoso 80%?).

Lo que el señor Iceta debería saber es que los que nos sentimos socialistas y vivimos en Cataluña también podemos tomar decisiones, más que nada porqué de momento y mientras nos lo permitan, votamos en Cataluña. Si los socialistas catalanes no son capaces de representarnos a los socialistas catalanes (perdonen el pobre juego de palabras) quizás nos iremos con la música a otra parte. Y mira tu por donde a mi Queen no me gusta, ni me emocionan los aspavientos o los berridos de Mercury. Puestos a hacer falsetes, son mucho mejores los falsetes de los Bee Gees.

Si el socialismo catalán nos deja tirados en la cuneta a los socialistas catalanes, señor Miquel Iceta, no le digo yo que vayamos a votar a ninguna opción bárbara del identitarismo del otro lado cuando haya elecciones catalanas. Yo no lo haré, pero solo hablo por mi. Igual me quedo en casa cuando llegue ese momento, me pongo un CD del Bowie (por ejemplo Scary Monsters) y mañana será otro día. No sé si me explico.

17 de gen. 2020

Das Kabinett des Doktor Puigdemont

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Cuando tenía 14 años sufrí el virus del "lletraferit"(*), que es un virus del vulgo en Cataluña: el virus afecta al cerebro, como la neuritis pero a la catalana. El paciente cree que ha nacido para escribir en catalán pero no para escribir por escribir nomás, si no por hacer patria: escribir para engrandecer a la lengua catalana y para devenir, como dicen algunos, un guerrero de la lengua catalana. En tanto y cuanto la lengua catalana es, por transubstanciación, la patria catalana: el enfermo cree que si escribe en catalán hará más grande la patria. Hay personas del género masculino que ingieren polvo de cuerno de rinoceronte con la convicción de engrandecer su pene.

Una vez infectado, empecé por escribir poesías. Nada reseñable, la verdad: poesías pastoriles, amorosas pusilánimes, o imitaciones de los peores líricos nacionales y nada más: lo habitual en catalán. Pero hete aquí que me presenté a los Juegos Florales Juveniles que se convocaban en Andorra. Gané un accésit en un año que no recuerdo pero que, me digo, debió de ser 1979.

A mi padre no le vino bien acompañarme a recoger el premio, de modo que se prestó un pariente. El día del premio alguien se durmió, no recuerdo si fui yo o mi pariente. Eso qué más da. Salimos muy tarde, demasiado tarde. Recuerdo el viaje a Andorra la Vella como lo haría un personaje de Lovecraft: la carretera oscura que transita por valles sombríos y mortecinos, la niebla y un frío asqueroso. Al llegar a La Seo de Urgel, la carretera estaba cubierta de nieve. El Seat 1430 tuvo problemas. Llegamos tardísimo: el acto de entrega de premios había concluído horas atrás. Mierdas. Recuerdo (lo recuerdo vaporosamente) haber llamado a varias puertas, por si alguien sabía algo de lo del premio. Al final nos dieron una dirección.

La gente que ha estado de compras en Andorra la Vella recuerda calles con muchas luces y muchas tiendas, pero entonces, en 1979, cuando uno salía de la calle principal del villorrio andorrano se encontraba con una oscuridad glacial, con un terror primigenio, con unos callejones siniestros, casi malditos por una maldición antigua y eficaz. Al fin dimos con alguien, y ese alguien me dio un diploma y un cheque intercambiable por pesetas, algunos escasos miles de pesetas. La imagen del tipo que me dio el diploma y el cheque la retengo vagamente: era un hombre de edad provecta que olía a desinfectante y que exhalaba naftalina. A día de hoy le tendrían catalogado en el archivo de pedófilos del FBI. En Andorra, sin embargo, era considerado un poeta y benefactor de la cultura. Para siempre jamás retuve la imagen de su pelo canoso, lacio y demasiado largo, que le ocultaba parte del rostro. Todo en él rezumaba ocultación, doblez, ambigüedad.

A pesar de la hora tardía pude cambiar el cheque por dinero. Mi pariente me propuso que cada uno se fuese por su cuenta a gastar su dinero. Yo me compré las chorradas propias de un adolescente en la primera adolescencia: una calculadora y una Kodak Instamatic. Mi pariente apareció con unas cintas en Super8 que no me dejó ver nunca.

Poco más tarde del incidente en Andorra vi "El gabinete del Doctor Caligari". Quizás se mezclaron las imágenes del recuerdo andorrano con las de la cinta de Robert Wiene, pero el asunto es que vi, en la imagen del doctor pérfido de la película a aquel extraño andorrano casposo y turbio. Pasaron los años y el mal recuerdo regresó. A día de hoy, cuando vuelvo a ver la cinta alemana veo al presunto eurodiputado Puigdemont en la figura del siniestro Cesare, cuya pelambrera es muy similar a la del prófugo catalán. Cesare vive hipnotizado y dentro de un ataúd: nuestro orate en un chalé lujoso que tiene algo de tanatorio de pueblo pretencioso y los dos víctimas o victimarios de una hipnosis colectiva. Y de repente, en mitad de la noche se me ocurre: ¿y si fuese Matamala un doctor Caligari? ¿Explicaría eso su apego misterioso a Puigdemont? ¿Es Puigdemont un hechizado, como Cesare?

A día de hoy, ya bastante más allá de la mitad de mi vida, se que jamás me libraré de las pesadillas andorranas. Sin embargo, he tomado algunas medidas, ingenuas y pueriles: no volver a Andorra, no comprar más calculadoras y sobretodo no escribir en catalán.

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(*). Lletraferit, literalmente letraherido/a, no dispone de traducción directa. Aunque la RAE lo recoge así y explica que deriva del catalán: dícese de alguien "que siente una pasión extremada por la literatura". Sin embargo, el término "lletraferit", en catalán, indica más bien al que escribe aunque sea sin ton ni son, y con el propósito perentorio de engrandecer las letras catalanas, nunca jamás las españolas ni, por supuesto, las universales. Desconozco el dato sobre si Puigdemont ha escrito poesías (o poemas en prosa), pero sería probable. Sabemos que ha publicado algunos libelos. El último (Re-unim-nos), tiene unas 50 páginas y allí explica, con una extensión que rebasa sus capacidades ensayísticas y sus competencias argumentales, lo que podría llamarse su pensamiento político. A todas luces superficial y propagandístico. No hay datos disponibles ni fiables sobre el número de ventas de Re-unim-nos.

14 de gen. 2020

La maleza amarilla

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Nos conocimos en el instituto del barrio, en donde ambos cursábamos aquella secundaria de aulas con 40 alumnos, paredes pintadas de verde todavía franquista, un reducto de profesores con su bigotito fino, pulcro, horizontal, que olían a naftalina y a derrota. Hubo uno de estos profesores con bigotito dictatorial que resultó ser un anarquista serio, culto en extremo, doctorado en filosofía. Aquel hombre cruzó el franquismo disfrazado con su bigote y entonces, a las puertas de los 80, estaba ya cansado.

La tarde en que nos conocimos llovía. Recuerdo la lluvia porqué eso me retuvo un rato en el vestíbulo, esperando a que amainase. Entonces el chico salió de entre la nada y me preguntó si era yo el que "también escribía". Le respondí que si, asustado. Luego estuvimos hablando, bueno, mejor dicho él me estuvo hablando de prosodia catalana y castellana, y de algunos autores que yo desconocía. Jamás he amado mucho a la poesía.

A continuación, y durante algunos años, fuimos algo parecido a amigos. O por lo menos estábamos en el mismo grupo de amigos que salíamos por ahí, que bebíamos juntos en el tugurio tras el instituto, que perseguíamos a las mismas chicas y que experimentábamos con algunas sustancias, mayormente el alcohol.

Él siempre tuvo un carácter difícil y muchas veces era soberbio y altanero. Sin embargo, era un gran polemista y leía un montón, así que no me importaba hablar con él incluso cuando tenía que soportar los caprichos de su soberbia. El chico decía haber escrito varios poemarios y al menor descuido te los leía. Eran poesías inspiradas en lecturas de poetas viejos y rimbombantes: Baudelaire, Lautréameont. Aunque a la mínima te soltaba versos enteros de Espriu o de Vinyoli, sus más queridos. Para joderle, nada más que para joderle, le conté que yo había conocido a Espriu y lo adornaba con una anécdota que yo me sabía de memoria pero que no era mía.

La vida nos llevó por caminos distintos y divergentes. A veces pensé que era un alivio haberle perdido la pista. O, más que nada, que él me la hubiese perdido a mi. Yo seguía escribiendo, pero yo escribía prosa, un género que a él le parecía propio de paletos. Cuando le dije que me habían publicado una novela breve me escupió que yo era una puta de la escritura.

Muchos años más tarde reapareció en mi vida. Nunca sabré cual fue el propósito verdadero que le empujó a reunir de nuevo a sus antiguos compañeros. Hizo una buena labor detectivesca, hay que concedérselo: todavía no existía Facebook en nuestras vidas. Él seguía escribiendo poesía y había presentado su poemario a un premio. Más que nada quería que todos supiésemos que estaba a las puertas de ser premiado. Nos regaló a todos un facsímil del poemario. Me quedé azorado: se trataba de los mismos poemas de 15 años atrás.

A partir de aquel reencuentro, la relación prosiguió a trompicones por un año, dos a lo sumo. Por aquel año llegó el primer atisbo del independentismo totalitario y eso nos distanció. Él era vigorosamente independentista y sentía una aversión telúrica hacia el socialismo. Yo le conté que los destinos de Cataluña me importaban un comino, que ni tan siquiera creía en la existencia de un sujeto llamado Cataluña, que soy socialista y por lo tanto me repugna cualquier forma de nacionalismo. De nuevo desaparecimos el uno de la vida del otro. Esta vez para siempre: lo que no pudieron otros factores lo pudo una bandera, un (re)sentimiento patriótico, el inexplicable complejo de superioridad racial de una raza ficticia como todas, el ensimismamiento supremacista de una nación inexistente.

Ahora, de repente, regresa mi antiguo conocido, pero esta vez lo hace reducido a espectáculo, es un tipo en una pantalla. Me llega un video de Youtube, una entrevista colectiva a varios poetas en el canal de una TV local en la que él participa. Me sobrecoge ver los efectos del tiempo cuando arrolla nuestros cuerpos, cuando vemos su efecto así, de repente, la brutalidad que exhiben esos intérvalos de 15 años, como los sustos de una película de sustos. En esta entrevista, el poeta que conocí aquella tarde en el instituto presenta un poemario. Sí, lo han adivinado: presenta de nuevo del mismo poemario. Ahora es un libro, intuyo que autoeditado. Son los mismos poemas. Afirma que los ha revisado mucho. Eso es indiscutible. Ha pasado más de media vida revisando aquellos poemas. Hay hombres que se quedan toda la vida atrapados en un mismo libro, en un ensueño juvenil, en la patria imaginaria. Entre comentario y comentario, el poeta inserta lo que parecen eslóganes nacionalistas. Sutilmente.

Después de ver el video me voy al trabajo. Para llegar a él debo recorrer unos pocos quilómetros por una carretera secundaria. Hoy me he dado cuenta de que cada día transito ante una maleza amarilla, un bosquecillo erizado de pinos muertos. La realidad es una cosa extravagante, se encuentra en todas partes y en ninguna. Y desde hace un tiempo parece que se marchita, sigue estando ahí pero es como si hubiese perdido consistencia.

12 de gen. 2020

Naufragar en la masa


Por si no lo conocen, les hablaré de "El Naufraguito", un fanzine que aparece en el mundo a finales de los noventa y que ya lleva 118 números. El número que tengo ante mi es el 109, de enero de 2018.
¡Enero de 2018...! En aquellos meses irrespirables durante los cuales, por lo menos en la desdichada Cataluña, solo se hablaba de la voluntad del pueblo, del 80% del pueblo, de las masas que pedían, que exigían, que se erigían en portavoces de algo, a saber: la democracia, un país imaginario, unas urnas del Todo a 1euro.

En enero de 2018, el número 109 de "El Naufraguito" estuvo dedicado a las masas, y lleva este título precioso: "Normas para el correcto funcionamiento de las masas". Estoy convencido de que en la Asociación Nacional del Rifle de Forcadell y en el Òmnium Gutural de un Jordi (de cuyo apellido no me acuerdo) se leyeron "El Naufraguito" a fondo, concienzudos, acodados con firmeza. No podría ser de otro modo.

Qué cosa es una masa, cómo funciona, a qué mecanismos obedece... Bueno, hay cantidad de trabajos de la sociología y de la antropología, incluso de la psicología (existe algo llamado "psicología de las masas") que nos ayudan a comprender porqué la masa humana no es la suma de muchos individuos si no un individuo en sí misma, ya que los individuos que conforman una masa dejan de comportarse como individuos e incluso dejan de pensar por sí mismos. Por eso las masas dan miedo. Y no te cuento el miedo que dan cuando gritan al unísono, cuando agitan banderas o desfilan con antorchas. Si ustedes han visto eso alguna vez, lo más normal es que les haya entrado pavor.

El número 109 de "El Naufraguito" me llegó un día de esos (y de las manos de su editor, lo cual es un lujo además de un placer). ¡Qué pena que no me hubiese llegado entonces, en aquel tristísimo enero de 2018, cuando yo me sentí naufragar en la masa, cuando me sentí perdido, solo, a merced de las olas negras (negras pero amarillentas).

Porque cada página de este fanzine es una joya: hay diamantes y perlas negras, rubíes y esmeraldas. Vi una amatista y un zafiro. Dejo aquí algunos breves ejemplos.
La masa necesita ser engañada, no le des más vueltas. 
La masa entretenida es más eficiente y no se aburre. Juegos, cánticos, atracciones, discursos y sobre todo muchas pancartas y banderas. Haz lo que haga falta. 
Ante una masa convencida tenemos que saber que la verdad es ajena al número de los que sostienen una u otra cosa.
La masa piensa por eslóganes y por imágenes. No te esfuerces en razonar. 
Unidad, identidad y pertenencia, ¡esa es mi masa! 

Cuenta el editor de "El Naufraguito" que una seguidora habló de la publicación en tanto que bien social, y estoy de acuerdo en ello. Y es indiscutible: cuando uno ha naufragado, comunicarse con otros náufragos le ayuda un montón. Mal de muchos consuelo de tontos, dicen, de lo que yo infiero: Mal de pocos, consuelo de listos. Me consolaré así, sabiendo que los náufragos jamás formaremos una masa, y además ¿cuál sería la bandera de los náufragos? ¿Cuál el himno, el cántico y el eslógan?.

La lectura de "El Naufraguito" dedicado a las masas nos ayuda a salir del armario en el que nos metimos por miedo a la masa. Y no se pierdan la página reproducida a continuación. Advertencia: si usted fue partícipe de alguna de aquellas masas es mejor que se abstenga de leer. Está avisado.





9 de gen. 2020

Katalonia, una novela negra y catalana


Me es imposible revelar más datos: digamos que alguien, en algún lado que debe ser Cataluña, ha escrito algo. Es decir: solo puedo reseñar lo algo que ha escrito alguien. Nada más que eso me es permitido.

Mi currículum como escritor, por breve que sea, posibilita que alguien me considere un escritor, cosa que no la soy (escritor solo lo es quien vive de la literatura, y en España no son más de 5). Bueno, se trata de un error de apreciación, pero sucede a veces. Y cuando sucede, alguien me manda un ejemplar de su opera prima o, como en este caso, un original. Así pues, recibí "Katalonia" en mi correo electrónico.

"Katalonia" es una buena novela breve (la brevedad ahonda en su bondad, sobra decirlo), un texto algo onírico, distópico y gamberro, pero escrito con el nervio vibrante de un Philip K. Dick inesperado en esta región triste y ensimismada en la que resido. Solo por eso se debe celebrar.

La historia cuenta unos sucesos que parten de una apariencia trivial, banal incluso, casi de corte costumbrista: el autor parece conocer el lánguido género negro catalán. La narración explica los quebraderos de cabeza de Amleto Frías, un trabajador precario que acaba de divorciarse, vive en el cuchitril de un suburbio barcelonés (diríase que Bellvitge) con su hija de 12 años y, la tarde en que le encuentran el narrador y el lector, ha perdido a su hija. Amleto recorre desesperado los lugares, las comisarías, los teléfonos de ayuda, los bajos fondos. La novela es un recorrido alucinado, onírico e incluso lisérgico por una Cataluña que enseguida se nos presenta como levemente futura, segregada de España aunque solo a medias, parcialmente, un territorio roto en mil pedazos y sumido en un conflicto bélico que establece concomitancias evidentes con las guerras balcánicas. Hay unionistas, confederados, chetniks y ustachis, milicianos que no saben para quien combaten, todos mezclados sin pudor alguno.

En el decorado del dramático discurrir de Amleto tras las pistas evanescentes de la niña está un país destruído, en llamas, dominado por pequeños señores de la guerra cuyos apellidos coinciden con los apellidos de las grandes familias catalanas y de los diputados amigos de Puigdemont, quien reparte territorios desde un lugar indeterminado pero cercano a Nóvgorod: el Condado de Trías de Bes, el Marquesado de Comín, el Principado de Borràs. Aunque Amleto no se detiene en ello ni parece darse cuenta, ni tan solo muestra ninguna conciencia nacional o de clase. Amleto es tan solo un hombre solo y desesperado, frágil, desprovisto de todo, casi analfabeto. En algunos instantes, mientras Amleto reposa en hogares arrasados o en camas de mujeres que solo piden un bote de champú "Tiernos recuerdos" de la marca Hacendado a cambio de favores sexuales, se permite recordar sus tiempos en la escuela en donde le inmersionaron en la lengua catalana (una habilidad que por fin le sirve de algo, ya que gracias a ella puede sortear los controles de las milicias patrióticas en Igualada), o los tiempos en los que se dormía mirando dibujos animados de Tv3, un canal que ya solo emite música patriótica y solo para algunas comarcas pirenaicas del este y de la Gerona del Noroeste. (Dato curioso: el Valle de Arán se ha incorporado a la provincia española de Aragón por obra de un referéndum).

Las desgracias de Amleto le permiten al lector transitar por una Cataluña exsangüe, con algunos feudos inmunes (ahí está la esplendorosa villa de Sant Cugat, defendida por mercenarios de Texas regresados de Irak, o la bella Subur, tomada por soldados chinos sufragados a medias por el alcalde de Sitges y por el gobierno de la República Catalana de Riells del Montseny (?)) y por horribles campos de concentración en las planicies leridanas, en donde se hacinan los catalanes que no obtuvieron el certificado de haber votado por la secesión catalana en la consulta pactada de octubre del 2024. Y luego aparecen otros escenarios pavorosos, cárceles monstruosas en Balaguer o campos de trabajo al aire libre en la Plana de Vic con el logotipo de Bonärea, en donde los reos cuidan de millones de cerdos destinados al jamón para Corea y otros países que no se nombran. El viaje de Amleto es un salto al vacío, una jornada apocalíptica y salvaje, una auténtica gozada.

El protagonista parece un tipo ausente, sin alma, impelido por su obsesión comprensible, desnortado, errático. Hay algo kafkiano pero de un Kafka nuevo, víctima del relativismo de la postmodernidad y de los nacionalismos populistas de las primeras décadas del XXI. Merecen una mención especial los últimos capítulos del texto, soberbios, vigorosos y lisérgicos, en donde Amleto reencuentra a lo que podría ser su hija y pretende volver con ella hacia su imposible Bellvitge, huyendo del señor feudal de Vilobí d'Onyar, que la prostituía para los milicianos manresanos y mutantes en la frontera del Ebro (a punto se ser asaltado por unas tropas procedentes de otra dimensión).

Sin ánimo de revelar el final (eso que los mileniales llaman "hacer espoiler"), debo contar que la novela es extraordinaria, fascinante, hipnótica, a medio camino entre el género negro más puro y la ficción futurista deprimente más excelsa. Me inquieta preguntarme porque diablos no le publican esta novela los editores de España, incluyendo los catalanes. Si la publican, tómense dos buenas dosis de antidepresivos antes de leerla. El que avisa no es traidor. (Puede que sea botifler, pero traidor jamás).

7 de gen. 2020

Englantina d'Or per a la diputada Bassa

Imatge relacionada

Recordo la veu atiplada de l'Emili Vendrell a la ràdio en blanc i negre, cantant l'Emigrant. En aquesta escena no tinc més de sis o set anys, calça curta i mitjons blancs. La meva mare escolta i els ulls se li humitegen. En aquest instant vaig descobrir que hi ha una cosa que es diu "pàtria" i que provoca emocions. I llàgrimes.

A la meva mare, la cançó de l'Emili Vendrell la feia recordar el seu pare, que no fou un emigrant si no un exiliat que va fugir de Barcelona el gener del 1939. I no va tornar mai més. No pas perquè decidís viure la belle vie a França, si no perquè va morir, de tuberculosi, en un camp de refugiats espanyols.

Amb els anys vaig descobrir que alguna gent considerava Catalunya un país, el seu país, i que aquest sentiment identitari els duia dolor i desgràcia. Vaig descobrir que alguns creien que aquest país era una pàtria, una pàtria dissortada per a més senyes, i que aquest dolor els obligava a fer composicions poètiques, lloant les virtuts i les belleses, i sobretot la història, sempre llegendària, del país imaginari. Les composicions patriòtiques catalanes són la versió més carrinclona i lamentable del tòpic del paradís perdut. Durant uns anys vaig escriure poemes, a la primera adolescència. El tema patriòtic no se'm va acudir mai, suposo que degut al meu gust per mirar els atlas (els mapamundis, en dèiem), on vaig descobrir que vivia en un planeta molt gran, i on Catalunya era apenes visible i en qualsevol cas, indiferenciada.

Durant molt de temps he considerat carrinclona qualsevol poesia catalana, més encara després de descobrir la poesia d'altres bandes: de Huidobro, de Trakl, de Kavafis, de Neruda, etc. Tot i que hi ha algun autor a considerar, la legió de lletraferits catalans dedicada al vers rimat és escandalosa i fa venir vergonya aliena.

Hi ha tants lletraferits catalans lliurats al vers patriòtic que, com era de témer, n'hi ha que han arribat al Congrés dels Diputats. És així com avui he descobert la poeta Montserrat Bassa, que ha anat a Madrid a recitar uns versos lacrimògens davant dels diputats. La senyora ha llegit uns versets que diuen, en resum: Espanya m'importa un rave però m'estimo molt a la meva família, i també vull recordar els nostres màrtirs. M'he quedat atònit. Fins i tot se m'ha escapat un "Englantina d'Or per a Montserrat Bassa!". (L'Englantina d'Or és el guardó que es dona als Jocs Florals a la millor composició poètica de tema patriòtic).

De vegades em penso que és cosa de la llengua catalana, que té una tendència irrefrenable al lirisme carrincló. D'altres vegades penso que el sentiment patriòtic no es pot expressar si no és amb carrincloneries lacrimògenes. No he trobat la resposta bona. La poetessa Bassa es deu haver preparat molt les línies que ha llegit a Madrid, capital d'Espanya, un lloc que no li interessa però del qual cobra un bon sou a final de més. La poetessa no ha triat bé l'auditori, perquè em temo que ha generat indiferència i riallades a parts iguals. Fer riure quan vols fer plorar és molt trist i pot enfonsar l'autoestima del poeta més altiu, però alguna cosa em diu que ella ha marxat orgullosa i amb el cap ben alt.

No sé quina és la idea que deu tenir la poeta Bassa de què carai és la democràcia parlamentària, ni què és un debat d'investidura, ni perquè carai ha confós el parlament d'un estat europeu amb un concurs de poesia a la parròquia del barri d'Hostafrancs. Això no ho podré saber mai. El seu discurs, malgrat haver-lo vist per tv, desprenia aquella olor inefable de virolai i de naftalina, de rodolí i de rosari de la tieta soltera.

El que sí sé, en canvi, és que el nacionalisme és un estat mental propi de plora-miques i que només es pot expressar amb aquest lirisme pusil·lànime, mediocre i ridícul. No pinta bé el panorama de la poesia catalana tot i que mira, vés per on, ara li hem de pagar el salari de diputada a una poeta: mai no havia estat tan ben dotat el premi a l'Englantina d'Or.


En castellano:

Recuerdo la voz atiplada de Emili Vendrell cantando "L'emigrant" en la radio cuando la radio era en blanco y negro. En esta escena tengo seis o siete años, pantalón corto y calcetines blancos. Mi madre escucha la canción y los ojos se le humedecen. Creo que es en este instante cuando descubrí que existe una cosa que se llama "patria" y que la patria provoca emociones. Y lágrimas.

A mi madre, la canción de Emili Vendrell le recordaba a su padre, que en realidad no fue un emigrante si no un exiliado que huyó de Barcelona en enero de 1939 para no volver jamás. Su padre no se quedó en Francia para vivir la belle vie, si no porque murió de tuberculosis en en campo de españoles refugiados.

Con el paso de los años descubrí que algunas personas consideraban que Cataluña es un país, su país, y este sentimiento identitario les causaba dolor y desdicha. Descubrí que algunos piensan que este supuesto país es una patria sin suerte, y que este dolor les empujaba a escribir composiciones poéticas en donde se loan las virtudes y las bellezas, y sobretodo la historia siempre legendaria y mitificada, del país imaginario. Las poesías patrióticas catalanas son la versión más ramplona y lamentable del tópico del paraíso perdido. Durante los primeros años de mi adolescencia escribí poesías. Aunque el tema patriótico no se me ocurrió jamás. Supongo que mi indiferencia ante la patria se debía a mi afición compulsiva por mirar los atlas (entonces les llamábamos "mapamundis"), en donde descubrí que, por suerte, el planeta era muy grande y Cataluña minúscula.

Durante muchos años me ha parecido muy ñoña la poesía catalana, incluyendo a Segarra y a Foix, y más aún tras descubrir la poesía de otros lares: la de Huidobro, la de Trakl, la de Kavafis, la de Neruda. Aunque hay autores que uno podría perdonar, la legión de catalanes aficionados al verso es escandalosa y siempre promueve la vergüenza ajena.

Hay tantos catalanes aficionados al verso que, como era de temer, hay uno que ha llegado a obtener acta en el Congreso de los Diputados. Así es como he descubierto a la poeta Montserrat Bassa, que se ha ido a Madrid para recitar unos versos lacrimógenos antes Sus Señorías. La señora poeta catalana ha recitado un poema que cuenta eso, en resumen: España me importa un comino pero amo mucho a mi familia y también quiero mencionar a nuestros mártires. Quedé atónito. Incluso prorrumpí en un sonoro "¡Englantina d'Or para Montse Bassa!". (Nota: la "Englantina d'Or" es el galardón que se da en los Juegos Florales a la mejor composición de tema patriótico).

A veces pienso que todo se debe a la lengua catalana, que muestra una tendencia imparable al lirismo ñoño. Otras veces pienso que el sentimiento patriótico catalán no se puede expresar de otra forma que no sea con ramplonerías lacrimógenas. No he dado con la buena respuesta al enigma. La poeta Bassa digo yo que se habrá preparado muy bien los versos que ha leído en Madrid, capital de España, lugar que no le interesa pero del cual está bien dispuesta a cobrarle su sueldo de diputada cada fin de mes sin falta alguna. Sin embargo, la poeta Bassa no ha escogido bien al auditorio: he generado indiferencia y risotadas a partes iguales. Provocar risotadas cuando pretendías hacer llorar es muy triste y podría hundir la autoestima del poeta más altivo, pero algo me dice que ella se ha marchado orgullosa para su casa.

Desconozco cual es el concepto que la poeta Bassa debe tener de qué narices es la democracia parlamentaria, ni de qué cosa es un debate de investidura, ni porque carajo ha confundido el parlamento de una democracia europea con un concurso de poesía en la parroquia del Santo Ángel Custodio de Hostafrancs. Eso no lo sabré nunca jamás. Lo que sí se es que su discursito desprende ese tufo inefable de Virolai y de naftalina, de pareado y de rosario de la tía soltera.

Y también se que el nacionalismo es un estado mental propio de llorones y que solo se puede expresar a través de este lirismo pusilánime, ridículo y mediocre que tan bien domina la poeta Montse Bassa. El panorama de la poesía catalana pinta mal desde hace unos 100 años. Aunque mira tu por donde, ahora le pagaremos un salario de diputada a una poeta: nunca estuvo tan bien remunerado el premio a la Englantina d'Or.

5 de gen. 2020

Demócratas y apocalípticos

Resultat d'imatges de profeta apocalipsis

Estoy convencido de que el auge de Vox se debe al asunto del secesionismo catalán. No me cabe ninguna duda. Eso no es idea mía: la formularon varios antes que yo, mucho más listos que yo, y además lo argumentaron bien. También se que el auge de Vox se debe a muchos otros factores. Vox es como una de aquellas plagas bíblicas, castigos que nos mandaba Dios en respuesta a los muy distintos pecados que cometíamos en la antigüedad: la idolatría, la sodomía, el adulterio, la codicia, el asesinato, la impiedad, la adoración de dioses falsos y etcétera: los de Yahvé eran castigos divinos multifactoriales. La complejidad ya está en la Biblia.

Sin embargo, Vox no tiene respuestas útiles. Del mismo modo que Yahvé tampoco las tuvo: todas las conductas pecaminosas que intentó erradicar el terrible Dios bíblico se siguen cometiendo a día de hoy, miles de años después de sus autoritarias intervenciones. Yahvé no comprendió que sus sanciones no podían nada contra el ser dotado de una consciencia excesiva.

España no se rompió en el siglo XIX, cuando innombrables golpes de estado, guerras carlinas y magnicidios la pusieron en peligro. Tampoco se rompió en 1931, ni en 1934 ni 1936, aunque quedó muy jodida. A España tampoco la rompió Eta: se rompió Eta antes que España. No solo se rompió: se disolvió, se fue al traste. Quizás va siendo hora de calmarse un poco, de echar la vista atrás, de contemporizar. Sánchez no romperá España ni la romperán Junqueras o Puigdemont. A todos ellos les conviene que España se mantenga. Todos ellos viven gracias a la existencia de España, y todos ellos saben que seguirán viviendo en tanto y cuanto España exista. Sin ella no son nada. Además: como rompedores de España, son unos aficionados de medio pelo. Es más: diría que es más lesivo para la España que queremos Santiago Abascal que los arriba mencionados. Hay que andarse con ojo con la ultraderecha tricéfala, y bromear poco o nada con ella.

Es cierto que los catalanes partidarios de vivir en España (los mal llamados unionistas), los partidarios de la Constitución y de la democracia no lo tenemos nada bien con el pacto del Psoe con Erc. No lo teníamos bien antes del pacto, todos lo sabemos, y ahora no va a mejorar en nada nuestra situación. A mi me sigue resonando el nombre de la República de Serbia de Krajina en los oídos, pero por suerte, hoy y aquí, no hay fusiles Kalashnikov de por medio. Pero a España no la romperán, la historia demuestra que España es más fuerte que eso.

Sentar en la mesa negociadora a los que hace dos días optaban por la unilateralidad es un logro. Dividir a los que quieren poner fronteras es un éxito. España siempre ha sido muy buena con la estrategia del "divide y vencerás", y hay que confiar en ello: cuando una estrategia ha sido validada por la historia hay que creer en ella. No lo duden: si algún día esos que optaban por la unilateralidad vuelven a preferirla, para eso están las leyes democráticas, que no dependen de Sánchez. Les frenaron una vez y les frenarán en las sucesivas si se les ocurriese reincidir. Europa está del lado de España, aunque a veces no lo parezca. Los caminos de Europa parecen incomprensibles pero son comprensibles.

Me gusta Pedro Sánchez igual que la música de David Bisbal: casi nada. Pero la música de Vox me suena a ruido y a nada más, como el motor de una motocicleta vieja y gripada. Pero España no es Pedro Sánchez, ni está en las manos de Sánchez. Ni apocalipsis ni se rompe España. España resistirá a eso como lo hizo antes. Y hay que reconocer que hubo muchas veces en las que estuvimos peor. Vamos a relajarnos un rato y a confiar en el devenir. Y en Europa. Y en Dios, quien sepa hacerlo.

Y si debemos levantarnos para defenderla pues bueno, lo haremos. A su debido tiempo. Yo no voy a mover un solo dedo por patria alguna: pase lo que pase solo me moveré por los valores de la Ilustración que, a día de hoy siguen siendo los más válidos (por no decir los únicos). A día de hoy, esos valores están del lado de la democracia española y muy lejos de las ideas egoístas, supremacistas y antiliberales de los secesionistas catalanes. Creo que debemos reivindicar España en tanto que democracia ilustrada y liberal. Por el momento, yo diría que con tener esas ideas claras y con vigilar las argucias de los nacionalistas catalanes nos basta.

Este escenario, el actual, no es apocalíptico. Y para lograr que siga sin ser apocalíptico, los catalanes no independentistas tenemos una gran responsabilidad. Y por lo tanto una oportunidad que debemos aprovechar: ¿Quieren dialogar? Pues bien, vamos a dialogar: sobre nuestra existencia como sujeto político, sobre nuestros derechos, sobre la cuestión lingüística y cultural, sobre una democracia libre de nacionalismos. Quizás no solo sea una oportunidad, quizás sea nuestra mejor (¿y última?) oportunidad. Contra el nacionalismo, más democracia.

2 de gen. 2020

Mientrastanto, en Balandrau...

Imatge relacionada

Nunca estuve en la escuela Balandrau, de Gerona. Busqué el significado de "balandrau" y di con que la palabra denomina un monte catalán, por la parte de Ripoll. Siempre se aprende algo nuevo. Según la etimología, en portugués, "balandrau" designa una pieza de vestimenta, con capucha y mangas que se abotona por delante, propia de algunas cofradías religiosas y que se asocia con la masonería. Quiero inclinarme por pensar que la escuela eligió su nombre por lo del monte. Es más bello y más probable.

Ni estuve nunca en la escuela Balandrau ni sabía nada de ella hasta hace muy poco. Bueno, en realidad creo que miento: el nombre de esta escuela lo había leído alguna vez en artículos que hablan de nuevas tendencias de la educación. La innovación no es ningún valor por sí misma, ni en la educación ni en ningún otro ámbito de la cultura, pero intento estar al día de lo que se escribe al respecto. Por curiosidad, por interés profesional e incluso por mi tendencia al cotilleo.

Sin embargo, me ha llegado la noticia a través de un conocido que escolariza a su hijo en este colegio: la Generalitat ha decidido que, ante la disminución de la natalidad en la zona, procede a cerrar la matrícula en P3 (como sabrán, "P3" designa el primer nivel de la educación pública -no obligatoria-, el de los niños de 3 años). Según las familias afectadas, la razón verdadera de esta decisión drástica de las autoridades competentes hay que buscarla en el mapa escolar de la zona. El colegio Balandrau está rodeado de otros centros educativos, centros de la red privada (privada concertada, claro). La razón verdadera, pues, es que el cierre de la línea de P3 en la pública Balandrau tiene por objetivo favorecer a las escuelas privadas de su entorno. Otra vez el mundo al revés. O el mundo según la Generalitat de Cataluña.

Las leyes y decretos que permitieron la existencia de la doble red de escuelas (públicas y privadas) es una ley del principio de la restauración democrática, en donde se especifica que el estado subvencionará la existencia de una red privada en tanto y cuánto no sea capaz de ofrecer una escolaridad pública universal. Se trataba, pues, fundacionalmente, de una medida provisional y transitoria, destinada a desaparecer.

Los datos sobre escuelas públicas y privadas de nuestro bello norte (el europeo), en donde decía el poeta que la gente era más educada y más culta e incluso más feliz (toma ya), nos cuentan que en los países del frío norte la red privada es testimonial, residual, y que solo obedece a la demanda de determinadas opciones religiosas. Sin embargo, en este sur de Europa, tan caluroso y con tantas nacionalidades beligerantes entre sí, la red privada se equipara con la pública en porcentajes y, en varias regiones, gana por 51 a 49 (por ciento). La anomalía persiste. Persiste y se acrecienta. Las autoridades regionales apuestan por la red que debe (o debería) desaparecer.

Lo que sucede ahora en el colegio Balandrau de Gerona lo había visto antes. Lo había visto muy de cerca, casi en primera persona. De modo que no me sorprende: me indigna. Estamos hablando de favorecer a escuelas que se llaman privadas pero en realidad lo son de un modo espurio por no decir perverso: la escuela "concertada" se mantiene gracias a las grandes dotaciones de dinero público que se le destinan y, a su vez, escapan al control de lo público por todos los flancos.

Hace solo un par de años, quizás tres, una propuesta parlamentaria en el Parlamento de Cataluña propuso (perdón por la redundancia) eliminar la subvención pública a las escuelas privadas que segregan por género. La votación dio al traste con la propuesta: los grupos alineados en lo que denominamos "derecha" tumbaron el proyecto. Votaron en contra la derecha nacional de aquí y la de allá. Argumentaron algo sobre la libertad para justificar su voto. La libertad de las familias para elegir donde educan a sus hijos, supongo. El argumento de la libertad, no falla nunca, es siempre el argumento de los fuertes, de los ricos y de los poderosos. A los pobres ni se nos ocurre reivindicar el derecho a la libertad de ser pobres, débiles o feos.

Lo que sucede en el colegio público Balandrau ha sucedido antes, ha sucedido en otras partes y promete suceder mucho en los años próximos, ya que la caída de la natalidad en España lo favorecerá. Al tiempo.

Yo soy de los que cree (todavía) que España es un país democrático, de derecho, de garantías. Y un buen lugar para vivir. Pero debería ser mejor. Y creo que deberíamos recordar, todos, que esa democracia, ese derecho y esas garantías no nos cayeron del cielo por obra divina, si no por la reclamación de la ciudadanía. Y esa reivindicación debe mantenerse, como la bicicleta mantiene su equilibrio: pedaleando. Es decir, reivindicando sin cesar. Como dijo en su día mi admirado Javier Pérez Andújar, el ambulatorio de Ciudad Meridiana no está allí por la gracia de un presidente de la Generalitat si no por la reivindicación de los vecinos: eso debemos recordarlo nosotros, y debemos transmitírselo a nuestros hijos y a nuestros nietos. No vaya a ser que, un día de esos, ellos deban pedirlo de nuevo.

Por todo eso y por otras cosas que podría contarles pero no les cuento por el no aburrir, les invito a visitar la página de las familias de la escuela Balandrau. Y, si les parece oportuno, contribuir a su reivindicación:
https://totssombalandrau.cat/?fbclid=IwAR14fQnxPA-TVTDoaFt_MJ3LnTZKdQLOkBLuJpp-3d8K5hn7xhiJPAyuDaY


1 de gen. 2020

En un comedor para hambrientos

Resultat d'imatges de arc de sant agusti

Este texto está dedicado a mi amigo Miquel Cartisano, él conoce las razones


Mientras estaba trabajando en la cocina del comedor apareció la Hermana que dirige el cotarro y me preguntó si quería su bendición. Por supuesto que sí, le respondí. Se lo dije con vergüenza: temí que la monja viese en mis ojos que creo, pero que creo sin fe. Que solo pienso. Ella hurgó en su bolsillo, sacó una botellita de aceite, se puso una gota en el dedo pulgar y me dibujó una cruz en la frente. Que Dios te bendiga, me dijo, clavando sus pupilas azul pálido en las mías. Me sentí muy pequeño, minúsculo, casi niño.

Un rato más tarde me mandaron arriba, al comedor, a servir los platos del primer turno. El comedor es una sala adintelada enorme, sin columnas, de techo altísimo, todo está algo desvencijado, limpio pero desvencijado, con unas grandes vidrieras al fondo por donde entran chorros de luz blanca. Los comensales acuden ordenadamente y se van sentando en unas mesas larguísimas. Aquí hay más de 120 personas sentadas, me digo. ¿Cual es el perfil del que acude a un comedor de la beneficencia? El perfil es que no hay perfil: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, blancos, negros, moros, latinos, catalanes, nórdicos. La sociedad no es eso pero también es eso. Aunque algunos hablan entre ellos, el ambiente es de silencio. La mayoría de las miradas se agachan. Muchos se miran los pies, absortos en ellos o en las baldosas ocres, o contemplan esa superficie de fórmica azulada de la mesa, infinita y azul y gris como un cielo uniforme, un azul grisáceo que me recuerda el color de los ojos de la monja que me bendijo un rato antes.

Algunos han acudido con amigos, pero la mayoría están solos. Algunos, pocos, desafían con su mirada, orgullosa y terca, pero casi todos sienten vergüenza. O una humildad obligada. Hay uno que viene con la mochila muy vistosa de una empresa de reparto, una empresa que cotiza en bolsa. Me pongo en manos de una monja que dirige su sector con tranquilidad y con sabiduría. Es una mujer joven, ugandesa, alta, guapa, con unos ojos grandes y limpios como un manantial generoso de la montaña. En este comedor no se resuelve la vida de las personas que acuden a él, solo se palía su hambre. Y solo por un rato se les resuelve el hambre. Aquí hay más de cien historias que contar, más de cien historias del hombre y del hambre, la historia de la humanidad. Aquí está la historia del que protesta por la comida, la del que la agradece, la del que nunca jamás levanta su mirada y come como un gato, deprisa y sigiloso. Es cierto: ¿cuál es el sentido de darles comida a los que no se la puede comprar? ¿No estaremos cronificando la miseria? ¿Es eso hacer el bien? ¿Se debería hacer algo más? ¿Solo se limpian conciencias de personas opulentas con malestar por la suerte que les ha tocado?

Entre los voluntarios como yo hay mujeres jóvenes que han venido con sus hijas adolescentes. Uno adivina enseguida que esta gente viven confortablemente bien. Es posible que vivan incluso muy bien. Uno distingue ciertos rasgos, con el paso de los años, y no hay que ser muy listo para descifrar. Es muy posible que esas mujeres vengan aquí con sus hijas para darles una lección, pero ¿una lección de qué? Quizás de misericordia o de piedad, de caridad. ¿De realismo? ¿De humildad?. Uno de los chavales, uno muy joven, hace un mohín de desagrado ante una determinada interacción, pero se contiene admirablemente y prosigue con su labor de servir platos de potaje de judías con carne y verduras (la verdad sea dicha: el potaje huele bien y me resulta francamente apetecible). En la mayoría de los voluntarios descubro (quizás solo intuyo) la intención cristiana, el impulso de la fe. El mensaje de Cristo plantea un extraño mundo al revés: el cielo no es para los ricos ni para los listos. Los ricos acuden a servir comida a los pobres, a los sucios, a los indigentes. Se dejan maltratar por ellos si se tercia, y aceptan con una sonrisa sus posibles desmanes. Hay algo terriblemente incomprensible en esa escena, algo muy misterioso. Siempre me ha fascinado ese misterio, este espejo invertido del mundo. Quizás era eso la frase de San Pablo: "ahora vemos como en un espejo, como en un enigma".

En uno de los pasillos he visto el cartel con unos versículos del evangelista Mateo, que recuerdo vagamente de mi juventud: "cada vez que me visteis enfermo, cada vez que me visteis hambriento, desnudo, cada vez que vinisteis en ayuda de mis humildes hermanos, en mi ayuda vinisteis".

Se termina el primer turno. Los voluntarios nos apresuramos en limpiar porque en nada llegará el segundo turno. Para el segundo, la monja de Uganda ha previsto dos tercios de las mesas, pero a la hora de la verdad se llenan todas de nuevo. Habrán pasado unas 250 personas en poco menos de 2 horas. Cuando el segundo turno empieza a marcharse, uno de los comensales se me acerca y me suelta: "Mañana es festivo ¿no? Habrá paella, digo yo". Le sonrío. Le sonrío y me maravilla que este hombre, que se ha excluído o ha sido excluído, tenga en cuenta los días festivos de una sociedad que es, para él, como el planeta Marte para mi. Después, una chica bastante guapa que no tendrá los 30 pero aparenta 45 y lleva unas mechas californianas también me sonríe y murmura un "gracias" muy liviano y esquivo, pero completamente sincero.

Tras ayudar a barrer y a fregar el comedor, me voy para donde he guardado mis cosas. Me cambio y me dispongo a salir. El local es algo laberíntico, así que tardo un poco en encontrar la salida. Cuando enfilo el pasillo largo que lleva hacia la puerta de la calle aparece de nuevo la Hermana que me bendijo con aceite, aparece como si saliese de la nada, misteriosamente. Me sonríe, me agarra por el codo. Y me pregunta: "¿Crees que eso es una casa de locos?". Creo que le respondí algo que sin duda no era ni ingenioso ni ocurrente, pero no lo recuerdo. Acaban de fregar el suelo de la entrada. Por lo que la Hermana me susurra: "Cuidado, no te vayas a resbalar".

Balances y despropósitos para el año nuevo

El día 26 de diciembre encontré el santo Grial,
pero ¡córcholis! era un cáliz de plástico integral.

En lo personal, 2019 ha sido un año medio bueno. Bueno y sin nada muy destacable, circunstancia que ahonda en lo de "medio bueno". Una vez cumplidos los 50 creo que la vida es eso. En lo colectivo, un año medio malo. Por el ascenso del nacionalismo de aquí y de allá, por el ascenso del nacionalismo del tipejo de Waterloo y el ascenso del tipejo Abascal, tipejos demasiado similares según mi parecer. Y porqué, según un estudio reciente que a ningún nacionalista se le ha ocurrido mencionar, el chabolismo y la miseria han crecido en los alrededores de Barcelona. Me entristece que eso tampoco lo mencione un socialista que cuenta naciones españolas para conciliar el sueño: lo otro me fastidia, y lo del socialista me apena.

Durante el 2019 he leído bastante. Y bien y bueno. Mucho en castellano y casi nada en catalán. La novelita en catalán que empecé no la terminé, era infumable.

En 2019 me han publicado dos cuentos en una antología, viajé a Madrid para promocionar el libro de dicha antología y lo pasé muy bien. En septiembre encontré alumnos nuevos, que siempre es un reto agradable. Me regalaron la integral de Max Richter, que no es integral pero está muy bien aunque esté incompleta. Incluso lo integral nos sabe a incompleto, eso es la maldita condición humana.

Una de esas plantas crasas que crecen en mi balcón decidió echar flores de repente y sin venir a cuento, a finales del otoño, eran unas flores grandotas, desproporcionadas, muy vistosas. Durante varios días pensé: hete aquí el misterio, el indicio de lo maravillosa, lo rara y lo sinsentido que es la vida.

Di la vuelta a los Mallos de Riglos en dos horas y media (pas mal!), estuve en un desierto de Almería y soporté sus 44 grados centígrados, me enteré de la muerte de una amiga de juventud, lloré solo y en silencio por esa muerte a los cincuenta y muy pocos, de la que ignoro los motivos y no quiero saberlos, leí una novela de Faulkner en dos noches muy largas y muy calurosas, en Guadix, y leí la mayor parte de la obra de Emmanuel Carrère entre otoño e invierno. Escribí muy poco.

En diciembre encontré el Grial en San Juan de la Peña. Pero ¡jolines! era una réplica de plástico. El mismo día del grial de plástico encargué el libro "Las armas y las letras" de Trapiello. Estoy deseando empezar a leer.

Inicié a escribir dos o tres veces una novela sobre un arquitecto catalán que, tras su jubilación, decide hacerse editor de poesía y no encuentra poetas que editar, y cuando por fin lo encuentra descubre que era un miserable fascista (ese proyecto era un homenaje a Bolaño), lo cual le jode y le hunde en la miseria.

Me gusta empezar a escribir novelas y abandonarlas cuando se ponen bien: es el género literario que practico, el abandono indolente. Ese es mi despropósito para el 2020: seguir combatiendo a mi ego,  anular mi vanidad. Me gusta esta sensación de cuando salgo de mi casa y me voy al trabajo, hombrecito gris entre la gente, no ser nada, nadie, me gusta contarles a mis alumnos que no se nada, que el conocimiento no me atañe, que solo tiene valor cuando es compartido, que creo en los demás mucho más que en sí mismo, que soy uno que no quería molestar y sin embargo molestó, uno al que, si se lo piden, dirá que lo mejor de la vida ha sido leer y ver paisajes no muy lejanos, conocer personas como en un sueño. Mis mejores paisajes están cerca, circunscritos a la península ibérica. No se si me hubiese gustado ver los hermosos paisajes exóticos de ultramar, o en países muy lejanos, en donde se hablan lenguas raras: me contento con verlos en la pantalla.

Tras más de 50 años viviendo más que coleando sobre el planeta (en un lugar más bien feúcho y tristón del planeta), recuerdo mi primera juventud de cristiano creyente y doy con las ideas de San Pablo, que estaba loco de atar pero que escribió algo así como que la sabiduría nos hace sabios y la santidad, santos. Pero que, sin amor, nada tiene sentido.