27 d’abr. 2012

Allí donde estés


Poco tiempo después de morirte te imaginaba sentada en una playa blanca y lejana. Te veía de espaldas, contemplando un horizonte limpio. Había algo en el aire de una nada enorme y brillante, pero sólo algo. Un susurro apenas. Ahora, pasado un tiempo, aquella sombra de la nada se ha hecho enorme. Desapareció la playa y el horizonte. Incluso me cuesta definir el contorno de tu cuerpo sentado en la arena. Todo se diluye.


Ayer leía una novela de terror en donde se cita un pasaje del Apocalipsis. Ya ves que forma de perder el tiempo. Y qué absurdo ese terror que nos crean para temer el fin. Deberíamos acercarnos descalzos y tranquilos hacia el fin.
10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. 11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.
Deberías haberme enseñado un poco más de tu fe sencilla. De tu forma de creer sin intermediarios ni religiones. Porqué ando un poco perdido yo también. ¿Sabes? Por aquí las cosas no andan muy bien. Hay enormes pájaros carroñeros volando en círculos. A veces les veo, por la noche. Creo que cada vez vuelan más bajo, más cercanos. Es en momentos así cuando lamento que no me enseñaras un poco más.


Me gustaría poder escribir cosas mejores, más bonitas. Buenas noticias. No es que no me pasen cosas buenas: amo y siento que soy amado, disfruto con las auroras y esos atardeceres de primavera con nubes barrocas. Y eso ya es mucho.

Por lo demás sigo bastante igual. Todavía me gusta perder el tiempo en la cocina, me tumbo a leer, me quedo dormido como un niño con las páginas desparramadas sobre el pecho. Ya lo ves: cosas pequeñitas. Nada grande, ningún éxito. Una vida menuda. Ah, y mañana me voy al Pirineo. No porqué aproveche el puente del 1 de mayo, sinó porqué estoy en el paro. Sólo por unos días, creo.

Te parecerá raro que ahora, a esas alturas, se me ocurra lamentar no ser un cristiano como lo fuiste tu. De esos que lo son para sí, para adentro. Sin proclamarlo ni querer evangelizar a nadie, sin dogmas. De esos a los que Cristo se les aparece metido en un insecto que revolotea entre los pétalos de una flor mínima, en una nube deshaciéndose, en la caída lenta de una hoja.


Cuando era muy joven me diste a leer El último justo, la novela de André Schwarz-Bart. El protagonista conoce a Dios porqué enmedio de un día de sol radiante y sin nubes, una gota de agua le cae del cielo en la mejilla. Cuando la terminé me preguntaste precisamente por esa escena: ¿leíste aquéllo de la gota? dijiste con una sonrisa emocionada. Ahora pienso que quizás eso te había pasado a ti, en algún momento de tu vida. Igual te daba vergüenza contármelo (a casi todo el mundo le da vergüenza contar que ha vivido un instante maravilloso), y me lo dijiste a través del libro.

¿Porqué te cuento ahora esto? La verdad es que te quería escribir para recriminarte cosas pero ya lo ves. Se me ha ido el argumento, perdí el hilo. Todavía no puedo. Me he puesto el cd de Jordi Savall que me llevé de tu casa y me he dejado llevar. Te lo cuento porqué tengo miedo de que desaparezcas para siempre. Que deba buscar fotografías para recordarte, que no acudas más a mis sueños. Que te alejes para siempre. Y sin embargo estoy seguro de que será así. Y será bueno para los dos comprender que las cosas van en serio, que la vida iba en serio.



Anexo (Liebster)


Un amigo me ha dado este premio, que es como una cadena (Santa Endogamia bloguera, perdona nuestros pecados, mea culpa, mea culpa). Me obliga a premiar a cinco blogs, con la única condición de que tengan menos de doscientos seguidores. Digo yo que debe ser para promocionar a los pequeños. Pues bien, esos son mis premiados:

24 d’abr. 2012

Barcelona, la roja y negra




Ellos lo saben. Barcelona no la construyeron los señoritos del modernismo.
Barcelona es una construcción de los anarquistas.


¿Quién defenderá las Ramblas?

Quizás en el fondo es un miedo antiguo y doloroso lo que expresan en sus discursos,
esos gritos en las radios del régimen, esas columnas aburridas y reiteradas en la prensa fascista. La Vanguardia. El escritorzuelo Antoni Vives, cobarde y también concejal, justifica que se reprima más. Parece mentira, pero es cierto: mientras sacan el dinero de la cosa pública para llenar el vacío de los banqueros, les preocupa que a alguien le de por expresar el malestar en forma de fuego, de violencia. No les interesa conocer las causas del malestar: porqué el malestar lleva su nombre y su noble apellido.
Quién abrió la caja de la violencia sabe que la violencia llamará a su puerta.

Dice el ministro que a lo mejor la escuela pública deberá acoger a los alumnos en aulas de cuarenta. Más que nada para eliminar maestros. El triste virreinato catalán aplaude, sumiso y obediente. Lo que anima al presidente, al alcalde, al conseller de interior es, a fin de cuentas, lo que animó al fascismo: guerra a la escuela, viva la ignorancia. Y siempre, claro está, bajo el amparo de lo que le conviene al país. A nacionalistas nadie les gana.


En trincheras de sangre y lágrimas

Dice el virrey catalán que la situación es grave y requiere grandes sacrificios. Por ese motivo carga contra su pueblo, contra la tierra que dijo amar. Debe ser porqué ama las piedras de esa tierra, sus viejos monumentos o sus tristes mitos. Él sabe que no le quieren, que sus votos no son nada.

Le encarga a su jefe de policía que pegue duro. Más duro. Que compre armas nuevas. Cada nueva arma es un gramo de miedo en la sangre. Ahora son unas pelotas de goma con aspecto de pelota de golf. Preventivamente, por si la cosa se pone fea. Aquí todos tienen miedo. Los de abajo tememos al paro y la miseria. Ellos temen la ira que desencadenaron. Saben lo que pasó aquí, y no hace mucho.

Se acuerdan de las iglesias en llamas. Se acuerdan de los milicianos: eran los que ya no tenían nada más que perder. Todos lo saben, mas ninguno lo nombra. Todos se dan cuenta de que la historia tiende a repetirse, y ahora les repite en su cara. Compran armas. Esa operación es su grito de terror. Lo ejectutan innombrables funcionarios: el que propone la compra, el que firma el de acuerdo, el que manda el oficio. Todos tienen miedo. Incluso el burócrata gris que pone el sello sabe que si la cosa se pone fea su bonito despacho se va al carajo. Todos saben, todos temen.

No se olvidan nunca, ni el señorito Puig ni el señorito Trias ni el obispo: cuando la FAI de los obreros tomó las calles, sus burguesitos hincaron las rodillas para pedir clemencia. No olvidan nunca eso, ahí está el asunto que les preocupa. Pero ellos prueban. Prueban a ver si ésta vez les funciona. Aún sabiendo que no, que su causa es la causa de los contenedores: en cada contenedor que arde hay algo de su alma quemando. Por eso quema la mierda en las calles de la ciudad roja y negra. Es casi un asunto de la mística: ellos no la comprenden, pero la saben. La temen.


Un gélido silencio en la Diagonal

Declararon la guerra a las escuelas. Declararon la guerra a la inteligencia y se proclamaron del lado de la muerte. Y acto seguido se cagaron de miedo. Porqué sabían que habían liberado al jinete. En sus sueños premonitorios, veían al jinete cabalgando entre una nube de polvo y de humo. ¿A quién le tocará? ¿Quién verá primero la sonrisa de la Medusa?

Me despierto con las sábanas pegadas al cuerpo. Yo también tengo miedo. Creo que el miedo y el dolor debemos repartirlo entre todos, ya que jamás quisieron repartir la riqueza. Ese debería ser el color del socialismo. Como ya lo fué antaño. Ellos lo saben. Por eso compran armas: porqué no quieren compartir el dolor. Pero ya es inevitable. Es demasiado tarde. Sólo puedes medir la distancia, calcular el tiempo que falta.





20 d’abr. 2012

Manuscrito encontrado en Río Lobos


No estoy muy seguro, no se si los lobos aún están o se extinguieron. Si los cazaron los hombres, tras darles el nombre de alimañas. No se qué me va a pasar cuando lleguen las sombras. El coche se averió varios quilómetros más abajo y ahora, en la puerta de la tiniebla, no creo que sepa deshacer el camino.

El cañón se hace angosto. Cae una lluvia fina, a veces disimulando cristalitos de hielo entre las gotas. Los pies me resbalan sobre un barro verdoso. Escucho el chapoteo de mis pies, pero de vez en cuando hay otra cosa. Algo se mueve en el bosque y se esconde entre las sabinas centenarias.


Hace dos días pasé junto al Moncayo. La cumbre estaba envuelta en la niebla y también caía la noche. Me acordé de los cuentos de Bécquer, leídos cuando aún no me habían salido pelos en las las ingles. Me imaginaba el bosque, las sombras, los caminitos por donde transcurren las almas sin reposo. Me helaba de miedo sentado en la vieja butaca, en la vieja casa de mis padres.


Ahora siento frío y pienso en eso de helarse. De nuevo. Pero no siento miedo. Ahora soy yo el alma que vaga por el bosque. Si me viese alguien, se asustaría. Transcurridos treinta años yo soy el espíritu sin reposo que avanza buscando la sombra como buscando el abrazo de la madre. Por eso he estropeado el motor del coche más abajo. Para penetrar en las sombras, para que me abran la puerta. Estoy cansado, tengo frío. Estoy cansado del frío. Entre los árboles el ruido avanza, crece, vibra en el aire a mi alrededor.

Me detengo ante una charca. Creo que el agua brota de la tierra. Hay un silencio de burbujas densas, perezosas. Ya no hay ruido. Lo que fuera debe estar justo detrás de mi. Con una mano palpo la otra. Encuentro el eco de tu mano, el calorcito que me dejaste estampado. Eso y sólo eso es lo que me lleva a la nostalgia. Sólo soy lo que amé. Y nada más. Creo que una vez estuve aquí contigo.

14 d’abr. 2012

Hacia la Tercera República



Llamadme republicano

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con
cuentos,
Y que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
Que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
Y que el miedo del hombre...
Ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
Pero me han dormido con todos los cuentos...
Y sé todos los cuentos


León Felipe